viernes, 11 de marzo de 2016

Ocurrió en el 11B

   Algo extraño ocurría en aquel apartamento pero nunca se supo que era. Varias personas, reconocidas en el mundo de lo paranormal, habían ido a visitarlo en varias ocasiones y siempre decían tener la solución al misterio de la casa pero en verdad no tenían nada de nada. Era solo una manera de ganar fama gratis pues el misterio del 11B era algo que nadie nunca podría comprender del todo.

 Claro, había personas, científicos de verdad, que decían que lo que sucedía en la casa nada tenía que ver con fantasmas ni con criaturas misteriosas. Según algunos de ellos, lo que pasa es que el edificio estaba mal construido y por eso los fenómenos tan raros. Además, y como siempre pasa, culpaban a los dueños del inmueble de lo que hubiesen visto. Los acusaron una y mil veces de ser una parranda de drogadictos, de alcohólicos y de no sé que más cosas. Todo eso inventado para que la gente no tuviera que creer en lo que no entendía.

 Tantas habían sido las acusaciones que la familia, lo que quedaba de ella en todo caso, había decidido irse de la ciudad y no decir a nadie adonde habían ido a parar. Y lo hicieron bien pues nadie nunca supo que pasó con ellos, ni los que habían sido sus amigos, ni los vecinos más cercanos ni siquiera los familiares que habían dejado atrás y que habían estado con ellos durante los momentos más difíciles de todo el proceso. Porque lo que sucedió no pasó en un día sino en muchos.

 Sobra decir que nunca hubo un muerto o al menos no en el sentido definitivo. El único afectado del 11B había sido el padre de la familia que, en circunstancias que solo el hijo mayor conocía, había quedado paralizado frente a la puerta principal de la casa. Sus ojos se movían pero su cuerpo no y así seguía todavía en el hospital general de la ciudad. La familia no había dejado nada para que lo cuidaran y fue la ciudad la que se encargó de él. No costaba mucho hacerlo pues era un cuerpo tieso en una cama que a veces giraban a un lado o al otro y bañaban un par de enfermeras con cuidado. Nadie creía que pudiese durar mucho más.

 Lo que más daba miedo es que decían, y es que nadie había visto al padre en mucho tiempo como para saber si era verdad, que todavía podía mover los ojos a pesar de tener el cuerpo congelado. Eso le daba a uno la impresión de que había quedado paralizado del susto y que no se había muero por alguna anomalía que nadie nunca sabría que era. El hijo mayor estaba en shock cuando el resto de la familia los sacó del edificio y pudieron llevarlos a un hospital. El hijo lloraba casi todo el tiempo y por las noches gritaba. No soportaba ya la oscuridad y si lo dejaban solo por mucho tiempo, pues pasaba lo mismo. Una enfermera tuvo que quedarse a su lado todo el tiempo que estuvo en el hospital.

 Al cabo de un par de semanas, el chico se mejoró pero no quiso decir nada de lo sucedido. Regresó a casa apenas le dieron de alta y nunca salió hasta que se fueron definitivamente de la ciudad. Cabe decir que ellos no vivían en el 11B. Ese era un apartamento que tenían en arriendo. La familia vivía en el 11C, que quedaba justo cruzando el pasillo. Cuando ocurrió lo que nadie sabía explicar, los hombres de la familia habían estado revisando cuales eran los arreglos que habría que hacerle al lugar para por fin poderlo alquilar.

 Los inquilinos más viejos se acordaban de ellos cuando habían llegado al edificio, hacía apenas unos cinco años. Eran de esa gente feliz, de esos que viven saludando y con una gran sonrisa en la boca. Eran amables como pocos e incluso invitaron a una pequeña fiesta cuando se mudaron. Ese día fue en el que empezó todo pues el 11B era el lugar elegido para la fiesta en medio de la tarde. Por piso edificio tenía solo tres apartamentos, así que cada uno era bastante grande y con varios cuartos y pasillos. Esto era porque era un edificio de los viejos, de los que ya no se hacen y por eso la familia quiso reformar para poder alquilar.

 En todo caso eso nunca llegó a ningún lado y hoy el 11B sigue igual o peor de derruido que siempre. En la fiesta de bienvenida pasó lo primero: según una de las niñas de los vecinos, ella jugaba en un cuarto con otros niños y entonces empezó a sentirse rara. La mamá le preguntó si había tenido dolor de estomago o mareo y le dijo que era otra cosa, más difícil de explicar. El caso es que juró haber visto algo así como una mancha moviéndose por la pared y entonces una raja empezó a aparecer allí frente a ella, una grieta enorme que casi parte la pared en dos.

 La alegre familia se dio cuenta entonces que tenía un reto más que grande encima, puesto que el edificio entero parecía tener problemas estructurales. La niña obviamente estaba muerta de miedo pero nadie le dio mayor importancia a lo sucedido. Y entonces empezó todo de verdad: los niños de la familia sintieron algo que los acosaba de noche, que los tocaba y los empujaba y a veces los halaba. Las luces se prendían o apagaban cuando querían, el agua a veces se comportaba extraña. Fue la madre la que dijo haber visto gotas flotando en el baño.

 Pero de esto solo hablaron después, en los pocos días que hubo entre el accidente del padre y la salida definitiva del edificio. Fueron la madre y la hija mayor las que hablaron al respecto pues sentían que debían hacerlo ya que sus mentes estaban demasiado torturadas, necesitaban hablar de todo lo que habían visto o enloquecerían. Además, ninguno de los hombres estaba en condición de decir nada.

 Esto lo hablaron con algunas personas de confianza y fueron ellos quienes pasaron la información a los medios y a otras personas, así que jamás se podrá estar muy seguro de la veracidad de todo. Incluso si la madre y la hija sí hubiesen dicho esas cosas, habría que creerles y eso ya era una tarea monumental pues lo que decían no tenía ningún sentido. Se les preguntó porque nunca denunciaron o porque simplemente no se fueron antes y ellas respondieron que siempre pensaron que todo eso pasaría y que podrían haber sido ideas de ellas.

 Pero entonces las imágenes que se veían, las respiraciones, los gritos lejanos y demás, empezaron a ser más y más frecuentes e incluso la familia decía que los notaba desde su apartamento. Era como una energía oscura, algo muy extraño que parecía tener la cualidad de atraerlos de una manera que los hacía sentir enfermos pero casi lujuriosos de ver que era lo que sucedía en el 11B. Por eso los hombres decidieron ir a arreglar en medio de la noche, algo a lo que nadie nunca le encontró una explicación que tuviese el mínimo sentido.

 Se supone que querían arreglar las conexiones eléctricas y por eso el padre se quedó en la sala desarmando varios enchufes y el hijo fue a la cocina a hacer funcionar la lavadora y la nevera. Al comienzo, no pasó nada y todo empezó a funcionar como debía. Pero cuando estaban celebrando con gritos de jubilo, las luces se apagaron en todos lados excepto donde cada uno estaba. Entonces empezaron los ruidos en la cocina. Las puertas de la alacena se abrían, caían al suelo sin hacer ruido y el chico veía adentro serpientes y arañas y demás criaturas horribles. Con otro estruendo, el piso cedió y media nevera se incrustó en el piso.

 Entonces fue que vio unos ojos amarillos en un rincón oscuro y ese oven gritó como jamás nadie volvió a gritar en el mundo. Su sangre hirvió y lo ayudó a correr hasta la sala por entre la oscuridad, en la que sintió manos y piernas y voces que le decían cosas que jamás podría repetir. Cuando llegó a su padre, este ya estaba como congelado frente a la puerta. El cuerpo tenía las manos extendidas y en la puerta había arañazos. Su padre se veía tensionado y entonces fue que puso ver que los ojos todavía se movían. Lo hacían con velocidad, rápidamente y como alertando de algo que venía.

 Y entonces el muchacho se dio la vuelta y no se sabe más. Al menos no de parte de ninguno de ellos. Las mujeres, madre e hija, y los dos otros niños pequeños, escucharon desde el 11C un estruendo enorme como si algo se hubiese derrumbado al otro lado de la puerta. Pero cuando abrieron para ver que pasaba, encontraron que la puerta del 11B había volado del marco y solo estaban allí el padre petrificado y el hijo muerto del susto, temblando.


 Las mujeres hablaron solo una vez y después no se les vio más. A las dos semanas se fueron de la ciudad con el hijo que todavía no podía pronunciar palabra. Y el apartamento sigue allí. El 11B sigue produciendo ruidos y ocurrencias extrañas que solo los niños metiches ven y luego no saben como manejar. Y también está el 11C y su desolación máxima, pues todo sigue allí tal cual lo dejaron. De hecho, hay algo que cambió. Y es que lo que sea que hay en el 11B, terminó pasando el pasillo y conquistó el territorio de la que alguna vez fue una familia feliz.

jueves, 10 de marzo de 2016

Helena's wake

   Roger and Helena had never been best friends or anything of the sorts. They had been the type of people that are kind to each other in high school and just say “Hello” and “Thank you” when it was needed. However, Helena had done something else that made her kind of special to Roger: she had been the only one to know he’s secret and had kept it for herself through the last four years of school. She had realized he was gay because Roger had been careless once speaking on his cell phone just after school and she had been the only one to hear him. They never spoke, they never agreed on anything but she never said a word and he was thankful for it.

 Now, many years later, Helena was dead. Roger had known of her tragic fate also by mistake, by chance, when reading the newspaper online one morning. The world is so plague with bad things that happen like terrorism and wars and so on, that sometimes road accidents pass unnoticed. The news of her accident was just a very small article, a few lines, but her name was there clear as day and he remembered it. At first, he thought it had been some other woman called Helena too but it the evening news they put on her picture and he confirmed that it was her. Roger wasn’t devastated when he realized it but he felt very sorry for her family and friends. It was a very tragic way to go and he then recalled the fact she had been a good person where most people wouldn’t have been.

 So, the following day, he decided to attend the wake as well as her funeral. Through the paper too he learned when the wake was going to take place and it was just after work hours in small mortuary not very far from his home. He tried to dress up as sober as he could, trying not to put on some colourful shoes or socks, which he loved, and stepped in the mortuary feeling very strange.

 The reason for this was because he felt he had stepped in high school again. Many people from back then had come to pay their respects and many were reunited in small groups talking about her but also talking about what they have been doing in the last few years. Many of them were still friends, at least on Facebook, so they knew exactly what the others were up to even if they pretended they didn’t know. But Roger was the only one that had not kept any contact.

 He had never had any real friends in school. His best friends had always been kids from his neighbourhood and friends he had made along the years. People at school were for him stupid and full of themselves, always trying to fake who they were and trying to know things that didn’t concern them. They were arrogant and very cynical and he just hated all of that so he never really tried to be friends with any of them. Not that they would have let him be a friend of theirs.

 He crossed that hall when they were all chatting as if they were in a school reunion and entered the room were the body and the family probably were. The ambiance there was very different. The family was crying and very close to the casket, which was closed. Roger instantly remembered what he had read about the accident and understood exactly why the casket was closed. He felt a bit dizzy but then someone came and held his arm. He was about to scream but the didn’t do it because he saw Helena’s mother broke into tears and also because he realized the person who had done that was someone he remembered from back then. It was a girl called Linda and she had always had a crush of him.

 Roger greeted her and she looked at him with those big annoying eyes of hers and talked in a sweetened voice that was just sickening. It was as if she was still trying to get him after all these years and it was just annoying. So, in a moment of genius, he told her he wanted to give his condolences to the family, which was effective: Linda let him go and he was able to walk towards the mother, who was still crying.

 Approaching someone that is such a state is always the worst but he had no choice as Linda was looking at him from the other side of the room. He followed an older woman who also came to pay her respects and the mother broke into tears and held her, even when they didn’t really seem to know each other that well. Apparently the poor woman was so socked by her daughter’s death that any person was a good person to cry with or on. Roger helped she didn’t do that to him, because he really didn’t liked to be touched by strangers but when she did he didn’t really mind. After all, she was a mother who had lost a child. And that’s something we can all agree is heartbreaking.

 He shook the father’s hand too and greeted Helena’s brothers, two big guys who he remembered from the rugby team back in high school. He instantly blushed when looking at the older one, whose name was Finn. Roger had had a big crush on Finn when he was about sixteen years old and he remembered going to rugby games only to watch him play and, more importantly, look at his butt. So it was really strange when, after shaking hands, Finn winked at him. For a moment, he thought that hadn’t happened. But it had.

 The former classmate stood there, by the casket, for several minutes. He wasn’t a religious person but he wanted Helena to know he was thankful for her being the person she was, for not telling anyone about his secret as he wouldn’t have been ready at that moment to face people about his sexuality. These days, however, he didn’t really mind.

 When he saw Linda coming to him, he decided to be honest so he asked her if they could go to the hall. She grabbed by he arm, again, and went along with what he said. Roger forced a conversation about life and what they had been up to. He wasn’t interested at all in Linda’s life but just wanted to be clear and get rid of her arm that felt more like a very annoying claw hanging off him. She talked about some boring job in engineering and he just nodded and when they were in the middle of the people outside he asked her about his relationships. Silly as she was, she giggled and said she had had some boyfriends but that she was available at the moment. And then she giggled again and put her hand on his shoulder.

 His moment had come and he was so happy to do this. It was like going back to high school, back then, and then just flip them off, as he would have liked to do. So he smiled and said the truth, which was the best way to discourage anyone, he said that it was a funny story because Helena had been the only one in high school to know he was a gay man. And that now, as a married man, he looked back at school as something so far away in his memory that he just smiled when he seldom thought about it.

 Linda was obviously shocked as she removed her hand and looked as if some horrible news had been announced via speaker. It was really like being back in high school and he enjoyed it thoroughly. What he had not realized was that people were not talking as loud as he did so every single person had heard what he had said. That was why the room had gone silent and then he looked at all the stupid faces around him and just smiled and couldn’t help laughing. When he did, no one laughed along but the sound miraculously returned to the hall.

 He kissed Linda on the cheek and told her he hoped she had a nice life. Then he marched out and he felt, very accurately, that many eyes were fixated on him. But he didn’t care at all. He decided to keep walking until he was outside and there he went to the nearest store and bought a pack of cigarettes. The storeowner lit up the first one for him and he went out to smoke in peace, happy about he had done, amused by the whole sad event.

 Then someone greeted him and he saw the large figure of Finn coming closer. They shook hands again and Finn said he had no idea he smoked and Roger said he didn’t but he had felt like it a few minutes ago. Finn laughed and then asked if it was true that he was gay and was married. Now it was Roger who smiled and nodded. Finn told him he had always known and not because of Helena but because he had noticed Roger looking at him often around school. And he said it was funny because he had always liked him too.


 It was an awkward moment but Finn proceeded to tell Roger he was about to get married to and he just wanted to invite him, that’s why he had come after him. Roger smiled again and promised to go with Jake, his husband. Then they started chatting about life, likes and so on. And when the conversation finished and he went home to Jake, Roger realized he had made a new friend, which was a very odd thing to get on a wake. He wondered if something weirder would happen at the funeral.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Impulsos de madrugada

   Podría argumentar que no iba tan seguido a semejantes sitios pero no creo que tenga necesidad de decir nada sobre mis costumbres puesto que estas no son objeto de interés. El interés recae en una pareja, dos hombres a los que llamaré Klaus y Otto. Esos nombres se los di yo por una simple conclusión un tanto facilista: eran alemanes, o al menos eso fue lo que yo creí. Puede que hayan sido de otro lado y puede que ni siquiera fueran pareja de nada. De pronto eran solo amigos que compartían semejantes experiencias, como he visto que muchos otros lo hacen.

 El caso es que ese día, o más bien esa noche, nos encontrábamos todos en ese sitio oscuro y un tanto húmedo en el que hombres como nosotros a veces nos vemos las caras e incluso ni nos las vemos, porque no vamos a reconocernos sino a perdernos y a darle rienda suelta a sentimientos y pensamientos que nos dominan a veces más de lo que nos gustaría. Yo, víctima de aquel impulso del que los hombres solemos ser víctimas, llegué al lugar pasada la medianoche. Al comienzo no los vi pero luego no pude dejar de verlos.

 Otto era especialmente difícil de no ver y todo porque era el hombre más alto del lugar. Había otros altos y más grandes que él pero su delgadez, el modo en que caminaba como colgado de alguna parte y su altura coronada por una cabellera rubia, era difícil de no ver. Tengo que confesar que me le quedé mirando mucho tiempo y tal vez se dio cuenta de lo que hice después y simplemente no dijo nada. Pero lo dudo porque toda la noche lo único que vi fue su manera de estar amarrado como por una cadena a Klaus.

 Él tenía un cuerpo increíble e iba más que borracho. No sé a que hora podía haber bebido tanto pero no me sorprendía porque turistas como ellos siempre tienen dinero de sobra para los placeres de la vida, siempre poco para comida o alojamiento. El caso es que, con el pasar del tiempo, me di cuenta que eran inseparables. Pero no era una de esas parejas tiernas y amorosas que suelen haber por ahí. Se notaba que algo andaba mal pues Otto se negaba a ir con Klaus a ciertas partes y luego Otto parecía castigar a su pareja quedándose más tiempo, como diciéndole: “No es esto lo que querías?”.

 Este juego extraño entre los dos fue el que me hizo interesarme mucho en ellos. En Otto que siempre llevaba una vaso con licor en la mano pero no parecía estar borracho y Klaus que iba sin saber de donde era vecino y jamás parecía parar en la barra del bar. Fue ese comportamiento de ir y venir, de pruebas de resistencia hechas en un lugar que ciertamente no se prestaba para ese tipo de cosas, lo que me llevó a que, cuando fue hora de salir, los siguiera de lejos.

 Para mi fue imposible evitarlo. Salí yo primero y apenas lo hice fumé el primer cigarrillo del nuevo día aunque aún era de noche. Sentía frío pero el cigarrillo me calentaba la cara y poco a poco el resto del cuerpo. Pensaba en cuantas veces había decidido ya dejar ese vicio tan feo para siempre cuando del local salieron, dando tumbos y con dificultad, Otto y Klaus. Se despidieron en la puerta de otros amigos que yo ni me había molestado en mirar en toda la noche y solo los miré con interés, como si fuesen criaturas en una jaula de las que hubiese que aprender todo lo posible.

 Algo hablaron en su idioma, que creo era alemán. Y entonces empezaron a caminar, lenta y torpemente. Cuando no iban muy lejos fue que me decidí: tenía que seguirlos. No solo porque tenía la urgencia de saber donde se quedaban, si iban a seguir la noche o si en verdad eran pareja como claramente parecían. Tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas que mis pies empezaron a moverse antes que mi cerebro hubiese dado el sí definitivo. Los seguí a cierta distancia, tratando de ignorar el frío. Era una suerte que yo no hubiese bebido casi, pues así podía estar más pendiente de todo.

 Bajamos la colina del barrio donde estaba el lugar del que habíamos salido y entonces dimos con una gran avenida. Allí había varias opciones, más aún en semejante ciudad tan noctambula, así que esperé. Para mi sorpresa, los dos extranjeros cruzaron la calle, ignorando olímpicamente las luces del semáforo y penetraron el barrio del otro lado. Esto me alcanzó a emocionar pues yo no vivía muy lejos de allí, una de las razones por las que había salido tan tarde.

 Caminamos un par de calles, en las que ellos jamás se giraron ni parecieron tener interés en nada más que en decirse cosas en su idioma, a veces susurradas y otras veces a grito entero. Pasamos la calle en la que yo vivía y seguimos de largo a otro barrio, este de calles más estrechas y que muchos decían era peligroso de noche. Yo me cerré mejor la chaqueta y me puse el gorro para que fuese menos reconocible. Por lo visto sentí por un momento que era una estrella famosa o algo por el estilo. Aunque también fue por el frío y para huir si había que hacerlo.

 Ellos seguían hablando y de pronto empezaron a pelear. Sus voces se alzaron más y más y yo tuve que meterme en la entrada de una tienda cerrada para ocultarme y que se dieran cuenta que tenían público. Por lo visto se dijeron cosas hirientes porque pude ver lágrimas en los ojos de Otto y Klaus con ojos brillantes, de rabia. Pero después, casi de inmediato, empezaron a besarse y pensé que iba a presenciar una escena para adultos en la mitad de una calle y con ese frío tan horrible. Pero no, solo se besaron con pasión y se cogieron de la mano.

 No los tuve que seguir mucho más. Resultaba que, borrachos como estaban, preferían cruzar este barrio para llegar al sector turístico que estaba del otro lado. Hacer toda la vuelta menos peligrosa requería de más concentración y tiempo y ellos no parecían tener ninguna. Cuando llegamos a una bonita avenida que de día los turistas llenaban hasta sus rincones más escondidos, ellos empezaron a caminar más rápidamente. Al cabo de unos cinco minutos entraron a un hotel grande, de esos que son antiguos y muy elegantes. Yo no entré, claro está, pero vi que los saludaba el chico de la recepción y que, antes de subir en el ascensor, Klaus le ponía una mano en el culo a Otto.

 Fue una decepción que la historia terminase allí. Yo buscaba algo más interesante, algo que llenara mi mente de imaginación y de posibilidades. Este final no correspondía a los personajes y por eso me quedé allí mirando al hotel como un tonto, hasta que un ruido me sacó de mi mente y el dio otro final a la historia.

 En la calle se podían escuchar los gemidos, de Otto sin duda. Me dio risa y a la vez tuve el impulso de entrar al hotel y al menos verlo por dentro. Quería, por alguna razón, hacerles saber que había estado allí y que los había seguido. Para que quedarme yo con ese secreto, con toda la diversión? No, no estábamos en una historia de espías en los años cincuenta ni en una de esas series con demasiadas chicas rubias norteamericanas. Esto era la realidad y en la realidad se puede hacer lo que uno quiera. Así que me puse en marcha.

 Cuando llegué a la recepción me di cuenta que no sabía que era lo que iba a decir , que me iba a inventar para poder llegar hasta la habitación que ni sabía cual era. Mis impulsos, de nuevo, me habían traicionado. Pero mis pies no se detuvieron. Cuando estuve frente al joven recepcionista abrí la boca y, como un pez, la cerré y la abrí y no dije nada. Él, sin embargo, me sonrió y me dijo que me esperaban ya y que subiera a la quinta planta, habitación 504. Yo asentí robóticamente y traté de sonreír pero solo logré una mueca fea.

 Subí, nervioso, y no sé porqué me dirigí a la 504 sin ponerme a pensar que podría esperarme allí ni con quien me habrían confundido. El hotel tenía una decoración que buscaba llamar la atención de su público exclusivo y eso me puso más nervioso mientras me dirigía a la habitación asignada. Cuando estuve frente a la puerta no se oía nada. Después una voz lejana y un rumor como de pasos arrastrándose. De pronto, la puerta se abrió de golpe, sin yo tener que ponerle una mano encima.

 El que me sonreía allí de pie, desnudo, era Otto. Y estaba sonriente y feliz. Vi a Klaus detrás, bailando o algo por el estilo. Otto me dijo, en un español machado y extraño, que llevaban esperándome un buen rato. Me hizo seguir tomándome la mano y cerrando la puerta suavemente.

Tengo que decirles, queridos amigos, que no olvido nada de esa noche o mejor, de ese día. Pues fue el inicio de una cadena de eventos que me llevarían a escribir este texto desde un sitio en el que jamás pensé encontrarme. Pero así son las cosas.

martes, 8 de marzo de 2016

Natalia on a date

   Natalia was trying to listen to every single word that came out of Robert’s mouth. But it was impossible. He talked so fast, so much; that she didn’t even had time to process any of what he had said. The fun thing was that he had just arrived to the restaurant, after she had been waiting for him for about twenty minutes. He hadn’t said “Sorry”, or anything like that. He had just laughed at some stupid thing he had said and started talking and talking like a mad man.

 The restaurant was a very nice place for a date between two people that loved each other. Many couples were sharing some time around them. But as Natalia noticed, all of them were having a much better time than her. Even those who were by themselves, with friends or family, seemed to be having much more of a good time than her. She only looked around and put on butter on those tiny breads they give you before properly beginning dinner. She realized, after several minutes, that she had already eaten about five of ten, after having filled every single one of them with butter. She was supposed to be on a diet, but the hell with that.

 Finally, the waiter was bold enough to speak and Robert had to shut up for the first time in a while. Natalia took this precious moment to stand up, stretch her legs and go to the bathroom. He asked if he could order for the both of them and she said yes, anything to have a couple of minutes away from him. Walking slowly to the bathroom, she reminded herself never to date relatives of their friends again. Robert was a cousin of her best friend Laura and had nothing to do with her. Laura was a funny gal, full of life and color. Robert was just full of life but because he wouldn’t shut his mouth.

 In the bathroom, she washed her face to be a little more awake, and then she applied a new layer of makeup and also peed for much too long. She loved to count something that took long when she was in there, like how many Pokémon she knew or how many colors she could name. Sometimes she would get so caught up in her own game that she would pull out a small notebook out of her purse and start write the names down. Natalia was not really and obsessed person but she was distracted easily and preferred rapid, intelligent exchanges than long and tiring conversations.

 After what felt like forever but ended up to be something like twenty minutes, she went back to the table where the waiter was putting down their food. Apparently Robert thought she loved salad because she could only see green leaves on her plate. As she sat down, she reminded herself that if she didn’t have any meat, she would have to call to the burger place she loved by her house and order the one with the double patty. She was really hungry and that salad wasn0t going to do the trick.

 Moroccan. That’s what he said the salad was. It was on a big plate and had a number of things in it but she didn’t really care. She had already decided on her burger and was already looking forward to it.

 Again, Robert started talking and talking and she began counting Pokémon on her mind again and then trying to remember what she had to buy in the supermarket the next day. She had promised her mother to invite her home for lunch and she had to do something nice. Maybe pasta was the best choice but it seemed so simple, or maybe some kind of steak. But if she ate steak, she couldn’t really eat a burger the night before, it would be too much and, after all, she could only break her diet once. Well, she could exercise more and not do any diet. She wasn’t that fat. Natalia thought she had a nice body, curvy but not like a porn star or anything like that. Just good enough for any use. She laughed at her own joke.

 Robert smiled. She looked at him and smiled kindly, not knowing what he had been saying. Thankfully, he broadened his smile and just told him he loved her laughter and how she listened so attentively to every little thing he said. He told her she was the most beautiful girl he had met and that he would be honored if she could date him again. Natalia’s smile turned into coughing. At first, even she thought it was because she had no intention of answering that question. But then, she touched her neck and knew something was wrong.

 She felt she was drowning, as if some unknown force was choking her. Then she saw her fingers and they were getting swollen. Robert called the waiter and asked for an ambulance. Natalia didn’t want that, but as she couldn’t even breathe, it was not really a time to refuse any kind of help. The paramedics arrived some moments later and they immediately gave her a shot, something to counter the allergy of whatever it was that she had suffered. The paramedics decided it was best for her to go to the hospital and spend at least one night there, under surveillance.

 It all happened so fast, even Robert had no words. He just grabbed her purse and gave the waiter some bills to pay up the meal. He was scared, livid, as he jumped into the ambulance that rushed through the city’s crowded streets. Natalia seemed to be getting sleepy in the ambulance and she couldn’t really hear or say anything. The paramedics gave her another shot and started asking questions but she couldn’t heat them. For some reason, she only wanted Robert to take her hand, to feel someone was with her in that trying moment, to feel some friend was taking care of her. But Robert didn’t do anything. Just as she closed her eyes, Robert turned his body towards the back doors of the ambulance.

 Natalia woke up early the next morning. Her nurse, a very nice young woman, told her that she had had an allergic reaction to something she had eaten. Natalia smiled and the girl looked confused. She explained to her all about Robert and how he talked like mad and how she didn’t even know what she was eating. The nurse understood, with that face that means “Men!” and told Natalia that they would check what the ingredients of the salad were but that it would help if she made them a list with all of her allergies. But she only knew about her allergy to cat hair and she doubted that was one of the ingredients.

 The doctor that walked in laughed and Natalia was thrilled he did because he was very handsome and his teeth were all so perfect and white. She had the best time talking to him; about what had happened the night before and about what she had been through overnight. He was a very nice person and explained to hear that they wanted her in for one more night to check everything was good and to identify her allergy. He also told her that her mother was there and that she had brought all the paperwork from her insurance and all that annoying stuff one has to do to get sick.

 Natalia laughed and that was how the doctor decided to leave, on a high note. Her mother would come some time afterwards. She was really good friends with her and explained the situation at dinner with Robert. Her mother understood exactly what she was saying and advised her never to allow that to happen again. She said life was to short and too wonderful to be listening at idiots talking stupid stuff. It was best to stop things right on time if you realize the person in front of you is just not that interesting. Natalia nodded and agreed.

 The allergy was determined to be related to a certain type of pepper, not the common one used in most dishes (black pepper) but a rare kind only found in North African cuisine. Natalia laughed, as she thought it was at least nice of Robert to take her to a restaurant that served the real cuisine of the country that the dish was from. Even Laura, her friend, laughed like crazy the day Natalia was allowed to go back home. She pushed her friend’s wheelchair to the main entrance and all the way there they laughed at poor Robert, Laura even confessing she knew he was annoying but not at that level.


 Natalia asked Laura If she knew why he hadn’t come to visit her. After all, he had been with her when it happened and it seemed only natural. But Laura told her friend that Robert was one of those men that like to show off in front of women but when they fuck up, they are afraid forever of the person that sees them being real humans. Natalia thought that was very weird but moved on. She had had much worst dates than one!