Lo que ellos vieron o no vieron fue materia
de discusión por años y años. Al fin y al cabo, solo eran una pareja de amigos
que viajaban de noche y, para muchos que escuchaban la historia, podría
tratarse de un caso relacionado con el alcohol o las drogas. No habían sido
personas de desconfiar ni nada parecido, pero es que la historia era tan
increíble que no se sostenía de pie por si misma y era más fácil asumir que
algo externo había tenido que ver en todo el asunto. Ellos contaron sus
historia varias veces, tanto a la policía como a todo el que se sentara a
escucharlos el tiempo suficiente. Pero después de un tiempo dejaron de hacerlo.
No tenía más sentido tener que decir lo mismo una y otra vez si nunca les iban
a creer ni media palabra.
Años después, un tabloide sacó la noticia de
que habíamos sido abducidos por extraterrestres. Ellos quisieron decir algo,
para que la gente dejara de pensar que eran locos y que eran ellos los que
inventaban semejantes historias pero se lo pensaron mejor y decidieron no
hacerlo. Para qué volver a revivir el ridículo y todos esos momentos donde los hacían sentirse
del tamaño de una pulga. No, no valía la pena. La verdad solo vale la pena
cuando le sirve a alguien de algo y lo cierto es que muchas veces no es así
entonces todo el mundo prefiere ignorar lo que pasa. Con el tiempo, los dos
amigos, unidos por el suceso que habían compartido, se enamoraron y se casaron.
Pero eso nadie lo supo sino hasta tiempo después.
Fue cuando ya habían
pasado unos diez años cuando Arturo empezó a sentirse mal. Se mareaba, algunas
veces desmayándose por completo en sitios como la oficina o la cocina de la
casa. Cuando Daniel llegaba del trabajo, lo encontraba allí tirado y pensaba
que los males para ellos nunca iban a terminar. Muchas veces se preguntaron que
era lo malo que habían hecho, que daño le habían causado a la gente? Era todo
como una maldición. Arturo se sometió a exámenes que revelaron que no era
cáncer ni nada parecido. Pero si encontraron algo en su pie un objeto que salía
en las radiografías. Pero dijeron que era mejor no operar y que probablemente
era grasa acumulada, algo muy normal.
Cuando volvieron a casa, discutieron. A los
dos, el suceso les había recordado lo vivido hacía años. Los nervios, la
incertidumbre y todo lo demás. No era lo correcto tener que sentir miedo de esa
manera y vivir así, al borde de la silla. Arturo pensaba que debían hablar con
alguien, discutirlo y evitar que todo ello les carcomiera la mente. Pero Daniel
no quería revivir nada del pasado y prefería que se quedara allí lejos, en un
lugar donde no pudiera lastimarlos más. Se sentían débiles y cansados pero a la
final Arturo le dijo a Daniel que si no se sacaban todo lo que tenían en sus
mentes, siempre estaría corriendo de sí mismo y que así no se podía vivir. Así
que Daniel aceptó hablar con alguien.
Buscaron por todos lados un sicólogo que fuese
competente pero que no tuviera nada que ver con fenómenos inexplicables.
Querían alguien que les dijera la verdad y que fuese objetivo. Encontraron al doctor
Warner, un hombre reconocido en su campo por ayudar a victimas de grandes
desastres como las familia de varios accidente aéreos. El hombre parecía saber
lo que decía e hicieron una cita. Ese día estaban muy nerviosos y cuando los
hicieron pasar, las piernas les temblaban. Normalmente el doctor no hacía citas
dobles, pero aceptó esa ocasión por tratarse de un caso especial. Lo primero
que hizo el hombre fue indagar sobre su relación y ver si era tan fuerte como
parecía. Lo comprobó rápidamente y siguieron a lo principal.
El doctor prefirió que para esa parte, Daniel
se retirara. Le iba a preguntar lo que recordaba de ese día y tener a alguien
más allí podría influenciar un cambio de versión en alguno de los dos. Daniel
se retiró y Arturo empezó su relato. Recordaba haber estado manejando, con la
música casi a todo volumen. Daniel estaba en el asiento del copiloto y cantaba
con el alguna canción de moda. En ese tiempo ya sentían algo de atracción el
uno por el otro pero jamás lo habían discutido. Solo eran amigos y venían de
acampar unos días en un parque nacional no muy lejos de la ciudad donde estaba
su universidad. Daniel le dijo a Warner que todo era muy normal y que la
carretera estaba perfecta pues no había casi automóviles.
Después recuerda que la radio empezó a cambiar
de estación sin ayuda de sus manos y que el reloj del automóvil también se
volvió loco. Eran las once y media en punto, según recordó en su revisión. El
automóvil se apagó a los pocos metros y no avanzaron más. De nuevo, no había ni
un solo vehículo en la cercanía así que no había como pedir ayuda. Trataron de
usar sus celulares pero ninguno servía, parecía que la zona era un punto negro
para todo tipo de cosas eléctricas. Salieron del auto y mientras Arturo
revisaba bajo el capó, Daniel intentaba comunicarse, también encendiendo la
linterna que tenían, sacudiéndola pero sin éxito. Entonces sintieron algo
extraño, cada uno donde estaba, sintió como si el tiempo se hubiese vuelto
lento.
Arturo recordó una luz que los envolvió y los
cegó. Lo siguiente que recuerda es estar dentro de su vehículo, conduciendo de
nuevo. Cuando cayó en cuenta de lo que hacía, frenó en seco y miró un indicador
de la carretera que se veía con la luz de los faros. Si se le había de creer,
había viajado unos quince kilómetros después de que se les apagara el auto pero
no recordaba nada al respecto. Era como si ese pedazo de sus vidas les hubiese
sido arrebatado. En lo que quedaba del camino, no hablaron más, a pesar de que
su malestar era evidente. De hecho, Arturo recuerda que Daniel vomitó cuando lo
dejó en su casa y el se sintió mareado toda esa noche y durmió mal.
La entrevista de Warner con Daniel no fue muy
diferente excepto en algunos puntos clave. Por ejemplo, Daniel recordaba lo
mismo de haber estado escuchando música y cantando pero él sí recordaba algunos
vehículos que los pasaron antes de que el vehículo se apagara. De hecho,
recordaba haberle dicho a Arturo que deberían empujar el auto fuera de la
carretera. Después, concordaban en lo del tiempo que iba más despacio y la luz.
Pero Daniel tenía algo más que agregar antes de que aparecieran en el vehículo
de nuevo. Según él, cuando la luz los rodeó, sintió una presencia que no era la
de Arturo. Había algo más allí con ellos y recordar la sensación lo hizo
sentirse muy incomodo.
Concordaban en lo de la sensación de perdida
del tiempo y cuando Arturo se detuvo y dijo lo de los quince kilómetros, Daniel
confesó que nunca reflexionó mucho al respecto. Obviamente era algo extraño
pero para él lo más raro de todo había sido esa sensación de sentir que alguien
estaba con ellos en ese haz de luz. Daniel no recordaba haber vomitado al
bajarse del automóvil pero sí dijo que se había sentido muy mal y que había
tenido que tomar aire para calmar sus nervios
Las historias, en
esencia, eran las mismas excepto por algunos detalles que daban cuenta de dos
cosas: las prioridades de cada persona y la manera de ver el mundo de cada uno.
Warner les explicó que es muy común que dos personas difieran un poco cuando
experimentan exactamente el mismo suceso ya que las experiencias pasadas y la educación
tienen un rol fundamental en la comprensión de lo que cada uno vive. Lo único
que Warner no podía comprender era lo de la presencia que Daniel sintió y
Arturo ni mencionó. Eso era algo distinto y trataron en varios días de llegar
al punto de esa experiencia pero Daniel no sabía más. Ellos pidieron ser
sometidos a hipnosis pero Warner les explicó que eso solo haría que su estado
se volviese peor. Según él, la hipnosis solo empeoraba las cosas mezclando
recuerdo e implantando ideas que no estaban en el cerebro antes. Pero algo tenían
que hacer.
No llegaron a saber que más se podría hacer
porque, un día saliendo de la terapia, fueron asaltados por reporteros que les
preguntaban si era cierto que estaban diciendo que habían sido raptados por
extraterrestres. De nuevo, el pasado venía a acosarlos y la gente volvió a
juzgarlos por cosas que ni siquiera habían dicho en público. Descubrieron que
la secretaria de Warner había filtrado información y la denunciaron, ganando
famosamente un caso que los sometió a la mirada del público que pudo ver lo
quebrantados que ya estaban. Después del juicio, desaparecieron una vez más y
ya nunca se supo de ellos. Unos decían que se los habían llevado
definitivamente y otros que habían cometido suicidio.
La realidad era que se habían ido a vivir
lejos, a un pueblo pequeño donde nadie sabía nada de ellos. Trabajaron empleos
simples y vivieron el resto de sus vidas más tranquilos que nunca, pero siempre
preguntándose que era lo que habían vivido y porque era tan importante para la
gente desacreditar lo que ellos decían. Era la verdad, su verdad al menos y
ellos no tenían la culpa de que las cosas hubiesen pasado como lo hicieron. Sin
embargo, Arturo y Daniel hablaron entre ellos de lo sucedido y compartieron su
historia anónimamente por internet. Muchos les creyeron y eso les ayudó para
cerrar un capitulo doloroso de su historia juntos.