miércoles, 31 de agosto de 2016

A oscuras

   Las gruesas gotas que lluvia que cayeron esa tarde fueron suficientes para despertarme. Sin querer, me había quedado dormido a la mitad de una película. Tenía las arrugas de la sabana marcadas en mi cara y parecía que ya era bastante tarde, muy tarde para en verdad aprovechar lo que quedaba del día. Por el cansancio particular que sentía todas las tardes, me había perdido de nuevo de la mitad del día. Lo que menos me gustaba del caso es que, en algún punto de la noche, debía obligarme a dormir.

 Me puse de pie, cerré el portátil y me acerca a la ventana más cercana. Afuera no se veía nada. Estaba muy oscuro y solo se oían los constantes truenos y relámpagos que eran algo muy común de estas tormentas. Cada cierto tiempo un trueno iluminaba la noche y marca un espacio por un momento pero después cambiaba de sitio y jamás era lo mismo en toda la noche.

 Caminé en la oscuridad al baño, donde oriné tratando de despertarme por completo pero me di cuenta que, al menos en parte, eso no era posible. No porque estuviese cansado ni nada por el estilo sino porque siempre habían partes y cosas que yo no conocía, pequeñas sorpresas que mantenían siempre ocupado. Intenté usar agua para despertarme y eso fue lo único que funcionó, a medias porque al salir del baño patee sin querer el guarda escobas, lo que me causó un gran dolor. 

 Caminé a la cocina medio cojeando y allí busqué algo de comer pero no había casi nada. Lamentablemente, ninguno de mis clientes me había pagado hasta ahora y sin ese dinero no tenía absolutamente nada. Tomé lo último de jamón y de queso que tenía, sin la mantequilla que me encantaba, y me hice un sándwich con un pan duro que encontré en la alacena. Me dolió la mandíbula después de comer pero definitivamente eso era mejor que aguantar hambre y yo tenía mucha.

 Comí en silencio y a oscuras. No quería prender la luz porque me había quedado dormido en la oscuridad y sabía que mis ojos se habían acostumbrado a esa cantidad de luz.  Si prendía las luces de la casa, sería demasiado para mis ojos y dormir de nuevo sería casi imposible. Por eso me quedé un largo rato en la oscuridad después de comer mi sándwich, pensando sobre todo y nada.

 La verdad, el tema del dinero me tenía pensativo. Normalmente yo pedía un adelante siempre que hacía trabajos para la gente pero esta vez el cliente no había podido hacer eso por mi pero no era suficiente razón para negarle mis servicios. Al fin y al cabo que necesitaba el trabajo. Y ahora estaba terminado y la persona no aparecía. No era la primera vez y no sería la última, no con la gente como es.

 Decidí volver a mi habitación y tomar la billetera. No tenía mucho, más bien casi nada allí. Solo algunas monedas, nada importante. En el cajón en el que guardaba todo, mi caja de seguridad en cierto modo, tenía un billete que había pasado por alto o, mejor dicho, que había dejado para emergencias como un accidente o algo por el estilo. Pero ya que no me había pasado nada en tanto tiempo, decidió arriesgarme. El hambre que tenía era enorme y prefería vivir ahora y no después, si es que eso tiene razón.

 Mi barrio es algo oscuro y las luces de la calle no son muy brillantes, lo cual es perfecto para mi. Salí con mi viejo pero confiable paraguas. La tienda a la que iba estaba en la cuadra siguiente. Tomé una pizza congelada y una lata de mi bebida gaseosa favorita. Además, unas galletas de chocolate para comer en otro momento, tal vez antes de dormir.

 Cuando salí de la tienda estaban cerrando. Era medianoche. Tenía mucha suerte al vivir en un barrio lleno de fiestas y jóvenes en el que el comercio abría hasta tarde. Si no hubiera sido por eso no hubiese podido comer como lo hice después, pasada la una de la madrugada. Caminé alegremente bajo la lluvia con mi bolsita de provisiones y fue al cruzar la única calle que tenía que cruzar cuando pasó lo que debía pasarme por vivir distraído o por estar demasiado contento bajo la lluvia.

 Mi pie derecho, por alguna razón, se deslizó mucho hacia delante. Perdí el equilibrio y caí al suelo, en la mitad de la calle. El susto grande no fue ese sino ver que un carro se me acercaba y paraba justo a un metro o menos de donde estaba yo tirado. Me levanté como pude pero no podía apoyar el pie pues me había hecho daño al apoyarlo mal sobre el piso mojado. El del coche no salió a ayudarme ni nada por el estilo. Al contrario, uso el claxon del vehículo para apurarme.

 Mojado y con dolor, tiré la sombrilla a un lado y me puse de pie como pude. El idiota del coche siguió su camino. Quise darme la vuelta e insultarlo y recordarle a su madre con algún insulto, pero no se me ocurrió nada en el momento. Estaba muy ocupado cojeando para apoyarme sobre el muro de un edificio, recogiendo mi bolsa y mi paraguas del piso.

 Allí me quedé un rato, sin pensar en nada, solo en el dolor que sentía. La puerta de mi edificio estaba solo a unos metros pero no me moví hasta pasado un cuarto de hora. La lluvia me caía encima y se mezcló con mis lágrimas. Mi caída había causado que algunos sentimientos guardados de hacía tiempo salieran sin control. Pero los controlé como pude para poder regresar a mi casa y seguir mi noche.

 Apenas entré en la casa, eché la pizza al horno y la bebida al congelador. Abrí el paquete de galletas y me comí un par, como para que el sabor dulce me ayudara para superar el tonto suceso que había acabado de vivir. Me limpie las lagrimas y me senté en el sofá, pensando que era una tontería pensar en mi soledad solo porque me había caído al piso. Porque cuando me puse de pie en la calle, pensé que hubiese sido ideal estar con alguien para que me ayudara y se compadeciera de mi.

 Pero eso jamás lo había tenido y, la verdad, no era algo que hubiese buscado nunca activamente. Por eso llorar por semejante cosa era tan estúpido. Sin embargo me hizo sentir mal, muy solo y patético. Tenía que admitir que pensaba que todo sería mejor con una persona a mi lado, alguien que no me dejara dormir en las tardes, que pudiese abrazar en las noches, que me acompañara a la tienda y que me ayudara a levantarme del suelo si me caía en la mitad de la calle.

 Había vivido ya muchos años pensando que era algo que no quería, que mi libertad era más importante que compartir mi vida con alguien pero ahora me daba cuenta que una cosa no tiene que ver con la otra. Podía haber optado por un poco de ambos. Hay gente que entiende lo de ser libre y es capaz de respetar eso en la vida de alguien más. ¿Porqué me había limitado tanto? ¿Porqué había hecho que las cosas fueran de un color o de otro en mi vida, cuando no tenía porqué ser así?

 El timbre del horno avisando que la pizza ya estaba lista me sacó de mis pensamientos. La saqué y la puse en un plato. Tomé la bebida y me senté en mi mesa de cuatro sillas a comer casi en la oscuridad. Afortunadamente entraba la luz de otros hogares y del tráfico de la calle, lo que era suficiente para poder cortar la pizza y comer con tranquilidad.

 Mientras comía, me daba cuenta que también había estado solo tanto tiempo porque nadie se había interesado en estar conmigo. Es cierto que había decidido no tener nada con nadie pero tampoco era que rechazara a gente todos los días. De hecho, era muy poco común que alguien me dirigiera un piropo o al menos unas palabras amables, claramente coqueteo. Eso solo había pasado un par de veces en mi vida y ambas cuando era muy joven.


 Creo que la gente ve en mi algo que les asusta, algo que les dice que no es seguro acercarse. Tal vez solo quieren estar un rato e irse o ni siquiera acercarse en primer lugar. No sé que es lo que piensan porque casi siempre siento que no me ven, que soy invisible. Pero no importa. Habiendo terminado mi pizza y mi bebida, vuelvo a la cama con las galletas. Gracias al dolor en mi tobillo, me quedo dormido rápidamente.

martes, 30 de agosto de 2016

A single moment

   The very next day, the garden was covered with a very fine layer of snow covering everything. The most beautiful flowers and the largest plants were all covered in white, giving everything a “frozen in time” appearance. The house inhabitants had never seen snow, so when the first workers saw it that morning, they didn’t really know what to think. The low temperatures that winter were something they had never seen either so it was a very particular season for everyone.

 The first person to see the garden covered in snow was Mrs. Ross, the cook of the house. She had been living there for so many years but had never seen anything quite like that. She was so surprised that breakfast that morning was not ready on time and some people and the family had to wait or go hungry for a couple of extra hours.

As curious as everyone was for what was happening, every person coming late to work, showing up minutes later for a date or simply not coming because they had seen snow, were all excused as if it was the most normal thing. The snowfall lasted for about a week and then it disappeared. People were very disappointed when snow melted and everything they had thought was so magical was now covered in this very thick layer of mud that was nowhere near as attractive as snow. People returned to their normal lives and the winter experience was soon a thing of stories.

 The house were the garden had been covered suffered severe transformations between the first snowfall ever and the following one, which took place fifty years later. Some of the people that had seen it the first time as kids were still alive and they didn’t get tired of telling the story once and again, as if people were not living through it. It was possibly because of the excitement and because not a lot of things happened around there.

 The garden of the house was still there but the place was no longer a private place. It had been converted not so long ago into a museum after the family that had lived there for generations had decided to sell to the best bidder because every single part of their business, now related to the technology industry, was located nowadays in the city and having such a grand state in the countryside was very expensive to maintain.

 So the building had become a place where people could learn about the past but also where they could remember and experience in a very special way the two times snow had fallen in the region. There were pictures and poems and various others artistic manifestations, remembering what had happened in a variety of ways.

 There was even a picture of the cook that had been the first one to see snow. Her descendants came for the opening day of the museum and were very happy to see their relative love forever in such a fabulous space. More pictures, drawings and so on were placed all over the house, which had been decorated in a way it had never probably been decorated before. The museum had disguised the house as something it wasn’t, trying to get more and more people to come and enjoy the place.

 Soon, that wasn’t enough so they had to integrate the various areas surrounding the house, in other words the rest of the state that was still being exploited by a private company. Some parts of the land were used to grow various organic vegetables and others had fruit with the largest portion been dedicated to grapes and a small processing plant where the best grapes were chosen to be sent to another place where they were turned into a very decent wine. It wasn’t the best but it wasn’t bad either.

 The people who ran the museum decided to make it all part of the daily walks around the house. They wanted to show the visitors how farming worked in the region so they also created a small petting zoo and worked with a foreign company in order to use the grapes in the farm to make their own brand of wine. Of course, the first few bottles wouldn’t be very good but with time they could end up having one of the best products because of the experts they were hiring to ensure that everything was as good as it could be.

 People really enjoyed the new additions to the museum. Now it was a more complete experience and many visitors didn’t even care to enter the museum, the enjoyed themselves thoroughly in the fields and with the animals. Various vegetables and fruits were added to the crop selection and the wine started being sold to supermarkets in the city with a very special sticker that invited everyone to witness the creation process of the beverage.

 That proved to be a very good move and visits increased once again. The bad thing was that the museum was not being visited as much as it had been before. The situation was so bad for the house as it was that they decided to make it a free entrance if you cared to buy a pass for all the rest of the attraction in the state. That helped the snowfall story become well known once again.

 The place was renamed Snowfall Fun Park and they dedicated themselves to find new ways to attract more customers each year. After the name change, they were able to convert a small yard that had only been used for maintenance into a small food court selling various foods from around the world. The place was packed daily.

 The biggest news coming from the park was the announcement that they had bought the whole neighboring terrain, which was almost as large as the one they were operating in currently. They would use all that land to build an area for rides and overall entertainment. Every single thing would be themed around snow and winter sports. The main attraction would be a huge roller coaster named the Yeti, which had almost no relation with the region except for the fact that those fantastic creatures allegedly lived in the snow.

 The construction of that area was halted when they discovered some bones and rock alignments that seemed to be very interesting to the scientific community. As it turns out, it had been forgotten that the area had been the place for the old homes of the main house workers were located. The famous cook had lived right there and it was her bones that the machines almost crushed to dust.

 When her DNA was picked up from them, traditionalists in the region were appalled that such a beloved person would have been died in a place no one knew about and now they had discovered she had never been properly buried anywhere. Many signed a petition to have her remains be buried in the garden of the main house, as a gesture of respect to her legacy and the lives of all the other workers and farmers of the region.  After all, she had been a very humble woman, not wealthy or anything like that.

 Some even argued that the remains of the houses should not be moved and should be integrated in the project, in order to bring back the main interest why people would go to that place. The company that operated the park was at first very reluctant to make any changes because of the investors but they eventually saw a way they could win with it.

 The excavations of the remains of the houses were left alone. The design of the roller coaster was changed in order to not have any negative effects over any of the older structures in the park. Every other building stayed the same as in the original expansion plans except for an area where they would have meet and greets with actual farmers and have classes for interested visitors. That was moved to the farm area in order to surround the exaction area with a low fence and feature it as an attraction.

 Five years later, the third snowfall was registered in the region. It had been so many years since the last one that people were happy to have their museum in order to remember the story. Parties and festivals were organized and the legacy of a single moment in history kept on living on the minds and hearts of the people.

lunes, 29 de agosto de 2016

El náufrago

   El mar y venía con la mayor tranquilidad posible. El clima era perfecto: ni una nube en el cielo, el sol bien arriba y brillando con fuerza. La playa daba una gran curva, formando una pequeña ensenada en la que cangrejos excavaban para alimentarse y done, en ocasiones, iban a dar las medusas que se acercaban demasiado a la costa. La arena de la playa era muy fina y blanca como la nieve. No había piedras por ningún lado, al menos no en la línea costera.

 Del bosque de matorrales y palmeras en el centro de la isla, surgió un hombre. Caminaba despacio pero no era una persona mayor ni nada por el estilo. Arrastraba dos grandes hojas de palma. Las dejó una sobre otra cerca en la playa y luego volvió al bosque. Hizo esto mismo varias veces, hasta tener suficientes hojas en el montón- Cuando pareció que estaba contento con el número, empezó a mirar de un lado al otro de la playa, como buscando algo.

 El hombre no era muy alto y no debía tampoco llegar a los treinta años de edad. A pesar de eso, tenía una barba muy tupida, negra como la noche. La tenía en forma de candado, lo que hacía parecer que no tenía boca. Andaba por ahí completamente desnudo, ya bastante bronceado por el sol. El hombre era el único habitante de la isla y, era posible, que hubiese sido el único ser humano en estar allí de manera permanente.

 En la cercanía había varios bancos de arena pero ninguna otra isla igual de grande a esa. Era una región del mar muy peligrosa pues en varios puntos el lecho marino se elevaba de la nada y podía causar accidentes a os barcos que no estaban bien informados sobre la zona. Sin embargo, el tráfico de barcos era extremadamente bajo por esto mismo. La prueba era que, desde su naufragio, el hombre no había visto ningún barco, ni lejos ni cerca ni de ninguna manera.

 En cuanto a como había llegado allí, la verdad era que no lo recordaba con mucha claridad. En su cabeza tenía una gran cicatriz que iba de la sien a la base del pómulo, por el lado derecho de su cara. No era profunda ni impactante pero sí bastante notoria. Solo sabía que había sangrado mucho y que la única cura fue forzarse a entrar al agua salada del mar para que pudiese curarse.

 Eso había llevado su resistencia al dolor a nuevos limites que él ni conocía. Pero había sobrevivido y se supone que eso era lo importante. Al menos eso decían las personas que no habían vivido aquella experiencia. Vivirlo era otra cosas, sobre todo con lo relacionado con la comida y como mantenerse vivo sin tener que recurrir a medidas demasiado extremas.

 Al comienzo se enfermó un poco del estomago pero pronto tuvo que sacar valor de donde no tenía y empezó a ser mucho más creativo de lo que nunca había sido. Al final y al cabo, aunque no lo recordara, él era el contador de una empresa de cruceros. Tan solo era un hombre de números y nada más. Desde joven se había esforzado en sus estudios y por eso lo habían contratado. Lamentablemente, fue por culpa de ese trabajo que estuvo en el barco que tuvo el accidente y ahora estaba en la playa buscando palos largos.

 Cuando por fin encontró uno, volvió a la playa con las hojas de palmera. Primero clavó el palo en la tierra y se aseguró de que estuviera bien derecho y no temblara. Luego, empezó a poner las hojas alrededor del palo, tratando de formar algo así como una casita o tienda de campaña. Era un trabajo de cuidado porque las hojas se resbalaban. Cuando pasaba eso, apretaba las manos y pateaba la arena

 Llevaba allí por lo menos un mes. La verdad era que después de un tiempo se deja de tener una noción muy exacta del tiempo y de la ubicación. Abandonado en un isla pequeña, no tenía necesidad alguna de saber que hora era ni que día del año estaba viviendo. Ni siquiera pensaba sobre eso. Resultaba que eso era algo muy bueno pues su dedicación a sus tareas en la isla era más comprometida a causa de eso, menos restringida a diferentes eventuales hechos.

 No tenía manera de alertar a un barco si viniera. Tal vez podía agitar una de las ramas de las palmeras más grandes, pero eso no cambiaba el hecho de que pensaba que nadie vendría nunca por él. Ni siquiera sabía qué había pasado con su embarcación y con el resto de la gente. Por eso, día tras días, miraba menos el mar en busca de milagros y lo que hacía era crear soluciones para sus problemas inmediatos. Por eso lo de la casita con hojas de palma.

 Después de armar el refugio, salió a cazar. En su mano tenía una roca del interior de la isla y su misión era aplastar con ella a todos los cangrejos que viera por la playa. A veces esto probaba ser difícil porque los cangrejos podían ser mucho más rápidos de lo que uno pensaba. Además eran escurridizos, capaces de enterrarse en la arena en segundos, escapando de manera magistral.

 Sin embargo, él era mucho más inteligente que ellos y sabía como hacerles trampa para poder aplastarlos más efectivamente con la ropa. Los golpeaba varias veces hasta que se dejaban de mover, entonces los lavaba en el mar y luego los comía crudos. La opción de cocinarlos de alguna manera no era una posibilidad pues en la isla no había manera de crear fuego de la nada.

 El sabor del cangrejo crudo no era el mejor del mundo, lo mismo que no es muy delicioso comer un pescado así como viene. Pero el hambre es mucho más fuerte que nada y las costumbres en cuanto a la comida se van borrando con la necesidad. Su dieta se limitaba a la vida marina, en especial los peces que pudiese cazar en las zonas bajas o los cangrejos de la playa. No comía nunca más de lo que deseaba ni desperdiciaba nada. No se sabía cuando pudiese ser la siguiente comida.

 La peor parte de su estadía se dio cuando llegó la temporada de tormentas. Era obvio que su rudimentario refugio no iba a ser suficiente y por eso traté de diseñar un lugar en el cual esconderse en el centro de la isla, donde al menos tendía la protección del viento.  Cavo con su manos buscando más hojas y palos y plantas que le sirviera para atar unos con otros. Era un trabajo arduo.

 Lo malo fue que la primera tormenta se lo llevó todo con ella. Los truenos caían por todos lados, en especial la parte alta de las palmeras, haciendo que el lugar oliera a quemado. El olor despertó en el naufrago un recuerdo. Este era bastante claro y no era nada confuso ni complicado. Era de cuando se sentaba por largas horas al lado de su abuelo, pocos días antes de que muriera. A pesar del cáncer que lo carcomía, el viejo pidió un cigarro antes de morir y él se lo concedió. Incluso con eso, aguantó algunas semanas más hasta su muerte.

 El recuerdo no le servía de nada contra la naturaleza pero sí que le servía para recordar al menos una parte de quién era. Sabía ahora que había tenido un abuelo. Incluso mientras caían trombas de agua sobre la isla y él estaba acostado en su hueco en la mitad de la isla, tapándose con hojas, pensaba en todo lo que posiblemente no recordaba de su vida pasada. Tal vez tuviese una familia propia o hubiese logrado cosas extraordinarias o quién sabe que más.

 La tormenta se retiró al día siguiente. El naufrago recogió las hojas que la lluvia y el viento habían arrancado de los árboles.  Trató de mejorar sus condiciones de vida, tejiendo las hojas de las palmeras para hacer una estructurar para dormir más fuerte. Los días y los meses pasaron son que nadie más se acercara a ese lado del mundo.


 Un día pensó que venía alguien pues una gaviota, que jamás veía por el lugar, aterrizó en la playa y parecía buscar comida. Él solo vigiló al pájaro durante su estadía. Un buen día l ave se elevó en los aires, se dirigió al mar y allí cayó del cielo directo al agua. Algún animal se lo comió al instante. El naufrago supo entonces que la esperanza era algo difícil de tener.

sábado, 27 de agosto de 2016

Ravaged coastline

   As he climbed the staircase towards the top, the storm outside raged even stronger than before. The lighthouse’s walls seemed to shake at the sound of thunder. When he reached the top, he realized the machine that operated the lighthouse was still working despite of their best effort. Fast as he could, he grabbed something from his backpack and stuck it against the control panel that was lit with a variety of colors.

 Outside, the storm seemed to be getting worse every second. The waves were hitting the coast hard, as if nature was intentionally trying to bring the lighthouse down. But working with erosion would take too long so that’s why Miller volunteered to go to the top of the lighthouse and plant a bomb to destroy it from inside it. On the ocean, there was a sound louder than the one of the thunder: two ships seemed to be attacking positions in the ground and they did it all thanks to the help of the lighthouse.

 Once the bomb was planted, Miller ran out of the building, into the storm. From a certain distance, he saw how the lighthouse collapsed into itself. The sound of the explosion wasn’t really that strong because of all the scandal the storm was causing but what mattered was that the mission had been accomplished. Miller ran down the hill towards the beach, were the forces of his country were supposed to be. He didn’t find them there and he was afraid something bad had happened.

 Fortunately, he found their camp still set up where it had been that morning. Only a few tents remain though, because of the storm. The soldiers there said the attack from the ocean had been way too strong and that, even with the lighthouse out of their way, the enemy had known where to attack and how. So most of the army had moved south and, apparently, so did the battle.

 Miller had an obligation with his people, to defend his land until his death but he was very tired from running from one place to the other so he decided to have some rest with those wounded soldiers and wait for good news from all the battalions fighting the enemy. There was no food there, which was a shame, but one of the soldiers had a small flask with a very strong alcohol. Although forbidden, it helped Miller be aware until he fell asleep just before sunrise.

 He only slept a few hours. The storm had finally stopped or almost stopped as it was still raining after all.  He decided to grab one of the transports that hadn’t been destroyed and follow the army down the path. The vehicle had four wheels but seemed like one of those cars you use at the beach or somewhere where war is not an issue. It had no doors, no real protection but it had to be enough.

 As he travelled south, Miller was not very happy about what he saw. Because he saw nothing. There weren’t any bodies on the beach, or coming form the sea. He tried to get to high ground but there was nothing to see on the ocean. No big ship destroyed or trying to attack anyone or anything. The ocean was deprived of any life forms, at least on the surface. And the beaches were the same. Even tracks of other vehicles were difficult to find. Miller would only find the occasional boot print every so often.

 The first day following his army was a waste. Miller only stopped driving at night, when he stumbled upon a former fisherman’s village that had been abandoned by its inhabitants. The most likely scenario was that they had left the town because of the impending attacks of the enemy on the coast. Those people that had lived of the ocean for so long, now had to move to the far away from it, leaving everything they had known and loved behind. It must have been very hard for them.

 Miller left his vehicle next to a house that had clearly been attacked but was still standing after it all. He walked around as clouds in the night sky moved and revealed the full moon. The white light from it helped Miller look for anything he could use such as a small tank of gasoline and some bullets for his handgun. There were also nets and fishing rods but he left them there, as he wouldn’t have time to do anything with them.

 He slept inside the abandoned house that night. Nature or man had removed part of the roof, so the light of the moon illuminated his room. It was filled with sand and smelled a lot like fish. However, he slept in an actual bed that he tried to clean up the best he could. It was very strange to feel such a soft matters and the sheets really smelled like fabric softener, after such a long time of having been abandoned there.

The next day, he charged the gasoline tank of his vehicle and moved on with his search. It was until the afternoon, several kilometers from the fisherman’s village, where finally found the bodies of some soldiers. Unfortunately, they were not only dead but they seemed to have been scorched alive. Their bones were practically pieces of coal, forming strange angles by the ocean.

 It looks as if they were two soldiers or maybe they weren’t even soldiers. It was difficult to tell as the clothes had burned too. Something bad had happened there anyway and even if it didn’t have anything to do with the fighting, it was worth taking note. Maybe the people were going crazier than anyone had anticipated.

 A huge explosion was then heard just beyond some sand dunes. Miller left the vehicle behind and run up the dunes in order to see what had happened. A column of smoke could be seen easily as his feet sunk into the sand, trying to run as fast as he could in a place were running was not very practical. When he got to the tip of the dunes, he saw something horrible. It was the army, his army. They were all dead. Their bodies covered the stretch of sand between the beach and the tree line. There didn’t seem to be a single spot without a dead body.

 The smoke was coming out of some sort of gun near the center of the agglomeration of bodies. It was artillery and was pointed towards the ocean. Miller tried to look for anything there to indicate what had killed all of those men and women but there was nothing. The weapon had maybe overloaded and that’s why it had exploded. It meant that Miller had missed his peers for a very short time, maybe even only hours.

 It was awful to see all of those familiar faces rotting under the soft rain and the pale sunlight that filtered through the very thick clouds. He didn’t know what to do with them. Leaving them there would not be according to their code but burning each corpse would take him forever. And then, there was the gun. He decided to walk among the bodies, towards the weapon, in order to check if any information could be saved from its intelligent software.

 He tried not to step on any hands or legs but it was very difficult. He tried to look forward instead of downwards. For a moment, tears began pouring out of his eyes. It was just too much for him. After all, he was just a young guy that no many months ago had ben trying to turn his life around after been a thief for all of his life. He had tried to learn a trade and be good at it and then the war happened and now he was stepping on bodies.

 When he reached the artillery post, he sat on the chair of the gun and clicked some letters. The machine was still working. The shooting capabilities were out of order but he could check what they were firing at moments ago. An image appeared on the small screen and he had to get closer to see it fully. When his eyes focused, he thought he was looking at the worn image or maybe he had done something wrong.


 But the image was not the wrong one. Understanding the danger he was in, he ran stepping on every body towards the dunes and reaching his vehicle fast. He had to leave for the inland, where the inhabited cities were, in order to tell them what he had seen. They wouldn’t believe him but he had to tell them that a monster was out there. Maybe it was the enemies, or maybe not, but it seemed to have come straight from hell. As he drove, he checked his mirrors every few seconds, afraid of the ocean.