Cuando terminamos, no dijimos ni una palabra
más. Solo nos separamos un poco para poder recuperar el aliento y nos quedamos
allí, en medio de ese particular lugar. Mi mirada iba de una cosa a otra porque
no sabía que hacer o que decir. Pero cuando me di cuenta, tenía un cobertor
encima y él me abrazaba con cuidado. Ya no tenía que pensar en nada así que me
dejé ir y no pensé más. Creo que no dormí mucho porque era tarde cuando
terminamos y cuando me desperté seguía oscuro aunque ya se podía vislumbrar ese
pálido tono azul de las madrugadas. Él se había movido, dándome la espalda.
Dormía profundamente, resoplando tranquilamente sobre el colchón. Aproveché
esto para ponerme de pie e ir al baño, donde tomé algo de agua sin prender la
luz. Me mojé la cara y volví al lugar de antes.
Me di cuenta de la vista. Es decir, esta vez
sí la detallé. Antes había sido una bonita adición a todo el evento pero no la
había mirado con cuidado. Las luces de la ciudad brillaban con fuerza y se
notaban incontables vehículos y apartamentos en donde seguramente habría fiesta
o alguien muy desvelado. Al fin y al cabo era viernes y mucha gente había
salido a bailar o a tomar algo. Yo me decidí por un plan diferente y la verdad no
me había arrepentido. De hecho, no había nada de que arrepentirse pues no era
tampoco algo del otro mundo que alguien decidiera verse con otra persona con el
objetivo exclusivo de tener relaciones sexuales. No es algo muy extraño que
digamos.
En especial cuando ya nos conocíamos de hace
mucho tiempo y hacía años que no nos veíamos. Bueno, tal vez no años pero sí al
menos un año en el que yo no había estado cerca y por lo tanto no había habido
posibilidades de nada. Pero ya había vuelto, hacía tan solo unos días, y ya
estaba allí. Lo mejor del caso, y le sonreí desnudo a la ciudad mientras lo
recordaba, fue sentir su entusiasmo cuando lo contacté y le dije que nos
viéramos. Su sonrisa al abrirme la puerta de este particular estudio en un
edificio sin terminar, era simplemente lo que yo necesitaba desde hacía un buen
tiempo. Nunca sobran esos halagos, esos pequeños momentos que te hacen sentir
único.
Volví al colchón y me acosté junto a él. A
pesar de mi peso, no se movió un solo centímetro, todavía resoplando con
suavidad. La noche no era tan fría como de costumbre y estuve un rato más
pensando y divagando sobre todo y nada. En un momento pensé en irme pero caí en
cuenta que no tenía que estar en ningún lado y además él, con solo su mirada,
me había pedido que me quedara. Como podía irme así no más y rebajar el momento
que habíamos compartido? Así que finalmente me recosté y, tratando de ignorar la
luz que entraba en la sala, cerré los ojos y me quedé dormido. Tuve un sueño de
esos largos y extraños, pero ya no lo recuerdo bien.
Fue él quién me despertó. Había pedido un
domicilio y estaba en calzoncillos junto a mi comiendo de una cajita. Me dijo
que había uno para mí, así como jugo de naranja para remojar la garganta. Fue
como si me leyera la mente, pues sentía la garganta como si hacía muchos días
no tomara una sola gota de agua. Debía ser porque, entre los dos, habíamos
tomado una botella de vodka mezclada con jugo de limón. Me dolía un poco la
cabeza pero había tenido resacas peores. Tomé mi cajita, los cubiertos
plásticos que había sobre ella y empecé a comer. Era un desayuno típico de mi
país, básicamente comida recalentada del día anterior. Sabía perfecto y era
justo lo que necesitaba para quitarme el sabor del vodka de la boca y apagar
los sonidos de mi estomago.
Me sorprendió cuando él terminó y me dio un
beso en la mejilla. No estaba preparado para ello y casi me atoro con la
comida. Creo que no se dio cuenta porque caminó tranquilamente a tirar la caja
y lo demás en una bolsa negra y luego se metió en el baño. Yo seguí comiendo y terminé
justo cuando él salía del baño. De pronto me abrazó y nos besamos un buen rato.
Debo decir que nunca pensé que al otro día de una noche así se pudiera
sentir una persona tan especial, tan único en un sentido bastante extraño. Pero
así era. Y lo mejor era que nuestros besos ya no tenían el sabor del licor.
Sabían a comida y jugo de naranja, algo muchas veces mejor. Cuando dejamos de
besarnos, nos miramos a los ojos unos segundos y nos separamos.
Cada uno fue tomando sus prendas de vestir del
piso y al cabo de unos quince minutos estábamos vestidos. Me dijo entonces que
era una lástima que la ducha del sitio no funcionara bien todavía pero es que
la presión del agua todavía no alcanzaba para tanto. Si volvía en un mes, dijo,
seguramente se vería todo muy distinto. No supe si era una invitación o
solamente un decir pero la frase se quedó conmigo un buen tiempo. En la puerta,
ya vestidos y él con la bolsa de basura en una mano, nos besamos de nuevo. Allí
fue más apasionado y por un momento pensé que íbamos a volver al colchón e
íbamos a dejar esa tontería de irnos para otro momento. Pero no fue así: sí
nos fuimos.
En el recibidor del edificio, me dijo que iba
a tomar un taxi a la casa de sus padres que lo esperaban para acompañarlos al
mercado. Yo le dije que no tenía dinero para taxi y él se ofreció a dármelo
pero le respondí que quise decir que prefería tomar un bus que pasaba cerca y
me dejaba en casa. Para mi sorpresa, nos despedimos de beso en la boca y no nos
importó quién estuviera allí. Nunca había hecho algo así porque me hubiera dado
vergüenza. No soy de los que le gustan las demostraciones públicas de afecto.
Pero en ese momento la verdad necesitaba ese último beso y me alegro recibirlo.
En el recorrido a mi casa, recordé cada
momento de la noche y me di cuenta que todo era muy extraño. Nos veíamos cada
mucho tiempo, siempre para hacer lo mismo pero no solo era sexo sino que era un
momento siempre único y especial. Nunca le había preguntado a él porqué, pero
siempre era muy cariñoso conmigo, no importa cuanto tiempo hubiese pasado ni
las condiciones del momento. Se podía decir que había incluso momentos
románticos y solo el pensarlo me hizo reír, lo que me hizo sentir tonto en el
bus, que iba casi solo. La verdad era que nos entendíamos bien íntimamente y
tal vez por eso siempre que nos veíamos lo sentíamos de manera tan especial y
no era algo tan común como en otros casos. Era algo un poco más allá.
No niego que he tenido la experiencia de
conocer a otras personas en situaciones similares y sé que la idea general de
ese tipo de encuentros no es el romance ni sentir la cercanía de otra persona
ni nada por el estilo. Normalmente es puro sexo, que cuando termina es
definitivo y cada uno se va para su casa cuando ocurre. Es algo bastante básico
y sencillo en ese sentido y un poco más automático que lo que yo experimenté
con él. O tal vez estoy exagerando y estoy creando una película en mi cabeza
que no existe. Francamente lo dudo porque siento que cuando me besa no siempre
lo hace con otras intenciones. Es como si necesitase de verdad ese beso y, así
lo esté actuando, lo hace muy bien.
Es algo interesante saber si él piensa lo
mismo. Yo de hecho sé que lo hace, al menos en el aspecto general. Y lo sé
porqué un día él me confesó que seguido pensaba en mi y en uno de esos momentos
que habíamos compartido. Tengo que decir que para mi fue una ayuda increíble a
mi autoestima, que normalmente no es muy alta pero en ese momento hasta me puse
rojo. Además es su manera de decir las cosas, de expresarse y de dar a entender
que lo que dice es cierto y que lo siente de verdad. Por eso cuando estamos
juntos ya no pienso en nada más sino en el momento y la verdad he descubierto
que así es mucho mejor, pues no me saboteo a mi mismo sino que me ayudo.
Cuando por fin llego a casa, trato de no hacer
mucho ruido. Lo bueno es que no hay nadie despierto así que puedo fingir que
llegué en la madrugada. Con cuidado me quito toda la ropa y me meto a mi cama,
que está fría. Instantáneamente recuerdo su olor y su tacto y me doy cuenta que
me gustaría tenerlo allí conmigo. Y sin embargo, me doy cuenta de otra cosa y
es que en nuestra relación no existe el amor típico. Yo no estoy enamorado de
él ni él de mi y es terriblemente liberador que así sea. No estamos amarrados
por ello y creo que por eso nuestros momentos son mejores que los de otros. De
eso estoy seguro.
Dicen algunos que es mejor no jugar con fuego
porque en algún momento te quemas, pero en este caso no creo que haya la
posibilidad de eso. Y así la hubiese, no me importaría quemarme. Somos dos
adultos y creo que podríamos manejar cualquier situación que se presente. Además,
no nos vemos tanto como para algo así. De hecho, alguno de los dos podría conocer
a alguien más y todo quedaría ahí, como congelado en el tiempo. Y eso no sería
ni malo ni bueno, solo sería una de esas cosas que pasan.