viernes, 27 de abril de 2018

Polvo somos


   La nube de polvo se había levantado más allá de los edificios más altos, los cubría como un manto sucio que quiere abarcarlo de todo de una manera lenta, casi hermosa. En las calles, las personas tenían puestas máscaras sobre la boca y gafas para nadar que habían robado, casi todos, de tiendas donde hacía mucho tiempo no se vendía nada. A través del plástico había visto como la nube había ido creciendo, lentamente, hasta alzarse por encima de la ciudad y absorberlo todo en la extraña penumbra que se había creado.

 Lo que pasó entonces ha sido muy discutido, por todo tipo de personas y en todo tipo de situaciones. Nadie sabe muy bien de donde vino la nube de polvo pero era evidente que algo tenía que ver con la guerra que llevaba ya doce años y con los avistamientos extraños que muchas personas alrededor del mundo habían denunciado con una frecuencia alarmante. El problema es que el fluido eléctrico no era como antes, permanente, por lo que no todos se enteraban de lo mismo, al mismo tiempo.

 El caso es que, en esa penumbra imperturbable que duró varios días, la gente empezó a desaparecer. Familias enteras, personas solas, animales también. A cada rato se oía de alguien que se había perdido entre la niebla y no era algo difícil de percibir pues todo el mundo sabía que debía desplazarse y no quedarse en un mismo sitio. La guerra no había acabado y el enemigo, de vez en cuando, atacaba de manera rápida y letal, con grupos de asalto que asesinaban en segundos y luego salían corriendo.

 La gente no sabía a que temerle más, si a la nube de polvo o a los soldados enemigos que se arriesgaban ellos mismos a cazar a las personas en semejante situación. Con el tiempo, la guerra fue barrida por la nube que creció y creció y pronto ocupó toda la superficie del planeta. No había un solo rincón que la gente pudiese encontrar en el que no hubiese esa textura extraña en el aire. Las máscaras se volvieron una prenda de vestir, tanto así que los jóvenes las personalizaban, como símbolo de que la humanidad seguía viva.

 Aunque eso no era exactamente así. En todas partes empezaron a desaparecer personas. Primero eran uno o dos a la semana y luego la situación se agravó, tanto así que se hablaba de ciudades enteras casi vacías de un día para el otro. Por eso la guerra tuvo que morir, no había nadie que pudiera o quisiera pelearla. Había mucho más que hacer, cosas más urgentes que pensar. Por primera vez en la historia de la humanidad, la gente no pensaba en pasar por encima de los demás, ni de una manera ni de otra. Al contrario, todos se dedicaron a salvar su pellejo, a sobrevivir día a día.

 Después de casi dos meses en la penumbra tóxica de la nube, la gente se acostumbró y empezó a vivir de manera nómada, comiendo animales agonizantes o ya muertos, usando las pocas herramientas y útiles que todavía se podían encontrar por ahí. Ya nadie inventaba nada, ya nadie creaba. La gente había dejado de lado la evolución propia y social para enfocarse mejor en lo que hacían en el momento. Los sueños y anhelos eran cosa del pasado, pues todo el mundo quería lo mismo.

 Los niños pequeños pronto olvidaron el mundo anterior, aquel lleno de colores, de sol brillante y de criaturas felices. La felicidad, como había existido desde la creación misma del ser humano, agonizaba. Había cedido el paso a un estado extraño en el que nadie sentía demasiado de nada. No era que no sintieran nada sino que no parecían dispuesto a dejarse dominar por nada. Las preocupaciones y la agitación ya no eran necesarias porque todos estaban ya en un mismo nivel. Todos por fin eran igual, bajo el polvo.

 No había ya ni ricos, ni pobres. La guerra anterior y el estado de las cosas lo había cambiado todo. Olvidaron mucho de lo que habían aprendido sobre la vida y el universo y se enfocaron solo en aquel conocimiento que les fuese útil. El resto de cosas simplemente empezaron a perderse, aquellas que no les eran útiles. No había espacio para creencias o filosofías, no había momentos en los que pudiesen mirar su interior, lo que pasaba por sus mentes. No era productivo, no ayudaba a nadie a nada.

 La población nunca se recuperó de las desapariciones. Cada vez se tenían menos bebés. Era una combinación entre la poca cantidad de personas y la apatía generalizada. Eventualmente, muchos se enteraron por exámenes médicos que, por alguna razón, ya no podían tener hijos. Al parecer, habían quedado infértiles en los meses recientes. Tal vez el polvo era radioactivo y los  había privado de otra cosa más, de una función biológica esencial, del placer carnal y de la reproducción de su especie.

 Sin embargo, eso no los disuadió de salir a conseguir alimento. Ellos seguían vivos y todavía había niños pequeños que no habían desaparecido y necesitaban comida. Muchos habían muerto en las calles, al desaparecer sus familias. Pero algunos todavía hacían rondas por las ciudades y los campos, tratando de vivir un día más. Esos morían eventualmente. Sus cuerpos a la vista de los demás, que no podían detenerse ni un solo momento para pedir paz en sus tumbas. No había tumbas en las que pedir tranquilidad, ya no había nada parecido a la paz en el mundo. Solo un fin y nada más.

 Eventualmente, la nube de polvo empezó a retirarse. Muchos habían muerto, el mundo había cambiado en poco tiempo. Para cuando el sol por fin volvió a acariciar las caras de la gente que quedaba, ellos no sabían que pensar. Era agradable, por supuesto, pero no cambiaba en nada su situación. Seguían con ganas de comer, seguían queriendo sobrevivir, pero no sabían para qué. Nunca lo supieron, a pesar de percibir la necesidad de seguir respirando, día tras día. Era algo que solo pasaba y ya.

 La gente había cambiado tanto que algunas de las cosas del pasado nunca volvieron. El amor, el cariño, el placer, la tristeza y la manera de lidiar con la muerte, todas eran cosas que nunca iban a ser como antes. Las ciencias volvieron, lentamente, pues sí había muchos que querían entender lo que había sucedido. Pero no tenían afán de saber nada ahora mismo, solo querían eventualmente saber algunas respuestas. Ese apuro sí se había ido y nunca volvería a existir entre los seres humanos.

 El viento barrió el polvo en cuestión de días. Era un espectáculo que la gente empezó a disfrutar en cierta medida, casi todas las noches: veían como las nubes de tierra y arena, de mugre y muerte, subían hacia las nubes en espirales de amplias formas. Era algo visualmente impactante, de esos momentos mágicos que habían olvidado. Miraban al cielo y el polvo daba vueltas y vueltas, cada vez más alto, hasta que en un momento se dejaban de ver las espirales y todos volvían a casa.

 Por mucho tiempo, fue lo único que despertó cosas en ellos que habían olvidado. Y después las espirales dejaron de ocurrir y entonces ya no había nada que les recordara el pasado. Algunos intentaron escribir acerca de esos tiempos, de las condiciones de vida y de lo que pasaba por la cabeza de la gente que iba y venía, con sus máscaras puestas y sus mentes casi en blanco. Era difícil, casi imposible, pero para algunos era algo necesario, como una manera de sacar de si mismos lo que no tenían capacidad de procesar.

 La nube de polvo dejó el mundo pero lo cambió para siempre. Nadie nunca supo las razones pero las consecuencias dejaron una herida abierta permanente en la mente y el cuerpo humano. Una herida grave que, eventualmente, llevaría al verdadero final. Un lento y cruel.

miércoles, 25 de abril de 2018

Elipo and its eagles


   For some reason, the gigantic birds liked to fly around the volcano, doing many turns until they seemed to feel it was enough, and then they flew away to their nests, down in the base of the mountain. Many scientists had regaled for many years, visiting Elipo Island and watching the beautiful red birds fly around the mountain. It was one of those beautiful thing from nature you just had to see once in your lifetime and many had already did that from their comfortable chairs at home.

 Elipo was an island that, for many years, had been left alone by civilization. But as transportations got better and faster and communications made everyone accessible in seconds, there was an urge to discover everything there was to uncover in the world around us. So many scientists embarked for remote regions, trying to document in any way, shape or form, all the new species of plants and animals that they could find. It was a new age of discovery and every single person in the world was a part of it.

 The so-called eagles of Elipo were the most interesting species that had been found in recent years in that corner of the world. They were a strange animal, as birds would normally fly long distances to make nests or get food. But the red eagles did not do that at all. They liked to stay on Elipo, flying around the volcano and then getting food in the small patch of jungle that covered must of the island. They could feed on small lizards and tiny mammals that were very agile and would give up a nice fight.

 The eagle’s favorite food was the Elipo hedgehog, an especially large kind of hedgehog that fed on various smaller animals and fruits that it found laying around in the jungle. One of the best scenes to witness for a scientist would be the fight between an eagle and a hedgehog. The first one would be coming from above, just after locating its prey visually. It would come down at full speed, trying to use the element of surprise as a weapon. The shape of such a living bullet was just an amazing thing to see.

 However, the hedgehogs had lived there as long as the eagles and they had learned to notice the changes in the wind around them in order to notice any incoming dangers. So right before the eagle could grab them to take them away, the hedgehogs would turn into a very tight ball, with all its spines rising towards the sun. The eagle would then land on the ground, unable to properly carry its food, and proceed to attack its prey with its beak. You have to remember eagles in Elipo are at least twice as big as normal eagles, so the fight would be a very interesting sight.

 The hedgehog would then stay as a ball or sometimes open up and fight the eagle with the spines in its forehead, which tended to be longer and sharper. A fight between the two animals could last a few minutes or several hours. Many scientists would disrupt these encounters by making sounds, caused by an overwhelming fatigue. No one had ever seen a long fight between those two creatures in its entirety. And most times, none of the animals ended up dead. A draw was the most common outcome.

 However, eagles won enough times to feed themselves and their young with the body of one large hedgehog. It was more than enough for most of them. Elipo was a place of harmony and animals were never “bad” or “good”, they didn’t act on despair or anything like that: they had easy access to fresh water, to food and to places were they could take care of their families. Before the arrival of humans, they had nothing to fear. As you might have guessed, not every incoming human was a scientist.

 Hordes of hunters and animal traffickers had discovered these new places were they could go and get all the animals they wanted with almost no resistance from the countries allegedly controlling the area or by the local tribes that inhabited these remotes areas of the world. They learned soon that there was no way they could stop the cruelty of the white man with their weapons, so they decided to pull back and just be silent witnesses to the horrible things those men and women did in the jungle.

 So these horrible people soon got to Elipo and got to meet the beautiful eagles and the hedgehogs they ate. The first ones to get trapped were the latter ones, as they were craved all around the worlds as pets. Besides that, they knew that by depleting the food resources of the eagles, the birds would be weaker and they would be less willing to fight them the moment the hunters and traffickers started climbing the volcano to get them. The eagles noticed very soon that something was very wrong in the island.

 After a couple of weeks, the number of hedgehogs had dropped dramatically and eagles had no real way of supporting themselves and their young. That moment was used by the evil men to climb up the mountain and start grabbing eagle eggs and young chicks from their nests. Of course, that caused a horrible respond from the eagles, which tried to defend themselves against the traffickers but that was a lost battle. Those people had guns and many other weapons, so the eagles could only scratch some of them badly before been killed or having to escape from the area.

When the scientists came back from their period of rest, they noticed that Elipo was dying. Not only the eagles were very scarcer, the hedgehogs and other animals had almost disappeared from the island. They tried to do their best to help the species gain the territories they had once held, as well as their older numbers but that seemed impossible. The traffickers had done so much damaged; it was possible no one could ever make up for it, not even if they spent years working there.

 And the scientists could not just stay there, they had to leave for a while and, when the local government realized what had happened, they banned any ships from abroad to enter the area. They argued that it would stop poaching but it really didn’t, as most traffickers used local boats and were people from the region. They had to be in order to have all the information necessary to get all those animals and their young, as well as many plants, which they sold to the pharmaceutical companies.

 The scientist decided to talk to the regional communities, especially the indigenous ones, in order for them to better protect the area. It wasn’t really a surprise when they realized that Elipo Island had always been a sort of sanctuary to them. As per their traditions, a young man had to visit the island on his fifteenth birthday. Their only task there was to climb the mountain and get a single feather from one of the birds. That meant they had become a man and they should be welcome in their communities as such.

 The scientists learned from the local peoples and they learned from the scientists new things they didn’t know about Elipo. They made an alliance to restore the island to its former glory and to fight the poachers. No weapons were used, just a lot of very smart gadgets and traps to make the evil men go away and just never return.

 Their goal was achieved, many years later, when the government recognized its poor treatment of the situation. As for the animals, that was another story. The  eagle community had been severely damaged and recovering it would take a lot longer, if it worked at all.

lunes, 23 de abril de 2018

Obsesiones


   Desde siempre, había sido un hombre en contacto cercano con su sexualidad. A su más tierna edad recordaba siempre tocarse el pene en público, lo que causaba escenas de molestia y vergüenza en la familia. Sus padres nunca lo castigaron de manera física pero sí de manera sicológica, dejándolo solo por largas horas, a veces con Maxi el perro que le habían comprado, pero otras veces completamente sin ninguna persona que lo mirara. Entonces hacía lo que quería y aprendió a que la vida muchas veces tenía dos caras.

 Supo bien como manejar esas dos facetas de si mismo, como poner ante el mundo una imagen de alguien casi perfecto en todo sentido pero al mismo tiempo ocultar pensamientos que tenía seguido y que no iban con su edad ni con su apariencia social. Su primer encuentro sexual fue a los doce años, cuando apenas y estaba entrando a la pubertad. Tenía afán por ser adulto pero, más que todo, era un afán por ser libre de las ataduras que él mismo y su entorno le habían puesto desde pequeño.

 Había ido al sicólogo en sus años de primaria y había mentido entonces varias veces, siempre de manera exitosa. Ninguno de los sicólogos que tuvo, unos tres, notaron nunca sus mentiras ni su manera de manipular de una manera tan sutil que muchos ni se daban cuenta de lo que ocurría. Fue así como pudo tener esa primera relación sexual sin que nadie lo supiera. Había invitado a un amigo mayor del colegio a su casa, uno de esos días en los que estaba solo, y lo había llevado al sótano en el que tenía su lugar de juegos.

 El sexo era todo lo que él había soñado pero quería más y fue así que sus mentiras debieron volverse más hábiles, pues empezó a explorar más de lo que cualquiera de sus compañeros, a esa edad, experimentaba. Solo cuando tuvo un susto con una de sus citas fue que decidió parar y reevaluar cómo estaba haciendo las cosas y si debería cambiar el enfoque que le daba a algo que le daba demasiado placer. Tal vez mucho más del que jamás se hubiese imaginado. Se dio cuenta que había un problema.

 Tantas visitas cuando chico a sicólogos le hicieron entender que lo que sentía era una obsesión pero no sabía qué hacer. Probó abstenerse por algún tiempo pero siempre recaía. La tecnología, a su alcance por todas partes, hacía que todo fuese mucho más sencillo para él pero agravaba horriblemente su problema. Sentía que en cualquier momento lo podrían atrapar sus padres o que alguien más lo descubriría y les diría. Incluso se imaginaba escenas en las que la policía lo atrapaba en la cama con otra persona y entonces el problema sería para ambos y él sería el culpable.

 Fue un acto de malabarismo el que tuvo que llevar a cabo por varios años, hasta que se graduó del colegio y se matriculó en la universidad. Con el tiempo, sus impulsos eran menos fuertes, menos severos. Pero al empezar la universidad todo empezó de nuevo como si fuese el primer día. No solo el hecho de ser un adulto legalmente era un factor importante, sino que esta vez no tenía nada que lo detuviera. Sus padres habían decidido que lo mejor para él, para no ser tan dependiente de ellos, sería que estudiara en otro país.

 Era hijo único y entendía que sus padres también querían algo de tiempo para ellos, pues habían trabajado toda la vida para darle una educación y todo lo que quisiera, pero ahora que eran mucho mayores querían disfrutar de la vida antes de que no pudieran hacerlo. Siempre que les escribía un correo electrónico o por el teléfono, estaban de vacaciones o planeando una salida a alguna parte. Le alegraba verlos así, tan felices y despreocupados, pero le entristecía que no parecían extrañarlo.

 Fue eso, combinado con esa nueva libertad, que lo empujaron de nuevo al mundo del sexo. Cuando se dio cuenta, estaba haciendo mucho más de lo que jamás había hecho antes. Iba a fiestas privadas casi todos los fines de semanas y algunos días tenía citas con desconocidos en lugares lejanos a su hogar. Su compañero de apartamento a veces le preguntaba acerca de sus llegadas tarde y de su mirada perdida, pero él no respondía nada y pronto se dieron cuenta de que no eran amigos y las preguntas no tenían lugar.

 El momento en el que se dio cuenta de que tenía un problema grande en las manos fue cuando, por dinero, recurrió a un tipo que había conocido en una de las fiestas. Este le había contado que hacía películas para adultos y que le podría conseguir trabajo en alguna de ellas en cualquier momento. Lo llamó sin dudar, sin pensar en sus padres que le hubiesen enviado la cantidad que el necesitase, y acordó que se verían en una hermosa casa en un barrio bastante normal y casual de la ciudad.

 Cuando se vio a si mismo en internet, teniendo sexo con más de una persona a la vez, haciendo escenas fetichistas que nadie nunca hubiese creído de él, se dio cuenta de que el problema que alguna vez había creído tener era ahora más real que nunca. Decidió ir a la sicóloga de la universidad, pero se arrepintió a último momento pues ella podría contarle a otras personas y eso sería más que devastador. Ya estaba el internet para diseminar lo que había hecho, no necesitaba más ayuda. Los juramentos de esas personas tienen limites muy blandos y etéreos.

  Fue entonces que decidió dejar de combatir lo que sentía y se hundió casi de lleno en el sexo y todo lo que había hecho antes y más. Por primera vez se afectó su desempeño académico, pero no se preocupaba porque siempre había sido un alumno estrella y sabía que podría recuperarse en un abrir y cerrar de ojos. Al fin y al cabo, todavía tenía mucho de ese niño que había armado una personalidad perfecta para mostrar al mundo. Ese niño era ahora un hombre con esa misma armadura.

 En una fiesta en una gran casa con una vista impresionante, salió a la terraza para refrescarse un poco. El aire exterior era frío, en duro contraste con el calor intenso que había adentro. No tenía ropa en la que pudiera cargar cigarrillos, que solo fumaba cuando iba a lugares así. Entonces solo pudo contemplar la ciudad y sentirse culpable, como siempre, de lo que hacía. Sabía que estaba mal, sabía que arriesgaba mucho más de lo que creía. Pero no podía detenerse, medirse. No sabía cómo hacerlo.

 Entonces la puerta se abrió y un hombre de cuerpo y cara muy comunes salió del lugar. Tenía el pelo corto y era de estatura baja. Le sorprendió ver como cargaba en la mano una cajetilla de cigarrillos. Se llevó uno a la boca y de la cajetilla sacó un encendedor. Cuando prendió el cigarrillo, él le pidió uno y el hombre se lo dio sin decir nada. Debía tener su edad o incluso ser menor. La verdad era difícil de saber pero no preguntó. Solo fumaron en silencio, mirando los destellos de la ciudad en la distancia.

 Cuando la fiesta acabó, se encontraron en la salida. Tenían que bajar en coche hasta la avenida, que quedaba cruzando un tramo de bosque bastante largo. Él pensaba bajar caminando, para pensar, pero el tipo de los cigarrillos lo siguió y se fueron juntos caminando a un lado de la carretera. Compartieron el último cigarrillo y solo hablaron cuando estuvieron en la avenida. Se dijeron los nombres, compartieron redes sociales con sus teléfonos inteligentes y pronto cada uno estuvo, por separado, camino a casa.

 Meses después se reencontraron, por casualidad, en un centro comercial. Fueron a beber algo y en esa ocasión hablaron de verdad. Más tarde ese día tuvieron relaciones sexuales y al día siguiente compartieron mucho más de lo que nunca jamás hubiesen pensado compartir con alguien salido de esas fiestas.

 Con el tiempo, se conocieron mejor y entendieron que lo que necesitaban era tenerse el uno al otro. No solo para no ceder a sus más bajos instintos sino para darse cuenta que lo que tenían no era una obsesión por el sexo sino por el contacto humano, por sentir que alguien los deseaba cerca, de varias maneras.

viernes, 20 de abril de 2018

Lessons in the ice


   I would always spend my winters in my friend Robert’s cabin, in the woods just north of the Northern Lake. His family never used it on such windy and cold months but I needed that time to be alone and be able to think for once, about my life, decisions and so on. My family lived far away and I didn’t have any money to go and visit them, so I would pack my laptop and portable Wi-Fi and just cold them from the cabin on Christmas day to wish them all a happy day and talk to them for a while.

 The reason I liked the cabin, or at least the main one, was that the lake was just a few minutes away by walking. Part of it would freeze but the other half would stay liquid because of a strong current coming from a river that traverse the body of water. The part of the lake nearest to the cabin was the one that was always frozen, and I would practice my jumps and twists right there. I would do it for hours, never fearing that the ice would break beneath my feet or that I could be attacked by a feral animal.

 I had grown to know the lake deeply, so I knew very well that the ice was at its thickest when I visited, almost a meter thick at times. That was more than enough for me to spend hours and hours practicing. My skating was getting sloppy and I couldn’t do the things that I was famous for several years before, when I first entered the ice skating circuit. I had been labeled a “star” and “the next best thing to come out of ice skating”. There were gifts and praise and flowers and all kinds of beautiful moments.

 But that had happened then and this was now. Me gliding on the ice, jumping and trying to make a good figure, just to be stopped in the middle of the air by my weight or my stupid feet. I seemed to have lost my form in a matter of a few years and coming back now was going to be the most difficult thing ever. I had made the decision to try my best to make a comeback, a last attempt at glory before I entered well into my thirties. That’s the magical number that you cannot go over, not in this world.

 I had checked out every single competitor I was going to have and they were all much younger than me. The prodigy of the group was a kid that was more than ten years younger, with a small stature and slender body, he was sure to make a big impression in any contest. I needed to work a lot to get to that level, to even get near what the others were doing. No one cared that I had won so many awards years ago. They didn’t care if they had been gold, silver or bronze. I wasn’t in their landscape at all. I was just a memory of a past that wasn’t that old.

 I worked out every single day in the cabin, just after having a small breakfast. I would jog around the woods and do sit-ups and pull-ups and every single kind of exercise to make my body what it had used to be. It hurt a lot and it there were many moments in which I wanted to drop it all and just go back to what I had been doing for the past year and a half. Working at the supermarket and as a cashier in the local skating rink was not bad at all. It helped pay the bills at least. But I needed more.

 Telling anyone about my plans was out of the question. Even after sending my papers to inscribe my name for the upcoming events, no one had notice that I was there, trying to make a comeback. They would only notice me once I stepped in the ice once again to reclaim my throne or at least make a decent attempt at it. I hadn’t told my family or anyone else. No one needed to know about what I wanted to do with the next few years of my life. They wouldn’t understand why I just need to do it.

 Maybe if I had a friend, I would tell them what was going on in my head the moment I decided to go back to such a difficult sports life. But I don’t have any because everyone left me after I stopped being famous and a success. And those who didn’t leave me were alienated by the person I became after I hung up my skates to pursue a more “normal” life. They were disappointed in me and got fed up of my negative attitude towards life. I have always said that I would never hold that against them.

 Sometimes, at night, I wonder about what those people think now that I’m planning to come back to the competitions. Are they going to be still mad at me for leaving everything in the first place or are they going to silently cheer me on? Well, I’m never going to know that but it’s not important. I need to do this whatever the results may be and no matter how difficult it can get. And it’s already pretty hard so I guess things are going to be pretty messy. But that’s the challenge I accepted.

 When winter is over, I will go back to the city and start practicing on a proper ice rink and then the trials and competitions will begin. Everyone will know I’m trying to get back to the top and then everything will become even harder. But I trust I can push through and just get to a point were I get to enjoy skating again. I want to feel what I felt all those years ago, because it was the best feeling ever. It was like walking on clouds and being able to fly over everyone else, doing something most people would only dream about. It felt so special and magical, a one of a kind sensation.

 But before that, I need to get back in shape, I need to be able to be that person I once was or at least someone very similar. I have to learn from the mistakes I made back then and also make new ones, because no one is perfect and there’s no way I’m going to step on those competitions thinking I’m better than others just because I have been there before. No, I need to know that I’m starting over, from the bottom. I need to make the trip to the top with all the dangers and difficulties, because that’s the only way I can do this right.

 Sometimes, I can already feel the rush through my body, going up from the skates to my hair, rushing with my blood which is warmed by the simple power that you feel when you’re doing something that makes you feel unique and present in this world. That one of a kind feeling.

 But then I fell, flat on my ass, hitting myself once and again and again, against the hard and cold ice. I see my body covered in cuts and bruises and I realize I’m just beginning. There’s still a long way to go for me but I do not mind at all. I want to get to the finish line. I need to get there.