No recuerdo nada y sin embargo sé que hay o
hubo algo allí, m ás allá de mi propia vista y tal vez
incluso de mi entendimiento. Pero de todas maneras ya no importa. Fue un sueño
y nada más que eso. Me suele pasar que me obsesiono, me vuelvo loco queriendo
saber que significaba una cosa o la otra pero la verdad es que, al final de
cuentas, no importa. Que influencia tiene en mi vida si un sueño fue de
significa sexual, o de mis secretos más oscuros o tuvo su base en algún miedo
paralizante? Da igual.
En la vida diaria eso no interesa o al menos
no si no es algo de todos los días. Y ese sueño no lo fue. Fue solo una vez y
me frustra solo recordar un fragmento de todo. De pronto es por eso que estoy
obsesionado con ello, solo porque no puedo recordar cada detalle y lo que
estaba haciendo o no. Solo recuerdo bajar unas escaleras, algo oscuras,
vistiendo solo unas chancletas y una bermuda, con mi camiseta al hombro. Sé que
el sitio era en clima cálido pero no recuerdo como era todo al salir de esas
escaleras. No recuerdo más que eso.
Y sin embargo sé que hay mucho más que eso
puesto que cuando me desperté, sentí que había corrido miles de kilómetros. Me
sentí cansado y mi espalda dolía, cuando siempre he dormido cómodamente en mi
cama. Algo que no recordaba, seguramente, era el causante de semejante dolor,
que después de unos minutos fue simplemente ridículo y me avergoncé de mi mismo:
cansado por correr en un sueño cuando en la vida real no corro ni aunque mi
vida dependa de ello.
Lo mejor es despejar la mente y salir a
caminar pero eso, después de un par de minutos, no parece ayudar en nada. En
vez de observar la vida urbana desarrollarse ante mis ojos, lo único que veo
esa maldita escalera, casi en espiral, y mi pecho bronceado, cuando en la
realidad está lejos de ser así. No me fijé en ninguna de las personas que casi
golpea caminando, pensando en cosas que de nada sirven.
Y luego me invade, de
nuevo, ese otro gran miedo: el de ser un fracaso enorme, una de esas personas
que no son útiles en este mundo, porque si algo hay que ser en este mundo es
útil, hágase lo que se haga. Ese miedo no necesita de mis sueños para
alimentarse ni de situaciones sin sentido para seguir perforándome el cerebro.
No, ese miedo que es hoy en día una presencia casi corpórea no necesita de
ayuda alguna para acosarme y empujarme de un lado a otro, cansándome pero
cuidando que no me rinda definitivamente muy pronto.
No lo hago. Para que rendirme? Para que
cualquier cosa? Hacer y hacer y hacer y después de todo eso nada. Para que? Es
posible que por eso me obsesione con mi sueños: no tengo nada mejor que hacer
ni que pensar y, pensándolo bien, los sueños son mucho más generosos conmigo
que la realidad de la vida. Cambiaría esos mundos sin sentido cualquier día por
esta realidad que no me sirve de nada, por este mundo que solo me quita energía
y se niega a dejarme pelear de pie, prefiriendo que me arrastre y me sienta
cada vez peor, por una razón u otra.
Siendo justos, es posible que yo sea así de
nacimiento. Susceptible a todo alrededor, seguramente más débil que el promedio
entre los seres humanos. Es posible que sea una de aquellas personas que
simplemente se van agotando hasta extinguirse por ellas mismas, cosa que me da
más miedo que nada porque si algo sé y de algo estoy seguro es que soy un
cobarde. No me gusta enfrentar nada y no soy alguien que combata ni pelee por
nada, así lo aparente. Soy ese perro que ladra demasiado pero muerde poco.
Auto compasión? Otro concepto inútil que no me
sirve de nada en este momento ni nunca, para ser claro. Para que lamentarme de
mi vida, de mi situación o del agujero negro en el que me siento caer cada día
más? Para que ponerme a llorar o a rasgarme las vestiduras cuando sé que ese
ser, esa presencia asquerosa no va irse nunca, me sienta mal conmigo mismo o
no. Tengo que aprender a vivir con ella y, por algún tiempo, lo he hecho de
maravilla. Sí, ella molesta de vez en cuando pero siempre cuando la dejo, es
decir, cuando estoy susceptible a su amargada y retorcida voz que solo quiere
mi perdición.
Mi perdición… No sé exactamente que es eso
pero sé que cualquier cosa que tenga que vivir tendrá que asumirse en el momento,
ni antes ni después. Y si resulta en mi destrucción pues que así sea. Quien soy
yo, al fin al cabo, para decir que debe pasar o no en mi vida o a mi alrededor?
No soy nadie. Y no, no se trata de una de esas frases de “pobrecito yo” sino
una realidad humana que es dura pero cierta desde hace eones: no somos nada más
que polvo y recuerdos inútiles que, en el gran esquema de las cosas, no sirven
para nada ni tienen la más mínima consecuencia.
Y después de todo esto me doy cuenta que estoy
un lugar muy lejano a mi casa. Lo conozco pero no tanto como para sentirme
cómodo, la tarde ya cayendo sobre los tejados y ocultando entre las sombras más
de una sorpresa indeseable para cualquier ser humano decente. Lo que hago es
sacar la salvadora tarjeta de transporte público para tomar un bus que me
acerque a mi hogar. Dejo pasar uno que otro ya que o no se dirigen a mi casa o
simplemente los dejo pasar, sin más.
Cuando por fin llego a mi hogar, lo único que
puedo hacer es tratar de distraerme, tratar de sacar todo lo que estaba en mi
mente hasta hace algún rato porque lo único que puedo tratar de hacer es
acelerar el tiempo, hacerlo lo más llevadero y así esperar a que todo pase
rápido y o me muera o ocurra algo que me haga sentir menos vacío. Vivo mi vida
en lo que se podría llamar piloto automático, yendo sin destino alguno por el
cosmos, sin que me importe nada más. Sí, hago cosas como los demás pero no
puedo decir que eso me llene de alegría o de nada. Lo que hago lo hago sin
sentimiento alguno.
He pensado que los sentimientos puros me dan
alergia, me cansan, me aburren y simplemente no los entiendo. El amor, por
ejemplo, es un animal en el que no creo, casi como un unicornio. No creo que
exista y me da risa quienes creen que lo han sentido, como si se tratase de una
presencia cósmica masiva que simplemente no se puede entender ni nadie puede
pelear con ella. Yo creo que es pura mierda pero no voy por el mundo
destruyendo lo que creen los demás. Por mi que cada uno crea lo que quiera.
Como dije antes, no importa, a nadie le
importa de verdad. Por eso la gente más patética es aquella que se mete en los
asuntos de los demás. Muchos de ellos son personas que se han dado cuenta que
la vida en sí no tiene ninguna importancia, que nuestros actos no tienen en
realidad consecuencias trascendentales en nuestro mundo y que
simplemente somos poco más que polvo. Esos que critican lo saben y se meten en
lo que no les importa porque necesitan buscar significado en algo pero saben
que jamás lo van a encontrar.
Por supuesto que es triste, pero que se le
hace. Así son las cosas. La idea, de todas maneras, es que cada uno viva sus
días como mejor le parezca, sin tantas cosas en la mente. Sin tantas escaleras
y camisetas rojas que les impidan ver más allá de sus narices. Que cada uno
haga lo que se de la gana, eso sí, sin perjudicar de gravedad a nadie más.
Sí, la camiseta era roja y hasta ahora lo
recuerdo. Combinaba con el tono de mi piel y con el de la luz que entraba por
algún lado, pero no sé exactamente por donde.
Pero no recuerdo más que eso y seguramente olvidaré esos detalles
rápidamente, cuando la noche empiece a abrazarme hoy. Olvidaré cada una de las
cosas que vi en ese sueño pero nada de ello importa porque lo que siento, lo
que vivo, la presencia que carcome mi vida, no me dejan pensar por mucho tiempo
en nada más.
Lo más seguro es que todos tengamos algo
similar que nos vigila, que nos persigue y nos acosa. Lo diferente es que yo ya
me di por vencido hace mucho tiempo. Admiro, en cierta manera, a aquellos que
con los ojos cerrados siguen desafiando lo que la realidad les dice. Aquellos
que viven y forman su propio mundo e incluso sus propias reglas. Los admiro porque
son seres tremendamente estúpidos pero a la vez, demuestra una inteligencia más
allá de nada que yo conozca. Son seres especiales y por eso merecen cierto
perdón, ciertas concesiones en cuanto a su existencia.
Mientras tanto, yo y seguramente muchos otros,
estamos del otro lado de la carretera. Estamos aquí, dejándonos abatir
lentamente, como árboles muy viejos que no tienen más opción sino dejarse morir
lentamente, olvidados en un bosque lejano, sin nadie que los escuche crujir y
caer. Sin nadie que huela su podredumbre ni nadie que se aproveche de su madera
para sobrevivir. Así estamos y lo estaremos por mucho tiempo. Hasta que todo
termine.