Todos estábamos alrededor de la hoguera,
caminando y pensando, cerca del fuego que nos hacía sentir algo de calor.
Podíamos estar en nuestra casa, en nuestras camas descansando. Pero no,
estábamos en ese rincón perdido del bosque haciendo nada, o mejor dicho lo que
parecía no ser nada. Había sido una reunión de improvisto, una muy tarde en la
noche para que nadie más se enterara de lo que estábamos haciendo o de lo que
estábamos hablando. Se podía decir que era solo para nuestros ojos y oídos.
La hoguera ya había ardido en ese mismo punto
muchas veces antes. No era la primera reunión que habíamos hecho, pero esta
parecía ser mucho más urgente que las anteriores. Al fin y al cabo uno de
nuestros compañeros más cercanos era el que nos había llamado. Gritaba como
loco, casi no le pudimos entender al comienzo nada de lo que decía. Cuando por
fin se calmó, entendimos que era urgente reunirnos en el lugar de siempre para
hablar y entender mejor lo que había ocurrido y discutir lo que había que
hacer.
Había pasado mucho tiempo desde la primera vez
que nos habíamos reunido o, mejor dicho, desde la vez que habíamos formado el
grupo y tomado la decisión de vernos de manera periódica. Esto se explicaba por
nuestros llamados poderes, aquellas cosas que podíamos hacer que nadie más
podía. Cada uno habíamos descubierto poco a poco que éramos diferentes a todas
las demás personas y habíamos decidido que no era lo mejor que todos supieran,
pues éramos una minoría y la historia no era amable con estas.
Algunos querían revelarse al mundo, usar lo
que podían hacer para ayudar a otros o incluso para reinar entre los demás. Era
cierto que no todos los “especiales” como nosotros habían querido quedarse en
el grupo, muchos habían decidido que no era lo suyo estar reuniéndose para
hablar cosas de la gente como nosotros. Sin embargo, habían estado de acuerdo
en registrarse en una especie de lista que teníamos para llevar la cuenta de
cuantos éramos y lo que podíamos hacer. Era información clasificada, claro.
La reunión extraordinaria, sin embargo,
quebraba para siempre lo que habíamos hecho. Según él, alguien había
descubierto a uno de nosotros. Decía que había manifestado sus poderes sin
intención, a causa de un gran dolor. Recordamos haber visto la noticia de una
explosión grave en una zona residencial, pero no habíamos pensado demasiado en
ello. Ahora resultaba que era una joven mujer que se había revelado a si misma
a causa de un malestar causado por una grave gripe. Era muy joven y no tenía
idea de cómo controlar sus poderes, no sabía lo que debía de hacer.
Ella no estaba listada y por eso no conectamos
una cosa con la otra. Pero eso no era lo peor. Lo más grave de todo era que la
chica había sido tomada de su hogar y lo mismo había ocurrido con el resto de
su familia, que hasta donde nuestro informante sabía no eran personas
especiales. Habían desaparecido de un momento a otro y ahora era como si nunca
hubieran existido. El informante no sabía más y era claramente el más nervioso
de todos. Cuando terminó su historia, solo se sentó y susurraba por lo bajo.
Por eso nos quedamos todos un poco asustados
porque lo que significaba para nosotros era grave. No solo la gente ya sabía
que existíamos, sino que ahora parecía que nos querían ocultar y hacer quien
sabe que cosas con nosotros. No teníamos idea si el gobierno tenía algo que ver
con ello o si era algún grupo externo el que se proponía exterminarnos o hacer
algo con nuestros poderes. No era raro escuchar que la gente tal vez nos
tuviera envidia si supieran las cosas que podíamos hacer.
Éramos gente especial, diferente, y lo que
único que podíamos hacer era ocultarnos lo mejor posible y simplemente vivir
nuestras vidas lo mejor que pudiéramos. Era ilusorio creer que todo el mundo
iba a aceptarnos así como así. Incluso habíamos escuchado los comentarios que
otros decían que se habían hecho después de la explosión causada por la chica y
no eran nada buenos. Eso fue lo que nos quedamos hablando toda la noche
alrededor de la hoguera, sintiendo frío y calor al mismo tiempo.
Para algunos, la siguiente acción debía ser la
de ubicar a la chica para saber si estaba bien o si había sido asesinada por
quienes se la habían llevado. Otros decían que lo mejor era que las cosas
siguieran como antes, sin que nadie hiciese nada por averiguar nada. Ellos
argumentaban que buscar e investigar demasiado podía ser contraproducente y, al
final del día, revelar nuestra existencia de manera inequívoca. Y había otros,
pocos, que creían que esa era la mejor idea de
todas.
Para ellos seguir ocultos era ridículo.
Querían que nos presentáramos frente a la sociedad como una opción diferente
para poder crecer y ser cada vez mejores, como seres humanos que éramos todos.
Sabían que habría personas que estarían contra nosotros, pero pensaban que
nuestros poderes serían la clave para que siempre estuviéramos encima de todo y
todos. Sí, era una idea que se oía muy bien pero todos sabíamos que también
podría ser el fin de todo lo que habíamos tratado de salvar. Cualquiera de las
decisiones resultaba en algo que no era agradable, que no iba contentar a todo
el mundo.
La reunión terminó cuando el sol empezaba a
lanzar sus rayos sobre las copas de los árboles. Apagamos la hoguera con
cuidado, uno de nosotros teniendo poderes para absorber el oxigeno y así
absorber todo sin que nadie se diera cuenta. Al final no pudimos acordar nada y
cada uno siguió pensando exactamente lo que ya pensaba antes. Nos ayudamos de
mis poderes para que cada uno llegara a su casa de la manera más rápida y
segura. Los últimos fuimos mi pareja y yo, que habíamos llegado al bosque en
automóvil.
Debíamos conducir por una hora para regresar a
casa y eso ayudó a que nuestras mentes se calmaran un poco. No hablábamos
porque ya lo habíamos hecho demasiado, pero era obvio que todavía teníamos mucho
en la cabeza. Prendí la radio para tratar de dejar de pensar pero resultó ser
la peor de las decisiones. Estaban anunciando una noticia de última hora y era
lo peor que podía escuchar en ese momento. Al parecer, alguien estaba atacando
un distrito de oficinas en Japón, y por lo que parecía, la persona tenía
poderes.
La policía ya había disparado contra el
agresor y no había resultado. También los bomberos y el ejercito trataban de
hacer lo propio, pero les resultaba casi imposible. Mi pareja empezó a utilizar
el portátil para acceder a la lista que teníamos y ver quien podría ajustarse
al perfil de la persona que estaba atacando en las noticias. No teníamos muchos
registrados de esa parte del mundo pero había que pensar que alguna otra
persona podría tener mis poderes o algunos muy parecidos, para moverse de
manera rápida.
Ambos escuchamos la descripción de lo que
ocurría y de lo que hacía el atacante. Eso nos ayudó para descubrir que el
atacante era precisamente la persona que había estado minutos antes en la
reunión, aquel que nos había alentado a usar nuestros poderes para imponernos
ante los demás y revelar de una vez por todas quienes éramos y que existíamos.
No tengo ni idea como llegó allí tan rápido, pues no fui yo quién lo envió a
ese lugar del planeta. Tal vez incluso me había engañado de alguna manera.
Detuve el coche frente a nuestra casa, una
pequeña estructura de un solo nivel en los suburbios de la ciudad. Sin embargo,
no nos bajamos del vehículo sino que seguimos escuchando las noticias. De
repente, supimos que las cosas habían cambiado para siempre, de manera
irremediable.
Se oyeron gritos y más tiros y, en un momento,
la señal de la radio pareció irse. Sin embargo, un anunciador explicó lo que
había ocurrido: el atacante había sido abatido pero no sin antes asesinar a
tres rehenes que tenía contra una pared. La gente estaba asustada y nosotros lo
estábamos aún más.