viernes, 15 de abril de 2016

Un extraño

   Al principio no quería mirarme al espejo. Siempre había tenido miedo de ver quién me devolvía la mirada. Era una tontería, pero sentía que la persona en el reflejo y yo simplemente no éramos el mismo. Él siempre parecía más desafiante, más enojado, superior de alguna manera, siempre un paso adelante. No tiene sentido, lo sé, pero así lo había sentido siempre. Hasta que conocí a G.

 Desde que nos conocimos, me pidió que lo llamara por esa letra y por nada más. La verdad es que jamás supe su nombre aunque sí sabía que tenía que ser alguien importante o al menos con el poder suficiente para hacer posibles cosas que muy poca gente puede hacer posible. Debía ser rico o algo por el estilo y debía de tener muchos problemas o muy pocos.

 Lo conocí de la manera más confusa jamás. Había estado caminando por horas en una ciudad desconocida. Cuando viajo es algo que hago con frecuencia: trato de perderme un poco por lugares que no conozco aunque en verdad no me pierdo como tal, solo busco sentir el lugar como lo sienten las personas que viven allí. Camino y camino y de pronto tomo fotos y tomo notas mentales de todo lo que veo. No tomo notas en lápiz o algo así porque no vivo en un libro ni nada parecido, además que las perdería fácilmente de esa manera.

 El caso es que estaba a miles de kilómetros de casa y ese día sí me perdí de verdad. Mi teléfono celular se apagó y no volvió a encender y el mapa que tenía no abarcaba la zona donde estaba. La gente no hablaba inglés y mucho menos español y no había manera, por muchas señas que hiciese, de hacerles entender adonde quería ir. Por lo visto la dirección de mi hotel era también demasiado confusa.

 Como suele pasar cuando las cosas se ponen mal: se ponen peor de alguna manera antes de mejorar. Empezó a llover a cántaros al mismo tiempo que brillaba un sol infernal. Era el clima más confuso que había visto en mi vida y me confundía aún más el saber que no tenía donde meterme ni alguien que me ayudara. Corrí por varias calles hasta que encontré una tienda y entré sin mirar. Estaba mojando el piso y entonces decidí salir de nuevo antes de que me echaran pero una mano se puso sobre la mía y me impidió la salida.

 Me puse rojo al girarme y darme cuenta de que G estaba a pocos centímetros de mi cara. Hay que decirlo: es un hombre bastante atractivo, que sabe mucho de cómo vestirse y arreglarse. Lo primero que noté, y lo recuerdo claramente, fue su perfume. Luego me contaría que era una receta personal que mandaba a elaborar. Pero en ese momento solo lo miré a los ojos y sentí algo extraño en mis entrañas. No, no amor. Algo más fuerte.

 Me dijo que no saliera y que me quedara adentro. Por un momento pensé que él atendía la tienda pero entonces vi al verdadero comerciante, que no se veía muy feliz por el agua en su suelo. G le habló en el idioma local y el hombre solo asintió y se fue, supuse yo que a buscar algo con que limpiar mi desastre. G me habló al oído: “Acompáñame”. Me lo dijo en inglés. No sé de donde pensó que era pero no dije nada, solo moví mi cabeza afirmativamente y lo seguí.

 Era un anticuario, con una luz brillante en el cuarto delantero pero la típica luz algo mortecina en un cuarto, más grande, en la parte posterior. Había cuadros hermosos y esculturas y objetos de todos los tamaños y procedencias. Traté de guardar fotografías mentales de todo y entonces recordé que tenía una cámara pero pensé que sería un poco grosero ponerme a tomar fotos en un lugar donde entré solo a escaparme de la lluvia. Además, a juzgar por las etiquetas en algunos objetos, necesitaría morir y volver a nacer para tener dinero suficiente para comprar algo en ese lugar.

 Al fondo del cuarto posterior bajamos unos escalones a una especie de sótano y nos encontramos en una pequeña habitación que estaba debajo del nivel de la calle. Se podía ver por unas ventanas como la lluvia todavía caía con fuerza. En ese cuarto también había muchos objetos muy hermosos. Me distraje mirándolos y solo cuando sentí sus manos en mi espalda fue supe que se había ido por un momento.

 Me había puesto una toalla sobre los hombros y había dejado sus manos allí. Se sentían cálidas y fuertes. Era extraño sentirme así. Es decir, me gustaba, pero me sentía fuera de lugar. Me hice a un lado y me sequé tan bien como pude. Él me miraba y yo trataba de mirar los objetos porque su mirada me quemaba, era como si pudiera ver a través de mi cuerpo o muy dentro de mi cerebro.

Se me acercó de nuevo y entonces tomó la toalla y me secó el pelo, siempre mirándome a los ojos. Entonces me secó el cuello y cuando puso la toalla alrededor de mi cuerpo me di cuenta de que lo estaba dejando hacer y de que no decía nada. Traté pero no pude. Era como si estuviese hipnotizado o algo por el estilo. No podía dejar de mirarlo y él hacía lo mismo, mientras me apretaba suavemente.

 Entonces recobré el sentido o desperté o lo que fuese y di un paso hacia atrás. Le agradecí pero le dije que debía volver a mi hotel. Me preguntó si viajaba con alguien y no pude mentirle. Cuando le dije que no, sonrió. Me dijo que quería invitarme a comer algo, si se lo permitía y para ese momento estaba temblando, sintiendo como de nuevo perdía la voluntad al mirar sus grandes ojos y su cara perfecta.

 Minutos después habíamos salido a la calle con una sombrilla del dueño y nos subimos a un coche último modelo. No sé nada de carros y esas cosas pero supe que debía costar unos cuantos millones. Olía a nuevo y me dio pena mojarlo. Incluso me dio pena sentarme allí con mi ropa que debía costar lo de una llanta de semejante máquina. Él, sin embargo, no dejaba de sonreír. Cuando arrancó, no lo dejaba de ver y al mismo tiempo pensaba que estaba haciendo algo estúpido al subirme al coche de un extraño.

 Llamó a alguien por el teléfono integrado del automóvil. Habló en el idioma local así que no entendí nada de lo que dijo pero sí me pregunté si de pronto era un rico local. Hablaba muy bien inglés pero perfectamente podría ser por una probable excelente educación. Nada en su rostro lo hacía parecer de algún lado en particular así que nunca se sabía. Apreté mi mochila un poco cuando pude dejar de mirarlo y me di cuenta del miedo que sentía.

 Al poco tiempo llegamos a un portal que se abrió automáticamente y dio paso a una casa enorme, una mansión. Pero contrario a las películas, donde había millonarios, nadie salió a nuestro rescate. Él salió primero del coche y creo que iba a impedirme mojarme pero yo no soy un mujer del siglo XIX, así que salí de golpe y lo dejé atrás. Subí unos escalones enormes hasta estar bajo el techo de la entrada de nuevo. Él me siguió y no dijo nada.

 Cuando entramos no pude evitar dejar salir una exclamación: el sitio era hermoso pero simple. No era recargado ni con demasiadas antigüedades. Era perfecto. Me tomó de la mano y me puse rojo pero no lo solté. Me llevó a la cocina y allí fue cuando empezamos a hablar de verdad mientras él hacía un delicioso pollo con especias. Le fui tomando confianza y creo que él a mi.

 Al final de la comida me preguntó que había en mi mochila y le mostré. Tomó la cámara sin preguntar y empezó a mirar las fotos que había tomado. Me dijo que tenía buen ojo pero que me hacían falta mejores fotografías. Y entonces enfocó el lente y me tomó una foto. Todavía la tengo guardada en algún lado. Le dije que no me gustaba tomarme fotos y me preguntó por la razón y le dije que nunca me había gustado mucho mi apariencia.

 Me tomó otra foto. Esa la borré. Me pidió que lo acompañara a su habitación favorita y eso hice. Él llevó la cámara y yo solo caminé detrás suyo. La habitación que mencionaba tenía algunas pinturas colgadas y otro par en caballetes. Me dijo que era su afición y que le gustaba mucho porque lo hacía soñar y disfrutar de todo lo que había en la vida que le gustaba. Y entonces me dijo que le gustaría pintarme alguna vez. Yo no dije nada. Me apretó la mano y entonces me besó. Hicimos el amor en ese cuarto por primera vez pero lo haríamos más veces, en otras ocasiones.

 No sé explicarlo, pero sabía todo sobre mí o lo intuía. En el sexo supo complacerme como nadie nunca lo hizo y llegué a pensar que le interesaba más mi placer que el propio y que yo le gustaba de verdad. Me pintó entre esas ocasiones de sexo casual, en un viaje que yo había alargado con dinero que G había invertido, o así le llamaba.

 Nunca vi la pintura terminada. Un día me dijo que debía irse pues esa casa solo era un casa de verano. Debía volver a su vida real y yo también. La última vez que nos vimos me dio un beso que no logro olvidar y me dijo que si me viera al espejo alguna vez, de pronto vería todo lo que él veía.


 No supe más de él. No creo que piense en mí pero yo sí que pienso en él, en el cuadro que debe estar en esa casa y en lo que me dijo. Por eso me desnudo frente a espejos y me miro por varios minutos, esperando ver lo que él vio para entender lo que pasó en ese lugar tan lejano.

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