Cuando salí de allí, me sentí como todas las
veces anteriores. No puedo decir que mi actitud frente a semejante situación
haya cambiado y tampoco puedo decir que estuve pensando acerca de todo durante
los siguientes días. La verdad es que no fue así. A veces todavía recuerdo algo
y es un pensamiento pasajero que no pretende quedarse sino que está allí solo
para recordarme que algo que pasó fue verdad y que en mi cerebro está todo
guardado acerca de lo que he hecho en toda mi vida, lo bueno y lo malo.
El sexo es solo eso o al menos eso creía hasta
hace poco. He estado en tantas situaciones relacionadas a ese tipo de
interacción humana, que a veces se torna algo repetitivo y se deja de notar lo
que es diferente, lo que puede hacerlo especial. Y, por supuesto, lo que cambia
todo es la persona con la que estás en ese momento. Todo cambia, todo se
transforma cuando es una persona o es otra, según todos sus aspectos físicos y,
también, por sus rasgos sociales y su personalidad única.
Incluso puede que no sea lo mismo estar con
una persona ahora, que sea tu pareja romántica, y luego volver a verla después
de muchos años para un breve momento sexual. A veces, ojalá, parecieran ser dos
personas diametralmente distintas y no la misma. Incluso una misma persona puede
cambiar en ese aspecto, dependiendo de lo que haya vivido y lo que haya
aprendido o mejorado en su personalidad y habilidades. Las personas son las que
dan el ingrediente secreto en las relaciones intimas.
Eso sí, hay situaciones bastante particulares
que ayudan a que todo sea un poco más especial o, tal vez especial no sea la
palabra, pero no hay una mejor que se me ocurra en este momento para describir
cuando el sexo deja de ser eso que casi hacemos por preservación y naturaleza.
Comenzar sin ropa o con ella puesta, estar en un cuarto oscuro o bien
iluminado, que hayan dos o tres o más personas allí, hacerlo en una cama o en
otro tipo de mueble o incluso en una habitación diferente a un cuarto como tal.
Todo influye.
Por eso la última vez no salí pensando nada
diferente ni con pensamientos recurrentes en mi mente. Aunque los besos de una
persona en especial eran tan dulces como los que había soñado alguna vez, y
aunque su cuerpo era extremadamente suave y hermoso, incluso eso se escapó de
mis pensamientos minutos después de salir de allí. Todo lo que había hecho, ya
había ocurrido antes. Tal vez en otro lugar y seguramente con otras personas,
pero ya lo había vivido y por eso no se quedaron conmigo las imágenes gráficas
de los momentos del último día.
Sin embargo, ahora que en verdad me pongo a
pensar en todo el asunto, en esta última ocasión sí que cambiaron algunas
cosas, sobre todo mi actitud al respecto. Por ejemplo, nunca he sido la clase
de persona que juzga a los demás por su aspecto físico. Obviamente noto las
diferencias obvias que puede haber o cualquier rasgo muy evidente, pero jamás
me burlaría de nadie por ello. Creo que esa es la forma más baja y francamente
desagradable de discriminación. No va con nada de lo que creo.
Pero me vi a mi mismo dándome cuenta de que
algunas cosas que había pensado alguna vez son ciertas, al menos desde mi punto
de vista. Las personas que son demasiado atractivas, que parecen cumplir cada
una de las reglas de los estándares de belleza actuales relativos a los
hombres, esas personas no me gustan para nada porque saben muy bien que todos
los demás los seguirán hasta el fin del mundo precisamente por esa razón. Ese
cuento que nos dijeron, que la gente no se deja llevar por las apariencias, es
mentira.
Lo vi todo con mis propios ojos: un cuerpo
perfecto y una masa humana se movía alrededor de esa persona como si estuvieran
ligados por alguna suerte de magia o por un magnetismo inimaginable que no los
deja alejarse demasiado. Pero la razón principal es más simple: a la gente le
gusta estar con alguien así, aparentemente perfecto, porque creen que así
subirán un escalón en la escalera social. Esto aplica, y es de este grupo que
hablo más exactamente, para los homosexuales. Sobra decir que soy uno de ellos.
Sin embargo, la belleza que cumple las reglas
de las revistas nunca ha sido atractiva para mí. Es decir, puedo apreciar a una
persona que tenga todo lo que se supone que debe ser un hombre según los
medios, pero no necesariamente quisiera tener relaciones sexuales o una
relación romántica con esa persona. Sé que suena a cliché pero lo que hay
dentro también cuenta, y no me refiero a los sentimientos sino a la
inteligencia. Los primeros son relativos y lentos, pero lo segundo está ahí o
no está. Es simple.
Y no, no estoy diciendo que todas las personas
con gran belleza tengan poca inteligencia. La cosa no es tan simple como eso.
Hay todo tipo de combinaciones posibles y hay que darse cuenta cual es nuestra
preferida personal. Por ejemplo, a mi me gustan las personas cuya belleza no es
obvia, requiere de un lente especial por así decirlo, pero que también tienen
algo dentro de su cerebro para aportar a una conversación e incluso aprender de
ello. Eso sí, nadie demasiado inteligente o simplemente no podré seguir ninguna
de sus conversaciones.
Lo que hay que buscar, creo yo que en
cualquier ocasión, es un balance entre esas dos características principales: la
inteligencia y la belleza. La primera es clave porque allí reside casi todo lo
que tiene que ver con la personalidad del ser humano. Allí están sus series
favoritas, sus características más particulares y su historial de vida. Lo
segundo es también importante porque en esta época más que nunca somos seres
visuales, y todo entra por los ojos. Los sentimientos no tienen esa capacidad,
por mucho que algunos lo crean.
Sobra decir que no creo en el amor a primera
vista o en cosas de ese estilo. Creo que la mayoría de personas que lo hacen,
viven en un mundo idealizado en el que las cosas son como ellos quieren que
sean y no como son en realidad. Pero sé que a muchos les funciona vivir así y
no soy nadie para arruinarle el estilo de vida a nadie. Si crees en algo y te funciona
a ti, hazlo. El hecho de que yo, o cualquier otra persona simplemente no pueda
hacer algo, no significa que tu no puedas y viceversa.
De todas maneras, creo que he tenido tantas
experiencias con el sexo que sé mucho más sobre apariencias y atracción que la
mayoría de personas. Algunos creen que las cosas simplemente fluyen y que todo
pasa por el azar de la vida o la voluntad de los dioses o algo así. Y puede ser
que en parte sea así, pero somos humanos y casi todo lo que nos sucede lleva
nuestra marca o la de alguien más como nosotros. Muchas cosas que nos pasan, lo
hacen porque alguien hizo algo para que pasaran.
Me doy cuenta de que me empiezo a enredar y
por eso es necesario decir que disfruto lo que hago y no me arrepiento de nada.
No me arrepiento de alejarme esa noche de la gente obviamente atractiva, gente
que nunca me verá como un igual sino como un personaje menor. Y siendo mi vida
mi historia, no quiero ser un personaje menor y mucho menos que me traten como
uno. Quiero ser un protagonista con todo lo que eso significa, con el poder de
hacer lo que yo quiera, como yo quiera, con quién yo quiera.
Después de todo, creo que esa noche sí me hizo
pensar más de la cuenta pero no por las razones que uno pensaría. No fue el
estar enojado con los demás por ser un rebaño más, ni tampoco el hacer algo que
preocupó, me emocionó y alegró por un buen rato.
Creo que pienso demasiado en todo esto porque
ese soy yo, porque preocuparme y pensar las cosas hace parte de mi. No me hace
mejor que nadie ni peor que nadie, solo es una de muchas características ocultas
detrás de las dos cosas que veo en los demás.