miércoles, 30 de noviembre de 2016

Miércoles

   Su abrazo era todavía bastante apretado. Sus cuerpos desnudos estaban uno contra el otro y parecían ser piezas de un juego que encajaban a la perfección. Acababan de hacer el amor pero todavía les quedaba algo de energía para seguir dándose besos y sintiendo la piel del otro. Al rato se quedaron dormidos, así como estaban. Después se fueron acomodando en la cama para estar menos incómodos pero no se alejaron demasiado el uno del otro. El calor de sus cuerpos era ideal para soportar el frío de la mañana, que había cubierto de vaho la ventana de la habitación.

 El primero en despertarse fue Pedro. Tenía la costumbre, desde pequeño, de despertarse a las siete y media de la mañana. Nunca más temprano ni más tarde. El pequeño problema estaba en que hacía dos años no trabajaba en una oficina y podía despertarse a la hora que quisiera. Sin embargo, las viejas costumbres difícilmente mueren y despertarse temprano era una de ellas. No se puso nada de ropa para ir a la cocina y calentar el café y hacer un pan de tostadas. Otra cosa que no le gustaba era “desperdiciar” el tiempo haciendo el desayuno.

 Lo siguiente para él era comer en la sala mientras veía la televisión. Como su vida laboral iba marcada por su ritmo personal, Pedro no tenía necesidad de correr para ningún lado. Y como encima era tan temprano, pues podía decirse que se permitía tomarse todo el tiempo del mundo para cualquier cosa. Le gustaba ver el noticiero de la mañana para ver si algo más había ocurrido en el mundo tumultuoso en el que vivían. Por supuesto gente había muerto en algún lado, había guerra en otro y hambre en un país que conocía solo de nombre.

 Luego seguían las noticias de política, que solían ser las mismas todos los días. Las de deporte le interesaban un poco pues le gustaba el fútbol y lo practicaba cada que podía. Muchos fines de semana se reunía con sus amigos de infancia y jugaban un partido en una cancha alquilada. Era de césped artificial pero para el caso no importaba pues el punto era divertirse, comer algo y hablar tanto del presente como del pasado. A veces iban con sus respectivas parejas pero la verdad era que lo disfrutaban mucho más cuando eran solo los amigos.

 Cuando ya terminaba el noticiero, se iba desnudo como estaba al estudio y se sentaba entonces en su escritorio. Dependiendo del día se ponía a diseñar en el portátil o a terminar algún dibujo a mano que estuviera inconcluso. El trabajo que tenía era por pedido y le llegaba con frecuencia y bien remunerado pues cuando trabajaba había hecho excelentes contactos. Por eso ahora podía permitirse una vida más calmada con los mismos resultados laborales y hasta mejores. Ahora era su propio jefe y le iba mucho mejor que antes, se sentía más creativo como diseñador de interiores.

 Como a las nueve de la mañana se despertaba Daniel. Él era más bajito que Pedro y algo más ancho del cuerpo, sin decir que estuviera gordo ni nada así. De hecho siempre preguntaba si lo estaba pero Pedro le aseguraba que no era el caso. Pedro, por su parte, era bastante flaco. A diferencia de su pareja, Daniel sí trabajaba todos los días pero ese día precisamente era libre pues el restaurante donde era ayudante del chef estaba cerrado por inventario y afortunadamente no le tocaba hacer parte de esa tarea, al menos por esa ocasión.

 Sabía bien que lo habían dejado quedarse en casa porque le debían vacaciones, pero igual él las pediría completas pronto cuando se fueran con Pedro en Navidad a un viaje que habían planeado hacía mucho tiempo a Hawái. Era un destino que ambos morían por conocer y podían permitirse el dinero y el tiempo para por fin ir y conocer de primera mano todas esas hermosas playas, practicar surf, comer mariscos, quedarse en un buen hotel, pasear por las montañas y volcanes y descubrir todo lo que no supieran de esas islas.

 Daniel se sirvió jugo de naranja. El café no era de su gusto personal, salvo el olor que le encantaba. Su desayuno era un poco más elaborado que el de Pedro pero tampoco mucho más: cortaba algo de fruta y aparte untaba mermelada de arándanos a un par de tortitas de maíz. Normalmente le daba mucha hambre en la mañana. O, mejor dicho, le daba hambre durante todo el día. De pronto por eso era cocinero, pues desde siempre le había gustado la comida y prepararla. Desde pequeño les hacía postres e incluso cenas a su familia y ellos siempre lo apoyaron en su sueño.

 Se sentó en el sofá de la sala y, mientras comía su desayuno, veía dibujos animados. Le gustaba tener una buena razón para despertarse bien en la mañana y los dibujos animados siempre servían para eso. Para noticias las leía en internet a lo largo del día, no era su intención ver tristezas desde primera hora de la mañana. Comía despacio, disfrutando cada bocado mientras miraba las travesuras del gato y el ratón. Aprovechaba que no fuera una mañana normal, de esas en que tenía que apurarse y a veces ni tiempo para despedirse había.

 Terminado el desayuno iba a un pequeño cuartito que había al lado del baño, como un depósito, y de ahí sacaba uno de esos tapetes de yoga para hacer ejercicio. Hacia una rutina con ejercicios varios durante media hora. Para eso se ponía ropa apropiada pues ejercitarse desnudo podía ser bastante incómodo. Normalmente se ejercitaba de noche pero como era un día diferente pues aprovechó para hacerlo más temprano. Después de terminar, guardó el tapete y se dirigió a la habitación principal.

 Mejor dicho, entró al baño y se quitó su ropa deportiva. Abrió la llave de la ducha y dejó que el agua calentara por unos segundos. Ese tiempo era suficiente para untar de crema dental su cepillo. En la ducha se cepillaba los dientes y luego se enjabonaba el cuerpo, disfrutando el agua tibia. Se sentía muy rico y podía disfrutar de una ducha bien dada y no como le pasaba casi todos los días, en los que debía ducharse en cinco minutos y no importaba si el agua salía fría o caliente. Era algo a lo que se había acostumbrado y por eso ese día lo disfrutaba tanto.

 Pegó un ligero salto cuando, distraído por estar echándose champú en el pelo, sintió una mano en su cintura. Se lavó el pelo con rapidez y entonces se dio cuenta que era Pedro. Se besaron un rato, abrazados bajo la lluvia de la ducha. Después uno le pasó el jabón por el cuerpo al otro y terminaron haciendo el amor de nuevo allí mismo. En total, estuvieron en la ducha por una media hora. Era mucha más agua de la que se permitían gastar normalmente pero es que el día casi pedía que pasaran cosas así, diferentes a la rutina.

 Se limpiaron bien y luego salieron al mismo tiempo. Se secaron en la habitación, dándose besos y sin decir ni una palabra. La verdad era que llevaban tres años viviendo juntos y podían decir que el último año había sido el mejor para los dos. No solo Pedro había dejado por completo el trabajo de oficina, sino que Daniel había empezado a hacer lo que en verdad le gustaba en el trabajo y eso era la repostería. Llevaba años cocinando ensaladas y carnes y un sinfín de cosas pero ahora por fin estaba haciendo lo que en verdad le gustaba.

 Ese bienestar personal se traducía en una vida de pareja mucho mejor. Las peleas habían quedado atrás al igual que las confrontaciones por dinero o las tensiones causadas por razones que ahora les parecerían verdaderamente idiotas. Ahora no era raro que hiciesen el amor todo los días, que se besaran en silencio, sin decir nada. Cuando ya tuvieron la ropa puesta, Daniel le dijo a Pedro que cocinaría el almuerzo del día. Pedro dijo que compraría algunas películas por internet para ver más tarde. La idea era hacer de ese un día especial.


 Lo raro de todo era que solo era un miércoles, clavado allí a la mitad de la semana. Los dos días anteriores y los dos días después serían iguales que siempre, con trabajo, llegar tarde, no verse ni hablarse casi en el día. Solo el fin de semana era un descanso y a veces ni eso porque debían hacer ciertas vueltas esos días o visitar a sus familias. Ese miércoles era tan importante por eso mismo, porque era como una joya que no podían permitirse perder. Era su día para celebrar quienes eran juntos y por separado.

martes, 29 de noviembre de 2016

Tragedy and mystery

The flames appeared to be running up the hill at a great speed. From the small town below, the fire seemed to conquer the mountain with ease. The smoke started to descend shortly and only minutes after the incident, the whole valley was choking on thick and toxic smoke. People got out of the streets and got in their homes, sealing every single window and door in order not to let the smoke inside. They kept the blinds up however, as it was important to know if the fire in the mountain continued or if someone attempted to stop it.

 Sure enough, a larger city located close by, had decided to send a fire brigade to extinguish the fire. But they weren’t only there for that: they were also sent on a rescue mission. After all, the fire had not been caused by some glass in the woods (it was nighttime) or a badly taken care of bonfire. The flames had appeared out of the impact of a plane against the side of the mountain. Only a couple of people from the nearby town had seen it actually crash but they wouldn’t have to know how big the aircraft was or why it had crashed.

 The city’s firemen battled against the flames for several hours. The fire that had grown around the wreckage was so violent that it had consumed a good part of the forest in its first hour. As the firemen took their time to kill the fire, dawn came and it was thanks to the first lights of the day that the fire could finally be beaten. They got to the wreckage and discovered it was one of those private jets. It probably carried around twenty people or something like that but it would be irresponsible to say before getting the black box or any additional information.

 The people of the small town were grateful that the fire had been beaten, so they decided to help the firemen with the search for the black box. They divided themselves into teams, each team having a specific area of the forest to go and look for the box. The awful thing was that, as they looked for that, they found some other things that they weren’t prepared to see. Severed heads, burned limbs and even the corpses of a couple of children. It was very shocking for everyone to see that, as their own children were not very far away.

 A farmer that lived by the mountain finally found the box. He was very thankful that the fire didn’t get to his food, so he rushed up the hill when he heard they might need help. He actually found the black box when walking towards the wreckage, closer to his house than to the remains of the plane. It seemed like something important, so he grabbed it and showed it to the chief of the firemen. He was very happy to see the box and thanked the man. It was a very happy moment in a very awkward moment to feel something like that.

 As the box was sent to the city, the firemen and people of the small town had decided to help carry the dead downhill and then to several ambulances that came and went every so often. They all counted the bodies and, when they didn’t find anyone else, they concluded there were actually thirty-seven people in the plane. It was a very strange number; as such a plane was not really suited for that many people. Even the people of the town knew that or at least they thought it was very strange. The last thing they did was waiting for the experts.

 Those people were the ones that were in charge of taking all the pictures for the report that would have to be filed in order to investigate the reasons of the crash. The experts had taken their time arriving because they had to travel from the capital to actually get there, so many of the objects and the general wreckage site was not exactly as it had been before they started looking for the box and picking up the bodies. A young fireman was bright enough to take pictures the moment they had arrived so he surrendered those images to the experts.

After the experts were done picking up all the pieces, big and small, as well as sweeping what remained of the forest to look for every single piece of evidence, the site became some sort of graveyard. It was very particular because there were no remains there but no one really knew if, maybe, some more passengers had been burned by the fire that had consumed the forest. They had no idea if that was possible so the people of the small town organized a mass one-week after the accident. Some of the firemen attended, it was a beautiful ceremony.

 Meanwhile, the experts analyzed every single fragment of the plane and determined that the model that had crashed had seating for twenty-six people. That meant that, according to the amount of bodies people had rescued from the mountain, at least eleven people had not been seating on a proper seat but somewhere else. That was not really the usual and it didn’t happen very often. The experts also tired to determine if the extra passengers could have been a reason for the crash but everything seem to point that it hadn’t been a critical factor.

 The remains of the planes and of the people were thoroughly checked and, two weeks after the crash, the experts released a statement in which they announced that the final number of dead in the crash had been forty-one and not thirty seven as the firemen and townsfolk had counted. Apparently, the remaining four that hadn’t been counted had caught on fire shortly after the crash and now their remains had almost combined with some of the other passenger’s remains.

 It was only thanks to the black box that they could determine who the passengers were and what flight that was. After all, the nearest control tower had declared that no aircraft had been detected in the area before the crash. That meant that they wouldn’t have had any contact with it and it would also have been impossible to know it had crashed. Other airfields were consulted and they all said the same thing. The first theory was that it was some sort of drug related flight, maybe operated by criminals wanting to get away from the country.

 That theory was soon debunked, as the closest border was almost two thousand kilometers always. Besides, the black box was able to tell the experts that the flight happened to be a private one. Furthermore, the codes inside it were able to point the origin of the flight, almost a thousand kilometers away. The aircraft had apparently left an airfield not so far from the capital city. It looked like they had boarded in a rush, in fear if that was possible. The voices of the crew on the recordings were very difficult to tell one from the other.

 It was rather easy to say that the plane was really crowded because a lot more voices could be heard in the background. The audios were checked several time in order to identify what everyone was saying during the flight. It was hard work because many voice chimed into the conversation happening inside the aircraft and it seemed as if they had been talking every single second until their death. Apparently the instruments had begun to fail and that could be the cause behind the crash.

 But even if that was the reason, it didn’t answer much about why all of those people had decided to get into a crowded airplane. As the voice experts analyzed the audios, others decided to have a second look at the object that had been rescued from the plane. There were toys, glasses, a briefcase, magazines, and a couple of computers… Everything except suitcases, actual luggage that the people inside the plane should have carried. It was kind of obvious that they had boarded on a rush. The origin airport was consulted on that and it was then when they had an extra clue.


 The manager of the airfield had a report of a disappeared business jet owned by a pharmaceutical company. It had been there for several months and now the people had left. No one really knew when but the fact that a company owned it raised some eyebrows. But that didn’t explain the amount of people that were inside. It took another week to have one more clue, when a clumsy investigator dropped the suitcase found on the plane, making it open and revealing a series of papers and a very bright substance in a titanium tank, the size of a forearm. The mystery was not done.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Esa casa por el parque

   En el barrio ya habían intentado deshacerse de ella varias veces. No una ni dos sino muchas más y por muchos años. Varias generaciones de vecinos habían llegado y luego se habían ido y ella todavía seguía allí, como desafiándolos a todos con su presencia. Todo el mundo la evitaba e incluso trataban de no mirarla cuando pasaban por la cuadra. Algunos hacían como que apreciaban el pavimento o el cielo. Otros sacaban sus celulares o ponían música y cerraban los ojos, al fin que el camino era derecho. Nadie quería verla ni por equivocación.

 Ella era una casa, como todas las otras. Bueno, eso era por afuera. Por dentro nadie sabía ya como lucía. Estaba claro que parte del techo se había caído hacía unos años por las lluvias y porque el lugar estaba tan en mal estado que no había soportado lo que todas las otras casas sí. El lugar estaba claramente maldito y cada vecino desde hacía unos cuarentas años repetía este hecho como si decirlo en voz alta los protegiera de ello pero obviamente una cosa no tenía nada que ver con la otra. Eso sí, el sitio era un símbolo del barrio.

 De hecho, del conjunto residencial de casas que habían construido hacía tantos años, era de las pocas casas que quedaban. Originalmente eran unas cincuenta casas, casi idénticas por dentro y por afuera. Había sido un proyecto ambicioso con el que habían dado hogar a muchas personas con pagos cómodos y prestamos y muchas otras facilidades de pago. Por eso, en su origen, había sido un barrio más bien humilde. Era un lugar extraño por eso y solo sus habitantes entraban en él y nadie más que ellos. Otros le tenían algo de miedo.

 El miedo de verdad surgió años después, con lo que le pasó a la familia Ruiz. Los vecinos nunca supieron todo con detalle pero el caso era que la madre, Celestina Ruiz, tomó un cuchillo de la cocina una noche y asesinó a su marido y a sus cinco hijos. Según la mejor amiga de ella, quién fue la primera en entrar a la casa luego de lo ocurrido, Celestina seguía sosteniendo el ensangrentado cuchillo mientras estaba en la mitad del patio de tender la ropa. El hedor a muerte, al parecer, era terrible. Algunas personas incluso decían que se podía oler todavía.

 Después de eso la casa estuvo vacante pro muchos años. La asociación de vecinos pagó una limpieza profunda, con variedad de químicos ahora prohibidos, y también le pagó a un sacerdote para que bendijera todo el lugar. Lo que había ocurrido allí nunca había sido completamente explicado y muchas personas estaban seguras de que algún demonio tenía algo que ver con ello. A la misa improvisada en la casa asistieron muchos curiosos que querían ver sangre y caos pero ya no había nada de eso sino un fuerte oler a desinfectante.

Desde entonces la gente quiso tumbar la casa y así ampliar el parque que quedaba justo al lado, pero eso nunca se pudo en ese entonces. La junta de vecinos lo tenía claro: su conjunto residencial se vería afectado integralmente si una de las casas originales era demolida. Tenían claro que si conservaban bien todo, la alcaldía podría darle estatus de patrimonio arquitectónico en el futuro y así los servicios básicos serían mucho más baratos, algo que a todo el mundo le vendría bien. Eso lo lograron hace apenas dos años pero no cambió nada.

 Incluso con ese descuento, la casa sigue estando abandonada. Encima que la gente ni la mira, obviamente nadie nunca ha entrado en mucho tiempo. Algunos niños traviesos se retan a entrar en ella pero ninguno a llegado nunca más allá de la reja perimetral. Y eso es porque una fuerza desconocida los controla y los hace dar media vuelta e irse. Uno de esos niños incluso se orinó encima frente a sus amigos después de tratar de meterse en la casa y las autoridades lo descartaron todo como inventos de un niño con problemas.

 Fueron uno diez años en los que la casa estuvo desocupada después de los asesinatos. Venderla era una prioridad para el consejo de vecinos de la época pues su lucha principal era por mantener la integridad de su pequeña comunidad. Contrataron los servicios de una inmobiliaria pero pronto tuvieron que cambiarla pues la mujer que mostraba la casa aseguró haber sido “tocada” un día después de mostrar la casa, cuando había decidido ir al baño antes de salir hacia su oficina. Nunca nadie supo si la mujer quiso decir que la habían atacado sexualmente o solo tocado, pero en fin.

 Fue después que, después de mucho trabajo, otra compañía inmobiliaria fue capaz de venderle la casas a los huéspedes aparentemente perfectos: eran dos azafatas y dos pilotos. Eran todos amigos y buscaban un lugar para vivir los días que tuvieran descanso. Eso pasaba cada dos semanas, a veces más, pero el punto era que les había gustado la casa pues el aeropuerto estaba más bien cerca. Era perfecto para ellos y se mudaron un día soleado en el que el barrio observaba, incluso cuando ellos no se dieron cuenta de ello. Todos estaban en alerta.

 Pero los días pasaron y los hombres y mujeres de la casa iban y venían sin problema por lo que muchos entendieron que la misa y la limpieza de hacía tiempo habían dado sus frutos. Ya todo estaba bien y los vecinos lentamente dejaron de hablar de la casa y de su pasado. Al menos hasta que un día vieron la noticia en la televisión de que uno de los pilotos y una de las azafatas habían muerto en un accidente aéreo. La causa, según dijeron, eran rayos caídos directamente sobre el aparato.

 A la gente le pareció raro y de nuevo empezaron a observar la casa pero para nada pues los inquilinos que quedaban se fueron por una razón simple: no tenían como pagar el alquiler sin sus compañeros. La gente creyó, de nuevo, que la casa quedaría sola por mucho tiempo después de eso. Pero se equivocaron pues no pasó ni un mes hasta que llegó la familia Robinson. Eran bastante amables y sonrientes. La familia estaba formada por el padre, la madre, un hijo adolescente, un niña pequeña y la madre de la mujer.  Parecían una familia feliz.

 La gente estuvo pendiente de ellos e incluso los invitaron a actividades del barrio, pensando que así de pronto no pasaría nada con ellos. Pero eso no evitó nada de lo que pasaría después. Todo empezó una noche de tormenta, cuando varios rayos impactaron la casa y casi la hacen arder. La lluvia lo impidió pero los vecinos estaban decididamente asustados. Los rayos no eran comunes y los hacía pensar en la tragedia aérea y en que de pronto sí estaba relacionada con la casa y lo que sea que tuviera en sus más oscuros rincones.

 Otra noche, se oyó un escandalo, cosas que se rompían y muebles lanzados contra las paredes. El ruido era tal que todo el mundo miraba por las ventanas. Salieron a la calle cuando los Robinson salieron corriendo a la calle en pijama. Estaban llorando y gritando, pues juraban haber sido testigos de algo demoniaco. Todos se había movido solo y decían que las paredes del cuarto de los niños había llorado sangre. La policía revisó y no encontró nada de eso pero sí vieron el desastre causado y los identificaron como vecinos problemáticos.

 Las noches de ruido y caos siguieron. El rumor era que todo pasaba en el cuarto de la niña pequeña. Un día llegó un coche negro y muchos dijeron haber visto a un sacerdote bajar de él. Esa semana fue intensa pues el ruido era mayor y alguna gente juró haber visto a los muertos de antes deambulando en la noche. Todo culminó una noche en la que los vecinos fueron despertados por el estruendo y luego una voz potente y ronca que los amenazaba de muerte. Cuando salieron a la calle a ver quien era, muchos aseguran haber visto a la niña flotar frente a la casa, hablando con esa voz.


 Los Robinson finalmente se fueron y eso fue lo último que se vio en esa casa. Poco a poco, el conjunto empezó a desvanecerse por la construcción de edificios y la salida de vecinos de hacía muchos años. Pocos de los vecinos originales seguían allí. Sin embargo, todo el mundo sabía de la casa y la ignoraban. Eso será al menos hasta mañana, cuando la casa amanezca en ruinas y el demonio que habita en ella haya decidido que es hora de cambiar de estrategia.

sábado, 26 de noviembre de 2016

We all know Doris

   Doris had never been the most beautiful woman in the world. She was rather plain and didn’t have anything special going on for her. Besides, she was already over fifty years old and women her age simply didn’t have the same opportunities in life that younger ones. She couldn’t complain about her job, because she had been very lucky to keep it for so long but she would have loved to get married at least once in her lifetime. She had always dreamed of wearing a wedding dress and having one of those fun parties to celebrate her nuptials.

 She had her chance when she was around twenty-four years old. An older man had wanted her in marriage and her father had agreed to it. Of course, Doris didn’t want to marry him but, in those times, women did whatever their father told them to and it was very difficult to do something different than what parents told their children. Doris cried and stopped eating for a week but that didn’t change his father’s mind. However, the old man that wanted to marry Doris died only a couple of days before the actual ceremony so she was saved.

 When she looked back to that memory, she found herself thinking very differently from that young girl she used to be. For example, she regretted the fact that she was never interested in knowing more about the man she was going to marry. Of course, they practically didn’t know each other but she could have asked and maybe, just maybe, that would have changed everything, even the fact that he had died. Yes, fifty year old Doris thought it was a good idea to marry a man that was, at least, thirty years older than her.

 Be that as it may, she never got to wear that wedding dress. Besides, she had to see her two brothers and three sisters getting married. She had to go to their weddings and pretend to be happy for them but she never really was. She also had to go to other weddings, where she was even a bridesmaid. That was even crueler for her because she got too close to the real thing but it just wasn’t the same. It was all an illusion to keep her away from the one thing she wanted in life, the one thing you couldn’t really buy or force to happen.

 In her work, however, Doris was successful. She was the assistant of the principal in the same high school where she and her brothers and sisters had gone. At first it had been weird to work there but she adjusted just fine in no time. Now she loved to reminisce about all those good-looking boys that had walked the hallways back when she was a teenager. She found herself thinking about them a little bit too often and even took to the social networks to track some of them down to see if they had changed a lot or not so much. The results were predictable.

 Before turning fifty, Doris had gone over backwards to get a man. It sounds a little bit too desperate but it was what she wanted. She opened profiles in most of the matchmaking sites in the Internet and also downloaded several apps on her phone with the help of one of her nieces. She even started going to bars on Friday nights to see if she could attract any man. Doris didn’t even mind if it was only a crazy sex night but that didn’t happen either, which was frustrating and also hurtful for her. She felt even older than she really was.

 As her birthday grew closer, she decided to go to all these events that advertised that you would get a couple in no time. Some of them were events where you met several men in a limited amount of time and others were holidays for singles in which the goal was to meet all of the people that were there with you and then just see who you had the best chemistry with. The thing about all of those was that they were only a waste of money. She always came back home disappointed on everything and even sadder than before.

 After she turned fifty, it was as if something inside of her changed. She didn’t want to keep being desperate and accepted the fact that she was never going to find anyone. Of course, she remembered all of those family dinners for special holidays when she had to lie to her family or confess to them that she was still alone. As her family was concerned, Doris had been in a relationship with several men but it never really worked out for several reasons. Some didn’t have a job; some others were scoundrel and they were even a couple that ended up being gay.

 Now that her parents were dead, those family dinners were over. She rarely met her brothers and sisters, only in funerals and such events, which was great for her because that way she didn’t need to talk about her private life. Stopping the lies had been really good for her because for a fragment of her life, she knew too well all the things she need to say to make a believable lie. She was so good at it that it seemed that she was beginning to believe everything she said herself. It was a very sad thing to do and it was for the best that it was all over.

 So, after fifty, Doris was not interested in finding anyone new. She wasn’t interested in anything to be honest. She went from her home to her job and back home every evening. On the weekends, she spent several hours tending to her dog Fluffy and her small but well taken care of garden. It was her pride and joy, as she really loved to spend hours and hours getting everything to perfection. It was her passion and it helped her not thinking about thoughts that hurt her.

 One day, by the advice of her next-door neighbor, Doris sent pictures of her garden to a specialized magazine, just for fun. Her neighbor had said that sometimes they sent people over to take pictures for their magazines and that was always fun. She thought that Doris could be one of the proud owners of a famous garden. At first she wasn’t too sure but one night she decided to do it, just to add a little bit of fun to her life. Maybe it was the wine she had been drinking, but she was as happy as one could be while taking the pictures.

 Days later, she received an email from the magazine telling her that they were interested in a visit and asked her about her availability. Sure enough, they were there the following weekend. Her neighbor stood close by the whole time, showing Doris her two thumbs up every time the photographer took a picture or when the interviewer asked Doris about some of the flowers and she answered in the best way possible. They were only to people but she felt overwhelmed for a moment and had to take deep breaths when they weren’t watching.

 The interviewer, shortly before leaving, told her that her pictures would be in the mix for the next issue, which would portray suburban gardens from the country. She could be in or out, they didn’t know yet so she had to be very attentive of the issue. For Doris, it was a torture to wait that long because the magazine was released every two months. But thinking about it also made her very happy and proud and it was certainly better than wondering why she was not married or why no man appeared to have any interest in her.

 Sure enough, almost a month and a half later, the magazine’s new issue had her garden in the front page and in at least four other pictures inside. There even was an awkward picture the photographer had taken of her looking at her tulips. She was a bit embarrassed by it but many people thought it was a very nice picture. She kept the issue by her bed, to look it every time she felt down. Doris knew not many people knew about that magazine but that didn’t matter because it made her feel great and that’s what mattered.


 However, the following week every single person she met greeted her kindly, smiled and congratulated her. At first she was very confused but then she read a letter she had gotten from the magazine: she had been awarded a prize for the best suburban garden in the country. The prize came with a cash prize and an actual medal that would be given to her in a ceremony in the magazine’s headquarters. For the first time in her life, Doris was really happy, for real, and did not relate her mood to her relationship status. No man could make her feel better than that recognition.