lunes, 8 de febrero de 2016

Por una nariz

   Era ya una obsesión. Le encantaba tener que ir al hospital, ponerse esa bata ridículo y las pantuflas de papel y entrar en un quirófano acostada en una camilla, esperando la familiar sensación de la anestesia en su cuerpo. Oírla hablar de ello era desagradable. Su madre había decidido no hablarle más del tema y algunas de sus amigas simplemente terminaron la relación en ese punto. A nadie le gusta ver como la gente se somete a las cosas que ella se sometía, ni oír hablar de ellas siquiera, mucho menos como ella lo hacía que era como con admiración y una pasión desmesurada.

 Se había operado la nariz, por ejemplo, unas cuatro veces. La primera vez fue la única que tuvo sentido, pues siempre había tenido problemas para respirar pero después quiso ir modificándola según sus gustos cambiantes y como tenía el dinero para hacerlo nadie le decía nada. Julia, que era su nombre, trabajaba en el mundo de la moda como cazatalentos en una agencia de modelaje. Era una ironía de la vida que una persona tan modificada por los cirujanos creyera que tenía la mínima autoridad moral para decidir quién era lo suficientemente guapo para su agencia.

 Pero, de hecho, había sido su trabajo el que había influenciado esas decisiones desde el comienzo pues ella sabía qué era lo que buscaba en esas chicas que necesitaban en la agencia y pronto creyó que podría convertirse en una de ellas. Hay que decir que al comienzo intentó hacer por medio de medios más convencionales, como yendo al gimnasio y haciendo una dieta rigurosa. Pero eso no la ayudo mucho o al menos no de la manera que ella quería, que era rápida y con cambios profundos y no superficiales. Así que recurriría a lo superficial para cambiar profundamente, o eso pensó en el momento.

 Después de la nariz, vino la primera de las liposucciones que fracasó al año pues la dieta que había seguido no era la adecuada. Hubo muchas más liposucciones y no solo del vientre sino de los muslos y los brazos y las piernas y de todo lugar en el cuerpo en el que tenía grasa. Cuando se miraba en el espejo todas las mañanas, se veía con detenimiento y luego anotaba lo que no le gustaba. Sabía ver hasta los detalles más insignificantes, cosas que a nadie le importaría más que a ella. Pero haría que su cirujano supiera.

 El doctor Freeman era un hombre tan egocéntrico que en su consultorio parecía no caber nadie más sino él. Su manera de hablar, de vestir y de caminar estaban modeladas para hacer sentir a la persona que tenía como paciente que él tenía la razón y que sabía qué era lo que había que hacer. Y nadie desconfiaba ni decía nada pues el doctor era tan famoso por su trabajo que dudar de sus habilidades no tenía ningún sentido. Por supuesto, a Julia la encantó desde el primer momento.

 La relación paciente-doctor se prolongó por mucho tiempo y llegaron incluso a tener la confianza para criticar sin tapujos algunos detalles físicos el uno del otro y proponer maneras de corregirlo. Sí, el doctor también había pasado por el escalpelo varias veces y era algo sencillo de ver si se le quedaba uno mirando a su barbilla partida falsa a unos glúteos que obviamente no eran suyos de nacimiento. Ellos no se daban cuenta pero cuando salían la gente se les quedaba mirando. Julia muchas veces pensó que era envidia o tal vez admiración. Estaba más que equivocada.

 Al comienzo amigos y familia trataron de convencerla para que se detuviera con las operaciones. Eso fue después del aumento del tamaño de sus senos y de que comenzara a usar botox en su rostro. Ellos le decían que un día podría quedarle la cara paralizada permanentemente y quedaría como un monstruo. Una sobrina le mostró un video de una persona a la que le había pasado algo parecido y Julia ni le puso atención, siempre diciendo que lo ideal era tener al mejor médico posible y siempre saber que era lo que le estaba poniendo en el cuerpo.

 En eso tenía razón pero lo de ella era una obsesión. En un año estuvo casi todos los meses en el quirófano o en el consultorio. Si no se estaba llenando los labios de líquidos, entonces estaba con otra liposucción y si no era eso era algún blanqueamiento dental o sino algún nuevo procedimiento que hubiese descubierto recientemente. Porque Julia sabía mucho más que el paciente regular. Ella averiguaba y aprendía y valoraba y sabía todo lo que se podía saber del mundo de la cirugía estética. Incluso viajó con su medico a una conferencia al respecto.

 Ese viaje fue un autentico fracaso pues para la comunidad de médicos Freeman era un payaso que no tenía el más mínimo limite ni decoro posible. Desde sus comienzos había tenido una ética bastante reprobable, así que simplemente no les gustaba nada que estuviera por ahí como si todo estuviese muy bien. Muchos médicos no le dirigían la palabra y otros más trataron de hablar con Julia para tratar de hacerla entrar en razón respecto a su relación con él y su obsesión con los procedimientos. Pero eso fue imposible porque ella no quería saber de nadie.

 Las operaciones siguieron y Julia se fue aislando poco a poco, al limite de casi tener que renunciar a su trabajo. Esa fue la única vez que su médico le dio un consejo sensato pues le dijo que ese trabajo era su vida y su inspiración y que no podía dejarlo así como así. Fue él el que tuvo que empujarla a la vida esa vez y ver si podía retomar lo que había tenido seguro por tanto tiempo. Pero era algo difícil pues Julia había perdido todo sentido de orientación en el negocio.

 Cuando ya estuvo algo mejor empezaron los rumores, de parte de la prensa, de que Freeman atendía a varias de las mujeres de la mafia y el narcotráfico. Aunque los periódicos declaraban que esto en sí no era ilegal, acusaban al médico de aceptar dinero lavado en sangre de parte de sus clientas que eran las que mejor pagaban pues la culpa siempre las hacía pagar más que las demás. Este escandalo afectó bastante a Julia, incluso al punto que enfrentó al médico y le exigió saber si eso era cierto, si había aceptado dinero ganado quién sabe como.

 Pero en ese momento Julia empezó a derrumbarse pues se dio cuenta que la relación que tenía con él no era la que ella había pensado siempre. Ella pensaba que eran mejores amigos, que podían contarse cualquier secreto, que podrían aconsejarse durante tiempos buenos y malos, él la podría operar a ella para conseguir la máxima obra de arte y ella podría darle a él un cariño especial que él no tenía por ningún lado. No es algo seguro, pero puede incluso que Julia se hubiese enamorado de su médico.

 Pero él la puso en su sitio. Le aclaró que no eran nada y que ella no tenía el derecho ni el permiso ni nada para exigirle a él cuentas de ninguna clase. Él operaba a quién se le diera la gana (o mejor dicho a quién tuviera con que pagar) y hacía de su vida lo que quisiera. En ese arrebato de rabia, como tratando de hacerle ver a Julia que todo estaba mejor que mejor, le dijo que se veía seguido con una de esas mujeres y que ella sí era una mujer naturalmente bella y que con su cuerpo y su mente iban a ser millonarios o más.

 Julia tuvo un colapso nervioso ahí mismo y él tuvo que llevarla a un hospital, donde la dejó sola. Algunos familiares la visitaron pero porque se sentían obligados. Estaba ya casi sola. Fue estando allí, débil y perdiéndose cada vez más, que escuchó de los labios entrometidos de una enfermera que su médico se había escapado quién sabe para donde, justo cuando lo habían empezado a investigar por sus nexos con personas bastante peligrosas y por casos de operaciones mal hechas.


 La débil mujer cometió el error, en su convalecencia, de ir con otro médico a hacer un procedimiento especial para mejorar su mentón y la línea de la mandíbula. Se suponía que iba a ser algo simple. Antes de entrar, en la televisión anunciaron que un sicario había asesinado a Freeman a una mujer con la que estaba. Los habían acribillado en un hotel de mala muerte. A los minutos la vinieron a buscar y se la llevaron al quirófano. No se sabe muy bien si la mató la anestesia o si fue el procedimiento como tal. Incluso tal vez ya no tenía ganas de seguir viviendo. El caso es que se fue y nadie la olvidó pues ya nadie pensaba en ella. Julia era parte del pasado incluso antes de entrar en él.

domingo, 7 de febrero de 2016

Hule

   No tengo ni idea de cómo habré dormido esa noche. Me atrevería a decir que como todas las otras noches de mi vida pero al parecer eso no sería muy cierto. No era todas las mañanas que me despertaba con un brazo colgando del cuerpo como si fuera uno de esos pollos de plástico que usan para bromas. Seguramente me acosté sobre mi brazo, algo que suena extraño y no sé exactamente como es, pero es la única explicación que tiene el hecho de que en vez de un brazo sano y normal tenga algo que se siente más como un pedazo de hule colgando de mi costado.

 Apenas me desperté lo sentí. O bueno, no lo sentí porque era como si lo hubieran arrancado o mutilado, no se siente nada. Solo ese peso extraño en el lado del cuerpo, como cuando te pones el abrigo encima de los hombros y las mangas cuelgan tontamente a los lados. Era más o menos así, excepto que con un solo brazo y que el peso que percibía era mucho mayor. Al fin y al cabo era carne y huesos y musculo y piel y demás. Intenté tocarlo para reanimarlo pero eso fue peor porque entonces sí lo sentía pero porque una descarga eléctrica recorría el brazo, torturándome.

 Lo cómico de la situación, que de hecho era desesperante, era que ese día debía ir al médico a dar una muestra de sangre. Jamás doy sangre voluntariamente pero esta vez me lo habían pedido a raíz de unos exámenes médicos obligatorios que había tenido que hacerme. Al parecer habían visto algo raro en mi sangre y querían repetir el proceso. Me dijeron que no bebiera nada de alcohol ni que consumiera drogas de ningún tipo y eso fue lo que hice. Pero, cosa importante, debían sacar la sangre del mismo brazo. Yo eso no sé porqué pero resultaba ser el brazo que días después colgaba inerte a mi lado.

 Me puse de pie, saliendo de la cama al frío de la mañana. Eso tampoco hizo mucho por mi brazo, que seguía sin responder ni reaccionar de ninguna manera. Traté masajearlo con suavidad pero más descargas electrificaron mi brazo y entonces ya no era hule sino una fuente de dolor horrible. Fue como un castigo por mi impaciencia pues el dolor se fue intensificando y me empecé a marear seriamente. Tuve que echarme en la cama de nuevo y respirar controladamente para tomar las riendas de la situación, que claramente no tenía.

 Cuando el dolor se detuvo, hice lo posible para no golpear el brazo contra ninguna superficie. Se me iba a hacer tarde entonces me entré a bañar y tuve el mayor cuidado mi brazo, como si me estuviese bañando con un bebé. No sé si fue el agua caliente o el vapor, pero por fin empecé mi brazo a reaccionar pero de nuevo fue a través del dolor. Fue como si se estuviera formando de nuevo ahí, en ese mismo momento. No cerré la llave del agua por temor a que sin ella el dolor fuera más intenso.

 Creo que estuve en la ducha mucho más de lo recomendado. Normalmente era muy cuidadoso con mi gasto de agua y electricidad pero con ese dolor tan tremendo me dio un poco igual lo que tuviera que pagar en el futuro. Quería que el dolor se fuera pronto. Entonces empezó como a cosquillear y decidí cerrar la llave. El dolor todavía era intenso pero por primera vez esa mañana pude sentir que mi brazo era algo más que solo una cosa colgando a mi lado. En verdad parecía sentir que se formaba rápidamente ahí a mi lado: podía sentir los nervios hilándose y los músculos tensionándose. Era simplemente horrible.

 Salí chorreando agua y apenas capaz de secarme el pecho y una pierna. No tenía tolerancia para hacer nada más. Desnudo como estaba me senté sobre la cama y esperé a que el proceso en el que estaba mi brazo concluyera. Miré mi reloj alarma y vi que tenía algunos minutos extra para no llegar tarde a mi cita en el médico. Decidí que lo mejor era aguantar el dolor e ir adelantando tareas. Fue mientras me ponía lo calzoncillos donde debían estar que sentí de golpe el hormigueo en mi mano, que todavía pesaba. Traté de moverla pero el mensaje al parecer no salió del cerebro o no llego a ningún lado pues ninguno de los dedos no se movió.

 En ese momento fue cuando el pánico en verdad me atacó pues no parecía ser algo muy normal que no pudiera mover los dedos. Eso sí, tampoco era normal que uno amaneciera con el brazo inerte pero al menos eso no molestaba como tal, en cambio el dolor en el brazo pero sin capacidad de mover los dedos era simplemente tétrico. Intenté varias veces mover cada dedo pero era inútil, seguramente tendría que esperar a que la sangre recorriera todo lo que tenía que recorrer para recuperar mi brazo. Y eso lo único que me decía era que algo definitivamente no estaba bien conmigo.

 Como pude me puse las medias, algo torcidas, y me decidí por el pantalón más suave y holgado que tenía. Hubiese sido imposible ponerme cualquier cosa apretada con mi limitación temporal y la verdad era que todo mi cuerpo estaba empezando a sentirse cansado por el esfuerzo. Ponerme la camiseta supuso otra corriente de dolor que me impidió tomar todo el contenido de una taza de café.

 Desayuno prácticamente no hubo, en parte porque no podía comer y en parte porque no tenía hambre. La verdad era que el estomago me daba más vueltas que nada y casi podía jurar que ese desayuno tan pobre podría resultar fuera de mi cuerpo en cualquier minuto, y eso era mucho decir. Ya listo para salir me revisé que tuviera todo y lo tenía excepto el control de mi brazo y el movimiento de mis dedos. Pero iba a una clínica así que seguramente podrían ayudar.

 Menos mal no era hora pico ni tampoco se demoró el bus en pasar. En poco tiempo estuve de camino, mirando por la ventana un poco desesperado por llegar. Me faltaban solo algunas calles cuando solté un gritito y varias, si no es que todas las personas en el bus se voltearon para mirarme. Había sido inevitable pues un corrientazo había recargado el brazo y ahora podía sentir como la electricidad recorría cada uno de mis dedos. Dolía demasiado y tuve que limpiar la humedad de mis ojos pues si no lo hacía seguramente lloraría del dolor y eso sería más para el público del bus. Así que una vez más, me contuve.

 Cuando me bajé del bus y empecé a caminar las cinco calles que me separaban de la clínica, tuve que dejar salir una lágrima y tratar de respirar lentamente para controlar el dolor. Era tan intenso que en un momento tuve que sentarme en el bordecito del jardín frontal de un edificio para descansar y tratar, una vez más, de ver si podía mover los dedos. Me llevé una sorpresa cuando mi índice se movió torpemente. Otra vez intenté y el índice y pulgar se movieron como marionetas.

 A riesgo de perder la cita, me quedé allí ante la mirada de los transeúntes chismosos, recuperando la movilidad de mis dedos. Pasados unos diez minutos, mi brazo ya se sentía normal aunque adolorido y mi mano empezaba a moverse lentamente, como un animal drogado. Era mejor así que de ninguna manera entonces me puse de pie y caminé lo que me quedaba hacia la clínica.

 Allí me anuncié y nadie dijo nada sobre la hora. Me senté a esperar un rato y cuando me llamaron me recibió la misma doctora de la vez anterior. Como un desesperado, empecé a contarle todo lo que había pasado desde que me había despertado. Incluso le dije que esa noche, a diferencia de muchas otras, no había tenido pesadillas ni nada por el estilo entonces que no entendía lo que estaba pasando. Dije tantas estupideces que en este momento ya no las recuerdo todas.

 La doctora estaba sorprendida y me tomó el brazo con cuidado y verificó con su tacto. El brazo estaba ya normal, los dedos algo torpes pero nada grave. Me miró a los ojos, todavía algo extrañada y me preguntó: “No tenías miedo de la cita de hoy?” Yo creo que al comienzo no entendí la pregunta porque en verdad no la entendí. Pero luego no la entendí porque no quise entenderla. Ella solo me miró y no dijo más. Tenía listos todos los instrumentos que necesitaba y sin demorar más, empezó a sacar sangre. Sacó dos tubitos completos, lo que me hizo sentir algo vacío, y los dejó a un lado. Encima de cada uno escribió “Test ELISA” y mi nombre.


 Me aconsejaron comer algo al llegar a casa pero simplemente no lo hice. No quería nada de nada y ya no me importaba mi brazo que estaba más normal que nunca. Ahora sí me había golpeado la realidad en la cara, cuando vi los tubos al lado de mi brazo antes inerte y cuando la doctora me habló en términos matemáticos. Todo retumbaba en mi cabeza y entonces cerré los ojos, rogando que cuando me despertara lo único que tuviera para preocuparme fuera un brazo dormido.

sábado, 6 de febrero de 2016

The 501st

   The first battalion to arrive at the drop point was the 501st. Commander Yok, who led them nowadays, was a very experienced man, having the privilege of been one of the few soldiers in the war to have been personally awarded a medal by the Chancellor. He was very respected by his men and it hadn’t been very difficult to decide he would be the one to lead the invasion of Kamara. And even if they hadn’t chosen him, he would have volunteered. That was the kind of man Yok was, always putting the mission first, him second.

The planet Kamara was very far the industrial worlds and the farming planets but it was important for another reason: tourism. It had been a resort world for many centuries, a favorite spot for the wealthy of the galaxy but just after the war the ties to the planet had been cut and the indigenous population, which lived of the tourists, was left to defend itself when the Confederacy invaded. They destroyed many of the hotels and resorts, as well as many attractions that had made of Kamara the envy of all the tropical worlds.

 Commander Yok landed in the jungle, near Kyloi, the capital of the world and the center of all confederate activity. The idea was simple: to decimate them with aerial attacks and then move in the troops. They were lucky enough to have two full cruisers for this mission so the planet was expected to fall shorty after the arrival of he army. Such was the trust put on Yok and his men that many aristocrats were already planning their trips to Kamara, not only to enjoy its beaches and climate but to recover the fortunes they had left in the many vaults constructed all around.

 Before the first way of bombers departed, Yok demanded a probe to be sent and check for the status of the city and the population. But that proved useless as the probe, and the two sent after that one, exploded in midair before reaching the central area of the city. Bombing started and from a mountain overlooking the city, Yok was able to see how many buildings the bombs destroyed, how they fell and burned. He was pumped. He had been made for this in the factories of his home world, and now his flesh was ready for battle.

 He led his men raging through the streets of the decimated city, running at first and the marching, all the way to the capitol of Kamara, building that was at the center of the city in every sense possible. They were silent, slowing down their march and blowing up roadblocks every so often. They climbed the steps of the capitol and went inside. No one was there, not a single confederate. They went to the top of the building and planted there the flag of the galactic government, claiming back Kamara. But joy was short-lived.

 Everyone knew taking a planet couldn’t be that easy. It normally involved very heavy fighting and resistance. It required days, at least, or months at most. Besides, they hadn’t seen a single native. The people there were rather humanoid but with green skin. If they had seen one, it would have been obvious. But nothing, not one of them was lying dead on the street or hiding in any of the many building that the 501st checked on that first day. To prevent anything from going wrong, Yok asked for no more battalions to come down to the ground until the situation was clearer.

 The first night was very confusing for the soldiers. They gather around and improvised fire and were rapidly divided into two groups: the one that believed they had won already because the enemy had abandoned Kamara and the other group, who believed there was something darker in the shadows of the capital. They discussed each theory thoroughly but didn’t reach any consensus. Yok didn’t really pay attention, not even taking part of the conversation.

 He was a soldier, a hero for many and now he was in a situation in which he had never been before. The enemy appeared to be smarter this time or at least much more mysterious than usual. He wondered why there were no bodies, from any kind, why there were no signs of the invasion that had cut off Kamara definitely from the rest of the galaxy. Communications had been interrupted but in the capital all services appeared to be in optimal shape except they didn’t work.

 Yok was the only one that didn’t sleep that night. Every other man closed his eyes and fell asleep fast. None of them were tired, they couldn’t really be but maybe it was because it was their first peaceful night in a while that they felt so at ease and in peace in Kyloi. The following they, they checked several other government offices but they couldn’t find anything that would explain why the planet was deserted. The army was already considering pulling off their war effort on the planet and place it somewhere they could actually help in some way.

 But as decisions were taken, something happened and only the 501st was there to see it. Up, in the sky, several enemy cruisers appeared out of nowhere. They engaged the army in the air and the battalion on the ground could only see how their forces were destroyed in a matter of hours. The only ship they had was a shuttle that hadn’t been built for galactic travel. So they were trapped in Kamara with enemy cruisers in the air and a sudden sound that made their souls quiver. It was a sound they realized had always been there but just now they realized it wasn’t supposed to be there.

 The enemy cruisers left the airspace, disappearing into the blackness of space, leaving the soldiers frightened to death on the ground. The sound didn’t stop, growing in volume and, apparently, in number. They all had their guns up, pointing at the sound as if they could attack it. But they couldn’t do anything about it. The sound continued as the small group of men climbed a building and decided to take shelter in the terrace, in order to see if they could decipher what was making that noise.

 But when they decided to investigate, the sound stopped. However, damage had been done. The men were scared and knew they were trapped for at least three days if not more. Commander Yok tried to contact their headquarters several times but he was unable to do so. Nothing came into his radio, no communication of any kind. He even tired scanning the sky for ships, even maybe cargo vessels or whatever was up there. But nothing, it just didn’t work.

 Then they heard another sound but this was weaker. It came from below so they descended the building and so what it was. A humanoid, one of the greens that inhabited the planet, was there in front of them. But it didn’t seem to be ok. It was barely moving, its arm an legs moving very strangely and his eyes just opened but unfocused. Commander Yok ordered the men to raise their weapons and wait for his command. The humanoid stayed there and he began to tremble, especially around the waist and chest. The men were all scared at this point.

 Suddenly, the most awful thing that could have happened happened. The humanoid burst open and from inside his bodies many insect-like creatures emerged, breaking his ribcage and launching themselves towards the soldiers. Gunfire was heard all around, insects blowing up in one side and the other. Commander Yok ordered the men to climb up the building again. But he hadn’t realized many more insects had come out, they appeared to have been waiting for them or possibly they all hatched at the same time.

 Arriving last in the terrace and locking the entrance, Yok realized the enemy had set them up. They had used some kind of creature to lay eggs inside the indigenous people of Kamara and use them as hosts that would burst open once the army had arrived. The bodies were probably in the sewers and hadn’t been detected because they were practically dead.


 The insects pounded the door hard, clinking sound made by their pincers. Every single man tried to help in holding the door, except Yok. He knew what was going to happen, somehow he had always known. He decided to put on his helmet and face the true destiny of a hero, of a true soldier of the Republic.

viernes, 5 de febrero de 2016

Connection

   As we headed to the station, to take that small train that goes around every terminal, I decided to take his hand in mine. Normally I would never do that but I decided this was the best moment to do it. It was time not to mind anymore about who was watching or if they had things to say. All the hate in the world could fall on me but I didn’t care because I understood what he was going through. He needed much more than just my hand in his, but I was happy to feel he took and squeezed it a bit, as if telling me “Thanks, I needed this”.

 We hadn’t spoken in several hours and I decided I didn’t wanted to be the one to talk first. For me, it was a decision he had to make because it was him who needed this time to reflect and think about many things. Well, that was my guess anyway because I couldn’t be inside his head. I did wonder though, about his thoughts and his secrets. But all of that was his to have and not for me to know. I respect a person’s life, and a life always has secrets and things you rarely share with anyone.

 The train station was a bit crowded and, oddly enough, most other passengers were foreigners, just like us. We were in San Francisco international airport and in our train there wasn’t a single Californian. We sat down, put our bad in front of us and felt the pull of the train beneath us, moving slowly towards the next terminal. I noticed my eyes were closing a bit, rocked by the movement of the train. The flight had been very long and we still had another one to go. I had never travelled so far before and felt a bit guilty, as I hadn’t paid for one dime. It had been all him.

 He squeezed my hand again and I turned towards him. His eyes looked sad but they felt stronger than before. He looked at me as if wanting to tell me something but there was no need. I proceeded to lay my head on his shoulder and he did kind of the same. I closed my eyes but I couldn’t really sleep. I just felt closer to him now and didn’t want that moment to end. But the train, after two other stops, finally arrived to the terminal we needed to be in.

 When we stepped out, we walked slowly towards some escalators and eventually to a commercial area. We passed a coffee shop and I asked him if he wanted to grab a bite. He didn’t say anything, just nodded as he yawned from exhaustion. As we wouldn’t let go, he joined me in the queue. We bought two big sandwiches each with cappuccinos and a big muffin to share. After we paid we found a little table a bit separated from the rest of the people and sat there. Our baggage was there too, with the few things we had been able to bring for such a short trip. We started eating in silence, watching people go by.

 We let go for a few seconds, to take our coats off, but he grabbed my hand again as he ate his sandwich. He ate it a bit too fast, he was hungry and he hadn’t told me. I wanted to ask him why he hadn’t told me he was hungry if maybe his stomach hurt or something. I was growing very mad for a moment out of such a silly thing and even my hands began to sweat so he noticed I was going through something. He looked at me and I saw his watery eyes looking at me. I had never thought they were as beautiful as they were in that moment and I felt bad for that.

 I at my sandwich as he drank his cappuccino, drying his eyes with a thick napkin they had given us. I saw he wasn’t feeling good, I saw he was still broken and I hated him for not talking to me. I felt so far from him and I didn’t understood what I was doing there, why he had brought me there if he wasn’t going to tell me anything. I had had it with all the silences and considerations. I didn’t wanted to wonder anymore about what he was thinking or what he wanted to say.

 Suddenly, he stood up and left. When he was two steps away I thought I heard the word “bathroom”. He had used his voice once only to tell me such a stupid thing? I almost made my cappuccino cup make a flip in its own plate but luckily my fist landed in the right place. People looked at me anyway and I just covered my face and lowered it to finish my sandwich and the cappuccino. I took the muffin and took a bit chunk of it with my teeth. The sweetness of the chocolate helped my spirit feel a little bit better.

 When he came back, I noticed he had been crying but I didn’t say a word. I only gave him his half of the muffin but he didn’t grab it so I ate it. I wasn’t going to waste a good muffin just because he wouldn’t talk to me. We took the baggage and started walking around the terminal, trying to make time for the next flight. I checked our gate on a screen and he stood up behind me, not even looking at the screen but at the airplanes on the tarmac. I hate to see him do that because I felt I just couldn’t leave him, ever.

 We got to our gate and sat down by the counter in order to be ready when they called us for boarding, which would began in a matter of two hours. I wanted to fall asleep or at least feel I wanted to be asleep but that time had passed. Maybe it was the coffee or the fact we had eaten something, by I couldn’t fall asleep.

 Then I felt his hand grabbing mine and, of course, I didn’t push him away. Because I wanted to feel his hand and smell his scent and taste his lips. But I didn’t now when I should go for a kiss, a hug or a conversation. I felt lost and kind of in a disadvantage. After all, we had just arrived from his mother’s funeral.

 He squeezed my hand and also stroke it and I just had to look at him. But he wasn’t looking at me but, again, at the planes outside. I squeezed his fingers softly and he did look at me at then he came close and kissed me. His face felt a bit cold, his lips a bit dry, but I knew those were the kisses I had learned to love although covered in a veil of sadness I had to understand. He let go of my hand and put his hand on my face and just keep kissing me. We stopped after a few seconds, smiling.

 Our hands stayed together as people arrived. The plane was going to be full, that was certain. He kept looking to the planes and then he started watching his watch. He was clearly anxious to get back home or maybe worried he had to go back in a plane. He wasn’t that friendly with them. Finally, the boarding process began and some minutes later we were already inside the plane, sitting side my side with and old lady as our neighbor. She was the first person to speak to him and he responded.

 Hearing his voice was the best thing for me. I loved it so much it filled me with joy, tumbling down all the feelings that had gone through my body earlier.  I smile at the lady who told me I had a very charming husband. Of course, I didn’t correct her but my blushed cheeks should have been enough to tell anyone she wasn’t exactly right. As a matter of fact, we had been boyfriends for a bit more than a year. That’s why I felt so strange doing all of this, the trip and meeting the family and all that.

 I mean, I had met them earlier, his mom too. Bu that situation was like getting to know them all again, especially his father who was obviously different now. He interrupted my thoughts by whispering in my ear: “Would you like to?”

 He caught me completely unprepared. I started to sweat again, my heart racing as the plane separated from the terminal and made its way to the runway. He grabbed my hand and from his pocket took out a small box. I started coughing right there. He knew I did that when nervous because he just opened it to reveal a very simple but beautiful ring. He took it out from the box and took my hand. Now, he asked me in a normal voice, making some heads turn.

   - Would you marry me?

 I felt all of them watching me, even if there were maybe only three people paying attention. In my mind, I revisited the funeral and what had happened earlier and the day we met and how we shared our lives and then, I remembered him watching the planes. I remembered that feeling I had when saw him standing there, his back towards me, looking at the tarmac.

 I knew his body and his way of dealing with things. I knew how he ate, how he peed, how he showered, what his favorite curse word was and how high he could jump. I knew I like his hugs and his voice. He had said to me he liked my body and my eyes and my mind. I also knew there were things he didn’t know about me and I didn’t know about him. There were secrets and thought that were private. So many feelings.

   - Yes. Yes, I will.