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miércoles, 24 de octubre de 2018

El hombre de mis sueños


   Otra vez lo vi. Estaba en uno de esos callejones largos, de esos que parecen no tener fin. A un lado y al otro había afiches viejos, cayéndose a pedazos al suelo mojado. También algunos grafitis, tanto de aquellos que quieren desligarse de la sociedad como de aquellos que quieren integrarse, que buscan desesperadamente dejar su marca en el mundo para así decir “Aquí estuve”. Pero yo paso corriendo por entre la suciedad, salpicando agua llena de mugre a un lado y al otro. Es entonces que me doy cuenta que estoy descalzo.

¿Qué estoy haciendo? ¿Dónde estoy? No sé responder a ninguna de esas preguntas esenciales. No recuerdo como llegué hasta allí ni porque corro con los pies descubiertos. Solo sé a quién persigue y siento, sé, que él está allí adelante. Tal vez no me espera y tal vez ni siquiera sepa que lo estoy buscando, pero estoy tan cerca de lograrlo que la verdad solo me concentro en mi mismo y en nadie más. Sigo mojando mis pies hasta que por fin llego al final de ese largo corredor mugriento, que resulta ser una sala de estar.

 Cuando volteo a ver, ya no hay rastro del corredor ni de la calle ni del agua mugrienta. Sin embargo, mis pies siguen descalzos, aunque secos. Por un breve momento me quedo mirando mis pies, mis dedos en movimiento. Sé que algo quiere decir pero solo me rio como un tonto y alzo la vista para ver donde estoy ahora. Sí, es una sala de estar con todo y televisor, sofá, una ventana bien iluminada, cuadros varias e incluso fotografías. Cuando me acerco a verlas, caigo en cuenta de que los personajes en ellas son miembros de mi familia.

 Pero esa casa no es una que yo reconozca. Sé que nunca jamás había estado allí pero, al mismo tiempo, siento que la conozco de alguna manera. Es cuando me siento en el sofá por un momento cuando me doy cuenta de dónde conozco el lugar. De nuevo me rio como tonto, pues estoy sentado en el sofá de una familia famosa que nunca conoceré. Mi mente está jugando conmigo de la manera más extraña, a menos que no sea mi mente la que está haciendo todo esto. Tal vez algo más está ocurriendo y no me estoy enterando.

 Un sonido en el cuarto contiguo me alerta de la presencia de alguien más. Algo me dice que es él. Corro hacia allí, viendo como hay platos rotos en el suelo y la puerta del patio está abierta. Cuando salgo por ella, la casa animada desaparece y me encuentro en un lugar más familiar pero alterado dramáticamente. Parece como si una guerra hubiese estallado y no hubiesen quedado sino escombros de los edificios y casa que conocía. Era mi barrio, el de siempre, el que había conocido caminando de un lado al otro, el que había visto desde mi ventana en incontables ocasiones.

 Estaba todo destruido, con montones de piedras humeantes a un lado y al otro. No sabría decirlos a un lado y al otro de qué, puesto que ya no puedo ver calles ni cuadras ni nada por el estilo. Solo veo rocas unas encima de las otras y nada más. Sin embargo, sé que él está ahí. Recuerdo de golpe su sonrisa, que es lo único que me queda de él. Puedo ver su rostro con toda claridad, esbozando esa sonrisa que ha quedado marcada en mi mente. Casi siento que puedo extender una mano y tocarlo pero no es así. El mundo está ahí.

 Camino por lo que se sienten como horas hasta que por fin encuentro una salida de ese lugar tan horrible. Es una tienda, grande, de esas que venden de todo. Está tan sola como el resto de ese mundo pero al menos está de pie. La puerta suena al abrirla, lo que me estremece un poco, pero sigo de todas maneras. Adentro, todo está tal como debería de estar en un día de mucho movimiento. La única diferencia es que el lugar parece estar abandonado. No hay ni un solo cliente ni un solo vendedor.

 Y sin embargo, toda la ropa está perfectamente organizada, todos los colores y las luces vibran con un felicidad extraña y las máquinas funcionan como si nada raro estuviese ocurriendo. Me acerco lentamente a una escalera eléctrica y leo en un panel que la sección de hombres está en el tercer piso. De alguna manera, no me pregunten cual, sé que él está allí. Tal vez esté comprando algo para sí mismo o incluso, temo incluso pensarlo, está adquiriendo algo para mí. Pero lo único cierto es que no estoy seguro de nada.

 Me subo a uno de los escalones y hago lo mismo con los siguientes tramos de escaleras eléctricas. Solo subo y espero que me lleven al siguiente nivel, sin pensar en moverme para nada. Algo me dice que estoy cerca pero también puede ser que me esté imaginando cosas. Más cosas, quiero decir. Cuando llego al tercer piso, atravieso el área con los trajes formales y paso por enfrente de las corbatas y corbatines. Por alguna razón, mis pies desnudos caminan con premura hacia un rincón de la tienda.

 Paso casi volando por entre la ropa deportiva, viendo algo de desorden en esa zona. Me intriga y me dan ganas de detenerme a investigar porqué esa es la única zona desordenada en toda la tienda, pero mis pies no me dejan detenerme. Ellos me llevan y yo no puedo rehusarme. Entramos al sector de la ropa interior y mis pies se detienen frente a un muro lleno de paquetes de diferentes tipos de calzoncillos y pantalones cortos para hombre. Miro mis pies y parecen estar bien. Pero yo no entiendo qué es lo que me quisieron decir. Sé que algo buscaban, lo sé. Pero ciertamente no es evidente.

 Toco la pared, tocando también las cajas de ropa interior, todas con fotos de hombres inconcebibles en las portadas. Trato de no mirarlos pero algo me hace observar sus expresiones. Al comienzo, es como ver a través de una ventana sucia. Pero cuando dejo de empujar y de tocar y me alejo un poco, caigo en cuenta de algo que hace que me tape la boca y diga una grosería en voz baja. El hombre inconcebible en todas las cajas es el mismo y su cara es idéntica, o mejor dicho, es la del hombre que he estado siguiendo todo este tiempo.

 Justo entonces, oigo el sonido de una puerta que se abre ligeramente, a unos pocos metros de donde estoy. Cuando me acerco, veo que da acceso a una escalera interna, como las que se usan para evacuar gente durante un incendio. Sé que tengo que subir lo que sea necesario y allá arriba lo encontraré por fin. Mientras subo los escalones, sin apuro, me pregunto si de verdad lo podré ver y si podré escuchar su voz. Creo que eso sería demasiado pedir pero, como dicen algunos, soñar no cuesta nada. Una mentira pero ayuda.

 Cuando por fin llego al último rellano, abro la puerta que hay allí y salgo directamente al techo del edificio. Pero no parece ser el techo de una tienda por departamentos, en especial porque cuando entré era de día y ahora es de noche. Además, hay varios edificios altos alrededor, todos construidos con una idea arquitectónica bastante definida. Terminan en punta y están adornado por todos lados con figuras de piedra que se ven incluso más aterradoras a la luz de la Luna, que empieza a salir de entre las nubes.

 Camino un poco y entonces lo veo. Es él. Me acerco lentamente y me pongo a su lado. Lo miro y sonrío. Está vestido de forma extraña, con un disfraz completamente negro, completo con capa y máscara. Sé que es él, pero está disfrazado de uno de mis ídolos de la niñez. Parece apropiado y por eso me quedo allí de pie, en silencio, mientras él vigila la ciudad desde lo alto. Siento cierto tensión entre los dos y me gustaría preguntarle si él siente lo mismo, pero no quiero interrumpir lo que hace, pues parece ser importante.

 Pasados unos minutos, el hombre disfrazado voltea la cabeza y me mira. Su sonrisa no está pero sé que es él. Me mira directo a los ojos, como tratando de sondear mi alma a través de ellos, a ver si yo de verdad sí soy yo. Instintivamente, tomo una de sus manos, esperando que me reconozca.

 Y lo hace. Se acerca a mi y me da un beso suave y reconfortante. No dura mucho pero es el abrazo posterior el que sella el momento para mí. Me pongo a llorar sin razón alguna y es entonces cuando el se separa un poco, me acaricia el rostro y luego salta del edificio. Allá va de nuevo. Nos volveremos a ver.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Extraña llamada

   No recuerdo muy bien de que estábamos hablando pero sí que recuerdo que íbamos por la zona de la ciudad que empezaba a elevarse a cause de la presencia de las montañas. Como en toda ciudad de primer mundo, todo estaba cuidadosamente organizado y parecía que no había mucho campo para algo estuviera mal puesto o que un edificio fuese muy diferente al siguiente. Todo era muy homogéneo pero con el sol del verano no parecía ser un mundo monótono sino muy al contrario, parecía que toda la gente era auténticamente feliz, incluso aquellos que sacaban la basura o paseaban a su perro.

 Con mi amigo hablábamos a ratos, hacíamos pausas para mirar el entorno. Nos entendíamos aunque tengo que decir que amigos de pronto era una palabra demasiado grande para describir nuestra relación. La verdad era que habíamos sido compañeros de universidad, de esos que tienen clases juntos pero se hablan poco, y nos habíamos encontrado en el avión llegando a esta ciudad. Como por no ir a la deriva y tener alguien con quién hablar, decidimos tácitamente que iríamos juntos a dar paseos con la ciudad, con la posibilidad de separarnos cuando cualquiera de los dos lo deseara. Al fin y al cabo que ninguno de los dos conocía gente en la ciudad y no estaba mal compartir experiencias con alguien.

 Ese día estábamos juntos pero fui yo, cansado, el que me senté contra el muro de un local comercial cerrado junto a unos hombres de los que solo me había percatado que tenían la ropa blanca. Ellos estaban agachados pero no sentados, seguramente para evitar manchar sus pantalones blancos. Me di cuenta que me miraban hacia el otro lado de la calle por lo que yo también hice lo mismo. Era la esquina de una de esas cuadras perfectamente cuadradas de la ciudad. Había dos grandes locales: uno daba entrada a un teatro en el que, justo cuando voltee a mirar, apagaron las luces del vestíbulo. El otro local era una pizzería donde algunas personas se reunían a beber y comer.

 De pronto los hombres se levantaron y se dirigieron hacia el teatro. Sin explicación alguna, yo también me puse de pie y los seguí. No le avisé a mi amigo por lo que él se quedó allí, mirando su celular. Yo entré al teatro que tenía sus luces encendidas de nuevo pero decidí no acercarme al punto de venta de billetes porque no hubiera sabido que decir. En cambio me senté en unas sillas vacías, como de sala de espera. Desde allí pude ver que los actores que había visto afuera estaban discutiendo con alguien que parecía trabajar allí también. No se veían muy contentos. La conversación terminó abruptamente y los actores se acercaron a mi. Me asusté por un momento pero solo se sentaron en las sillas al lado mío, hablando entre ellos y después quedando en silencio.

 No sé porque lo hice porque normalmente no soy chismoso ni me meto en las cosas de los demás, pero allí estaba en ese teatro sin razón alguna. Y cuando el actor sacó su celular, el mismo actor junto al que me había sentado afuera, no pude evitar mirar la pantalla. Solo vi que era un mensaje de texto pero no tenía tan buena vista como para leerlo y la verdad no quería ser tan obvio, así que me puse a mirar los afiches de obras pasadas que había en un muro opuesto, como si me interesaran.

 El hombre entonces se puso de pie y se dirigió adonde había unos teléfonos. Por un momento ignoré que la presencia de esos aparatos fuera una reliquia del pasado pero no dudé su presencia allí. Mi amigo llegó justo en ese momento, dándome un codazo y preguntándome porqué lo había dejado solo afuera. Solo le pedí que hiciera silencio y nada más. No podía explicarle porque estaba allí.

 Miré al hombre hablar por teléfono durante un rato. Quería saber que estaban diciendo, quería saber qué era lo que decía y con quién hablaba. Era un presentimiento muy extraño, pero sabía que en todo el asunto había algo raro, algo que había que entender y que no era solo entre esos personajes sino entre todos los que estábamos allí, incluso mi muy despistado amigo. Era una sensación que no me podía quitar de encima.

 Cuando el hombre colgó, lo vi acercarse pero me dirigí a mi amigo cuando ya estaba muy cerca. Le dije muy crípticamente, incluso para mí, que nos iríamos en un rato. No tengo ni idea porqué le dije eso pero estaba seguro de que era cierto.

 El actor se me sentó al lado visiblemente compungido. Lo que sea que había hablado al teléfono no lo había recibido muy bien. Se había puesto pálido y era obvio que sudaba por el brillo en sus manos. Podía sentir su preocupación en la manera en que respiraba, en como miraba a un lado y a otro sin en verdad mirar a nada y a nadie.

 Mi celular entonces timbró una vez, con un sonido ensordecedor. Como lo tenía en el bolsillo, el volumen debía haberse subido o algo por el estilo, aunque con los celulares más recientes eso no era muy posible. Al sacarlo del pantalón y ver la pantalla, vi que era un mensaje de audio enviado por Whatsapp. El número del que provenía era desconocido. Miré a un lado y a otro antes de proceder. Desbloqué mi teléfono y la aplicación se abrió.

 El audio comenzó a sonar estrepitosamente. Era la voz del actor que estaba al lado mío que inundó la sala y la de otro hombre. Torpemente tomé el celular en una mano y la mano de mi amigo en la otra y lo halé hacia el exterior. Él no entendía nada pero como yo tampoco, eso no importaba.

 Lo hice correr varias calles hasta que estuve seguro que no nos había seguido nadie. Fue un poco incomodo cuando nos detuvimos darme cuenta que todavía tenía la mano de mi compañero de universidad en la mía. La solté con suavidad, como para que no se notara lo confundido que estaba, por eso y por todo lo demás.

 La voz me había taladrado la cabeza y eso que no había entendido muy bien lo que decían. Miré mi teléfono y el audio se había pausado pero yo estaba seguro que no habían sido mis vanos intentos por apagar el aparato los que habían causado que se detuviera el sonido. Con mi amigo caminamos en silencio unas calles más hasta la estación de metro más cercana, pasamos los torniquetes y nos sentamos en un banco mirando al andén. Allí saqué mi celular de nuevo y vi que el sonido ya era normal. Miré a mi amigo y él entendió. Puse el celular entre nosotros y escuchamos.

 Primero iba la voz del actor, que contestaba el teléfono en el teatro. La voz que le respondía era gruesa y áspera, como la de alguien que fuma demasiado. Era obvio que el actor se sentía intimidado por ella. Sin embargo, le preguntó a la voz que quería y esta le había respondido que era hora de que le pagara por el favor que le había hecho. La voz del pobre hombre se partió justo ahí y empezó a gimotear y a pedirle a la voz gruesa más tiempo, puesto que según él no había sido suficiente con el que había tenido hasta ahora.

 Esto no alegró a la voz gruesa que de pronto se volvió más siniestra y le dijo que nadie le decía a él como hacer sus negocios ni como definirlos, fuera con tiempo o con lo que fuera. Le tenía que pagar y lo amenazó con ir el mismo por todo lo que le había dado, además de por su paga que ya no era suficiente por si sola. Antes de colgar, la voz de ultratumba hizo un sonido extraño, como de chirrido metálico.

 El tren llegó y nos metimos entre las personas. Adentro compartimos con mi amigo un rincón en el que estuvimos de pie todo el recorrido. Solo nos mirábamos, largo y tendido, como si habláramos sin parar solo con la vista. Pero nuestra mirada no era de cariño ni de entendimiento, era de absoluto terror. Había algo en lo que habíamos escuchado que era simplemente tenebroso.  Por alguna razón, no era una amenaza normal la que habíamos oído.

 Llegamos a nuestra estación. Bajamos y subimos a la superficie con lentitud, sin amontonarnos con la masa. No nos miramos más ese día, tal vez por miedo a ver en los ojos del otro aquello que más temíamos de esa conversación, de ese momento extraño.

 Esa noche no pude dormir. Marqué al número que me había enviado el audio pero al parecer la línea ya estaba fuera de servicio. No escuché la conversación de nuevo por físico susto, porqué sabía que entonces nunca dormiría en paz.


 Hacia las dos de la mañana tocaron en mi puerta y creo que casi me orino encima del miedo. Esto en un par de segundos. Fue después que oí la voz de mi amigo. Lo dejé pasar y esa noche nos la pasamos hablando y compartiendo todo el resto de nuestras vidas, creo yo que con la esperanza de que sacar a flote otros recuerdos nos ayudara a olvidar esa extraña experiencia que habíamos tenido juntos.

lunes, 16 de marzo de 2015

Una y otra vez

   Por alguna razón, era como si la imaginación se hubiera acabado. Siempre los mismos sueños, casi siempre en el mismo orden y sin ningún cambio significativo. Era como si mi cerebro quisiera que aprendiese algo con esas imágenes pero la verdad es que no se parecían a nada que hubiera vivido. Tal vez a cosas que sentí alguna vez pero como recordar todo lo que se siente, a menos que deje marca de una u otra manera. No recordaba de donde podían venir tantas escaleras y filas y sillas y gente. Porque todos tenían rostros, borrosos o no.

 Y con los que interactuaba más, los conocía. Estoy seguro de que existen en realidad y de que los he, al menos, saludado en la calle. Pero no, son más que eso. Así los besara o me persiguieran, así fuese el centro de atención o solo uno más, los conocía y por alguna razón seguían detrás de mí incluso después de terminado el sueño.

 Lo peor era el dolor de espalda y de hombro, como si hubiera peleado toda la noche. Es así que un ose da cuenta que dormir no tiene nada que ver con descansar. Porque descansado no he estado por un buen tiempo. Solo caigo por el poder que pesa encima mío y después me despierto porque es lo que tengo que hacer. Y siempre que lo hago trato de recordar los más mínimos detalles del sueño que acabo de tener. Normalmente, es una tarea inútil, que no acaba en nada que sirva.

 Es interesante como algo que no existe, que simplemente no tiene forma física, tenga el poder de ejercer presión y de causar reacciones físicas en nosotros, como si de verdad estuviese peleando con alguien o quien sabe que más. Este dolor que no se quita, este peso horrible que siento, es uno de eso que pensé que ya nunca volverían. Y lo sé porque este me preocupa y cuando algo lo hace es que es grave o importante. Eso pesos en el pecho o sentimientos de presión en el corazón son lo peor.

 Y existen y eso es aún más atemorizante. Y que tal que el sueño sea algo así como una premonición? Una alerta para estar al tanto de cosas por venir, tal vez no todas buenas o tal vez no todas fáciles. Porque si hay algo que yo deteste más que nada son las cosas innecesariamente difíciles. Muchos dicen que el camino difícil es el del valiente pero para mí es el del masoquista y el del mártir. Yo no soy ninguna de esas dos cosas. Ni lo seré nunca porque no lo deseo.

  En fin, esos son mis sueños, mundos inexplicables que se repiten y se repiten. Y no es que sueñe todas las noches ni nada por el estilo sino que, incluso después de meses sin recordar nada de mis sueños, de pronto aparecen estos de nuevo: las mismas estructuras sin sentido, la misma gente con los mismos diálogos y el mismo desarrollo del sueño. Es como ver una película favorita, una y otra vez. Solo que yo jamás elegí ver esta película, solo soy el proyecto que se usa para que el filme corbe vida y sea lo que tiene que ser.

 Algo curioso es que mi respuesta a lo que ocurre ha cambiado con el tiempo. Al comienzo era confuso y era más precavido en el sueño, todo iba más despacio. Eran sueños que se desarrollaban en la noche durante seis o más horas de sueño. Pero ahora pueden aparecer mientras duerme apenas una hora o poco más. Y ya no soy el mismo de antes si no alguien que recibe todo de buena gana. Incluso parezco actuar en ciertas escenas, disfrutando mi papel sin tapujos.

 Y lo digo así porque a veces siento que me veo hacer cosas pero no soy yo el que las hace. Y cuando soy yo, se siente como si cuerpo estuviera en algún tipo de piloto automático que sabe que hacer así mi conciencia real no tenga ni idea de todo lo que sucede. Es casi mágico salvo que no lo es ya que todo depende mi cerebro, de todo lo que allí reside, tanto en la luz como en la oscuridad. Como me gustaría aprender más de mi! Sé que hay mucho más de lo que sé dentro de mi cerebro pero es como si yo mismo no tuviera la contraseña para mi propia caja de seguridad.

 Cuando despierto, es frustrante. No solo porque parezco no avanzar en el sueño, sino por el dolor y el saber que probablemente volverá a pasar lo mismo en días y semanas. Y es tremendamente frustrante. Estar tan cerca y nunca llegar. Aunque quien dice que los sueños tienen de hecho un final? Tal vez simplemente sigan y sigan hasta que el cerebro se cansé y decida despertar al cuerpo. Pero entonces entre más tiempo dure el sueño, más del filme se podría ver. Y eso es lo que quiero.

 A más de una persona le parecerá extraña mi obsesión con saber más de mi mismo. Dirán que para eso no hace falta soñar sino ser sincero con uno mismo. Y tal vez tengan razón. Pero siempre es útil un pequeño empujón, algo que nos haga caer en cuenta de las cosas. A veces es un alguien el que hace eso pero tendría que ser alguien que nos conoce a la perfección y en mi caso no hay nadie así. Ni mi familia sabría más de mi que yo mismo, tal vez porque he ocultado tanto conscientemente. Por eso no sé si lo que me quiere decir mi cerebro es algo sincero o no.

No sé y a veces prefiero no pensar tanto en el asunto. Porque a la larga de que sirve que todo parezca un gran misterio que solo tu puedes resolver pero que en verdad resulta que no es más que un laberinto oculto en una red espesa de mentiras y verdades que ya no eres capaz de separar porque ambas cosas forman parte de lo que eres, de lo que soy en este caso. Porque si somos sinceros, todos los seres del mundo que valen la pena tienen esos dos lados: el claro con las verdades y el oscuro con las mentiras. O incluso al revés si se cree que también la luz puede cegar y la oscuridad puede ser fuente de vida.

 Que si me da miedo saber ma miedo de la realdiad, de lo que es sin nuestra influencia consciente.ncluso al reveres del mundo que valen la pena tienen esosás de mi mismo? Por supuesto que sí. Solo un tonto creería saber todo de si mismo y solo un idiota no tendría miedo de la realidad, de lo que es sin nuestra influencia consciente. El miedo en este, y en todos los caso, es increíblemente útil. Y no es que adore mi miedo ni nada por el estilo pero le tengo respeto y creo que eso es algo necesario para saber manejar sentimientos tan volátiles como ese. De pronto estando consciente de mi miedo, puedo entrar más fácil en contacto con lo que hay detrás de los sueños.

 Porque estoy seguro que hay algo detrás. Si pudiese alguien ayudarme sería lo mejor del mundo porque me quitaría un peso de encima. Y sé quien podría ser esa persona pero, lo peor del caso, es que sé que esa persona no existe ya que es esa media naranja de la que tanto habla la gente. Es ese otro ser que me complementa en todos los aspectos y que sabe cada cosa de mi y yo de él. Sé que es la única persona que me puede ayudar pero, como dije, no existe. Porque si existiese ya lo conocería porque como más sabría más de mi que yo mismo?

 Es un camino muerto y es inservible recorrerlo porque no tiene ningún sentido. Está claro que esto es entonces que tengo que hacer yo solo. Lo único es que tendré que estar listo para la próxima vez que los sueños, las imágenes y los sentimientos lleguen. Y no es fácil estar listo para algo así porque te toma desprevenido, te da mil vueltas en un mismo sitio y no te de deja en paz. Es por eso que no puedes ni pensar ni mucho menos decidir que hacer coherentemente.

 Supongo que en ese momento entra el miedo porque no sabes si actuar de manera desmedida sea lo mejor. Que pasa entonces si tus acciones cambian el curso del sueño de tal manera que en verdad nunca descubras nada sino más bien al contrario? Que las acciones lo que hagan sea arrojar piedras sobre lo que quieres saber y lo oculten incluso más de lo que ya está? Es un riesgo, después de todo. Y creo que estoy dispuesto a arriesgarlo todo ya que no perdería nada en todo caso.

 Y que sin esas verdades quedan enterradas para siempre? No sería yo el primer ser humano es fracasar al querer conocerse íntimamente. De hecho, la mayoría de personas en este mundo creen que conocen cada pequeño trazo de su personalidad, de su ser interno y externo y eso simplemente es imposible. Con la porción tan pequeña que usamos del cerebro, es imposible que no existan secretos más allá de nuestro entendimiento, incluso si esos secretos están guardados con recelo dentro de nuestros propios cerebros. Que tal si esa es la última fortaleza que debamos enfrentar? Que tal si es allí donde están las respuestas a las preguntas que nos hacemos como especie, como seres humanos?

 Hemos creído toda la vida, toda nuestra existencia, que la verdad está más allá, lejos, oculta tras las nueves o la neblina pero que tal si es al revés? Si en verdad todo lo que necesitamos saber está aquí mismo, dentro de nuestros propios cuerpos, oculto en esa parte que nunca usamos porque no sabemos como? De pronto es todo lo que necesitamos para ser verdaderamente felices o para vivir realmente en paz.

 Tengo que creer que así es. Y por eso no descansaré hasta penetrar la realidad de mis sueños, así eso implique crear muros para derrumbar otros. Y así será. No importa el dolor solo el saber.

miércoles, 21 de enero de 2015

Quiero volver a soñar

   De pronto el piso dejó de existir y caí. No caí rápidamente, atraído por la gravedad. Caí lentamente, como si algo estuviera sosteniéndome mientras bajaba eternamente hacia algún punto allí abajo, entre la negrura del universo. Alrededor mío, solo había estrellas, enormes y pequeñas, cercanas y lejanas. Era fascinante tener la sensación de poder tocarlas con las manos pero, al hacerlo, pude darme cuenta que no eran calientes. Estaban frías, como el espacio alrededor mío.

 Mientras caía, pude ver formas y siluetas que se formaban allá lejos, adonde mi vista, que siempre había sido mala, no podía llegar. Entrecerré los ojos, tratando de ver pero no pude definir ninguna de las criaturas que parecían bailar allí. Supe que era hermoso, supe que era la existencia misma la que hacía que esos objetos o seres fluyeran como lo hacían. Pero mis ojos no veían nada. Era mi mente, era algo más allá de mi ser que me decía lo que pasaba alrededor mío.

 Mis pies descalzos tocaron entonces el fondo. Ni me había dando cuenta que ya había llegado y que la negrura había desaparecido, aparentemente de golpe. El piso era pasto, césped de un verde que parecía improbable pero que allí abundaba. Se sentía genial poder pisar la hierba, sentir el mundo bajo mis pies. Me detuve al ver que más allá, en las siguiente colina, había una casita. Se parecía a aquellas que los niños dibujan cuando va a la escuela.

 Mientras caminaba hacia ella, veía todos sus detalles: ventanas cuadradas e marco rojo, una puerta principal algo torcida de azul eléctrico, una chimenea de ladrillo ladeada en el techo y flores por todo el contorno de la construcción.  Era de color amarillo y parecía ser la única del lugar. Cuando llegué al frente de la casa, vi que no había nada más en el entorno más que el brillante pasto y el cielo que todavía estaba pintada de negro, aunque era de día.
Sin dudarlo, empujé la puerta. No tenía pomo y, de todas maneras, estaba seguro de que no era necesario. Quien iba necesitar de seguridad en un desolado paraje como este?

 La casa era perfecta por dentro. Todo parecía estar esperando uso, como si hubiera sido recién comprado por alguien para mí. O bueno, tal vez no para mi pero sí para alguien a quien quisiera mucho. Me senté en un bello sofá de flores de la sala y me di cuenta de que yo era el creador del lugar, al menos del exterior. Quien habría sido la persona que había comprado todo esto, hecho que este casa fuera un hogar propiamente dicho?

 Entonces, el sonido de la tetera inundó el lugar. Me levanté y caminé a la cocina y vi que alguien ya había preparado una taza con una bolsita de té negro y algo de azúcar blanco. Esa es mi bebida favorita, así que supo que todo esto era para mi. Serví el agua caliente en la taza y estuve ahí, pensando en todo, por lo que se sintieron como horas o más. Me di cuenta que ya había terminado mi bebida y entonces subí al piso superior. Ya vería las demás habitaciones de la planta baja después.

 Desde la escalera del descanso pude ver, a través de una de las ventanas cuadradas, que se había vuelto de noche otra vez. Pero no solo eso. Ahora las colinas habían desaparecido, siendo reemplazadas por un paisaje propio de la luna o algún otro cuerpo celestial. No sabía donde estaba pero, extrañamente, no me sentí conmocionado o asustado. De seguro, había una razón.

 Había solo tres puertas en el segundo piso y reí como tonto al ver lo que había detrás de la primera que abrí. Era el baño. Era bastante pequeño pero confortable, todo de madera, incluso el lavamanos. Había pequeñas botellas alrededor de este último y, en la ducha, había otra ventana cuadrada. Entonces tuve el impulso o, mejor dicho, la idea de que tenía que bañarme. Ahí mismo me quité la ropa que tenía y entré a la ducha. El agua estaba perfecta.

 Era todo muy raro. Lo sabía. En ningún momento pensaba que todo la situación tuviera algo de normal. De hecho, a través de la ventana pude ver el terreno desolado que había afuera y me sobrecogió una sensación de molestia, de fastidio. Como si ver ese terreno me recordara alguna sensación desagradable, algún recuerdo amarrado a mis ojos pero no a mi memoria.

 Entonces me di cuenta que ya no salía agua de la ducha y que ya estaba seco. Salí así del baño y supe que la puerta que había justo en frente era la correcta. La empujé y entonces vi algo que me pareció natural pero que sabía, no lo era del todo. Me vi a mi mismo, acostado en la cama, durmiendo. Una puerta se abrió dentro de la habitación: tenía baño interno. De allí salió alguien que no reconocí pero que sentí, debía conocer.

 Pude ver que era un hombre por su físico, pero su cara parecía inmersa en sombras. Era como si algo o alguien no quisiera que yo supiera de quien se trataba, aún cuando yo sentía muy en el fondo, que sabía exactamente que era lo que ocurría. El hombre se acostó en la cama, abrazándome. O mejor dicho, abrazando al yo que estaba allí dormido. Por alguna razón, esta visión me afectó, haciéndome llorar y luego me hizo salir corriendo de allí, hasta la puerta de la casa.

 La abrí de golpe y salí corriendo, apenas mirando para donde corría. Entonces tropecé con algo y caí de rodillas. El dolor era intenso y entonces olvidé porque había empezado a llorar, si es que alguna vez lo supe. Mis rodillas sangraban y me di cuenta que mis piernas y manos estaban cubiertas de un fino polvo gris, que brillaba cuando me movía. Miré fascinando como relucía y como, cuando lo trataba de limpiar, flotaba en el aire unos segundos y allí se quedaba.

 Me puse de pie y caminé. El suelo era inusualmente suave pero esto era un gusto para mis pies. No sé por cuanto tiempo caminé, desnudo, por aquel desierto espacial. Nunca miré atrás pero supe que la casa ya no estaba allí. Se había ido como había aparecido y no había manera de ir a buscarla. De todas maneras no quería volver a ella.

 Entonces algo brilló sobre mi cabeza, cegándome. Y el brillo invadió todo el lugar por lo que no pude seguir caminando. Entonces me dejé caer al suelo y caí en cuenta de que alguien controlaba el brillo. Sentía que había alguien más conmigo en el vacío del espacio. Yo no estaba solo.

 Se sintió como si cortaran una película de buenas a primeras. Fue cuando desperté. No de golpe, como suele pasar sino solo abriendo los ojos y viendo que el mundo real empezaba a dibujarse alrededor mío. Por varios minutos no me moví, tratando de recordar todo lo que pudiera sobre el sueño. Cuando me incorporé por fin, tomé una libreta y un esfero de la mesa de noche y empecé a escribir todo. Y aquí estamos.

 No sé de que iba todo. De hecho, no sé de que va nada en realidad y en un sueño es probable que entienda aún menos. Sería esa la razón de mi sueño? Seguramente. Dicen que las preocupaciones lo hacen a uno soñar cosas muy raras. Lo extraño era que yo me sintiera tranquilo en todos esos lugares y con todos esos cambios.

 Pero entonces pensé: quien era el hombre en mi habitación? Quien era el propietario de esa cara en sombras? Y porque había sentido una presencia que lo controlaba todo? Sentí miedo de mi mismo?

 Escribiendo esto me he calmado un poco pero no puedo dejar de pensar en lo que no slidad solo decida dejarme ir, cansado e atormenta la idea de que solo en sueños pueda entender que hacer con la vida y en la reaé, en lo que todavía no es o en lo que puede nunca sea. Me atormenta la idea de que solo en sueños pueda entender que hacer con la vida y en la realidad solo decida dejarme ir, cansado o tal vez sin la voluntad de hacer nada. No quiero ser nada y quiero ser todo al mismo tiempo.

 Pensándolo mejor, quiero volver a soñar.