La pasarela elevada pasaba sobre los cinco
depósitos de químicos de la fábrica. El primer en llegar fue Félix, que parecía
no poder respirar y sin embargo corría todo lo que podía sin mirar atrás.
Cuando estuvo encima del tercer tanque, se detuvo para ver si Marcos lo había
seguido.
En efecto, Marcos venían corriendo detrás pero
lo malo era lo que venía detrás de él: era una criatura que helaba la sangre
solo de verla. En apariencia era como una serpiente, solo que esta serpiente
medía una docena de metros de largo y era gruesa como el tronco de un árbol.
Subía por la escalerilla que daba acceso a la pasarela elevada con una
habilidad que daba susto. Marcos corría lo más rápido que podía y le indicó a
Félix que debía seguir su camino también o ambos serían comida de reptiles.
La criatura se desenrolló en la pasarela
flotante y con agilidad se deslizó por encima del frío metal que constituía la
estructura de la especie de puente que unía un extremo al otro de la fábrica.
Los de abajo eran químicos altamente corrosivos que se usaban para la creación
de varios tipos de productos para la limpieza. Era un poco extraño que esa
fuera la guarida de uno de los criminales más buscados por la policía pero así
era. El hombre llamado la Sombra tenía su base de operaciones debajo de la
estructura, en sótanos adecuados para sus actividades. Y allí también residía
su mascota, la que ahora perseguía a Marcos y a Félix.
En un momento, la criatura se enroscó en un
mismo sitio y pegó un salto hacia delante, como un resorte. Félix ya había
llegado al otro lado de la pasarela pero Marcos no podía correr tanto por una
torcedura de tobillo que hacía que dada paso fuese un poco más difícil. Cuando
la criatura saltó, le cayó muy cerca, tanto que la serpiente pudo lamerle la planta
de uno de sus zapatos con su lengua bífida.
Entonces la serpiente volvió a recoger para
saltar de nuevo. Marcos había caído al suelo y no podía pararse, su pie estaba
ya fracturado y sentía que se empezaba a hinchar. No había ya ninguna opción de
escapatoria. Los ojos de la serpiente brillaron, contenta de haber podido
atrapar al menos a uno de los hombres que estaban persiguiendo. Presionó su
cuerpo sobre si mismo y volvió a saltar, dirigiendo su enorme cabeza hacia la
Marcos, para tragarlo de un bocado.
Pero la serpiente nunca cayó sobré él sino que
frenó en la mitad del aire y quedó allí, congelada en el tiempo como un muñeco.
Se notaba incomoda y su nerviosismo aumentó cuando en vez de estar sobre la
pasarela, pasó a estar sobre uno de los tanques de químicos. Antes de caer,
abrió los ojos y soltó un chillido horrible. Momentos después, su cuerpo se
deshacía en un liquido de color verde esmeralda.
Marcos respiraba deprisa. Había estado muy
cerca de morir pero había visto como había pasado todo: era Félix quién había
utilizado su capacidad mental para controlar a la serpiente y hacerla caer en
el lugar equivocado. No hubo conversación ni felicitaciones ni nada parecido.
Félix ayudó a Marcos a ponerse de pie y con sus poderes lo bajó de la pasarela
flotante. Una vez abajo, se dirigieron al estacionamiento de la fábrica de
donde robaron uno de los vehículos. Ya un poco lejos, escucharon una fuerte
explosión. No se miraron ni dijeron nada pero ambos supusieron lo que era.
Félix condujo por varias horas hasta llegar a
un lugar en el que nadie los conociera. No podían quedarse en la ciudad pues
era obvio que la Sombra iba a perseguirlos para vengar la muerte de su mascota
y el descubrimiento de su guarida. Después de varias horas en la carretera, llegaron
a un bosque tupido, lleno de pinos y eucaliptos y otros árboles enormes. A un
lado de la carretera alquilaban cabinas en el bosque para las personas que
venían a pescar y a cazar.
La joven que los atendió estaba visiblemente
aburrida pero pareció estar interesada por la ropa de los dos, pues estaba
quemada en parte y olía mucho a químicos. Además, era evidente que no venían al
bosque a pescar o cazar pues no se veía el equipo por ningún lado. De pronto
era fugitivos o incluso una pareja en un arranque pasional. La chica pensó todo
esto en un momento, mientras Félix firmaba el libro del hotel y pagaba por una
semana de estadía de contado. Marcos se apoyaba sobre el mostrador: su tobillo
estaba mucho más hinchado que antes.
La chica les dio un mapa de los caminos y les
indicó que su cabaña era la número diez, justo del otro lado del lago. Por el
tobillo de Marcos, se demoraron tanto en caminar al lugar que la tarde cayó
pronto sobre ellos y tuvieron que abrir la puerta del lugar a tientas. Lo bueno
era que tenía luz eléctrica y agua caliente. Lo malo era que habían bichos,
como hormigas y unas cucarachas pequeñas. Era lo mínimo que tendrían que
soportar con tal de pasar algunos días fuera del radar.
Félix ayudó a Marcos a entrar en la bañera que
había en el cuarto de baño. Le había insistido que se quitara la ropa para
estar más cómodo pero Marcos se había negado, subiéndose los pantalones y
quitándose zapatos y medias y nada más. Así se metió a la bañera que Félix
llenó de agua tibia. Dejó que flotara allí el tiempo que quisiera mientras él
se quitó todo la ropa en la habitación y decidió salir al lago y nadar bajo la
luz de la luna llena. Era algo muy liberador flotar por allí, bañarse en la más
hermosa soledad, únicamente acompañado por la grandeza de la luna.
Félix se dio cuenta al oír el chapoteo. Trató
de salir de la bañera pero casi no pudo ponerse de pie para salir. No solo era
difícil apoyar el tobillo hinchado sino que la ropa mojada ejercía un peso
enorme sobre él. Para cuando fue capaz de salir, se resbaló sobre el borde de
la bañera e hizo un desastre en el suelo. Félix lo encontró minutos después,
empapado y con la mandíbula contra el piso, incapaz de moverse. Parecía un
pescado ya atrapado por las redes.
Félix tenía alrededor de su cuerpo una toalla
bastante pequeña pues solo había una para cuerpo entero y la había traído para
Marcos. Pero en vez de usarla, lo ayudó a sentarse y le dijo que debía quitarse
la ropa y pasar más tiempo en la bañera o al menos quitársela para poder dormir
tranquilo. Como Marcos no respondió al instante, Félix se le quedó mirando y
con sus poderes arrancó la camiseta y los pantalones de su cuerpo. Quedó solo
en los calzoncillos bancos que tenía puestos.
Su cara se puso roja y después discutió con
Félix por haberlo hecho a la fuerza pero este no se disculpó. Solo lo ayudó a
ponerse de pie y lo ayudó a ir hasta la cama. Eran dos camas sencillas, una al
lado de la otra. La de Marcos estaba de lado del baño, la de Félix al lado de
la ventana. Félix se acostó mirando al techo, habiendo ya apagado la luz.
Marcos solo podía dormir boca abajo pero no era una opción sencilla con el
dolor de tobillo. Por eso se hizo de lado, mirando a su compañero.
De la nada, le preguntó por sus poderes. Solo
conocía a otra persona que podía hacer algo parecido y no era tan sorprendente
como lo que él hacía. Félix respondió que había descubierto lo que podía hacer
desde que era joven y que había aprendido en secreto a manipularlo. Marcos no
entendió porque escondía sus poderes, a lo que Félix respondió que cualquiera
que supiera mucho de ellos seguramente quisiera aprovecharlos para su propio
beneficio.
Marcos asintió en la oscuridad. Tenía la
toalla bien apretada alrededor de su cuerpo. Estaba casi desnudo, con un
tobillo hinchado, al lado de un tipo que había conocido hacía menos de un día.
Por alguna razón, los dos habían estado en la guardia de Sombra al mismo
tiempo. No habían hablado de las razones pero Marcos asumía que los dos querían
destruirlo todo y destapar el imperio criminal de la Sombra.
Pero eso era una suposición. En la oscuridad,
se quedó mirando a Félix un buen rato, preguntándose por la verdad. Después de
un rato le entró el sueño, a la vez que oía la respiración pausada de su
compañero. Antes de caer en los brazos de Morfeo, tuvo una visión de los ojos
de Félix. Era sorprendentemente parecido a los de la serpiente.