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lunes, 8 de junio de 2015

Desolado

   El edificio tenía ocho pisos de altura, cada piso una sección diferente de la tienda. Un piso para hombres, otro para mujeres, otro para zapatos, otro para comida y así. No había nada que vendieran que no se pudieran encontrar allí y lo más probable es que si no hubiera algo era porque o no existía o no lo tenía todavía y podían buscarlo en tiempo record. En sus buenos tiempos, la tienda había sido el mejor lugar de la ciudad para ir de compras, ya que tenía tanto marcas genéricas como marcas de lujo y, aunque era un poco más caro que una tienda normal, era bastante práctico por tener todo bajo un mismo techo.

 Pero hoy en día, el edificio tenía plantas creciendo un poco por todas partes y la humedad se estaba comiendo cada rincón poco a poco. De hecho, el primer piso estaba inundado y no sé sabía bien porque. El grupo que caminaba por la ciudad buscando donde vivir, que hacer y como hacerlo, recordó que la tienda todavía estaba allí y decidieron visitarla.

 Hay que mencionar que el mundo no era ya lo que había sido. Muchas de las personas habían desaparecido o muerto durante las batallas de hacía unos años. Solo pequeños grupos de personas sobrevivían todavía, peleándose por lo poco que quedaba. Ya no había cultivos de nada y la producción en cadena que había sido el orgullo de tantos ya no existía. Las fábricas habían sido destruidas o, como la tienda, habían empezado a ser consumidas por la naturaleza. Y el frío gobernaba, casi por todos lados.

 El grupo mencionado consistía de trece personas. Eran hombres y mujeres que se habían ido uniendo poco a poco, a lo largo de varios kilómetros de recorrido. La verdad era que no querían llegar a ningún sitio en especial. No había una meta a cumplir o un logro especial al final de la línea. De hecho, no había final de línea porque tendrían que estar siempre en movimiento, buscando que comer y como sobrevivir hasta que sus cuerpo no tuvieran más opciones que caer al suelo y empezar a pudrirse lentamente.

 Fue la idea de una de las mujeres, llamada Carmen, la de buscar la tienda. Les contó que en los buenos tiempos allí había de todo y que no tendría porque haber cambiado. Obviamente mucha de la comida estaría dañada y algunas prendas de vestir estarían enmohecidas por el paso del tiempo, pero era mejor que nada. Antes de que ella sugiriera la tienda, nadie más sabía que hacer. Algunos había sugerido caminar hacia el mar, hacia el sur donde hacía más calor, pero eso tomaría días o semanas y con una niña pequeña en el grupo eso sería difícil. Además, otros grupos podían estar cerca o los podrían seguir hasta cercarlos en algún lugar para matarlos y eso no era lo que querían.

 Así que se encaminaron hacia la tienda y, tal como Carmen la recordaba, estaba allí un poco dañada y decaída pero existía y eso era lo más importante. El grupo se separó apenas entraron, cada uno relajándose al ver tanto lujo y tantas cosas reunidas. Era una visión que ya no había en ningún lado y verlo allí parecía como ver una de esas fotos de los libros de historia que muestran cosas que fueron pero ya no son, cosas que el pasado tuvo pero el futuro olvidó o simplemente no quiso retomar.

 Después de caminar lentamente sobre la superficie mojada del primer piso, se decidió que cada persona podía hacer lo que quisiera en las próximas horas pero que al caer el sol se reunirían en el último piso, donde podrían dormir y en la mañana decidir que hacer. Cuando se separaron, un sentimiento de felicidad se propagó lentamente. Nadie celebró, ni sonrió ni saltó ni nada por el estilo. La gente ya no hacía eso. Pero sintieron ese calor especial en el corazón, ese calor que se siente al descubrir algo nuevo o al estar en las puertas de un descubrimiento.

 Las mujeres se dirigieron primero al piso de calzado para mujer. Algunas habían caminado varios días en zapatos que les hacían doler los pies. Todas se descalzaron y empezaron a mirar la variedad que había. Tantos colores que ya no se veían y diferentes diseños. Era imposible no pensar que el pasado había sido mejor. Como iba a ser el presente mejor que el pasado cuando ya no había nada, cuando la creatividad que había motivado a los constructores de este edificio ya no existía?

 Un par de mujeres se dirigieron de ahí a la zona de electrónicos y encontraron lo que buscaban: un masajeador de pies automático. Contentas, volvieron al piso de calzado y jugaron un buen rato con el aparato, turnándose para que cada una lo pudiese probar. Los hombres, mientras tanto, se habían dispersado más. Algunos buscaban chaquetas que abrigaran más, para los fríos vientos que ahora soplaban. Otros buscaban armas, las que fueran, para tener como alimentarse y defenderse. Y otros miraron los aparatos electrónicos, muchos de los cuales ya ni funcionaban pero era fascinante verlos de todas maneras.

 El tiempo pasó y hacia la media tarde se reunieron el piso de la comida, donde habían habido varios restaurantes así como venta de productos listos para llevar a casa. Mucha de la comida estaba dañada pero ya el olor de lo podrido ni existía. Buscaron con cuidado y vieron que había comida en lata o empacada al vacío y alguna estaba todavía buena o al menos se podía utilizar. Hicieron un circulo grande en el que comieron cosas que habían encontrado en la tienda y otras que habían ido recogiendo en su larga caminata. Había más que todo frutas pero también productos hechos con harina, bebidas gaseosas (que no tomaban hace años) y dulces variados.

 Para ellos, fue un festín. Ya nadie comía así y nunca más nadie volvería a comer así. Todos los que estaban en el circulo habían hecho sacrificios y habían sufrido perdidas dolorosas. Pero tenían en común que no miraban al pasado muy seguido. Lo recordaban y les dolía, eso claramente, pero no se dejaban dominar por él ni lo pensaban demasiado. Esto era porque no querían quedarse estancados en un punto, así como le había pasado a la humanidad. Todos estaban de acuerdo que esa había sido la razón para la guerra y el odio. La gente había perdido la inventiva y solo se fijaba entonces en las diferencias, en lo que los separaba. Entonces, sin nada más que hacer, se empezaron a matar como locos.

 El mundo hoy en día era para los pocos que habían quedado, para gente diferente pero ahora unida bajo un ideal de supervivencia. Fue ese anhelo por seguir viviendo que había llevado a otros grupos a ser más violentos y agresivos. Ese era el caso del grupo que entró en la tienda mientras ellos comían en circulo. Menos mal, y por alguna extraña razón, algo cedió al peso de los años y se derrumbó en el primer piso, cayendo sobre uno de los hombres agresivos y haciéndolo gritar. Esto alertó a quienes comían, que rápidamente recogieron todo y se escondieron en las escaleras de emergencia, que parecían una cueva de la oscuras que eran. Se reunieron todos allí, mientras unos pocos sostenían armas para defender si era necesario.

 La espera era horrible porque duraba y duraba y no pasaba nada. No podían ver a su atacantes pero sabían que estaban allí. En silencio, fueron bajando piso tras piso. Tuvieron máximo cuidado de no hacer ningún tipo de ruido. En el tercer piso, los vieron de lejos. Estos tenían rifles y otros tipo de armamento. Definitivamente, siempre iba a haber gente con más sed de violencia y sangre que otra. En ese punto pasaron con cuidado, porque no estaban muy lejos. Pero, afortunadamente, no se dieron cuenta.

 Cuando el grupo llegó al primer piso, pudo abrir una salida que habían usado los antiguos trabajadores de las bodegas de la tienda. Era una salida a una calle lateral, por la que el grupo se escapó y cruzó la calle con rapidez. Arriba en la tienda, el grupo armado se dio cuenta de que los habían burlado pero ya no había como seguirlos o cazarlos. No era de tanta importancia, más aún cuando los habían llevado a semejante sitio, con tantas cosas que podrían ser utilizadas para lo que ellos necesitaban.

 El grupo pacifico cruzó varias calles, con Carmen a la cabeza, hasta que llegaron a un río. En la parte baja del mismo había un barco enorme que parecía haber sido antes un restaurante y nunca utilizado de verdad como barco. Todos subieron y exploraron el lugar: estaba desierto, sin comida ni nada útil. Pero sí tenía gasolina. Entonces tal vez si se había desplazado, al menos distancias cortas, en el pasado. Rompieron a patadas el pontón que unía al barco con el borde del río y encendieron la máquina. Rugió como un león enfurecido por un rato pero luego se calmó y empezó a ir río abajo, ayudado por la corriente.


 Iban ahora hacia el mar. Pero no hacia el que querían ir, donde había calor y tal vez alimento. No, se dirigían al norte, donde el frío era más fuerte. Tal vez allí no hubiera grupos agresivos. O quien sabe… El caso es que tenían que hacer algo, no podían quedarse quietos.  En cuestión de horas habían dejado la ciudad atrás y pensaban ahora en el futuro. Todos en el barco estaban contentos de tener más tiempo de vida pero ahora pensaban que tanto tiempo podría ser si era bien sabido que el norte era tierra del hielo y la muerte.

viernes, 17 de octubre de 2014

Sex Shop

 - Tienes que trabajar. O estudias o trabajas. Así de fácil.

Tan claro lo había dicho la madre de Alicia, que no había manera de pelearle nada. Su indecisión por elegir una carrera adecuada, sumado eso al hecho de que no había mucho dinero para estudios, había sido una carga pasada para la joven de 18 años.

Sus padres ya estaban hartos de verla por ahí en la casa, "haciendo nada" como ellos decían, y le habían llamado la atención dándole un ultimatum.

No tenía todavía ni idea que quería estudiar. Había mucho de donde elegir pero nada que la apasionara. De hecho no entendía bien el significado de esa palabra. No sentía nada así por nada ni por nadie. Pensaba que seguro sería algo interesante y bonito, pero no lo sentía y cuando no se siente algo, no aparece por simple voluntad. Hay que esperar.

La opción de buscar trabajo parecía, de algún modo, más sencilla que la de buscar una carrera que le gustara en serio. Buscó y buscó por los clasificados. Cada día que compraba el periódico para su jubilado padre, tomaba la sección de su interés y resaltaba los trabajos que resultaran atractivos.

Resultaba que para todo, hoy en día, había que tener especialización, saber inglés y tener maestría y doctorado. Lo pedían hasta para atender en centros de llamadas, llamadas de países hispanohablantes. Simplemente ridículo.

Envió su hoja de vida a cuanta empresa encontró, describiendo sus cualidades y don de gentes, pero esto no parecía tener efecto.

Ahora su único desahogo, sus amigas, se había convertido en algo fastidioso. Siempre que quedaban para verse, hablaban de los maravillosos trabajos, lo ocupadas que estaban y los proyectos que tenían en el corto plazo para el dinero que estaban ganando. Alicia solo sonreía y trataba de cambiar el tema a algo más banal pero siempre volvían a lo mismo.

Un buen día, salió a caminar. Estaba harta de la casa y había decidido salir por ahí a despejar la mente. Caminó por una avenida con bastante comercio que quedaba cerca a su hogar. Había bastantes personas yendo y viniendo, olor a comida y personas contentas. Ella no lo estaba.

Después de caminar un buen rato, se detuvo frente a un local grande pero con las ventanas tapadas con un velo rojo. No se podía ver hacia adentro. El sitio no tenía letrero que dijera que había dentro pero Alicia podía ver luces adentro y sombras.

Se acercó a la puerta y allí vio algo inesperado: había una hoja pegada en la puerta. Solicitaban empleado de tiempo completo pero no detallaban en que consistía el trabajo. Alicia pensó que habiendo gastado todos los cartuchos, cualquier cosa podía ser opción. Empujó la puerta y entró.

El lugar tenía una luz roja bastante fuerte y el ambiente se sentía pesado, como si se pudiera sentir en los hombros. Frente a la chica, había unas cinco filas, paralelas, de estantes llenos de películas. Y ahí entendió que clase de tienda era. Viendo que al fondo había un mostrador, atravesó uno de los pasillos para llegar. Era la sección de "Asiaticas" y "Latinas". Trató de no mirar detalladamente las carátulas de los estuches porque si lo hacía seguramente reiría, como siempre le pasaba cuando se ponía nerviosa.

Llegó al mostrador. Allí estaba Miguel, sentado sobre una silla alta, leyendo una revista. Alicia se aclaró la garganta. El chico, algo mayor que ella, la miró.

 - Hola.
 - Hola.
 - Ehm... Vengo por el aviso... El de la puerta.
 - Ah...

El chico se puso de pie, le hizo una seña a Alicia para que lo siguiera y atravesó una cortina de cuentas rojas. La joven lo siguió algo nerviosa. Había cabinas por ese pasillo pero por los sonidos dudaba que fueran para llamar por teléfono. Al final del corredor había una puerta que Miguel abrió con una llave de seguridad.

Al otro lado había una casa, común y corriente. Parecida a todas las otras que había en el barrio. Bien iluminada y con escalera en espiral.

 - Espera aquí.

Miguel subió dejando a Alicia atrás. De pronto, se le ocurrió la idea de que podría ser que estuvieran buscando chicas para desnudarse o algo por el estilo. Y sus manos empezaron a sudar y quiso irse pero la puerta estaba cerrada y no sabía por donde más salir de allí. Muy tarde, se oían pasos bajar.

Era un hombre parecido a Miguel, que venía detrás. Era gordo y bonachón, algo calvo.

 - Mucho gusto. Alfredo Prada, como la ropa.
 - Alicia García.
 - Vienes entonces por el trabajo?
 - Sí pero...
 - Tranquila, no hay nada de que preocuparse. Ven.

Siguieran a un estudio y allí se sentaron los tres. Miguel no decía nada. Su padre empezó a hablar y le explicó a Alicia que necesitaban un empleado para la tienda, ya que solo eran tres personas en el momento.

La joven iba a hablar pero el señor le dijo que sus obligaciones serían de aseo, arreglar los videos, atender a la gente y tal vez cobrar. Alicia estaba evidentemente aliviada y Alfredo lo notó.

 - Es que pensaba que... necesitaban chicas para...

No completó la frase pero Alfredo igual rió y Miguel le sonrió. No contrataban chicas en el sitio. Le explicaron que solo era una tienda de videos y accesorios sexuales y que ofrecían a los clientes la posibilidad de ver las películas en el sitio. Nada más.

Volvieron luego a la tienda y le mostraron todo: las filas de películas y los estantes donde exponían los accesorios a la venta. Desde esposas hasta disfraces. Alicia, extrañamente, sintió curiosidad y empezó a querer saber más. Esto le gustó a Alfredo y la contrató, sin pedir hoja de vida ni nada más.

Y así fue como Alicia empezó a trabajar en un "sex shop", sin decirle a sus padres. Le había dicho que era una tienda de ropa en el centro para que nunca fueran a verla trabajar ni nada parecido.

Se hizo amiga de Miguel, que resultaba ser un músico empedernido. Había estudiado piano cuando pequeño y ahora iba a clases de canto y guitarra. El señor Alfredo era un amor de persona, siempre le invitaba a comer con su familia y la consideraba de sus mejores adquisiciones para la tienda. También conoció a Mireya, la mamá de Miguel y esposa de Alfredo. Una mujer grande en todo sentido, igual de amable que su esposo. Todo era perfecto.

Tanto así, que empezó a darle ideas a Alfredo, cuando llegaba la hora de cerrar. Con la ayuda de Alicia, la tienda cambió la iluminación por una menos "agresiva" así como la vitrina. No ponían vibradores o películas allí pero sí disfraces y accesorios inofensivos. Esto atrajo nueva clientela, sobre todo de parejas que buscaban darle un giro a sus relaciones.

Tuvieron también la idea de cambiar el tipo de estantes para generar más espacio y también se sumaron nuevas categorías para atraer más público. Todo tipo de película XXX estaba en la tienda e hicieron tratos con los mejores proveedores.

Un año después, convenció a don Alfredo de poner una sucursal en la zona "alternativa" de la ciudad. Las ventas iban por los cielos y la gente los seguía en todas las redes sociales. Esta colaboración también había resultado en una relación estable entra la joven y Miguel. Se entendían y compartían gustos.

Alicia, la chica que no sabía que hacer con su vida, encontró entonces una pasión. Tal vez una poco común pero era suya y nadie se lo podría arrebatar nunca.