martes, 27 de octubre de 2015

Cosa de una noche

  Todo había ido bien hasta que decidió recostarse en mi pecho. Me abrazó con suavidad y se quedó ahí, con los ojos cerrados, como si no fuera moverse de ahí nunca más en su vida. Sinceramente, eso me asustó. Yo estaba listo para decirle que ya podía irse he incluso había revisado el horario de los buses para decirle cual le servía y en donde podía tomarlo para que llegase pronto a su casa. Pero no, él decidió recostarse en mi pecho y quedarse ahí toda la noche. Por un buen rato, quedé como de piedra y no me movía, como si hubiesen hecha miel por todos lados y no quisiera untarme pero pasado un tiempo tuve que relajarme y acomodarme como mejor pude para dormir. Él parecía auténticamente dormido y solo ajustó su cuerpo cuando me moví.

 Al otro día, me di cuenta que había dormido más de la cuenta. Era sábado, así que no importaba, pero no me gustaba dormir demasiado porque después el día parecía ser demasiado corto. Él ya no estaba recostado en mi pecho y lo agradecí. Me desperecé y salí de la cama al baño, a lavarme la cara y verme en el espejo. Se me notaban las cervezas y el estomago me gruñía como un perro por haber tomado, además, esa botella de vino. Esperaba que no me hiciese daño, como ya había pasado, porque planeaba un sábado familiar y no podía decepcionar a nadie al no ir. Decidí ducharme de una vez para estar listo más rápidamente. Allí dentro borré el recuerdo del hombre dormido en mi pecho y solo pensé en que había sido una buena noche, tal y como había querido.

 Normalmente yo no hacía nada los viernes por la noche. Había ocasiones en las que mis amigas me invitaban a tomar algo o a bailar pero no era algo muy frecuente pues ellas también tenían sus vidas, parejas y familias y otros amigos y no podía ser algo de todas las semanas. Así que de resto, era solo yo viendo y tomando cervezas que me ayudaban a dormir después de una semana de trabajo en la que seguramente el sueño había sido escaso. Pero ese viernes me entraron ganas de hacer más cosas y, por internet, di con ese personaje, con el que ya había salido hacía mucho tiempo pero que solo quería ver una vez más y no precisamente para recordar los viejos tiempos. Podía haber sido un error.

 Cuando salí de la ducha, me sequé rápidamente y dejé la toalla de lado para elegir la ropa que me iba a poner. Estaba concentrado eligiendo los calzoncillos cuando pegué un grito digno de una princesa de cuentos al ver por el rabillo del ojo que Juan, el que se había quedado dormido sobre mi pecho, había entrado a la habitación con una bandeja llena de cosas para comer. El grito no lo escuchó o fingió no escucharlo. Yo automáticamente tomé la toalla y me cubrí. Este sí que le pareció gracioso e hizo un comentario, que ahora no recuerdo cual es pero algo tenía que ver con lo que había cubierto.

 Le pregunté porque no se había ido a casa y me contestó, todavía sonriendo, que había querido darme un sorpresa al prepararme el desayuno. Me pasó la bandeja y vi que había ido a la panadería a comprar cosas porque mi cocina estaba más bien vacía. Lo miré a los ojos y no podía decirle otra cosa que no fuese gracias. Le dije que me tenía que preparar para salir con mi familia a lo que él respondió, sin pensarlo al parecer, preguntando si podía ir. Por un momento no dije nada, pensando que se iba a dar cuenta de su propio error pero como no dijo nada le contesté que no podía llevar a nadie. Para darle gusto, me tomé el jugo de naranja y me comí un pan con chocolate que había en un platito. Le dije que el resto me lo comería luego pero que primero necesitaba que fuese a casa.

 Por lo visto, él lo tomó como preocupación mía por él y por eso me hizo caso. Es obvio que yo no tenía la menor preocupación por él sino de él pues tenía miedo que pudiese forzar su presencia en un evento familiar como el que iba a tener. Apenas salió de mi apartamento, cerré la puerta con fuerza y me arrepentí de mis arranques nocturnos. Además porqué había tenido que ser él? Aunque, recordando el pasado, yo no recordaba que él fuese un personaje tan obsesivo y francamente de miedo. Debía de haber sido algo que había pasado en el tiempo que no nos habíamos visto, que habían sido varios años. Seguramente alguna experiencia lo había cambiado o se estaba haciendo el loco. Quién sabe?

 Yo terminé de vestirme, comí las tostadas que Juan había hecho y salí de mi casa pues estaba con el tiempo justo. La celebración era el cumpleaños de mi abuela, la única de su generación que nos quedaba en la familia. Obviamente era algo que celebrar, más aún cuando en su vida ella no había celebrado mucho que digamos su cumpleaños. Su familia era humilde y no tenían para esas cosas, además que en el pasado solo los ricos se preocupaban por cumplir años, los pobres tenían mejores cosas que pensar que esas. Así que ella estaba entre entretenida y amargada, pues la idea era confusa en su mente y no era para menos si de ochenta cumpleaños solo te han celebrado una cuarta parte o menos.

 Hubo torta, hubo mucha comida y todo se hizo en un espacio alquilado por uno de mis tíos, una finca hermosa con el prado salvaje y perros corriendo por un lado y otro e incluso algunos animales de granja. La idea era darle un toque del campo, así fuera la parte más comercial de este. Yo comí y la pasé bien pero a cada rato, exactamente cada hora, recibía un mensaje de voz en mi celular de Juan. Me deseaba buen día y buena suerte en todos pero también agregaba comentarios más privados, los cuales yo trataba de escuchar alejado del resto de mis familiares. Hubiera sido bastante particular si oyeran algunos de los comentarios de Juan.

 Mientras comíamos y demás, y después de recibir otro mensaje con línea para adultos, me puse a pensar en él y traté de entender que era lo que pasaba. Sería que en serio yo le gustaba? Pero desde cuando? Cuando salimos hace años él no mostró tanto interés y la verdad era que yo no estaba nada acostumbrado a este nivel de atención. Que no era el mejor tipo de halagarme, es cierto, pero era mucho más de lo que yo recibía normalmente de los hombres, con lo que salía y con los que no. Mucha gente cree que por tratarse de hombres que salen con hombres las cosas son más sensibles y la verdad es que no. Normalmente no tengo que decir “Vete de mi casa” ya que cuando lo pienso ya lo están haciendo. Es en parte lo que no me gusta de todo el asunto.

 A veces esas caricias, esos besos y hasta el sexo mismo se siente artificial, como que no hay nada detrás de todo eso, que todo es una actuación espectacular de dos actores que han decidido compartir una genial obra entre los dos. Se pasa bueno, claro que sí. Pero también se siente muy vacío a veces y puede llegar a cansar. Además, no estoy acostumbrado porque nadie nunca me había dicho lo que él me decía y por eso es que ese día escuché los mensajes completos, así me fastidiaran un poco. Es extraño pero me sentía extrañamente bien de oír su voz, así supiera que si seguían las cosas igual tendría que detenerlo para explicarle que yo relaciones sentimentales, no busco con nadie.

 El día con mi familia fue simplemente espectacular. Vi a muchas personas que no veía hace muchos años y pude pasar el tiempo con mis hermanos y mis padres, que veo seguido pero que no me canso de ver. Además jugué con los perros y hablé con mi abuela junto a los animales. Allí me contó que todo le parecía muy gracioso, pues ella jamás había tenido dinero para tener tantos animales en un mismo sitio, aunque los hubiese tenido de haber podido. Pero ella apreciaba el gesto y yo aprecié que me contara eso y más confidencia de su vida que debí guardar mejor porque mi memoria es débil y son historias dignas de contar, ya sea en un libro o una película o en lo que sea.


 Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue quitarme la ropa y cepillarme los dientes. Era tarde y la verdad estaba cansado, sin hambre, solo con unas ganas increíbles de estar en la cama y dormir. Me metí entre las sabanas y me acomodé de la manera que más me gustaba pero entonces me di cuenta de algo y no me pude dormir al instante. Tuve que tomar mi celular y escribir un poco porque sabía lo que necesitaba. No pasaron veinte minutos y llegó él. Nos acostamos en la cama y lo abracé. No quería saber lo que pasaría luego o si era un error. Era lo que necesitaba en ese momento y no creo que eso sea algo malo. Sus pies estaban tibios y le besé la nuca a Juan antes de quedarme dormido.

lunes, 26 de octubre de 2015

Tea with Deb

   She puts five drops of lemon juice on her tea and then tastes it, to know if it’s the proper amount. It is: combined with the sugar and the quality of the tea, the beverage is perfect. She asks for a napkin and sips even more tea, as she watches out for her guest to make an arrival. The café is quite filled with different kinds of people but she would notice someone that shouldn’t be there or at least felt awkward, in a moment. She gives one, two and three sips, still waiting. She even eats some of the pastry she had asked for, instead of waiting to share it with someone else. She has never being very good at patience and it shows: she moves her leg, posed over her other leg, with a rhythmic movement that would put any dog nearby into a deep hypnosis.

 Finally her guest arrives. She’s a young woman called Gaby, the daughter of her late husband. Since he died, they haven’t really seen each other, partly because their relationship was never very good. Not minding that, she waves to the young woman who doesn’t respond but has obviously seen her too, as she walks towards the table. She arrives and tries to smile but fails, instead sitting down and receiving the menu from a waiter that has appears out of nowhere. The woman tells her what’s good in this café, what kind of beverages they have and what to eat, but Gaby is not very focused or doesn’t seem to be at least. She breathes in slowly and lets out air through her nose in the loudest and most annoying way. The woman drinks more tea to calm her nerves.

 Gaby then puts the menu aside and asks her why she asked to meet her.  The young woman is obviously not comfortable, grabbing her purse as if she was afraid someone might steal it away right there. The woman sips a bit more tea and waits a few seconds to answer the question; meanwhile Gaby pierces her with her sight. She then declares she missed her and that since the death of her husband, six years ago, she has been trying to put her life together. She realized, or so she says, that she never really gave Gaby a chance when they lived together, not even trying to form some kind of relationship of any kind. She says she only wants for them to be friends and to be united by the memory or their beloved Peter.

 But the young one doesn’t look very impressed by the words of her former stepmother. She just looks at her and, finally, sighs and smiles saying: “You kill me, Deb. You do.” Deborah, a name she had forbidden Gaby to use when in her presence, has shrills all over her body and turns around instinctively to know if someone has heard the comment. No one is looking at them, actually many customers have left the café, as lunchtime is now over. She sips more tea, which runs out and calls, with a trembling hand, another waiter and asks him for more tea. When she looks at Gaby, the girl is still smiling.

 Gaby asks the waiter for a cappuccino and a croissant filled with chocolate. He leaves, not without looking at the horrified face of Deborah. Her expression has contorted into an awful grin and all because she has begun remembering the past. A past where she hated her husband Peter and had only wanted to marry him for the money but in the transaction she never thought she would have to put up with a little kid, he’s annoying daughter who was in that age when they just look at you and seem to know everything about your life and accomplishments. She was a pretty girl, but annoying like any other kid and Deb knew she had to make Peter realized she was the important one in his life and that’s why she planned getaways together, that didn’t include Gaby.

 The girl, now twenty years old, just smiles. She knows what Deb has on her mind and she loves that the woman is now regretting of have a small reunion with the stepdaughter she never wanted. When the cappuccino and the croissant arrive, she starts eating and drinking loudly, only to annoy her stock up companion across the table. Deb is annoyed, extremely annoyed, as her life has always been one when she faked to be someone that she wasn’t. She had always preferred etiquette and glamour to many other things in life like honesty and hard work. Gaby knew her father was her third husband and that she had now divorced number five. She was what many people would call “a gold-digger”.

 Gaby said it out loud and it had the expected reaction: Deb smashed her fist against the table, spilling her tea and dropping some sugar cubes to the floor. A waiter, apparently someone that had know her for a while, came in fast and helped her clean up and pick up what had fallen to the floor. She stood up and Gaby was hopeful she would leave first, humiliated. But she didn’t, she just dusted off the sugar and some tea and sat down again, with more rage in her eyes that she had ever seen. She remembered then the time she had seen him drink like a sailor because her father hadn’t arrived from a trip and she “needed” him urgently. Of course, the real reason was that she needed money.

 To be honest, the girl didn’t understand how it was that a woman that had been married so many times had no idea of keeping money. One would think a person in that line of business would know to save a little for the future, as looks vaporizes fast and life is more and more expensive each day. She still kept her good looks, her nice dresses and her appointments to the beauty salon, but she was very late in her rent payments, she couldn’t get a job and a former lover had come to her, with wishes to blackmail her, thinking she had money but she had none. He didn’t believe it and kept asking for money.

 Gaby did not know this and Deb wouldn’t tell her. Breathing slowly, Deb told the girl she had not been a great stepmother but that was precisely the reason why she had decided to make contact again; in the hope they could be friends. To the sound of the word, Gaby started laughing, again attracting the attention of the restaurant’s staff and of the few customers. But she didn’t mind, she kept laughing, authentically crying because she had found Deb choice of words extremely funny. She smiled to her and just couldn’t reply back because she found the situation so ridiculous and out of every context. She finally got serious and asked Deb how much money she needed and why she needed it. Deb, of course, started acting confused and offended but it obviously didn’t work.

 Still smiling, the former stepdaughter told her she knew what moved her and what had made her marry her dad. Faking been horrified or something like that would not work, as she had known her much better than her father. Deborah attempted to talk but Gaby continued, reminding her that only she knew about the lovers she had back then and about the amount of money she spend on useless things. She was a shameless whore who just wanted money and a place to feel safe but Gaby wouldn’t be the person to provide for her. She had to find someone else to believe her, to buy into her trap of a femme fatale in distress, a performance for which she was growing older and older, becoming a comedic role.

 This hit Deb right in her pride. Suddenly her facial expression changed as well as her body language. The red in her face did not go away but it was obvious the real her had finally come out. She approached Gaby over the table and, in a really low register, told her that what her life was like and what she had done with it, was her problem. Who she was a result of a series of things that had happened to her and that a spoiled brat like her would never understand. She pitied her for being so blinded by her youth and by her morals, which she would never think were wrong. She said, before pulling away, that she had done what she had to and that she wasn’t sorry.


 It was Gaby who stood up first, grab a bill from her purse and put it on the table. She looked at Deb, not angry but with disgust. She told her that women like her were just poison and that she was just scum, not only for marrying old timers for their money but because she had the nerve to ask her for money, because she knew that’s what she wanted. She had no shame and she pitied her. Gaby turned around and left in a huff, leaving Deb drinking her tea, trembling because of all the rage inside of her. She picture every single one of those men and those lives she had lived through in the past and the only thing she could to was to throw her blessed tea cup across the room and smash it against a wall.

domingo, 25 de octubre de 2015

El hombre desnudo

   A Jonathan Frey siempre le preguntaban porqué se había ido a vivir tan lejos. Su respuesta era que esa distancia le ayudaba a separarse de los demás y así purgarse de culpas y odios que todavía tenía adentro. Además, siendo un escritor con un agente lo suficientemente bueno, podía vivir en el fin del mundo si quisiera y de todas maneras le iría igual que si viviese en la ciudad. Volvía su ciudad natal cada cierto tiempo, para arreglar cosas del trabajo sobre todo relacionadas con la promoción de su último libro. Pero la verdad es que odiaba estar allí de nuevo. El ruido de los carros era lo peor para su cerebro, lo mismo que las personas y su cacareo constante que no iba a ningún lado. Siempre se quedaba máximo una semana y si no estaba todo terminado en ese lapso de tiempo, pues se dejaba para después o simplemente no se hacía.

 Después de uno de sus viajes, volvió a su pequeña cabaña en el bosque en su camioneta vieja y confiable. Le encantaba ese vehículo así no lo usara demasiado: sus manchas de óxido y sus llantas llenas de barro le recordaban amablemente lo bueno que era estar de vuelta en casa. Había traído provisiones para no volver a la civilización en un buen tiempo. En casa lo esperaba Alicia, su perra huskie que un granjero le cuidaba todos los días. Esta vez le había dejado demasiada comida pero Alicia, afortunadamente, era educada y solo comía lo suficiente para un día y no más. Jonathan la acarició y le besó la cabeza, luego dejando la caja de cosas que había comprado sobre un mesa de madera basta que le servía de comedor.

 Era temprano, así que decidió tomar la caña de pescar y salir con Alicia a buscar comida para la cena. Se le antojaba una de esas deliciosas truchas naturales con especias de verdad y limón. Nada de esos disque pescados que vendían en la ciudad que no sabían a nada y costaban demasiado dinero para la porción tan lamentable que servían. El río estaba bastante cerca pero separado de la casa por un pequeño bosque que protegía de las inundaciones ocasionales, sobre todo en invierno. El ambiente olía bastante a plantas y tierra. Había llovido hace poco y el entorno se había alterado de la manera más agradable posible. Para Jonathan, fue como si su hogar le diera una calurosa bienvenida.

 Llegó a la orilla del río y se sentó, con Alicia a su lado. De la tierra sacó unas tres lombrices, lo que le tomó pocos minutos pues la lluvia las había hecho salir.  Puso una en el anzuelo y empezó la faena de paciencia que era pescar. A Alicia no le gustaba mucho la idea, pues seguido iba y venía mientras Jonathan no se movía ni un centímetro. Más que estar concentrado, el escritor que no pasaba de los cuarenta años, pensaba sobre su vida y lo que había hecho con ella. Su primer éxito había sido enorme y tan joven que le cambió la vida. Por eso ahora podía darse el lujo de estar pescando y no en cansinas reuniones.

 Nada picaba y se estaba poniendo gris. Jonathan se puso de pie y le dio cinco minutos al río para que le proporcionara comida. Los tres primeros minutos pasaron volando y entonces empezó a caer una llovizna suave. Al cuarto minuto se puso algo más fuerte y para el quinto minuto, el río por fin le dio algo pero no era lo que él quería. La lluvia arreció y por eso no estaba seguro de lo que veía así que esperó hasta que la corriente lo acercara más. Entonces se dio cuenta que no estaba equivocado: lo que venía con la corriente era un hombre. Como pudo, se acercó a la orilla cuidándose de no caer y usó la caña para detener el cuerpo y tener tiempo de tomarlo por un brazo. Haló todo lo que pudo y por fin el cuerpo se dejó arrastrar a la orilla. Al final, solo los pies estaban en el agua.

 El cuerpo estaba completamente desnudo y pálido. Lo más seguro es que estuviese muerto, algún tonto que se había bañado en el río justo antes de la lluvia que venía de las montañas. Cuando el cuerpo tosió, Jonathan se asustó y Alicia empezó a ladrar. Los ladridos hicieron que el hombre se moviese más pero no mucho, al parecer no tenía fuerzas más que para quejarse un poco. El escritor lo haló un poco más pero no podía hacer lo mismo hasta la casa, por cerca que estuviese. Le ordenó a Alicia quedarse allí y cuidar al cuerpo, aunque solo fue un par de minutos, que usó para traer un cartón grande que tenía hace rato guardo. Como pudo, puso el cuerpo sobre el cartón y empezó a halar.

 Que bueno por los fabricantes del cartón, pues este resistía al agua y al peso del hombre inconsciente. Con agua de Alicia, Jonathan haló el cuerpo hasta la casa, donde lo metieron apresuradamente pues la lluvia era ahora de tormenta. Cuando por fin cerró la puerta, el escritor se dio cuenta que estaba empapado. Se quitó la chaqueta primero, viendo el cuerpo en el suelo. Se acercó al hombre y le dio la vuelta, revelando su rostro que estaba lívido, como si hubiese visto mil espíritus en el río. Preparó agua caliente y tomó una botella de licor que tenía para sus noches solitarias. Hizo oler al desnudo, quién se despertó un poco, pero no lo suficiente como para levantarse.

 Lo hizo de nuevo y esta vez el hombre abrió los ojos y, con manos torpes, le tocó la cara. Jonathan aprovechó para hacer que se pusiera de pie y llevarlo torpemente hacia su cama, donde el hombre cayó como un saco de papas. Allí se quedó dormido de nuevo y Jonathan se sentó a su lado, poniéndole compresas calientes para que el cuerpo no se congelara. Alicia estuvo mirando toda la noche pero incluso ella sucumbió al cansancio y se quedó dormida después de varias horas. El escritor, en cambio, se quedó despierto toda la noche, todavía mojado pero ciertamente interesado en lo sucedido.

 A la mañana siguiente, Jonathan se hizo un café negro fuerte para alejar de si mismo las ganas de dormir. La lluvia se había detenido, así que aprovechó para volver al río e intentar pescar de nuevo. Afortunadamente, la lluvia había llevado grandes cantidades de peces río abajo y fue fácil conseguir cinco de buen tamaño, que echó en un balde. De vuelta en casa, los abrió y les sacó las tripas, para luego sazonarlos de la manera que más le gustaba. Lo hizo con todos. El almuerzo iba a ser glorioso. De desayuno solo comió un pan con mantequilla, que compartió con Alicia. Estando allí en el suelo con ella, el sueño le ganó por fin y quedó dormido con la cabeza en la perra. No soñó nada, solo durmió como un bebé pues desde hacía mucho estaba demasiado cansado.

 Cuando despertó, se llevó un susto al ver un hombre delante suyo completamente desnudo. El susto no era tanto por lo desnudo como por la blancura del individuo, que parecía un fantasma que lo había venido a buscar, quién sabe porqué. Pero rápidamente recordó todo y se puso de pie torpemente. Le preguntó al hombre desnudo su nombre y le dijo donde estaba, para que no se preocupara por eso. Le pidió también que volviera a la cama y descansara pues contactaría pronto a la policía para avisarles de su presencia. A esta declaración el hombre se negó con la cabeza y las manos. Jonathan se le quedó mirando y se dio cuenta de que su hombre desnudo era completamente mudo.

 Él no sabía lenguaje de señas y no se atrevía a intentarlo pues no era idea insultar a nadie. Le insistió entonces que se sentara y que lo dejara a él hacer de comer. En poco tiempo, Jonathan cocinó en horno de leña las cinco truchas. Las acompañó solo de un jugo de moras que hacía con frecuencia con frutos que crecían cerca de la casa. Dos truchas para cada humano y una para Alicia que gustaba de lamerlas. El hombre desnudo estaba hambriento, pues destrozó los peces rápidamente. El alió le chorreaba por la barbilla pero eso a él obviamente no le importaba. Jonathan lo miró todo el rato con detenimiento pero no lograba saber que pasaba con él. Sería un fugitivo tal vez? Un asesino suelto?

 No tenía la pinta de asesino. De hecho no tenía pinta, por lo que Jonathan, después de limpiar todo, buscó una libreta y allí le escribió al hombre una serie de preguntas y se las pasó. Le dio también un bolígrafo y le pidió que respondiera a todas, pues no podía seguir ayudándolo si no le decía quién era y porque había resultado en un río. El hombre solo cogió la libreta y el bolígrafo pero no escribió nada. Solo empezó a llorar. Jonathan se le acercó para consolarlo y entonces el hombre lo tomó, impidiendo que se moviera y le dio un beso forzado. Cuando lo soltó, Jonathan se sentía asustado y confundido.


 No se dirigieron una mirada más hasta la noche, cuando el escritor le pasó algo de ropa para que se vistiera. Luego, le advirtió que iba a dar aviso a la policía pues no podía dejar todo como estaba. Le decía con antelación pues pensaba que lo mejor era darle la oportunidad de escapar, si eso era lo que deseaba. El hombre se negó con la cabeza y se quedó allí, poniéndose la ropa. El guardabosques llegó al día siguiente y se llevó al hombre del río. Volvió en la tarde, cuando lo había dejado en la comisaría más cercana. Le contó a Jonathan que el tipo había presenciado el asesinato de alguien cercano y se había echado al agua fingiendo estar muerto. Jonathan solo asintió y volvió a su vida de cabaña con Alicia aunque cuando iba al río, veía el cuerpo venir hacia él una vez más.

sábado, 24 de octubre de 2015

Compensation

  I woke up suddenly, as if an electric charge had traveled through my body. But there was nothing electric there with me. Only he was there, breathing softly, very close to me. It was still very late at night as it was pitch black outside and the only object producing light was my cellphone, on the nightstand just behind me. I sat down on the bed, trying not to move too much. I went through my cellphone and erase every notification, in order to make the light go away. I saw some pictures of us together and then decided it was better to go back to the world of dreams. I left the cellphone facing down and just slid down the covers and hugged him softly. His body moved a bit but he didn’t do more. I fell asleep some minutes later, hugging him a little tighter.

In the morning, I realized I had maybe slept too much as the sun was rather intense on the outside. He had been kind enough not to pull up the blinds in the room. He was not there with me and I couldn’t hear him in the bathroom. A bit reluctantly, I went to the living room and the kitchen, and he wasn’t there. Apparently, he had taken everything and just left. I felt abandoned, even if we weren’t really a couple and he wasn’t living with me. We had been going out so often, I just assumed he would say something before leaving like a whirlwind. As I was already in the kitchen, I decided to make some breakfast. As I cooked, I couldn’t get him off my head. That was probably the reason why the eggs almost burned and I poured orange juice on the floor.

 Trying to leave last night in the past, I decided to work. Normally, that would make my mind so busy, I wouldn’t have time to think of anything else. It did work, as I had to grade several papers on Stanley Kubrick’s films. Some students had obviously not seen the movie they had chosen, as they repeated words and sentences often and used words, you know the kind, that make anyone sound smart but do no really mean anything. Some other works were better or at least not as offensive. I surprisingly took an hour and a half doing that and when I was done, he was there again, on my brain. Why couldn’t I just let him go?

 The rest of the day was about me trying not to think too much about it all and succeeding for a small amount of time, then my head would go back to the same thoughts all over again. I decided to watch a movie and order pizza and beer. I would not let him run my Sunday. But when they rang from downstairs some time later, it wasn’t the delivery guy nor the one that had left me alone on the bed, it was someone I hadn’t seen in a while. And I say “someone” because right then I didn’t know him very well and just recalled him from high school. I had no idea how he had gotten my address, as I didn’t speak to anyone from high school. But there he was, knocking on my door some minutes later.

 I remembered him as one of the few people that didn’t make me want to kill myself in high school. The rest were snobbish little rats, but he was all right, not a great person but not a bad one either. His cousin, a guy who had gone to the same high school with us, was a successful artist although I didn’t remember what it was he did exactly. Singing or something like that. I told him to sit down on my sofa and offered him some orange juice, as I had nothing else to drink. However, he said he wasn’t thirsty and that he had come only to deliver a message. “How mysterious!”, I thought. I mean, I didn’t really knew him but he had never struck me as the kind of guy that had any mystery in him but here he was.

 He had a backpack from where he took a envelope from. He gave it to me and I took it, as it was a bomb. The situation was not normal, at all, and I didn’t want to further spoil the only day I was really free from any commitments. He just told me to open it and read it, talking in a very hush voice, as if someone was hearing or as if he was afraid of talking too much or too loud. I opened the envelope and took out the letter inside. It was from his cousin, who apologized for stealing one of my ideas. I had no idea what it was all about and the letter didn’t really explain. He said he was sorry, very sorry, and that he just wanted to make things right for everyone involved. So he had included something else, for me to be compensated for what he had done.

 Inside the envelope, there was another paper. I had not seen in before. It was a check for several thousands of dollars and it had the signature of the deliveryman’s cousin. Then my patient just disappeared. I asked him what kind of joke this was and why they had to do it on Sunday, when I just wanted to be left alone. The poor guy, who had turned some shade of green, tried to speak and to explain himself but he couldn’t. That made me so angry, so I told him to please stand up and leave my apartment at once. I pressed the envelope, all papers inside, to his chest and told him to take all of that and go away. The doorman downstairs rang: it was my pizza, finally.

 I told him, again, to leave. He tried to speak but he just couldn’t and gave up. He left almost running and I saw him all the way to the elevator. When the door opened, he crossed paths with the man delivering my pizza, to whom I smiled and thanked deeply. I gave him a small tip and close the door, in order to enjoy my afternoon. But as I saw the movie and ate my pizza, I had that check and the letter on my brain. What the hell was that about? What did that man’s cousin wanted to give me money? Was it to bribe me? No, I didn’t even remembered his name… Maybe it was just a stupid joke, some kind of prank based on a dare they had done to one of the other idiots they knew well.

 The rest of my Sunday was pretty good. I drank several beers and watched movies I hadn’t seen in a long while. At night, I ordered another pizza, not caring at all about my body. I loved the taste of pizza and beer and if I had to pay with a belly in my future, I really didn’t care. No one had ever looked at me looking for a swimsuit model. Well, to be honest no one really looked at me… Well, except him. Again with him on my mind and with that stupid envelope. As I waited for the second pizza, I browsed through the local channels on the TV in order to check out the news. I stopped when I saw a familiar face: it was the guy’s cousin. And the news said he was dead. Apparently he wasn’t a singer but a filmmaker and he had died in a car crash in France.

 The news was shocking but it was even more shocking that his cousin, instead of being in France or at least mourning him, had decided to pay him a visit with a check. On the other hand, I realized I had never seen a picture by that man. And I should know, being a teacher to future filmmakers. Maybe one of my students had mentioned him once but I just couldn’t remember. I decided to look for him online. Must of it was about his tragic death, apparently a very shocking scene to witness, but I also found his filmography and had no idea what to look for. The buzzer interrupted my thoughts. Five minutes later, I had a slice of pizza on one hand and an open beer can in front of me.

 I stopped reading about the poor guy and decided to let it go for the day. Granted, it was something very strange but there was nothing I could do now. I started watching another movie when the doorman called again and told me I had some mail. I told him I would pick it up in the morning but he said something had just been delivered and that it was probably urgent, at least judging by the expression on the mail guy’s face. That was weird enough to go downstairs and grab my mail. Most of it was junk and a couple of bills but the letter that had just arrived was another unmarked envelope. I went back home and read it there. This wasn’t from the cousin but from the delivery guy.

 In the letter, he explained who he was, thinking I wouldn’t remember. He said we had been brief friends for a time when we were really young. I didn’t recall that. He also explained that the first movie that his cousin had made was base on a short story I wrote in English class. He actually copied it and made a movie version of it. He wrote that he had always felt bad for that and had begged his cousin to acknowledge that what they had done was wrong. Months before his death, he convinced him and the cousin wrote him a check to compensate. He was sorry for everything and apologized more. The check was, again, inside the envelope.


 I took him on my hands and, only doubting for a second, I tore it apart into little pieces and through it all to the garbage. I didn’t need the past to compensate for something I didn’t even recalled. I grabbed a slice of pizza and ate, a bit more angry than usual, and then my phone rang. It was him. He wanted to come up and chat. I couldn’t stop smiling and, hours later, I had to ask him to stay and never leave.