Parecía que el cielo se hubiese
roto o algo por el estilo. La lluvia caía pesadamente por todos lados,
inundando poco a poco el terreno alrededor de la mansión. La gotas eran gruesas
y el sonido de la lluvia contra el ablandado suelo de tierra era bastante
fuerte. No se podía oír nada más con ese clima más que el agua castigando la
tierra. Claro, a menos que estuviera bien protegido de la lluvia, digamos,
dentro de algún lugar a salvo.
Como Vero, que veía la tormenta
desde su habitación en el segundo piso de la mansión. La lluvia cambiaba de
dirección cada cierto tiempo, por lo que a veces sonaba más fuerte que otras.
Unas veces golpeaba el vidrio de la ventana con fuerza y otras veces parecía
alejarse y casi se podía ver hacia fuera. Vero, como fuera que se oyera la
lluvia, había decidido sentarse al lado de la ventana y ver como caía el agua
pues no había para ella más opciones de diversión.
En la mansión, no había mucho que
hacer y mucho menos cuando no se podía salir. Sin embargo, en la habitación de
al lado de Vero había una pareja de recién casados que no parecían preocuparse
por el clima que hacía afuera. Les parecía que le daba un toque perfecto a su
momento de pasión juntos. No llevaban ni una semana casados y parecía que no
tenían mucho más en común que esa conexión sexual que parecía no tener final.
Pero no les importaba, seguían sin persona en nada ni en nadie más.
En otra de las habitaciones de la
mansión, había un hombre llorando en el piso. La lluvia sí caía con fuerza
contra su ventana y por eso sus quejidos no se podían escuchar con claridad. La
causa de su llanto era bastante fácil de ver. En el suelo, no muy lejos de él,
estaba el cuerpo de un hombre algo mayor. Tenía lo que parecía un cuchillo de
cocina clavado en el pecho, justo en el lugar donde está el corazón. El hombre
lloraba desconsoladamente y parecía no preocuparse por mover el cuerpo a ningún
lado.
Algunas habitaciones más allá,
hacia el ala oeste del edificio, estaba la suite más amplia de todas. Allí se
celebraba una pequeña reunión. La habitación tenía espacio para un piano y
muchas sillas y todas estaban ocupadas. Los huéspedes de la habitación eran un
hombre y una mujer de unos cincuenta años, que habían contratado al pianista
para que tocara varias piezas a un grupo de sus amigos.
Lo que los amigos no sabían, era
que todo era una trampa para convencerlos de donar plata a una organización que
ellos se habían inventado. Decían que era para salvar algo, algún animal
salvaje o lo que fuese y así recogerían bastante dinero con el que luego se
perderían y nadie nunca los volvería a ver. Era una pareja con experiencia pues
llevaban haciendo eso mismo por veinte años.
En otra de las habitaciones del
ala oeste, justo la que quedaba del lado de la escalera principal, había solo
una chica con su madre. Habían venido de lejos y ahora las frenaba la lluvia.
Habían concertado una cita con un joven con el que querían casar a la chica.
Era de buena familia y parecía tener algo de dinero así que habían hecho lo
imposible por viajar y concertar una cita lo más pronto posible. Al chico lo
habían conseguido en un anuncio del periódico y esperaban verlo pronto para
asegurarse de que todo lo que había dicho era verdad.
La hija, por su parte, tenía
otros planes. Había querido salir de casa para lograr escaparse con su novio
cuando su madre no los estuviese viendo. Él estaba en un hotel mucho más
humilde en el pueblo cercano y la esperaba en la noche. Todavía faltaban varias
horas pero lo que haría ella sería escapar de las garras opresoras de su madre
para irse en una aventura de por vida con uno de sus amores de la infancia. La
joven era de verdad muy joven e ingenua.
La mansión había sido convertida
en hotel hacía tan solo cinco años. Antes había sido la casa señorial de algún
duque de renombre pero el duque había sido también un alcohólico de primera
línea. El dueño actual del hotel lo había hecho apostar la mansión y, con una
facilidad impresionante, ganó el edificio en apenas unos minutos. Por supuesto,
el duque quiso repetir el juego o anular la partida alegando que era ilegal
pero no hubo nada que valiera.
El pobre conde se vino a menos.
Vivió una corta temporada en el pueblo y luego tuvo que irse de viaje a la
capital para recibir ayuda de su familia. Lo último que se sabía era que
probablemente embarcaría hacia América a probar suerte, pues en la capital no
había nadie que pudiese o quisiese ayudarlo a recuperar el resplandor del
pasado.
La oficina del dueño actual de la
mansión estaba ubicada debajo de la escalera principal del hotel, en el primer
piso. La habitación era, de hecho, bastante amplia y tenía una ventana grande
que daba al bosquecillo detrás de la mansión. Siempre le había gustado la vista
pero ahora, con tanta lluvia, se daba cuenta que podría ser mucho más ambiciosos
con su proyecto del hotel, podría ofrecer mucho más.
Con la lluvia como consejera,
escribió varias de sus ideas en un cuaderno. Pensaba en un jardín bajo techo o
incluso en un estanque para que los clientes pudiesen tomar el sol. No era algo
muy popular pero creía que el clima de la región podría merecerlo. No el actual
por supuesto, que parecía no tener fin.
La habitación más grande de la
mansión estaba también en el primer piso y había sido construida para los
banquetes y los bailes. Era un espacio amplio y exquisitamente decorado. El
dueño no había cambiado nada del decorado antiguo pues la habitación era
perfecta así como estaba. Había cuadrado clásicos por toda la pared, un tapiz
oriental enorme que iba de un lado al otro de la habitación y el techo estaba
decorado con varias lámparas de varios tonos colores. Era muy hermoso.
El uso diario del salón era como
comedor. Había varias mesas redondas por todos lados y la gente se sentaba allí
a comer lo que quisieran. La cocina quedaba justo al lado y tenía una de las
mejores cocineras del mundo. Como era una mujer, el dueño trataba de
aconsejarle que no hablara con los huéspedes ni nada parecido. A muchos ver una
mujer encargándose de semejante empresa los hubiera sacado corriendo. Pero era
fantástica y por eso estaba allí.
Hacía lo que el cliente quisiera,
lo que fuera. Había carne de venado, faisán, cerdo salvaje, ancas de rana y
muchas otras delicias. Para el desayuno traían las frutas más frescas del
mercado y, en ocasión, había incluso frutas tropicales que normalmente no se
podían encontrar en la región. La piña, por ejemplo, era una de las grandes
favoritas de los huéspedes y siempre se procuraba que hubiese un poco en el
desayuno.
En una de las mesas, ubicada
hacia el ventanal, había una pareja que peleaba acaloradamente. Nadie les ponía
mucha atención porque el sonido de la lluvia los tapaba y, además, el salón no
estaba lleno por ser algo tarde. La gente venía a tomar el té y a distraerse, a
falta de poder salir a dar una vuelta por los jardines. La pareja movía
bastante los brazos y la mujer parecía amenazar al hombre con uno de sus
índices. Parecía que se iba a irse en un momento pero no lo hizo.
En otra mesa, una gran mujer
disfrutaba de su té con algunas galletas. Miraba todo con una sonrisa y la
verdad era que su rostro era muy hermoso. La mujer no era de la región. Había
oído del hotel hacía mucho y siempre había querido venir pero solo pudo hacerlo
cuando su padre murió. Era un viejo chocho que nunca la dejaba salir y la
trataba como un esclava en su propia casa.
Pero el viejo había muerto hacía
poco más de un mes y ella se había sorprendido al saber la fortuna que le había
ocultado toda su vida. No solo era mezquino sino que era un mentiroso de
primera. Ella decidió que se daría algunos gustos en la vida y luego pondría un
negocio y saldría adelante. Era una mujer fuerte y perseverante. Estaría bien.
Afuera el sol empezaba a brillar
un poco pero la lluvia no parecía querer detenerse pronto. Sin embargo, era el
lugar apropiado para dos hombres que se besaban apasionadamente entre los
arbustos. No se veían desde antes de una guerra lejana a la que uno de ellos
había ido a perder el tiempo. Pero ahora volvía y podían, al menos por un
instante, estar juntos de nuevo.
La mansión era el lugar predilecto
de la región. Era fácil ver porqué.