La verdad es que hacerlo siempre me había
llamado la atención pero jamás lo había llevado a cabo. En parte por vergüenza
pero también porque nunca había tenido la oportunidad. Crecí muy lejos del mar
y cuando iba era con mi familia y pues ni modo de intentarlo con ellos al lado.
Allí estaba muy lejos de mi país, de mi familia y posiblemente de cualquier
persona que conociera o haya podido conocer en algún momento de mi vida. Era el
momento y el lugar ideales para intentarlo, además que ya no era la misma
persona de antes que todo le daba pena o que se complicaba por todo. No, la
vida tiene maneras para enseñarle a uno que vivir complicándose es lo más
idiota que hay.
Y pues ya no tenía tanto vergüenza como antes.
Es decir, todavía tengo pero no es tan grave como antes, que no podía ni pensar
porque me imaginaba todo lo que los demás pudieran decir y pensar. Pero ahora
ya no, no me importa la verdad. He aprendido que la mayoría de las personas
viven pendientes de los demás o porque saben que su vida es un lío o porque su
única motivación en la vida es sentirse mejor que los demás, lo que es mucho
más triste que nada de lo que se pueda uno imaginar. Es patético creo yo pero,
de nuevo, no me interesa.
Lo que sí es que siempre había tenido un serio problema con como me veía yo a mi mismo. Mi autoestima nunca había sido muy alta y esta era una manera de de pronto ponerla a prueba y ver de que material estaba hecho, para ver si de verdad había superado algunas de esas cosas de mi pasado.
Lo que sí es que siempre había tenido un serio problema con como me veía yo a mi mismo. Mi autoestima nunca había sido muy alta y esta era una manera de de pronto ponerla a prueba y ver de que material estaba hecho, para ver si de verdad había superado algunas de esas cosas de mi pasado.
Así que un buen día tomé el tren hacia la
playa y me bajé en un lindo pueblito que queda a unos veinte minutos del centro
de la ciudad donde yo vivía. Ya había estaba en ese pueblito porque había
asistido con algunos amigos a una fiesta allí pero nunca había ido al lado al
que me dirigía. Según las direcciones, debía caminar por todo el borde de la
playa hasta que se terminara el paseo peatonal. Allí debía seguir las
indicaciones y caminar por un paso entre las rocas y la arena de la playa.
Previniendo esto, me puse unos zapatos resistentes para no caer encima de
alguna piedra mal puesta.
El paseo peatonal era muy bonito. Aunque era
temprano, ya habían personas caminando para un lado y otro y algunas ya
formando sus campamentos de playa. Había gente que se quedaba allí todo el día,
tratando de lograr un tono bronceado para poder volver a sus trabajos el lunes
y así poder recibir los halagos de los demás. A quién no le gusta que le pongan
atención, que le digan cosas bonitas, sean las que sean? Es algo de humanos, de
seres con defectos. No tiene nada de malo en todo caso. Y menos si no tienes
una pareja sentimental en el momento o simplemente quieres ir a tomar el sol y
disfrutar del agua tibia de esa zona del planeta.
Cuando por fin llegué al fin del paseo
peatonal, vi de inmediato el pequeño aviso que indicaba por donde se accedía al
camino entre las rocas. Lo tomé pronto y me di cuenta que no era tan grave como
pensaba. Si había bastantes piedritas y la carretera pasaba casi al lado pero
no había nada de que preocuparse. Iba por la mitad cuando oí algunos ruidos y
me detuve. Era posible que me hubiera imaginando lo que oí pero quería estar
seguro. Me quedé en silencio y voltee la cabeza hacia todos los lados, aguzando
el oído y la vista pero nada. Debí habérmelo imaginado. Seguí mi camino con
tranquilidad, apreciando la belleza del lugar.
Al final del camino estaba una caseta de
madera y una playa que se extendía entre las roca arriba y el mar abajo. Se
veía muy bonito con la luz amarilla de esa hora y la suavidad del mar y su
sonido tranquilizador. Apenas pasé por la caseta, un hombre atrajo mi atención
hacia ella. Me saludó de la mano y me dijo que si necesitaba cualquier cosa,
allí era donde tenía que ir para pedirla. Vendía sandalias, toallas y trajes de
baño pero también comida como perros calientes y hamburguesas. Era un lugar
bastante curioso, cosa que me gustó de entrada. Asentí y seguí caminando y vi
lo que esperaba ver.
Al ser una playa nudista, no había ni una sola
persona con ropa. Según había leído, si alguien no quería quitarse algo era su
derecho pero debía respetar el de los demás a no usar nada. Pero aquí no
parecía haber ese problema dado que no había ni un solo hombre o mujer con una
prenda de vestir. Eso sí, había más hombres que mujeres y eso era de pronto
porque la zona era un destino “gay” bastante popular pero de todas maneras
había mujeres un poco por todas partes. La playa no era muy grande así que fue
fácil encontrar un lugar hacia las rocas, donde pudiese sentarme y ver que
pasaba.
Había un grupo de tipos que parecían esclavos
del gimnasio jugando voleibol, al otro lado una pareja de ancianos metiéndose
al agua de la mano, unos niños jugando frente a sus padres y la mayoría, como
en todas las otras playas, se bronceaban las nalgas o el pecho. Me quedé allí
mirando un rato y salté un poco del susto cuando alguien me saludó. No había
visto a nadie acercarse aunque ese no fue tanto el motivo de mi reacción. Era
más bien el hecho de que medio reconociera quien me estaba saludando. Sabía que
había visto ese rostros antes pero no sabía muy bien donde.
Y, lento como suelo ser, me acordé que era una
playa nudista al mismo tiempo que recordé quién era él. Había ido al colegio
con él hacía años y ahora estaba allí, desnudo, en frente mío. Era un poco
extraño y me demoré en reaccionar pero nos saludamos con un apretón de manos y
una sonrisa débil de mi parte. Me dijo que me había reconocido hacía unos
minutos y que se había lanzado a saludarme. Confesó que tal vez en
circunstancias más usuales no lo hubiese hecho pero que cuando uno está en una
playa nudista hay cosas que es más fácil decidir. Así que me saludó y me dijo
que estaba con su novia cerca del agua y que si quería ir con ellos.
La verdad es que no sabía que debía hacer pero
al parecer mi respuesta le llegó primero a él que a mi porque pasados un par de
minutos ya tenía todas mis cosas junto a las de ellos. La novia de él era muy
linda y parecía muy amable. No era, menos mal, la misma novia que había tenido
en el colegio. Con ella había tenido yo un problema porque era un joven exageradamente
estúpida que no aceptaba los errores que cometía. Recordarlo me dio un poco de
rabia, que se disipó cuando la nueva novia me preguntó si iba a quedarme
vestido. Me sonrojé al instante.
Lo cierto es que entre mirar a los demás y mi
compañero de colegio, se me había olvidado lo esencial. Así que, esperando a
que los demás se pusieran a hacer otra cosa, me quité el traje de baño con el
que había venido hasta allí. Se sentía como estar robando o algo parecido, además de que estaba seguro de que me había vuelto rojo. Esa
era la adrenalina pasando a toda velocidad por el cuerpo pero bajó a niveles
históricos después de un rato cuando me di cuenta que el mío era uno más entre
otros tantos cuerpos. Nadie me miraba, ni me juzgaba, así que recibí una cerveza de mi ex compañero y nos
pusimos hablar de ese tiempo y de todo lo que había pasado desde entonces.
Lo más cómico del asunto es que nosotros jamás
hubiésemos hablado en el colegio. Él era de los chicos y chicas que eran el
grupo más prestigioso, aunque yo nunca supo porque lo eran, del colegio. Chicos
guapos y chicas lindas que salían uno con el otro hasta lo que parecía el final
de los tiempos. Su novia, la detestable, era uno de ellos también y mi pelea
con ella canceló cualquier remota posibilidad que hubiese de interactuar mejor
con ellos. Pero después me di cuenta que eran tan idiotas como su amiga
entonces al final no había nada que hacer.
Hablar con él ahora era extraño pero parecía
un persona distinta. Así yo nunca haya creído en el cuento de que la gente
cambia. Había madurado, era eso. Después de un rato llegaron algunos amigos de
él y propusieron un juego de voleibol a lo que me negué porque los deportes
jamás habían sido lo mío. Con la novia de él gritamos los puntos, entre risas,
y al finalizar les trajimos cervezas frías y varios platos de papas fritas con
salsa de tomate. Todo estaba perfecto y pude hablar con un par de sus amigos,
uno de los cuales parecía muy interesado en hablar conmigo.
Cuando por fin entré al agua, me sentí más tranquilo
que nunca. Y no, no creo que haya sido solo por el hecho de haber estado
completamente desnudo. También era porque me había abierto a un grupo de
virtuales desconocidos y todo había salido bien. A veces es demasiado agobiante
tanto teléfono celular, tanta internet, tantas cosas que son pero en verdad no
importan o no existen. El contacto humano siempre será la mejor experiencia y
no pudo haber mejor final para esta experiencia que una cerveza fría mirando el
atardecer.
Tiempo después estábamos en la plataforma de
la estación, esperando el tren para volver a casa. Hablamos todo el camino
hasta que tuvimos que separarnos, único momento en el que saqué mi celular para
anotar la información de cada uno. Me despedí y caminé a mi casa contento
porque había intentado algo nuevo y había salido bien. Había saltado a lo
desconocido y resultó que no podía haber salido mejor. Tal vez volvería o tal
vez no pero lo importante es que lo hice y no me arrepiento.