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miércoles, 5 de agosto de 2015

Un estúpido accidente

  Para Mateo lo peor que le podía haber pasado era fracturarse el tobillo. Había sido un tropezón tan ridículo que le daba rabia pensar que por semejante accidente tan estúpido se fuese a perder tantos juegos importantes. Había entrenado todos los días, casi sin descanso. Llegaba a casa rendido y no le dirigía la palabra a su novio, que no le gustaba que se esforzara tanto pero había aprendido a no decirle nada para que no reaccionara de mala manera. Mateo era jugador de fútbol y lo había sido desde que tenía unos cinco años. Su padre lo llevaba a entrenamientos y cuando no había lo llevaba al parque a jugar por horas con una pelota. El padre había tenido el sueño de ser futbolista pero un accidente se lo había impedido.

 Y ahora Mateo también había tenido un accidente pero menos grave. El doctor del equipo le había asegurado que volvería a jugar después de algo de terapia intensiva pero eso no aminoraba la frustración del hombre de 29 años que deseaba con toda su alma jugar y llevar a su equipo a la victoria. El accidente había sido uno relacionado a otro deporte: la equitación. Una amiga de él y de su novio los había invitado a su casa de campo y habían montado a caballo. Fue solo bajando del animal que Mateo dio un mal paso y se fracturó su pierna. Fue de esos accidentes idiotas que nadie entiende pero son casi graves y muy trascendentales. Ahora Mateo tenía que quedarse en casa un mes entero, perdiéndose el las eliminatorias para el campeonato en las que tanto deseaba participar.

 Su novio trabajaba todo el día en una compañía de química por lo que no podía cuidarlo como quisiera. Algunos días salía temprano y estaba con él pero no  era lo mismo. Sin embargo, el primer fin de semana después del accidente fue uno de los mejores de la vida de ambos. Esto porque su relación se había ido estancando poco a poco y ya ni se veían después de trabajar, tan solo para dormir y llegaban tan cansados que no había energía ni para sexo, ni para conversaciones ni para nada. Se habían ido alejando lentamente y con el accidente se dieron cuenta de cuan extraños se sentían el uno frente al otro. Pero la realidad era que se amaban como siempre solo que habían olvidado expresarlo.

 Ese fin de semana el novio de Mateo, cuyo nombre era Fer, decidió hacer una cena para los dos. La cocinó el mismo y le propuso a Mateo que se arreglaran, como jugando a la cita a ciegas. Cuando Mateo vio a Fer y viceversa, fue como si se volvieran a ver después de años de separación. Se volvieron a enamorar, si es que se puede decir algo así. La cena estuvo deliciosa y conversaron de sus vidas y rieron de cosas que hacía tiempo no recordaban. Compartieron sus opiniones y tuvieron el mejor sexo de sus vidas, eso a pesar del yeso de Mateo. Al otro día fue igual y se dieron cuenta de lo que cada uno se había perdido al irse alejando por culpa del trabajo y las obligaciones.

 La semana siguiente, Fer trató de venir temprano del trabajo pero tuvieron que pedirle a la hermana de Mateo que viniese a quedarse con su hermano en las tardes, mientras se mejoraba y para que no estuviera solo. El inconveniente era que ella tenía un niño pequeño y a Mateo nunca le habían gustado los niños.  A Fer sí pero no era una necesidad ni nada para él así que nunca habían tenido que hablar de adoptar en un futuro ni nada parecido. Y era que también el hijo de la hermana de Fer no era la mejor referencia en cuanto a niños. De hecho Mateo creía que esa criatura podía ser calificada por cualquiera como un demonio, que iba de aquí para allá sin ningún orden ni contemplación, tumbando cosas y dañando otras.

 Tuvo que soportar esos días con el niño, que no hacía sino preguntarle sobre su pierna y si dolía. Mateo siempre respondía que sí y trataba de alejarse lo que más pudiera con sus muletas pero era inútil tratar de hacerlo. En la primera semana, el demonio aquel lo pateó al menos dos veces por día y lo hizo caer una vez. Cuando la hermana de Mateo vino a recogerlo lo regañó a él y le dije que tenía que aprender a caminar a menos que quisiera romperse las piernas todos los días. Estaba comprobado que el niño era el mismo diablo, convertido en una criatura pequeña y rastrera. Le sonría a Mateo de manera pícara y siempre estaba al acecho, como si fuese un pequeño león o algo por el estilo.

 La manera que tenía Mateo de alejarse de todo era encerrándose en su cuarto. Allí podía ver todos los partidos de fútbol que quisiese y también leer libros que nunca había terminado. Durante un tiempo, Mateo había soñado con escribir una novela de fantasía, como aquellas que había leído en su niñez, ahora las releía para descubrir de nuevo eso que había sentido cuando era pequeño. Tanta era su adoración por aquellos temas, que cada de podía le pedía a Fer que le leyera y él solo lo abrazaba y escuchaba cada palabra. Nunca escribió nada y sus ganas se desvanecieron cuando el fútbol se convirtió en una opción viable para vivir pero de todas maneras extrañaba la fantasía y por eso volvía a ella con el accidente.

 Pero incluso hacer algo tan simple como leer podía constituir un reto. El niño demonio hacía de las suyas por todos lados y Mateo había tenido que decirle a su hermana que lo controlara o simplemente no podían volver de visita. El ultimátum no le sintió bien a la pobre mujer que casi nunca veía a su hermano y quería compensar este hecho con ayuda en casa y compañía pero por fin se daba cuenta del verdadero problema: Mateo no soportaba los niños. Lo que hizo entonces fue hablar con su hermano y decirle que quería estar allí para él pero tenía que traer al niño también pues no tenía a nadie que lo cuidara. Estaba en la misma posición con él que con Mateo.

 Por los días siguiente, el niño calmó sus acciones. Ya no pintaba las paredes y no lo acosaba en su camino al baño o a comer algo. Casi todo el tiempo se la pasaba dibujando y fue entonces que Mateo se dio cuenta que jamás lo había visto como a un niño de ﷽﷽﷽﷽mo a un nices que Mateo se dis y no lo acosaba en su camino al baño o a comer algo. Casi todo el tiempo se la pasaba dño de  verdad. Decir algo así sonaba horrible pero era porque para Mateo, su sobrino siempre había sido más una molestia que cualquier otra cosa. Fue un día que lo vio dibujando, concentrado y en paz, en el que se dio cuenta que los niños podían no ser tan malos. Pero eso no fue lo que más le interesó sino lo que estaba dibujando el niño como tal. Eran princesas y dragones y castillos y cosas por el estilo. Los dibujos le gustaron al tío Mateo y, como quien no quiere la cosa, empezó a preguntar por ellos y el niño le explicó cada uno.

 Al día siguiente, Mateo se sentó en el sofá, donde el niño dibujaba, y empezó a leer de uno de sus libros favoritos. El año inmediatamente quedó prendado de la historia y, cuando Mateo quiso ir al baño, le rogó que siguiera sin interrupciones pues la historia se ponía cada vez más interesante. Así siguieron por los días siguiente, en los que Mateo le leyó varias historias a su sobrino, para alegría de su hermana que nunca antes había visto que el niño y su hermano se llevaran bien.  Era bonito verlos juntos en el sofá, al niño con la boca abierta mientras oía las palabras de Mateo y este último concentrado en cada palabra, casi como si estuviese actuando cada escena.

 Esto lo pudo ver Fer un viernes que pudo venir temprano del trabajo. Él y la hermana de Mateo los miraron desde la cocina y sonrieron al ver lo mucho que había cambiado el accidente a un hombre que nunca antes había querido compartir nada de sus gustos personales y mucho menos con un niño. Ese día, mientras Mateo y el niño leían, Fer y la hermana hicieron la comida. Fue uno de los mejores días pues por primera vez se sentía como si fuesen una familia verdaderamente unida. No había discusiones, solo conversación y alegría y nada más. Cuando se fueron a acostar ese día, Mateo le confesó a Fer que nunca antes se había sentido tan cercano a miembros de su familia. Había decidido que quería ver a su padre.

 Lo que pasaba con ellos era que el padre estaba orgulloso de Mateo pero nunca había aceptado por completo que a él, a su hijo lleno de testosterona, le gustaran los hombres y especialmente uno que no tenía nada que ver con el deporte. Siempre había sido algo difícil, sobre todo en las festividades de fin de año, cuando la familia siempre había acostumbrado reunirse para festejar. Decidieron ir todos: el niño, Mateo, su hermana y Fer. Los padres de Mateo vivían en una casa de campo muy alejada, pequeña y llena de animales. Fue un poco difícil cuando llegaron, pues no habían avisado pero la madre se encargó de que el padre no fuese un muro de concreto. Y por lo que parecía, los años lo habían ablandado.


 Días después, Mateo estaba jugando su primer partido y con su energía y decisión, el equipo ganó fácilmente. La celebración en el estadio fue monumental y lo primero que hizo el jugador fue besar a su novio, alzar en brazos a su sobrino y abrazar a su hermana, en ese orden. Su visión de la vida había cambiado a partir de lo que él siempre había sido, y todo por un estúpido accidente.

viernes, 29 de mayo de 2015

De la vida y sus curvas

   Muchas veces no hay nada que nos consuele. Nos sentimos perdidos, desubicados en este vida, y no entendemos de donde venimos o adonde vamos. Y a todos nos pasa pero lo peor de todo es que cuando nos pasa nos sentimos solos, únicos en nuestro dolor, nuestro sufrimiento. Hay días en los que sentimos poco y otros en los que sentimos demasiado, todo nos afecta y todo tiene una repercusión enorme en nuestra mente e incluso en nuestro cuerpo. Y eso cansa, se siente el peso de todos esos sentimientos apretando contra el cerebro y el corazón, con fuerza, como si un ser humano no estuviese hecho para sentir tanto.

 Las personas que viven felices o aparentan estar contentas todo el tiempo, aquellas que parece no tener problemas o siempre tienen una solución para todo, no son las mejores personas en las cuales confiar cuando todo se vuelve tan confuso y caótico. Esas personas tal vez sean optimistas pero un rasgo del optimista es que resulta ser un ciego más en muchas ocasiones, ignorando incluso su propio dolor. Y cuando uno mismo se ignora una cierta cantidad de veces, se va transformando y ya no es un ser humano sino el caparazón de lo que fue una persona.

 Es bueno ser positivo pero también es bueno ver la vida como es, sea lo que sea. Negarse a que el mundo es un rango de tonos de gris y no blanco y negro, es convertir todo en una decisión trascendental cuando esa decisión no existe, no hay que ponerse de un lado o de otro cuando algo ocurre sino que hay que pensarlo como es, sea algo que nosotros provocamos, u otros o incluso algo que se sale de nuestras manos porque va mucho más allá de lo que nosotros somos.

 El caso es que somos algunos, quien sabe si minoría o mayoría, que hay días que no podemos soportar las cosas como son. El mundo se vuelve una tormenta de ruido que es imposible apagar. Todo parece venir por ti, querer atraerte a un hueco del que nunca vas a salir. Suena tétrico pero así son las cosas, así se siente esos días cuando el mundo pierde todos sus colores y no hay absolutamente nada que pueda mejorar el panorama. Cuando esto ocurre, lo más difícil es que le ocurre a una persona sola y, aunque puede pedir ayuda, no entenderá nunca el punto de todo si se sostiene en alguien más.

 A veces, el cuerpo y la mente son puestos a prueba y hay que resistir solos, ver de que estamos hechos. Algo que es cierto para todos es que la vida no se supone que sea fácil. Hay personas que se quejan de que todo sea tan difícil, sea en las relaciones con otros, en el trabajo, físicamente o en general, por lo que sea. Pero esa es la prueba de la vida; es una gran carrera de obstáculos que dura lo que tenga que durar. No tenemos control de nada y debemos llevarla a cabo lo mejor que podamos. Cada persona elije como jugar y no hay reglas claras para llegar a la meta, que no es la misma para todos. Es un juego, por cruel que suene, uno donde todo cambia según lo que hagamos pero que siempre termina igual.

 Pero a pesar de esta visión, de esta cruda realidad, todos sabemos que la vida también tiene esos pequeños rayos de luz, esas cosas que nos reconfortan y nos ayudan a seguir. No se trata de mentirnos con cosas que no tienen nada que ver sino de apreciar las cosas que, dependiendo de la persona, puedan ayudar a empujar una vida hacia delante.

 A veces ese impulso depende de una persona que no somos nosotros. A veces es una sonrisa de esa persona, un abrazo o un beso el aceite de motor que necesitamos para seguir adelante sin tener que mirar atrás o tomar decisiones que podrían ser más trascendentales o peligrosas. No es malo apoyarse en alguien más mientras que no sea una relación dependiente, es algo que hay que diferenciar. Si estamos con alguien por cualquier razón que no sea porque nos hacen sentir bien, por la razón que sea, entonces deberíamos terminarlo de inmediato. La vida es corta y no debería uno pasársela mintiendo e hiriendo por ignorancia.

 Pero sí, un abrazo puede ser reconstructor, puede sentirse en lo más profundo y ayudar a reparar una zona devastada como puede ser nuestro interior, nuestra conciencia más profunda. Y mejora cuando se da sin palabras y sin pedirlo. No hay nada más doloroso que mendigar algo de cariño y por eso lo mejor es que se de espontáneamente, sin tener que verbalizarlo. Algunas personas que eso puede ser tierno o romántico pero de hecho no lo es. Pedir un beso o un abrazo denota una falta de comunicación que no se repara fácilmente.

 Lo físico puede ser reconfortante pero hay que tener cuidado porque lo físico muchas veces sucede en un momento del tiempo y no permanece. A veces un abrazo de un desconocido ayuda pero ese desconocido desaparecerá y entonces que haremos si fue ese abrazo y ningún otro el que me hizo sentir mejor? O que tal que esos besos, abrazos, incluso encuentros sexuales, solo puedan ser en ciertos momentos, lugares y ocasiones? Entonces ya no es ninguna ayuda de ningún tipo sino otro problema que puede estar acosando nuestra mente también, como todo el resto.

 Ya que estamos, el sexo es algo efímero, algo de un momento que jamás se vuelve a repetir, ni siquiera con la misma persona, ni siquiera conociéndose hace años. Siempre será diferente y por eso el sexo no es la mejor manera de sentirse mejor con nada. Y si a eso le sumamos lo que puede irnos sumando a la mente, como el desempeño, nuestra autoestima, nuestra entrega, entonces podríamos estar empeorando el problema y no ayudándonos de ninguna manera.

 En esos días en lo que todo parece negro, a veces lo mejor es respirar profundo y tan solo vivir como todos los días, tratando de estar lo más relajado posible todo el tiempo y buscando refugio en aquellas cosas que hacen nuestra vida algo mejor. Todos tenemos gustos particulares y son esa pequeñas cosas, que puede ser artificiales e incluso superficiales, las que muchas veces pueden ayudarnos a ver las cosas como son y no peor de lo que son.

 También tenemos que darnos cuenta que solo somos una persona en el mundo y el dicho que dice que una persona puede hacer la diferencia no es cierto en el sentido que una sola persona necesita de otros para ejercer un cambio para todos, para el colectivo de los seres humanos. Esto no es así si lo que queremos es hacer un cambio en nuestro interior, si lo que queremos es trabajar en nosotros mismos. De entrada es una tarea difícil porque el ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en ña﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en astro interior, si lo que queremos es trabajar en nosotráreas que se van creando por el aprendizaje o el crecimiento personal. Todo eso depende de cada uno y puede o no funcionar pero vale la pena intentarlo.

 Es complicado porque la vida es complicada. Puede no parecer algo divertido, algo en lo que nos guste pensar, pero así son las cosas: nuestra vida real, la que tenemos todos los días y la que no se basa en nuestras relaciones con otros ni en lo que hacemos para vivir, mejor dicho, la que vivimos nosotros solos, es muy compleja. Es más compleja que la que podamos tener con cualquier persona porque no estamos en sus mentes sino que estamos en la nuestra, de nacimiento a la muerte y no hay manera de hacer un cambio porque no nos gusta o porque queremos intentar algo nuevo. Tenemos que vivir la vida como nosotros mismos y eso es difícil, seamos quienes seamos. Es una larga carretera, a veces a plena luz, otras veces en penumbra, con muchas curvas y cambios pero con un inicio y un final.

 De pronto algunos crean que eso puede sonar demasiado dramático y exagerado pero es innegable que la vida es una que vivimos solos. Por mucho que amemos a alguien, sea quien sea, no moriremos con esa persona, no en el mismo segundo ni en las mismas circunstancias, no tendremos el mismo último pensamiento ni habremos vivido nuestras vidas queriéndonos igual o pensando lo mismo a cada rato. Eso pasa en las parejas, en las familias y con los amigos. Que haya sentimientos no nos hace más cercanos en nuestra experiencia de vida que es cada uno por su lado, cada uno haciendo algo con la vida, lo que sienta que es lo que debe de hacer. En ese sentido estamos solos.

 Y la mayoría no estamos muy contentos con eso. Porque vivir cada uno por nuestro lado puede ser bastante doloroso. Pero ahí están esas pequeñas ayudas, esos abrazos fuertes llenos de energía, esos besos de mil formas, esa sonrisas, esos inventos increíbles y esas realidades que pueden asustar pero también nos dan la esperanza real, no esa que se inventaron los noticieros sino la de verdad, que nos llena sin que la entendamos por completo.


 El truco es simplemente respirar, oxigenar el cerebro y seguir adelante, paso a paso por el tiempo que sea necesario. Y recordar que las decisiones que tomemos no son malas ni buenas, correctas o erróneas, son solo decisiones que afectan nuestra vida pero a ella le dan lo mismo. Son las personas las que juzgan, no la vida como tal.

domingo, 22 de febrero de 2015

Energía

   Los pies de Samuel estaban al borde del sangrado. Estaba rojos, golpeados, adoloridos y sin embargo él parecía tener energía que no paraba de fluir desde el centro de su cuerpo hacia su extremidades. Pero también se notaba que algo fuera de él lo impulsaba a moverse como lo hacía, a lo largo de todo el cuarto de baile, de pared a pared, incluso a hacer ejercicios extraños en el sueño.

 Su compañera ya estaba cansada y solo podía verlo bailar como si no pudiera hacer más. Ella tomaba agua copiosamente y no quería pensar en la presentación que tenían en pocos días. Ella claramente no estaba tan obsesionada con todo esto como él. Para Samuel iba más allá que una pasión: era más bien un deber con el mundo mostrar sus habilidades.

 Había sido desde pequeño que había sentido por primera vez ese impulso y no lo había dejado nunca. Adoraba ver el canal de televisión de las artes, donde no solo había biografías de artistas reconocidos, sino que a veces emitían una que otra obra de ballet o danza moderna y él veía en ello algo que no había en nada más en su vida: veía energía fluir por todos lados, veía al ser humano ser perfecto cuando no lo era ni remotamente. Veía como los sueños se pueden cumplir, con esfuerzo.

 Así que desde pequeño tuvo claro lo que debía hacer. Les pidió a sus padres que lo metieran en la mejor escuela de danza y no fue una sorpresa cuando empezó a ganar premios y a ser elegido para protagonizar varias de las obras que hacían al final de cada semestre. A Samuel nunca le importó si la gente hablaba o no. Como nada dependía de ellos, dejaba que se burlaran de él porque sabía que él conocía cosas que ellos ni siquiera soñarían.

 Terminó la escuela un año antes de lo normal y se metió de lleno en la mejor escuela de danza que pudo encontrar, en otro país. Dejó a sus padres pero sabía que no era un precio muy alto a pagar por cumplir sus sueños. A ellos los amaba y lloró mucho cuando se despidió. Habían sido su motor y habían hecho posible que todo lo que quería hacer se cumpliera y eso nunca lo olvidaría.

 Ya en la nueva ciudad, tuvo que esforzarse el triple y, en parte, por eso estaba ensayando tanto, reservando una de las mejores salas casi todos los días para estar listo para la elección del protagonista de la próxima obra. No iba a ser una elección fácil ya que todos los que estudiaban allí lo hacían porque eran buenos no porque pudiesen pagar la escuela.

 Si algo había desestabilizado a Samuel alguna vez, era el tener verdadera competencia. Jamñasreservando una de las mejoresa vez, era tener verdader.n parte, por eso estaba ensayando tanto, reservando una de las mejoresás había tenido verdadera competencia de chicos tan buenos y dedicados como él pero ahora se encontraba con al menos cinco que sabían muy bien lo que hacían y que, como él, estaban blindados contra criticas y odios tontos. Al bailar, cada uno de ellos parecía entrar en una dimensión distinta a la de los seres humanos normales, donde solo la energía que los impulsaba era importante.

 Pero, a diferencia de Samuel, esos otros chicos se distraían con cosas distintas al baile. Algunos tenían novias, otros novios. Algunos fumaban o incluso bebían. Pero no Samuel, él no quería ningún tipo de distracciones. O bueno, ninguna que no tuviera que tener nada que ver con la danza. Para distraerse del papel que buscaba obtener, Samuel a veces elegía una canción contemporánea y la bailaba como mejor le pareciera.

 Su distracción era entonces, básicamente, la de hacer coreografías nuevas, que salían de su pura fascinación con la música y el movimiento del cuerpo. Nunca las escribía ni se grababa pero podía recordar cualquiera de las que hubiera inventado si alguien le pidiese bailarla en cualquier momento. Creía que, al poder bailar algo más libre también, podría tomar la danza como un todo y el bailar cualquier pieza sería fácil.

 Cuando llegó el momento de las pruebas, como era de esperarse, todos se esforzaron y dieron lo mejor de sí. Pero Samuel se dio cuenta de que su dedicación y las distracciones de los demás le habían dado la ventaja: sus compañeros no parecían tan entregados como cuando habían llegado. Asumió que muchos de ellos venían de ciudades pequeñas y habían preferido entregarse al monstruo urbano que dedicarse a lo que habían venido a hacer.

 Por el contrario, Samuel hizo una presentación simplemente perfecta. Los jueces incluso lo aplaudieron al final, sabiendo que podían estar mirando al próximo gran bailarín de danza clásica. No fue una sorpresa, cuando publicaron el elenco de la obra, que él fuese elegido como protagonista. Todos lo saludaban y felicitaban y a él simplemente no le importaba. Todos era unos hipócritas, incluso las mujeres. Todos competían uno contra el otro y no existía la felicidad por el prójimo.

 De todas maneras, cuando llegó a casa ese día, llamó a sus padres por video llamada y lloró como nunca al contarles lo que había sucedido. Ellos también estaban muy felices por él y le prometieron ir a visitarlo para el estreno de la obra, que sería en apenas dos meses. El chico les agradeció y les dijo que los extrañaba mucho. Cuando se acostó esa noche, se dio cuenta de que los extrañaba más de lo que se permitía pensar y eso era porque eran sus únicos amigos.

 Los siguientes meses fueron de gran presión y esfuerzo. Hasta Samuel se sintió decaer en algunos momentos pero nadie dudó nunca de su capacidad y, en cada ensayo, era como si lo diera todo de si, sin importarle el dolor físico o mental, las miradas odiosas de algunos o los malos deseos de quienes no habían logrado hacerse con el papel. Cansado y adolorido, era todavía mejor que cualquiera de ellos y eso, lo hacía sentirse contento.

 La semana del estreno, sus padres llegaron de visita y esto logró darle una buena inyección de energía, que tanto necesitaba. Solo tuvo algunos momentos para estar con ellos porque los ensayos eran cada vez más exigentes y se debían hacer ahora con el vestuario propio de la obra lo que era más difícil que lo que habían estado haciendo hasta ahora.

 La noche del estreno, justo antes de empezar a estirar y cambiarse, les dio un beso a cada uno de sus padres y les dijo que les dedicaba cada minuto de la obra a ellos, que tenían dos de los mejores asientos del lugar. Mientras se cambiaba y se aplicaba algo de maquillaje, Samuel se dio cuenta que este era su gran momento, esto era lo que él había estado esperando por tanto tiempo y sabía que la única manera de ser exitoso era haciendo lo que siempre había hecho: canalizar la energía que tan bien conocía y explotarla al máximo.

 Sobra decir que todo salió a pedir de boca. Samuel fue la estrella del espectáculo sin duda, poniendo al público al borde su asiento cada cierto tiempo. Era atrevido y brillante, fuerte y sensible al mismo tiempo. Era como ver el viento mismo pasearse a través del escenario, a veces vil y destructivo y otras calmado y casi a punto de morir.

 No hubo nadie en el recinto que no sintiera lo mismo: el poder de la danza. Hubo tres ovaciones de pie para Samuel, quién recibió dos grandes ramos de flores. El ruido por los aplausos, los chiflidos y los gritos era ensordecedor y Samuel se dio cuenta de que eso era precisamente lo que tanto había buscado. Ese ruido que parecía tener cuerpo, formado por la energía de quienes habían visto su esfuerzo.

 Los siguientes días los pasó con sus padres, que simplemente no podían estar más orgullosos. El último día de su visita fueron a un lago y tuvieron la idea de hacer un pequeño picnic. Hablaron de todo un poco, de cómo estaba todo de vuelta en casa, de lo que venía en la carrera de Samuel. Pero al final del día no había que hablar de más nada.


 Cuando finalizaba la tarde, todos estaban sentados al borde de un muelle, con los pies en el agua. Samuel miró a sus padres, que estaban abrazados, y se dio cuenta de que ese amor entre ellos era lo que le había dado su gran energía y que, en algún momento, debía de buscarla en otro lado, seguramente en otra persona. No era algo que hubiese contemplado nunca pero ese parecía ser su futuro. Pero el futuro estaba allá, lejos de su alcance. Ya tendría tiempo de ocuparse de él.

miércoles, 21 de enero de 2015

Quiero volver a soñar

   De pronto el piso dejó de existir y caí. No caí rápidamente, atraído por la gravedad. Caí lentamente, como si algo estuviera sosteniéndome mientras bajaba eternamente hacia algún punto allí abajo, entre la negrura del universo. Alrededor mío, solo había estrellas, enormes y pequeñas, cercanas y lejanas. Era fascinante tener la sensación de poder tocarlas con las manos pero, al hacerlo, pude darme cuenta que no eran calientes. Estaban frías, como el espacio alrededor mío.

 Mientras caía, pude ver formas y siluetas que se formaban allá lejos, adonde mi vista, que siempre había sido mala, no podía llegar. Entrecerré los ojos, tratando de ver pero no pude definir ninguna de las criaturas que parecían bailar allí. Supe que era hermoso, supe que era la existencia misma la que hacía que esos objetos o seres fluyeran como lo hacían. Pero mis ojos no veían nada. Era mi mente, era algo más allá de mi ser que me decía lo que pasaba alrededor mío.

 Mis pies descalzos tocaron entonces el fondo. Ni me había dando cuenta que ya había llegado y que la negrura había desaparecido, aparentemente de golpe. El piso era pasto, césped de un verde que parecía improbable pero que allí abundaba. Se sentía genial poder pisar la hierba, sentir el mundo bajo mis pies. Me detuve al ver que más allá, en las siguiente colina, había una casita. Se parecía a aquellas que los niños dibujan cuando va a la escuela.

 Mientras caminaba hacia ella, veía todos sus detalles: ventanas cuadradas e marco rojo, una puerta principal algo torcida de azul eléctrico, una chimenea de ladrillo ladeada en el techo y flores por todo el contorno de la construcción.  Era de color amarillo y parecía ser la única del lugar. Cuando llegué al frente de la casa, vi que no había nada más en el entorno más que el brillante pasto y el cielo que todavía estaba pintada de negro, aunque era de día.
Sin dudarlo, empujé la puerta. No tenía pomo y, de todas maneras, estaba seguro de que no era necesario. Quien iba necesitar de seguridad en un desolado paraje como este?

 La casa era perfecta por dentro. Todo parecía estar esperando uso, como si hubiera sido recién comprado por alguien para mí. O bueno, tal vez no para mi pero sí para alguien a quien quisiera mucho. Me senté en un bello sofá de flores de la sala y me di cuenta de que yo era el creador del lugar, al menos del exterior. Quien habría sido la persona que había comprado todo esto, hecho que este casa fuera un hogar propiamente dicho?

 Entonces, el sonido de la tetera inundó el lugar. Me levanté y caminé a la cocina y vi que alguien ya había preparado una taza con una bolsita de té negro y algo de azúcar blanco. Esa es mi bebida favorita, así que supo que todo esto era para mi. Serví el agua caliente en la taza y estuve ahí, pensando en todo, por lo que se sintieron como horas o más. Me di cuenta que ya había terminado mi bebida y entonces subí al piso superior. Ya vería las demás habitaciones de la planta baja después.

 Desde la escalera del descanso pude ver, a través de una de las ventanas cuadradas, que se había vuelto de noche otra vez. Pero no solo eso. Ahora las colinas habían desaparecido, siendo reemplazadas por un paisaje propio de la luna o algún otro cuerpo celestial. No sabía donde estaba pero, extrañamente, no me sentí conmocionado o asustado. De seguro, había una razón.

 Había solo tres puertas en el segundo piso y reí como tonto al ver lo que había detrás de la primera que abrí. Era el baño. Era bastante pequeño pero confortable, todo de madera, incluso el lavamanos. Había pequeñas botellas alrededor de este último y, en la ducha, había otra ventana cuadrada. Entonces tuve el impulso o, mejor dicho, la idea de que tenía que bañarme. Ahí mismo me quité la ropa que tenía y entré a la ducha. El agua estaba perfecta.

 Era todo muy raro. Lo sabía. En ningún momento pensaba que todo la situación tuviera algo de normal. De hecho, a través de la ventana pude ver el terreno desolado que había afuera y me sobrecogió una sensación de molestia, de fastidio. Como si ver ese terreno me recordara alguna sensación desagradable, algún recuerdo amarrado a mis ojos pero no a mi memoria.

 Entonces me di cuenta que ya no salía agua de la ducha y que ya estaba seco. Salí así del baño y supe que la puerta que había justo en frente era la correcta. La empujé y entonces vi algo que me pareció natural pero que sabía, no lo era del todo. Me vi a mi mismo, acostado en la cama, durmiendo. Una puerta se abrió dentro de la habitación: tenía baño interno. De allí salió alguien que no reconocí pero que sentí, debía conocer.

 Pude ver que era un hombre por su físico, pero su cara parecía inmersa en sombras. Era como si algo o alguien no quisiera que yo supiera de quien se trataba, aún cuando yo sentía muy en el fondo, que sabía exactamente que era lo que ocurría. El hombre se acostó en la cama, abrazándome. O mejor dicho, abrazando al yo que estaba allí dormido. Por alguna razón, esta visión me afectó, haciéndome llorar y luego me hizo salir corriendo de allí, hasta la puerta de la casa.

 La abrí de golpe y salí corriendo, apenas mirando para donde corría. Entonces tropecé con algo y caí de rodillas. El dolor era intenso y entonces olvidé porque había empezado a llorar, si es que alguna vez lo supe. Mis rodillas sangraban y me di cuenta que mis piernas y manos estaban cubiertas de un fino polvo gris, que brillaba cuando me movía. Miré fascinando como relucía y como, cuando lo trataba de limpiar, flotaba en el aire unos segundos y allí se quedaba.

 Me puse de pie y caminé. El suelo era inusualmente suave pero esto era un gusto para mis pies. No sé por cuanto tiempo caminé, desnudo, por aquel desierto espacial. Nunca miré atrás pero supe que la casa ya no estaba allí. Se había ido como había aparecido y no había manera de ir a buscarla. De todas maneras no quería volver a ella.

 Entonces algo brilló sobre mi cabeza, cegándome. Y el brillo invadió todo el lugar por lo que no pude seguir caminando. Entonces me dejé caer al suelo y caí en cuenta de que alguien controlaba el brillo. Sentía que había alguien más conmigo en el vacío del espacio. Yo no estaba solo.

 Se sintió como si cortaran una película de buenas a primeras. Fue cuando desperté. No de golpe, como suele pasar sino solo abriendo los ojos y viendo que el mundo real empezaba a dibujarse alrededor mío. Por varios minutos no me moví, tratando de recordar todo lo que pudiera sobre el sueño. Cuando me incorporé por fin, tomé una libreta y un esfero de la mesa de noche y empecé a escribir todo. Y aquí estamos.

 No sé de que iba todo. De hecho, no sé de que va nada en realidad y en un sueño es probable que entienda aún menos. Sería esa la razón de mi sueño? Seguramente. Dicen que las preocupaciones lo hacen a uno soñar cosas muy raras. Lo extraño era que yo me sintiera tranquilo en todos esos lugares y con todos esos cambios.

 Pero entonces pensé: quien era el hombre en mi habitación? Quien era el propietario de esa cara en sombras? Y porque había sentido una presencia que lo controlaba todo? Sentí miedo de mi mismo?

 Escribiendo esto me he calmado un poco pero no puedo dejar de pensar en lo que no slidad solo decida dejarme ir, cansado e atormenta la idea de que solo en sueños pueda entender que hacer con la vida y en la reaé, en lo que todavía no es o en lo que puede nunca sea. Me atormenta la idea de que solo en sueños pueda entender que hacer con la vida y en la realidad solo decida dejarme ir, cansado o tal vez sin la voluntad de hacer nada. No quiero ser nada y quiero ser todo al mismo tiempo.

 Pensándolo mejor, quiero volver a soñar.