lunes, 21 de mayo de 2018

Galerías


   Se sentía extraño. Normalmente, cuando despertaba, daba media vuelta en la cama y trataba de conciliar el sueño otra vez. O cuando era entre semana, trataba de desactivar la alarma dándole golpes suaves al celular, que casi nunca servían para nada. Supongo que era precisamente la idea que no fuese algo tan fácil de desactivar. El caso es que mis mañanas nunca eran así y por eso esa mañana fue tan especial, tan diferente y particular. Al abrir los ojos, quedé congelado en el lugar donde estaba.

 Por un momento, pensaba que no tenía ropa pero sí tenía puesto mis boxers o al menos pensé que eran los míos. No quería moverme demasiado mirando por debajo de las cobijas. Se sentía un calor inusual para una hora tan temprana. Y eso era porque él estaba allí acostado, profundamente dormido y con su cara directamente hacia mi lado de la cama. Podía sentir su aliento muy cerca pero no lo suficiente como para que fuera insoportable. Además, no olía nada mal. Tal vez había masticado un chicle antes o una menta.

 Su nombre era Ramón y lo había conocido hacía un par de meses en una galería de arte, un lugar al que jamás hubiese ido si no fuera porque una de las fotos que vi desde afuera del lugar me había llamado la atención. No porque fuese buenísima ni única ni nada por el estilo, sino porque creía saber quién era el artista. Era un chico con el que había hablado alguna vez por una de esas redes sociales que se tienen en el teléfono para conocer gente. Había visto algunas fotos de él con su arte y esa fotografía estaba por algún lado.

 Entré casualmente una tarde y tuve como excusa la tormenta que se había formado de un momento a otro. Caían perros y gatos y no pensaba mojarme porque sí. Entré a la galería tratando de no hacerme notar demasiado, pero fracasé por completo porque una mujer de falda y saco gruesos y lentos aún más gruesos se me acercó y empezó a preguntar por mis gustos artísticos y las razones que me habían traído allí. No sé mentir muy bien así que confesé que la lluvia había sido el factor más importante.

 Ella argumentó que los dioses vivían en la lluvia y que no había sido casualidad mi entrada allí. Me habló de todo un poco en unos cinco minutos, tanto que me dio algo de mareo tantas palabras que salían de su boca. Yo solo había entrada por una foto y, en un momento, me había mostrado decenas de otras obras de arte y me había contado incluso chismes de algunos de los artistas. Menos mal el timbre de la puerta al abrirse, algo que yo no había notado al entrar, le avisó que había más gente en el lugar y corrió sin explicación a recibirlos, dejándome algo confundido en la mitad del lugar.

 Aproveché para ver la fotografía que me había llevado a entrar y, en efecto, era la que yo conocía. Uno de los modelos era el novio del chico con el que yo había hablado. Creía recordar que tenían una relación abierta o algo así. Es algo que no entiendo mucho pero cada uno con sus cosas. Me quedé viendo la fotografía un rato largo. Pero la verdad era que no la estaba detallando sino que pensaba en las razones por las cuales yo no tenía un novio a quién fotografiar ni razones para tener una de esas relaciones “modernas”.

 Fue entonces cuando sentí el aliento que sentía de nuevo esa mañana en la cama. Era Ramón pero yo aún no sabía su nombre. Alcancé a ver en su mano la pequeña caja metálica de mentas que, hábilmente, metió en su mochila de estudiante. Sí, era obvio que era más joven que yo pero se veía mayor, tal vez por su vello facial y su altura. No dijo nada, sino que miró la fotografía un buen rato hasta que volteó el rostro hacia mi y me preguntó porqué miraba esa foto con tanta pasión. Por un momento, no supe que decir.

 Me siento estúpido diciéndolo, pero sus ojos eran increíbles. No era el color lo que era especial sino su brillo o algo por el estilo. Aún ahora no entiendo muy bien qué es lo que veo en ellos que me deja sin habla. Recuperé ese don en instantes y le respondí, como a la mujer de la galería, con toda la verdad. Le conté del chico de la red social, de sus fotos, de la lluvia y de cómo había quedado confundido más de una vez en tan poco tiempo. Lo único que no le dije fue mi opinión sobre sus ojos.

 Él asintió y me preguntó si me gustaba el arte y le dije que sí aunque no sabía demasiado acerca de ello. Fue entonces que, de la nada, tomó mi mano y me llevó a la fotografía que había al lado de la del chico que yo conocía. Sin soltarme, me preguntó que me parecía. Yo no podía pensar claramente porque un desconocido me tenía tomada la mano. Pero me di cuenta pronto que no la apretaba sino que la tomaba con cierto cariño. Era un sentimiento muy extraño, por lo que me dejé llevar por completo.

 Estuve un total de tres horas en la galería de arte, yendo de la mano a cada fotografía, cuadro, escultura u otra obra de arte que hubiese en el lugar. Lo dijimos todo sobre todo y en ese espacio hablamos del uno y del otro. Nos conocimos bien en esas horas y para cuando nos separamos, tuve que admitir que la mujer de la galería podía tener algo de razón en eso de que los dioses me habían llevado a ese lugar para conocer a Ramón. No creía mucho en el misticismo de la idea pero tampoco me cerraba a que cosas tan extrañas como esa pudiesen pasarle a la gente.

 Después de eso, nos vimos al menos una vez por semana. A veces era solo para tomar un café, otras veces caminábamos juntos por ahí, apreciando el entorno o hablando de todo un poco. La primera vez que fui a su casa, tomamos vino y miramos varios videos y páginas de internet. Hablamos de tantos temas que a veces ya ni me acuerdo de cuales fueron o que fue lo que dije, pero él si lo recuerda y es entonces cuando sé que dijo y que dije y me sorprendo a mi mismo. Es algo que no esperaba para nada.

 Esa noche nos dimos un beso, un beso como esos que damos a nuestras parejas del colegio, unos besos que por muy apasionados que puedan ser, terminan siendo unos besitos de niños tímidos que no saben donde poner las manos o qué hacer después de terminar la unión de los labios. Eso sí, fueron bastantes besos y mucha charla, y mucho vino. Obviamente estuve tentado a pasar la noche con él pero terminé negándome a esa posibilidad porque algo me decía que esa no era la mejor opción para mí.

 Y tenía razón. Debía ir con más calma, sin acelerar el paso sin necesidad. Antes en mi vida había acelerado en innumerables ocasiones sin pensarlo ni siquiera un segundo y todo había terminado mal. Esta era la oportunidad perfecta para ver cual era mi ritmo óptimo, algo no muy pausado ni muy acelerado. Seguramente podía lograr algo mejor que lo que había hecho ya en mi vida, que ciertamente no era mucho para alardear. Así que seguimos viéndonos y solo siendo nosotros mismos.

 La mañana que sentí su aliento cerca de mi cuerpo, fue el día siguiente a nuestra primera relación sexual. No hubo alcohol ni nada parecido. Lo único que hubo fue una buena película más temprano y una excitante conversación acerca de un montón de temas que nunca había podido discutir con nadie. Yo no tenía muchas personas con quien hablar y era muy emocionante tener una persona para conversar y poder intercambiar opiniones sobre ciertas cosas en las que yo solo podía pensar en silencio.

 Cuando abrió los ojos, le sonreí. Su respuesta fue abrazarme y darme un beso en la mejilla. Obviamente seguía medio dormido pero no me importó en lo más mínimo. Lo besé en sus mejillas y en la frente y pronto se quedó dormido en mis brazos, respirando suavemente de nuevo.

 Más tarde, comimos juntos y nos paseamos por ahí, a veces sin decir mucho sino compartiendo pequeños momentos. Si eso era el amor, estaba dispuesto a probarlo, así fuera una vez en la vida. No sabía que era lo que podía pasar después pero eso no importaba. El presente es lo único que existe.

viernes, 18 de mayo de 2018

Reflection


   Once I got out of the shower, I looked at the mirror and realized no one was looking back to me. I hadn’t become a vampire or anything, it was just the steam that had rendered the mirror blurry and nothing could be seen. For a few seconds, however, I tried to look at myself on there. I pierced the glass, the fog and the humidity, but there was no one on the other side. It was better that way, I thought. I had never really liked mirrors but now I felt almost compelled to look at my face whenever I crossed paths with one.

 You see, I had accident a few months back and I got a very bad injury on my face. A piece of glass flew from the broken car window and slashed part of my right cheek. It was a deep cut and I lost a lot of blood because of it. Luckily, that was the most serious injury anyone received that day. No one died but I felt I was dying while they took me to the hospital and tried to save my face. And they did, they were really skillful at making my face look as if nothing had happened. A couple of days later, I was going home.

 However, I had seen myself in a mirror as they pushed my stretcher through the hospital. For a moment, they left me by an office and inside; I was able to look at my face and how bad the injury was. At first, I was too distraught to even make a sound. But then, not even a minute later, I started screaming and crying. I tried to get off the stretcher but a male nurse grabbed me and held me against the moving bed while a female nurse came in with a syringe and injected me with something that made me fall asleep.

 Hours later, I woke up in a dark bedroom. Everything had being done and I had no idea how many hours they had spent trying to save my face. I also had no idea they had been successful, so when I got off the bed and went into the bathroom to check on my face and so the bandages, the blood and the swelling, I never thought I would be the same ever again. I cried a little bit and then went back to bed. This time, I had no strength to scream or yell or do anything besides curl beneath the covers and let time pass.

 The day they released me, the doctor took off the bandages and let me see myself on a small mirror. There was a lot of swelling still and some dried up blood but my face actually looked normal. I mean, it didn’t seem anything had happened, although I told him that I still felt the sting of the glass slashing my face. He told me it was a normal feeling to have and that I could go to the hospital’s psychologist if I needed any help with coping. I told my mother right there to take me home, as I had a greater urge to get to my bedroom than talking to some stranger about my feelings.

 When I got there, I told my family I was going to sleep and asked them to not bother me for the rest of the day. I wasn’t hungry at all and just wanted to lie in bed for a long while. They had nothing to say against it, because who would? No one would ever go against the wishes of a person that has just been released from a hospital. So I went into my room, locked the door and just sat on my bed for a long time. I stared at different things, thinking about what had happened and what effect it had in me.

 Once in a while, I remembered I was supposed to take off my clothes and put on pajamas or something. So I would take off one shoe and then stare at something for a while. And then take off the other shoe and stare for a while at something else. It took me hours to wake up from my daydreaming and get naked. When I realized I could see my feet, my penis, my chest and my hands, I realized what had been bothering me about all that had happened. Again, I stood up and walked to the closet.

 On the door, on the inside part of the closet, I had a full-length mirror. I stood up in front of it, my bedroom a bit dark. I was tempted to turn on the lights or open up the curtains, by I didn’t. I pierced through that glass until I saw myself. I saw what I had seen for so long: a body I had always been at odds with. The body I had been born with and had tried to mold to no avail. I moved a little but my opinion of it didn’t change. It brought tears to my eyes, because I realized I was still that young boy from many years ago.

 I had tried exercising in all sorts of ways. I had tried poses in pictures, different kinds of outlets. I had tried all sorts of things and now I was almost thirty years old and I had realized that all my fears and insecurities were still there. I could hear people talk and laugh and then the scar on my face would get larger and more visible, like a red crater on my face. My stretch marks looked brighter and my penis looked smaller. And then I grabbed a shoe from the floor and threw at the mirror, shattering in several pieces.

 They found me on the floor, crying in silence with a piece of glass in my hand. My fingers were all bloody and my eyes were lost, far from that bedroom. They rushed me to the hospital naked, as they had found me, trying to prevent more blood to leave my body. I had used that piece of glass on myself.

 I spent years in therapy, months in a special facility and countless hours trying to get over all of it. I’ve never been able to completely but at least I get to breath now, as never before. However, I now always stop at mirrors and pierce them with my eyes.

 I do it in defiance of what they had done to so many others and to me.  Of what I had done to myself because of the world, because of all the pressures coming from places I cannot even explain. I still feel it but I can now fight it. And I will keep on fighting as long as I can.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Su pan y su familia


   El olor a pan me despertó. Olía a que estaba recién hecho. No era un aroma poco común, puesto que Nicolás había empezado clases en una escuela de cocina y se la pasaba casi siempre revisando libros de recetas y probando muchas de ellas para ver cual le quedaba mejor. Después de haber sido publicista por casi diez años, Nico quería cambiar de vida. El trabajo era cada vez más estresante y me había confesado cuando empezamos a vernos que ya no lo llenaba tanto como al comienzo. Había perdido toda la pasión que había tenido por su carrera y no sabía muy bien que hacer.

 Yo le sugerí que hiciera algún taller, algo corto y no tan profundo en lo que pudiese pasar el tiempo y tal vez descubrir un pasatiempo que le resultara interesante. La verdad es que yo jamás le dije que fuera a clases de cocina y aún menos que dejara su trabajo ni nada parecido. Solo le dije que debía darse un tiempo aparte para hacer algo que lo relajara, tal vez una o dos horas cada tantos días. Nunca pensé que me pusiera tanta atención. Ese sin duda fue un punto importante en nuestra relación.

 De eso ha pasado casi un año y las cosas han cambiado bastante: ahora vivimos juntos y yo trabajo más tiempo que él, aunque mi horario es flexible y tenemos mucho tiempo para estar juntos. Eso es bueno porque hay gente que casi no se ve en la semana y terminan siendo completos desconocidos. Casi puedo asegurar que nos conocemos mejor que muchos, incluso detalles que la mayoría nunca pensaría saber de su pareja. Lo cierto es que nos queremos mucho y además nos entendemos muy bien.

 Como regalo por mudarnos juntos, le compré un gran libro de cocina francesa, escrito por una famosa cocinera estadounidense. Se ha puesto como tarea hacer uno de esos platillos cada semana. Creo que a él le gustaría hacer más que eso pero las recetas suelen estar repletas de calorías, grasas y demás, por lo que pensamos que lo mejor es no hacerlas demasiado seguido. Él ha subido algo de peso desde que nos conocimos, aunque creo que tiene más que ver con las fluctuaciones relacionadas al trabajo.

 Ahora va a la oficina pero sus responsabilidades son algo diferentes. Además, me confesó el otro día cual es su meta actual: quiere tener el dinero suficiente, así como el conocimiento adecuado, para abrir un pequeño restaurante cerca de nuestra casa. Quiere hacer de todo: entradas, ensaladas, carnes, postres e incluso mezclas de bebidas. Incluso me mostró un dibujo que hizo en el trabajo de cómo se imagina el sitio. Algo intimo, ni muy grande ni muy pequeño, donde tenga la habilidad y la posibilidad de hacer algo que en verdad llene su corazón aún más.

 Debo confesar que todo me tomó un poco por sorpresa. Nunca lo había visto tan ilusionado y contento con una idea. Y eso que con el trabajo que tiene ha tenido varios momentos para tener ideas fabulosas y las ha tenido y trabajado en ellas pero jamás lo han cautivado así. He visto que trae más libros de recetas y que compra algunas cosas en el supermercado que no comprábamos antes. No me molesta porque no es mi lugar invadir sus sueños pero sí me ha tomado desprevenido. Sin embargo, me alegro mucho por él.

 Apenas me levanté de la cama ese domingo en el que hizo el pan, fui a la cocina y lo vi allí revisando su creación. Eran como las nueve de la mañana, muy temprano para mí en un domingo. Lo saludé pero él no se dirigió a mi sino hasta que pudo verificar que su pan estaba listo. Sonreí cuando vi su cara algo untada de harina y masa y su delantal completamente sucio. Lo más gracioso era que estaba horneando casi sin ropa, solo con unos shorts puestos que usaba para dormir, a modo de pijama.

 Cuando se acercó, le di un beso. Él partió un pedazo de la hogaza de pan y me la ofreció. Tengo que decir que estaba delicioso: sabía fresco, esponjoso y simplemente sabroso. Decidimos sentarnos a desayunar, untando mantequilla y mermelada al pan y esperando que otra hogaza estuviese lista. Él quería llevarla a casa de sus padres y yo había olvidado por completo que era el día de hacer eso. Normalmente nunca iba con él sino que visitaba a mi familia, pero resultaba que ese domingo no estarían en la ciudad.

 Su familia y la mía no se conocían muy bien que digamos, se habían visto solo una vez hacía mucho tiempo. Aparte, yo nunca me había llevado bien con nadie de su familia. Sus hermanos me detestaban y sus padres no lo decían en tantas palabras pero tampoco era santo de su devoción. Un día, bastante aireado, tuve que decirle que no me importaba lo que ellos pensaran de mi, pues yo pensaba que ellos eran una de esas familias que se creen de la altísima sociedad solo porque tienen una casa de hace cincuenta años.

 Para mi sorpresa, él rió con ese apunte. La verdad era que estábamos más que enamorados y nada podía cambiar ese hecho. Él, a mis ojos, era muy diferente del resto de la familia. No solo tenía una sensibilidad particular, que en ellos no existía, sino que tenía sentido del humor. Eso siempre había sido importante para mí. Es gracioso, pero mis padres lo adoran y se lamentan siempre que voy sin él a casa. Creen que ya no estamos juntos y a veces incluso creo que lo quieren más a él que a mi, tal vez porque él es el nuevo integrante de la familia.

 Después de desayunar nos acostamos un rato en la cama hasta que fue el mediodía. No hicimos el amor ni nada por el estilo, solo nos abrazamos y estuvimos un buen rato abrazados en silencio. Era un momento para nosotros y no tenía que ser gastado hablando tonterías. Esa era otra cosa que me gustaba de él y era que sabía apreciar todos los momentos, fueran como fueran.  Nos duchamos juntos y elegimos en conjunto lo que nos íbamos a poner ese día en cuanto a ropa se refiere. Siempre era gracioso hacerlo.

 Cuando llegó la hora, tuve que mentalizarme de la tarde que iba a pasar. Teníamos que llegar a almorzar y luego quedarnos allí hasta, por lo menos, las siete de la noche. Eso eran unas cinco o seis horas en las que debía resistir golpearlos a todos o tal vez de ellos resistirse a decirme algo, cosa que había ocurrido ya varias veces en el pasado, y eso que no nos veíamos con mucha frecuencia. Tal vez eso les indique el tipo de personas que son y lo difícil que puede ser relacionarse con ellos de una manera civilizada.

 Cuando llegamos, Nico les ofreció el pan y yo les ofrecí una mermelada que habíamos comprado que iba muy bien con el pan. Apenas agradecieron el regalo. Lo peor pasó justo cuando entramos y fue que él se fue con su padre y yo tuve que quedarme dando vueltas por ahí. Mi solución fue seguir el pan a la cocina, donde estaba la empleada de toda la vida de la familia, una mujer que era mucho más divertida que todos los otros habitantes de la casa. Hablé con ella hasta que fue hora de sentarnos a comer.

 Evité hacer comentarios. De hecho, no hablé en todo el rato. Agradecí a Nicolás que no fuera una de esas personas que fuerza conversaciones. Él estaba feliz de estar de vuelta en casa, ver a sus padres y hermanos y recordar un poco su vida en ese lugar. A mi la casa se me hacía sombría y en extremo fría pero eso él lo sabía y no quería repetirlo porque no me gusta taladrar nada en la mente de nadie. Tomé la sopa y luego comí el guisado de res, que estaban muy bien a pesar de la incomoda situación.

 El resto de la tarde tuve que ir y venir, entre la cocina, la sala y el patio. Jugué con el perro, leí una revista y creo haber revisado mi teléfono unas cinco mil veces. Incuso pensé en tratar de hablar con ellos pero cuando vi como me miraban, decidí que no era momento para esas cosas.

 Cuando nos fuimos, Nicolás me lo agradeció con un beso, luego diciendo que sabía que para mí no era nada fácil ir a ese lugar. Me invitó a un helado, como quién quiere alegrar a un niño pequeño. Yo acepté porque sabía que me lo había ganado, sin lugar a dudas.

lunes, 14 de mayo de 2018

My partner


   When I saw him, I could only laugh. He looked at me exactly in the opposing way, making his eyes turn around as if he had just witnessed the most annoying thing happening right in front of him. That was the kind of relationship we had the moment we started working together. For some reason, our boss had decided our skills complimented each other’s, so he appointed us to missions together very often. I have forgotten how many times I pretended to be his brother, his friends and even his boyfriend or even husband.

 It all depended on the places we had to go and the things we had to do. Sometimes, the mission would be a very relaxing cruise through the Caribbean on an enormous boat that would float peacefully for over a week, carrying carefree tourists around. People that just wanted to get a tan and swim and maybe walk the massive ship, enjoying everything the place had to offer. Yes, I have to confess I loved those kinds of missions but we got assigned to them because they were specifically for rookies in this business.

 I remember one time; only about a year after we got to know each other properly, when we were sent to the Bahamas pretending to be a married gay couple going on an exclusively gay cruise. We had to steal some very important papers out of the office of a very important businessman who happened to be frolicking in the boat with his lover, unknown to his wife. It was a hilarious place and situation to be in, and of course stealing the plans was the easiest part of the whole thing. We did it the first night.

 For the other eight days, we had to hold hands pretending to love each other to death, when in reality we had almost hate for one another. Well, it wasn’t really hated but we certainly didn’t see eye to eye. He was the kind of guy that loves to focus on the job and is obsessed by doing everything by the book, like a little boy scout trapped in an adult man’s body. That to me annoyed me so much that I would often just go rogue for a couple of hours and that would, of course, made him go insane, a result I always loved.

 In the bedrooms, we agreed on sleeping on the same bed but avoiding anything weird during the night. No touching each other’s private space, especially not each other’s bodies. The first one to wake up would be the first one into the shower and so on. After a few months, we had a great system that avoided, almost always, any unpleasant moments during our missions. And as they would often take long periods of time to get over with, we just had to find a way to live with one another. It was almost a sacrifice for both of them and we did it because it was our job.

 However, those were our first missions, years one and two. By the third one, they sent us to shorter missions that required a greater deal of commitment from our part. In not so many words, that means that we had to risk our lives during those assignments. Sometimes, we wouldn’t even see each other but once, in critical moments. Besides those, we would often fly solo and assume unrelated identities. I have to confess it was kind of fun at first, playing to be so many different types of men, so many times.

 But after a while, it got annoying and the stakes started looking at me in the face. On my first mission, I got fired several times and they had to pull me out of a dumpster with a bullet on my thigh and several cuts all over my body. It was a weird experience, which was better than what my former partner was going through. I say former, because sometime after we started that decisive year, the bosses decided we wouldn’t be working together as often as we had done in the past. They said it was the right thing to do.

 However, I heard a drug lord almost killed him, after his disguise as a dealer was blown by some snitch. The snitch got killed right in front of him and the drug lord ordered his people to tie my former partner to a pipe and beat him up in every way they wanted. I have no idea of the details, but some people say he could have been killed if it hadn’t been for his security bracelet, which was a secret piece of equipment we all wear that activates itself if we fail to report to it at least once a day.

 You see, the drug lord took all of his clothes away and let him in a cold basement for at least four days. So the bracelet activated itself, called for back up to that specific location and the agent was saved. I was in a mission during that time, so I just heard it all from others. I was tempted to visit him in the hospital, the moment I was able to go back home, but I decided against it. Actually, I realized I was caring for someone I had never cared before, and that confused me enough to do nothing and go back to my life.

 It was almost a year later when they assigned us to a mission together. This time, it was a classic spy stunt: we had no covers, nothing sleek or sexy or nice. We just had to get our hands on a witness, extract him from a certain country, and go back home with that person alive. It was a nightmarish place to be, a horrible experience to be having. But, between all of it, I have to admit I was comforted when I saw his face in the airport the day we left for our mission. I wanted to tell him something but had no idea what to say. So, again, I decided to stay quiet and focus on the mission at hand.

 As predicted, the situation was dire. We had guns and a contact, but that was all blown to hell the second day of our stay in that dreadful hellhole. A group of guys attempted to blow us up in a crappy hotel. It was just luck that the cleaning lady had gone in before us. I know, that sounds insensitive but you kind of lose that part of yourself in such a job. We just started running and killing them all to get the fuck out of there. And in that moment, we were the best team anyone could have ever hoped for.

 It was as if our minds were connected, as well as our bodies. We didn’t even have to look at each other to work in unison; it was almost like a dance that has all the perfect moves to be the best anyone has ever seen. At the same time, I realized we weren’t the same people that had enjoyed those cruises and nice hotels at the start of this whole thing. We were two entirely different men and it showed. I saw it in his eyes the moment we started running away and I had felt it in myself for a long time before that. It just had been confirmed.

 He surprised me with his knowledge of the underworld of that city. Maybe he had been there before or maybe he had just changed that much. I had heard that after his traumatic experience, he had stayed on his post, taking many other risky assignments. He had a nice fiancé at the start but eventually she left him and no one could point at the exact thing that had caused that rift. However, the job was not one where you could see a lot of happy endings. So I understood if that had been the reason why he had decided to be left alone.

 In time, we got our witness and got her out of that place. It was by the skin of our teeth, as I was shot in the shoulder moments before our party rescued us on the border. The thing was, he had stepped in front of me and blocked most bullets by using a metal door as a shield. Only that one bullet had been able to reach me. Making me lose a lot of blood. I fainted in the helicopter that was carrying us and woke up many days later, back home, in a hospital bed. I was very dizzy, so what I saw seemed very unreal.

 It was him. He was fast asleep in the only furniture in the room other than my hospital bed, a very old sofa that seemed to have seen better days. When the nurse came in, she told me he had been there for over two days, never leaving for his home, never going anywhere. He just stayed there.

 After she left, I watched him sleep for a while. And as I did that, I tried to understand the whole situation. It was confusing for me and I know it must be the same for him. So I just decided to think it through another day. What was important was that I felt safe now, and I could finally rest properly for a few days.