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viernes, 22 de julio de 2016

Sueño familiar

   Ya lo he imaginado varias veces y no entiendo la razón. Cada vez que lo hago me pongo nervioso y no entiendo que quieren decir esas visiones de mi mente. ¿Porqué tengo que ver ese tipo de cosas? ¿Por qué tengo que plantarle la cara a algo que parece tan improbable, tan poco posible que me parece incluso molesto verlo ya tantas veces. Me pensar mucho más de lo que debería, pues es una ilusión, una fantasía, un sueño estúpido que no tiene el más mínimo sentido ni importancia. Pero el caso es que ahí está y sucede seguido.

 Como dije antes, se trata de un sueño. La ubicación cambia a veces. En ocasiones es mi casa de verdad, en otras es alguna otra casa, sea grande y señorial o un apartamento que nunca he visto en mi vida. Esos lugares se supone que se ubican en ciudades o sitios que conozco pero eso solo lo logro sentir pues jamás logro ver o recordar si hay algo ahí afuera que me indique en donde estoy, si todo eso puede llegar a parecer más real de lo que ya siento que es.

 Siempre estamos mi mamá, mi hermana, mi hermano y yo. A veces está mi padre y a veces no. A esto no le doy mucha importancia porque suele pasar mucho en mis sueños que hay gente que mi subconsciente elimina. Sí, puede que haya profundas razones por las que eso pase pero no las sé y la verdad no quiero explorarlas, al menos no antes de terminar de explicar toda esta historia que me incomoda.

 El caso, es que mi madre siempre está muerta en esos sueños. Y lo más impresionante de todo, como si eso no fuese lo suficientemente impresionante, es que a veces el asesino es mi hermano. En este momento no recuerdo si lo hace por mano propia y mucho menos que arma usa si es que usa alguna. No tengo idea y creo que es mejor para mi balance emocional no saberlo. La imagen ya es demasiado aterradora para darle un contexto más rico.

 Siempre hay alguna pelea en el sueño, acerca del tema. Por alguna razón sabemos que mi hermano lo hizo pero no lo podemos probar. Y sus razones siempre son extrañas, como que las ocultas detrás de acciones sin sentido como hablar en voz baja o esconderse de nosotros en la misma casa. Me pone nervioso esa parte porque es algo que no reconozco ni remotamente. No me es nada familiar, menos mal.

 Ahora que lo recuerdo, mi padre estaba en el último de los sueños. No hablaba casi, solo parecía demasiado triste para decir nada. Parece una sombra de la persona real, tal vez es por eso que a veces no está en esos sueños. Es otro ser que usa la misma piel pero no es mi progenitor ni de cerca. No tiene su encanto.

 Lo peor de todo es (se pone peor) es que aunque casi nunca entiendo como llegué allí, esta última vez por fin pude presenciar la mayoría del sueño. Es decir, pude ver a mi madre morir. Mucha sangre, un cuarto más grande en el interior que en el exterior y gritos míos y de otras personas que ahora no recuerdo. La recuerdo allí tirada y luego ignorar su cuerpo alejándome de él, tratando de hacer que ese momento sea lo menos posible que se pueda. Me asusta todo el escenario, las acciones, lo que veo. Me asusto a mi mismo con lo que pienso.

 Pienso que debo castigar a mi hermano, que debo ser yo el que lo lleve a la justicia y haga que todo el peso de la ley caiga sobre su cabeza y lo aplaste para siempre porque, para mí, no tiene perdón ni de Dios ni de los hombres. La última vez, y de esto me acuerdo muy claramente, le dije que si llegaba a ser condenado esa sería la última vez que me vería pues nunca querría verlo de nuevo, jamás, ni por equivocación ni porque lo mandaran a la misma silla eléctrica.

 Y de repente, tengo conciencia de mi mismo. Es decir, estoy soñando y dentro del sueño lo sé, lo asumo y lo comprendo. Sé que no puede morir así mi hermano porque eso no existe en mi país, sé que mi madre no está muerta y sé que mi padre es una persona mucho más rica que esa sombra que parece flotar por todos lados. Nada de eso es real y lo sé porque estoy consciente de que tengo un sueño que, ojalá, sea imposible.

 Ya me ha pasado antes, en varios sueños. Simplemente sé que estoy soñando y por eso dejo de preocuparme demasiado. Lo normal es que los sueños no duren mucho tiempo después de eso pues se les acaba la gasolina fantástica con la que operan. De todas maneras es casi surrealista estar caminando por un sitio que sabes que no existe, en el que sabe que nada vale de verdad pues es todo una ilusión que no tiene el más mínimo sentido. Es falso y a veces eso reconforta.

 Sí, ya me imagino que varias personas pensarán que todo sueño tiene un significado ligado al subconsciente y no sé que más cosas. Y ola verdad creo poco en esas fantasías. Creo que soñamos lo que tenemos acumulado en la mente, lo que nuestros cerebro tiene por procesar como conversaciones con gente que conocemos que luego aparece de repente mientras dormimos.

 Por ejemplo, horas antes de dormir había hablado con mi madre, mi hermano y mi hermano y ayer con mi padre. Los tengo todos en mi mente y pienso en ellos y nuestra conversación y mi cerebro obviamente usa lo que tiene más fresco. Casi nunca tengo sueños al azar de cosas que pasaron hace veinte años, porque no tendría sentido alguno al menos para mí.

 Cabe decir que el rol de mi hermana se parece mucho al de mi padre en ese sueño recurrente. Es una sombra de ella, aunque una que llora muy parecido y por eso creo que también me pongo nervioso, como fastidiado con todo el ambiente pesado del sueño. Es demasiado y tal vez por eso es que me doy cuenta que es falso. Sé que mi hermana llora pero sé que hacerlo como la mujer del sueño no es realista y la hace parecerse a mil otras mujeres y no a mi hermana. Son detalles así los que, al fin de cuentas, hacen que me despierte.

 Estos sueños normalmente vienen cuando me despierto en la mitad de la madrugada y luego duermo un poquito más. En esa hora o par de horas es que sueño como loco, con lujo de detalles. Unas aventuras que mi yo consciente muchas veces encontraría imposible de imaginar. Pero ahí están y siempre aparecen en esos lapsos de tiempo tan cortos, supongo que porque mi sueño no es muy profundo cuando duermo así.

 Es un mundo extraño el de los sueños pero debo decir que me atrae bastante a pesar de las cosas horribles que pueda haber en él. Es un mundo retorcido y sin sentido pero me gusta el hecho de que salga todo de mí pues nadie más puede intervenir en su creación, al menos no de manera activa. Soy yo solo y todos mi problemas o recuerdos los que se mezclan como en una licuadora y producen diferentes tipos de resultados, algunos mucho más divertidos que otros.

 La explicación sicológica, como lo explique antes, me tiene sin cuidado. No solo porque creo que es una ciencia que se basa en supuestos, más parecida a la astrología que a las demás ciencias serias, sino porque no me atrae en nada la idea de que alguien más crea saber más que yo sobre mis sueños y mi cerebro que yo mismo. Se me hace ridículo si quiera pensarlo aunque ya habrá gente que crea que necesita una mano cuando quiere entender algo que no logra procesar.

 Comparto la necesidad por otras voces, otros intelectos que ayuden a dar explicaciones, a racionalizar algo que no tiene porqué ser racionalizado. Sobre todo si son amistades cercanas o, mejor aún, los personajes del sueño. En este caso, sería interesante saber que piensa mi familia de lo que ocurrió en mi mente y ver que explicación le pueden dar además de la obvia basada en supuestos ridículos y anticuados.


 Para mi quiere decir que tengo ahora a mi familia muy presente, cosa que es obvia. Los necesito y los quiero, cosa que es cierta. Y puede que tenga problemas o temas por discutir con ellos. ¿Quién no? Pero no deja de ser chocante y mucho menos cuando el sueño parece durar menos de quince minutos.

lunes, 9 de mayo de 2016

Mi amigo el asesino

  Siempre querían saber lo mismo: si lo había visto en los días antes a que matara a toda esa gente o si tenía yo algún indicio de lo que iba a hacer. Y siempre respondí, una y otra vez, que no. No sabía nada, no había tenido la fortuna de leerle la mente a una de las personas que más quería y ahora yo era solo una parte más de todo el circo mediático que se armó. No solo por la masacre, sino también por el juicio y ser una de las personas más cercanas al asesino.

 Para mi es todavía difícil pensar en él como mi amigo el asesino. Para mí, el siempre será Simón, el que me había reír en clase y durante los descansos. Me acuerdo de él cuando veo alguna película y sé que él hubiese debido todos los datos sobre ella o cuando paso por alguna tienda juguetes y veo que a él le hubiese gustado tener uno de esos. Le encantaba coleccionar, sobre todo los relacionados a ciencia ficción y a videojuegos que a vece me enseñaba a jugar yo siempre fracasaba en entender.

 Más de una vez me preguntaron si yo había tenido algo que él, si había habido una relación íntima entre los dos. Y les respondo la verdad, lo mismo de siempre: Simón era un chico bastante privado con esa parte de su vida y solo hablábamos de sexo o cosas así cuando él lo planteaba. A mi a veces se me salían algunas cosas y él nunca se interesaba mucho por nada de eso. Nunca pensé que fuese por mi sino porque simplemente yo no le interesaba en absoluto.

 Supo que era homosexual casi enseguida. Siempre he tenido buen ojo para eso, o eso creo yo. Cuando me lo contó, le dije que lo sabía desde siempre y que no cambiaba nada nuestra relación. Fue muy extraño porque nos abrazamos y pensé que nuestra relación había mejorado en ese momento, que las cosas iban a cambiar al abrir esa puerta, al él contarme uno de sus más grandes secretos.

 Pero, de hecho, fue al revés. Parecía más triste que nunca y no me contaba nada de lo que le pasaba. Por ese tiempo yo tenía una novio con el que llevaba casi dos años. Él no hablaba mucho con Simón pero un día me dijo que le parecía que era muy raro y que yo debía preguntarle qué le pasaba. Dudé pero le conté a mi novio que Simón era gay. Pero según él, eso no era lo que era raro. Él creía que había algo más.

 Yo le pregunté, una y otra vez, si todo andaba bien. Lo llamaba algún día y le preguntaba si nos veíamos para tomar algo y casi siempre me decía que no. Yo le insistía y le preguntaba si había algo mal, si se sentía mal o si necesitaba algo. Pero él siempre me decía que no y que simplemente estaba ocupado con otras cosas. Nunca pensé que las otras cosas fueran tan chocantes para mí.

 Fue en el juicio cuando me enteré que todo ese tiempo había estado haciéndose cortes en los brazos. Traté de pensar si vi algo alguna vez pero creo que no, creo que nunca me fijé en nada las pocas veces que o vi por esa época. Recuerdo que había cambiado un poco su estilo y había empezado a ponerse sacos holgados. Decía que era porque se sentían bien para estar en la casa y no hacer nada.

 Como yo, Simón no tenía trabajo. Pero la diferencia era que yo me gustaba mis oficios, cosas pequeñas para hacer y en las que me pagaban cualquier cosa mientras conseguía un trabajo real. Él en cambio no parecía esforzarse en absoluto y yo siempre pensé que podía ayudar pero nunca supe como. Fue por ese tiempo que empezó a alejarse de mi y a hablarme menos. Yo pensaba, tontamente, que la razón era que tenía nuevos amigos o algo por el estilo. Que tonta fui…

 El día en el que sucedió todo, yo estaba con mi novio en la casa de su familia. Me habían invitado a comer y recuerdo que era pasta a la boloñesa. La verdad es que estaba muy rico todo, no sé porque lo recuerdo tan claramente. El caso es que la familia tenía la costumbre de dejar la tele prendida mientras almorzaban y fue entonces cuando el canal que tenían puesto interrumpió la programación para un boletín urgente: alguien había disparado varias veces en una reunión escolar.

 Al comienzo no le di importancia y eso me hizo sentir pésimo. Ignoré la noticia por el resto de la tarde que pasé en esa casa y solo volví a oír sobre ella en la noche. Prendía la tele cuando llegué a mi casa pero entonces me puse a hablar con mi mamá sobre el almuerzo y después le conté de un vestido que había visto y de no sé qué otras cosas. Muchas cosas sin importancia. Y fue ella, mi madre, la que lo vio primero en la pantalla y me hizo dar la vuelta para verlo.

 Se veía mal. No era para menos. Estaba pálido y lo llevaban en una camilla, esposado a ella por una muñeca. Al parecer no podía moverse mucho de todas maneras. Le habían puesto una máscara de oxígeno y lo metieron a una ambulancia rápidamente. Solo fueron algunos segundos pero las dos supimos que era él. Yo no sabía que pensar, que decir o que hacer.

 Así que no hice nada. Esa noche casi no duermo y, cuando me desperté, empezó a sonar el teléfono. Fue la primera vez durante todo el proceso y no dejarían de sonar los teléfonos hasta mucho tiempo después. Aún suenan, a veces. Tuve que cambiar mi número de celular varias veces y mis padres cambiaron la línea fija también un par de veces pero siempre averiguaban el nuevo número.

 Yo trataba de ignorarlos pero a veces estaban allí cuando iba a llevarme el carro por las mañanas o incluso cuando sacaba la basura. Fue por entonces cuando terminé con mi novio y, al poco tiempo, inicié una nueva relación con él que hoy es mi esposo. Creo que gracias a él pude superar mucho de lo que ocurrió entonces. Todas las preguntas y los ataques y la culpa. Todo era demasiado para una sola persona y eso que yo era solo una amiga. Varias veces no dormía pensando en él.

 Fui llamada a testificar en el juicio a favor de él pero no pude decir mucho, solo lo que yo ya he contado aquí: que éramos buenos amigos pero que él me fue haciendo de lado con el tiempo hasta que oí lo que había hecho. La reunión en la que había abierto fuego era una de su antigua clase del colegio. Alguna vez me había hablado de ellos, diciendo que había sido la peor época de su vida y que odiaría volver a vivirla si le tocara. Eso dije en el juicio.

 Mostraron fotos de la masacre y, como todo el mundo, no pude evitar llorar. Los había ejecutado, no solo asesinado. Era horrible pensar que la persona que me había hecho reír por tanto tiempo era la misma persona que había hecho todo eso, que había sido capaz de torturar a tanta gente en un salón de eventos que había sabido bloquear y al que había metido un arma y un tipo de ácido con el que le arruinó el rostro a un par de personas. Creo que los odiaba más que a los otros.

 Sin embargo, seguí pensando en él, En parte porque sentía algo de culpa, pero también creía que en algún lado debía estar mi amigo. Cuando el juicio hizo un descanso por algunos meses, él me pidió que lo visitara y fue la única vez que lo vi en prisión. Tratamos de hablar como siempre, pero había una barrera enorme donde antes no había nada. De su parte y de mi parte había algo que nos bloqueaba. Le llevé un kit de limpieza personal y le deseé lo mejor.

 Por ese tiempo, me fui a vivir con mi novio y me pidió matrimonio. Yo dije que sí al instante porque él había sido una de las mejores personas conmigo. No solo me quería sino que de verdad le importaba como estuviera. Se preocupaba por mí. El juicio se reanudó y creo que Simón pudo ver mi anillo pero no pudimos hablar, nunca más. Lo condenaron a cuarenta sesenta años, la condena más alta.

 Yo lloré. Me daba vergüenza pero al fin y al cabo era como un hermano para mi y me dolía. Los periodistas me acosaron por mi reacción pero los mandé al diablo. Mi novio propuso que visitara a Simón al menos una vez antes del matrimonio. Que intentara reconectar, una última vez.

 Pedí que me pusieran en su lista de visitas pero nunca logré entrar a la cárcel. Solo una semana después de su condena, otro recluso lo apuñaló en la cafetería de la cárcel. Dijeron que era un tipo inestable, un loco que no debía estar allí. Pero estaba y así terminó la vida de Simón.


 Los periodistas me acosaron. Yo aproveché la boda para desaparecer, para perderme de todo. Pero tiempo después, decidí aceptar una de ellas. Dar mi versión de los hechos era lo correcto y no tenía porque pedir perdón ni sentirme mal por haber tenido un amigo que había caído en al oscuridad.

jueves, 26 de marzo de 2015

Familia

  Me dejé caer en mi cama, exhausto del día que había tenido. Mi cuerpo, por alguna razón, sentía mucho dolor aunque no había hecho ningún esfuerzo físico notable. Solo me sentía abatido y no quería moverme mucho. Sin ponerle mucha atención al asunto, me quité los zapatos y subí mejor a la cama, abrazando la almohada y quedándome dormido. Por suerte, no tuve ningún tipo de sueño, nada que me molestara. Fue hasta bien entrada la noche que desperté y me di cuenta que afuera estaba muy oscuro y que casi no había ruido. Cuando miré mi reloj, era pasada la medianoche.

 Sentado en la cama, no quería moverme pero mi estomago rugía y no tuve más remedio que ponerme de pie e ir a la cocina, donde calenté una de esas comidas para microondas. Era una lasaña de carne. Cuando estuvo lista, la puse sobre un plato, cogí un tenedor y un jugo de cajita de la nevera y me fui con todo a la cama de nuevo. Dejé la comida sobre la cobertor, me quité los pantalones y las medias y me senté en la cama. Cogí el portátil del suelo, donde lo había dejado al llegar, y puse un episodio de una serie que no había podido ver antes.

 Mi cena fue interrumpida entonces por el sonido de mi celular, que también estaba en algún lugar del suelo. Decidí no contestar y mejor dejarlo para después. Además, quien llama después de la medianoche? Podía ser una emergencia pero no había nadie que me llamara por esa razón, al menos no aquí. Entonces podía esperar. No quería saber de nada de ni nadie y mucho menos si resultaba ser algo relacionado con el trabajo. “Que se jodan”, pensé. Había estado todo el día haciendo de todo y no iba a cambiar mis horas de sueño por más de lo mismo.

 Terminé de ver el capitulo de la serie al mismo tiempo que terminaba la lasaña. Después dejé el plato de lado y, mientras tomaba el jugo, miré por la ventana. De verdad que era una muy bonita vista la que tenía de la ciudad. Por estar en un barrio construido sobre una ladera, el apartamento tenía una vista privilegiada. Se podían ver miles de apartamentos, casas e incluso algunos barcos allá lejos, en el mar. Cuando terminé el jugo, cogí el plato y el tenedor y los llevé a la cocina. Tiré a la basura la cajita del jugo y lavé todo. Entonces, de nuevo escuché el sonido del celular.

 Cuando volví al cuarto ya no se escuchaba más pero de todas maneras lo saqué de mi mochila que yacía en el suelo y miré quien me había llamado. El sonido de fastidio fue tan obvio cuando vi la pantalla, que a nadie le habría sorprendido verme tirar el celular justo ahí. Lo mejor era volver a dormir y terminar con un día tan malo. Me demoré un poco conciliando el sueño y tuve que recurrir a la lectura en el portátil para por fin tener algo de sueño. Por culpa de mi siesta anterior, esta vez el sueño fue pesado y no sentí haber descansado nada cuando me desperté al día siguiente.

 Lastimosamente, tenía que levantarme temprano para ir a clase y luego a trabajar, entonces no hubo manera de seguir tratando de dormir. De nuevo, cuando ya estaba por salir, el celular empezó a vibrar en mi bolsillo. Había tenido la buena idea de quitarle el sonido pero de todas maneras era estresante sentir que vibraba como loco. No, no iba a contestar. Para que me llamaba? Que tenía que decirme ahora? No, no más. Ya tenía demasiado con todo lo que se me venía encima como para echarle encima este problema, o mejor, molesto inconveniente.

 Cuando llegué a clase, por fortuna, pude distraerme con algunos conceptos interesantes que empezábamos a ver. Teorías e historias interesantes, que daban rienda suelta a la imaginación, que era lo que más me gustaba. De hecho todavía lo es pero ahora trato de que la imaginación no tome control del todo. Ya lo hice una vez y no resultó nada bien. La clase era larga pero pasó rápidamente. Apenas tuve tiempo de intercambiar algo de charla con mis compañeros y comer algo ligero antes de salir corriendo adonde estaba mi pequeño puesto de trabajo.

 La verdad era que no tenía un trabajo muy interesante. Básicamente estaba encargado de ordenar el constante lío de papeles y archivos y objetos que tenían un poco por todas partes. Había un archivista oficial en el lugar y ese era mi jefe, que parecía tener cosas mucho más interesantes que hacer, que ayudarme a clasificar miles y miles de documentos, cuyos montones parecían nunca cambiar de tamaño. Lo malo de todo es que nadie parecía apreciar mi trabajo y todos siempre sugerían que se debería organizar el archivo, como si eso no fuera lo que yo había estado haciendo.

 Es frustrante, siempre, hacer cosas y darse uno cuenta que nadie lo aprecia. No es que yo haga cosas para que los demás me noten pero sí estaría bien que la gente al menos reconociera mi esfuerzo. Pero en fin, son idiotas en todo caso. Así pasaba horas, desde el almuerzo hasta la hora de la cena, organizando documentos que la verdad era que a nadie le importaban. Los que más consultaban siempre habían estado bien organizados. Los demás, el mar de papel que faltaba por archivar, ese nadie venía a verlo. De pronto era precisamente por el desorden pero la verdad era que no importaba.

 Cuando pude salir de allí, por fin, caminé con rapidez al bar más cercano. Después de todo era viernes y mi cuerpo necesitaba relajarse bastante. Tomaría un par de copas más y luego me iría a casa, a dormir más de la cuenta, para despertarme tarde al otro día y hacer algo que me alegrara la vida. Pero no pude hacer nada de eso porque el teléfono empezó a vibrar de nuevo. Harto de todo contesté y lo primero que hice fue gritar.

-          - No me jodas más!

 Y colgué. Estaba harto de él, no quería saber nada ni de él ni del pasado ni de nada. Ya estaba harto del tema y este no era el mejor momento para hablar de nada de eso. Tomé dos vasos más de vodka con jugo de naranja y, cuando hube terminado el tercero, alguien me tocó la espalda y era él. Quería golpearlo en la cara pero me di cuenta que eso solo le serviría a él. Preferí darme la vuelta y pedir uno más antes de irme. Se sentó a mi lado y no dijo nada. No pidió un trago ni me miró, solo se quedó ahí mirando al vacío. Yo me tomé mi último trago a sorbos y cuando terminé me puse de pie pero entonces él me tomó del brazo y no tuve más remedio, pensé, que lanzarle mi puño a la cara.

 Su nariz pareció explotar, sangre por todos lados. Todos nos miraban. Contrario a lo que uno pensaría, él no respondió mi golpe sino que se quedó allí, mirándome mientras uno de los empleados del sitio le pasaba un trapo para limpiarse y detener la hemorragia. Me quisieron sacar pero les dije que no me tocaran y que ya me iba. Salí del lugar sin prisa, caminando lentamente e inhalando el frío aire de la noche. Tenía los ojos llorosos pero no me iba a dejar vencer por un recuerdo, por algo que ya había ocurrido y no había manera de arreglar o de olvidar. Él no tenía derecho de venir y cambiar mi vida.

 Cuando me di cuenta, había caminado tanto que tuve que detenerme. Traté de recordar para donde debía dirigirme para ir a casa pero entonces él apareció de nuevo. Tenía en la mano el pañuelo blanco ensangrentado con el que había tratado de sanar su nariz, que estaba visiblemente torcido. Ya no parecía tan tranquilo como antes de que lo golpeara. Me tenía rabia y yo a él. Por fin podía sentir que tenía una competencia a mi nivel, una rabia y un dolor igual que el mío.

-           - Deja de seguirme. – le dije.
-           - Porque no me dejas acercarme?
-           - No me interesa lo que quieras decirme.

 Me di la vuelta ya caminé hacia una estación de metro. Él me siguió, de nuevo en silencio. Ya en el andén del lugar, donde habían algunos otros pasajeros noctámbulos, se me acercó y me abrazó. Fue algo tan imprevisto, tan extraño, que al comienzo no lo rechacé. Sentía su calor y su gesto me lo hizo recordar todo. Entonces, ese dolor del pasado, me hizo empujarlo y mirarlo con mis ojos llenos de lágrimas. No podía aguantar más, tenía que dejarlo salir o podría morir.

 Se me acercó de nuevo y me abrazó como antes, como si él no hubiese sido el hermano de la persona que más había yo amado en el mundo sino como si fuera parte de mi familia. Lo apreté con fuerza porque no quería sentir que se alejaba, no quería dejar de sentir esa conexión que, mágicamente, parecía volver a mi. Esa persona ya no estaba pero su hermano sí y me amaba y yo a él porque compartíamos nuestro cariño con alguien más. Entendí entonces que por eso me acosaba, por eso me seguía e insistía.


 Él sabía, mucho antes que yo, que iba a necesitar de alguien para pasar este trago amargo de la vida. Y que mejor que la familia para ayudarme en este oscuro pero necesario viaje.