viernes, 10 de febrero de 2017

Gritos en la noche

   Al terminar de comer, siempre he tenido la costumbre de salir al pequeño estanque de atrás de la casa, sentarme en una orilla y tal vez meter los pies durante algunos minutos. No los dejo allí por mucho tiempo pues los peces empiezan a chupar de ellos si lo hago pero es algo muy relajante, que necesito hacer casi como un ceremonia. Es mi momento del día en el que pienso en todo lo que ha pasado y en lo que puede que pase en el futuro. No es mi momento más alegre.

 La casa es modesta. Está lejos de la ciudad pero lo suficientemente cerca de un pueblo mediano para poder comprar los víveres que necesito para sobrevivir. Trabajo de vez en cuando ayudando con la construcción de alguna cosa, con arreglos aquí y allá, en las otras granjas. No puedo decir que sea un oficio queme guste o que me llene de alegría. Pero sí puedo decir que lo hago para sentirme útil y porque me volvería completamente loco si me quedara quieto todo el día.

 Esos trabajos los hago en la mañana. Desde que me mudé a la casa me despierto muy temprano y eso que me sigo durmiendo a veces tan tarde como cuando lo hacía en mi apartamento de la ciudad. Esos recuerdos se sienten ahora remotos, como si fueran de otra persona o como si yo me los estuviera inventando y ya no supiera cual es la verdad y que es mentira. Pero lo que hago es no poner atención y seguir estando aquí y ahora, pues nada más importa ahora mismo.

 No tengo televisión porque no me gusta el escándalo que hace. Tampoco me gustaría tener una para informarme porque los noticieros solo exhiben noticias escandalosas de una cosa u otra. Y todo es malo: si no es que mataron a uno, es entonces que violaron a otro, o que robaron un dinero o algo por el estilo. Nunca hay nada bueno y de cosas malas está llena mi cabeza así que es algo que ciertamente no necesito. Cuando voy a casas ajenas, pido que lo apaguen si es posible.

El internet funciona solo dos veces por semana porque en un lugar tan lejano como este las cosas son así. La red proviene de mis vecinos, a los que les pago con favores por ese servicio. La verdad solo lo uso para mantener en contacto con mis familiares, para que sepan que estoy vivo. A pesar de todo lo ocurrido, ellos se preocupan por mi y tal vez me quieran. Pero la verdad es que eso último me tiene muy sin cuidado. Suena duro pero las cosas son como son y no como uno quisiera que fueran. Teléfono no tengo pues el solo repicar me pone los nervios de punta.

 De vez en cuando veo su cara en el agua del estanque, después de comer algo. Otras veces lo oigo en el viento, mientras ayudo con las labores de campo de otras granjas. Casi siempre lo ignoro porque no puede ser nada bueno estar oyendo voces de gente muerta en el viento. Además, es alguien de mi pasado, importante sí, pero mi pasado al fin y al cabo. Prefiero pensar que no le debo nada pero sé que eso es mentirme de la manera más descarada. Es difícil hacerlo.

 La casa la tengo por él. Me la dejó en su testamento, un papel endemoniado que yo no sabía que existía y que me causó muchos más problemas que nada. A causa de ese papel, y de la casa, me fui de la ciudad. No podía seguir sintiendo que todos los ojos estaban encima mío. Todos esos ojos asquerosos de personas que no sabían nada , no quería tener más contacto con ellos. Honré esa parte de su legado y me vine para acá, donde no hay nada que disturbe mi paz, que por lo visto es la de menos.

 Su familia me odió por su culpa. Y sí, le echo la culpa porque yo nunca quise que me dejara nada, ni siquiera quise casarme con él. Esa fue una de sus brillantes idea de cuando estábamos algo tomados y queríamos hacer algo estúpido. Pero el se aprovechó de eso, de mi inocencia o estupidez o como le quieran llamar, y ahora estoy atrapado en una vida que nunca quise para mi mismo pero que, debo admitir, me salvo de estar en un lugar donde ya hubiese perdido la cordura.

 Aquí recorro los campos, siembro y recojo las cosechas, arreglo redes eléctricas, corto madera, quemo lo que sobra,… En fin, son demasiadas cosas y no saben cuanto le agradezco a la gente de este lugar por dejarme entrar así en sus vidas. Creo que en parte lo hacen porque les toca, ya que la población de esta región es muy escasa. Todas las manos que estén dispuestas a trabajar están más que bienvenidas y por eso no les importa lo que se dijo de mi, tal vez ni lo sepan.

 Ellos saben, además, que es mejor mantenerse alejado de mi. Solo unos pocos me han cogido confianza y me llaman por mi nombre. El resto me dice “chico”, aunque yo de eso ya no tengo nada. Supongo que es porque, cuando me afeito, me sigo viendo joven, tanto que me asusto a mi mismo al mirarme al espejo y ver en él a un niño que ya no existe, un niño que no hace parte ya de mi vida pero que por alguna razón sigue existiendo. Ellos me dan trabajo, a veces gracias a él, entonces es una relación más que extraña pero casi todo en mi vida es así.

 El día que murió, desplomándose en el baño, golpeándose la cabeza contra el lavamanos y sangrando como una fuente maquiavélica, ese día fue cuando todo se me vino abajo. No tuve tiempo de despedirme de él. Solo recuerdo su mano tratando de apretar la mía en la ambulancia. Luego se lo llevaron y no vi su rostro nunca más. Para entonces yo ya usaba el anillo que me había regalado y lo hacía más que todo por mantenerlo contento pero no porque de verdad me creyera tan cercano.

 Él sabía bien que yo siempre he estado demasiado mal para corresponderle a nadie. A él varias veces los mandé a la mierda por cualquier cosa, se me daba la gana de estar solo y de no verlo ni hablarle y él respetaba eso y esperaba hasta cuando yo volvía, porque volvía siempre a sus brazos. Me conoció riendo y llorando y gritando. Nunca supe que opinaba de todo eso puesto que nunca quise conocerlo tanto y sin embargo creo que él me conoció mucho más a mi que yo a él.

 Cuando aparecí en el testamento, su familia alegó que era un documento redactado por un hombre enfermo. Me culpaban a mi de su muerte pero a la vez decían que tenía una enfermedad que lo hacía comportarse así, como un ser humano decente y con sentimientos. Yo nunca supe si eso era verdad. El caso es que quería que todo terminara pronto puesto que él era conocido y ahora la gente empezaba a odiarme sin razón alguna. Me lanzaban cosas en la calle o me insultaban sin razón.

 Tan mal se puso todo que un día me atacaron un grupo de hombres y lo que sucedió esa noche fue la gota que me hizo proponerle un negocio a la familia de mi supuesto marido. Les dije que podían quedarse con todo el dinero, con todas sus posesiones, con lo que se les diera la gana, pero que me dejaran quedarme con esa casa, de la que él mismo me había hablado un par de veces, durante momentos breces de alegría. Solo quería ese lugar y nada más. Ellos se quedarían con más de lo esperaban y por eso aceptaron.


 Cuando firmé esos papeles todavía tenía una pierna enyesada y varios morados y rasguños. No seguí con las curaciones porque apenas firmé recogí todo lo que tenía y me vine a vivir a esta casita de campo. Deje el ruido allí pero me sigue persiguiendo y no entiendo porqué. Lo di todo, lo físico y lo no tan físico y sin embargo no estoy en paz. Pienso en él todos los días, en como sería todo si siguiera vivo pero me doy cuenta al cabo de un rato que pensar en eso es una tontería. Mi vida es ahora así, como está, y nada la puede cambiar, nada puede deshacer las voces, los gritos que me despiertan cada noche.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Strange place

   The woods outside the small town of Iris, were a very lonely place almost all year round. Not a soul dared to cross through it to get anymore, no matter if it came from outside or inside the small town. People would rather cross the lake by boat to reach the village or simply take the main road that made a big detour around the woods. After so much time of this prohibition having settled in in the minds of the people, they simply didn’t think about it anymore and saw it as one of those things of nature.

 But it wasn’t exactly nature, which barred everything living from the woods. It was possibly the opposite, something dark and sneaky that didn’t wanted for people to penetrate the place were it lived. No birds crossed over those woods or even built nests on those trees. All animals, from bears to butterflies, avoided that patch of the world as if it was something automatic and not something they could do something about. Nature had nothing to do with that chilling place, not at all.

 On Iris, people loved life. It was such a strange thing for first visitors because one would think that living with a certain fear for so long would be quite a marking experience but it wasn’t at all. Children there loved to play all day long and the adults were kind people that loved to greet new souls to their community. They welcomed strangers as if they were a gift sent by the heavens and would also celebrate for an entire day if a new citizen was born inside the boundaries of Iris.

The festivities there were always something to behold: they put small flags of many colors over every doorway in town and they would sing beautiful old songs all day long, celebrating life. They also cooked the best food, especially fish, when a newborn entered their community. They also cooked some sweets that were specially made according to the tastes of the person being celebrated, meaning it was also done in birthdays, which were always a very grand occasion in town.

 The best part though, was the fact that people seemed to be having the time of their lives every single day. It didn’t matter if they were selling products in the markets, fishing on the lake, running around town or cooking lunch for their family, people in Iris always had a helping hand for everyone and big smile to top that with. All traders loved to visit, as they felt doing business there was more like being on a vacation were everyone is very kind to you. The name was famous in the region and the fact that the woods were so close, was baffling to so many curious people.

 They couldn’t understand how those people in Iris could be so happy. After all, those tall dark trees and that frozen wind had a presence that was not easy to ignore when one would travel through the main road towards Iris. People from the small town had moved the trail further away from the forest, many times during their history, but the woods seemed to catch up every time they did that. So every time a particular part of the road felt colder and simply strange, they rebuilt the road further away from that place.

 That work was normally done in a few days and it was something that needed to be done every year. But even so, the people from Iris that worked on the road weren’t even a bit worried about that. Every year, their town kept being pushed away from the rest of the civilized world. When the road was first created, the journey to the nearest town could be achieved in about 10 hours. With all the changes on the road, Iris was now located 12 hours away from civilization and it kept moving away.

 The route through the lake, by boat, was used my traders mostly. And that road was also altered every few years do to the fact that the dark woods seemed to be conquering the opposite side of the lake, little by little, and people now have to change courses a little bit which also made the trip a little bit longer than before. But people just did what had to be done and they tried not to think too much about it because there was nothing they could do, or at least that was the general opinion.

 A couple of experts in biology and other fields had studied the woods from the outside. Of course, most of these people came from other towns and they would go to Iris at least once to study the forest from there. The problem was that they were the only people not to be welcome in town, asked very politely to leave after spending one night in town. People usually agreed to do it in order for them no to cause any sort of unpleasant mood among the normally chilled population of Iris.

 Not many findings had been done by the very few experts that found the dark woods to be a fascinating anomaly in nature. The fact that no life could be detected there was strange enough, no matter if it was on the trees, the soil, the air or even the water that existed in the form of puddles. But even stranger was the fact that every single person that got too close to the forest, and lived to tell the story, would always tell others about a presence that was strong among those trees. There was something there but no one could really say what it was, if it was something at all.

 Of course, the people of Iris were not very big on any of those stories. The few people from town that had grown any interest in the woods, no matter how fleeting, would be asked to live the village and never come back. That seemed a little bit too hard but the fact remained that Iris was not a town where being curious was rewarded in any way. They lived a quiet peaceful life between a lake, some mountains and the main road; they didn’t really need to ask the world for anything else.

 That of course included the answers that so few had asked for but that no one was apparently willing to give. The only possible way to get a proper answer was to enter the woods themselves but even among people from other parts of the world, that was a crazy idea. All studies qualifies that place as dangerous and unstable, because of the road thing, so why would anyone try to enter to find answers to questions that no one really is begging for? One thing is wondering, the other is demanding an answer.

 Only a handful of people had done that, demand an answer from the forest. And the fact was that none of them remained to tell others why they asked themselves that dreadful question. That is because all of them, a group of ten or less, had walked into the forest and had never returned. When that happened, no one really asked for an explanation or for their bodies to be buried or anything like that. Not even their families wanted to know anything more that what was a fact.

 Those people were part of the mystery of the woods and every time of them had entered the forest, it seemed that year was one of especially big growth for that space as such. Trees seemed to get thicker trunks and the cold air seemed to become even colder. It was a very scary thing to think about and that was probably why people just kept ignoring those facts and the conversation over all. They didn’t want to confront the reality of the situation they faced every day, so they compensate it with joy and optimism, as they didn’t have anything else to go for them.


 In about twenty years, a young woman will realize a very dreadful fact that people in Iris will again accept as one of those things that happen and no one can do anything about it. She will reveal to her people that the road will be cut off because they won’t be able to push it further away from the woods. The trees will grow on the trail and the town of Iris will be cut off from civilization, same from the lakeside. They will be prisoners of the forest. And one day, they will all disappear because of it. And even then, they won’t say a word because that’s they way they are.

lunes, 6 de febrero de 2017

Casi, el silencio

   Cuando entró en la habitación rosa, la mujer se tomaba de las manos y sus tobillos temblaban ligeramente. La verdad era que no se sentía muy cómoda para caminar pero no tenía opción de detenerse a mirar el tiempo pasar, no podía analizar lo sucedido. Tenía que actuar y hacer lo que era su trabajo para que todo estuviera a punto por si había que actuar más rápidamente o de improviso. Nunca se sabía con personas como ellos, siempre había que estar un paso delante de todo.

 La niña, Alejandra, estaba en el suelo jugando con un par de carritos. Los hacía mover de un lado al otro, tocada por un rayo de sol que se colaba por entre las gruesas cortinas de la vieja habitación. No se trataba de una niña feliz jugando con sus juguetes sino de una pequeña que parecía querer pasar el tiempo. Se sentía como si supiera que era lo que estaba pasando pero a la mujer ya le habían indicado que los niños no tenían ni idea de lo que había ocurrido tan lejos de ellos.

 El niño, un par de años menor, estaba en una posición muy diferente. Estaba sentado en un viejo diván, de esos que tienen patas talladas con forma de garra de león. Como su espalda estaba bien recostada contra el mueble, sus pies flotaban por encima del suelo. Apenas se movían. Lo que más le atraía al niño en ese momento era ese mismo haz de luz que tocaba a su hermana. Parecía estar fascinado con ello, casi como si fuera la primera vez que viera algo así en su vida.

 La mujer les pidió que se incorporaran y le tomaran de la mano. Los niños obedecieron sin chistar, apenas mirándola. Se notaba que parecían tener cosas mucho más urgentes que pensar y no tenía sentido objetar una orden de un adulto al que conocían bien. Fueron caminando por un pasillo y luego por otro y los niños seguían tan silenciosos como siempre, sin decir nada de las personas que se les cruzaban por todas partes. Parecían llevar prisa pero se frenaban al verlos a ellos.

 Por fin llegaron al cuarto verde, donde su madre solía estar. En efecto, allí estaba ella pero no lucía como siempre. El impecable vestido que tenía, tan hermoso como todos los demás que se ponía a diario, estaba manchado de sangre. Había gotas oscuras en ciertas partes y más claras en otras. Su cabello estaba alborotado y tenía los ojos inyectados de sangre. Estaba sin zapatos. Apenas vio a los niños les indicó que quería un abrazo y ellos entendieron al instante. Se soltaron de la mujer y corrieron hacia su madre, que los apretó con fuerza.

 Estuvieron en la habitación verde todo ese día, sentados sobre otro sofá. Desde temprano habían sido vestidos con sus mejores prendas y, tras el paso del tiempo, se sentían cada vez más incomodos. Era ropa linda pero no era ropa para usar durante todo el día. Alejandra se quitó los zapatos pues le molestaban mucho y Daniel, el pequeño, dejó el abrigo tirado debajo del piano de cola que nadie en su familia sabía tocar. La madre los miraba temblando, sin decirles ni una palabra.

 Fue ya bastante tarde cuando alguien se acordó de ellos y les trajo algo de comer. No era lo que hubiesen deseado pero era mejor que aguantar el dolor de estomago. Mientras los niños se acercaban a la mesita de centro donde les pusieron dos bandejas con sopa de champiñones caliente, una mujer vino por su madre y se la llevó pero no por la puerta principal sino por una de esas laterales que parecían ser parte de los muros. Era una de las cosas que más les gustaba de esa casa.

 Algún día, no hacía mucho, habían explorado toda la casa con permiso de su padre. Era un lugar enorme y, según muchos, lleno de historia. El polvo también ocupaba buena parte de los rincones. Y donde no hubiera ni gente ni polvo, seguro que había insectos y demás bichos que llenaran los espacios vacíos. Al fin y a cabo era una casa muy vieja, que hacía más de doscientas años había sido construida y solo algunas veces se había reformado, nunca de forma profunda.

 Mientras tomaban la cremosa sopa, los niños miraban a su alrededor y escuchaban con atención. No había nadie más que ellos en la habitación pero no era muy difícil saber que justo al otro lado de la puerta estaba el pasillo por donde estarían pasando montones de personas. No era solo el ruido que hacía al caminar rápidamente, sino también que hablaban a viva voz, sin molestarse en hablar en voz baja o al menos de la manera en que normalmente se hacía por allí.

 No había que ser genio para saber que algo había ocurrido. Los niños se miraban a ratos, como para confirmar lo que suponían: los dos estaban preocupados y los dos sabían que algo grave había ocurrido. Algo tan grave que los adultos consideraban que no era apropiado para niños de la edad de ellos. No dijeron nada en voz alta porque, a diferencia de todos esos hombres y esas mujeres que pasaban deprisa, ellos sí veían la importancia de mantener un cierto volumen en sus voces y una calma que su madre siempre les había inculcado.

 Se trataba de tener paciencia y ellos la tenían, sin duda. De otros niños, se habrían tirado al piso a hacer algún berrinche o reclamar cosas que nada tenían que ver con  tal de que alguien tuviese una reacción algo más cercana a lo normal en esa casa. Pero ellos no harían nada parecido pues sabían que su hogar no era normal, no era el mismo que el de todos los demás niños. Sabían que quejarse no era la forma de ser oído ni de saber nada. La paciencia daba siempre mejores resultados. Eso y escuchar.

 La sopa estaba rica y apenas la terminaron vino un joven y se llevó ambas bandejas. Ellos le agradecieron, como su madre les había enseñado, y el joven solo los miró por un segundo, sin decir nada. Fue suficiente para ver que había estado llorando, igual que su madre. Ella volvió minutos después, con otro vestido mucho menos bonito. El otro tenía un color lila hermoso que siempre le había gustado a Alejandra por ser poco común, uno que casi ninguna mujer vestía.

 Pero el que llevaba era oscuro pero no negro sino como un tono raro de gris o de verde. La verdad era que quería saber porqué se había puesto su madre algo tan feo pero supuso que no era el lugar de preguntar nada como eso. Su madre los pidió de nuevo a su lado y ellos corrieron hacia ella. La mujer les dio besos por la frente, las mejillas e incluso sobre los parpados. Los apretaba con fuera y lloraba por montones, untándolos con el rímel corrido. Sin embargo, nadie dijo nada.

 Tuvo que pasar una hora más para que por fin se dieran cuenta que necesitaban ir a sus habitaciones, quitarse esa ropa incomoda y descansar. Era lo mejor pues, si no les iban a decir de que se trataba todo, no había razón para desvelarse ni aguantar el peso del sueño sobre el cuerpo. El pequeño Daniel solo tuvo que subir su cuerpo en la cama para quedar completamente dormido. Su madre lo cubrió bien y lo besó en la frente. Alejandra, en cambio, parecía no tener ganas de dormir. Miraba a su madre con preocupación pero no decía nada, no se atrevía a preguntar.


 La mujer le besó la frente, le pidió dormir y salió de la habitación, cerrando la puerta con cuidado. Al otro lado, la mujer se derrumbó y empezó a llorar como nunca antes lo había hecho. Alejandra la pudo oír por un buen rato, hasta que algunas personas vinieron a calmarla y se la llevaron. Luego la habitación quedó en completó silencio. La niña miraba hacia el techo y se preguntaba que pasaría con ella, su madre y su hermano al otro día. Quería saber lo que ocurría. Pero no podía saber nada. Solo podía preguntarse y esperar a que algún adulto decidiera decir la verdad.

viernes, 3 de febrero de 2017

Wild Space

   Above them, the various pieces that made up the space station had caught on fire and were falling at high speed to the ocean in front of the islands. It had been a miracle that the planet had a archipelago in the right place, or their pod would have landed in the middle of the water and they would now be dead. As the biggest pieces collided with the surface of the water, the five survivors of the station looked at the water in horror, as an enormous creature roared, visibly enrage by the fallen projectiles.

 There, above the ground and the sky, their life had been ideal but not perfect. They had everything they could ask for, such as running water, food, information, communications and so on. The program they were involved in was only about civilians in space, so none of them were actual astronauts or scientists. They were all normal people, in the sense that they only had the basic knowledge of how to survive in space. And now, survival skills were the most needed.

 The group started walking downhill, as their pod had crashed against the highest part of a mountain that seemed to be made of something sand-like. Shock wouldn’t have let them move but they noticed the ground shaking below them and the monster in the water became a second problem. In front of the team, Richard was leading them towards the beach, where he thought they could be safer. No one really said anything, they just followed and tried to hear everything around them.

 Richard had been a boy scout as a kid. He had camped in various national parks back home and he had enjoyed it thoroughly except for a traumatic experience that made him retire from the scouts. Their parents never demanded to know why and he concluded it was better like that. Now he was walking under a blazing sun, with four other people he barely knew, even after living together in a space station for a year. That, somehow, had not been enough time to get to know one another.

 When they arrive to the beach, the first to sit down was the only other man, a man called Sebastian. Despite the English sounding name, he was actually Swedish and spoke with a very thick accent. Sebastian was older than Richard and he had been a magazine editor back home. He had become a part of the team as they all had: paying a big sum and basically winning a lottery. He wanted to get out of the Earth fast, as his wife had died only a few years after getting married. He felt so heartbroken that he decided to leave on an impulse and now there he was.

 The three women were called Maria, Kim and Victoria. Maria had only win the lottery. She had won the only seat in the station that was up for grabs without the need to pay anything. She was a janitor back on Earth and had decided to join in order to get away from her family, who she secretly hated. Kim was a famous supermodel, tired of being in the spotlight and Victoria was an architect from Angola, named after the queen that had conquered the African continent.

 The three of them seemed tired but none sat down on the ground. They instead watched the ocean, looking for the creature. At some point, it had disappeared, along with the wreckage from the station. Richard was still trying to understand what had happened but it had all been so fast… They were all sleeping and the alarm started beeping: apparently the ship’s hyper drive had ignited by itself and they were now ramming against a planet. With only minutes to decide, they jumped on the pod and saved their lives.

 As they had no idea how that world worked, they agreed that the best thing was to walk along the edge of the ocean and look for something to eat. Then, they would try to find some sort of cave or safe place to rest. After those two things had been achieved, they could be thinking about the future, if that was a possibility. They walked in silence, watching the strange bushes growing by the beach, hearing the strange squishing sound coming from the greenish water of the ocean.

 Not of them wanted to talk too much. After all, there were originally six people in the space station. A man called Bruno had not come to the pod after hearing the alarm. They never knew what he was doing, if maybe he had been the one to make the hyper drive work. In any case, he was now dead, spread across the skies as the station fell to the ocean. He was a strange man, always hiding something from the rest of them. He seemed much more tormented than all of them put together.

 They stopped when they noticed a small stream coming from inside the island. The water was also green. Kim walked closer but Richard warned her that it might be poisonous or have chemical compounds too different for the human body to process them. But Kim didn’t want to drink the water but to observe it. It behave differently, not like a normal liquid but like some sort of creature. The woman got up fast, shaking. She then looked at the ocean and said what she was thinking aloud: what if the water in that planet was actually alive, moving slowly on its sides?

 As she said that, tentacles branched out of the ocean and launched themselves at the group. Richard and Kim ran first. Maria followed them closely, as did Victoria but Sebastian was way to slow and he got grabbed by the ankles. What happened next made Maria scream and Kim almost faint. Victoria vomited right there, just a few meters away from the water, as they saw the most disgusting spectacle that they had never seen. The universe was a place to be afraid of.

 The water, or whatever it was, had absorbed Sebastian’s body through those tentacles. It was like watching a kid drink out of those juices that come in a bag, only that this bag had been alive just moments prior. He didn’t even had the chance to scream or anything like that. The man just died, obviously, his empty body dumped carried by the tentacles towards the ocean. Apparently, the tentacles fed the creature that had been disturbed by the fallen debris. It appeared again, eating their companion.

 Victoria was trembling wildly and Kim had to be helped by Richard, as her legs didn’t properly work. It was Maria who, her face white of the horror, suggested they looked the opposite shore. They had to verify if water was like that all around. It could be the decisive point between remaining alive in that planet or dying without any possibility. So they walked, in silence, still shaking and wanting to scream. But hey feared potential creature in the bushes, so they kept to themselves.

 The opposite shore was only an hour away, cutting through the island. When they saw it from afar, they noticed right away it was a different kind of ocean. When they got closer, they realized it was normal water, the one they knew from back home. Deciding it couldn’t get more dangerous than a stomachache, they decided to drink some. It wasn’t salted, as ocean water on Earth, rather on the sweet side. They each drank a bit and then sat down on the beach, to rest their trembling bodies.

 It was Victoria who started crying first, then it was Maria and then everyone was crying. In a weird way, that united them more than anything before. They hadn’t really been friends or anything back in the station, just travelling mates,. Now, things had to be a little different.


 They were drying their tears with their hands when a loud noise was heard above them. They looked up in horror to discover an enormous ship just passing above them. It was obviously not man made. It had all sorts of inhuman features. And it hadn’t noticed them… yet.