Siempre el ruido, el incesante ruido que
nunca terminaba. Barcelona era una ciudad que solo se callaba cuando le daba la
gana pero nunca cuando yo lo necesitaba. Nunca estaba callada a mi alrededor,
cuando necesitaba descansar o quería pasar un rato alejado de todo. No. Siempre
estaban los ruidos de personas que simplemente no les importaba un rábano los
demás. No puedo generalizar y decir que sea algo común al lugar, pero la verdad
es que estoy casi seguro de que es así.
Por un tiempo, un par de días de hecho, estuve
particularmente sensible a todos esos sonidos. Sentía la cabeza palpitar sobre
mis hombros y todo lo que quería era quedarme en la cama y nunca salir. Quería
apoyar la cabeza en la almohada y estar allí hasta la tarde, cuando me diera hambre
o necesitara ir al baño. Pero, por supuesto, eso no pasó. El ruido una vez más
me hizo abrir los ojos y dañó cualquier plan que tuviese para seguir en la cama
todo el día, atendiendo a mi dolor.
Yo creía que teníamos ese simplísimo derecho
de hacer lo que se nos diera la gana con nuestra vida, cuando lo decidiéramos.
Pero allí eso no parecía ser un factor. Parecía que lo más importante era
cuando los demás pensaban que era hora de hacer algo o de que no hicieses nada.
Porque también estaba lo exactamente contrario. Cuando me ponía activo y quería
tener un día con buen rendimiento y productivo, las idioteces de los demás se
cruzaban siempre de alguna manera, fuese como sonidos o con acciones.
Esa vez me enrollé lo que más pude en la cama
y traté de aguantar el mayor tiempo posible. Estaba usando tapones en los oídos
e incluso así escuchaba todo, sus tosidos, la maldita ventana que alguien nunca
cerraba bien, el ruido que hacían en la cocina haciendo desastres y no
limpiando ni un milímetro de nada… ¿Era mucho pedir tener algo de paz, algo de
tranquilidad por un minuto?
Al parecer sí lo era y por eso ese día opté
por dejar de engañarme y abrir los ojos y no encender la luz sino quedarme
allí, tratando de anular la realidad que había a mi alrededor. Me imaginé, por
un momento, que estaba de vuelta en mi verdadero hogar, en mi cama. Era algo
fría por la cercanía de la ventana, pero increíblemente el ruido era menor. ¿O
no lo era?
No sé si estaba idealizando mi casa y me
estaba engañando, inventando algo que no existía. Entonces cambié de
pensamiento y recordé uno hotel en el que había estado recientemente. Y otro
antes de ese. Había dormido tan bien en ambos, por varias horas y desnudo, como
dormía más en paz, que terminé cerrando los ojos y durmiendo unos minutos más,
a pesar del ruido que nunca paraba en la maldita Barcelona.
Más golpes de puertas, siempre quejidos y
música horrible y la maldita luz del pasillo que me golpeaba como queriendo
decirme: “No eres bienvenido”. Creo que nunca olvidaré que nunca me sentí en mi
lugar y, de pronto por eso, siempre tuve una parte de mi ser que nunca estuvo
allí completamente. Incluso así seguí en la casi oscuridad, y traté de imaginar
ahora mundos inventados, lugares que no existían y que serían mucho mejor que ese
molesto y sucio apartamento.
Por supuesto, casi siempre que imaginaba un
lugar perfecto donde vivir, me lo imaginaba con algún chico con el que pudiese
vivir en esos lugares. Normalmente pensaba en hacer el amor en lugares fuera de
la habitación principal y eso ayudaba a hacer una verdadera imagen del sitio
que estaba imaginando. Era como ver una película pero en vez de seguir la
historia, me ponía a ver los decorados y todo lo que estaba alrededor, que
parecía más fascinante porque le podía dar mayor detalle.
Una vez imaginé una casa y no me suelen gustar
mucho las casas. Esta era enorme, con una cocina grande e inmaculada, una sala
de estar con mucha luz y afuera un jardín con perro incluido. En el segundo
piso estaba la habitación que también recibía mucha luz y dentro de ella un
baño en el que se podía pasear. No era nada apretado y daba la sensación de
vivir con alguien que apreciaba esos mismos detalles de la vida, incluyendo el
orden y la limpieza, que siempre me han obsesionado tanto.
No entiendo, ni voy a entender jamás, como
alguien puede vivir una vida desordenada y sucia, como si tuvieran algo mejor
que hacer que mantener algo de orden en
sus vidas. Hay gente a la que visiblemente le da pereza tener sus cosas limpias
o que al compartir le importa un rábano lo que reciban los demás. Es un
concepto muy feo de la vida en comunidad, que dice mucho de quienes son las
personas y el tipo de educación que han recibido.
Yo siempre he sido limpio y ordenado porque
creo que es la única manera de darle importancia a las cosas que de verdad son
importantes en la vida. Cuando te quitas de encima pronto cosas como arreglar
el cuarto o tirar la basura o mantener el baño en condiciones higiénicas, creo
que da más tiempo para pensar en cosas importantes como la educación o el
trabajo o el amor o el entretenimiento.
Ese día di algunas vueltas más en la cama,
hasta que me di cuenta que no iba a poder dormir más. Mi dolor de cabeza
persistía y ahora me daba cuenta que mi garganta se sentía seca y que pasar saliva
dolía bastante. ¿Sería el frío de la noche o algún virus que había recibido de
haber estado encerrado por tantos días en mi habitación?
Porque a diferencia de mis compañeros que
salían todos los días, con billeteras infinitas tengo que asumir, yo no tenía
ni los fondos ni las ganas de vivir una vida social muy activa. Cuando lo
intentaba, siempre había algún muro contra el que me estrellaba, que
normalmente tenía que ver con la gente. Unas veces intentaba conocer mejor a
las personas y las personas simplemente bloqueaban el paso y así no hay manera
de conocer a nadie. Otras veces era yo que no estaba de humor y no preguntaba
más de la cuenta para no hacer pensar que estaba interesado.
Lo raro era cuando sí estaba interesado, o lo
fingía muy bien, y de todas maneras la gente no quería hablar. Y luego me
decían que no era muy sociable. Nunca lo entendí y sigo sin entenderlo. No, no
soy muy sociable pero lo he intentado muchas veces y siempre me estrello contra
gente que dice una cosa pero actúa de otra y eso me saca de quicio. Tal vez por
eso prefiero conservar mis amistades como están y no quiero hacer amigos nuevos
porque, ¿para qué? Si no los voy a volver a ver nunca, no tiene sentido.
Ya pasé, hace un tiempo, por esa etapa en la
que los amigos parecen fundamentales. Y durante esa etapa casi no tuve amigos.
Así que si sobreviví a eso con escasos recursos, era obvio que iba a sobrevivir
unos pocos meses en la misma situación y más aún si no necesitaba de esas
amistades. Prefería tomar un libro o ver películas o lo que fuera. Podía tomar cerveza cuando yo quisiera y si necesitaba desahogarme
normalmente era de manera sexual, algo con lo que ellos no me podían ayudar.
Para eso usaba algún desconocido que, a su
vez, me usaba a mi. Así que ambos ganábamos o perdíamos. No sé exactamente cual
y supongo que depende de cómo saliera todo. El amor es un concepto que solo
algunas personas se pueden dar el lujo de pensar y de obtener y no es algo que
esté allí todo el tiempo y que se pueda tomar con una mano. El amor es, en
esencia, una fantasma que cambia de forma para cada persona que lo ve, si es
que lo ve.
Nunca he visto ese fantasma o al menos no creo
que lo haya visto. Si lo he hecho fue en momentos en los que no me servía de
nada. Y sí, el amor tiene que servir de algo o sino se muere mucho más
rápidamente o, como creo yo que pasa siempre, es que en la mayoría de los casos
es solo una mentira que alguien se dice con muchas ganas para no sentirse solo.
Pero bueno, cada uno con sus cosas. Al fin y
al cabo yo estoy aquí, desnudo en mi cama, tratando de calentarme y de tomar
aliento para soportar otro día de ruidos interminables… ¡Ahí va otro golpe de
esa maldita ventana!