lunes, 19 de febrero de 2018

Venganza


   El primer tiro atravesó la cabeza del hombre que estaba más lejos, el siguiente fue a parar en el pecho del segundo, a media distancia. El que estaba más cerca, un calvo alto de apariencia nórdica, reaccionó demasiado tarde después de ver como sus compañeros caían al suelo. Gabriel le apunto, entre los ojos. El tiro fue casi limpio, sin contar con el chorro de sangre que manchó la pared inmaculadamente blanca. Los cuerpos estaban completamente quietos, enfriándose con rapidez.

 Los tiros no habían sido escuchados por nadie. La construcción en la que se habían citado, en la que habían hecho con Gabriel lo que habían querido, estaba lejos de la ciudad y cerca de una planta de energía abandonada. Nadie se acercaba a la zona a menos que buscaran algo en particular. Y eso era lo que habían querido esos hombres al secuestrar a Gabriel en la mañana del día anterior. Pero él había anticipado sus movimientos y se había preparado de la mejor manera posible.

 Sabía desde hacía meses que lo perseguían. Al fin y al cabo, a ningún mafioso le gusta que lo traicionen de un momento a otro y menos aún que lo roben frente a sus narices. Gabriel había ido sacando dinero de las cuentas de uno de los hombres más sanguinarios y ricos del país y la había pasado a una cuenta en el extranjero, que nadie nunca podría encontrar a menos que supiera muy bien que pasos tomar o que fuese él mismo. Al fin y al cabo, había estudiado años todo lo que tenía que ver con las finanzas.

 Desde joven le había fascinado el dinero. Tanto así que desde los diecisiete años su meta en la vida había sido lograr ser el millonario más joven de la Historia. No lo consiguió pero sin terminar la universidad había ya trabajado con las firmas mas prestigiosas, ganando bastante dinero y manejando mucho más de lo que jamás hubiese pensado que existía en el mundo. Sus habilidad y sus ambición lo habían llevado de un lado a otro, hasta conocer a Rodrigo Soto, el matón de la Bahía.

 Así le llamaban sus hombres en privado. Nadie en el mundo de la farándula, al que le fascinaba pertenecer, le decía así. O mejor dicho, sabían que decirlo en voz alta era una garantía de amanecer muerto en algún rincón sucio del país. Por eso todos sonreían, lo saludaban y querían estar con él al menos por un momento. Algunos incluso habían aceptado su dinero para diversos negocios e incluso como donación para obras de beneficencia, cosa que a él le encantaba pues vivía en un mundo en el que él era el hombre más bueno del mundo y todos le debían por eso.

 Gabriel rápidamente supo que clase de persona era y muy tarde se dio cuenta de que ese mundo no era en el que quería trabajar. Se había dejado seducir por todo lo que le ofrecía el nuevo trabajo con soto: no solo dinero sino mujeres o hombres, o ambos. Viajes por el mundo y todo lo que se pudiese comprar,  que para Soto era todo lo que tocaran los rayos del sol. Era un hombre que no solo era ambicioso sino que sabía muy bien como manejar su poder y como usarlo para influenciar a otros.

 Como siempre, al comienzo todo era ideal. Gabriel manejaba mucho dinero, hacía cosas ilegales y legales, viajaba por el mundo y tenía lo mejor de lo mejor. Y cualquier cosa que quería podía ser suya, desde un reloj de plata incrustado con zafiros hasta la persona más bella del planeta. Lo tenía todo al alcance de la mano y fue entonces cuando sintió esa pequeña voz que algunos tienen en la cabeza. Su conciencia le decía que había algo que no cuadraba, que no todo estaba bien.

 Empezó a ver de verdad. A ver lo que hacía el dinero sucio, como gente desaparecía por todos lados por una orden de Soto. Sus hombres, sus perros como les decía Gabriel, eran hombres sin corazón ni alma, casi entes que hacían lo que él les pidiera. Y fue el día en el que mataron a una de las muchachas que el jefe había mandado traer, aquel en el que Gabriel se dio cuenta que se había metido de lleno en algo que jamás había pensado estar, algo peor que sus malos manejos de fondos.

 Fue entonces cuando se le ocurrió volverse en una especie de Robin Hood. Sabía que Soto era inteligente pero no lo suficiente para darse cuenta que su dinero iba desapareciendo, de a muy poco todos los días, No eran más que unos centavos a diario, de cada una de sus cuentas, pero desaparecían todos los días del año. Como Gabriel era el único que manejaba todo, sabía que nadie más se daría cuenta hasta muy tarde, cuando él estaría lejos de ellos y todo su asqueroso poder.

 Pero como lo hacen muchos, Gabriel subestimó el poder y el alcance de Soto. El hombre no se había convertido en el mayor matón del país siendo un idiota y por eso tenía gente que vigilaba a su gente, algo que hacía con todos los que tenían alguna conexión con sus negocios, familia y demás. Al comienzo, la mujer que seguía los pasos de Gabriel no notó nada raro. De hecho, le tomó dos años darse cuenta que algo estaba mal con las cifras que Gabriel reportaba. Eran cambios mínimos pero estaba claro que no todo estaba como debía de estar. Fue entonces que Gabriel desapareció.

 Él no sabía de la mujer pero la coincidencia hizo que Soto no dudara en mandar a gente por él. Sin embargo, en la mente retorcida del matón la muerte no era suficiente castigo. Y no era como otros de sus calaña que mandaban a amputar partes del cuerpo o torturaban a la familia del verdadero enemigo para quebrarlo antes de terminar con su vida. Sus ideas eran siempre diferentes, sobre todo cuando se trataba de terminar con sus enemigos más fuertes, y Gabriel se había convertido en uno de ellos.

 Fue así que los perros de Soto demoraron meses para poder dar con el paradero de Gabriel. Lo encontraron por fin en una ciudad alejada de todo. Fue en ese lugar donde acataron las ordenes de su jefe: secuestraron a Gabriel y lo llevaron a las ruinas de una fabrica de cemento que había quebrado hacía varios años. Hasta allí habían llevado varias herramientas pues el castigo las requería. Ellos no pensaban, solo hacían lo que les ordenaban hacer. Eran casi muertos vivientes, dispensables.

 Llamarlo una violación sería demasiado simple. Lo que le hicieron a Gabriel por varias horas fue algo mucho peor. Sería demasiado mórbido describirlo al detalle en este escrito. El caso es que el hombre no era la misma persona un día que al siguiente. Dentro de él surgió alguien que había estado oculto por mucho tiempo entre las sombras, un ser de odio y rencor que se había escondido allí o tal vez había sido creado por lo vivido. Fue él quien tomó posesión de Gabriel y mató a esos hombres con una de sus armas.

 Pero él se había preparado. Como Soto, Gabriel no era ningún idiota. Sabía que tarde o temprano lo alcanzarían y que seguramente harían cosas horribles con él, era el estilo de su antiguo jefe. Pero mientras esperaba ese momento, se entrenó como pudo y preparó el día que sabía sería el que cambiaría para siempre su vida. Había plantado un micrófono en una zona oculta de su ropa y había manejado la mente vacía de los perros a su antojo.

 Lo que le hicieron había sido innombrable pero él sabía bien que podía haber sido mucho peor. Desarmar a uno de los hombres había sido tan fácil como cuando lo había practicado y matarlos a los tres había sido aún más simple, incluso había sentido placer.

 Adolorido, parcialmente destruido y cambiado, Gabriel escapó del lugar para viajar lejos de nuevo. Depositaría la grabación de lo dicho por los perros, que siempre hablaban de más, en un oficina de correos, así como copias de la información que poseía sobre Soto. Luego desaparecería una vez más, ojalá de manera permanente.

viernes, 16 de febrero de 2018

Case closed


INT. DAY – POLICE INTERROGATION ROOM

The rain hits the only window in the room with ferocity. Nothing can be seen outside because of a heavy haze.

The camera moves away from the window and settles on a corner, watching the center of the room. There’s a large table and two chairs, a pasty white guy is seating in one of them. No one sits in the other chair.

The man lays his head on the table, apparently crying but there are no tears on his face. The door to the outside opens. It’s a policeman. He’s very tall, black and carries a gun on his belt.

DETECTIVE MARKO
You sure were difficult to pick up, Vince.

 The detective sits on the empty chair. He grabs a pack of cigarettes from his chest pocket, pulls one out and offers it to Vince.

DETECTIVE MARKO
Wake up, man.

 Vince raises his head. His eyes are red. He looks pale and desperate. He grabs the cigarette. Marko pulls out a lighter from the cigarette pack and lights Vince’s smoke. He inhales once and clearly enjoys the taste of it.

DETECTIVE MARKO
Now, where’s the girl?
Her dad’s here, Vince.

Vince looks at the door, nervous. Marko sits back on his chair, crossing his arms and looking straight at Vince, who looks like a trapped mouse.

DETECTIVE MARKO
We know everything, Vince. We know what you did to them.
To her. We just need you to help us find her.

But Vince doesn’t seem to mind the presence of the detective. He suddenly stands up and walks towards the window. He stays there, looking at the rain, not saying a word.

Marko’s fingers start playing with the cigarette pack.

DETECTIVE MARKO
Did you know her dad is congressman Walters?
The one whose face is all over town, seeking reelection?
(For a second, he waits for an answer)
He’s calm right now. If he gets mad, you’re fried.

But Vince keeps looking out the window. The drops of water hit the glass hard but the man doesn’t seem startled or annoyed. He just looks at the rain in the most peaceful way.

Then, he starts mumbling.

DETECTIVE MARKO
What’s that?

Marko stands up from his chair and walks towards Vince, who’s still talking under his breath.

The men are separated then by a few meters but Marko does not understand what Vince is saying. He mumbles as if he was repeating things to himself, not to really talk with anyone.

DETECTIVE MARKO
Hey! Stop it! You’re dyin’, dumbass!
Don’t you wanna save your ass?

 Vince remains unresponsive. He keeps repeating, mumbling. His cigarette is consuming itself on his hand.

Detective Marko closes his fists, ready to be harder on Vince than he was authorized to. But he refrains. A muted sound enters the room from outside.

DETECTIVE MARKO
I can make them see you’re not well.
You don’t have to die, Vince.

Vince then turns around and looks at Marko straight in the eye. He smiles softly. He walks one step towards the detective. He then reaches out with one hand, caressing Marko on the cheek.

VINCE
But I do have to die. You know that.

 Marko looks scared. He cannot move away from Vince. He stares at the criminal, but does not seem to know what to do next.

VINCE
And she will have to die too.
You also know that.

 His hand caresses Marko further, feeling his three-day stubble. His smile grows, making his face look weirdly deformed. If he looked pale and lanky before, he now looks insane.

VINCE
Tell the congressman to make the arrangements.

Vince pulls back his hand. Marko seems to be able to move now. He turns around suddenly towards the door but it opens before he can reach it. A woman stands there, dripping water.

OFFICER GARCIA
Sorry to interrupt, sir.

DETECTIVE MARKO
(Looking back at Vince)
It’s ok. What is it?

OFFICER GARCIA
Sir, it’s the congressman.

Marko turns his attention to her, his eyes wide open.

OFFICER GARCIA
He said he was going for a coffee.
But some officers saw him running towards the street,
without his coat.

Vince chuckles. Marko looks at him again but his face goes back to Garcia in a second.
DETECTIVE MARKO
What happened?

OFFICER GARCIA
(Nervous)
We went after him. He seemed out of his mind.
He didn’t look before crossing and…

Marko understands. Vince starts laughing, first slowly but then faster and louder. The detective seems to be losing his patience.

OFFICER GARCIA
We found this on him.
(She pulls out a cellphone from her coat)
It’s…

Marko takes the cellphone without asking. He looks at it and sees something he would have wanted not to see.

On the screen, a live feed is still ongoing. The camera is apparently under water and, for a moment, you cannot see much.

Then, a head tilts forward and it becomes noticeable. It’s the face of a young woman. She’s clearly dead, having turned purple already.

Garcia takes the cellphone back, saying something about evidence. Marko’s head turns. He walks towards the chair and drops there. He grabs his head, it hurts. Vince’s laughter is loud.

VINCE
I had to do it Marko.
You knew. You always knew.

Marko looks at him, his eyes a bit watery. He looks at Vince laughing but doesn’t seem to have the same power and stability than before. He looks lost, confused even.

Two policemen enter the room and pull Vince out of it. Marko looks how the man is dragged out, how he’s still laughing. Finally, a tear runs down Marko’s face. The men leave and he’s alone with that tear.

The rain punches hard on the glass.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Rebeldes (Parte 1)


   Todo el lugar era un caos. Había explosiones sin cesar y gritos que trataban de romper el muro de ruido que la batalla había armado en ese otrora hermoso campo. Era increíble pensar que hasta hacía muy poco, pasto de un verde intenso crecía allí. Un pasto que los granjeros veían apropiado para sus rebaños, pues era una tierra de todos y la naturaleza se había encargado de que el lugar fuera casi como un santuario para la vida silvestre. Lamentablemente, el paraíso no duró para siempre.

 La mayoría de los combatientes portaban un uniforme blanco que, por alguna extraña razón, no se manchaba con nada. Algunos decían que tenía propiedades mágicas, producto de las alianzas formadas durante la guerra. Muchos seres oscuros y peligrosos habían surgido de las entrañas del mundo y algunos de ellos estaban allí, en la mitad del campo de batalla. Algunos eran monstruos horribles que podían quebrar un cuerpo en dos con sus mandíbulas y otros eran seres que se veían más normales pero que tenían habilidades particulares.

 Escondidos detrás de una duna de tierra negra, Al y Chris esperaban el momento justo para su ataque. Ellos estaban del lado contrarios de las tropas de blanco. Vestían ropa común y corriente pero también tenían sus haces bajo la manga. Sin embargo, sus superiores les habían recordado que no podían usar nada de lo que sabían antes de tiempo, para evitar que el enemigo los tomara pronto como objetivo de sus ataques. La idea era pasar desapercibidos hasta el momento adecuado.

 Habían estado escuchando las explosiones por un buen rato, habiendo aparecido en el lugar justo antes de que las tropas blancas decidieran atacar, aunque los rebeldes vestidos de ropa común estaban listos para la embestida. Eran menos numerosos pero más difícil de atrapar por su gran agilidad, una cualidad que habían obtenido tras años de correr por entre las calles de las ciudades dominadas por los Blancos. Tenían que aprender a robar para sobrevivir en el mundo.

 Chris miró a Al y asintió. Al hizo lo mismo y desapareció de golpe. No corriendo ni volando ni haciendo nada de lo que haría una persona común y corriente. Al tan solo había desaparecido y aparecido de pronto un kilometro al norte, desde donde tendría una perspectiva diferente de la batalla. Era un terreno algo escarpado, por lo que su visión sería perfecta. Los Blancos habían tomado la posición ventajosa. Con un golpe fuerte, podrían vencer a los rebeldes empujándolos al mar. Y por muy recursivos que fueran, no todos sobrevivirían la caída al agua.

 Al de nuevo desapareció desde donde estaba y apareció al lado de Chris. Con una mirada, Chris supo que Al había confirmado lo que ya sabían. No solo que los Blancos tenían la clara ventaja en la batalla, sino que habían ignorado proteger uno de sus flancos por la soberbia misma que los sostenía en el mundo. Ese era el sitio para atacar y ellos dos eran el arma secreta de los rebeldes para cambiar el rumbo de las cosas en el mundo y por fin poder respirar en paz.

 Al y Chris se tomaron de la mano y esta vez los dos desaparecieron. Aparecieron casi al mismo tiempo detrás de unos arbustos. Cuando miraron por entre las hojas, los últimos soldados Blancos pasaban casi corriendo para unirse a la batalla. Para ellos habría grandes riquezas y recompensas si se unían a las peleas que su gobierno armaba contra minorías que no tenían como defenderse. Al menos no hasta ahora. Puesto que los rebeldes habían sacrificado muchas vidas por una victoria.

 Después de unos minutos, los dos hombres salieron de entre los arbustos. Se miraron una vez más y supieron que ese era el último momento que estarían juntos. Habían sido pareja en el grupo de infiltraciones por meses, reuniendo información de las tácticas militares de los Blancos y de ese preciso lugar alejado, a propósito, de grandes zonas habitadas que podrían haber sido afectadas con una batalla de semejantes proporciones. Eran jóvenes pero su conocimiento era vasto.

 Sus ojos se quedaron entrelazados unos segundos más. Entonces, Chris miró hacia la batalla y, sin dudarlo, corrió gritando con todas sus fuerzas. De repente, su cuerpo empezó a quemarse. Llamas cubrieron su cuerpo de un momento a otro e incluso fue capaz de elevarse del suelo y volar por encima del campo negro.  Y sus poderes no terminaban allí: desde la retaguardia, lanzó llamas de un intenso color amarillo hacia los Blancos. Los fue encerrando con cercas de llamas de dos metros.

 Los soldados Blancos estaban aterrorizados. Nunca habían sido testigos de algo semejante. Sabían que había gente con poderes extraños, ellos mismo habiendo negociado con algunos de ellos para aprovechar sus poderes en el campo de batalla y en la vida diaria para intimidar al que necesitaran hacer pensar dos veces sobre sus acciones. Pero ese hombre en llamas era algo completamente distinto. No solo su poder era intenso en todo el sentido de la palabra, su sola silueta en el cielo nublado era suficiente para hacer correr a cualquiera, antes de morir calcinado.

 Al también se había unido a la batalla, tratando de ayudar a los rebeldes empujados hacia el mar a retomar terreno. Usando su poder de transportación instantánea, podía golpear a varios soldados separados por varios metros, casi al mismo tiempo. Su velocidad y la ferocidad de Chris habían sido las armas secretas de los rebeldes. Y parecía que la estrategia estaba funcionando a las mil maravillas, puesto que los Blancos parecían querer retirarse pero no podían por los muros de llamas.

 Los dos jóvenes estaban seguros de haber hecho lo correcto al proponer semejante ataque. Sus superiores habrían preferido esperar un poco más de tiempo para irse de cabeza contra los Blancos, pero Al y Chris los convencieron de que un ataque frontal y definitivo era la mejor idea, sobre todo porque evitaría la muerte de muchos otros que estaban siendo masacrados o torturados en las ciudades, solo por haber robado una pieza de pan o por querer evitar el servicio militar obligatorio.

 Los rebeldes tenían ganado el día. O casi. De la nada, más soldados Blancos y más bestias salidas del infierno mismo aparecieron para enfrentar a los rebeldes. Una de ellas tenía un aspecto parecido a un murciélago gigante. Fue ella quién atacó con magia negra al hombre en llamas y lo tumbó del suelo, cayendo a tierra con un golpe seco. Allí, se enfrentó a soldados Blancos a puño limpio. Mantuvo su posición un rato pero ellos eran muchos más y sus llamas se habían apagado por el esfuerzo.

 La murciélago bajó de los cielos y lo golpeó una y otra vez. Chris quiso usar su poder pero no podía, estaba exhausto. La criatura lo apretó contra el suelo y rió, de la manera más espeluznante posible. Dijo algo en un idioma extraño y uno de los soldados le pasó una delgada espada. La criatura blandió la espada y, por un segundo, todo parecía terminar. Sin embargo, Al había visto a Chris caer del cielo y había corrido hacia su compañero. Como pudo, se movió como bólido entre el enemigo.

 Apenas estuvo detrás de la criatura, se agachó de golpe y tomó a Chris por uno de sus tobillos. La espalda cayó con fuerza pero en el suelo no había nadie a quien matar. La criatura había perdido a su presa pero tenía muchos otros rebeldes que aplastar. Los Blancos ganaban, de nuevo.

 En un lugar lejano, sin caminos ni gente, aparecieron los dos rebeldes apenas respirando. Chris estaba todavía de espaldas, esperando sentir la espada penetrando su cuerpo. Pero entonces sintió algo en un pie y vio que era Al, herido de gravedad justo antes de transportarlo a un sitio seguro.