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domingo, 19 de abril de 2015

El diario

   Era demasiado curioso. Demasiado curioso para darle el libro al mesero y dejar que todo terminara justo allí. Podía haberlo hecho pero prefirió tomarlo y empezar a leer allí mismo. El libro no era un libro común y corriente. De hecho, era un diario. No parecía tener historias interesantes ni relatos secretos sino más bien anotaciones aburridas del tipo “reunión a tal hora” o “No olvidar comprar leche”. Por lo visto el dueño del diario jamás había oído de los celulares o los computadores. Era increíble que alguien, a estas alturas del mundo, siguiera anotando sus compromisos y otras cosas.

 La letra era probablemente de un hombre, no era redondeada como la de la mayoría de las mujeres y muchos hombres. De pronto era el diario de un hombre mayor, era lo más seguro ya que quien más usaría una agenda de ese tipo? Jorge, quien había encontrado el diario, prefirió echarlo a su mochila y seguirlo mirando en su casa. Ya era muy tarde para devolverlo sin que fuese extraño y tenía que esperar a que hermana llegara para hablar de algo que no sabía bien que era.

 El mesero vino a tomar su orden pero Jorge solo pidió una limonada. Su hermana entonces lo llamó y le dijo que no iba a poder llegar y que deberían dejarlo para otro día. Aburrido de la actitud de su hermana, que creía que el tenía todo el tiempo de la vida para desperdiciar, decidió irse sin esperar la limonada. Tomó su mochila y solo salió, sin decir nada. No había caminando cinco cuadras cuando alguien lo haló por el hombro con fuerza. Al momento se sintió asustado y lo que hizo fue echarse para delante y tratar de soltarse. Lo logró y salió corriendo, sin ver quien era su atacante. Corrió unas dos calles hasta que sintió que no podía más. Para no parecer Entró entonces a una tienda y fingió que buscaba algo cuando en verdad solo buscaba recuperar su aliento.

 Cuando se pudo calmar, fue a salir de la tienda pero había un hombre parado afuera, apoyado contra un poste. Aunque no había visto a su atacante, ese hombre bien podría ser quien lo había halado y casi lo hace caerse de espaldas. Preocupado, se quedó paralizado allí pensando en que hacer. Pero como pasa seguido en la vida, a veces lo necesario ocurre sin que tenga uno que hacer nada. Alguien tratando de arrancar su automóvil, sufrió un desperfecto y el motor explotó con fuerza. No hubo nada que no volteara a mirar, incluido el tipo del poste.

 Jorge aprovechó la masa de chismosos que habían salido a la calle a mirar para salir con rapidez y caminar en sentido opuesto al hombre. Caminaba rápido y no vio la hora de llegar a su casa lo más pronto posible. Afortunadamente, le había pedido a su hermana que se vieran cerca de su casa, entonces solo estaba a un par de calles más. Cuando estuvo a punto de llegar, unos niños jugando con un balón se lo lanzaron al pecho y él hábilmente se los mandó de vuelta. Pero al hacer eso, tuvo que darse la vuelta y vio como el hombre del poste venía subiendo por su misma calle. Los niños caminaron hacia él, riendo y jugando pero Jorge casi tropieza con sus pies al darse la vuelta para salir corriendo hacia su edificio, que estaba en la esquina. Llegó hasta allí sudando y respirando acaloradamente, de nuevo. Su portero se le quedó mirando y le preguntó si le pasaba algo. Jorge le dijo que lo habían intentado robar y que el tipo parecía haberlo seguido. El portero se asomó por la puerta pero dijo que no veía a nadie. No importaba. Jorge le agradeció y se dirigió al ascensor, llegando a su pequeño apartamento momentos después.

 Sin pensarlo mucho, se echó en el sofá y exhaló, aliviado de estar en un lugar donde sí se sentía seguro. Se preguntó porque un ladrón lo seguiría durante tanto tiempo, como si no hubiera más personas a quienes robar. Pero entonces, entre soñoliento y despierto, cayó en cuenta que de pronto el tipo no era un ladrón sino el dueño del diario. Pero si lo era, porque no decirlo en voz alta? Todo hubiese sido más fácil así. No, seguramente era un ladrón que lo había visto entrar y por la mochila había pensado que tenía mucho dinero o algo de valor. Uno nunca sabe como actúan los ladrones.

 Solo para estar seguro, buscó el número de teléfono del restaurante y preguntó si alguien había estado hace poco buscando un diario. Mintió, diciendo que era de su hermana pero él lo había tomado para guardárselo. La persona que le respondió le contó que ninguna mujer había venido a buscarlo pero si un joven como de unos treinta años, con chaqueta negra y rapado. Jorge agradeció y su corazón dio un salto porque el hombre del poste era exactamente como la persona del restaurante había dicho. Entonces el tipo sí buscaba el diario… Pero no era de él porque entonces hubiese dicho algo. O al menos eso hubiese sido lo normal.

 Jorge se puso de pie, ya incapaz de pensar en nada más. Sacó el diario de la mochila y lo miró esta vez con detenimiento. Pasó cada página y leyó cada apartado pero no había nada que pareciera importante. Eran notas aburridas y, por como escribía su dueño, la personas debía no ser muy distinta a las notas que dejaba. Lo único extraño era que las tapas del diario eran de un cuerpo extraño y resultaban algo gordas, como muy rellenas para algo tan simple. Había visto cuadernos que podían ser diario en una papelería pero normalmente eran pequeños y de tapa delgada, con algún caucho para evitar que se deformara.

 Dejó el diario en la mesa de la sala y se dirigió a la cocina. De la nevera cogió una lata de cerveza y la abrió, tomando casi la mitad de un solo sorbo. Al fin de cuentas estaba bastante cansado. Había corrido más de lo que había corrido en el último mes y las calles de su barrio eran de subida, lo que lo hacía aún más incomodo.  No era alguien que fuese al gimnasio y su trabajo como asistente en una firma de arquitectos no le dejaba mucho tiempo para ponerse a hacer ejercicio. Lo que más le gustaba era nadar pero casi no tenía oportunidad de hacerlo.

 De pronto, sonó el timbre de la portería y Jorge contestó. El portero dijo que había un hombre con un paquete para él pero que no podía dejarlo porque el destinatario, o sea Jorge, debía firmar para dejar en claro que había recibido la caja. Jorge le dijo al portero que ya bajaba pero este entonces dijo que había dejado al hombre del correo seguir. Jorge le dijo que nadie podía seguir así no más pero entonces se oyó un sonido raro, como un soplido o un silbido y el portero no hablo más. Alguien colgó el auricular y Jorge no oyó más.

 Preocupado, le puso seguro a la puerta y guardó el diario de nuevo en la mochila. Y a la mochila la metió a la nevera, el único lugar en el que pudo pensar, antes de que sonara el timbre del apartamento. Jorge cerró la nevera con cuidado y entonces se acercó a la puerta. De pronto no era lo más inteligente, pero  quería oír a ver si la persona del otro lado decía algo. Pensó que si se quedaba en silencio, el hombre se iría pensando que no estaba. Obviamente, era un pensamiento inocente e incluso estúpido. Después de timbrar varias veces, el tipo empezó a golpear la puerta con fuerza.

 Del otro lado, Jorge oyó que uno de sus vecinos salía y le pedía silencio a quien estaba justo frente a la puerta del joven pero entonces se escuchó el silbido de nuevo y una mujer gritó. Otro silbido y más golpes fuertes en la puerta, como si la quisieran tumbar. Jorge pensó en esconderse en su cuarto pero entonces el hombre partió la puerta a patadas. Obviamente no era ningún cartero, ni tenía una caja para él. Lo único que tenía en una mano era una pistola con silenciador, que apuntaba firmemente a la cabeza de Jorge.

-       - Donde está el diario?

Jorge estaba aterrado. No podía moverse pero tampoco podía emitir ningún tipo de sonido. El hombre tomó la pistola con ambas manos y, cuando se movió acercándose a él, Jorge pudo ver que en el pasillo había dos personas muertas y un charco de sangre.

-       - El diario!
-       - No sé de que me habla.
-       - No se haga el idiota. Usted lo cogió.

 Obviamente en el restaurante le habían dicho quien se había sentado en esa mesa después de que dejaran el diario tirado. Pero Jorge seguía pensando que era muy raro que alguien matara al menos dos personas para que le devolvieran su diario. Simplemente no tenía sentido.
El hombre se le acercó de nuevo y le puso la punta de la pistola en la frente. Estaba tibia. Le exigió que le diera el diario pero Jorge no podía hablar ni hacer nada bajo presión. Cuando vio el brazo del hombre flexionar, abrió la boca, a punto de decir donde estaba la mochila.

 Entonces se escuchó otro silbido y el hombre del poste cayó al piso, con un tiro en la cabeza. En el pasillo, afuera del apartamento, había una mujer. Le apuntó al ahora al hombre hasta estar segura de que estaba muerto y cuando lo estuvo, miró a Jorge.

-       - Tiene el diario?

 Esta vez Jorge asintió sin dudar. La mujer bajó el arma y le dijo que lo esperaría abajo. Le dijo que tomara lo necesario y el diario y que no se demorara porque la policía iba a llegar en un momento. Antes de que la mujer saliera de la habitación, Jorge le preguntó, casi sin aliento, si el diario era de ella. La mujer sonrió.

-       - No. Pero conozco al dueño.


Jorge pasó saliva.