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miércoles, 5 de agosto de 2015

Un estúpido accidente

  Para Mateo lo peor que le podía haber pasado era fracturarse el tobillo. Había sido un tropezón tan ridículo que le daba rabia pensar que por semejante accidente tan estúpido se fuese a perder tantos juegos importantes. Había entrenado todos los días, casi sin descanso. Llegaba a casa rendido y no le dirigía la palabra a su novio, que no le gustaba que se esforzara tanto pero había aprendido a no decirle nada para que no reaccionara de mala manera. Mateo era jugador de fútbol y lo había sido desde que tenía unos cinco años. Su padre lo llevaba a entrenamientos y cuando no había lo llevaba al parque a jugar por horas con una pelota. El padre había tenido el sueño de ser futbolista pero un accidente se lo había impedido.

 Y ahora Mateo también había tenido un accidente pero menos grave. El doctor del equipo le había asegurado que volvería a jugar después de algo de terapia intensiva pero eso no aminoraba la frustración del hombre de 29 años que deseaba con toda su alma jugar y llevar a su equipo a la victoria. El accidente había sido uno relacionado a otro deporte: la equitación. Una amiga de él y de su novio los había invitado a su casa de campo y habían montado a caballo. Fue solo bajando del animal que Mateo dio un mal paso y se fracturó su pierna. Fue de esos accidentes idiotas que nadie entiende pero son casi graves y muy trascendentales. Ahora Mateo tenía que quedarse en casa un mes entero, perdiéndose el las eliminatorias para el campeonato en las que tanto deseaba participar.

 Su novio trabajaba todo el día en una compañía de química por lo que no podía cuidarlo como quisiera. Algunos días salía temprano y estaba con él pero no  era lo mismo. Sin embargo, el primer fin de semana después del accidente fue uno de los mejores de la vida de ambos. Esto porque su relación se había ido estancando poco a poco y ya ni se veían después de trabajar, tan solo para dormir y llegaban tan cansados que no había energía ni para sexo, ni para conversaciones ni para nada. Se habían ido alejando lentamente y con el accidente se dieron cuenta de cuan extraños se sentían el uno frente al otro. Pero la realidad era que se amaban como siempre solo que habían olvidado expresarlo.

 Ese fin de semana el novio de Mateo, cuyo nombre era Fer, decidió hacer una cena para los dos. La cocinó el mismo y le propuso a Mateo que se arreglaran, como jugando a la cita a ciegas. Cuando Mateo vio a Fer y viceversa, fue como si se volvieran a ver después de años de separación. Se volvieron a enamorar, si es que se puede decir algo así. La cena estuvo deliciosa y conversaron de sus vidas y rieron de cosas que hacía tiempo no recordaban. Compartieron sus opiniones y tuvieron el mejor sexo de sus vidas, eso a pesar del yeso de Mateo. Al otro día fue igual y se dieron cuenta de lo que cada uno se había perdido al irse alejando por culpa del trabajo y las obligaciones.

 La semana siguiente, Fer trató de venir temprano del trabajo pero tuvieron que pedirle a la hermana de Mateo que viniese a quedarse con su hermano en las tardes, mientras se mejoraba y para que no estuviera solo. El inconveniente era que ella tenía un niño pequeño y a Mateo nunca le habían gustado los niños.  A Fer sí pero no era una necesidad ni nada para él así que nunca habían tenido que hablar de adoptar en un futuro ni nada parecido. Y era que también el hijo de la hermana de Fer no era la mejor referencia en cuanto a niños. De hecho Mateo creía que esa criatura podía ser calificada por cualquiera como un demonio, que iba de aquí para allá sin ningún orden ni contemplación, tumbando cosas y dañando otras.

 Tuvo que soportar esos días con el niño, que no hacía sino preguntarle sobre su pierna y si dolía. Mateo siempre respondía que sí y trataba de alejarse lo que más pudiera con sus muletas pero era inútil tratar de hacerlo. En la primera semana, el demonio aquel lo pateó al menos dos veces por día y lo hizo caer una vez. Cuando la hermana de Mateo vino a recogerlo lo regañó a él y le dije que tenía que aprender a caminar a menos que quisiera romperse las piernas todos los días. Estaba comprobado que el niño era el mismo diablo, convertido en una criatura pequeña y rastrera. Le sonría a Mateo de manera pícara y siempre estaba al acecho, como si fuese un pequeño león o algo por el estilo.

 La manera que tenía Mateo de alejarse de todo era encerrándose en su cuarto. Allí podía ver todos los partidos de fútbol que quisiese y también leer libros que nunca había terminado. Durante un tiempo, Mateo había soñado con escribir una novela de fantasía, como aquellas que había leído en su niñez, ahora las releía para descubrir de nuevo eso que había sentido cuando era pequeño. Tanta era su adoración por aquellos temas, que cada de podía le pedía a Fer que le leyera y él solo lo abrazaba y escuchaba cada palabra. Nunca escribió nada y sus ganas se desvanecieron cuando el fútbol se convirtió en una opción viable para vivir pero de todas maneras extrañaba la fantasía y por eso volvía a ella con el accidente.

 Pero incluso hacer algo tan simple como leer podía constituir un reto. El niño demonio hacía de las suyas por todos lados y Mateo había tenido que decirle a su hermana que lo controlara o simplemente no podían volver de visita. El ultimátum no le sintió bien a la pobre mujer que casi nunca veía a su hermano y quería compensar este hecho con ayuda en casa y compañía pero por fin se daba cuenta del verdadero problema: Mateo no soportaba los niños. Lo que hizo entonces fue hablar con su hermano y decirle que quería estar allí para él pero tenía que traer al niño también pues no tenía a nadie que lo cuidara. Estaba en la misma posición con él que con Mateo.

 Por los días siguiente, el niño calmó sus acciones. Ya no pintaba las paredes y no lo acosaba en su camino al baño o a comer algo. Casi todo el tiempo se la pasaba dibujando y fue entonces que Mateo se dio cuenta que jamás lo había visto como a un niño de ﷽﷽﷽﷽mo a un nices que Mateo se dis y no lo acosaba en su camino al baño o a comer algo. Casi todo el tiempo se la pasaba dño de  verdad. Decir algo así sonaba horrible pero era porque para Mateo, su sobrino siempre había sido más una molestia que cualquier otra cosa. Fue un día que lo vio dibujando, concentrado y en paz, en el que se dio cuenta que los niños podían no ser tan malos. Pero eso no fue lo que más le interesó sino lo que estaba dibujando el niño como tal. Eran princesas y dragones y castillos y cosas por el estilo. Los dibujos le gustaron al tío Mateo y, como quien no quiere la cosa, empezó a preguntar por ellos y el niño le explicó cada uno.

 Al día siguiente, Mateo se sentó en el sofá, donde el niño dibujaba, y empezó a leer de uno de sus libros favoritos. El año inmediatamente quedó prendado de la historia y, cuando Mateo quiso ir al baño, le rogó que siguiera sin interrupciones pues la historia se ponía cada vez más interesante. Así siguieron por los días siguiente, en los que Mateo le leyó varias historias a su sobrino, para alegría de su hermana que nunca antes había visto que el niño y su hermano se llevaran bien.  Era bonito verlos juntos en el sofá, al niño con la boca abierta mientras oía las palabras de Mateo y este último concentrado en cada palabra, casi como si estuviese actuando cada escena.

 Esto lo pudo ver Fer un viernes que pudo venir temprano del trabajo. Él y la hermana de Mateo los miraron desde la cocina y sonrieron al ver lo mucho que había cambiado el accidente a un hombre que nunca antes había querido compartir nada de sus gustos personales y mucho menos con un niño. Ese día, mientras Mateo y el niño leían, Fer y la hermana hicieron la comida. Fue uno de los mejores días pues por primera vez se sentía como si fuesen una familia verdaderamente unida. No había discusiones, solo conversación y alegría y nada más. Cuando se fueron a acostar ese día, Mateo le confesó a Fer que nunca antes se había sentido tan cercano a miembros de su familia. Había decidido que quería ver a su padre.

 Lo que pasaba con ellos era que el padre estaba orgulloso de Mateo pero nunca había aceptado por completo que a él, a su hijo lleno de testosterona, le gustaran los hombres y especialmente uno que no tenía nada que ver con el deporte. Siempre había sido algo difícil, sobre todo en las festividades de fin de año, cuando la familia siempre había acostumbrado reunirse para festejar. Decidieron ir todos: el niño, Mateo, su hermana y Fer. Los padres de Mateo vivían en una casa de campo muy alejada, pequeña y llena de animales. Fue un poco difícil cuando llegaron, pues no habían avisado pero la madre se encargó de que el padre no fuese un muro de concreto. Y por lo que parecía, los años lo habían ablandado.


 Días después, Mateo estaba jugando su primer partido y con su energía y decisión, el equipo ganó fácilmente. La celebración en el estadio fue monumental y lo primero que hizo el jugador fue besar a su novio, alzar en brazos a su sobrino y abrazar a su hermana, en ese orden. Su visión de la vida había cambiado a partir de lo que él siempre había sido, y todo por un estúpido accidente.

domingo, 25 de enero de 2015

Soñar cuesta mucho

   Lo más posible es que no haya manera de sentirse verdaderamente tranquilo en ningún lado, por completo. La vida jamás será una experiencia completa si lo que se busca es realizarse a través de sueños ajenos y no se persiguen los propios, por peligrosos, ridículos o insignificantes que sean. Y la verdad es que sí existen sueños tontos pero jamás para quien los sueña y, al fin al cabo, esa es la opinión más importante.

 Hay sueños grandes, difíciles de realizar y hay quienes adoran tener estos y toman como una aventura o un reto, el hecho de confrontar este tipo de duelo con el destino. Claro que el destino, como tal, es apenas una sombra o un humo sin cuerpo que flota siempre por delante nuestro. Su principal característica es ser siempre cambiante y, seguido, el resultado de nuestras elecciones conscientes. Está claro que hay factores externos que no se pueden prever pero todo se ajusta rápidamente en relación al ser humano.

 En todo caso, los sueños están para ser perseguidos. Se quiere ser astronauta o un músico o cantante famoso? Pues no hay más opción sino intentar. Como? Trazando el camino y yendo paso por paso. No todo el mundo tiene que hacer todos los pasos y hay veces que hay que repetir algunos o pasar por otros que nunca habían sido contemplados. En ese momento entra el factor llamado "paciencia". La gente seguido piensa que se trata todo de perseverancia pero eso no es verdad. Los ejemplos abundan para dejar en claro que no es necesario matarse en el trabajo sino hacerlo y esperar a ver que pasa.

 Esta ultima declaración puede ser un tanto molesta para algunos, más que todo para quienes hacen esos esfuerzos sobrehumanos para lograr algún tipo de ascenso o de consideración. Aunque sí es verdad que un esfuerzo especial es apreciado, la constancia siempre es más apreciada, sobretodo si se relaciona con paciencia y organización. Las personas solo premian el esfuerzo cuando el premio no vale tanto la pena y se trata de "contentar" a alguien por un tiempo hasta que olvide el esfuerzo que hizo. La clave: combinar cualidades, sean las que sean que tenga la persona (tu o usted).

 Todo el mundo tiene cualidades. Es decir, todo el mundo es bueno en algo pero no todo el mundo es bueno en algo que paga o vale la pena. Por ejemplo muchos narcotraficantes son muy buenos en lo que hacen pero esa no es una cualidad bien vista por la sociedad en general. Pero no se puede discutir que estos hombres y mujeres, y muchos otros en otras circunstancias, tienen cualidades así estas no sean de la clase que todo quisiéramos tener.

 El caso es saber para que se es bueno. Pintando, escribiendo, bailando, haciendo cálculos, organizando, limpiando, comiendo,… En fin, tantas cualidades que puede haber. Por eso es importante conocerse a si mismo, tarea que puede tomar muchos años o solo algunos meses, dependiendo de la complejidad de cada persona.

 Es innegable que hay cantidad de maneras de ser y de ver la vida. Por lo tanto, hay gente más simple que otra y eso no tiene nada de malo, es simplemente como son las cosas. Ser simple tiene muchas ventajas y una que otra desventaja: es una vida más alegre y menos preocupante aunque siempre poco trascendental. Una persona simple podrá sonreír con facilidad durante toda su vida. Una persona compleja, solo lo hará en determinadas ocasiones.

 Y esto que tiene que ver con los sueños, se preguntarán ustedes? Pues fácil: gente simple, sueños simples. Esa suele ser la regla aunque, claramente, siempre hay excepciones. La gente simple tiene sueños que son fáciles de realizar y que están a su alcance. De hecho, ahí recae la inteligencia de los personas sencillas: saben que deben plantearse retos que sean capaces de afrontar y no ponerse frente a cosas que saben que simplemente nunca van a lograr.

 La gente más compleja tiene sueños que, en muchas circunstancias, jamás serán realmente cumplidos. Por ejemplo, son ideas tan vagas y poco exactas que su realización no es tan factible como plantearse jugar futbol un buen día de sol en un parque. Una persona compleja se plantea retos que, en si mismos, contienen otros retos y pruebas difíciles lo que hace que el tiempo sea un factor de gran importancia para estas personas.

 Aunque siendo honestos, el tiempo es siempre importante, para todos. Al fin y al cabo somos seres humanos y eso quiere decir que tenemos una vida que tiene un final. Todos los sueños que tengamos toman y, a la vez, no toman en cuenta, el hecho de que todos tendremos que morir alguna vez. Otra cosa difícil es cuando queremos ser inmortales, imprimiendo nuestro ser en objetos o sueños corpóreos. Esto es realizable pero requiere tiempo, paciencia, y esfuerzo, todo al mismo tiempo. Y aún con todo eso, puede que no se realice. Vivimos en un mundo que se alimenta del pasado pero no de los pequeños elementos sino de los grandes e importantes.

 Ahora bien, antes hablábamos de sueños importante y sueños poco importantes. Por ejemplo, ir a comer a un restaurante de renombre puede ser un sueño. Es importante? Muy probablemente, no lo sea. Ya que las probabilidades de que algo así cambie una vida son bastante pocas. Pero poder realizar una línea de productos para el cabello y venderlos en tiendas, eso es un sueño importante, grande, porque involucra a más de una persona y porque tiene consecuencias serias sobre la persona que trata de lograr que ese sueño se convierta en realidad.

 Eso sí, repetimos, la importancia de cada sueño solo puede ser determinada seriamente por la persona que lo quiere realizar. Lo que los demás piensen es interesante pero de ninguna manera importante a la hora de realizar un sueño. Eso a menos que la persona en cuestión sea fácilmente sugestionada por los demás. En ese caso los sueños a realizar siempre serán los de otros y la persona vivirá una vida vacía.

 De hecho, y debemos confrontar esta realidad, la gran mayoría de los millones que vivimos en el mundo nunca veremos realizados nuestros grandes sueños. Porque? Por una pequeña palabra llamada “prioridades”. Digamos que nuestro gran sueño sea ser un arquitecto renombrado. Pero si además de realizar ese sueño tenemos que cuidar a nuestros hijos, a nuestros padres, cuidarnos de los demás, poner comida en la mesa, divertirnos, disfrutar y en fin, es muy probable que el tiempo no alcance para ser quienes siempre hemos querido ser.

 Y con esto entramos en el último punto y, ciertamente, el más importante. Los sueños están para ser realizados o para ser soñados, para tener metas? Es una gran duda del ser humano. Porque? Pues bien, porque no somos seres que vivan para siempre y al tener una vida finita, sabemos que hay cosas que jamás podremos realizar o ver realizadas. El hombre siempre ha querido explorar el espacio pero cuantos de nosotros veremos al hombre en Marte? Pocos de los que vivimos hoy, probablemente.

El problema es que hoy en día los sueños han sido idealizados. Son casi como un producto a la venta, como el software que uno compra para editar fotografías. Tiene el software pero eso no quiere decir que sepas como editar las fotografías. Eso se aprende por aparte, sea por uno mismo o de alguien más. Lo mismo sucede hoy en día con los sueños: cogemos los sueños que nos venden y tratamos de realizarlos para nosotros.

 Quiero ser esbelto, tener buen culo, tetas, pene y abdomen. Ese es un sueño que se le vende a todo el mundo hoy en día y muchos lo compran. Es su sueño propio? Muchos dirán que sí. Porque? Porque el ser humano se apena de su propia estupidez. Todos sabemos cuando estamos siendo ridículos o cuando estamos haciendo algo mal. Lo sentimos lo percibimos pero eso no quiere decir que nos detengamos. Acaso cuantos dejan de ir al gimnasio porque se dan cuenta de que eso simplemente no es lo que quieren para si mismos?


 El problema con los sueños es que los contaminamos con las mentiras que nos rodean y, peor, con las que nos decimos a nosotros mismos. Hoy en día todo es tan fácil y tan rápido que ya no nos molestamos en pensar. Los sueños se han prostituido pero podemos todavía anhelar, querer. Podemos desear todavía desde lo más profundo de nuestros corazones, aprendiendo a hablar con nosotros mismos. Hoy en día le reclamamos al mundo pero nos odiamos a nosotros mismos al crear ese mundo. La solución es sencilla. Al fin y al cabo, soñar cuesta pero no mucho.

miércoles, 21 de enero de 2015

Quiero volver a soñar

   De pronto el piso dejó de existir y caí. No caí rápidamente, atraído por la gravedad. Caí lentamente, como si algo estuviera sosteniéndome mientras bajaba eternamente hacia algún punto allí abajo, entre la negrura del universo. Alrededor mío, solo había estrellas, enormes y pequeñas, cercanas y lejanas. Era fascinante tener la sensación de poder tocarlas con las manos pero, al hacerlo, pude darme cuenta que no eran calientes. Estaban frías, como el espacio alrededor mío.

 Mientras caía, pude ver formas y siluetas que se formaban allá lejos, adonde mi vista, que siempre había sido mala, no podía llegar. Entrecerré los ojos, tratando de ver pero no pude definir ninguna de las criaturas que parecían bailar allí. Supe que era hermoso, supe que era la existencia misma la que hacía que esos objetos o seres fluyeran como lo hacían. Pero mis ojos no veían nada. Era mi mente, era algo más allá de mi ser que me decía lo que pasaba alrededor mío.

 Mis pies descalzos tocaron entonces el fondo. Ni me había dando cuenta que ya había llegado y que la negrura había desaparecido, aparentemente de golpe. El piso era pasto, césped de un verde que parecía improbable pero que allí abundaba. Se sentía genial poder pisar la hierba, sentir el mundo bajo mis pies. Me detuve al ver que más allá, en las siguiente colina, había una casita. Se parecía a aquellas que los niños dibujan cuando va a la escuela.

 Mientras caminaba hacia ella, veía todos sus detalles: ventanas cuadradas e marco rojo, una puerta principal algo torcida de azul eléctrico, una chimenea de ladrillo ladeada en el techo y flores por todo el contorno de la construcción.  Era de color amarillo y parecía ser la única del lugar. Cuando llegué al frente de la casa, vi que no había nada más en el entorno más que el brillante pasto y el cielo que todavía estaba pintada de negro, aunque era de día.
Sin dudarlo, empujé la puerta. No tenía pomo y, de todas maneras, estaba seguro de que no era necesario. Quien iba necesitar de seguridad en un desolado paraje como este?

 La casa era perfecta por dentro. Todo parecía estar esperando uso, como si hubiera sido recién comprado por alguien para mí. O bueno, tal vez no para mi pero sí para alguien a quien quisiera mucho. Me senté en un bello sofá de flores de la sala y me di cuenta de que yo era el creador del lugar, al menos del exterior. Quien habría sido la persona que había comprado todo esto, hecho que este casa fuera un hogar propiamente dicho?

 Entonces, el sonido de la tetera inundó el lugar. Me levanté y caminé a la cocina y vi que alguien ya había preparado una taza con una bolsita de té negro y algo de azúcar blanco. Esa es mi bebida favorita, así que supo que todo esto era para mi. Serví el agua caliente en la taza y estuve ahí, pensando en todo, por lo que se sintieron como horas o más. Me di cuenta que ya había terminado mi bebida y entonces subí al piso superior. Ya vería las demás habitaciones de la planta baja después.

 Desde la escalera del descanso pude ver, a través de una de las ventanas cuadradas, que se había vuelto de noche otra vez. Pero no solo eso. Ahora las colinas habían desaparecido, siendo reemplazadas por un paisaje propio de la luna o algún otro cuerpo celestial. No sabía donde estaba pero, extrañamente, no me sentí conmocionado o asustado. De seguro, había una razón.

 Había solo tres puertas en el segundo piso y reí como tonto al ver lo que había detrás de la primera que abrí. Era el baño. Era bastante pequeño pero confortable, todo de madera, incluso el lavamanos. Había pequeñas botellas alrededor de este último y, en la ducha, había otra ventana cuadrada. Entonces tuve el impulso o, mejor dicho, la idea de que tenía que bañarme. Ahí mismo me quité la ropa que tenía y entré a la ducha. El agua estaba perfecta.

 Era todo muy raro. Lo sabía. En ningún momento pensaba que todo la situación tuviera algo de normal. De hecho, a través de la ventana pude ver el terreno desolado que había afuera y me sobrecogió una sensación de molestia, de fastidio. Como si ver ese terreno me recordara alguna sensación desagradable, algún recuerdo amarrado a mis ojos pero no a mi memoria.

 Entonces me di cuenta que ya no salía agua de la ducha y que ya estaba seco. Salí así del baño y supe que la puerta que había justo en frente era la correcta. La empujé y entonces vi algo que me pareció natural pero que sabía, no lo era del todo. Me vi a mi mismo, acostado en la cama, durmiendo. Una puerta se abrió dentro de la habitación: tenía baño interno. De allí salió alguien que no reconocí pero que sentí, debía conocer.

 Pude ver que era un hombre por su físico, pero su cara parecía inmersa en sombras. Era como si algo o alguien no quisiera que yo supiera de quien se trataba, aún cuando yo sentía muy en el fondo, que sabía exactamente que era lo que ocurría. El hombre se acostó en la cama, abrazándome. O mejor dicho, abrazando al yo que estaba allí dormido. Por alguna razón, esta visión me afectó, haciéndome llorar y luego me hizo salir corriendo de allí, hasta la puerta de la casa.

 La abrí de golpe y salí corriendo, apenas mirando para donde corría. Entonces tropecé con algo y caí de rodillas. El dolor era intenso y entonces olvidé porque había empezado a llorar, si es que alguna vez lo supe. Mis rodillas sangraban y me di cuenta que mis piernas y manos estaban cubiertas de un fino polvo gris, que brillaba cuando me movía. Miré fascinando como relucía y como, cuando lo trataba de limpiar, flotaba en el aire unos segundos y allí se quedaba.

 Me puse de pie y caminé. El suelo era inusualmente suave pero esto era un gusto para mis pies. No sé por cuanto tiempo caminé, desnudo, por aquel desierto espacial. Nunca miré atrás pero supe que la casa ya no estaba allí. Se había ido como había aparecido y no había manera de ir a buscarla. De todas maneras no quería volver a ella.

 Entonces algo brilló sobre mi cabeza, cegándome. Y el brillo invadió todo el lugar por lo que no pude seguir caminando. Entonces me dejé caer al suelo y caí en cuenta de que alguien controlaba el brillo. Sentía que había alguien más conmigo en el vacío del espacio. Yo no estaba solo.

 Se sintió como si cortaran una película de buenas a primeras. Fue cuando desperté. No de golpe, como suele pasar sino solo abriendo los ojos y viendo que el mundo real empezaba a dibujarse alrededor mío. Por varios minutos no me moví, tratando de recordar todo lo que pudiera sobre el sueño. Cuando me incorporé por fin, tomé una libreta y un esfero de la mesa de noche y empecé a escribir todo. Y aquí estamos.

 No sé de que iba todo. De hecho, no sé de que va nada en realidad y en un sueño es probable que entienda aún menos. Sería esa la razón de mi sueño? Seguramente. Dicen que las preocupaciones lo hacen a uno soñar cosas muy raras. Lo extraño era que yo me sintiera tranquilo en todos esos lugares y con todos esos cambios.

 Pero entonces pensé: quien era el hombre en mi habitación? Quien era el propietario de esa cara en sombras? Y porque había sentido una presencia que lo controlaba todo? Sentí miedo de mi mismo?

 Escribiendo esto me he calmado un poco pero no puedo dejar de pensar en lo que no slidad solo decida dejarme ir, cansado e atormenta la idea de que solo en sueños pueda entender que hacer con la vida y en la reaé, en lo que todavía no es o en lo que puede nunca sea. Me atormenta la idea de que solo en sueños pueda entender que hacer con la vida y en la realidad solo decida dejarme ir, cansado o tal vez sin la voluntad de hacer nada. No quiero ser nada y quiero ser todo al mismo tiempo.

 Pensándolo mejor, quiero volver a soñar.

domingo, 11 de enero de 2015

Vida de pantano

    Nunca había sido el sitio más común para un encuentro de este tipo. De hecho, para ningún tipo de encuentro que no involucrara al reino animal o vegetal. Sin embargo, allí estaban ellos dos, subidos en una canoa pequeña que flotaba a la deriva. Estaban tomados de las manos, con suavidad, y miraban a los ojos del otro como si no hubiera más en el mundo sino ellos. Era el amor, sin duda. Y también el tiempo, que siempre marcha hacia adelante, sin pensar en nadie.

Así estuvieron mucho tiempo, pensando en mil formas de expresar en palabras lo que sentían pero siendo incapaces de hacer algo más que sostener las manos del otro y mirar dentro de sus ojos, que parecían tener un lenguaje más fluido que el de su mente, que parecía estar adormilada o simplemente muy respetuosa del acontecimiento.

Aquí y allá había destellos de vida, en el inmenso pantano que hoy cubría un área enorme. Era un lugar tan grande, que muchas personas, la mayoría de hecho, se abstenía de entrar allí. No querían entrar en contacto con las peligrosas criaturas que residían en las aguas turbias de la enorme ciénaga y la verdad era que de allí poco se podía sacar para consumir. Peces había en otros lados, más grandes y de mejor sabor, y la madera húmeda de esos incipientes bosques no era la mejor para construir lo que necesitaban.

Sin embargo, había gente que entraba a propósito, como la pareja que ahora se encontraba plenamente a la luz del día pero eso no les importaba. Habían dejado de ocultarse, de escapar de todo, habían dejado de olvidar, algo que era casi un deporte en sus comunidades. No, ellos estaban felices de poderse mirar a la cara bajo la luz del sol. Y cuando ocurrió allí, pareció darles el impulso para inclinarse hacia delante y darse un beso suave, como si temieran que hacer algo más pudiera romper el momento.

Cerca de allí no había más nadie, a menos que se contara como presencia humana la de asesinos de sangre fría que estaban, con mucho cuidado, lanzando cuerpo al agua. Les abrían el estomago y los lanzaba allí al agua. Si no se los comían los caimanes de la zona, el agua turbia ayudaría a ocultar los cuerpos lo suficiente. Los asesinos no eran de los pueblos cercanos sino de lugares más lejanos pero venían hasta allí porque parecía ser el lugar ideal para muchas cosas, entre esas para deshacerse de cadáveres.

Pero de eso nunca se enteró la pareja que ahora se habían acostado en la canoa, uno al lado del otro, y se hablaban suavemente. No comentaban nada relacionado con sus familias ni con los problemas que tenía cada pueblo. Solo recordaban el pasado o planeaban el futuro. No les importaba si lo que hablaban se realizaba alguna vez, era lo de menos. Les hacía bien, después de tanto tiempo, poder tomarse de las manos y apreciar su mundo privado mientras imaginaban como sería vivir juntos o recordando esa memorable ocasión en la que un caimán pareció escuchar toda una de sus discusiones.

Siendo una pareja común y corriente, porque ellos eran no eran especiales de ninguna manera y eso lo sabían, no era extraño que de vez en cuando discutieran. Eso sí, si alguien escuchara todas las discusiones, tendría que ser alguien muy comprensivo ya que se veían cada tanto tiempo que siempre discutían por cosas que habían pasado hace mucho, cosas que ya no tenían la menor importancia. Pero era como si eso los hiciera sentir vivos y lo preferían así.

En sus hogares, su familias los buscaban pero, como siempre, por las razones incorrectas. Uno pensaría que estarían profundamente preocupados por su bienestar físico, habiendo sido tal vez asesinados o habiendo cometido un doloroso suicidio.
Pero no. Sus familias solo los querían en frente para reprenderlos, para reforzar en ellos sus costumbres, tradiciones y reglas que ya hacía décadas eran obsoletas. Era como si su trabajo no fuera procurar la felicidad de sus hijos sino la de presionarlos y controlar cada uno de sus movimientos.

En cierta medida y por una gran fracción de la vida de los chicos, tanto de uno como de la otra, los padres habían controlado todo. Ambos habían sido tratados como realeza, cosa que estaban muy lejos de ser. Esto no era Romeo y Julieta, por muchos parecidos que los vecinos trazaran entre esos y estos. Las dos familias no se odiaban, más bien se ignoraban mutuamente ya que eran ambas de gente pobre. En este caso no había grandes palacios ni la más bella ropa de la región. Eran casuchas tristes y harapos francamente horribles. Viviendas en la mitad de tierreros dejados a un lado por dioses y hombres, nada por lo que nadie pensaría batirse a duelo.

Y sin embargo, tanto la familia del chico como la de la chica, creían por alguna razón que eran de alta alcurnia o que merecían más de lo que recibían. Algo que tenían en común era que ninguna de las dos familias cedía un solo centímetro ante las generaciones más jóvenes: la abuela callaba a la madre, la madre a la hija y la hija a sus hermanas menores. Y estas últimas aprendían con celeridad esta tradición familiar.

Los hombres solían ser menos inteligentes y más salvajes. Esto no era algo que afectara a dichas familias sino al conjunto del genero masculino que vivía en los alrededores del pantano. Eran tercos, torpes e irremediablemente cortos de cerebro. No era una sorpresa que fueran sociedades matriarcales, donde la mujer del hogar se imponía sobre los demás y no había quien le respondiera o se negara a sus órdenes.
No por nada el crimen más grave que alguien podía cometer en esas comunidades era el asesinato de una mujer o, lo que era peor, su violación. Esos crímenes tenían como resultado un antiguo ritual, casi tribal, en el que el perpetrador era sacrificado al pantano de la manera más horrible posible.

Y así, en una sociedad brutal e implacable, existían dos personas que simplemente se amaban. No era algo que hubieses sucedido de la noche a la mañana sino durante un tiempo, durante el cual él fue al pueblo de ella para comerciar algunos animales con su padre. Desde que vieron hubo un interés pero no hablaron en los primeros meses. Lo máximo era mirarse fijamente y sonreír, muy parecido a lo que hacían allí en el pantano.

Ya cuando se conocían más, de vista, se habían hablado pero siempre de tonterías relacionadas con el mercado o algo por el estilo. Era el tipo de conversación insulsa que siempre tenía la gente pero servía para romper el hielo. Eso sí, las incipientes conversaciones eran siempre interrumpidas por algún miembro de la familia, casi siempre una mujer, que gritaba algo que nadie nunca entendía y la halaba a ella a su casa y a él hacia el carro en el que traían los animales.

Pero con el tiempo encontraron la forma para verse a escondidas, por apenas algunos minutos, para darse regalos. Hubo un alto intercambio de cartas y fue así que se enamoraron. No hubo besos ni abrazos ni tacto de ningún tipo. Tampoco se habían conocido sus costumbres ni gustos. El amor había nacido únicamente porque cada uno había reconocido en el otro algo que no había en los demás y era un interés en algo diferente a los asuntos de siempre para la gente del pantano.

Carta vino y carta fue y así creció el amor hasta que las familias se enteraron y entonces siempre había alguien junto a ellos, listo para prevenir un encuentro de la pareja. No hubo más cartas sino apenas un cruce de miradas en días afortunados. Así fue durante un tiempo hasta que, por un descuido de uno de los cuidadores, ella pudo pasarle a él una carta que lo invitaba a escaparse, a través del pantano. Él aceptó y ahora estaban los dos en aquella canoa, flotando a la deriva.

Ya no hablaban de nada, solo se sostenían de la mano y miraban el cielo, las formas de las nubes y, cada uno por su lado, imaginaba una vida que jamás tendrían.

La verdad, la que ellos no sabían, era que ambos eran tan simples como todos los demás. Estaban tan contaminados con las costumbres y las tradiciones de sus familias, que no había manera de vivir una vida independiente de ellos. Además, el amor que decían sentir no era real, era apenas un cariño que había crecido al ver la posibilidad de una vida distinta, fuera de sus casas.

Más tarde ese día, se arrepintieron de su escape y volvieron a sus casas. Solo se volvieron a ver una vez, en la que se miraron pero ya no reconocían al otro, ya no era importante. Tan solo les quedaba el recuerdo del pantano, el lugar donde podrían haber sido pero simplemente no fueron.