Estabas de espaldas y por eso no fue fácil
reconocerte. La clave fue reconocer el suéter que tenías puesto, el que
compraste ese día que fuimos juntos a comprar ropa. Ese día, tu no parabas de
hablar y creo que era una manera de decirme que no querías hablar de lo otro,
de nuestra inminente separación. No entendías, ni tratabas de hacerlo, que yo
no me iba por decisión propia. Al fin y al cabo éramos niños todavía. Estábamos
entrando a la adolescencia pero tu de eso no querías saber nada. Querías que me
quedara y tu manera de decirlo fue hablar y hablar y hablar, pues si seguías
sin parar yo no tendría oportunidad de escapar de ti. Eras joven y no entendías
que eso no era amistad, era algo distinto.
Ese día me pediste todo el día y te lo
concedí. Me hablaste de tus planes a futuro, como si fueras un gran empresario,
y me explicaste que el negocio del yogur helado era cada vez más rentable. No
sé si te diste cuenta pero yo sonreí varias veces pero no porque me dieras
ganar de reír sino porque te admiraba de verdad. Estabas convencido de todo lo
que decías, lo anunciabas todo con tanto empeño y claridad, estabas seguro de
tu futuro éxito y querías que todo el mundo supiera. Sin embargo, creo que no
te dabas cuenta que también era obvio que te sentías solo, que tu casa no era
el lugar donde te gustaba estar y que cuando me besaste al despedirnos sentí
tus labios temblar.
Eras un niño en esa época y hoy lo sigues
siendo. Cuando me miras de frente, por fin, sé quién eres pero tu no te
acuerdas de mi. En tus ojos no veo ninguna chispa, ningún asomo de asombro o de
sorpresa. Están apagados pero tan brillantes y grandes como siempre. Los tienes
un poco cansados, debe ser por el trabajo porque te convertiste en ese hombre
de negocios que siempre quisiste ser. No me sorprende que hayas seguido tus
sueños, pues siempre tuviste empuje, siempre quisiste más de todo. Tu ambición
por ser mejor la reconocí en ese tiempo y ahora me haces ver que no me
equivocaba.
No me reconoces y lo entiendo. Sabes que me
fui hace tanto tiempo y que lloraste y estuviste mal por muchos meses hasta que
te diste cuenta que la situación no iba a cambiar por mucho que dejaras los
ojos en la almohada. Éramos niños cuando nos conocimos pero creo que fuiste el
primero en convertirse en hombre y lo hiciste cuando me dejaste en el pasado.
Tu vida después, no me la sé muy bien. Sin embargo, nunca supiste que eras
observado por ojos que sabían que habías sido mi mejor amigo y ellos me
informaban, cada mucho, como estabas y que hacías. Si tu supieras todo esto de
pronto te escandalizaría, te asustarías y saldrías corriendo de mi presencia. Y
sin embargo me das la mano y me hablas de tu negocio y no parece que sepas
quién soy.
Tu no sabes que cuando cambié de ciudad, en
ese entonces, también cambié de vida y de manera de ver el mundo. Tu lo pasabas
bien, lo supe. Tuviste varias novias y eras un galán con todas las chicas del
colegio. Te convertiste en un casanova y, en palabras de otros que no nombraré,
en el chico más guapo de nuestra secundaria. No supe más de ti hasta la
graduación. Salías sonriente, feliz, en la foto que te tomaron a la salida de
la ceremonia. Nunca supiste que la mía fue un año después, ya que tuve que
repetir un año escolar por bajo rendimiento. Fue así que dejaste de estar en mi
vida, ya no eras alguien de quién quisiera saber nada pues estábamos ya muy
lejos y muy adelante para alcanzarte, si es que de eso se trataba. Dolió mucho
pero creo que tu, mejor que nadie, lo entenderías.
Y ahora estás aquí. Me hablas de cómo quieres
expandir tu marca por toda la ciudad. Ya tienes tres ubicaciones de tu famoso
yogurt helado, con el que revolucionaste el comercio local y ahora quieres
hacerlo más grande y mejor. Viniste a esta firma de publicidad y te encontraste
conmigo pero no sabes quién soy y, ahora, viéndonos todos los días, no veo
cambio en tus ojos y sé que simplemente esos tiempos quedaron en el pasado. Me
pasas informes y propuestas y te explico que puede ir bien para tu producto y
para el tipo de comercio que buscas tener. Me miras a los ojos y me hablas, con
una pasión que me hace sentirme abrazado, del esfuerzo que te ha tomado
construir tu pequeño imperio y de las grandes ambiciones que tienes para él. Me
preguntas si es posible y te digo que todo lo es.
El contrato de asesoría es por un año y se
puede renovar si el cliente lo desea. Ya han pasado seis meses y tu no pareces
querer renovarlo. Sí, también pienso que ya tienes suficiente y que podrías
lanzarte a la aventura así nada más pero tienes que saber que me encantaría seguirte
viendo dos veces a la semana. Me hablas y me hablas, como ese último día y no
tienes ni idea. En tus ojos no hay indicio, ni en tu cuerpo ni en tu voz ni en
ninguna parte. No sabes quién soy y duele mucho pues eres una visión de un
tiempo más fácil, de una época más fresca y menos difícil. Eres casi como un
espejismo que no quiere desaparecer.
Otro mes se evapora y casi quisiera que
rogaras por la renovación del contrato. Debes saber que se haría en un abrir y
cerrar de ojos, de manera rápida y especial solo para ti. El otro día, no sé si
te fijaste, me cogiste la mano para enseñarme como dibujar el logo de empresa.
Si alguna vez has visto un rojo tan brillante en tu vida, dímelo. Al parecer tampoco notaste mis palpitaciones
y como mi mano empezó a sudar ligeramente.
Tenías un desastre ambulante en frente y no te diste cuenta. Hubieses
podido decir algo justo entonces, hubieses podido sorprenderme con alguna
revelación fantástica pero no hiciste nada. Solo me hiciste dibujar y luego te
alejaste.
Es difícil. Los días pasan tan rápidamente
como si alguien los quemara en las hornillas de la vida y todos ellos se
convierten en un polvo que nadie puede retener. Todo va tan rápido, todo se
mueve tan deprisa que creo que incluso tu quisiera que el mundo se detuviese
por un momento para poder respirar y ver el entorno. Incluso tu quisieras
caminar descalzo por un prado, en la parte alta de una colina, y ver el campo
desde allí. Incluso tu quisieras ver la calma de lo que alguna vez fue o lo que
pudo haber sido. Lo último es menos probable, seguro eres menos susceptible al
pasado que la mayoría, porque te ves fuerte, con una voluntad férrea que
encanta y a la vez intimida un poco. Sabes que eres cautivador, es fácil darse
cuenta de ello. Te queda mucho todavía de aquel joven casanova.
Solo falta un mes y el contrato se termina.
Los últimos días se ponen lentos, como si el tiempo mismo quisiera torturar a
las almas perdidas, a aquellos que no saben si arriba es arriba o abajo es
abajo. Ese cambio de ritmo casi duele en los huesos y es entonces que por fin
aparece una señal en tus ojos. Pero no es la que se buscaba. Es un brillo de
tristeza, de miedo. Uno de esos días, de los últimos, me confiesas que temes
que todo fracase, me confiesas que tu miedo es por tu empresa, por los años que
has trabajado por todo lo que tienes y que tal vez pueda desaparecer en
cualquier momento. Dices estar feliz con lo logrado pero también que no quieres
perder ninguna parte de la esencia de lo que eres al crecer, al expandir lo que
requiere más espacio para crecer.
Sientes una de mis manos sobre tu hombro y
escuchas, con calma, como tu empresa va
a ser un éxito en el mercado. En apenas una semana se acaba nuestro contrato y escuchas
como los planes que hemos estado elaborando ya están dando sus primeros frutos.
Todo está listo para que crezcas, para que sepas lo que es ser un empresario
envidiado, exitoso de verdad. Escuchas, sonriendo, los ánimos y buenos deseos
que la compañía tiene para ti, pero no escuchas nada que venga de mi porque eso
no importa. Sientes que la mano se retira y la conexión se rompe. Aunque no lo
del todo, pues en ese preciso momento me miras y sabes quién soy. Lo sabes todo
y puede que lo hayas sabido desde siempre. Tus ojos se ven como cuando éramos jóvenes
y por un momento eres ese niño con una idea y con una ambición más grande que
el cuerpo.
El contrato termina. Cada uno por su lado. Tu
te vas a tus cosas, a tu empresa y a tus planes de comerte el mundo. No lo
sabes pero serás un gran personaje, uno de esos pocos que la gente de verdad
admira y respeta. Ya eres una persona querida pero lo serás mucho más. Y no
sabes que una de esas personas que te quiere estuvo tan cerca de ti todo este
tiempo.
Pero a decir verdad, yo a ti no te quiero.
Porque creo que siempre te he amado.