Cuando me desperté, me di cuenta que no
tenía ni idea de donde estaba y mucho menos porqué estaba allí. El cuarto era
pequeño y las cortinas algo amarillentas por el paso del tiempo y el mugre.
Sentí un movimiento atrás mío y algo de brisa. Fue justo después que me puse de
pie lentamente y me di cuenta que no tenía los zapatos ni las medias puestas.
Estaban en un rincón de la habitación. Tenía mi chaqueta puesta y en ella
estaban mis objetos personales. Con poco equilibrio, caminé hasta los zapatos y
las medias y me los puse rápidamente. Sin mirar mucho más, salí de la
habitación con cuidado. Traté de no hacer ruido alguno, pues por la luz que
entraba por la ventana era evidente que era muy temprano.
Me fui acercando hasta la puerta principal y
entonces me quedé paralizado allí pues escuché a alguien tosiendo en algún lado
y algunos pasos. Como pude, abrí la puerta principal y la cerré rápidamente
tras de mi. Corrí por el pasillo hasta unas escaleras y las bajé con rapidez,
aunque esto me causara un dolor de cabeza del tamaño de una casa. Por fin
llegué al primer piso, donde apenas saludé al portero, quien me abrió la puerta
y yo salí de nuevo corriendo hacia la avenida más cercana. Al comienzo no tenía
mucha idea de en que parte de la ciudad estaba pero menos mal solo tuve que
caminar dos calles para salir a una avenida que reconocía. Me revisé los
bolsillos y saqué mi tarjeta del bus. Poco tiempo después estaba de camino a
casa, sin tratar de recordar nada, solo con apuro de estar allí.
Apenas entré, dejé mis
llaves, la billetera, la tarjeta del bus y mi celular sobre mi mesa de la sala.
Mi apartamento era de apenas algunos metros así que no había mucho espacio para
nada. Para lo que sí había ganas y espacio era para la cama. Me desnudé por
completo y me metí bajo las sabanas y cobijas sin pensar nada. Era una mañana
fría, por lo que di un par de vueltas entre las sabanas y en unos segundos me
quedé profundamente dormido. A pesar de mi falta de equilibrio, evidentemente
por consumo de alcohol, no tuve malos sueños ni tampoco uno bueno. Fue una
mañana en blanco y me desperté hacia la una de la tarde, todavía un poco
perdido en cuanto al tiempo y la ubicación.
Por un momento, pensaba que me había
despertado de nuevo en el apartamento de las cortinas sucias o que nada de eso
había pasado y todo lo había soñado. Pero el dolor de cabeza al levantarme y mi
ropa con olor a cigarrillo me decían que nada de eso había sido un sueño, más
bien una noche bastante agitada de la cual no recordaba nada. Fui a la cocina y
me serví algo de jugo y cereal y mientras lo hacía traté de recordar algo de la
noche anterior. Pero nada se me venía a la cabeza. Lo último que recordaba era
que había salido con amigos del trabajo a tomar una cerveza. Lo siguiente era
despertar en el cuarto, casi seguro de que alguien se había levantado antes que
yo.
Mientras comía, sonó mi celular y lo contesté
torpemente, casi dejándolo caer al suelo. Era uno de mis amigos que me
preguntaba como había pasado la noche. En todo jocoso le confesé que no
recordaba nada de nada y que sería de gran ayuda si el lo ayudara a recordar.
Mi amigo se rió un buen rato de mi, diciendo que la noche anterior había tomado
mucho. Habíamos estado en un bar al comienzo pero después nos fuimos para una
discoteca. Ellos estuvieron algo así como una hora y yo me quedé allí solo
cuando ellos no quisieron estar más. Le pregunté si me había quedado solo y
dijo que no sabía pero que yo les había dicho que iba a estar bien y que me
iban a cuidar.
Después de reírnos de la situación una vez
más, colgué y me puse a pensar en mis propias palabras. Porqué había dicho “que
me iban a cuidar”? Quien lo iba a hacer? A quien había conocido? No tenía ni
idea y tratar de recordarlo solo me causaba un dolor de cabeza horrible así que
apenas terminé mi desayuno me fui al baño, desnudo como estaba y abrí el agua
caliente de la ducha. La fui temperando y estuve allí más de lo normal,
tratando de quitarme la resaca de encima y de recordar lo que sabía pero que no
venía a mi al instante. Odiaba cuando eso pasaba y no era que pasara mucho pues
rara vez yo tomaba en tales cantidades. Algo había pasado que me había hecho
tomar más de la cuenta y encima arriesgar mi vida.
Me hubiese podido pasar algo más grave. Eso
concluí mientras me secaba y me ponía cualquier cosa. Menos mal era domingo,
pues hubiese sido un desastre tener que ir a la oficina así, sin idea de quién
o que era por completo. Porque me sentía tan confundido que no sabía de que
había sido capaz la noche anterior. Al fin y al cabo había despertado en un
lugar extraño… Decidí llamar a mi amigo para preguntarle el nombre de la
discoteca y me fui para allá sin dudarlo. Menos mal cuando llegué estaban
limpiando y haciendo cuentas, así que pude hablar con el mismo dueño. Le
inventé que me habían robado algo invaluable y que debía ver las cintas de
seguridad para ver con quién o quienes había estado la noche anterior.
El tipo fue más amable de lo que hubiese
previsto. Me dijo que con el consumo que había hecho la noche anterior, tenía
derecho hasta de ver los libros de cuentas. Esa afirmación me asustó y traté de
poner una nota en mi mente para tener cuidado al ver el saldo de mi tarjeta
débito. En los videos de vigilancia estaba con mis amigos y después con un
chico pelirrojo. Se me hizo raro porque no me gustaban tanto los pelirrojos
pero, a juzgar por las imágenes, el alcohol me daba facultades especiales para
todo, tanto para besar a más de seis personas en toda la discoteca, así como
para pagar botellas de whisky y bailar como un loco hasta que cerraron el bar a
las tres de la mañana. Al parecer, salí de allí con el pelirrojo.
Le di las gracias al dueño de la discoteca y
salí de allí, más confundido que antes. Puede parecer una mentira pero yo jamás
había hecho nada parecido. Jamás había conocido a nadie de manera espontanea en
un lugar así y mucho menos bebiendo tanto, bailando tanto y, en general,
gastando tanto. Pregunté en los locales aledaños para saber si se acordaban de
mi pero nadie lo hacía excepto un indigente que se me acercó a pedirme monedas.
Me dijo que me conocía pero que me contaría si le daba un billete grande. Tuve
que hacerlo y entonces me contó que estaba con el pelirrojo cuando salí y que
nos vio fumando marihuana y subirnos a un taxi. Estaba seguro que el lugar de
dijimos al taxista era algo con “brisas” o “brisa”.
En efecto, Recodo de las Brisas era el nombre
del barrio en el que desperté, lo había averiguado en el celular. Y como así
que había estado fumando marihuana? Yo jamás había consumido drogas. Entonces
se me ocurrió que el pelirrojo me había echado algo en el trago y que por eso
me había comportado de esa manera. Apenas caí en cuenta, volví a mi casa y
revisé mi estado de cuenta de mi tarjeta. En efecto había comprado más botellas
de trago de lo que era moralmente correcto pero no había nada más ni nada
menos. No había pagado otras cosas, ni había retirado en un cajero. Entonces no
me habían robado, como yo había pensado.
Me di cuenta que lo mejor que podía hacer era
dejarlo todo de ese tamaño y dejar de pensar en la noche anterior. Era cierto
que había hecho muchas cosas pero sabía que yo no era así y estaba seguro que
me habían hecho algo para que así fuese. Me dio miedo solo pensarlo, pero
podría haber sido peor. Tenía todo conmigo y nada faltaba así que no me habían
robado. Y tuve que recordar ir a médico porque estaba casi seguro que si había
consumido drogas y alcohol con ese hombre, seguramente había tenido sexo con él
y era mejor ver que todo estuviese bien con mi cuerpo. Me dio un sentimiento de
culpa horrible, porque todo lo que había pasado era por mi culpa, por haber
estado concentrado en otras cosas y no en mi propio bienestar.
El resto del domingo lo pasé en casa, viendo
películas y televisión. Pedí una pizza y de nuevo hablé con mi amigo y le conté
todo lo que había averiguado. El se rió un poco menos y me dijo que debía
alegrarme de estar bien. Tenía razón en todo caso. Cuando me fui a la cama,
tengo que confesar que no pude dormirme rápidamente. Trataba de recordar que
había pasado después de la marihuana, quería recordar su cara o su cuerpo o lo
que fuese pero no había nada en mi mente. Al otro día en el trabajo, pensé algo
menso en ello, procurando no perder la concentración y estar siempre en donde
tenía que estar. El día fue normal hasta que cuando volví del almuerzo me
dijeron que había alguien esperándome en mi oficina. Cuando llegué a mi puesto,
vi la cabellera pelirroja.
Apenas dio la vuelta al
sentir mis pasos, me di cuenta de que no lo reconocía pero pude apreciar su
belleza al instante. Al menos no me había metido con alguien feo, pensé. Luego
me recriminé por lo superficial de mi pensamiento. Me dijo que había recordado
que yo le había contado donde trabajaba y que había venido a entregarme algo.
Extendió su mano y me dio un sobre. Adentro había billetes. Me dijo que quería
pagar su parte del trago que había gastado y que se disculpaba por haberme
dejado gastar tanto. Pero decía que yo estaba tan contento, tan feliz, que no quiso
decir nada en el momento. Me dijo también que esa noche yo le dije que quería
perderme y entonces me di cuenta, sin recordar nada, que él no me había echado
nada en el trago ni nada parecido. Todo lo había hecho yo solo.
Se disculpó y se despidió pero yo lo detuve tomándolo
del brazo. No podía dejarlo ir.