domingo, 24 de enero de 2016

Yo sólo me fui

   Yo sólo me fui. No quería saber nada más de la vida perfecta de nadie más, no quería saber si estaban felices porque, en mi concepto, no lo merecían. O tal vez era más bien que yo lo merecía tanto como ellos y no entendía como podían estar allí, tan relajados, tan tranquilos, diciéndome todas esas cosas como si yo fuera un muy bonito mueble al que le gusta escuchar de la vida de los demás. Si así fuese, simplemente preguntaría. No esperaría a que me lo dijeran al oído o que simplemente alguien me lo dijera, como quién lo hace cuando necesita desahogarse y le cuenta un gran secreto a su perro.

 Decidí caminar en la noche, sintiendo el frío en mi rostro. Me puse el gorro de la chaqueta en la cabeza, también con ganas de que nadie me viera la cara. No sé porqué fue eso, pero creo que sentía que en el rostro se veía lo que estaba pasando dentro de mi en el momento. El odio y la confusión y el sentirme, de nuevo, perdido y siempre en desventaja, como si fuera un estúpido juego en el que jamás pudiese estar arriba, de primero, pues siempre que muevo una ficha, las demás ya no están en sus mejores posiciones.

 Y eso era precisamente lo que me sucedía. Había tomado una actitud proactiva con la vida y había decidido que, aunque lo que hacía no era exactamente lo que me hacía más feliz en la vida, intentaría utilizarlo, convertirlo en algo útil para poder hacer esas cosas que sí me quitaban el sueño. Había decidido que este problema o situación simplemente no impidieran mi desarrollo como una persona y que no tuvieran la capacidad de hacerme sentir menos que los demás por el simple hecho de no estar interesado.

 Y ahora, que todo parecía estar estable de nuevo, venía la vida a recordarme lo solo que estaba. No puedo ser injusto y decir que él me echó en cara su vida y su amor y todo lo perfecto que vivía. No puedo porque no sucedió así, aunque debo decir que en algún punto de mi mente sí lo sentí así, de pronto porque había tratado de hablar con él alguna vez y no había ocurrido nada, tal vez porque me había gustado en secreto. El caso es que saber de su vida me produjo simple rabia aunque creo que era más envidia.

 Era lo mismo que ocurría al encender el portátil y pasearme por páginas de fotos y simplemente caer en una fotografía de alguna persona, de algún hombre mejor dicho, con el que alguna vez hubiese salido y encontrarlo allí sonriendo como un idiota de la mano de alguien más. Eso me daba una rabia increíble, a menos que hubiese pasado hacía mucho tiempo. Era algo que me ponía a pensar, pues siempre me preguntaba porque era yo siempre la llanta de repuesto, la que se pone mientras pasa el accidente y ya después se cambia por una que sí corresponda mejor al modelo del vehículo.

 Yo era esa llanta. O bueno, se puede hacer la analogía que quieran, el caso es que era siempre la persona que alguien elige para estar algunos momentos, algún rato, para diversión. Mientras caminaba creo que me reí, porque recordé esas palabras e imágenes de las prostitutas del siglo XIX y extrañamente me identifiqué con ellas. Aunque a ellas les pagaban, a mi solo me dejaban el corazón cada vez más vacío. Pero ambos, ellas y yo, no éramos lo que el mundo prefería, no éramos el ejemplo sino los errores.

 De pronto abrí los ojos de verdad y me di cuenta que no sabía en que calle estaba. Revisé el celular y retomé el buen rumbo. Donde dormía quedaba a unos dos kilómetros y los iba a caminar todos pues no tenía ganas de buses o nada por el estilo. Quería tener tiempo de pensar y no solo en la cama, quería poder despejar mi mente si es que eso era posible, aunque la verdad siempre que deseaba aquello nunca se cumplía. Solo llegaba al mismo punto muerto de siempre y entonces tenía que quedarme dormido con ese sentimiento de fastidio por todo. No era la mejor manera de dormir.

 No podía aplaudir a los demás por sus vidas, en especial si eran como yo. Era como celebrar lo bien que lo habían hecho todo, a diferencia del desastre que tenía yo en mi vida, en mi cabeza. Se iban a vivir juntos, compraban muebles, tenían trabajos, eran artistas y seguramente el sexo era mejor que en cualquier película pornográfica hecha por los seres humanos. Porqué habría de celebrar eso en la vida de alguien más? Porqué habría de enaltecer a alguien y así seguir permitiendo que yo mismo, e incluso los demás, me sometieran a estar siempre en el fondo.

 No es que en el fondo se esté tan mal, porqué no es así. Hay veces que es mejor estar aquí, donde nada duele de verdad. Donde nada parece ser tan en serio y hay posibilidades de error. Donde la gente es de verdad, de carne y hueso. Y sí, todos somos apenas sombras de lo que podríamos ser pero al menos somos algo. Aquí abajo no nos exigimos, aquí abajo no somos todos unos hipócritas, que cuando pasan al otro nivel se hacen los que nunca han bajado, como si yo no los conociera. Los he visto, he visto sus miradas que me atraviesan, he sentido sus manos que en verdad jamás me tocan y saboreado sus besos que son casi imperceptibles.

 A veces cambio la visión de las cosas y me digo a mi mismo que no está mal estar solo y estar siempre al margen de las cosas, no está tan mal ser eternamente la opción número dos. Me trato de convencer que así me divierto más, que así todo se trata del control que soy capaz de ejercer sobre alguien más, porque estoy seguro que tengo todas las de ganar en una relación que se trate sobre el control absoluto. No hay nadie que me pueda contradecir, que me pueda quitar ese convencimiento de mi cabeza.

 Y sin embargo cuando llego a mi casa, que comparto con gente que no me interesa en lo más mínimo, me encierro en la habitación que pago con dinero que no es mío y me quito la ropa imaginándome como lo he hecho cuando he estado con cada uno de ellos. Con los hombres que he conocido, y me doy cuenta de que, a excepción de algunos, siempre he sido yo el que me he quitado la ropa, nunca nadie me ha ayudado ni ha sentido las ganas de compartir ese momento ritual tan privado como es quitarse la ropa.

 Lo tiro todo al piso, pues no tengo ganas de ponerme a ordenar nada. En ropa interior me meto debajo de las cobijas y le pido a mi cerebro que el sueño llegue pronto pues no quiero seguir pensando más, no quiero que siga divagando de un lugar a otro, no quiero seguir sintiendo ese maldito puñal que siendo desde hace años apretándose contra mi pecho. No quiero volver a ese momento en el que todo me falló y tuve que caer para recomponerme. La verdad es que no creo sobrevivir otra caída, simplemente no podría.

 De pronto es la cerveza hablando, de pronto es la rabia que tengo contra todos esos desgraciados que simplemente sonríen y parece que todo les cae del cielo. Todo lo que tienen es perfecto y yo vivo mirándome al espejo y en fotos que me tomo y solo veo una cascara vacía, la sombra de alguien que simplemente no es, y probablemente, jamás será nadie. Y no es pesimismo sino un sentimiento que me sube por la espalda y que se expande en el estomago como una bacteria. Simplemente me hace saber las cosas. Me hace saber que no hago parte de ese grupo de risas y abrazos y felicidad eterna. No me tocó ese billete.

 Doy vueltas. En parte por el imbécil que cree que las cuatro de la mañana es la mejor hora para hablar a viva voz con la ventana abierta pero también porque mis pensamientos me acosan, me acorralan y me hacen sentir culpable, incluso recordándome las ocasiones en las que sé que hice lo mejor posible y que cualquier otra opción simplemente hubiese terminado en algo mucho peor. Ellos seguro no piensan en mi porque, para qué? Pero yo si pienso en ellos y sé que les hice un favor, sé que cuando se terminan esos minutos en los que me necesitan, debo dar la vuelta y volver a las sombras, antes de que caiga ese regalo del cielo que a todos les toca menos a mi.

 Aunque bueno, tengo otros regalos y por eso quejarme se siente tan mal. Tengo a mi familia, que siento cerca todos los días, y tengo estabilidad mental por ahora. Lo primero jamás me fallará y lo segundo… Lo segundo seguramente lo hará en algún momento pero prefiero cerrar los ojos y tratar de vivir un día por vez. Trato de respirar con calma, trato de calmar a los dragones y creo que lo logro porque, al fin y al cabo, tengo experiencia en esto.


 Cuando por fin duermo, mi mente me trata mal, es cruel conmigo. Pues estoy en una pradera y más allá se ve el mar. Camino y estoy al borde de un acantilado y entonces, a lo lejos, veo a alguien. No puedo ver su cara pero me saluda y ese saludo me sacude todo lo que tengo dentro. Ese saludo me destroza y al mismo tiempo me hace sentir real, me hace sentir que existo y que estoy aquí. Entonces corro hacia él pero el sueño se desvanece y pasa a ser todo solo una más de esas nebulosas mentales, de esas que clavan el puñal un poco más dentro de mi carne.

sábado, 23 de enero de 2016

Alone in the desert

   There was no wind. Only the heat and the sand that was very soft and in which her feet sunk deep, making every step very difficult to make. She had been holding her shoes on one hand but suddenly decided to drop them and let the sand claim them. She might never return to that beautiful hotel she had been staying in and even if she did, she had more shoes there, where they could actually be used.

 She stopped walking sometimes and tried to compose herself, looking in every direction; desperate to get any sign of life or of the person she had been following. Suddenly, she saw a scorpion come out of the sand and just ran the opposite way, not minding the heat, the sand and the fact that she had to climb a really big sand dune to escape the small creature.

 It was on top of that sand structure that she saw the oasis that the woman she had encountered in the market had told her about. Or at least it seemed to be it, because all of those water springs in the desert looked the same and she couldn’t forget that she might be imagining the whole thing, her mind already being affected by the heat and by having walked around a very still desert for at least an hour now.

 Once she made it to the oasis, she realized it was real and just when straight for the water. The small pool of liquid that was there was no good for swimming but good enough for her feet to relax and have a well deserved rest. She also took some water in her hands and drank, feeling how her body thanked her for it. As she drank, she looked around. Besides that small pond, there were only three palm trees, a few rocks and that was it. It was a very small island of life in the immensity of the desert.

 She started thinking that maybe she needed to go back but then she realized she had no idea what “back” meant as her senses of direction was not precisely on point. She had her cellphone with her but, obviously, it had no signal and the map feature wasn’t working. So she just there, here a soft breeze that brushed through those parts and moved the leaves of the palm trees.

 But the sound also moved something the woman had failed to see. Just in front of her there was the pond, and after that one of the palm trees but the wind made her notice some sort of fabric that was caught behind the palm tree. She stood up slowly and then realized she really needed to open her eyes better because what lay in front of her was not just fabric, it was a women dressed in a black gown, barefoot, apparently passed out, just there in the sand as if it was the most normal thing of Earth. She thought the woman looked beautiful but also a bit scary.

 Her body was very still. The other woman came closer and noticed she had a beautiful bracelet on her right arm and a necklace made also from gold. The bracelet had a name on it: Desi. She concluded that her companion’s name was Desi and that someone had left her there, because she was so perfectly put on the ground that it wouldn’t be possible that she had fainted and just assumed that very calm position.

 Desperate for human communication, the woman touched Desi’s face and caressed it a little bit too hard in order to wake her up but it didn’t work. She also tried shaking him by the elbow and the shoulder, even going to the extent of doing it really strongly, but without success. The last thing she tried was tickling her sleeping companion’s feet with her fingertips but the body didn’t even move a millimeter.

 So the woman just sat there besides her sleeping, or maybe dead, companion and just stared at the pond and the palm trees, secretly begging for an answer to this ridiculous situation. She even attempted to remember what it was that had drawn her out of her suite into the desert but the only thing she could remember was the voice of the woman in the market, telling her to find that oasis she was in right now, and wait for a revelation to occur. Maybe that was the place where she was destined to know a great truth but, being honest to herself, she didn’t want to know any truths if it meant being in the middle with nowhere with a dead body.

 She shook Desi violently this time but the body wouldn’t budge so she decided she didn’t care. Also, she decided to go back to her hotel and just hope that the same voice that brought her there was capable to get her back into a nice bed and a continental breakfast. She had been out of bed before dawn and she felt dusk was about to take place and she certainly didn’t want to spend a night in a place filled with scorpions.

 So she just stood up and started walking the way she thought her hotel was located in. Her steps were more secure now and the sand didn’t engulf her feet as it had been doing before. She almost floated over the sand and walked with much more grace than anyone else could in such an awful place. She reached a high dune and decided to look back; in order to give a last look to dead Desi but the oasis wasn’t there anymore. There was only sand.

 It was the first time that she felt scared and that feeling was accentuated by the fact that the sun was less and less bright, and she could already see the moon in the sky, very bright and all of her features visible. The moon seemed massive in the desert and she found herself looking at it for a long time before she remembered her wish to go back to the hotel.

 She walked and walked. But couldn’t reach any place. She was now thirsty and no oasis awaited her in the route she had chosen. She just had to keep on walking but she wasn’t walking as secure as she had been walking before. Her feet were starting to sink again and she felt very insecure about every single step she took. It was very sudden when fear took over her mind: she was sure she was going to die there, all alone, cold and with a thousand scorpions and other creatures of the desert poking her lifeless body, Her mouth would fill with sand before her whole body was to be covered by the desert, forgotten by the world there.

 It was a bright light that made these thoughts go away. But the light had been just a flash, just a moment in time that she never saw again. She kept walking and decided to travel only on the crests of the tall dunes in order to have a vantage point and not be surprised by death, if it came from beneath her. But it was there, the moon almost in the highest part of the sky, that she saw her again.

 She recognized the dress and her face and ever her feet, there in the dark. The moon illuminated Desi and that beautiful blue light bathed her in a strange aura that made the woman feel scared but also very calm. It was as if her mind was screaming but her body was incapable of acting on that fear. She was kind of paralyzed, also fascinated by the fact that the woman she had seen earlier was there, looking at her.

 But none of them moved. Not until Desi took off her necklace and let it fall into the sand. Then, a gust of gust covered her body and she was never seen again. She had been an illusion or maybe a dead person. That was why the lost woman had not been able to wake her up. She walked to the spot where she had been standing and grabbed the necklace from the sand. Just like the bracelet, it had a charm with a name. And the name was Florence.

 It was right then that she opened her eyes and realized the desert was there, just beyond the windows in her room. Her grandiose bedroom was there, all the complimentary beverages, the fruit basket that had been given to her as a gift and all of her clothes and shoes. Florence just touched her face and the rest of her body, trying to understand what had just happened. She stood up and went to the bathroom. She checked her eyes and her mouth. And then she just looked at her reflection.

 And as it happens often, she forgot Desi’s name, and the scorpions, and the body in the oasis. But she didn’t forget the fact that she had dropped some shoes in the desert, that she had found a necklace with her name on it or that a voice had called from beyond.


 She cleaned her face with cold water and decided to get some breakfast but, just as she walked in the space between the window and the bed, Florence stepped on a small mound of desert sand.

viernes, 22 de enero de 2016

Para la eternidad

   La última parte de la casa que consumió el fuego fue el ático. Aquel lugar mágico que durante tanto tiempo había sido el refugio del artista y sus modelos. Porque no fue uno sino muchos pero el último fue el más importante, sin duda. Las llamas avanzaron lentamente, consumiendo casi con placer cada una de las pinturas terminadas que se encontraba enrollada en algún lado o enmarcada y contra la pared, sin nunca haber intentado siquiera ser colgada como debería serlo una obra de arte.

 De pronto era porque estas imágenes eran de carácter privado y solo habían sido exhibidas una vez y con esa vez había sido suficiente para ellas y para su artista. Él ya no existía y su modelo estaba lejos. Cuando se enteró del incendio, solo sintió y siguió con su vida porque no había nada más que hacer. Lo que habían vivido en ese lugar era algo de ellos, algo que no quería compartir con nadie más así que simplemente se alejó.

 La verdad es que solo una de las pinturas sobrevivió intacta. Por alguna razón el artista había sido muy cuidadoso con esa pieza en particular y la había guardado en uno de esos tubos que sirven para guardar planos de arquitectura y demás obras de gran tamaño. El tubo no estaba hecho de cartón ni de nada parecido, así que para cuando el incendio fue apagado por los bomberos, todavía resistía el calor abrasador de las llamas. Fue, de hecho, uno de los investigadores de la policía el que sacó el tubo de entre las cenizas y contempló la pintura. Fue la primera vez que alguien lo hizo, después de muchos años.

 Al policía le encantó la imagen: era un hombre completamente desnudo en lo que parecía una pose de gran felicidad, tenía los brazos en el aire y una sonrisa enorme en la cara. El estilo era bastante particular, no fiel a la realidad pero lo suficiente como para sonreír al mismo tiempo que se veía la sonrisa en la cara del modelo.

El policía no sabía nada de arte pero sabía que le gustaba mucho la obra y quiso quedársela pero eso no pasaría a menos que alguien reclamara las posesiones de la casa, cosa que parecía que no iba a pasar pues pronto pasaron los días, un par de semanas, y nadie aparecía para decir nada del lugar. Lo único que el policía hizo en ese tiempo fue llevar la imagen a un experto en arte y preguntarle si conocía la obra o al menos el estilo.

 El critico dijo que estaba fascinado con la técnica y ese extraño sentimiento que daba la pintura pero lamentablemente no sabía quién era el artista. Revisó cada milímetro de la pintura y encontró, en la parte trasera, un código que normalmente se usaba para clasificar obras en galerías así que lo más posible es que había sido expuesta en algún lado. Encontrar al artista era posible.

 El detective era un hombre casado hacía poco y con poca experiencia en el mundo policial. Por ser “el nuevo” lo alejaban de los grandes casos como eran los que tenían que ver con secuestros u homicidios o cualquier cosa que pudiera ser un verdadero reto para un detective. Así que la mayoría de las veces se dedicada a hacer el papeleo de los demás o a casos que para él no significaban un avance significativo en su carrera como la pérdida de una mascota o de algún bolso en una estación de metro.

 El caso de la incendio y de la pintura misteriosa era suyo porque a nadie le interesaban los incendios en que solo se quemaban las cosas y no moría nadie. Así que no había ni un solo interesado en quitarle el control de la investigación. Se puso entonces a buscar en internet el código que había detrás de la pintura, además de investigar quién era el dueño de la casa, aunque eso había probado ser un callejón sin salida pues era una empresa la dueña y no una persona.

 La empresa se llama Daisy y lo que hacía era exportar flores a todo el mundo. El gerente general ni siquiera sabía que la empresa poseía esa propiedad e incluso dudó que fuera cierto, tal vez un error en los archivos de la policía. Esto el detective se lo tomó mal pues habiendo estado sumergido por tanto tiempo en los bajos fondos de la policía, sabía que eso de los errores no pasaba tan seguido como la gente creía. Pasaba más que los archivos estuviesen incompletos, eso era ya otra cosa.

 Acto seguido, se dirigió a la dueña de la empresa. Vivía en una casa de campo y fue allí que encontró la primera pista. La mujer tenía unos setenta años pero se encontraba muy bien de salud y de hecho le pidió al detective que no la demorara pues tenía una fiesta de beneficencia a la que debía llegar y no podía dejar de ir. Al mencionar la casa, el detective se dio cuenta que había despertaba un recuerdo en la mujer, pues su apuro se desvaneció y se tuvo que sentar. Uno de sus empleados le trajo un vaso de agua y el detective tuvo que esperar hasta que la mujer hubo tomado mejor color.

 Resultaba que esa era la casa donde ella había crecido. El barrio donde estaban ahora las ruinas era uno de los más tradicionales de la ciudad y en su época había sido el centro de la vida de élite pero ahora era un barrio de estudiantes y artistas. A ella le cayó muy mal el hecho de saber que su casa de infancia ya no existía y no entendió nada de la pintura o del artista. Le aseguró al detective que no sabía nada de nadie que viviese allí pues ella recurría a una agencia inmobiliaria para que manejara sus bienes raíces. De hecho, ella ni recordaba que la casa seguía bajo su posesión. El detective la dejó entonces, todavía afectada por la noticia.

 Se dirigió entonces a la agencia inmobiliaria y allí fue casi imposible recibir una respuesta directa. Primero porque todo el mundo parecía inmerso en sus asuntos, en su trabajo y en todo lo que tenía que ver con lo que hacían allí. Incluso parecía que ni habían visto que el detective estaba allí de pie, como una lámpara. Cuando por fin detuvo a alguien para preguntar lo que necesitaba preguntar, le dijeron que esa información era confidencial. Él mismo tuvo que llamar a la dueña de la casa para aprobar que abrieran el archivo pero no sirvió de mucho: el lugar parecía estar subarrendado pues la persona que en teoría vivía allí era otra mujer mayor que ahora estaba en un hogar para gente mayor.

 Frustrado, el policía solo tenía a su esposa para explicarle lo mucho que quería solucionar todo eso. Sentía que la sonrisa del hombre era como la de la Mona Lisa, guardando un gran misterio que quién sabe si sería posible conocer alguna vez. Ella lo consolaba y le dijo que de pronto el fuego había consumido todo menos ese cuadro precisamente para perpetuar esa imagen tan poderosa que nadie nunca podría descifrar. Pero entonces el detective tuvo una idea. Besó a su mujer y le dijo que volvería en un rato.

 Cuando llegó al edificio donde trabajaba, no se dirigió a su oficina sino al archivo, donde se guardaban todos los objetos que encontraban en las escenas de los muchos crímenes que había en la ciudad. Pidió la llave de siempre y se dirigió a una caja donde estaba el tubo pero también otros objetos. Su mujer le había hecho caer en cuenta que el tubo no había sido el único sobreviviente del incendio. Había objetos pequeños que también habían sido recogidos por la limpieza de la escena, nada muy importante. Lo revisó todo con cuidado pero no encontraba lo que quería hasta que dio con un celular quemado.

 Pidió herramientas para sacar de él una memoria que no estaba dañada y allí encontró unas cien imágenes. La mayoría eran de sitios, de paisajes y demás. Pero había una en la que un hombre devolvía la mirada. No era el del cuadro pero era, tal vez, otro misterio resuelto. Era el artista, con manchas de pintura y sus pinceles, sentado en un taburete y sonriendo.

 Al día siguiente, por fin pudo el detective determinar que el nombre del artista era Jonás Hegel. Parecía un nombre extranjero pero no lo era. Era sobrino de la mujer que debía vivir en la incendiada, ella misma terminó recordando que lo dejó vivir con ella y que a veces invitaba a sus modelos para pintar en el ático. Pero recordaba también que al final era solo uno y por eso decidió irse, pues sabía que Jonás se había enamorado y pensaba que necesitaría todo el lugar para formar una familia. Lamentablemente, eso nunca pasó. Jonás murió después de esa exposición de arte, que había sido su primera y la única.


 Del modelo nunca se supo nada. La vieja mujer no recordaba su nombre y por mucho que el detective revisó fotos, archivos y demás, no pudo encontrar ni su imagen ni su nombre por ningún lado. Era como si la vida no quisiera que se supiera nunca quién había sido. Lo único que quedaba de él era esa pintura, ese cuerpo danzarín y esa sonrisa que duraría para toda la eternidad.

miércoles, 20 de enero de 2016

Dolls

   It was always difficult to stand and just wait. Having no power over things that have to be done. Finally, I so smoke coming out of the warehouse and then an explosion. I was close enough to feel the heat of the shockwave but not enough to hear anything else than the sound of fire expanding rapidly to others roofs. The night had been lit and now the city presented, once again, the most awful of its faces. Then, I heard rapid steps coming towards me and I pulled my gun instinctively, in case it wasn’t the person I was waiting for. But it was. And she hopped into the boat and I got it going. Soon, the fire was just one of the many parts that gave shape to the landscape of the city at night.

 The next day, I woke up with a piercing pain in my back. The most possible reason was some fall or a sudden movement I had already forgotten I had done. I took one of those pills they recommended for these cases and went on to the kitchen. There, I poured some cereal and soy milk into a bowl and turned on the TV. The morning news was on and the anchor was talking about the fire: it had engulfed other three warehouses and was still ongoing. The owners, big companies, feared millions of dollars would be lost because of the fire but I knew that wasn’t really their concern. The reason we had been there was enough for any person to take a grenade and blow up that whole district off the map. So who cared about “millions of dollars”?

 The next piece of information was the fact that a new doll was causing seizures on young children. But I wasn’t interested in that, so I changed the channel and finished my breakfast watching a show about food in Southeast Asia. That meant that by the time I had finished my bowl of food, I wasn’t satisfied and I wanted to have some of those delicious dishes of food in front of me. I had always wanted to travel far and do just that, taste the foods and also enjoy the sceneries and tan my skin and swim and walk and sleep on a hammock by the most beautiful ocean ever. The saddest part of this dream was that I could actually afford it but didn’t have the time or even the permission to do something like that. Duty came first.

 I showered, put on some casual clothes and then drove to a rundown building downtown. Beneath it were the offices of the organization I worked for. We were a response team that acted faster than any other force in the world because we didn’t asked permission and we avoided laws by strangely abiding to them as there were offices of the organization in every single corner of the world. So we saved people’s asses from being killed or worse and no one really knew anything about it. Of course, the amount of secrecy was very high and only certain kind of people could work like that, lying and withstanding the pressure. But when you got used to it, it was a fine and easy enough job, after you learned how to use your skills.

 When I got there I got to the place where we held our talks and discovered that everyone in the office, about thirty-five people, were all looking at the news on a big screen. They were standing there like petrified, horrified faces and even crying a bit. To my surprise, they were actually looking at the news of the dolls that I had ignored back home. There were mothers protesting outside a building and children in hospitals and it was all very confusing. When the video ended, the oldest person in the room stood up and asked them all to calm down before moving on. There were enough seats for everyone but I decided to stay up, leaning against the back wall.

 The old woman was our boss and the only one that responded to an even higher voice, which none of us had ever seen or heard. This kind of reunion was done every single morning, in order for the team to know what was the next assignment. As usual, she explained the video. This time, apparently, someone had manipulated dolls in order to use children for their own advantage. The seizures only came after the child had committed something strange like stealing random objects or doing awful things to their pets or even to themselves. The information was even more grim than usual. Some of the people there were crying in silence and it was a relief for them when the boss decided to let them all go to their desks and offices. Only six of us stayed behind. We took seats in the front and listened, as the crystal walls of the room became opaque.

 The briefing had begun. The boss showed us a series of videos and images, taken from archives around the globe. It was possible that a man that had escaped a prison in Armenia several years ago, was now collaborating with the company that made the dolls in order to use children as some sort of sleeper agents. The idea, apparently, was that they could be use to retrieve information on very important people without ever being noticed. The children that were now in hospitals had parents in very high ranking positions and it was possible that the process of hypnosis, or whatever the doll did, had gone terribly wrong and now the kids had to pay for the stupidity of the ones seeking to use them.

 Peter and John were assigned to one of the families that had their daughter in the hospital. They had to talk to them, pretending to be from a support group, and that way get and idea of what important information they were holding. Maria and Marcus were tasked to track down the man that had fled prison and, finally, Lisa and me ha to go to the company and check out if they were really in alliance with someone or if they had been used for someone else’s purposes. The last thing our boss said was that a doll had been recovered and they were running all kinds of tests in order to understand why al of those children had to be hospitalized.

 Lisa and I frequently worked together. She had been the one to put the bomb in the warehouse and had a certain inclination towards violence. She could restrain herself from doing any physical damage but I know she felt a certain amount of pleasure when kicking and breaking and looking at blood. Sometimes, she scared me but I know she was there for good reasons, as was I.

 We decided to go to the office building of the doll company first, at night. The idea was to get information on paper or digitally hidden, in order to relate one part of the case to the other. I told Lisa she would be watching my back, as I looked for the files. Entering the building was easy and it seemed we had all the time in the world but someone else was there and he or she didn’t work there either. I told Lisa to hold her punches, and wait for this character to do something. What he did was beyond extreme: he just pulled a little water gun and shot everywhere and we go to the elevator just in time, before he threw a lighter at it and the gasoline ignited.

 Our next move, knowing something big had been destroyed, was to visit the mansion of the president of the company. He was also its owner and had inherited it from his father. The mansion was so exaggerated in its details; it was easy to see who really pulled the strings in the relationship. The man’s second wife was a very enhanced woman, in the sense that her many medical procedures were obvious. We hid in the dark for hours before we entered the house. But there was nothing on the studio, his computer or any of the man’s belongings.

 The wife, however, was still awake when we attempted to leave. And I say that because she caught us and stopped us using a taser gun. When I woke up, I thought she was just a scared housewife that had found mysterious people in her house, but then I realized she was speaking in some foreign language and she had no signs of terror or even surprise on her modified face.

 She got closer to Lisa first, and burnt her with a cigarette she was smoking, right on her face. Then, she walked towards me but it was in that moment the man we had seen in the briefing entered the room: he may have been in an Armenian prison, but now that we saw him groomed, wearing a bathrobe, we realized he was practically a swimsuit model. The woman went to him and kissed and I decided to seize the moment.

 I stood up as fast as I could and then attempted to pull out my gun. But it wasn’t there. But my smoke spheres were, so I threw those at them. I helped Lisa and, just in time, Maria and Marcus appeared out of nowhere and gunned down the couple. It was a mess when the smoke cleared.


 The owner of the house had been killed in his sleep, probably by the women or maybe both. They planned to escape as they had a lot of baggage in a car outside. But now that they were dead, it wasn’t easy to understand the reason to using the children. It was worst when we were notified one of them had died that night, as we did nothing really useful to help them. Working at the margins was always like this, frustrating, and not rewarding in the least. But that’s my job, I guess.