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viernes, 13 de enero de 2017

Se necesita

   No había trabajo en ningún lado o tal vez era simplemente que no querían contratarlo. El punto era que Nicolás había estado buscando editoriales por mucho tiempo, enviando su información personal y esperando, cruzando los dedos, para que algún puesto de trabajo apareciera para él. La verdad era que no se podía poner exigente y, con tal de que hubiese un salario estable, no le importaba cual fuese el puesto a ocupar. Mensajero o asistente, limpiador o casi pasante, cualquier cosa con una paga vendría bien.

 Se había empeñado en estudiar literatura, a pesar de que sus padres habían estado siempre en contra. Le pagaron los estudios pero casi pensando que tendrían que pagar de nuevo cuando se dignara a estudiar algo que valiera la pena y que lo ayudara a salir adelante. La pasión de Nicolás eran las letras y no había nada más que lo llenara tanto como escribir o leer, eran sus dos cosas favoritas y, cuando no estaba desesperadamente buscando trabajo, eso era lo que hacía donde sea que se encontrara.

 Pero ya habían pasado meses y nadie le ofrecía trabajo ni le ponían atención para los pocos que de hecho ofrecían. También envió manuscritos, pidiendo dinero a sus padres para los envíos, y tampoco había dado frutos. Cada día se sentía peor, cada día sentía que se convertía más en un chiste y no en un adulto hecho y derecho. Se sentía destruido y a punto del colapso nervioso. Nadie lo presionaba, ni siquiera sus padres, pero la presión que él mismo ejercía sobre su situación era apabullante.

 Un día, decidió enviar su hoja de vida a miles de otros lugares. Eran correos de tiendas, cafeterías, constructoras, inmobiliarias, restaurantes y muchos otros lugares. Estaba tan cansado de esperar que ya no guardaba esperanzas de cumplir su sueño de ser un escritor reconocido. Ahora lo único que quería era trabajar y poder dejar de sentirse como una alimaña, como un ser que vive de los demás sin dar nada a cambio. Mejor dicho, como un virus que no aporta nada a nadie.

 Fue una semana después de esa intensa tarde frente al portátil cuando, navegando entre una enorme cantidad de correos electrónicos de rechazo, encontró uno de un lugar en el que le ofrecían trabajo y al mismo tiempo le garantizaban la publicación de una de sus obras. La editorial parecía ser pequeña porque no había mucha información en internet. Y el nombre de la tienda tampoco generaba mucho en los buscadores. Era como si fuera un gran misterio, uno que él estaba dispuesto a resolver, pues no perdía nada al atender ese extraño correo.

 Llamó al número que le proporcionaban. Al otro lado de la línea le contesto una joven, una chica que por su voz parecía ser más joven que él. Le dio los detalles de la tienda y acordaron verse al otro día, en la tarde. La dirección no fue difícil de encontrar, era en medio de una zona comercial bastante reconocida aunque un tanto venida a menos en comparación a otros lugares mucho más populares de la ciudad. Esa zona era de edificios viejos y marquesinas con tipos de letra ya pasados de moda.

 La tienda estaba en un desnivel, inferior al nivel de la calle. No tenía ningún letrero y cuando Nicolás verificó la dirección, se dio cuenta de que no había cometido ningún error. Así que había la posibilidad de que le hubiesen hecho una broma o de que se estuviera metiendo en algo que no entendía muy bien. El caso es que la tienda era una de artículos para adultos, con juguetes sexuales en la vitrina, disfraces y una larga hilera de películas en el fondo del local que se podía ver desde el exterior.

 Como no reaccionaba por su sorpresa, una chica de unos dieciséis años que estaba en el mostrador de la caja se acercó a él y le preguntó si era Nicolás. Su voz era como de alguien harto de todo y no parecía muy entusiasmada de ser la que tuviera que recibir a la clientela, muchos menos a gente que no venía a comprar nada. Le pidió que la siguiera y Nicolás se movió automáticamente, sin saber que decir o hacer. Cuando se dio cuenta, estaba frente a la hilera de películas, esperando al lado de una puerta de color rojo.

 Al lado de la puerta había una cortina. A través de ella salió de repente un hombre alto, bastante bien parecido, con barba de varios días. Apenas miró a Nicolás al salir. Después salió otro, estaba vez un hombre de uno sesenta años que sonreía tontamente. Dos hombres más salieron y otro más entró a través de la cortina mientras Nicolás esperaba por el dueño de la tienda. La chica había vuelto a la caja, donde leía una revista sin cambiar su cara de aburrimiento permanente.

 Cuando por fin se abrió la puerta, Nicolás se sorprendió al ver salir a una mujer y no un hombre. Resultaba que el dueño original del negocio era su marido pero él había muerto hacía poco y ahora era ella la encargada de mantener la tienda a flote. Su nombre era Teresa y le dio un apretón fuerte a Nicolás, que lo sintió como un choque eléctrico. La mujer soltó una carcajada y le dijo a Nicolás que siguiera a su oficina. Lo primero que le dijo era que sentía mucho si se había sorprendido con la naturaleza del negocio pero que ella había redactado mal por estar pensando en otra cosa.

 El trabajo que le ofrecían a Nicolás era simple: atender la tienda a tiempo completo pues la hija de la dueña debía empezar pronto la universidad y ya no tendría tiempo de trabajar. Se necesitaba trabajar en la caja, organizar las cuentas, ordenar los productos y hacer inventario, todo lo usual que se hacía en una tienda. Nicolás no dijo nada hasta que Teresa lo miró un poco asustada, pues no había dicho ni una palabra desde que había entrado. Lo primero que dijo fue “no tengo experiencia”.

 Otra carcajada de la mujer. Le aclaró que eso no importaba pues no era algo demasiado difícil de hacer. Solo era llevar cuentas y saber organizar y cobrar por cosas, nada muy extraño. Nicolás preguntó por la cortina y la mujer le explicó que había cabinas de video pero los hombres pagaban a una máquina así que no había necesidad de hacer nada con ello, excepto dejar entrar a la mujer que limpiaba al final del día. Nicolás asintió y preguntó por fin lo que le daba más curiosidad: la publicación de su escrito.

 Fue entonces que Teresa sonrió amablemente y miró hacia un punto detrás de Nicolás. Él se dio la vuelta y pudo ver una fotografía bastante grande en la que había solo dos personas: una era obviamente la mujer que tenía adelante pero varios años más joven. Y el otro era un hombre guapo, de barba bien perfilada y ojos claros. Ella explicó que era sus esposo, un amante del arte en general  que siempre había estado obsesionado con ayudar a otros artistas a salir adelante como fuera.

 Por esa razón había creado una pequeña editorial, algo casi casero, en donde pudiese publicar pequeños libros de poesía, literatura, fotografía o cine. Los temas eran diversos y Teresa le dijo que muchos artistas habían recibido esa ayuda de su marido y que así habían empezado a ser reconocidos en el circulo de las artes. Era una ayuda pequeña porque no eran una editorial reconocida pero la hacían con todo el amor posible. Eso era lo que le ofrecía Teresa a Nicolás, fuera del salario normal.


 El chico no se lo pensó dos veces. Pronto tendría treinta años y era mejor tener algo que no tener nada. Sus sueños podían esperar. Publicar algo pequeño con desconocidos era mejor que nada y de paso podría usar el dinero por atender la tienda para mejorar muchos aspectos de su vida que necesitaban un ayuda urgente. Aceptó el trabajo y ese mismo día acordaron verse dos días después para el papeleo. A la semana siguiente ya estaba detrás del mostrador, ayudando a clientes de todo tipo, dándole a su cerebro miles e historias nuevas para la publicación que se acercaba.

martes, 27 de enero de 2015

Literatura

   La habitación del hotel era hermosa, mejor de lo que Tomás hubiera esperado. Y no es que esperara algo particularmente malo o siniestro sino que siempre pensaba que su agente no tenía ni la más remota idea en cuanto a hoteles se trataba. Ya le había ocurrido, en París y en Los Ángeles, que había encontrado con que el hotel que había elegido su encargada era peor que un nido de ratas. Pero bueno, la gente aprende de sus errores y esta era sin duda la prueba.

 Desde su habitación, Tomás podía ver la cordillera de los Andes extendiéndose no muy lejos de él. No podían ser más de cincuenta kilómetros que lo separaran de las nieves ya casi no tan perpetuas de los Andes chilenos. No sabía de que lado quedaba el Aconcagua pero seguramente no estaría lejos. Siempre había querido ser uno de esos grandes aventureros pero su cuerpo y su energía no eran los necesarios para una persona que necesitara  estar de un lado para otro, caminando sobre agua, piedras y demás.

 Sonrió solo, pensando que por ponerse a caminar un par de kilómetros ya le salían cosas en los pies. Ciertamente no podría aguantar un ascenso duro. Además aquello de acampar no era algo que le agradara mucho: el solo pensamiento de dormir en un espacio pequeño con otras personas y no poder bañarse en más de dos días, se le hacía horrible. Si algo tenía de bueno la civilización, eran los baños. Y él no cambiaba un baño bien equipado por nada del mundo.

 Después de pasearse fascinado por toda la habitación, Tomás decidió cambiarse y salir a dar una vuelta por los alrededores. Mónica, su asistente, lo había llamado para decirle que hoy no habría nada más sino una cena a eso de las nueve de la noche en el hotel así que tenía prácticamente cinco horas para hacer lo que quisiera. Y la verdad era que, aunque el vuelo había sido largo, no estaba cansado. Al salir del lobby lo golpeó un viento frío, seguramente proveniente de la montaña. Se contentó al recordar que había empacado ropa para el invierno, que ya estaba por entrar a la región.

 Al caminar por la avenida que tenía enfrente, Tomás hizo una nota mental para agradecerle a Mónica y a su agente del perfecto trabajo que habían hecho eligiendo el hotel: los andenes eran amplios, había mucho comercio y árboles. No había mucho tráfico tampoco. Será que su libro era tan exitoso como para pagar una buena ubicación? Esto pensó el escritor mientras caminaba sin rumbo. Era posible. Al libro no le había ido del todo mal y siempre podían haber sorpresas, especialmente después de dos fracasos con la critica.

 Habían sido voraces. Esa era la palabra. Se habían comportado como hienas sedientas de sangre y, al parecer, Tomás había sido elegido como su próxima víctima.  En esos largos y tediosos artículos de critica literaria, hablaban de cómo su estilo de escritura dañaba las bases de la literatura castellana y no sé que más tonterías. El escritor solo pensó, sin decirle a nadie, que esos viejos estaban demasiado bien amarrados al pasado y tenían problemas viendo que las cosas ya no eran como hacía cincuenta años.

 El escritor levantó la cabeza y vio que estaba en un cruce de semáforo. En frente tenía un gran edificio de vidrio pero no parecía haber nada más allá así que giró a la izquierda y siguió su paseo por una pequeña avenida, esta sí más transitada. La gente parecía querer protegerse del viento y muy pocos estaban manteniendo conversaciones con alguien más. Era sorprendente, pero no había gente ni hablando por teléfono móvil.

 Esos viejos, anacrónicos y sin importancia ya, lo habían desechó en más de un par de publicaciones. Incluso, en televisión, leían párrafos de sus obras y se burlaban, como si fuera su juego preferido. Era horrible, recordó Tomás. Era miserable y se sentía aún peor que eso. Como era posible que la gente fuera así? Porque no solo fueron esos dos viejos horribles sino que todo el que leía, como buena sociedad consumista, creía en lo que veía impreso en toda publicación. Era deprimente ver como gente que por algún milagro de la vida podía leer, se burlaba de su obra como si fueran conocedores intachables.

 Tomás llegó entonces a otro cruce y, del otro lado, vio un enorme edificio o, mejor, era un conjunto de edificios. El principal parecía tener la forma de un cuadrado enorme y era, sin lugar a dudas, un centro comercial. Pero una esquina estaba uno de los edificios más altos que él hubiese visto. O sería que había visto más altos? Probablemente. Pero el pensar y reflexionar hacía que cosas así, se vieran diferente.

 Lo primero que hizo después de cruzar fue comprar un café bien caliente en una popular cafetería y luego se puso a caminar por todo el centro comercial. Mónica le había mencionado que tendría una firma de libros en un centro comercial. Sería este? Había mucha gente por todos lados y todo tipo de tiendas. Sin duda sería un excelente lugar para lanzar su nueva publicación. Era una historia de ficción histórica, basada en las experiencias de los prisioneros homosexuales en los campos de concentración nazi. No era un tema que llamara mucho la atención pero Tomás lo había encontrado fascinante.

 Precisamente investigando para este nuevo libro había podido viajar a la ciudad de Cracovia. El viaje lo había pagado él de sus ahorros y había ido solo. No quería que nadie interrumpiera la experiencia. Era casi como ir al Vaticano, algo que tenía que hacer con el más profundo respeto. Sin embargo, algo le pasó que no tenía nada que ver con su investigación. En una pequeña librería cerca del museo del campo, Tomás se puso a hojear una que otra publicación. Le gustaba tener algo ligero para leer en sus viajes y ya estaba cansado de los que tenía en su portátil.

 De repente una joven mujer, mirando libros en la misma parte que él estaba, se puso a hablar en un tono más alto de lo normal con un amiga con la que venía. Seguramente era polaco porque Tomás no entendía ni media palabra de lo que decían. Alguna idea tenía del alemán o del ruso pero lo que hablaban, estaba casi seguro, no era ninguno de esos dos. Se sonrojó cuando se dio cuenta de que la chica que más hablaba lo miraba a él y, sutilmente, lo señalaba. Tomás trató de no fijarse pero era casi imposible: la librería estaba todo menos abarrotada.

  Entonces las dos chicas se le acercaron y con una sonrisa le preguntaron:

-       Tomás Grosez?
-       Gómez, sí.

 Las chicas rieron y entonces una de ellas sacó un usado libro del interior del abrigo que tenía puesto. Para sorpresa de Tomás, el libro era una de las noveles que habían sido duramente criticadas hasta hacía poco. Ver una copia le hacia doler un poco la cabeza. En menos de un segundo, pensó que las chicas estaban riendo porque habían conocido al autor un libro especialmente pésimo y criticado por todos. Seguramente le pedirían que lo firmara para tener una prueba de que habían conocido al atroz escritor.

-       Ex darme libro. Yo gustar mucho tu.

 Las dos chicas rieron de nuevo.

-       Tu escribe firma?

 Y le estiró el libro a Tomás que lo tomó, lo firmó robóticamente y les dio a las chicas una sonrisa atontada. Entonces, cuando ellas parecían irse, el escritor les preguntó si en verdad les había gustado el libro. Tuvieron que comunicarse en inglés para entender mejor pero, en resumidas cuentas, la chica que tenía el libro decía que se había identificado con el personaje que él había creado: era una mujer que iniciaba decida y luego se veía derrotada por la vida. La chica decía que el libro la había ayudado a no decaer y a seguir adelante.

 Cuando se dio cuenta donde estaba, Tomás sonrió sorprendido. Mientras pensaba en la lectora agradecida que le había dado un impulso a su ambición de ser un mejor escritor, sus pies lo habían paseado por todo el centro comercial hasta que quedó frente a una librería. En efecto, era allí donde presentaría su libro. Había afiches en la entrada al sitio y algunas copias ya estaban siendo vendidas. Tomás sonrió. No había nada como ver su nombre en la tapa de un libro que esperaba ser comprado. Y se alegró aún más cuando un joven, de la mano de otro joven, compró una copia para cada uno.


 De vuelta en el hotel, cambiándose a una vestimenta más apropiada para cenar con gente de una editorial, Tomás pensó que era un hombre muy afortunado. El ser bueno o malo en algo no era el punto. El punto era intentar hacer lo que más le gustaba y disfrutar de cada ganancia, como la hermosa vista del atardecer que estaba viendo desde su habitación.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Solo

Que pereza da levantarse. No quiero... La cama está calientita y huele muy rico. Es como tener un nido especial para mi solo y no pretendo compartirlo con nadie nunca. Sonrío al pensarlo pero esto hace que se me abran los ojos y note que ya es de día. De hecho, parece ser mediodía.

Con cara de aburrido, pongo los dos pies en el suelo y me limpio un poco la cara, tratando de quitarme los últimos trazos de sueño que tengo en el cuerpo. Estiro los brazos y me pongo de pie.

Como siempre, bajo a la cocina y me sirvo algo de jugo de naranja. Miro hacia la sala de estar y veo que no hay nadie. Olvidé ver si mamá ya está despierta. Debe estar cansada después del día de ayer...
Saco algo de pan de la alacena y me hago un sándwich con jamón y queso.

Lo llevo todo a la sala y enciendo el televisor pero el aparato no capta ninguna señal. Deben ser esos idiotas del servicio de televisión que a cada rato estropean la señal, disque arreglando redes y cosas de esas.

Apago el aparato y como mi desayuno en silencio. Mi madre todavía no baja de su cuarto y estoy aburrido. Subo a mi cuarto, después de lavar la loza, y abro el computador portátil. El aparato no recibe señal de internet y decido apagarlo antes de gastar la batería.

No es tan poco común que no funcione ni el internet ni la televisión. Cojo el teléfono de mi cuarto y confirmo que tampoco funciona. Siendo la misma empresa la encargada de proveer todos esos servicios, ya ha pasado en varias ocasiones que todo se daña y hay que esperar varios días para que se restablezca el servicio.

Salgo de mi cuarto y decido bañarme. Al menos el agua parece funcionar correctamente pero no así el calentador. Como el clima no es tan frío como otros días, me ducho rápidamente con agua bastante fría. Esto me ayuda a despertar aún más y a empezar a planear el día.

Mi padre y mis hermanos deben estar en sus trabajos. Yo, como independiente, no tengo que ir a ninguna parte y por eso comparto mis días con mamá. Eso hasta que tenga algo de dinero pero eso todavía parece estar lejos de ocurrir.

Pensando en mamá, le hago un sándwich igual al mío y le sirvo jugo. Se lo subo al cuarto, ya que no tiene sentido bajar a mirar un aparato inerte.

Cuando llego a su cuarto me encuentro con la sorpresa de ver la cama tendida y el cuarto completamente vacío. No se está bañando ni cambiando. Bajo con la comida y me dedico a revisar toda la casa: no hay nadie. Estoy solo.

Esto ya es extraño: mi madre nunca sale por las mañanas y menos sin avisar. Trato de recordar si ha mencionado alguna cita médica o algo por el estilo pero no puedo recordar que haya mencionado nada parecido.

Mi teléfono celular tampoco sirve correctamente y esto ya me pone nervioso: esa señal nada tiene que ver con las demás. Se habrá ido la luz en todo el país, o algo por el estilo? Lo mejor es averiguar más.

Me pongo una chaqueta, cojo las llaves de la casa y salgo a la calle, a ver si en algún lado puedo averiguar algo.

Todo parece un cuento de terror: en la avenida frente a la casa, normalmente con un alto tráfico de vehículos, no hay nada. Solo, a lo lejos, veo un automóvil parqueado en el carril central pero no parece que haya nadie adentro.

Camino a las tiendas cercanas y casi todas están cerradas y las que no lo están, están desiertas. No parece haber un ser humano en ningún lado.

Esta vez casi troto para cruzar algunas cuadras y llegar a una gran manzana de edificios de oficinas, normalmente atestados de gente a estas horas, yendo y viniendo de almorzar. Pero ahora no hay nadie. De hecho, parece que ni siquiera funciona la electricidad. Hay algo de basura por todas partes pero parece ser traída por el viento y no por ningún ser humano.

Me siento a descansar ya que el trote me ha dejado sin aliento. Que es lo que pasa? Donde están todos? Que pasó?

Lo único que se me ocurre es revisar donde puede estar mi familia. Cerca hay un pequeño automóvil azul. Veo por la ventana que tiene las llaves puestas. Sin contemplaciones, rompo el vidrio con el codo y entro al coche. Es una situación de emergencia y no creo que nadie me culpe por hacer esto y muchos menos sin tener licencia para conducir.

Como puedo, llego al trabajo de mi hermana y luego al colegio de mi hermano. Ambos lugares están desiertos. Decido dejar para lo último la oficina de mi padre, ubicada en el centro. Allí cerca está la sede del gobierno y si alguien sabe algo seguro estará allí.

Dejo el automóvil en la plaza principal, luego de meterme por un par de calles peatonales y de golpear un conjunto de botes de basura. Como esperaba, tampoco hay nadie en este lugar. En todo el edificio donde trabaja mi padre no hay un alma y los papeles vuelan un poco por todos lados, ya libres.

No hay nada más que hacer. Me subo por las rejas del palacio presidencial y, para mi sorpresa, no suena ninguna alarma ni pasa nada. Camino como puedo hasta la puerta principal, abierta de par en par y empiezo a imaginarme donde podría esconderse la gente de haber sido un evento catastrófico. Seguramente, bajo tierra.

Ya había estado en el edificio cuando pequeño, en una de esas salidas escolares, y nos habían contado que existía un bunker para eventos como explosiones nucleares o ataques terroristas. Tratando de recordar en donde me habían mencionado esto, camino por todos lados sin tener éxito.

De repente, eso ya no importa. El cielo se ha oscurecido y parece como si la noche hubiese llegado de golpe. Miro por una de las ventanas de un largo pasillo decorado con viejas pinturas y afuera, en el cielo, veo algo que me quita las fuerzas, casi al instante.

La nube que ha oscurecido todo no es natural: es roja, del color de la sangre. Y de ella, parece salir algo o alguien.
De golpe, me empieza a sangrar la nariz y me siento algo débil, por lo que me dejo caer arrodillado.

Lo último que recuerdo es un horrible sonido, fuerte y agudo, que me arrulla hasta dormirme.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Drive

Ariana took the lead tube from the floor. The man slowly stood up from the ground and looked at her, as if he wanted to kill her.

But she was beyond that. The girl tightened her hand around the tube and, before he could do anything, hit the man on the head once and again and again.

When she stopped, he was dead, his blood forming a small pond that grew larger by the minute. She ran from the place, not letting the tube go.

Half an hour later, she got to her house. She finally let go of the bloody tube that hit the floor hard. She slowly took her coat off, trembling a bit, remembering how he looked after she had killed him.

No, she didn't felt pity or remorse. She just couldn't. Ariana had promised herself never to be a victim again and she had taken steps for that not to happen. She went to a martial arts school and began doing yoga, although she failed miserably at the latter.

Fighting, the inexplicable drive she felt when hitting another body, was to her like a drug. A brand new one she discovered to be very addictive.

So that night, when she killed a man that had attempted to rape her, she felt powerful and strong, filled with adrenaline and ready to take the world by her rules and not by the ones society imposed. She was fed up by the feeling of fear and hopelessness. No, she decided to take action.

Many people, mainly man, were afraid of strong women. Days after the killing, she went out with a former lover called Richard, by her request. He had stated she was different somehow but that he liked it. She just smiled, not really understanding what he had meant.

News of the murder filled the papers soon but the man was a reported rapist and many of his victims were thankful for his demise. Some actually said they were happy as that was what he deserved. Others just wanted time to heal, both physically and mentally.

But Ariana had already healed, or at least that was what she said to herself. Before the first attack, the one that almost made her insane, she was just a fearful girls just sailing through life, not really counting on anything. The attack just made her even more shy, more scared and she even lost the will to live.

Now, however, she had taken the bull by the horns. Richard, now her boyfriend, was specially surprised by how much she had changed over the years. He knew hair as the bookish, rather dull girl in high school. To be honest, he never paid attention to her back then.

But now it was impossible not look at her: she had blossomed into this sexy and daring woman. Sex was wonderful and even better was sharing long talks with her. Ariana had always loved reading, so she had decided to open a small bookstore. She did it all by herself and just a year after she was a favorite in the neighborhood.

Richard moved in with her and they shared even more than before: travels, memories, experiences and more. One day she finally told him about her rape. Richard was an even better man that she taught. She kissed and hugged her and promised to be there forever.

Of course, sometimes she still remembered everything: the rape, the aftermath and the killing of that man, in a dark alley. That was her biggest secret and she never told anyone. Ariana never felt guilty for what she had done but she knew it was a sin with which she would have to live forever.

And she did. She lived a full life, doing what she loved, living life by her rules. The man that loved her shared her feelings for the beauty of life and the horrible events of her life never tainted the powerful drive to keep on going.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Empress

She was kind, beautiful, joyful and full of good wishes for here people. And they loved her back, they admire her and girls wanted to be like her.

Anyone in the planet knew about the Empress, about Alysthina Jygda. Daughter of a butcher and a baker, she grew up in one of the many villages of the marshlands. Such a sad place wasn't the place one would expect to find such a beautiful girl, dedicated to the gathering of marshons, fruits that only grew deep in the wetlands. No one really knew how, but she was very skill at navigating his spaces and she was adored for this, as marshons were the primary export of the villages.

So beloved she was that, when the prince did his voyage around the planet to choose a bride, no one in the marshlands was surprised when he decided to take her as his bride. The wedding was majestic and she was even more beautiful, if that was people.

Time passed and the couple became emperor and empress and, about fifteen years later, he died diving for pearls in their summer house. A horrible death mourned by everyone, it was the stepping stone for Alysthina to become the ruler of the planet, the caretaker of every single thing in all of the lands.

But certainly, some did not really appreciate her skills and beauty. Although small, a group of people around the planet found hard to believe that the emperor had died in such and incident, specially knowing he had lived in those same islands when a youngster.

They also spread the idea that something was wrong with the empress: in roughly twenty years the planet had know her, she had barely aged, at least visibly. But people dismissed this idea by stating that she had "good blood".

No member of her original family was alive to see her enthroned, as her parents had died some years after her wedding, of old age, and she hadn't had any brothers or sisters or any other relative that was know. Her family now was her only child, princess Sygma. She was named by her father after the star that brought its heat to the planet. She was as beautiful as her mother but with some traces of her father's features.

One day, however, the princess also died. As stated by the Empress, she had wandered through a nearby forest, slipped on a rock near a river and hit her head on other rocks. Her burial was broadcasted planetwide but, oddly enough, the Empress seamed always calm and never dressed in black. Actually, she wore a stunning pearl white dress the her daughter's burial. People fell in love again with her, more than ever.

Months after that, an ambassador from a nearby world arrived to give the Empress the condolences of his world. He also gave her a present from his king: a beautiful necklace made only of rubies.

She was please by the gift but even more by the ambassador: a young, strong man with interesting new ideas. She seduced him and soon, she announced a wedding.

This was kind of a turning point for her. The people weren't really ready for her to remarry but there was nothing they could do.

The wedding, as expected, was magnificent. But something strange happened. The first night they would expend together as empress and emperor, changed the lives of everyone in the planet.

The man escaped the castle, frightened to death. He yelled and screamed through the nearby town, stole a starship and left the planet. Every one was confused by this until they discovered the reason he had left: the day after her wedding, Alysthina appeared with dark green skin and red eyes.

The reason of her youth was revealed: as a young woman she had given her life to Omaku, the god of evil. Why? she thought rulers had been neglectful to the planet and that she would make it all better. But the pact did not contemplate a second marriage and, least of all, for love. So he took away her beauty as payback.

The empress then became vengeful and the planet soon fell in the age of darkness, waiting for someone to liberate it from the good will but bad outcome of the wish of one woman stunning woman.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mi Versión de los Hechos

Adrenalina pura. Eso era lo que sentía cada vez que cometíamos algún crimen. Sentía por mis venas esa energía, esa ganas casi descontroladas por salir corriendo, por gritar, de ver la acción realizada, exitosa.

Al comienzo todo parecía que iba bien. En esos tiempos era mucho más optimista, aunque me había unido a la rebelión por ser un realista, alguien que veía como nuestro país se despedazaba lentamente bajo el tirano que hoy llamábamos presidente.

Esa bestia, ese hombre horrible que había tirado de las cuerdas hacía tanto tiempo, había vuelto al poder y ahora no se molestaba más en fingir lo que era evidente.

Sus leyes se aprobaron por estrechas mayorías que el mismo pueblo había votado. Lo triste de nuestra Historia, era que la mayoría lo había puesto allí. Y ahora él imponía sus reglas, duras y desgastantes que buscaban convertirnos en una nación servil, fabricando y haciendo para que otros lejos pudieran ganar su guerra, ahora frontal, contra quienes habían decidido contradecirlos.

Pero esto, la historia que hoy les relato, fue antes que la policía y el ejercito tomaran las calles y vigilaran todo como si nada fuera nuestro, como si todos hubiésemos sido condenados como ladrones y las prisiones fueran nuestros hogares.

La rebelión tenía más rango y yo alegremente me les uní. Sin pudor ni vergüenza puedo decirle a quien quiera que asesiné, por propia mano, a más de diez hombres y mujeres. No me enorgullece haberlo hecho, jamás podré estar contento por ello. Pero me niego a sentir pena por haber extirpado graves cánceres del corazón de un país que cada vez más se sumía en el odio que siempre había estado gestando.

Una de tantas misiones para la rebelión me había llevado a la más grande manifestación que se hizo nunca contra el nuevo regimen. Más de un millón de personas se habían agolpado en la plaza principal y, según decían, lo mismo pasaba en otras ciudades. No había duda de que esta era nuestra oportunidad, el todo o nada.

Tres compañeros tenían la misión de crear una distracción para darme entrada a la catedral, situada a solo unos pasos del Senado. Desde ese lugar tenía que, por inverosímil que pareciera, disparar con un arma de largo alcance al presidente. No, no era la primera persona en la que habían pensado para hacerlo pero finalmente lo hicieron ya que nadie creía que fueran a sospechar de un ciudadano que, hasta su mejor entendimiento, era ejemplar.

Fue así como mis compañeros iniciaron un amotinamiento, haciendo que la gente se sintiera cada vez más enojada. El presidente, dentro de unos momentos, pasaría de un lado a otro del senado por un corredor de altas columnas. Ese era mi momento de lucirme.

La gente empezó a lanzar objetos contra la policía y en apenas segundos todos los agentes de seguridad de la zona se agolparon contra los manifestantes, muchos de los cuales ya tenían sus blancas camisetas manchadas de sangre.

En esa masa de gente, nadie vio cuando mis compañeros lanzaron la primera "papa bomba" que voló la cabeza del personaje cuya estatua había estado siempre en el centro de la plaza. Todos, como una ola, se movieron hacia ese lado para tumbar lo que quedaba del monumento.

Fue entonces cuando forcé la entrada de la catedral, un candado bastante simple, y entré en su inmensidad, con un maletín a la espalda. Habiendo investigado previamente, me dirigí hacia una puerta en el costado opuesto. No había nadie en el recinto ya que se había cerrado al publico por el día.

Me pareció extraño no encontrar a nadie ya que esperaría por lo menos a un sacristán o al mismo padre pero no había nadie. Crucé por un solitario despacho y, detrás de otra puerta, estaban las escaleras hacia la torre de la catedral, donde estaban las campanas.

Subí rápidamente pero fui detenido en el primer descanso por una visión macabra: el cuerpo de un anciano estaba tirado en el piso, ensangrentado y golpeado. Era el sacristán. No sabía que hacía allí así pero no podía parar. En pocos minutos llegarían los tanques y el momento habría pasado.

Llegué a las campanas pero allí me recibió un fuerte golpe en la cara que me tumbó al piso. Había tres hombres armados con pistolas y al parecer me estaban esperando.

Por un rato discutieron que hacer conmigo, no sin antes golpear de nuevo en el rostro y patearme en el estomago. Sangrando, vi como uno de ellos cargaba su arma y se disponía a matarme. Pero eso no sucedió. Tres disparos simples retumbaron por el recinto y los hombres cayeron muertos cerca mío.

Como pude me puse de pie y vi que la multitud, la ola, otra vez cambiaba de dirección, estaba vez hacia el Senado. Me puse de pie como pude, ignorando la pregunta de quien me había salvado la vida, mientras sacaba el rifle de largo alcance de mi maletín.

Fueron segundos. Disparé pero alguien se había atravesado. Era una mujer que no pude identificar. Cayó rápidamente al piso y todo fue un caos. De algún lado oí otro disparo de un arma similar pero tampoco acertó, volándole un gran pedazos a una columna.

Parpadeando varias veces pude aguzar la vista y ver que quién me había salvado estaba en el edificio de enfrente, el de la Alcaldía. Era otro edificio fantasma por estos días pero estaba seguro que el disparo había venido de allí.

Viendo mi fracaso, salí rápidamente del lugar, cojeando y con la respiración entre cortada. La multitud estaba siendo empujada por la policía y los gases y tanques habían llegado al lugar. Me tapé la cara y atravesé la multitud como pude hasta llegar al otro lado de la plaza. Pude ver a alguien corriendo por la calle lateral y traté de seguirlo pero la multitud escapaba por todos lados y alguien me había empujado. Eligiendo mi vida, también escapé. Llegué a casa poco tiempo después.

Enterré el arma en mi patio y le dije a mi familia que los dejaría por un tiempo. La verdad es que debía unirme por completo a la rebelión.
Poco tiempo pasaría para que supiera el nombre de mi salvador: Eric.

Esto lo escribo después de cinco años y ese es un nombre que jamás podré borrar de mi mente, pues fue él la única persona que pude querer en mi vida y, creo, que querré nunca.