miércoles, 31 de enero de 2018

Lo mejor

   Apenas abrí la puerta, nos dimos un beso y lo tomé por el cinturón sin pensar si alguien nos vería por el pasillo o si a él no le gustaría lo que iba a hacer. Nunca habíamos hablado mucho de los gustos que cada uno tenía en la cama, o mejor dicho, en el sexo. Nos habíamos conocido hacía relativamente poco, unos tres meses, y desde ese momento habíamos empezado a salir sin mayor compromiso. Creo que ambos teníamos la idea de pasarla bien con el otro y no pensar demasiado en nada más.

 No voy a decir que en ese momento un impulso se apoderó de mi. Ya había pensado que hacer y era una parte de mi personalidad el hecho de disfrutar el placer en todas sus formas, no iba a disfrazar esa parte de mi ser. Cerré la puerta con la otra mano, mientras lo iba halando lentamente hacia mi habitación. El dejó caer su mochila y una chaqueta algo mojada que traía en la mano. No me pudo resistir y ahí mismo le quité el cinturón, que cayó con un ruido sordo sobre el piso de madera pulida.

 Caminamos como bailando, despacio y sin hablar una sola palabra. Cuando llegamos a la puerta de mi habitación, la empujé de una patada. No sé porqué había cerrado mi cuarto, tal vez sentía que existía la posibilidad de que a él no le gustara todo el asunto y no quería parecer desesperado por tener sexo. Siempre he tenido inseguridades y creo que jamás dejarán de existir dentro de mi. Es algo que cargo encima, un peso muerto que se resiste a dejarse ir con la corriente.

 Ya dentro de la habitación, me senté en la cama y terminé de bajar sus pantalones. Él dejaba que hiciera, mirándome como si estuviese en un sueño. Sus ojos eran muy hermosos, parecían algo cansados pero brillaban de una manera especial, como cuando eres inocente y no sabes nada del mundo que te rodea. Como antes de que el mundo se encargue de corromperte con mil y una cosas que son inevitables. Sabía algo de su vida pero no todo y eso me cautivaba mucho más.

Su ropa interior era muy bonita. Era de un estilo que a mi me hubiese quedado fatal pero que en él se ajustaba perfectamente a su personalidad, a esa sonrisa, a su manera de ser e incluso de moverse. Bajé los calzoncillos mirándolo a él y después vino lo que era inevitable. Creo que lo que más me gustó de ese momento fue sentirlo a él y escuchar que le gustaba lo que estaba pasando. Creo que el placer jamás es completo entres dos personas si solo una siente algo y la otra solo es algo así como un espectador. Al rato nos besamos más y la ropa fue repartiéndose por toda la habitación.

 Él había llegado en la tarde, hacia las seis. Cuando me desperté, cansado de tanto ejercicio inesperado, eran las once de la noche. Eso no me hacía mucha gracia porque tenía hambre y comer tan tarde nunca me sentaba muy bien. Lo que sí me encantaba era verlo allí, con una cara tan inocente como el brillo de sus ojos, durmiendo tranquilamente a mi lado. Me quedé mirándolo un buen rato hasta que me sonaron las tripas y tuve que ponerme de pie e ir a la cocina a ver que podía comer.

 Entonces recordé que quería hacer del fin de semana algo especial y por eso había comprado varias cosas en el supermercado para cocinar en casa. Decidí hacer algo simple, pues no quería pensar mucho: pasta a la boloñesa era sin duda la mejor elección. En poco tiempo tuve todo listo. Incluso me dio tiempo de hacer una pequeña ensalada. Estaba cortando algo de apio cuando él salió de la habitación pero no caminó hacia mi sino al baño. Al fin y al cabo, no había podido ir antes.

 Cuando salió, me encantó ver su cuerpo completamente desnudo a la luz de los bombillos de mi sala comedor. En la habitación la luz había sido escasa o casi nula. Hacer el amor con las luces apagadas tenía ciertas ventajas bastante entretenidas. Pero había sido la primera vez que lo habíamos hecho y ahora que lo veía sin ropa me daba cuenta de que era también la primera vez que veía su cuerpo así. Era extraño pensarlo pues ya lo había tenido bastante cerca pero la vista es un sentido distinto.

 Le sonreí y él tan solo se acercó y me dio un beso que me hizo sentir mejor. No entiendo muy bien porqué o cómo pero así fue. Mientras él miraba la comida en su última etapa de preparación, terminé la ensalada y le pedí que se sentara a la mesa. Él se negó y propuso beber algo apropiado para la velada. Había pensado en comprar vino pero la verdad nunca me ha caído muy bien que digamos. Fue así que él sacó unas cervezas de la nevera y las destapó con bastante agilidad.

 Al rato comimos juntos y me encantó cada segundo de ese fragmento de tiempo. Hablamos como amigos de hacía años, de lo que hacía él y de lo que hacía yo. Hablamos del pasado, del colegio y de la universidad y de nuestras familias, a las que cada uno considerábamos “locos de atar”, de la manera más cariñosa. Entre una y otra cosa, hubo caricias, sonrisas y besos. Y creo que puedo decir que fue uno de los momentos más felices de mi vida. No me importaba lo que hubiese fuera de mi apartamento, qué pasara con el mundo. Mi mundo estaba allí, en esos pocos metros cuadrados.

 Apenas terminamos la cena, lavamos los platos entre los dos y disfrutamos un rato de bromas y más abrazos y caricias. Le propuse ver una película y él aceptó. Elegí algo que no durara demasiado porque ya era tarde y estaba seguro de que caería rendido pronto. Sin embargo, fue él el que tenía más razones para quedarse dormido en pocos minutos. Lo ayudé a ir a la cama y nos acostamos juntos una vez más. Tengo que confesar que al verlo dormir de manera tan apacible, me contagió algo de ese sueño.

 La mañana siguiente me llevé un buen susto. Cuando desperté sentí de inmediato que él no estaba allí. Sentía todavía su calor en las sábanas, pero no estaba por ninguna parte. Salí de la habitación y lo busqué en el baño y en la sala comedor pero no estaba por ninguna parte. Por un momento, sentí que algo se hundía en mi pecho. Creo que de verdad pensé que se había ido así no más y que había considerado nuestra velada juntos algo pasajero y sin demasiada importancia. Me sentí morir.

 Pero entonces vi su mochila en una esquina. Su chaqueta no estaba, por lo que deduje que había tenido que salir por alguna razón pero que volvería. Me volvió el alma al cuerpo solo al ver la mochila. Justo en ese momento oí pasos en el pasillo exterior y su voz que se quejaba por no haber tomado mis llaves. Abrí la puerta de golpe y casi me le lancé encima, dándole un abrazo fuerte, casi haciéndolo caer para atrás. Llevaba una bolsa en cada mano pero no me importó.

 Lo gracioso fue que cuando me quité de encima, caí en cuenta de dos cosas: la primera era que yo estaba desnudo a la mitad del pasillo principal de mi piso, por el que pasaban las personas para acceder a sus apartamentos. Lo otro, era que un chico de unos diecinueve años estaba de pie junto al ascensor, mirándonos con los ojos como platos. Apenas lo vi, me di media vuelta y entré a mi apartamento. Él me siguió y cerró la puerta. Sin poderse resistir, soltó una carcajada. Yo, obviamente, hice lo mismo.

 Nos reímos todo el rato, mientras arreglábamos el desayuno que él había comprado y nos sentábamos a comerlo. Entonces lo miré de nuevo a los ojos y vi que el brillo seguía ahí. Fue entonces cuando me tomó de la mano y empezamos a charlar de cualquier cosa.


 Fue el mejor fin de semana de mi vida. Hicimos el amor varias veces, sí. Pero también nos conocimos mejor de muchas otras maneras. Creo que desde esa ocasión, no hay un día en el que él no tome una de mis manos entre las suyas y en el que yo no vea ese brillo en sus ojos que da energía a mi alma.

lunes, 29 de enero de 2018

No idea

   For a moment, we held our foreheads one against the other. It was not a comfortable position but it was the one we somehow needed to hold for a moment. I felt his breathing near me and even his heart pumping blood all over his body. I could see his pores and even smell the chicken and egg sandwich he had eaten for lunch. His eyes were shut but mine were open, looking at him and him only, wondering if that moment was really happening or if I had been transported to another strange dimension.

 But it was not one thing or the other. It was just one of those moments in drawing class when the teacher asks two students to come forward and pose for the rest. Of course, we would all be having actual models later in our careers and in college, but for the time being it was best to use ourselves as pieces of art. My partner in the exercise, Alex, was a kid that never spoke too much and that used to carry a huge block all over the place. He would always draw when there was no class to go to.

 What I did in those empty spaces of time between classes was to hang out with other students or go to the library and try to pass the time reading magazines or sitting in one of the many computers available for investigation. I would invent something to do for myself and then spend the rest of the afternoon there. I had never been a very social person, which might have made Alex and me really close but we were still two very different people. He was, and always had been an artist. I wasn’t.

 My family was made up by my father who was an engineer, my mother who was an architect and a sister that had recently left to pursue her career as a publicist. She would write to my mother almost daily about all the exciting things she was doing for herself and I would have to listen to my mom talk about it over and over again, during breakfast, lunch and dinner. Don’t get me wrong, I love my sister too but sometimes it was a bit too much of the same damn subject. But then again, there wasn’t another.

 My decision to become an artist had been subject of the most passive resistance I had ever witnessed for my parents. Thank God, that had happened only for a month, the time between the first payment and the first actual day of college. And had decided that to be my route in the blink of an eye after coming out of high school. My parents were not only against the decision because of the career being Arts but because I had never really shown an interest in it or, to be fair, an actual talent for anything that someone might consider an art form.

 Nevertheless, I assured them I was certain that it was the career I needed to achieve my dreams and goals. So they paid for it. My parents would never be the kind of parents that would say “no” to their children. Not that we were spoiled or anything like that, but they always knew when was the moment to say “yes” and they had to intervene. Apparently, this life choice had to be respected, so I entered my first year with the goal to make it all work and make them see that I was right.

 However, my second year had begun and I still had no idea why I was there. To be honest, being weird and not social wasn’t the only reason why people wouldn’t really talk to me. You see, artist love to have other artists to talk about… Well, arts. They don’t really care that much for people with other interests. Just look at any tabloid: most actors or actresses marry other actors or actresses or maybe someone in the business anyway. Yes, they might be exceptions but that seems to be the rule.

 And in my second year, it was quite obvious. Some of my fellow classmates, most of them to be honest, had already discovered what they wanted to do for the rest of their lives. The first year had been an introduction to the whole things, so after that, it was kind of expected by the teachers that every single person would have an interest that was more of a goal than any of the other things they would learn about. And the cool thing is that they could start choosing classes that suited those interests.

 That was the reason why my schedule for the year was all over the place. Contrary to most people, I was having a little bit of everything. I had music and pottery and then photography and drawing and writing. There was even a women studies class that I included solely because it gave me necessary credits to graduate. But I had no idea what people were discussing most of the times, except when the discussions got very heated. Then, I loved to see people fight for their causes, even if they were clearly wrong.

 The point is, I had no interests and I wasn’t good at anything. Yeah, my grades were fine. Not excellent or dreadful, just fine. I didn’t excel in anything and I wasn’t a total disaster either. I was one of those students, which always got asked their name, even if I had said it out loud in at least twenty different classrooms. I was sometimes tempted to lie about it but then all these issues and problems came to mind and I just decided either not to raise my hand ever in class or simple say my name always before answering any questions or stating my personal opinion.

The second year drew to a close fast. There were two more years and then we would have to choose what we would do for our finals. We didn’t really have many exams, like in other careers. We had to build a project and then just do it. I think that was the worst part of it all. I had no idea what to do and I started worrying about it the day that second year ended. Those holidays were not really relaxing at all. My back would hurt every single day and the number of nightmares was growing exponentially.

 It was so bad, that I decided to go to the shrink that the university had in campus to help students. Of course, he helped people with bigger issues than mine but I went there anyway because I actually thought he could be able to help me. The moment I saw the amount of people waiting for their slot of time, I was baffled at either how many people had so many issued in college or how bad this doctor was at what he did. You’re supposed to not go back if your problems were solved, right? Isn’t that the deal?

 I went there for about two weeks and then never came back because I had no idea why I was going at all. I realized the problems I had were becoming worse because that damn shrink wasn’t helping at all. He was actually trying to get to my deepest insecurities and private pains, and that would have been a box that I didn’t need to have open. The weirdest thing was, a month later, when I ran into him in an elevator and he looked at me the whole ride, clearly wanted some sort of an excuse from me.

 Surprisingly, I came up with my project’s idea one day, when Alex came into the library and just started talking about what he was going to with his own project. I listened to him for a while and then we had to leave because the librarian thought we were being too loud. He finished telling me his story sitting on a bench near the cafeteria. I remained silent until he asked me for my opinion and I had to be honest with him: I had no opinion because how would I dare to criticize someone who had already thought it all through?

 And then it hit me: I was going to be the subject of my own project. I would do something like a collage of various forms of art in which I would always be at the center. My struggle to know who I was would be my theme and the subject would be me.


 I had fun making it all, coming up with the ideas and telling all the professors about it. Yeah, they didn’t really get as excited as I was but at least I got a nice grade and Alex became some sort of friend. We even talk nowadays, when he’s not looking up at the ceiling. Oh, and I still don’t know who I am.

viernes, 26 de enero de 2018

Es lo que hay

   Apenas entró en la habitación, empujó la puerta con uno de sus pies y se dejó caer en la cama. Estaba muy cansado. No supo como hizo para incorporarse, quitarse toda la ropa y acostarse debajo de las mullidas sabanas. Durmió por casi ocho horas, sin soñar nada o al menos sin recordarlo. La luz del sol se filtraba por entre la persiana pero ni eso fue capaz de despertarlo. Lo bueno era que era sábado y no habría nada que hacer excepto relajarse y descansar de una semana de estudio.

 Cuando por fin se despertó eran casi las tres de la tarde. Aunque en un principio se sobresaltó por ello, se calmó rápidamente al recordar que no tenía nada que hacer y que el tiempo en verdad no había sido perdido, pues en verdad necesitaba dormir varias horas y por fin lo había hecho. El proyecto de su posgrado lo había mantenido despierto casi todas las noches de la semana anterior, por lo que era apenas justo recibir un poco de descanso y diversión a cambio del esfuerzo.

 Apenas abrió los ojos, lo único que hizo fue darse cuenta de que no sabía muy bien como había llegado a su casa. Por supuesto sabía muy bien donde había estado toda la noche. El sitio era más o menos cerca, así que caminar no debería haber supuesto un gran peligro. Fuera de eso, esa ciudad era mucho más tranquila y segura que su ciudad natal, que no veía hacía varios meses. Había venido a estudiar por un año y ya se había amoldado a la vida local, sin mayores inconvenientes.

 Nadie lo iba a oír decir nada de esto, pero la verdad era que sentía que podría llegar a vivir en un sitio así. Tenía rincones apacible como parques y plazas pero también avenidas llenas de comercio y con gente por todos lados. Tenía callejones que explorar y grandes estructuras que atraían a miles de turistas cada día. El mar y la montaña estaban a la misma distancia desde su casa y el calor del verano era intenso y con brisa y el invierno era suave pero se hacía sentir con cierto carácter.

 Además, estaba el hecho de que allí no sentía cuatro mil ojos encima viendo todo lo que él hacía a cada momento. Podía ir a los sitios que quisiera, comprar lo que se le apeteciera (considerando el precio) y simplemente vivir la vida que él eligiera. El único inconveniente era que todo eso lo estaba haciendo con dinero de sus padres puesto que él jamás había ganado una sola moneda por nada que hubiese hecho. Se había concentrado en ser un adolescente en el colegio y en la universidad se esforzó por aprender y obtener buenas calificaciones.

 Sin embargo, cuando todo lo que tiene que ver con estudios terminó, se dio cuenta de que no tenía experiencia alguna en el mundo laboral. Por unos meses buscó empleo pero no hubo nadie que se interesara en alguien que solo había estudiado una carrera universitaria y sabía hablar en tres idiomas. Esa fue la razón para que saliera de su casa por primera vez e hiciera lo mismo que estaba haciendo ahora: estudiar en otro país. Quiso hacer más que eso pero al parecer allí tampoco necesitaban a uno como él.

 Ahora estaban en la segunda ronda de sus estudios de posgrado. Había elegido una ciudad diferente a la suya y diferente a la otra en la que había vivido. Y sí, se sentía bien y le gustaba lo que estaba estudiando. Pero, de nuevo, nadie parecía interesado en contratarlo para nada. Todos los días enviaba entre diez y veinte hojas de vida a diferentes empresas. Lo hacía en la mañana, antes de salir para clase. Si acaso recibía un par de respuestas diciendo que por ahora no estaban buscando personal.

 La búsqueda se había intensificado en días recientes, pues cada vez más se acercaba la fecha del final de sus estudios y, por consecuente, el regreso a casa. Eso lo tenía pensando mucho puesto que una parte de él ansiaba volver a su ciudad natal y ver a sus padres, amigos y demás. Quería hablar con ellos y escuchar lo que no le contaban por video llamada.  Los quería cerca de nuevo porque aquello le brindaba algo así como una protección especial, un lugar seguro en el mundo.

 Pero otra parte de su ser pensaba que lo mejor era quedarse allí, en una ciudad que había sido amable con él y le había mostrado que su vida podría ser algo mucho mejor de lo que siempre había imaginado. Había aprendido mucho de si mismo allí, y quedarse podría significar el descubrimiento de muchas cosas más y la realización personal que tanto buscan todos los seres humanos. Era una opción que no podía dejar de lado y que consideraba con cada currículo enviado por correo electrónico.

 Sin embargo, todo dependía de ese maldito puesto de trabajo que parecía evitarlo a toda costa. Había estudiado y bastante durante su vida. Pero pronto se dio cuenta que eso en el mundo laboral no vale nada, a menos que ya se haya empezado a escalar la escalera que llaman del éxito. Con cada día que pasaba, con cada momento en el que pensaba en sus opciones, se iba dando cuenta de que esa escalera se alejaba más y más de él. Incluso un día se aseguró a si mismo que jamás sería nadie más de lo que ya era: un simple tonto sin nada que ofrecer a nadie.

 Las cosas pasaron más o menos como él lo había imaginado: llegó el día de la presentación del proyecto de posgrado y fue mucho más sencillo de lo que pensaba. No le importaban las calificaciones ni nada por el estilo, solamente pasar ese obstáculo y por fin estar del otro lado. Ese día fueron todos los alumnos a beber algo y tuvo una sensación que ya había tenido varias veces cuando estaba con un grupo de personas: la sensación de estar solo en el mundo, de no tener nada en que sostenerse.

 Poco después, compró el billete de avión para volver a su ciudad. Eso sellaba su destino inmediato. Había fracasado en sus intentos por hacer algo y por ser alguien. Sabía muy bien que la gente lo juzgaría, por no haber hecho suficiente, por haber sido un flojo que en verdad no quería nada más sino quedarse sentado frente a un computador todos los días. Al volver a casa, descubriría que todo esto no solo estaba en su cabeza, sino que de hecho pasaría a ser algo clave en el siguiente año de su vida.

 Cuando llegó, no hizo nada. Estaba abatido y por primera vez en su vida no veía un camino claro a seguir. Ya se le habían acabado los caminos y solo podía seguir adelante, así lo que tuviera enfrente fuesen solo sombras y una oscuridad horrible. Sus padres no decía nada y nunca supo si eso era bueno o malo. Al menos no hasta que su padre empezó diciendo cosas, indirectas, pero que eran más claras que el agua. ¿Y que podía hacer? Nada más sino empezar a buscar empleo de nuevo.

 Así pasó más de un año, buscando y buscando, enviando sus datos personales a miles de lugares, hablando con personas que pudiesen saber de alguien que pudiera ayudarlo. Pero nada de eso surtió efecto. Nadie ayuda a nadie en este mundo, al menos no en el mundo laboral, sin esperar algo a cambio. Ya con casi treinta años y sin experiencia laboral, las personas empezaban a verlo como un flojo, un bueno para nada que había perdido su tiempo y que no tenía nada para probar que servía de algo.

 No lo decían pero estaba claro que era lo que pensaban. El rechazo casi diario se volvió en una costumbre. También el hecho de que sus amigos dejaron de serlo, apoyados en los cambios que todos habían vivido, excusas flojas que no escondían bien las razones reales.


 Él siguió haciendo lo mismo. Día tras día, con una sombra sobre su cuello que le susurraba ideas al oído, cada una más peligrosa y sórdida que la anterior. Lo ignoraba pero podría llegar un momento en el que eso sería imposible. Pero esa es la historia que hay. La mía.

miércoles, 24 de enero de 2018

Her

   The explosion was strong enough to blow away every single glass of the magnificent apartment. It occupied the whole 35th floor of one of the tallest residential buildings in the city and it had been featured in several magazines as one of those grand and amazing apartment that people should be looking at if they wanted to have one ever in their life. Not that that goal was any realistic, as Wilbur Wright, owner of the apartment, had inherited the millions of dollars that had paid the apartment and everything on it.

 The destruction of the apartment was shrouded in mystery as, two days later when the fire had finally been put out by firemen, there was no real clue as to what or whom could have cause the explosion. It was clear that nothing ordinary had been the culprit: there were no gas leaks of any kind, not a faulty wire in the whole premises and not even a problem with any of the many gadgets and electronics that made the apartment an automated environment that worked on its own, with no help from any human.

 Wilbur Wright had been on a plane on his way home when the incident happened and he was taken in a rush to a gran hotel room in order to protect his life, as many thought he was still in danger. But he had no idea about what they were all talking about, as most people loved him. Yes, he had inherited all of his money and didn’t really work at all, but he was the charitable face of his family’s organization and had been a patron of the arts for quite a while. Who would attack such a person?

 From his hotel room, he was able to watch the flames consuming his apartment, as the buildings were not very far apart. He had bought so many collectible items for his private quarters, many objects and art pieces that were one of a kind. Many museums had tried to buy them from him but he had always refused stating that there was no better person than him to take care of a precious item and that there was no safer place in the world than his apartment for such things. Clearly, that had not been the case.

 The morning the fire was extinguished, he got permission to enter the premises and check for himself what remained of his beloved apartment. Every single piece of furniture had been consumed, even the expensive food he kept on the kitchen. Every piece of granite, marble and titanium was now tainted forever with a black stain, with yellowish tones that indicated the temperature of the flames. He went to what used to be his room. He opened the closet and typed a few numbers on a keyboard the firemen had missed. It was a large vault, embedded into the wall.

 The vault’s door opened and it revealed a small room that had resisted the fire and the smoke. However, Mr. Wright collapsed once he entered the small space and started yelling and pulling his hair. For a moment, the men and women around thought of giving him some space to process whatever he was dealing with. But then they realized he was pulling his hair a little bit too much, actually pulling some of it from his skull, getting it on his hands and then on the floor. He had to be taken away to a hospital.

 The news of his breakdown went viral in hours. It was assumed that one of the firemen, or maybe one of the police officers, had recorded everything on a cellphone, as everyone watched Mr. Wright pulling out his hairs. The video had been uploaded to the Internet and now thousands of pulling were looking at him going crazy. Some of them laughed and some others even shed a tear. The common part of the response was that everyone wondered what had cause him to have the breakdown then and not before.

 Wilbur was released after a whole week in the hospital. His family came to take him home, which was a very rare sight on the part of their family, as they had never seemed to be close at all. The parents had decided to live a life of leisure since they had given their children control of all the businesses, and no pictures of the kids’ younger days had ever been released to the public, something that seemed odd at the beginning but they told every news outlet it was because they respected they children.

 The truth was the family was as cold as some of people thought it was. Wilbur rarely ever spoke to his father or mother, not even when he had been for a brief moment in charge of the shipping company his father had created when he was younger. Wilbur had done such an awful job running it, that the family had decided to fire everyone and dissolve the company altogether. Of course, it had been awful for the workers but the family thought it had been a disaster because they realized that Wilbur didn’t really now anything.

 They took him to their summerhouse, far from the city, in order to ask him about his mental state. They wanted to know if they had to be worried about it since it would be something more to add to the shame they felt for having him as a child. That’s what they told him, word by word. They didn’t care if he felt bad because of their words; they just wanted answers and the faster the better. Wilbur only said they didn’t have to worry about anything as his problems were his alone. The way he said it stopped them in their tracks and they decided not to speak again of the matter.

 The truth was that Wilbur didn’t want anyone to know about what had happened with his house. He wanted to ask the fire department for another tour of the ruins, but it had been decided that the building should be evacuated completely in order to check for any issues that the fire could have caused to the structure of the tower. No one was allowed in, except for law enforcement and the investigators that the city had working to know if everything was ok after the destruction.

 Wilbur was so desperate about his secrets that he decided to use his money to bribe a policeman in order to let him into the tower one night, after everyone had gone home. He was able to do it quietly and without any cameras or people looking at him. He went straight for his vault again and when he opened the door, his fists tightened, as well as his jaw. He even repressed the need to punch a wall or destroy the few things that had been left inside that place. Not that there was a lot there.

 Only a few papers and a little safe with some cash. It was all just for security but his biggest secret, his biggest creation if you will, and the only proof he was much more than what his family thought he was, was not there anymore. Every part of his creation had been destroyed by the fire and the only way to bring it back had been clearly stolen, probably minutes before the explosion. That was the proof that someone had gotten in and knew exactly what to look for, someone had known something he had told no one.

 He wasn’t really scared about that person using his creation against him or even playing the people into thinking he or she had created such a thing. Nothing like that bothered him. It was the relationship he had created, the fact that now he felt as if his only child had been yanked away from his hands. He felt hollow, alone and very sad. That was the reason he had collapsed when opening the vault, the reason his brain had not been able to cope with what had happened.

 He had named it Pamela, after one of the most beautiful women he had ever seen. He had created Pamela when younger, after reading a lot about computers and programming. He learned all that by himself and no one in his family or work had a clue about his hobby.


 Pamela was the product of his efforts. He worked a bit on her, every day, and he was proud to think that he had created a perfect example of artificial intelligence. She was nice, smart and very intuitive. She was a friend, a daughter and a companion. And now, he had no idea where she could be.