martes, 19 de abril de 2016

Cinta de vídeo

   Mariana se tapó la boca y empezó a sacar varias cosas de las muchas cajas que tenía alrededor. Hacía años nadie revisaba el ático y ya estaba lleno de basura, así que alguien debía subir a mirar que había que fuese útil para tirar el resto y hacer espacio para la sala de juegos que querían habilitar para sus hijos. El esposo de Mariana no subió porque era alérgico al polvo y los niños estaban en casa de un amigo jugando, así que solo Mariana podía completar la misión.

 A pesar de no ser alérgica, empezó a toser apenas llegó al ático. Abrió rápidamente una ventana y mucho del polvo acumulado se fue volando hacia fuera. La verdad era que ese cuarto no lo usaban mucho y solo guardaban cosas cada cierto tiempo. La idea era hacer de él un espacio útil y ordenar lo que tuviera alguna función todavía para quien necesitara usarlo.

 La primera caja que miró Mariana estaba llena de juguetes de bebé. Había de los que hacían ruidos o de los que tenían muchos colores. También varios peluches que sus hijos casi habían destruido e incluso los móviles que habían durado tan poco encima de la cuna. Apenas pudieron ponerse de pie, sus hijos los arrancaron de donde estaban, dejando ver que no les gustaban las cosas que flotaran por encima de sus cabezas. Guardó un par de juguetes a un lado y decidió regalar el resto. Alguien seguramente le encontraría un uso.

 La siguiente caja era de recuerdos de toda la familia. Estuvo horas mirando fotos viejas y descubrió también la vieja cámara de video que habían usado para sus viajes cuando apenas estaba embarazada la primera vez. De eso hacía casi diez años. Por algún milagro, la cámara todavía tenía batería suficiente, así que se puso a ver algunos fragmentos y entonces se puso a llorar como una tonta pues se sentía vieja pero a la vez más sabia, mejor consigo misma.

 Todo esto desapareció de su mente cuando la imagen en la pequeña pantalla de la cámara cambio de unas hermosas cataratas a un cuarto oscuro. No distinguía nada pero escuchaba un sonido muy por lo bajo. Era como un susurro a pesar de sonar como estática. Subió el volumen al máximo y casi tira la videocámara al suelo cuando un voz sonó como un trueno en el ático. Bajó el volumen como pudo y miró la pantalla.

 La voz era de la persona detrás de la cámara y asumió que había usado un trípode porque la imagen no temblaba ni se movía de ninguna manera, como lo hubiese hecho si la cámara hubiese estado al hombre del personaje. Le hablaba de algo, unos números, a alguien que tenía enfrente pero no se veía quién era. El cuarto en el que estaban tenía las luces apagadas y era difícil saber si era de día o de noche.

 La fecha de la cinta decía que el video había sido tomado antes de las vacaciones a las cataratas. Es decir, Mariana y su familia habían grabado sobre esas imágenes oscuras y la profunda voz detrás de cámara. El fragmento se cortó después de unos segundos. Retrocedió la cinta y revisó lo que había visto y escuchó con atención las palabras del hombre pero no tenían sentido alguno. Era español pero lo que decía no tenía ningún sentido. Mariana vio que el fragmento duraba unos treinta segundos nada más, los últimos treinta segundos de la cinta.

 ¿Pero de dónde habían sacado esa cinta? ¿Porque tenía eso ya grabado y que habían borrado ellos con las imágenes de su viaje? Decidió guardarse la cinta de video en el bolsillo y bajar de inmediato a la sala en el primer piso para preguntarle a su marido si sabía algo al respecto. Pero cuando llegó abajo no había nadie. Ni en la sala, ni en el comedor, ni en la cocina. Subió a las habitaciones y tampoco encontró a nadie. Tomó su celular y le marcó a su esposo pero iba directo a correo de voz.

 Era muy extraño pero decidió no ponerle misterio a todo lo que pasara. Seguro la ausencia de su esposo y la cinta tenían explicaciones razonables y las encontraría tarde o temprano. Subió de nuevo al ático y se dedicó a hacer lo que se había propuesto. Para la noche, ya tenía todo arreglado. Cuando bajó las cajas con lo que iba a regalar y a tirar a la basura, se dio cuenta de que sus hijos ya deberían haber llegado.

 Tomó el teléfono y marcó a la casa del amigo donde estaban y preguntó por ellos pero la madre de los niños dudó un momento antes de decirle que su esposo los había recogido hacía varias horas. No le dijo nada más pero pensó que Mariana no era una buena madre si no sabía dónde estaban sus hijos. Y la verdad fue que, al colgar, Mariana misma pensó lo mismo. ¿Qué pasaba con su esposo?

 Marcó a sus suegros para saber si estaban allí y luego a sus padres pero su familia no estaba en ninguno de esos lugares. De pronto habían decidido tener unas horas de calidad con solo su padre pero, ¿por qué no le habían avisado? Siempre lo hacían y ella siempre pedía que la mantuvieran informada para saber dónde estaban y si estaban bien. Se sentó en el sofá de la sala, mordiéndose las uñas y pensando en qué hacer.

 Entonces se fijó que tenía todavía la cinta de video con ella y decidió hacer algo mientras su marido aparecía. Se fue al centro comercial y en una tienda de fotografía y demás pidió que le convirtieran lo que había en la cinta a un formato digital para poderlo ver en el computador y editarlo y ponerlo en un DVD. El proceso no demoró mucho y estuvo de vuelta en casa pronto.

 Volvió hacia las ocho de la noche y  todavía no había ni rastros de sus hijos o su esposo. Se estaba preocupando pero pensaba que era mejor no pensar nada y esperar. Confiaba en su marido y sabía que él nunca haría nada que representara un peligro para ningún miembro de su familia. Así que Mariana se fue a su alcoba y abrió su portátil. Puso la USB en la que le habían puesto el video de sus vacaciones y empezó a mirar la escena misteriosa en cuestión.

 Subió todo el brillo y un poco el volumen pero no notaba nada además de la voz que no tenía sentido. Decidió anotar las palabras que decían en un papel y ver si tenían algún sentido si se reordenaban o algo así, pero no consiguió nada con ello. Incluso bajó un programa para editar videos en el que trató de revelar lo que había en la oscuridad y lo máximo que pudo hacer fue revelar la presencia de una silla y alguien sentado en ella. Solo se veía una pierna y dos patas de la silla, pero estaba claro que había sido como una interrogación o algo así.

 Entonces oyó el sonido de un motor y correo directamente al primer piso. En efecto, era su esposo con los niños. El más pequeño venía dormido en sus brazos y el otro parecía tener mucho sueño también. Subieron todos sin decir palabra a la habitación de los niños. Cuando estuvieron acostados, Mariana le reclamó a su esposo por la escapada que se habían pegado. Le confesó que la había asustado haciendo eso.

 Su esposo le dijo que se había dado cuenta que no pasaba mucho tiempo con los niños entonces por eso había decidido recogerlos antes él mismo y llevarlos a un parque de diversiones a compartir un rato agradable con ellos. Eso enterneció el corazón de Mariana, que se dio cuenta de todavía había campo para la sorpresa en su matrimonio. Se dieron un beso y decidieron acostarse, pues todos estaban cansado..

 Antes de apagar la luz, el marido preguntó a Mariana si había terminado con el ático y ella le dijo que sí, que solo faltaba donar unas cosas que había separado. Por alguna razón, decidió dejar fuera todo lo ocurrido con la cinta de video y su pequeño viaje al centro comercial. Quería mantener eso como una pequeña aventura en solitario. Casi no tenía secretos y ese podría ser un buen comienzo.

 Al rato de cepillarse los dientes, apagaron las luces y cerraron los ojos. O más bien, lo intentaron. Porque aunque estaban cansados, ninguno de los dos podía dormir con tantas cosas en la mente para pensar. Miraban el techo o la ventana y las luces que venían de fuera para pasar el tiempo. Mariana fue la primera en caer dormida.


 Y le costó. Su esposo había visto el recibo de la tienda de fotografía en el cesto de basura del baño. Con agilidad y habilidad, ahorcó a su esposa en menos de un minuto. Ya tenía práctica. En la oscuridad se alistó para ocultar el cuerpo y para despertar a los niños que fingían dormir en el cuarto de al lado. Los de verdad estaban tan muertos como su madre. Y eso pasaba por ver cosas que nadie tenía que ver, así no entendieran nada.

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