Nunca creí poder verte a los ojos. Toco tu
cara y me fascino al sentir el calor proveniente de tu interior. Me gusta como
no sonríes y actúas como si fuera algo a lo que estás acostumbrado, cuando sé
muy bien que no es así. Me gusta poner toda la palma de mi mano sobre una de
tus mejillas y tan solo sentirte allí conmigo. Resistes cuanto puedes pero
terminas siempre por cerrar los ojos o solo moverte un poco. Eso me indica que
existes, que de verdad estás allí conmigo y que no te he imaginado como sí lo hice
antes.
Cuando era pequeño, tan solo un niño, supe muy
bien que me gustaban los chicos. Me gustaba jugar con ellos, fuese un deporte o
a los videojuegos. Me gustaba escucharlos hablar y reír. Creo que fue en ese
momento cuando supe que la sonrisa de un hombre era para mí una cura para el
alma. Sí, era solo un niño pequeño que no sabía nada de la vida, y sin embargo
entendí muchas cosas de mi mismo sin en verdad enfrentarlas. Porque a esa edad
no todo es un problema ni causa un drama existencial irreparable.
Mi curiosidad sexual también se despertó y
creo que hice lo que muchos hicimos en ese tiempo: orinar con otros amigos y
compararnos unos con otros, como si estuviésemos hablando de carritos de
juguete o algo así. No le poníamos mucha atención a nada y creo que por eso
todos olvidamos todo tan rápido, sobre todo cuando ha pasado tanto tiempo.
Juzgamos duro a los más jóvenes porque olvidamos lo que hacíamos cuando lo
éramos. Y eso, estoy seguro, lo hacemos a propósito la mayoría de las veces.
Ya cuando la pubertad entró a mi vida como un
tornado, empecé a soñarte. Es verdad que no siempre tuviste el mismo aspecto
pero creo que fue a los doce años cuando supe que quería tenerte en mi vida. En
ese momento todo era muy romántico, pues yo solo sabía del amor por las
películas y los personajes de los dibujos animados. Lo que yo imaginaba era
básicamente un príncipe azul que era perfecto, tal vez con la cara de alguno de
mis actores favoritos de la época, que venía y me rescataba de mi triste vida
solitaria.
Ser homosexual es difícil, sobre todo cuando
sé es niño o adolescente. De pronto hoy en día las personas sean más
comprensivas o abiertas a las cosas pero en mi época no era así y tuve que
callar muchas cosas. No podía estar contándoles a mis compañeros y amigos y
amigas y demás personas, sobre lo que pasaba por mi cabeza. No podía
explicarles que cuando me tocaba por las noches no veía mujeres hermosas o
modelos de calendarios sino a hombres que veía todas las tardes en la
televisión. Ni siquiera comprendía mucho del sexo y sin embargo los imaginaba
allí conmigo.
Mi primera
relación sexual fue años después y no fue ni lo más increíble de mi vida ni
tampoco decepcionante. Fue solo algo que debía de pasar, no le puse más
atención de la que debía pero sí pensé que si hubiese sido contigo, las cosas
hubiesen sido muy distintas. Seguro me habría emocionado más verte allí, y mis
labios habrían sabido besar de una manera más hábil y segura. Creo que te
habría abrazado y jamás te hubiese dejado ir, sin importar las palabras de
nadie ni lo que pudiese estar pasando en el mundo.
Sin embargo, seguías sin aparecer y ya para
cuando tuve mi primer novio real, estuve casi seguro de que simplemente no ibas
a aparecer jamás. Al terminar esa relación de manera tonta y adolescente, me
sentí tonto al creer que el amor era esta cosa que parecía salir de una
ridícula película romántica. Decidí dejar de ser el idiota que piensa en el
príncipe azul y me dediqué a pensar en mi mismo, decidí ser solo yo y tratar de
mejorar lo que eso era, porque todavía no tenía muy claro cual era mi rol en
este mundo.
Y me tomó tiempo. No puedo dejar de pensar lo
diferente que hubiese sido todo si hubieses estado allí conmigo. Veía a unos y
a otros juntarse y separarse y tengo que admitir que me daba envidia. Es
increíble lo rápido que las personajes aceptan a otros pero no se enteran por
un solo segundo lo que es vivir bajo su piel. Seguía con los mismos secretos de
antes, teniendo que embotellar todo lo que pensaba en mi mente, sin poder ser
sincero con nadie excepto con pocas personas, por cortos periodos de tiempo.
Sí, hubo gente que pasó por mi vida, pero no
te he mentido cuando te he dicho que nada significaron pues en un momento
clave, cuando alguien decidió que la mentira era la mejor opción, decidí que
iba a dejar de buscar el amor a propósito. Decidí que el amor tenía que ganarme
a mi como si yo fuese el premio y no el amor en sí. Me dediqué entonces a
dejarme llevar y a crecer como persona y ese crecimiento vino con una rica vida
sexual de la que ahora tu eres el receptor de sus beneficios.
Hice de todo con muchos y, como bien sabes, no
voy a pedir perdón por nada de lo que he hecho. Sería una tontería pues en cada
momento disfruté de lo que hacía, lo hice feliz y sin remordimientos y sin
lastimar a nadie. Muy al contrario, hacía a otros igual de felices que a mi.
Dejé de pensar en el príncipe azul y te dejé a ti casi en el olvido, en un
pequeño rincón de mi cerebro que se fue llenando con polvo y telarañas. El
tiempo pasa y no perdona jamás. Te fui dejando a un lado porque simplemente
eras una de las ilusiones de un niño solitario y no podía seguir siendo él toda
mi vida.
Sin embargo, soy de aquellos que creen que
jamás dejamos de ser nosotros mismos. Podemos ir y venir, hacer y deshacer, y
siempre seguimos siendo exactamente los mismo en lo más profundo de nuestro
ser. La gente dice que cambia y que aprende y que evoluciona y la verdad no sé
que tanta verdad haya en eso. De pronto es verdad pero sí creo que en nuestro
corazón somos la misma persona desde el momento en el que nacemos hasta que
nuestro cuerpo deja de funcionar y alimenta de nuevo a la Tierra.
El caso es que me concentré en otras partes de
mi vida y el amor, o como se llame ese sentimiento, dejó de existir para mí o
al menos su importancia fue tan insignificante para mí, que simplemente parecía
no tener ni siquiera validez. Me dediqué a ser una persona en otros aspectos, a
trabajar y a aprender e incluso quise tratar de establecer relaciones con otras
personas, relaciones basadas en la amistad, en gustos similares y en trabajo.
Lo intenté por un buen tiempo, con la mejor actitud que me fuese posible.
Pero mi mejor actitud no fue suficiente. Me di
cuenta de que soy una de esas personas que a nadie le interesa conocer. Creo
que esa realización ya la había tenido pero la diferencia entonces fue que
acepté lo que quería decir. De pronto a los quince años me habría sentido mal y
hubiese incluso querido acabar con mi vida, pero ya mayor, con más de treinta
años de edad, decidí que eso no importaba. Si no soy interesante, ni llamo la
atención y a nadie le interesa conocerme, debo y quiero entenderlo como
problema de ellos y no mío.
Algunos me acosarán de negativo y de culpar a
otros por mis problemas pero así es como me siento y jamás me voy a disculpar
por ser yo mismo. No tendría sentido alguno serlo. Y creo que fue en ese
momento, cuando por fin me di cuenta quien era y lo que quería en mi vida, que
pude correr las cortinas que nublaban mi vista para por fin ver tu rostro
detrás de ellas. Tengo que decir, y ya lo sabes, que creí que eras una ilusión.
Eres más hermoso de lo que nunca te imaginé, y eso me hizo sonreír, como en esa
primera vez que nos conocimos.
Supe desde el comienzo que eras diferente y
por eso insistí en conocerte mejor. Entendí tu actitud y por eso tuve paciencia
y ahora sabemos que todo funcionó, como yo siempre pensé que lo haría. Cuando
hicimos el amor por primera vez, entendí que todo estaba pasando tal y como
debía pasar, ni más ni menos.
Y ahora toco tu cara y tu tocas la mía, te
abrazo y tu me besas. Estamos solos tu y yo y creo que las cosas nunca podrían
ser mejores. Tengo miedo pero al mismo tiempo me siento irremediablemente
feliz. Por fin sé lo que eso se siente y te lo debo todo a ti y a nunca haberte
dejado de soñar.