lunes, 17 de septiembre de 2018

Madres


   Elisa bebió una botella entera de agua en pocos segundos. Después tomó otra, pero solo consumió la mitad de su contenido. Después solo se sentó y trató de recuperar su respiración, pero le era difícil. Desde donde estaba, podía ver como pasaban los demás concursantes de la carrera, cada uno con su número en el pecho y con cara de no poder moverse nunca más a tal velocidad. Todos se agolpaban alrededor de la gente que daba las botellas de agua y ver eso hizo que Elisa se tomará lo que quedaba en la suya.

 Tocó sus piernas con una mano y se dio cuenta que estaban algo entumecidas, casi no podía ni sentirlas. Empezó a moverlas arriba y abajo, haciendo girar los tobillos ligeramente. Uno de los organizadores la vio haciendo esto y se le acercó para preguntar si estaba bien. Elisa trató de sonreír lo mejor que pudo y le dijo que todo estaba bien. El chico respondió también con una sonrisa y le dijo que en pocos minutos habrían llegado todos los concursantes y entonces podrían entregar las medallas y los premios a los tres primeros corredores.

 A Elisa se le había olvidado por un momento ese detalle. Como había gastado sus últimas energías en el último segundo, no se había fijado cuantas mujeres más había en su cercanía. Cuando corría de esa manera no tenía tiempo ni la intención de estar mirando a un lado o al otro. Tenía que poner toda su concentración en poder llegar a la meta, sin importar cuanto lo que costara o que le doliera. El caso es que podría haber ganado su categoría pero no tenía ni idea si eso de verdad fuese posible.

 Cuando los últimos concursantes llegaron, la gente explotó en aplausos y vítores. Elisa se puso de pie y se dio cuenta que sus piernas estaban casi dormidas, por lo que tenia que caminar para no quedarse allí sentada más rato del necesario. Además, ya todos se estaban acercando a la tarima central para escuchar lo que los organizadores tenían para decir. Algunos sabían que no iban a ganar nada pero otros estaban expectantes pues creían tener la posibilidad de al menos ganar una de las brillantes medallas.

 Elisa se sostuvo como pudo, apoyándose ligeramente contra un poste de luz que en ese momento no estaba sirviendo aunque pronto lo haría. Al mirar al cielo, notó que gruesas nubes oscuras se acercaban y el viento parecía decidido a traerlas encima del parque donde estaban reunidos. En ese momento, Elisa solo quiso estar en casa, con su pequeño hijo y su perro labrador. Eran los tipos de tardes que le gustaba tener, sin importar si afuera estaba lloviendo o haciendo sol. Esos eran sus dos tesoros más grandes, y aquellos seres a los que debía proteger a toda costa.

 Uno de los organizadores empezó a hablar por un micrófono, visiblemente preocupado por el clima. Su voz sonaba apuraba y parecía decidido a terminar con todo el proceso en minutos, incluso cuando tenía que entregar unas cuarenta medallas, además de cheques a los tres primeros lugares de cada categoría. Mientras hablaba, Elisa miró a un lado y al otro, esperando ver a Nicolás y a Bruno por algún lado. Su hermana los estaba cuidando mientras ella concursaba pero no sabía si ya estaban allí o venían de camino.

 Fue entonces cuando se escuchó el estruendo y todo se hizo silencio en un segundo. Una luz potente aclaró el cielo sobre los concursantes de la carrera. Por un momento, todos lo vieron fascinados, algo asustados también. Pero segundos después empezaron a correr y a gritar. El rayo cayó justo encima de la tarima, electrocutando al presentador de la ceremonia de medallas. Elisa pudo oírlo gritar y, al salir corriendo, el olor a carne quemada inundaba ya todo el lugar. El caos subsecuente era apenas de esperar.

 Otros rayos cayeron pero un poco más lejos, a pesar de que todavía lo hiciesen en el parque. Elisa cayó entonces en cuenta que su hermana, su hijo y su perro podían estar esperándola en el estacionamiento, cosa que la asustó y la hizo correr como pudo. Su cuerpo entero le dolía pero un afán sin medida se apoderó de ella. Los rayos podían haber caído en cualquier lado y su familia podía estar herida o aún peor. Corrió como pudo hacia la salida más cercana, cerca de donde debía estar su familia.

 El problema era que había demasiada gente en el parque, tanto concursantes como público. Eso sin contar a aquellos que simplemente habían ido al parque a disfrutar el día, antes de que se convirtiera en algo tan horrible. Elisa tuvo que detenerse cerca del cerco del parque para mirar a su alrededor. No podía estar corriendo como loca, sin fijarse para donde iba o como lo hacía. Debía tener sangre fría para pensar bien e ir al lugar donde fuese más probable encontrar a sus seres queridos. Esperó entonces allí, por un rato más.

 Cuando vio el fuego a lo lejos, tuvo que moverse. En la salida del parque se agolpaba la gente, mucha que estaba cerca de casa y otra que había corrido sin pensar y ahora se daba cuenta de que su automóvil estaba lejos de allí. Elisa miró hacia un lado, donde había algunos vehículos, pero no vio a nadie conocido. Ella no llevaba encima su celular, pues precisamente se lo había dado a su hermana para que se lo guardara. Esos aparatos eran un estorbo completo mientras se corría y no habría tenido sentido quedárselo durante la competencia. Otros dos rayos cayeron en el parque.

 Y la lluvia por fin comenzó, con fuerza. Todas las personas allí se lavaron por completo, asustadas y sin saber que hacer. Elisa decidió moverse en vez de quedarse allí. Recordó donde quedaba el estacionamiento más grande y se apresuró hacia esa dirección. Sus piernas, de nuevo, no parecían responder muy bien al hecho de que las estuviese haciendo correr de nuevo, pero no tenía ninguna opción. Ignoró el dolor que le causaba hacer ese esfuerzo y trató de correr más rápido, para llegar más pronto.

 En el estacionamiento había enormes cantidades de gente. Se había formado un atasco enorme por culpa de la cantidad de vehículos que habían querido salir al mismo tiempo. Además, el sistema eléctrico estaba fallando y los que manejaban el estacionamiento no querían dejar salir a la gente sin pagar, así que se ponían a calcular su cuenta a mano, lo que se demoraba el triple de lo normal y causaba problemas graves bajo la tupida lluvia que estaba cayendo. A lo lejos se escuchó una sirena de bomberos. Muy tarde.

 Elisa miró uno por uno los vehículos pero no reconoció ninguna cara en ninguno de ellos. Golpeó ventanas y gritó, pero nadie corría hacia ella ni ella veía a nadie, ni a su hermana, ni a su hijo, ni siquiera al perro. Trató de recordar la marca y el aspecto del automóvil de su hermana, que los había traído en la mañana, pero siempre había sido pésima identificando automóviles. Estuvo un buen rato mojándose, tratando de encontrar el vehículo hasta que lo encontró, un poco alejado del caos que había saliendo del estacionamiento.

 El coche, sin embargo, estaba casi completamente quemado de un solo lado. Un rayo parecía haber caído encima del automóvil de al lado, que había quedado inutilizado. Miró por la ventana y pudo ver un par de juguetes de su hijo y la correa de Bruno. En ese momento se asustó y varias cosas le cruzaron por la mente en cuestión de segundos. La puerta del lado de su hijo estaba calcinada, por lo que tal vez habían tenido que salir de urgencia hacia algún hospital. Podrían haberse quemado todos y ella no tenía idea.

 Trató de buscar quién la ayudara, pero nadie parecía interesado en otra cosa que no fuese irse de ese lugar lo más pronto posible. El fuego había desaparecido y no había más rayos, pero la gente estaba asustada y ese es el estado más peligroso en el que puede estar una persona.

 Elisa se salió de allí y se acercó a la tienda más cercana a pedir un teléfono, para llamar a su madre. Ella podría saber algo. Entonces fue cuando le volvió el alma al cuerpo pues su familia estaba allí, sentados alrededor de una mesa, comiendo. Al parecer, su hijo no había aguantado las ganas de comer algo.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Memories with sauce


   As the water began to bowl, I opened the pasta packet and dropped it all inside. I was eating alone, but I felt hungry and also felt like not having to excuse myself if I wanted to eat a bit more than usual. I turned to the fridge and grabbed my favorite pasta sauce. I would mix it with vegetables and cheese, in order to turn my meal into a needed relaxing time. I really needed to stop thinking about all the things around me and just, for once, enjoy myself having a nice plate of hot and hearty food.

 The pasta softened fast and my sauce started boiling in no time as well. I had chopped onions, peppers, carrots and mushrooms, as well as a big eggplant that I had found in my fridge and didn’t remember buying at the store. It all went into the sauce and I decided to wait for everything to be just perfect. I grabbed my phone, and browsed through happy pictures of people, some traveling and some others with their children and getting married or celebrating something with, apparently, thousands of people somewhere nice.

 I rarely had any time to go on holidays, so I always wondered how the hell they did it, how was it that they earned a very decent living and, at the same time, had so much time to do nothing. Getting a job had taken me forever and it was not now that I would attempt to lose it only to go frolicking in the waves of some beach in an Asian country. I sure was jealous of what they had, but not at every single moment of my life. It was just when I browsed those stupid pictures and also when I felt not so high on myself.

 The pasta had to be ready then. I grabbed my plastic strainer and took all the water out from it. When it was good and dry, I put it back into the pot. No moment left to think, I grabbed the other pot with the sauce and pour it all over my pasta. Looking at those delicious chunks of deliciousness was enough to make me feel very happy again. I forgot about the stupid pictures I had seen and decided to only dedicate the rest of that day to the delicious food I was making and also going to eat.

 I stir it all good and even put on some butter on it, in order for the pasta not to stick to anything too much. As I moved my food around, the smell of it all reminded me of better times or at least easier ones. I remembered the food that was served to me in the cafeteria, at school. I especially remembered taco day. The tacos were not even that good but the rush of having such an uncommon food in school was enough to make me feel happy. It even made the food taste so much better. I would ask the lady for more and more, until she had to tell me that others also wanted to eat tacos.

 Fat was something I never really was but I did get a bit chunky in high school. I think it was because I would rather completely avoid any physical exercise. I ate like any kid does at that age, tacos were an exception. What I really hated was physical education and how the teachers were always so happy and positive in those courses. It was really unnerving how fucking happy they were to play anything or to make us run around the whole school. It was almost like some sort of boot camp, at least in their minds.

 As I served myself a big bowl of pasta, I realized I was smiling from ear to ear. Apparently, remembering school was causing me some kind of pleasure, which was very strange because I didn’t really have any nice memories from that time in my life. I was a very average student, I even had to do one year all over again. Making friends seemed like the world’s hardest task and I also felt it was just futile because I kept failing horribly when trying to get to know people, and kids are tough as nails when they want to be.

 I smiled though. I sat down on my two-seat dinner table and turned on the TV in order to feel some company in the apartment. It was one of those things most lonely people do in order not to feel they are going completely insane. I left it on some animal channel, were dogs seemed to be misbehaving and a man was trying to get them to be nicer. I didn’t pay much attention to it, preferring to get back to my teenage years and explain to myself why I had been smiling before. The answer was pretty simple.

 As strange as it may be, I realized I really liked myself back then. What I mean is that I love how I did some things in that time. Sometimes we recall are youth and have second thoughts about everything, but I had just realized I didn’t or at least not about that whole segment in my life. I loved that I had the balls to just not go to some of my PE classes, I’m glad I stood my ground and just pretended to go to the bathroom and instead sitting down on the library in order to enjoy myself in a more personal way.

 Yes, the teachers caught a couple of times and I got in trouble with my parents because of that but it was worth it. Because I was building myself, I was building this man and everything could have been different if I had forced myself to do the things I didn’t want to do. Some people don’t understand that doing things that you don’t like is only good when it makes sense and not when the only thinks that it causes is that just start disappearing, you stop being yourself and instead you become this copy, a bad one probably, of some else who’s not even that interesting to begin with.

 The dog show has ended and now it’s a cat show. Every single piece of vegetable in the sauce is just right, beautifully seasoned and with a taste that would make any Italian mother and grandmother proud. It fills my heart and my soul that I had the good idea to make something that delicious in a moment when I really needed to feel comforted. It cannot be all about responsibilities in life; we have to learn how to have fun and how to make ourselves feel good when we need to. That’s the only way we can survive.

 The only really bad thing about those times and my life in general, is that I never really had what it took to make friends or get to know people properly. Sure, I did call some people friends during high school and also in college. Even now, I call some of the people I work with “friends”. But I know the word is probably too big for our relationships. I know that friendships are built of much stronger materials and that they should at least last for a couple of years in order to be considered real friendships.

 So, in that sense, the amount of friends I have is alarmingly low. And again, I put the blame on me. I lack what it takes to be a really good friend and I have to confess I don’t really know what it is that makes you that. Even in high school, I failed horribly at trying to make connections with people. Sure, I had “friends” but once we parted ways after college started, people disappeared in seconds because we stopped having something in common. Only being in school made us feel similar and much more is needed.

 I think that is my only regret, not trying hard enough to be a better friend or just trying to figure out what people look for when they are looking for a friend. Well, for starters I guess people don’t really “look for” friends, they just happen to get some as any normal human being. Damn, I guess most people don’t put so much pressure on the whole business to start with. But, again, if I didn’t think too much about things, I just wouldn’t be me. And what would be the point then, if it’s not the real me looking for those friends?

 The past filled my soul and body. I learned the recipe from my mom and I thanked her for that later that day. But after eating, I sat there at the dinner table, thinking about my memories from school. The people I had hated for being so easy going, the likely friendships lost because of that.

 I grabbed my cellphone and look around some of the apps. I finally found the name I was looking for and started texting with him. After a few minutes, I asked if he could come by my house or if he wanted to have a drink. No idea if a friendship is possible there but at least I’m willing to try.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Siempre estás conmigo


   Nunca creí poder verte a los ojos. Toco tu cara y me fascino al sentir el calor proveniente de tu interior. Me gusta como no sonríes y actúas como si fuera algo a lo que estás acostumbrado, cuando sé muy bien que no es así. Me gusta poner toda la palma de mi mano sobre una de tus mejillas y tan solo sentirte allí conmigo. Resistes cuanto puedes pero terminas siempre por cerrar los ojos o solo moverte un poco. Eso me indica que existes, que de verdad estás allí conmigo y que no te he imaginado como sí lo hice antes.

 Cuando era pequeño, tan solo un niño, supe muy bien que me gustaban los chicos. Me gustaba jugar con ellos, fuese un deporte o a los videojuegos. Me gustaba escucharlos hablar y reír. Creo que fue en ese momento cuando supe que la sonrisa de un hombre era para mí una cura para el alma. Sí, era solo un niño pequeño que no sabía nada de la vida, y sin embargo entendí muchas cosas de mi mismo sin en verdad enfrentarlas. Porque a esa edad no todo es un problema ni causa un drama existencial irreparable.

 Mi curiosidad sexual también se despertó y creo que hice lo que muchos hicimos en ese tiempo: orinar con otros amigos y compararnos unos con otros, como si estuviésemos hablando de carritos de juguete o algo así. No le poníamos mucha atención a nada y creo que por eso todos olvidamos todo tan rápido, sobre todo cuando ha pasado tanto tiempo. Juzgamos duro a los más jóvenes porque olvidamos lo que hacíamos cuando lo éramos. Y eso, estoy seguro, lo hacemos a propósito la mayoría de las veces.

 Ya cuando la pubertad entró a mi vida como un tornado, empecé a soñarte. Es verdad que no siempre tuviste el mismo aspecto pero creo que fue a los doce años cuando supe que quería tenerte en mi vida. En ese momento todo era muy romántico, pues yo solo sabía del amor por las películas y los personajes de los dibujos animados. Lo que yo imaginaba era básicamente un príncipe azul que era perfecto, tal vez con la cara de alguno de mis actores favoritos de la época, que venía y me rescataba de mi triste vida solitaria.

 Ser homosexual es difícil, sobre todo cuando sé es niño o adolescente. De pronto hoy en día las personas sean más comprensivas o abiertas a las cosas pero en mi época no era así y tuve que callar muchas cosas. No podía estar contándoles a mis compañeros y amigos y amigas y demás personas, sobre lo que pasaba por mi cabeza. No podía explicarles que cuando me tocaba por las noches no veía mujeres hermosas o modelos de calendarios sino a hombres que veía todas las tardes en la televisión. Ni siquiera comprendía mucho del sexo y sin embargo los imaginaba allí conmigo.

Mi primera relación sexual fue años después y no fue ni lo más increíble de mi vida ni tampoco decepcionante. Fue solo algo que debía de pasar, no le puse más atención de la que debía pero sí pensé que si hubiese sido contigo, las cosas hubiesen sido muy distintas. Seguro me habría emocionado más verte allí, y mis labios habrían sabido besar de una manera más hábil y segura. Creo que te habría abrazado y jamás te hubiese dejado ir, sin importar las palabras de nadie ni lo que pudiese estar pasando en el mundo.

 Sin embargo, seguías sin aparecer y ya para cuando tuve mi primer novio real, estuve casi seguro de que simplemente no ibas a aparecer jamás. Al terminar esa relación de manera tonta y adolescente, me sentí tonto al creer que el amor era esta cosa que parecía salir de una ridícula película romántica. Decidí dejar de ser el idiota que piensa en el príncipe azul y me dediqué a pensar en mi mismo, decidí ser solo yo y tratar de mejorar lo que eso era, porque todavía no tenía muy claro cual era mi rol en este mundo.

 Y me tomó tiempo. No puedo dejar de pensar lo diferente que hubiese sido todo si hubieses estado allí conmigo. Veía a unos y a otros juntarse y separarse y tengo que admitir que me daba envidia. Es increíble lo rápido que las personajes aceptan a otros pero no se enteran por un solo segundo lo que es vivir bajo su piel. Seguía con los mismos secretos de antes, teniendo que embotellar todo lo que pensaba en mi mente, sin poder ser sincero con nadie excepto con pocas personas, por cortos periodos de tiempo.

 Sí, hubo gente que pasó por mi vida, pero no te he mentido cuando te he dicho que nada significaron pues en un momento clave, cuando alguien decidió que la mentira era la mejor opción, decidí que iba a dejar de buscar el amor a propósito. Decidí que el amor tenía que ganarme a mi como si yo fuese el premio y no el amor en sí. Me dediqué entonces a dejarme llevar y a crecer como persona y ese crecimiento vino con una rica vida sexual de la que ahora tu eres el receptor de sus beneficios.

 Hice de todo con muchos y, como bien sabes, no voy a pedir perdón por nada de lo que he hecho. Sería una tontería pues en cada momento disfruté de lo que hacía, lo hice feliz y sin remordimientos y sin lastimar a nadie. Muy al contrario, hacía a otros igual de felices que a mi. Dejé de pensar en el príncipe azul y te dejé a ti casi en el olvido, en un pequeño rincón de mi cerebro que se fue llenando con polvo y telarañas. El tiempo pasa y no perdona jamás. Te fui dejando a un lado porque simplemente eras una de las ilusiones de un niño solitario y no podía seguir siendo él toda mi vida.

 Sin embargo, soy de aquellos que creen que jamás dejamos de ser nosotros mismos. Podemos ir y venir, hacer y deshacer, y siempre seguimos siendo exactamente los mismo en lo más profundo de nuestro ser. La gente dice que cambia y que aprende y que evoluciona y la verdad no sé que tanta verdad haya en eso. De pronto es verdad pero sí creo que en nuestro corazón somos la misma persona desde el momento en el que nacemos hasta que nuestro cuerpo deja de funcionar y alimenta de nuevo a la Tierra.

 El caso es que me concentré en otras partes de mi vida y el amor, o como se llame ese sentimiento, dejó de existir para mí o al menos su importancia fue tan insignificante para mí, que simplemente parecía no tener ni siquiera validez. Me dediqué a ser una persona en otros aspectos, a trabajar y a aprender e incluso quise tratar de establecer relaciones con otras personas, relaciones basadas en la amistad, en gustos similares y en trabajo. Lo intenté por un buen tiempo, con la mejor actitud que me fuese posible.

 Pero mi mejor actitud no fue suficiente. Me di cuenta de que soy una de esas personas que a nadie le interesa conocer. Creo que esa realización ya la había tenido pero la diferencia entonces fue que acepté lo que quería decir. De pronto a los quince años me habría sentido mal y hubiese incluso querido acabar con mi vida, pero ya mayor, con más de treinta años de edad, decidí que eso no importaba. Si no soy interesante, ni llamo la atención y a nadie le interesa conocerme, debo y quiero entenderlo como problema de ellos y no mío.

 Algunos me acosarán de negativo y de culpar a otros por mis problemas pero así es como me siento y jamás me voy a disculpar por ser yo mismo. No tendría sentido alguno serlo. Y creo que fue en ese momento, cuando por fin me di cuenta quien era y lo que quería en mi vida, que pude correr las cortinas que nublaban mi vista para por fin ver tu rostro detrás de ellas. Tengo que decir, y ya lo sabes, que creí que eras una ilusión. Eres más hermoso de lo que nunca te imaginé, y eso me hizo sonreír, como en esa primera vez que nos conocimos.

 Supe desde el comienzo que eras diferente y por eso insistí en conocerte mejor. Entendí tu actitud y por eso tuve paciencia y ahora sabemos que todo funcionó, como yo siempre pensé que lo haría. Cuando hicimos el amor por primera vez, entendí que todo estaba pasando tal y como debía pasar, ni más ni menos.

 Y ahora toco tu cara y tu tocas la mía, te abrazo y tu me besas. Estamos solos tu y yo y creo que las cosas nunca podrían ser mejores. Tengo miedo pero al mismo tiempo me siento irremediablemente feliz. Por fin sé lo que eso se siente y te lo debo todo a ti y a nunca haberte dejado de soñar.

lunes, 10 de septiembre de 2018

The place beyond the mountains


   Lakia ran in front of her owner and then waited for a bit. After all, Madame Greska was an elderly woman that needed a cane to support her weight. Even so, she liked to take a walk around the village every single day with her dog, as she had done for years and years. Her husband used to join them for the walk but he had died very recently and now a stroll around the fields was the only thing really making her feel alive. There was nothing more for her in this world, so she took what little she had around.

 And one of those things was the nature and beauty of her village’s surroundings. It was a very small town, deep into a very steep mountain range, so the modern world had been kept largely at bay. There was electricity and hot water but that was basically it. Very few people came but those who did chose the town precisely because it seemed to have been frozen in time. Madame Greska’s clothes were even the traditional attire for women of the region, something women did not wear anymore elsewhere.

 But in that place between the mountains, people lived a different kind of life. As she smelled the deep and beautiful smell of the lavender fields, the woman looked at how peaceful it all seemed, how untouched and perfect the countryside was and that could also have been said about the town itself. The homes had been built almost three hundred years ago by hand, stone by stone, and they had been kept in the same conditions since then. No major changes had ever been done.

 Even when electricity came, people came up with ways to install the whole thing without having to modify their homes or the general look of their town. And it was a success because no one would have ever thought those interventions had been made there. The town was made up of about twenty to thirty houses, all very similar, some of then containing the post office, the mayor’s office, the restaurant, the bar, the hotel and some other dependencies needed in the town’s daily life.

 They celebrated festivals in the summer as well as in the winter and they also had a small church on the outskirts to praise the Virgin Mary, the protector of the mountain towns. It was there that they prayed for days and days during the hard times, that had never come to the mountains but that had been looming around them for quite some time. The town was never in the middle of any historical occurrence but they had been very close in a number of times and only prayer and keeping their traditions had seemed to do the work and keep all the bad things at bay, away from their paradise.

 One of those bad things was war, both great wars in this case. During the first one, Madame Greska had not been alive yet. But her parents told her when she was young how they feared for their lives when a messenger arrived, having been sent by the royal house hold in order to announce all over the country that the war had begun. For them, it had been the announcement of a tragedy; something that they just knew would change their lives forever. So they prayed and prepared, and waited and waited.

 But the war never came to them. The small town stayed as it had been for hundreds of years and its people, although fearful, were able to live normal lives, plowing their fields and harvesting their crops. They had animals and even did a little bit of commerce between themselves and neighboring small towns. It was only in those opportunities when someone would come back, updating everyone about what was happening beyond the mountains. But somehow, all of it just seemed like a bedtime story.

 No soldiers ever came and those machines that people had invented to fly had been simply considered exaggerations. No one there ever saw a tank or even a rifle. They had no idea what mustard gas was and how it affected people. In time, many years after the end of the war, some travellers did tell them about what they had heard and seem. So the war did become a little bit more real but probably not real enough. For the people of such a small town, all those grandiose stories were just that, stories.

 Madame Greska grew up during the times between the wars and she remembered those days fondly. She remembered frolicking around the meadows in the spring, catching tadpoles with her sister and running after some dog, probably Lakia’s grandfather. Something she had always loved was when, in winter, they would offer her ice cones in the town’s festival. They were made out of ice collected in the mountains surrounding the town and they would then add some flavoring, most likely some kind of berry.

 Her parents her very caring people, the farmer type. They had a couple of cows and would sell the milk in the town’s market, every single day. Her mother was the one that had to do the heavy work and her father was in charge of selling the product. She never knew why her mother had to carry such heavy buckets and walk the cows to a prairie where they could eat. Her father didn’t seem to do that much at all. But he was such a nice and funny guy that, no one ever really seemed to be able to be mad at him. He was just the kind of person that would lift your spirits any day of the week.

 That was until the Second World War. The town was left untouched by that one too but they were more affected by it in ways very few people can understand. Again, no soldiers ever stepped on the stone streets of the small town nor they walked among the lavender fields. But it was people that heard about what was going on and how now it seemed to be worse than the last time. The atrocities people talked about were so heinous that some people even qualified them as fabrications and dismissed them completely.

 But by the end of the second year of the war, people noticed that it did seem like something completely different that before. More and more, people that had been beyond the mountains would tell everyone in town about the battles being fought and the threats being fulfilled. And those people would almost always come with some kind of proof, mostly in the shape of flyers and newspapers, which had become easier to find. They came with detailed stories and even with pictures of the horrors.

 This caused town to prepare once again. And even knowing the war would probably never get to them, they did try to cut off some ties with the outside world in order to prevent anything bad from coming to them. Some youngsters were even thinking about the bigger picture, what would happen if the enemy won the war and was able to take everything for themselves? They thought about it for a long time until one day, something happened that made them take a step that their families would regret for life.

 One night, a large group of planes passed over town. They were noisy and seemed to be flying really low. Most villagers thought their tie had come. But no, the planes continued for a bit and then started dropping their payload on a neighboring town, much larger than Madame Greska’s village. It was beyond the mountains but the explosions were so potent that they could be seen from afar. This event caused many young men to decide joining the army and fight for the freedom of the whole nation.

 None of them ever returned. Only letter with their uniform and a picture of their battalion would get to their families, who would mourn them forever. Brave young men that had decided that their ignored village was more than enough to be able to fight tyrants and monsters.

 Two of those men were Madame Greska’s brothers. And she was so affected by the tragedy that she was never able to have children. Her body was able to do it but somehow inside seemed to prevent any pregnancy. It seemed her soul had always been in mourning and would always be.