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viernes, 14 de noviembre de 2014

Amigas

Martina y Carolina eran excelentes amigas. Desde el primer momento de la carrera universitaria, habían decidido sentarse juntas, comer juntas y ayudarse mutuamente, en lo que fuera necesario. Naturalmente, surgió una amistad bastante fuerte a la que pronto se añadió Carmen. Para el final de la carrera, las tres eran inseparables y eran conocidas por trabajar siempre de la mano, sin dejar a ninguna de lado.

Pero mientras Martina y Carolina habían permanecido en el país, para trabajar en el caso de una y para seguir estudiando en el caso de la otra, Carmen había decidido salir del país y probar suerte en España.

El tiempo ya había pasado, casi dos años para ser exactos, y llegaba el día en que Carmen se reuniría con sus amigas después de tanto tiempo. Habían decidido citarse en un popular restaurante para así comer algo y luego tal vez irían a un bar, dependiendo del ánimo de cada una.

Martina y Caro llegaron primero. Aunque cualquiera hubiera pensado que no tenían nada de que hablar, siendo amigas siempre tenían algún tema, así fuera sobre alguien que no conocían personalmente, alguna película o un chisme de última hora.

Fue en esas que Carmen llegó y sus amigas no podían estar más sorprendidas. Hay que decir que Carmen nunca había sido fea ni mucho menos pero lo cierto es que jamás había mostrado interés en la moda, el maquillaje o en arreglarse para nada o nadie más allá de lo estrictamente necesario. Era una chica dedicada al trabajo y, en principio, para eso precisamente había dejado el país: para especializarse y trabajar.

Pero la que llegaba parecía otra. Si ella no la conocieran tan bien, hubieran jurado que una mujer bastante glamurosa había decidido entrar en el restaurante. Tenía un vestido que le llegaba a medio muslo, de estampado de piel de leopardo. Llevaba unos altos, y por lo visto caros, tacones rojos y todo está complementado con un abrigo café y un bolso amarillo pálido. Entre todo lo que tenía puesto, hubiera podido alimentar a un pueblo pequeño, sin exagerar.

Mientras la saludaban de beso y se abrazaban, Martina se dio cuenta de que algo más había cambiado: su cuerpo parecía diferente pero no sabía exactamente que era.

Carolina llamó al mesero y ordenaron un aperitivo para antes de comer. Le recomendaron a Carmen una piña colada sin alcohol, ya que ella no tomaba pero las sorprendió diciendo que prefería un martini de manzana.

Empezaron entonces a charlar, aunque la conversación siempre se enfocaba en Carmen. Le preguntaron que hacía, que contaba y ella respondía que sus estudios le habían servido bastante y ahora vivía en Barcelona, trabajando para la compañía que tenía su novio.

En ese momento las dos amigas intercambiaron miradas, mientras ella las miraba. Un novio? Barcelona? Y... que era eso otro?

Cuando Carmen empezó a hablar de nuevo, se dieron cuenta de lo que era: su acento. Era una mezcla extraña entre el acento español y el que ella había tenido toda la vida. Ahora que se daban cuenta, era un poco molesto al oído ya que sonaba como alguien que hubiera aprendido español hacía dos días.

Le preguntaron por el novio y desde cuando vivía en Barcelona. El mesero interrumpió y cada uno pidió su plato deseado. Otro mesero llegó entonces con los tragos y Carmen bebió un buen sorbo de golpe.

El tema cambió tanto, que para cuando llegaron los platos principales, estaban riendo recordando todos los chicos que habían conocido en la universidad. Decían lo que sabían de la vida actual de cada uno de ellos y con cuales hubieran querido tener algo, así fuera pasajero.
Martina aprovechó la oportunidad para preguntar otra vez sobre el novio de Carmen y esta respondió que lo había conocido en su especialización. Habían congeniado tanto que ella lo había seguido a Barcelona, de donde era el individuo.

Carolina entonces casi se ahoga con su comida pero no porque estuviese caliente sino porque notó, por fin, que Carmen tenía un anillo bastante vistoso en la mano. Era bastante costoso, sin duda. Ella sabía de joyería y sin preguntar tomó la mano de su amiga y miró el anillo de cerca. Martina se dio cuenta también y entonces Carmen confeso que estaba comprometida y su viaje respondía a la visita de su novio para pedir la mano de ella oficialmente a sus padres.

Las chicas las felicitaron con besos y abrazos. Pero la reacción de Carmen no fue tan alegre. De hecho,  algunas lágrimas salieron de sus ojos. Dijo que desde que se había ido muchas cosas habían cambiado para ella. Les confesó que no había terminado sus estudios y que estaba trabajando en la empresa de su novio a manera de regalo de él a ella, no porque hubiese presentado una entrevista o nada parecido. Finalmente, sacó su celular y les mostró una imagen de su novio. Las chicas quedaron en shock.

El hombre de la foto tenía, por lo menos, veinte años más que Carmen y no era uno de esos cincuentones atractivos, para nada. Esta vez, las chicas no dijeron nada ya que veían que por fin podían ser tan naturales como antes, cuando eran tan cercanas.

En su acento de siempre, Carmen dijo que se había dado cuenta que nunca había hecho nada de lo que le gustaba: la elección de la carrera la habían hecho sus padres así como la decisión de viajar. Ella solo quería que la dejaran en paz y en parte por eso había decidido casarse con un hombre que le podía dar lo que quisiera y que, al fin y al cabo, la quería.

Carolina le preguntó si ella quería al hombre de la foto pero ella no respondió. Solo cambió de tema, preguntándole a Martina sobre su blog de moda.

El tiempo pasó de esa manera y cuando terminaron, las chicas invitaron a Carmen a tomar algo antes de ir a sus respectivas casas pero ella se negó. Les dio un abrazo fuerte a cada una y les dijo que las quería mucho y que trataría de mantener el contacto. Ellas quedaron en silencio, sin saber que responder o decir.

A Carmen la recogió un automóvil particular y se fue. Carolina y Martina no la volvieron a ver sino muchos años después, pero esa es otra historia.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Planeta Azul

Bianca metió un recipiente en el extraño liquido fucsia. Tenía una consistencia parecida a la gelatina pero algo más liquida. Dejó el recipiente sobre una roca cubierta de musgo azul y espero. No parecía suceder nada.

 - El liquido es seguro.

Dijo dentro de su casco. Se incorporó como pudo y miró hacia atrás. Sus dos compañeros estaban tomando fotografías del lugar. Era algo difícil hacer cualquier cosa con los trajes puestos pero era mejor que arriesgarse a contaminar el lugar o a morir por falta de oxigeno.

 - Niveles de oxigeno? - pregunta Clark, uno de sus compañeros.
 - Muy bajos.

Eso ya lo sabían, pero seguro era una pregunta rutinaria y ella no iba a ponerse a pelear por algo tan tonto. Estaba muy ocupada siendo asombrada por el sitio en el que estaban: de un lado, en una pequeña colina, crecía musgo azul por todos lados y sobresalían del piso plantas parecidas a nuestras flores pero con colores más opacos. Por un lado de la colina pasaba el riachuelo de "gelatina" fucsia que iba a dar a una planicie seca a apenas unos 200 metros de la colina. Parecía ser una pequeña isla de vida.

 - Gama, que dice el espectrómetro?

Gama era la nave, orbitando sobre sus cabezas, donde estaba el resto de la tripulación de este primer viaje al planeta Cronos.

Se le había llamado así porque los científicos habían estado de acuerdo que solo era cuestión de tiempo para descubrir un planeta con potencial para ser habitado. Y siendo Cronos la representación clásica del tiempo, era apenas apropiado.

 - Detectamos islas de vida un poco por todos lados. Parece que el proceso es reciente.

Bianca no podía evitar sonreír. Parecía que habían encontrado lo que por tanto tiempo habían buscado.

Cronos no era el primer exoplaneta descubierto. Muchos habían sido hallados un poco por todos lados hacía casi un siglo. Lo que era especial en este lugar era el enorme potencial que parecía mostrar para sostener la vida. Más concretamente, para que en un futuro pudiésemos llamarlo "hogar".

 - Gama, estamos listos para volver.
 - Entendido. Estaremos al tanto.

Bianca se acercó entonces a sus compañeros, Alynna y Marcos, y tras una discusión corta, empezaron a caminar los pasos que los separaban de una pequeña nave que parecía un antiguo planeador. Esa pequeña nave, hecha de un material resistente pero ligero, los llevaría de vuelta a Gama.

Mientras tomaban altura, Bianca no podía evitar mirar por la ventana la pequeña isla de vida que habían encontrado. Con ella llevaba el cuenco de "agua" extraterrestre para ser analizada en Gama.

Había trabajado tanto por este logro que parecía estar viviendo un sueño. En el pasado la gente no entendía la importancia del ecosistema, de tener un planeta seguro y habitable. Esto había causado que la contaminación, la sobrepoblación y la sobreexplotación acabaran por empujarnos al borde de la extinción.
Ya habían habido varias hambrunas, graves desastres naturales y las guerras, como era de esperar, seguían apareciendo, incluso en aquellos lugares que alguna vez se habían vanagloriado de sus logros democráticos.

Afortunadamente, se habían tomado medidas para buscar otro sitio, otro planeta al que la Humanidad pudiera migrar para evitar su desaparición. Obviamente, no todos podrían emigrar. La idea no era dejar la Tierra sino crear una red de "hogares", cada uno con vida sustentable.

Guardando el recipiente en el laboratorio y luego quitándose su traje espacial, Bianca recordaba como había sido elegida por ser joven y talentosa y sin dudar había tomado la decisión de hacer este viaje de años para dar una esperanza a los millones que esperaban en casa.

 - Exploradores, los esperamos en la sala de reuniones. - dijo la voz del capitán por los altavoces.

Se reunieron los siete miembros de la tripulación alrededor de una gran mesa redonda, en un cuarto igual de circular con excelente iluminación. Todos llevaban ropa más cómoda ya y se sentaban en sus lugares, esperando al capitán.

El hombre ya tenía unos 60 años y muchos decían que había tomado el trabajo porque le había tomado un odio especial a la Tierra. Se decía que sufría varios problemas de salud y el espacio haría que sus últimos años fueran menos insoportables. Y sí, él planeaba morir allá afuera.

 - Amigos, es hora de la reunión del día. Doctora Fellini, por favor.

Bianca se puso de pie y empezó a hacer un pequeño resumen de lo encontrado: el "agua" gelatinosa, el musgo azul y las islas de vida que formaban.

 - Vida animal?
 - No pudimos apreciar ninguna aunque no la descartaría.

El capitán asentía. Parecía serio.

 - Señor Tempelhof, que nos dice del planeta en sí.
 - Niveles de oxigeno bajos. Topografía abrupta en algunas regiones. No encontré toxicidad extrema aunque sí hay bolsas de metano en cierta áreas.

Otra vez asentía, sin mirar a su interlocutor.

 - Señora White, estado de Gea.
 - Estamos haciendo los últimos ajustes para tenerla a punto en unas horas. Estoy segura que trabajará a toda potencia si la dejamos hacer su trabajo.

Esta vez, el capitán sí miró a la señora White.

 - Cree que es factible la terraformación del planeta?
 - Es un proceso largo. Y la máquina no podrá hacerlo todo. Habrá que construir granjas e ir poco a poco.
 - Pero es factible?
 - Sí, señor.

El silencio era absoluto. El capitán lucía preocupado. Todos esperaban verlo algo alegre por haber llegado a destino a salvo.

 - Tengo una mala noticia, queridos amigos.

Todos se removieron en sus asientos, nerviosos.

 - Recibí un mensaje encriptado de la Tierra. Nos piden volver de inmediato.

La noticia cayó como un balde de agua fría. Todos empezaron a discutir y pelear pero el capitán los calló con un golpe a la mesa.

 - Señores! Eso no es todo... La razón es que ha habido un ataque nuclear y ya hay movilizaciones de tropas. No parece que haya salida.

Nadie decía nada. Todos pensaban en sus seres queridos, en lo que habrían de estar viviendo. También pensaban que no tenía sentido volver a una zona de guerra, aún menos siendo un viaje de años.

Todos estaban sumidos en sus pensamientos cuando la alarma de la computadora empezó a retumbar por todas partes. El capitán se puso de pie de golpe y se acercó a una consola cercana. En la pantalla aparecía una zona del planeta en rojo, titilando.

 - Dejaron algo abajo?
 - No, señor.
 - Entonces que es eso.

Algunos se acercaron a la consola pero Bianca prefirió ver por una de las ventanillas. Lo que vio la asustó terriblemente y no se desmayó de milagro.

Una mancha oscura parecía crecer sobre la superficie del planeta. No era rápida pero se notaba su crecimiento con facilidad. No, no era color negro. Era azul.

 - Según las instrumentos, es... es vegetal.

Una simple bacteria, en un traje mal esterilizado, había hecho que el musgo azul creciera de un modo casi violento, abarcando más territorio del que tenía antes.

 - Señor... - dijo un hombre de baja estatura, con orejas puntiagudas.

El capitán se le acercó.

 - Que pasa Perkins?

El hombre pasó saliva y se aclaró la garganta.

- La sonda detecta una subida en los niveles de oxigeno.

El capitán no lo podía creer. Ninguno lo podía creer.

- Y señor,...
- Que?
- Se detectan formas de vida. Parecen salir del interior del planeta.