El edificio tenía ocho pisos de altura, cada
piso una sección diferente de la tienda. Un piso para hombres, otro para
mujeres, otro para zapatos, otro para comida y así. No había nada que vendieran
que no se pudieran encontrar allí y lo más probable es que si no hubiera algo
era porque o no existía o no lo tenía todavía y podían buscarlo en tiempo
record. En sus buenos tiempos, la tienda había sido el mejor lugar de la ciudad
para ir de compras, ya que tenía tanto marcas genéricas como marcas de lujo y, aunque
era un poco más caro que una tienda normal, era bastante práctico por tener
todo bajo un mismo techo.
Pero hoy en día, el edificio tenía plantas
creciendo un poco por todas partes y la humedad se estaba comiendo cada rincón
poco a poco. De hecho, el primer piso estaba inundado y no sé sabía bien
porque. El grupo que caminaba por la ciudad buscando donde vivir, que hacer y
como hacerlo, recordó que la tienda todavía estaba allí y decidieron visitarla.
Hay que mencionar que el mundo no era ya lo que
había sido. Muchas de las personas habían desaparecido o muerto durante las
batallas de hacía unos años. Solo pequeños grupos de personas sobrevivían
todavía, peleándose por lo poco que quedaba. Ya no había cultivos de nada y la
producción en cadena que había sido el orgullo de tantos ya no existía. Las
fábricas habían sido destruidas o, como la tienda, habían empezado a ser
consumidas por la naturaleza. Y el frío gobernaba, casi por todos lados.
El grupo mencionado consistía de trece
personas. Eran hombres y mujeres que se habían ido uniendo poco a poco, a lo
largo de varios kilómetros de recorrido. La verdad era que no querían llegar a
ningún sitio en especial. No había una meta a cumplir o un logro especial al
final de la línea. De hecho, no había final de línea porque tendrían que estar
siempre en movimiento, buscando que comer y como sobrevivir hasta que sus
cuerpo no tuvieran más opciones que caer al suelo y empezar a pudrirse
lentamente.
Fue la idea de una de las mujeres, llamada
Carmen, la de buscar la tienda. Les contó que en los buenos tiempos allí había
de todo y que no tendría porque haber cambiado. Obviamente mucha de la comida
estaría dañada y algunas prendas de vestir estarían enmohecidas por el paso del
tiempo, pero era mejor que nada. Antes de que ella sugiriera la tienda, nadie
más sabía que hacer. Algunos había sugerido caminar hacia el mar, hacia el sur
donde hacía más calor, pero eso tomaría días o semanas y con una niña pequeña
en el grupo eso sería difícil. Además, otros grupos podían estar cerca o los
podrían seguir hasta cercarlos en algún lugar para matarlos y eso no era lo que
querían.
Así que se encaminaron hacia la tienda y, tal
como Carmen la recordaba, estaba allí un poco dañada y decaída pero existía y
eso era lo más importante. El grupo se separó apenas entraron, cada uno
relajándose al ver tanto lujo y tantas cosas reunidas. Era una visión que ya no
había en ningún lado y verlo allí parecía como ver una de esas fotos de los
libros de historia que muestran cosas que fueron pero ya no son, cosas que el
pasado tuvo pero el futuro olvidó o simplemente no quiso retomar.
Después de caminar lentamente sobre la
superficie mojada del primer piso, se decidió que cada persona podía hacer lo
que quisiera en las próximas horas pero que al caer el sol se reunirían en el
último piso, donde podrían dormir y en la mañana decidir que hacer. Cuando se
separaron, un sentimiento de felicidad se propagó lentamente. Nadie celebró, ni
sonrió ni saltó ni nada por el estilo. La gente ya no hacía eso. Pero sintieron
ese calor especial en el corazón, ese calor que se siente al descubrir algo
nuevo o al estar en las puertas de un descubrimiento.
Las mujeres se dirigieron primero al piso de
calzado para mujer. Algunas habían caminado varios días en zapatos que les
hacían doler los pies. Todas se descalzaron y empezaron a mirar la variedad que
había. Tantos colores que ya no se veían y diferentes diseños. Era imposible no
pensar que el pasado había sido mejor. Como iba a ser el presente mejor que el
pasado cuando ya no había nada, cuando la creatividad que había motivado a los
constructores de este edificio ya no existía?
Un par de mujeres se dirigieron de ahí a la
zona de electrónicos y encontraron lo que buscaban: un masajeador de pies
automático. Contentas, volvieron al piso de calzado y jugaron un buen rato con
el aparato, turnándose para que cada una lo pudiese probar. Los hombres,
mientras tanto, se habían dispersado más. Algunos buscaban chaquetas que
abrigaran más, para los fríos vientos que ahora soplaban. Otros buscaban armas,
las que fueran, para tener como alimentarse y defenderse. Y otros miraron los
aparatos electrónicos, muchos de los cuales ya ni funcionaban pero era
fascinante verlos de todas maneras.
El tiempo pasó y hacia la media tarde se
reunieron el piso de la comida, donde habían habido varios restaurantes así
como venta de productos listos para llevar a casa. Mucha de la comida estaba
dañada pero ya el olor de lo podrido ni existía. Buscaron con cuidado y vieron
que había comida en lata o empacada al vacío y alguna estaba todavía buena o al
menos se podía utilizar. Hicieron un circulo grande en el que comieron cosas
que habían encontrado en la tienda y otras que habían ido recogiendo en su
larga caminata. Había más que todo frutas pero también productos hechos con harina,
bebidas gaseosas (que no tomaban hace años) y dulces variados.
Para ellos, fue un
festín. Ya nadie comía así y nunca más nadie volvería a comer así. Todos los
que estaban en el circulo habían hecho sacrificios y habían sufrido perdidas
dolorosas. Pero tenían en común que no miraban al pasado muy seguido. Lo
recordaban y les dolía, eso claramente, pero no se dejaban dominar por él ni lo
pensaban demasiado. Esto era porque no querían quedarse estancados en un punto,
así como le había pasado a la humanidad. Todos estaban de acuerdo que esa había
sido la razón para la guerra y el odio. La gente había perdido la inventiva y
solo se fijaba entonces en las diferencias, en lo que los separaba. Entonces,
sin nada más que hacer, se empezaron a matar como locos.
El mundo hoy en día era para los pocos que
habían quedado, para gente diferente pero ahora unida bajo un ideal de
supervivencia. Fue ese anhelo por seguir viviendo que había llevado a otros
grupos a ser más violentos y agresivos. Ese era el caso del grupo que entró en
la tienda mientras ellos comían en circulo. Menos mal, y por alguna extraña
razón, algo cedió al peso de los años y se derrumbó en el primer piso, cayendo
sobre uno de los hombres agresivos y haciéndolo gritar. Esto alertó a quienes
comían, que rápidamente recogieron todo y se escondieron en las escaleras de
emergencia, que parecían una cueva de la oscuras que eran. Se reunieron todos
allí, mientras unos pocos sostenían armas para defender si era necesario.
La espera era horrible
porque duraba y duraba y no pasaba nada. No podían ver a su atacantes pero
sabían que estaban allí. En silencio, fueron bajando piso tras piso. Tuvieron
máximo cuidado de no hacer ningún tipo de ruido. En el tercer piso, los vieron
de lejos. Estos tenían rifles y otros tipo de armamento. Definitivamente,
siempre iba a haber gente con más sed de violencia y sangre que otra. En ese punto
pasaron con cuidado, porque no estaban muy lejos. Pero, afortunadamente, no se
dieron cuenta.
Cuando el grupo llegó al primer piso, pudo
abrir una salida que habían usado los antiguos trabajadores de las bodegas de
la tienda. Era una salida a una calle lateral, por la que el grupo se escapó y
cruzó la calle con rapidez. Arriba en la tienda, el grupo armado se dio cuenta
de que los habían burlado pero ya no había como seguirlos o cazarlos. No era de
tanta importancia, más aún cuando los habían llevado a semejante sitio, con
tantas cosas que podrían ser utilizadas para lo que ellos necesitaban.
El grupo pacifico cruzó
varias calles, con Carmen a la cabeza, hasta que llegaron a un río. En la parte
baja del mismo había un barco enorme que parecía haber sido antes un
restaurante y nunca utilizado de verdad como barco. Todos subieron y exploraron
el lugar: estaba desierto, sin comida ni nada útil. Pero sí tenía gasolina.
Entonces tal vez si se había desplazado, al menos distancias cortas, en el
pasado. Rompieron a patadas el pontón que unía al barco con el borde del río y
encendieron la máquina. Rugió como un león enfurecido por un rato pero luego se
calmó y empezó a ir río abajo, ayudado por la corriente.
Iban ahora hacia el mar. Pero no hacia el que
querían ir, donde había calor y tal vez alimento. No, se dirigían al norte,
donde el frío era más fuerte. Tal vez allí no hubiera grupos agresivos. O quien
sabe… El caso es que tenían que hacer algo, no podían quedarse quietos. En cuestión de horas habían dejado la ciudad
atrás y pensaban ahora en el futuro. Todos en el barco estaban contentos de
tener más tiempo de vida pero ahora pensaban que tanto tiempo podría ser si era
bien sabido que el norte era tierra del hielo y la muerte.