Al principio no quería mirarme al espejo.
Siempre había tenido miedo de ver quién me devolvía la mirada. Era una
tontería, pero sentía que la persona en el reflejo y yo simplemente no éramos
el mismo. Él siempre parecía más desafiante, más enojado, superior de alguna
manera, siempre un paso adelante. No tiene sentido, lo sé, pero así lo había
sentido siempre. Hasta que conocí a G.
Desde que nos conocimos, me pidió que lo
llamara por esa letra y por nada más. La verdad es que jamás supe su nombre
aunque sí sabía que tenía que ser alguien importante o al menos con el poder
suficiente para hacer posibles cosas que muy poca gente puede hacer posible.
Debía ser rico o algo por el estilo y debía de tener muchos problemas o muy
pocos.
Lo conocí de la manera más confusa jamás.
Había estado caminando por horas en una ciudad desconocida. Cuando viajo es
algo que hago con frecuencia: trato de perderme un poco por lugares que no
conozco aunque en verdad no me pierdo como tal, solo busco sentir el lugar como
lo sienten las personas que viven allí. Camino y camino y de pronto tomo fotos
y tomo notas mentales de todo lo que veo. No tomo notas en lápiz o algo así
porque no vivo en un libro ni nada parecido, además que las perdería fácilmente
de esa manera.
El caso es que estaba a miles de kilómetros de
casa y ese día sí me perdí de verdad. Mi teléfono celular se apagó y no volvió
a encender y el mapa que tenía no abarcaba la zona donde estaba. La gente no
hablaba inglés y mucho menos español y no había manera, por muchas señas que
hiciese, de hacerles entender adonde quería ir. Por lo visto la dirección de mi
hotel era también demasiado confusa.
Como suele pasar cuando las cosas se ponen
mal: se ponen peor de alguna manera antes de mejorar. Empezó a llover a
cántaros al mismo tiempo que brillaba un sol infernal. Era el clima más confuso
que había visto en mi vida y me confundía aún más el saber que no tenía donde
meterme ni alguien que me ayudara. Corrí por varias calles hasta que encontré
una tienda y entré sin mirar. Estaba mojando el piso y entonces decidí salir de
nuevo antes de que me echaran pero una mano se puso sobre la mía y me impidió
la salida.
Me puse rojo al girarme y darme cuenta de que
G estaba a pocos centímetros de mi cara. Hay que decirlo: es un hombre bastante
atractivo, que sabe mucho de cómo vestirse y arreglarse. Lo primero que noté, y
lo recuerdo claramente, fue su perfume. Luego me contaría que era una receta
personal que mandaba a elaborar. Pero en ese momento solo lo miré a los ojos y
sentí algo extraño en mis entrañas. No, no amor. Algo más fuerte.
Me dijo que no saliera y que me quedara
adentro. Por un momento pensé que él atendía la tienda pero entonces vi al
verdadero comerciante, que no se veía muy feliz por el agua en su suelo. G le
habló en el idioma local y el hombre solo asintió y se fue, supuse yo que a
buscar algo con que limpiar mi desastre. G me habló al oído: “Acompáñame”. Me
lo dijo en inglés. No sé de donde pensó que era pero no dije nada, solo moví mi
cabeza afirmativamente y lo seguí.
Era un anticuario, con una luz brillante en el
cuarto delantero pero la típica luz algo mortecina en un cuarto, más grande, en
la parte posterior. Había cuadros hermosos y esculturas y objetos de todos los
tamaños y procedencias. Traté de guardar fotografías mentales de todo y
entonces recordé que tenía una cámara pero pensé que sería un poco grosero
ponerme a tomar fotos en un lugar donde entré solo a escaparme de la lluvia.
Además, a juzgar por las etiquetas en algunos objetos, necesitaría morir y
volver a nacer para tener dinero suficiente para comprar algo en ese lugar.
Al fondo del cuarto posterior bajamos unos
escalones a una especie de sótano y nos encontramos en una pequeña habitación
que estaba debajo del nivel de la calle. Se podía ver por unas ventanas como la
lluvia todavía caía con fuerza. En ese cuarto también había muchos objetos muy
hermosos. Me distraje mirándolos y solo cuando sentí sus manos en mi espalda
fue supe que se había ido por un momento.
Me había puesto una toalla sobre los hombros y
había dejado sus manos allí. Se sentían cálidas y fuertes. Era extraño sentirme
así. Es decir, me gustaba, pero me sentía fuera de lugar. Me hice a un lado y
me sequé tan bien como pude. Él me miraba y yo trataba de mirar los objetos porque
su mirada me quemaba, era como si pudiera ver a través de mi cuerpo o muy
dentro de mi cerebro.
Se me acercó de nuevo y
entonces tomó la toalla y me secó el pelo, siempre mirándome a los ojos.
Entonces me secó el cuello y cuando puso la toalla alrededor de mi cuerpo me di
cuenta de que lo estaba dejando hacer y de que no decía nada. Traté pero no
pude. Era como si estuviese hipnotizado o algo por el estilo. No podía dejar de
mirarlo y él hacía lo mismo, mientras me apretaba suavemente.
Entonces recobré el sentido o desperté o lo
que fuese y di un paso hacia atrás. Le agradecí pero le dije que debía volver a
mi hotel. Me preguntó si viajaba con alguien y no pude mentirle. Cuando le dije
que no, sonrió. Me dijo que quería invitarme a comer algo, si se lo permitía y
para ese momento estaba temblando, sintiendo como de nuevo perdía la voluntad
al mirar sus grandes ojos y su cara perfecta.
Minutos después habíamos salido a la calle con
una sombrilla del dueño y nos subimos a un coche último modelo. No sé nada de
carros y esas cosas pero supe que debía costar unos cuantos millones. Olía a
nuevo y me dio pena mojarlo. Incluso me dio pena sentarme allí con mi ropa que
debía costar lo de una llanta de semejante máquina. Él, sin embargo, no dejaba
de sonreír. Cuando arrancó, no lo dejaba de ver y al mismo tiempo pensaba que
estaba haciendo algo estúpido al subirme al coche de un extraño.
Llamó a alguien por el teléfono integrado del
automóvil. Habló en el idioma local así que no entendí nada de lo que dijo pero
sí me pregunté si de pronto era un rico local. Hablaba muy bien inglés pero
perfectamente podría ser por una probable excelente educación. Nada en su
rostro lo hacía parecer de algún lado en particular así que nunca se sabía.
Apreté mi mochila un poco cuando pude dejar de mirarlo y me di cuenta del miedo
que sentía.
Al poco tiempo llegamos a un portal que se
abrió automáticamente y dio paso a una casa enorme, una mansión. Pero contrario
a las películas, donde había millonarios, nadie salió a nuestro rescate. Él
salió primero del coche y creo que iba a impedirme mojarme pero yo no soy un
mujer del siglo XIX, así que salí de golpe y lo dejé atrás. Subí unos escalones
enormes hasta estar bajo el techo de la entrada de nuevo. Él me siguió y no
dijo nada.
Cuando entramos no pude evitar dejar salir una
exclamación: el sitio era hermoso pero simple. No era recargado ni con
demasiadas antigüedades. Era perfecto. Me tomó de la mano y me puse rojo pero
no lo solté. Me llevó a la cocina y allí fue cuando empezamos a hablar de
verdad mientras él hacía un delicioso pollo con especias. Le fui tomando
confianza y creo que él a mi.
Al final de la comida me preguntó que había en
mi mochila y le mostré. Tomó la cámara sin preguntar y empezó a mirar las fotos
que había tomado. Me dijo que tenía buen ojo pero que me hacían falta mejores
fotografías. Y entonces enfocó el lente y me tomó una foto. Todavía la tengo
guardada en algún lado. Le dije que no me gustaba tomarme fotos y me preguntó
por la razón y le dije que nunca me había gustado mucho mi apariencia.
Me tomó otra foto. Esa la borré. Me pidió que
lo acompañara a su habitación favorita y eso hice. Él llevó la cámara y yo solo
caminé detrás suyo. La habitación que mencionaba tenía algunas pinturas
colgadas y otro par en caballetes. Me dijo que era su afición y que le gustaba
mucho porque lo hacía soñar y disfrutar de todo lo que había en la vida que le
gustaba. Y entonces me dijo que le gustaría pintarme alguna vez. Yo no dije
nada. Me apretó la mano y entonces me besó. Hicimos el amor en ese cuarto por
primera vez pero lo haríamos más veces, en otras ocasiones.
No sé explicarlo, pero sabía todo sobre mí o
lo intuía. En el sexo supo complacerme como nadie nunca lo hizo y llegué a
pensar que le interesaba más mi placer que el propio y que yo le gustaba de
verdad. Me pintó entre esas ocasiones de sexo casual, en un viaje que yo había
alargado con dinero que G había invertido, o así le llamaba.
Nunca vi la pintura terminada. Un día me dijo
que debía irse pues esa casa solo era un casa de verano. Debía volver a su vida
real y yo también. La última vez que nos vimos me dio un beso que no logro
olvidar y me dijo que si me viera al espejo alguna vez, de pronto vería todo lo
que él veía.
No supe más de él. No creo que piense en mí
pero yo sí que pienso en él, en el cuadro que debe estar en esa casa y en lo
que me dijo. Por eso me desnudo frente a espejos y me miro por varios minutos,
esperando ver lo que él vio para entender lo que pasó en ese lugar tan lejano.