Mostrando las entradas con la etiqueta diseño. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta diseño. Mostrar todas las entradas

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Miércoles

   Su abrazo era todavía bastante apretado. Sus cuerpos desnudos estaban uno contra el otro y parecían ser piezas de un juego que encajaban a la perfección. Acababan de hacer el amor pero todavía les quedaba algo de energía para seguir dándose besos y sintiendo la piel del otro. Al rato se quedaron dormidos, así como estaban. Después se fueron acomodando en la cama para estar menos incómodos pero no se alejaron demasiado el uno del otro. El calor de sus cuerpos era ideal para soportar el frío de la mañana, que había cubierto de vaho la ventana de la habitación.

 El primero en despertarse fue Pedro. Tenía la costumbre, desde pequeño, de despertarse a las siete y media de la mañana. Nunca más temprano ni más tarde. El pequeño problema estaba en que hacía dos años no trabajaba en una oficina y podía despertarse a la hora que quisiera. Sin embargo, las viejas costumbres difícilmente mueren y despertarse temprano era una de ellas. No se puso nada de ropa para ir a la cocina y calentar el café y hacer un pan de tostadas. Otra cosa que no le gustaba era “desperdiciar” el tiempo haciendo el desayuno.

 Lo siguiente para él era comer en la sala mientras veía la televisión. Como su vida laboral iba marcada por su ritmo personal, Pedro no tenía necesidad de correr para ningún lado. Y como encima era tan temprano, pues podía decirse que se permitía tomarse todo el tiempo del mundo para cualquier cosa. Le gustaba ver el noticiero de la mañana para ver si algo más había ocurrido en el mundo tumultuoso en el que vivían. Por supuesto gente había muerto en algún lado, había guerra en otro y hambre en un país que conocía solo de nombre.

 Luego seguían las noticias de política, que solían ser las mismas todos los días. Las de deporte le interesaban un poco pues le gustaba el fútbol y lo practicaba cada que podía. Muchos fines de semana se reunía con sus amigos de infancia y jugaban un partido en una cancha alquilada. Era de césped artificial pero para el caso no importaba pues el punto era divertirse, comer algo y hablar tanto del presente como del pasado. A veces iban con sus respectivas parejas pero la verdad era que lo disfrutaban mucho más cuando eran solo los amigos.

 Cuando ya terminaba el noticiero, se iba desnudo como estaba al estudio y se sentaba entonces en su escritorio. Dependiendo del día se ponía a diseñar en el portátil o a terminar algún dibujo a mano que estuviera inconcluso. El trabajo que tenía era por pedido y le llegaba con frecuencia y bien remunerado pues cuando trabajaba había hecho excelentes contactos. Por eso ahora podía permitirse una vida más calmada con los mismos resultados laborales y hasta mejores. Ahora era su propio jefe y le iba mucho mejor que antes, se sentía más creativo como diseñador de interiores.

 Como a las nueve de la mañana se despertaba Daniel. Él era más bajito que Pedro y algo más ancho del cuerpo, sin decir que estuviera gordo ni nada así. De hecho siempre preguntaba si lo estaba pero Pedro le aseguraba que no era el caso. Pedro, por su parte, era bastante flaco. A diferencia de su pareja, Daniel sí trabajaba todos los días pero ese día precisamente era libre pues el restaurante donde era ayudante del chef estaba cerrado por inventario y afortunadamente no le tocaba hacer parte de esa tarea, al menos por esa ocasión.

 Sabía bien que lo habían dejado quedarse en casa porque le debían vacaciones, pero igual él las pediría completas pronto cuando se fueran con Pedro en Navidad a un viaje que habían planeado hacía mucho tiempo a Hawái. Era un destino que ambos morían por conocer y podían permitirse el dinero y el tiempo para por fin ir y conocer de primera mano todas esas hermosas playas, practicar surf, comer mariscos, quedarse en un buen hotel, pasear por las montañas y volcanes y descubrir todo lo que no supieran de esas islas.

 Daniel se sirvió jugo de naranja. El café no era de su gusto personal, salvo el olor que le encantaba. Su desayuno era un poco más elaborado que el de Pedro pero tampoco mucho más: cortaba algo de fruta y aparte untaba mermelada de arándanos a un par de tortitas de maíz. Normalmente le daba mucha hambre en la mañana. O, mejor dicho, le daba hambre durante todo el día. De pronto por eso era cocinero, pues desde siempre le había gustado la comida y prepararla. Desde pequeño les hacía postres e incluso cenas a su familia y ellos siempre lo apoyaron en su sueño.

 Se sentó en el sofá de la sala y, mientras comía su desayuno, veía dibujos animados. Le gustaba tener una buena razón para despertarse bien en la mañana y los dibujos animados siempre servían para eso. Para noticias las leía en internet a lo largo del día, no era su intención ver tristezas desde primera hora de la mañana. Comía despacio, disfrutando cada bocado mientras miraba las travesuras del gato y el ratón. Aprovechaba que no fuera una mañana normal, de esas en que tenía que apurarse y a veces ni tiempo para despedirse había.

 Terminado el desayuno iba a un pequeño cuartito que había al lado del baño, como un depósito, y de ahí sacaba uno de esos tapetes de yoga para hacer ejercicio. Hacia una rutina con ejercicios varios durante media hora. Para eso se ponía ropa apropiada pues ejercitarse desnudo podía ser bastante incómodo. Normalmente se ejercitaba de noche pero como era un día diferente pues aprovechó para hacerlo más temprano. Después de terminar, guardó el tapete y se dirigió a la habitación principal.

 Mejor dicho, entró al baño y se quitó su ropa deportiva. Abrió la llave de la ducha y dejó que el agua calentara por unos segundos. Ese tiempo era suficiente para untar de crema dental su cepillo. En la ducha se cepillaba los dientes y luego se enjabonaba el cuerpo, disfrutando el agua tibia. Se sentía muy rico y podía disfrutar de una ducha bien dada y no como le pasaba casi todos los días, en los que debía ducharse en cinco minutos y no importaba si el agua salía fría o caliente. Era algo a lo que se había acostumbrado y por eso ese día lo disfrutaba tanto.

 Pegó un ligero salto cuando, distraído por estar echándose champú en el pelo, sintió una mano en su cintura. Se lavó el pelo con rapidez y entonces se dio cuenta que era Pedro. Se besaron un rato, abrazados bajo la lluvia de la ducha. Después uno le pasó el jabón por el cuerpo al otro y terminaron haciendo el amor de nuevo allí mismo. En total, estuvieron en la ducha por una media hora. Era mucha más agua de la que se permitían gastar normalmente pero es que el día casi pedía que pasaran cosas así, diferentes a la rutina.

 Se limpiaron bien y luego salieron al mismo tiempo. Se secaron en la habitación, dándose besos y sin decir ni una palabra. La verdad era que llevaban tres años viviendo juntos y podían decir que el último año había sido el mejor para los dos. No solo Pedro había dejado por completo el trabajo de oficina, sino que Daniel había empezado a hacer lo que en verdad le gustaba en el trabajo y eso era la repostería. Llevaba años cocinando ensaladas y carnes y un sinfín de cosas pero ahora por fin estaba haciendo lo que en verdad le gustaba.

 Ese bienestar personal se traducía en una vida de pareja mucho mejor. Las peleas habían quedado atrás al igual que las confrontaciones por dinero o las tensiones causadas por razones que ahora les parecerían verdaderamente idiotas. Ahora no era raro que hiciesen el amor todo los días, que se besaran en silencio, sin decir nada. Cuando ya tuvieron la ropa puesta, Daniel le dijo a Pedro que cocinaría el almuerzo del día. Pedro dijo que compraría algunas películas por internet para ver más tarde. La idea era hacer de ese un día especial.


 Lo raro de todo era que solo era un miércoles, clavado allí a la mitad de la semana. Los dos días anteriores y los dos días después serían iguales que siempre, con trabajo, llegar tarde, no verse ni hablarse casi en el día. Solo el fin de semana era un descanso y a veces ni eso porque debían hacer ciertas vueltas esos días o visitar a sus familias. Ese miércoles era tan importante por eso mismo, porque era como una joya que no podían permitirse perder. Era su día para celebrar quienes eran juntos y por separado.

lunes, 19 de enero de 2015

Matrioskas

   Su obsesión bordaba en lo insano. Era realmente extraño ver como lo único que miraba en internet era fotos de más y más muñecas rusas para comprar, en vez de hacer lo que toda chica de su edad: hablar con chicos, subir fotos, compartir cosas, ... Pero no, a ella no le interesa en nada conocer a un chico. Cuando sus amigas hablando de novios o sexo, ella mágicamente desaparecía, a veces para ir al baño, otras para irse a su casa sin despedirse.

 Cualquiera que la conociera, y la verdad era que no mucha gente la conocía en profundidad, sabía que su obsesión con las muñecas rusas, llamadas mamushkas o matrioskas, había nacido de un solo set de muñecas que había pertenecido a su madre. Y ahí era donde se complicaban las cosas: su madre siempre había cuidado que Rania (como se llamaba la chica) tuviera la mejor educación y todo lo necesario para una juventud igual que la de cualquier otra niña. El problema era que la madre jamás había estado físicamente o, al menos, no lo normal.

 Resultaba que la mujer era escritora de viajes. Escribía para varios periódicos, revistas y guías de viajero. Era fascinante oírla hablar de sus viajes, de las diferentes culturas y de todas las personas que había conocido en años de aventuras por el mundo. Se sabía de memoria varios de los callejones de Mumbai, se sabía de memoria en que orden iban los edificios y las tiendas en los Campos Elíseos, conocía el mejor restaurante de sushi en Tokio y el mejor rincón para tomar fotos del Castillo de Chapultepec. Todos quienes la conocían la admiraban y hubieran querido ser ella, con tanto que hacer y tanto que mostrar y decir.

 Solo Rania sabía que tener una madre así, no servía de mucho. Sí, le traía (o más frecuentemente le enviaba por correo) hermosos regalos de varias partes del mundo. Tanto ropa como comida, pasando por aparatos de última tecnología y chucherías sin importancia que ella pensaba que le gustarían a su hija. Pero como iba a saber lo que le gustaba si muy pocas veces estaba en casa? Y cuando lo estaba, iba de arriba a abajo de la casa, visiblemente desesperada de tener que quedarse en un mismo sitio más de unos pocos días. Era como ver un tigre enjaulado, pensaba Rania. Y ella sabía, no muy dentro sino muy en la superficie, que su madre no la quería.

 Esto era fácil de ver. La mayoría de familiares que tenía Rania, tías y tíos y su abuela, se habían dado cuenta de ello y por eso eran ellos que cuidaban de ella. Fue su abuela que, cuando era muy pequeña, la puso a jugar con el set de muñecas rusas, traídas por su madre de la ciudad de Kazan. Los dibujos que había sobre las muñecas eran hermosos, delicados y sorprendentes. Su madre nunca la hubiera dejado jugar con ellas pero, como nunca estaba, Rania hacía que desde la más grande a las más pequeñas de las matrioskas desempeñaran un papel en sus juegos.

 Y así creció Rania, con las muñecas como su única verdadera compañía y sin extrañar a su madre que prefería estar escalando alguna montaña en algún lado o probando alguna comida rara a medio mundo de distancia. Solo a veces pensaba en ella, sobre todo cuando se sentía más sola y vulnerable. Pensaba que su madre bien podría haber tenido muchos maridos o una familia en otra parte y ella nunca se enteraría. Lo peor de todo era que no la conocía lo suficiente para saber si la mujer que la había engendrado era capaz de algo como eso.

 Incluso, alguna vez mientras miraba muñecas para comprar en una pequeña tienda de antigüedades, pensó que bien podría no ser hija de la mujer que le habían dicho era su madre. A ella no le constaba nada, aunque tampoco la hacía feliz el prospecto. Si no era su madre, debía agradecerle por la inversión que había hecho en ella. Después de todo le había comprado muchas cosas a lo largo de su vida, le había dado un hogar y educación. Pero también querría decir que alguien la había dado a esa mujer para que la cuidara. Mejor dicho, no habría una sino dos mujeres a las que no le interesarían verla. Ese pensamiento, le partía el corazón.

 A los doce años compró su segundo set de muñecas, mucho menos bonitas que las primeras pero apreciadas porque eran las primeras que ella había comprado con su propio dinero. Y así pasó el tiempo y compró más y más hasta que tuvo que convertir un closet que nadie usaba en su casa en estantería para poner los grupos de matrioskas que crecían a un ritmo acelerado. Sin embargo, nadie se preocupó ni dijo nunca nada respecto a esta particular obsesión. Su abuela, erróneamente, creía que se trataba de una manera de estar cerca de su madre. Era más bien reemplazar una cosa con otra. No era más que eso.

 Cuando llegó la hora de entrar a la universidad, pagada a distancia por su madre por supuesto, ella decidió estudiar diseño gráfico. Su sueño era diseñar más de las muñecas que tanto le gustaban, con nuevos rostros y colores y diferentes atuendos y accesorios. Quería que todo el mundo las amara igual que ella o más. Pero sus compañeras pensaban que una obsesión así era muy extraña, sobre todo para una joven ya mayor de edad. Muchos se burlaban de ella a sus espaldas y otros simplemente ignoraban ese detalle de su personalidad. La verdad era que Rania podía ser bastante simpática si se sabía como hablar con ella.

 De hecho, su mejor amiga Lina, una de las pocas, le compró un set de muñecas rusas pero pintadas como varios personajes de una popular película de ciencia ficción. A Rania le fascinó el regalo y aún más la idea de hacer de las muñecas algo más popular a través de elementos que todo conociera. Así que ideó algo más original y lo presentó como su trabajo de tesis: era seis grupos, cada uno con cinco muñecas. Cada grupo representaba un continente diferente y cada muñeca vestía como las mujeres que vivían allí. Representaba mujeres de ciudad como las de campo. Fue un trabajo arduo pero le valió varios elogios y las mejores notas que pudiera obtener.

 Rania no volvió a ver a su madre después de cumplir los 25 años. Para que ver a una mujer que no conocía, y que simplemente nunca le había preguntado como estaba o que sentía? Lo único que hizo fue comunicarse con ella por correo electrónico y por esa vía agradecerle todo lo que había hecho por ella y que ella le pagaría de vuelta, al menos parte de lo invertido. Resulta que Rania abrió una tienda en la que solo vendía muñecas pero del tipo que los clientes quisieran: a veces pedían que dibujaran a sus familias, otras veces algunos personajes que les gustaran o simplemente compraban de la selección que ella diseñaba.

 La mujer, su madre, jamás respondió y Rania no insistió. Prosperó con su negocio y, poco a poco, empezó a ser más abierta con quienes conocía y con los pocos amigos que tenía. Lo que más le gustaba era quedarse solo un rato en la tienda después de cerrar y darse cuenta como esas muñecas habían sido su salvación. Podía haber sido resentida con todo, odiar a su madre, detestar la vida como tal. Pero no. Rania no era así.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Superior

En 2157, terminó la represión contra quienes habían nacido en laboratorios. Los niños producidos en esos lugares era los preferidos por todos los padres de familia, ya que con la ayuda de la ciencia podían ser seres sin ninguna enfermedad ni defecto físico alguno e incluso algunas deficiencias mentales podían ser solucionadas con un simple programa para predecir cualquier anomalía.

Pero eso había terminado cuando muchos de esos niños, ya adultos, habían probado ser algo más que humanos. La manipulación genética los había convertido en hombres y mujeres excepcionales, capaces de cosas que ningún ser humano podía hacer, hasta ese momento.

Habían sido ideales para el viaje espacial, que había avanzado sorprendentemente en los últimos años, ya que podían resistir por más tiempo las duras condiciones a las que debían estar sometidos los astronautas. Ellos aguantaban más, eran más hábiles con sus manos, más rápidos y, sin duda, más inteligentes.

De hecho, esa fue la razón para su casi extinción. Surgieron rápidamente grupos extremistas que buscaban destruir todos los laboratorios y a todos quienes habían sido creados allí. Incluso fueron asesinados muchos de los padres que habían solicitado el servicio, que solo buscaban hijas e hijas y resultaron, sin saberlo, creando criaturas que se podrían salir fácilmente de sus manos.

En 2150, tras la celebración de los cuarenta años del programa de diseño genético, fue cuando todo explotó. Asesinatos, atentados terroristas, secuestros,... crímenes horribles una y otra vez. Todavía había guerras en el mundo, por supuesto, pero todas pararon por unos días dada la barbarie de aquellos que estaban en contra de la ciencia. Y entonces las guerras se rediseñaron y todas contemplaban, de una manera u otra, la extinción de aquellos seres fabricados.

Siete años después, se daba por terminada la búsqueda de los seres superiores. Los gobiernos habían convenido que aún si todavía existían seres especiales vivos, los dejarían para que murieran en paz si no se metían con la humanidad.

Por supuesto, esta humanidad de un alto en muchos aspectos. Las colonias en otros planetas dejaron de existir. Solo en la Luna seguían viviendo terrestres. El viaje espacial solo se usaba para lo útil, como la minería, y ya no para buscar respuestas a preguntas que la mayoría no hacían.

Uno de los seres especiales que quedaban era Croma. Ese nombre venía de "cromosoma", estructura esencial en el manejo del ADN. Sus padres habían acudido a los mejores médicos genetistas ya que querían que su primer hijo fuera un ejemplo de todo lo que consideraban ideal. Ellos eran gente de mucho dinero, que podía costear el proceso y que no temían a lo que la gente dijera. Sobra decir que la pareja podía tener hijos de manera natural pero no lo deseaban así, al menos no para el primero, ya que él sería quien tendría todo el control en un futuro y lo querían perfecto.

Esa palabra sonaba varias veces en los corredores de laboratorios todos los días. Era lo que querían los padres: "perfección". Claro que esta perfección, era diferente para cada persona, incluso el concepto difería entre una misma pareja de esposos. Pero los científicos les daban tiempo y consejo y, al final, siempre llegaban a acuerdos.

Croma tenía los ojos de color azul eléctrico, para infundir temor. Había sido diseñado para tener un cuerpo ideal, de 1,85 de estatura, masa corporal ideal, músculos desarrollados e incluso un órgano sexual atractivo en tamaño y aspecto para cuando tuviera que procrear, si se decidía por el modo biológico cuando fuera mayor.
En cuanto a su mente, sería hábil con los números y todo tipo de organización. Sería pulcro, serio, elegante, encantador y severo.

Y así nació Croma. Pero los resultados siempre diferían ligeramente del diseño original. Siempre había exactamente una cosa que fallaba. En el caso de Croma fue su esperma. Era estéril desde que nació y no había nada que pudiese solucionarlo. Sus padres nunca lo supieron. Murieron en un atentado terrorista del grupo Amigos de la Naturaleza. Secuestraron un avión donde solo viajaban millonarios y lo hicieron estrellar contra el mar, con todo el mundo viendo. Era su manera de imponer su visión del mundo y ciertamente caló hondo en la gente común y corriente.

Desde ese momento, Croma quiso vengarse pero no hubo tiempo para ello ya que la guerra contra los seres especiales estalló y tuvo que escapar.

Algunos de ellos lucharon en grupos o se ayudaron para escapar de la muerte pero otros eligieron encontrar su propio camino. Croma fue de los últimos. Con su inteligencia, vivió la guerra aislado y disfrazado en un desierto remoto. La gente del poblado más cercano lo llamaba "El espíritu de la montaña" ya que no estaban seguros de si era real o no. Él construyó una casita allí y vivió alejado hasta que la amnistía llegó. Ese día Croma tenía casi treinta años de edad y sabía cual era el siguiente paso.

Se infiltró en el programa de minería en la Luna y trató, con mucho éxito, de ser un humano igual que los demás, promedio. Era bueno pero no demasiado. Ocultaba sus ojos con lentes y su belleza la atribuía a su madre, de la que no hablaba más sino eso. Y nadie preguntaba ni decía nada. Muchos sospecharon, eso está claro. Pero nadie lo detuvo nunca ni lo expulsaron del programa.

En 2160 llevaba tres años trabajando en las minas de titanio de la Luna cuando escuchó rumores en la base en la que trabajaba: algunos mineros decían que en la Tierra, había estallado una revolución. El chisme no era más que eso, pero era intrigante. La comunicación con el planeta no era permanente por razones de seguridad y presupuesto pero siempre había televisión el primer día del mes. Pero nada fue anunciado. Hablaban de escasez de agua en un país y de maíz en otro, pero nada más.

Siguieron trabajando como siempre, en las minas y con trajes especiales incomodos. Croma a veces pensaba en el futuro que sus padres habían diseñado para él y sonría sin que nadie lo viera. Su presente no podía ser más distinto de aquello y la verdad era que no le molestaba. De adolescente, había tenido problemas aceptando quien era pero ya no había más remedio sino existir.

Pasados cuatro meses, todos en la base se reunían para ver las noticias del mes. Nadie esperaba nada y nada fue lo que recibieron. Notas tontas de celebraciones por la Navidad y poco más. Pero a la mitad del reportaje en vivo desde la Tierra, la emisión fue suspendida y la señal claramente intervenida. En la gran pantalla en la que veían las noticias, estaba la cara de una joven guapa, como modelo de revista. Tenía el pelo sucio y desordenado y se veía detrás de ella un cohete.

Era la Resistencia Superior, o así se hacían llamar. Anunciaban la toma de instalaciones militares estratégicas en América del Sur y con ellas, de un cohete y un modulo espacial con capacidad para llegar a la Luna, donde planeaban establecer una colonia exclusiva para seres superiores. Invitaron entonces a todos los que habían escapado de la masacre a estar a la expectativa, ya que demandarían una nación para ellos en el satélite terrestre.

La comunicación se cortó y volvió a aparecer la imagen del presentador de siempre, muy confundido, pero retomando la aburrida información de antes.

Cuando terminó la sesión, todos fueron a trabajar pero sabían lo que venía hacia ellos. Dudaban que los terrestres hicieran algo en contra de los superiores, si estos en verdad querían solo estar alejados y en paz. Pero nunca se sabía.

Croma pensó en ello todo el tiempo en la mina. Se quedaría con la vida que había hecho para si mismo o iría con gente como él donde podría ser, tal vez, quien siempre debió haber sido?