Yo siempre había tenido llaves del
apartamento. Nunca las había pedido sino que él me las había dado por si se
necesitaba algo con urgencia o algo por el estilo. Habían sido útiles cuando me
había pedido que le recogiera algunas de sus fotos o algo de comer para que no
muriera de hambre en el estudio. Los fotógrafos parecían ser una especie
aparte, dedicados pero descuidados al mismo tiempo. Yo la verdad prefería no
tratar de entender todo lo que hacía porque, al fin y al cabo, me sienta
contento de estar con alguien como él. Físicamente se veía como un modelo de
revista y su personalidad era muy interesante, sabía mucho de la vida y del
arte y con eso había caído rendido a sus pies. Era todo un partido y yo, tan
simple como soy, me lo había quedado.
Así que comprenderán mi sorpresa el día que
decidí ir a su casa por unos folletos que se me habían olvidado. Se los había
mostrado para ver que opinaba pero la conversación no pudo ser pues él me
invitó a otro de sus cócteles en alguna galería de la ciudad y nunca tuve
oportunidad de decir nada. Los necesitaba con urgencia y decidí pasar de camino
a la oficina. Al fin y al cabo, lo más probable era que no estuviera pues me
había dicho que trabajaría desde temprano. Así que yo, muy tranquilamente
ingresé al edificio y subí al ascensor feliz, pensando en la relación tan
perfecta que tenía y en lo mucho que me había recompensado la vida con ella. Me
acerqué a la puerta y la abrí de golpe, ignorando lo que mis otros sentidos
querían advertirme.
Allí, no podían ser más de tres metros, estaba
la persona que había amado por el último año. Pero no estaba solo o haciendo
yoga, que según él le encantaba. Estaba desnudo por completo, teniendo
relaciones sexuales con una mujer. Ella fue la primera que me vio y tengo que confesar
que nunca he reaccionado más lentamente a algo. Ella se asustó y gritó que era
un ladrón. Obviamente no tenía idea de nada, como yo. Él alcanzó a verme antes
de que mis pies respondieran y me sacaran corriendo del lugar. Bajé por las
escaleras y cuando me di cuenta estaba en el auto, saliendo del sótano del
edificio. A veces existen esas lagunas y las agradezco pues no podría haberlo
enfrentado.
Cuando me llamaron del trabajo les dije que
había perdido los folletos impresos y que los llevaría al día siguiente ya que
me sentía algo mal del estomago. Con eso, nadie preguntó más nada. Yo regresé a
mi casa y me quería morir. Lloré pero después me dio rabia y me lastimé a mi
mismo pegándole puños a la pared y a mi cara. Tuve que curarme esa noche y sentir,
de nuevo, como la sombra de todo lo que me había aterrado en la vida antes se
volvía a cernir sobre mi. Pero algo cambió respecto a veces anteriores y fue
que no dejé que ese dolor me consumiera. Decidí que las cosas debían cambiar y
cambiaron.
Él trató de buscarme para explicarme lo que
había visto, como si yo no supiera como funciona el sexo entre un hombre y una
mujer. Un día le contesté el teléfono y él me dijo que yo debía oírlo porque
era lo correcto. Yo lo mandé a la mierda y le dije que nunca más se atreviera a
llamarme. Claramente se sorprendió por mi reacción pues no dijo más nada y,
menos mal, no supe más de él. Como cosa rara, días después por comentarios de
la gente y recuerdos míos más claros, pude entender con que clase de imbécil
había tenido una “relación”. Estaba enamorado de si mismo, creyéndose lo mejor
de lo mejor. Parecía que le caía encima a cualquier cosa que se moviera y con
eso pude entender que no me había perdido de nada y que el que había ganado era
yo.
Nadie nunca me preguntó por los golpes en mi
cara y yo nunca se lo expliqué a nadie. No era algo de su incumbencia. Al y al
cabo había sido un error porque si a alguien debí golpear era a él y no a mi.
Porque odiarme a mi mismo cuando él había sido quien había hecho todo mal? Mi
autoestima me había jugado una mala pasada pero decidí que eso se detendría.
Era difícil pero no podía ser que me culpara y a mi aspecto de todo lo que
sucediera. Si la decisión era entre estar bien conmigo mismo o tener novio,
prefería lo primero toda la vida. Los hombres hay muchos y pocos valen la pena
así que siempre será la primera la mejor opción.
Algo que me relajó fue empezar a caminar por
ahí, a veces tomando fotos. Es gracioso pero algo bueno había sacado de la
toxicidad de la relación y era un aprecio por las imágenes. Claro que yo no
hacía grandes producciones demasiado reforzadas sino que tomaba fotos de cosas
que me gustaban en la calle. Algo así como postales personales. Hacerlo y
caminar, me dieron un respiro, como si hubiera abierto una válvula de escape
que dejara que todas mis preocupaciones y frustraciones salieran con
tranquilidad y sin herir a nadie. En el trabajo parecía que me ayudaba también
porque ahora siempre entregaba todo a tiempo y tenía así más tiempo de planear
otras cosas para hacer que antes no había querido hacer o no había tenido el
tiempo.
Lo más destacable fue conocer a Freddy. Era un
personaje la verdad y de esos que te hace pensar más de una vez. Lo conocí en
un parque mientras tomaba fotos y empezamos a conversar. Fue allí cuando me di
cuenta de que yo no era el mismo de antes pues jamás habría mirado a un hombre
como él: musculoso, tatuado, rapado. No dudé en decir que sí a su solicitud de
ir a su casa donde tuve el mejor sexo de mi vida. Nunca había sido así con el
fotógrafo, con tanta pasión y sin nada de compromisos ridículos que frenaran
nada. Freddy era divertido, gracioso, amable y hasta cariñoso. Y además era
bueno en la cama. Lo mejor de todo, sin embargo, era que yo no sentía nada por
él, excepto un aprecio enorme.
Mi vida se fue renovando así, lentamente, sin
yo hacer nada consciente pero teniendo por fin la varita para dirigir mi propia
vida. Ya no tenía la cabeza llena de estupideces, de amores imposibles y sueños
ridículos. La tenía llena de aventuras, de posibilidades y ganas de sentirme
bien conmigo mismo. Hacía cosas que siempre había querido hacer como escalar o
ir al zoológico. Por alguna razón siempre había pensado que eran actividades
para hacer con otras personas pero no era así. Era divertido hacerlo solo.
Obviamente a veces hubiese sido bonito compartir momentos con alguien pero para
eso servían los amigos y mi nueva manera de ver las cosas me fue proporcionando
muchos de esos.
Daniela era una artista, más que nadie que
hubiera conocido antes. Eso sí, ella no hacía cuadros ni esculturas sino
tatuajes y eran incluso mejores que esos otros. La conocí cuando me tatué un
símbolo personal en el brazo, hablamos mientras lo hacía y me di cuenta de lo
interesante que era. Lo primero que hicimos juntos fue un asado donde conocí a
su novio, su hermano y varios otros amigos. Eran personas diferentes a las que
había conocido en mi vida pero eso me gustaba y su manera de ver el mundo, al
fin y al cabo, no era tan distinta. Al cabo de unos meses podía considerarlos
mis amigos y por fin tuve con quién compartir esos momentos que antes había
disfrutado en solitario.
Con Freddy seguimos teniendo sexo hasta que él
tuvo que irse de viaje, pues le habían ofrecido un trabajo mucho mejor. Yo me
alegré mucho por él y esa vez el sexo fue más romántico, si se puede decirlo
así. Le hice un regalo y él me dijo que lo cuidaría siempre, pues muchos de los
momentos que habíamos compartido habían sido de los mejores para él en los
últimos meses. Debo decir que cuando me lo dijo, no lo creí. No creí que
pudiera hacer impacto, como fuere, en la vida de alguien. Nunca pensé que
alguien… Casi lo digo. Me sorprendió y me alegró el día. Fui a su fiesta de
despedida donde conocí a su familia y amigos y me di cuenta de las dimensiones de
la vida y porque vale la pena aprovecharla.
Cuando por fin pude ver a mi familia, que
vivía lejos, fue como un respiro para mi. Los extrañaba tanto y creo que no
había caído en cuenta de ello. Eran la pieza que me faltaba para sentirme de
verdad completo, de verdad curado de tantas cosas y no solo de la relación
fallida con el fotógrafo. No le puedo echar la culpa pues mis problemas venían
de antes y fue gracias a él, al fin y al cabo, que debo agradecerle mi nueva
vida. Y eso fue lo que hice un día que estaba con Daniela en una galería y lo
vi. Él tenía miedo, lo podía notar pero le sonreí, le agradecí y me despedí. No
hice nada más y seguí mi vida, contento de haber hecho lo correcto.
Lo que deparaba el futuro, no importaba. El
futuro puede tener tanto de malo como de bueno. Pero el punto para mi fue
hacerme un camino agradable hacia ese futuro en vez de amargarme la vida con nada,
pensando en los demás y jamás en mi. Yo tuve que pensar en mi y no me
arrepiento de haberlo hecho. Gracias a eso sufro menos, vivo más y tengo
mayores posibilidades de ser alguien que me sorprenda cada día más. Y que mejor
que eso?