miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cambio extremo

   Era la primera vez que iba a uno de esos consultorios. Lo habían llevado la curiosidad y las ganas de hacer un cambio de verdad importante en su vida. Por alguna razón, ese cambio debía provenir de algo tan drástico como un cambio físico. No podía ser algo tan simple como cambiar los muebles de lugar en su casa o volverse vegetariano. Debía ser algo que fuese permanente, que en verdad tuviera el carácter de cambio y que todos los que posaran sus ojos en él pudiesen ver, de alguna manera. El cambio era para él pero debían notarlo los demás, de eso estaba seguro.

 En la sala de espera solo había mujeres. Era obvio que la mitad, es decir tres de ellas, venían para procedimientos simples como el botox. Había mujeres obsesionadas con el concepto de verse más jóvenes, menos arrugadas y cerca de la muerte. Él tenía claro que ese era un miedo latente en todos los seres vivos, incluido él. De hecho, sus ganas de cambio en parte provenían de ese miedo primigenio hacia la muerte, pues la había tenido demasiado cerca y eso le había hecho pensar que había que hacer serios cambios en su vida.

 Las otras mujeres seguramente venían para procedimientos más complejos, algo como lo que él quería. Eso sí, había una que parecía estar combatiendo el dolor allí mismo. Seguro que venían a una revisión y, por lo que se podía ver, lo que se había operado era los senos. Los tenía demasiado grandes para su cuerpo. La verdad era que la mujer se veía ridícula con esos globos enormes apretados en un vestido que gritaba: “¡Estoy aquí!”. No, él no quería nada así de desesperado y patético. Si iba a hacerlo, debía ser algo que fuera con él.

 Hicieron pasar a la de las tetas grandes y también a dos de las que venían por inyecciones. Al parecer había alguien más para lo segundo. Mejor, pensó, pues así lo atenderían más rápido y podría decidirse pronto por lo que de verdad quería para su cuerpo. No es que no lo hubiese pensado pero quería la opinión de un profesional y se supone que el doctor Bellavista era uno de los mejores en su campo. Y para esta nueva vida, para empezar de nuevo, este hombre quería que solo los mejores lo asesoraran y le explicaran cómo sería su vida en el futuro.

 La última mujer que quedó en la sala de espera con él lo miraba a cada rato. Era obvio que ella creía que no se notaba pero era evidente y, francamente, bastante molesto. Era obvio que los hombres, aparte del doctor, eran muy escasos por estos lados. ¿Pero por qué? ¿No se supone que los tipos que se hacen operaciones y cosas de esas habían aumentado en los próximos años? Algo que él no quería ser era el centro de atención. Lo que quería era hacer algo por sí mismo y no por los demás. Debía hablar de eso con el doctor, aunque no sabía que tan pertinente era el tema.

 Cuando por fin lo hicieron pasar, el doctor lo recibió en su consultorio con una sonrisa enorme. Era un hombre de unos cincuenta años, canoso y bastante fornido. No era la imagen del doctor que él tenía en su mente. Su sonrisa era como una crema, calmaba a sus pacientes y los hacía tomar confianza con él en pocos minutos. Esa vez no fue la excepción. Primero hubo preguntas de tipo médico, como alergias y cosas por el estilo. Pero lo segundo fue la operación en sí. En ese momento, el hombre no supo que decir, eligiendo el silencio por unos minutos.

 El doctor le aclaró que no era algo inusual no estar seguro. Le pasaba a la mayoría de los que pasaban por el consultorio. Pero entonces el hombre lo interrumpió y le dijo cuál era la intervención por la que venía. Había leído que el doctor Bellavista era uno de los expertos en esa operación en el país y por eso había acudido a él. Necesitaba el asesoramiento del mejor y ese era él, al parecer. El doctor sonrió de nuevo y le dijo a su paciente que no eran necesarios los halagos. Estaba contento de poder ayudar a la gente a realizarse, a alcanzar su ideal.

 Mientras el paciente se quitaba la ropa detrás de un biombo, el doctor le explica los costos y el tiempo que duraría la operación y la recuperación de la misma. El proceso era largo, por ser una operación que implicaba tanto y que podía complicarse si no se tenían los cuidados adecuados. Eso dependía tanto del médico como del paciente, entonces debía haber un trabajo conjunto muy serio del  cuidado apropiado de la zona que iba a ser intervenida. Todo tenía que ser hecho con mucho cuidado y con una dedicación casi devota.

 El hombre salió desnudo de detrás del biombo y el doctor lo revisó exhaustivamente, con aparatos y sin ellos. Fue para él bastante incómodo pues nunca nadie había estado tan cerca de él sin ropa, o al menos no en mucho tiempo. Se sentía tonto pero sabía que estaba con una persona profesional y no había nada que temer. El doctor terminó la revisión en poco tiempo y de nuevo explicó todo a su paciente. Cuando terminó, preguntó si quería seguir pensándolo o si ese era el procedimiento por el cual él había venido.

 El paciente se puso de pie y le dijo que estaba seguro. Quería poner fecha de una vez, lo más pronto posible. Con la asistente del doctor arreglaron todo y se estrecharon las manos como cerrando el trato. En dos semanas se verían en la clínica para el procedimiento, cuyo proceso de recuperación sería largo e incluso molesto pero sería todo lo que él de verdad quería, al menos en ese momento. Era lo que quería hacer con su vida, no había vuelta atrás.

 Cuando el día llegó, estaba muy nervioso. Recorrió su apartamento varias veces, mirando que nada se le hubiese quedado. Llevaba algo de ropa para cuando saliera del hospital, así como su portátil y algunos libros para distraerse. No sabía si podría usar todo lo que llevaba pero era mejor estar prevenido. Le asustaba la idea de aburrirse mucho más que la del dolor o que algo pudiese pasar durante la operación. De alguna manera, estaba tan seguro de sí mismo, y de lo que estaba haciendo, que no temía nada en cuanto a la operación como tal,

 En el hospital lo recibieron como realeza. Le invitaron al almuerzo y el doctor vino a verlo esa misma noche. El procedimiento era al otro día en la mañana, pero habían pensado que sería mejor para él si viniese antes, como para hacerse a la idea de un hospital. Mucha gente se pone nerviosa solo con los pasillos blancos y las enfermeras y el olor de los medicamentos. Pero él estaba relajado o al menos mucho más de lo que incluso debía estar. El doctor le dijo que esa era prueba de que estaba seguro de lo que quería y eso era lo mejor en esos casos.

 El procedimiento empezó temprano y duró varias horas. No había nadie que esperara fuera o a quien le pudiesen avisar si pasaba algo. Él había insistido en que no quería involucrar a ningún familiar. Además, le había confesado al doctor que no tenía una familia propia, solo algunos hermanos que vivían lejos y poco más que eso. Así que mientras estuvo dormido, nadie se preocupó ni paseó por los pasillos preguntándose que estaría pasando, como estaría el pobre hombre. Era él, solo, metiéndose de lleno en algo que necesitaba para sentirse más a gusto consigo mismo.

 En la tarde, fue transferido a su habitación. La operación duró un par de horas más de los esperado pero no por nada grave sino porque los exámenes previos no habían mostrado ciertos aspectos atenuante que tuvieron que resolver en el momento. Pero ya todo estaba a pedir de boca. Solo se despertó hasta el día siguiente, hacia el mediodía. El dolor de cuerpo era horrible y, en un momento, tuvo que gritar lo que asustó a toda esa zona del hospital. Él mismo se asustó al ver que había una zona que lo ayudaba a orinar pero luego recordó que eso era normal.


 El doctor vino luego y le explicó que todo estaba muy bien y que saldría de allí en unos cinco días pues debían estar seguros de que todo estaba bien. Revisó debajo del camisón de su paciente y dijo que todo se veía bien pero que se vería mejor en un tiempo. Cuando se fue, el hombre quedó solo y una sola lágrima resbaló por una de sus mejillas: era lo que siempre había querido y por fin lo había hecho. De pronto tarde, pero lo había hecho y ahora era más él que nunca antes.

martes, 15 de noviembre de 2016

State visit

   Everyone at the airport was ready. The staff had put on their best clothes and every single corner of the small terminal building had been cleaned to the last millimeter. From very early in the morning, people had arrived to help organize every single part of this impromptu visit. After all, it was the president of the most powerful country in the world. And theirs was one of the poorest and most isolated ones on the whole planet. However, the presidential plane had to refuel somewhere, so the small nation had received the honor of hosting the president for a few hours.

 From the moment they had been warned about the impending arrival of the plane, hundreds of people were put to work. Not only those in the airport, people who only really worked on weekdays and even then only in certain time frames, but also every single operator and technician available. They wanted not only the people to feel welcomed but also to make the best work possible with the plane. They got fuel from the city’s reserves, as the amount they had on the airport was not enough to refill a plane the size of the one they were going to see in a few hours.

 The process required almost every person in the capital, a city of about a thousand people, to wake up and also help by cleaning the streets of the city and the authorities enabling the movement of fuel reserves from where they stored it to the airport, which was fairly close to the city. People took to the streets with brooms and mops and every single cleaning help they could get, but the truth was no one really knew if the president was going to land and stay on the plane or walk around a little bit. Many people were curious like that.

 The president of the tiny nation was the one that was moving all over his house, calling the right people and asking everything from food to more cleaning products. He wanted to send a message through TV but the people of the studios were helping around so he decided to send it through the radio. It was much simpler and more effective; as it was the medium of communication that people listened to while they were preparing the city for the big arrival. Every single person in the country heard it and everyone understood the importance of the visit.

 To the eyes of the world, it was practically a miracle that their country actually existed. To be honest, it had been a thing of luck and one of those strange coincidences that happen out of nowhere. They were too isolated and unimportant. Practically everything they had came from their neighbor to the east. So they had known starvation and real poverty because when that neighbor didn’t have enough for themselves, they suffered too. But the world in general never really knew anything because they weren’t watching, until now.

 The country had no army but its people did behave like one once the president’s message had reached every single person. They knew they had around six hours to have everything ready. With luck, the weather up in the clouds would delay the plane a bit more to give them more time but they constantly checked with the aircraft and that didn’t seem to be the case. Everyone had to do their best in the time given. Only an hour after the president’s announcement, everything was coming up nicely and all citizens were helping, even elders and children.

 A huge amount of people arrived at the terminal in order to use the old kitchens that some rundown businesses had not used in several years. The idea was to cook a good amount of their national food for the people arriving, as well as other dishes that they might like. It wasn’t crazy to think that they would be very hungry, even at that early hour of the day. After all, this was all going on in the darkness of the night. The president was scheduled to arrive around eight o’clock in the morning, so they had to wake up or not even sleep.

 The cooking team was led by the nation president’s chef, his own wife. It wasn’t like in other countries were the president has everything and the people below him have nothing. In that nation, everyone was basically the same. People hadn’t starved in some years but they weren’t rich or even close to that. So the president’s wife decided it was best if someone close to the government like her supervised the food. It was the best way to guarantee that it would be perfect for someone with such a high profile as the ruler of the richest country in the world.

 They acknowledge that all those people in that plane, around two hundred according to the information they had shared with them, had been and eaten in places much better than their small country. That was obvious and they didn’t feel bad about it. But they wanted them to leave knowing a little bit more of their culture and about what they loved to eat and drink in those lands. The menu had been defined by the president’s wife and she was very confident that it was going to be one of the best feasts in the recorded history of their nation.

 It consisted of a special recipe for meatballs using a kind of cheese that was made from goat milk, which also happened to be used in their national beverage, which was kind of like a milkshake but less thick and richer in flavor. They also cooked the goats in various ways and were very proud about their vegetables and mushrooms, of which they had a very large variety. Various dishes were cooked with all those ingredients and some spices too.

 The small country’s president arrived in the airport only two hours before the arrival of the plane, to check everything out. The terminal had been painted in record time by volunteers and the control tower was bursting with life when, in normal days, it would only have one person and not even all day. He thanked everyone there and then went to the terminal’s commercial area where his wife and helpers were giving the final touches to the food. The smell had flooded the building and it was very delicious, so much that many stomachs growled loudly.

 Then, he went outside and did a walk around the tarmac and the runway. There wasn’t a single spec of dust anywhere, which he thought was absolutely magnificent, especially for such a windy part of the country. It seemed as if the weather was also helping them achieve their goal. The red carpet in the tarmac was the same one that the president had stepped on when he was inaugurated for his term, more than three years ago. A president’s term was five years and he couldn’t be reelected, which he personally thought was a good idea.

 He decided to check the band that had been practicing for hour in the cold and congratulated them for the amount of love they were showing the country. He stayed a bit to hear them play and, to be fair, they were not as prepared as he would have like, but there was no way of getting better musicians with only an hour to go. They would have to do. What made them special, at the end of the day, was that they played their instruments with real passion and the idea of making their country proud. And that was more than enough.

 The president decided to wait for the plane in the control tower. There, he would be able to know every detail about the upcoming visit. When he stepped in, the plane had crossed into their airspace. It would be only thirty minutes until they touched down in the runway. The atmosphere was really special. Every single person in the tower, in the terminal, in the tarmac and even in the city was ecstatic. This was, by far, the most exciting thing to ever happen in their country. And they had all worked together to make it the best day possible.


 The plane came out of the clouds and landed, in a very soft and elegant manner. Everyone applauded and greeted the people inside through the radio. The president ran outside, getting ready with all others. Many people from the city had come out of curiosity and they had been allowed to stay a bit further away. The plane parked exactly where they had determined it should go. For some minutes, nothing happened. Then, the door opened and everyone stopped breathing for a second. Their moment had come.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Tenis de mesa

   El torneo tenía una duración de dos semanas. Cada día había algún evento, algo que hacer. Pero siendo los partidos de tenis de mesa tan cortos, no era que Adriana pudiese mantener ocupada la mesa por mucho tiempo. Desde que había descubierto que tenía dotes para ese deporte, lo había práctica con dedicación, al punto de que sus padres le habían inscrito en cuanta escuela se les había cruzado y le habían patrocinado ya montones de viajes a diferentes partes del país e incluso del mundo solo para jugar esos cortos partidos.

 Lo que le gustaba de los viajes era quedarse en un hotel y, por un instante, que podía fingir que su vida era mucho mejor y más interesante de lo que creía. Ella podía fingir que todo estaba a la perfección, pero no lo estaba. Dentro de la pobre Adriana tenía lugar una tormenta épica que solo ella podría ser capaz de liberar o de calmar. Pero la verdad era que nunca había explorado mucho de ese anhelo de vivir otra vida distinta a la suya. De verdad que tenía mucho miedo pues no sabía donde estaba parada o casi nunca.

 El partido de ese día terminó en empate. Era muy poco particular empatar de tenis de mesa y por la cara de limón agrio de su contrincante, era obvio que a ella tampoco le hacía mucha gracia el resultado del partido. A Adriana le dio lo mismo. Lo único que quería era subir a la cama y descansar. De pronto pedir algo de comida a la habitación y tener una noche para ella sola sin nadie más que la pudiese molestar. Su padre, que la acompañaba casi a todos los evento deportivos, dijo también estar exhausto y que quería dormir como una piedra.

 Adriana pidió una pizza con todos sus ingredientes favoritos y se puso a esperar tomando una de las muchas botellas de agua que les ofrecían a los deportistas. Salió a la terraza de su habitación y cayó en cuenta que la piscina estaba justo debajo. Eso sí, había unos quince pisos de diferencia así que el vértigo que le do fue bastante natural. Se hizo un poco más lejos del balcón y luego ya entró cuando la pizza llegó. El medero la anotó a su nombre en la cuenta y se fue sonriendo. Adriana, en cambio, no pareció mostrar emociones en ningún momento.

 Empezó a comer su pizza, al mismo tiempo que veía una película en la televisión. Todo iba bien hasta que empezó a oír gritos, de los gritos que solo una mujer sabe hacer. Salió al balcón y se dio cuenta que eran un grupo de chicas jóvenes, tal vez incluso del torneo, que habían salido en bikini para bañarse un rato. A Adriana eso no le importaba así que volvió a su plan de pizza con película. Pero mucho después, tal vez una hora más tarde, la chica volvió a escuchar ruidos y salió a mirar. Al comienzo casi no se ve nada pero sus ojos se ajustaron rápidamente.


 Eran un hombre y una mujer que peleaban. Era difícil saber si era una de las chicas que habían estado antes. El caso es que el hombre se oía amenazante y de repente pareció golpear a la mujer. Ella no se quedó quieta pues le pegó una cachetada pero el hombre lanzó mucho la siguiente vez y la mujer cayó al suelo. El tipo se le acercó para mirarla pero la mujer lo tomó de la mano y quiso como tumbarlo pero no pudo. El tipo la pateó de nuevo y entonces la tomó por la ropa y la lanzó, sin problema, a la piscina. La mujer empezó a chillar y trataba de gritar peo no podía.

 La escena no duró demasiado. La mujer dejó de hacer ruidos y entonces el hombre miró a todos lados, excluyendo hacia arriba. Recogió sus cosas y se quedó mirando más tiempo hasta que por fin se fue, dejando el cuerpo inerte de la mujer flotando en la piscina. Adriana no sabía que hacer, solo su instinto la empujó a retirarse del balcón, cosa que la hizo tropezar con una pequeña matera que se rompió y regó todo su contenido por todos lados. No solo eso, sino que se lastimó un pie de la nada y encima había visto a alguien morir o, mejor, ser asesinado.

 Se preguntó si lo mejor en esas ocasiones sería llamar a la policía o esperar a que llegaran para preguntar si la información era correcta. No, lo mejor tenía que ser llamar de manera anónima y denunciar lo que había visto. Podía fingir la voz como pasaba en las películas, así no sabrían que era ella la único testigo en la muerte de una mujer que ni idea quien era. Se arrastró al teléfono, pues todavía estaba allí de la caída, y marcó el número de la policía pero colgó rápido porque no estaba nada segura de lo que estaba haciendo.

 Esa mujer era un ser humano y no merecía flotar en esa piscina hasta la mañana, siendo una sorpresa para el grupo de ancianos que hacía ejercicios en agua todas las mañanas. No, tenía que hacerlo. Tomó bien el teléfono, marcó y con agilidad se tapó la cara con la chaqueta de su equipo nacional que le habían dado a su llegada al torneo. Cuando contestaron, habló a través de ella y dijo que quería denunciar un crimen. La pasaron a otra persona y luego a otra u estuvo a punto de colgar por la cantidad de burocracia en el ese momento.

 Pero por fin pudo contar la historia que había visto y la dijo con la mayor cantidad de detalles que pudieron ser recordados por su mente tranquila. Dio la ubicación del cuerpo y las señas del hombre, que no eran muchas por la altura pero algo era algo. Cuando preguntaron quién era ella, dijo que debía irse y colgó. En poco tiempo escuchó sirenas. Eran los policías que entraron al hotel y pronto vieron el mismo cuerpo muerto que ella había visto vivo.

 Se iba a alejar del balcón, para que nadie supiese que había sido ella la llamada, pero la no importaba porque el escándalo de la policía había hecho del lugar un foco de ruido y de luces potentes. Al cuerpo de la joven lo sacaron por fin varias horas después de discutir largo y tendido si habían despejado la zona de pistas y demás indicios que pudiesen llevar al asesino. Pero entonces ellos mismos sacaron la conclusión de que, tal vez, no era un homicidio sino un suicidio. Averiguaron cuál era la habitación de la muerte y, en efecto, tenía balcón que daba a la piscina.

 Al parecer, y era una coincidencia muy grande, la muerta dormía en la habitación directamente inferior a la de Adriana. Nunca la había escuchado pero era una persona muy simpática, muy hermosa. Ella la había visto alguna vez pero no había razón para que hablaran así que nunca lo hicieron. El caso es que era un mujer hermosa ahora estaba muerta y la policía no creía en lo que ella estaba diciendo. ¿Es que no había cámaras o algún tipo de vigilancia en las piscinas, con tantas cosas feas que pueden en las cercanías de una?

 Al parecer no era así. Era uno de esos hoteles que instalan varias cámaras de seguridad pero es más bien para que la gente crea que hay seguridad cuando en verdad esas cámaras son solo bonitas cajas de papel con cables sueltos pegados para que la gente crea que es otra cosa. Adriana se sentía frustrada porque la idea era hacer justicia por su propia mano o al menos con su ayuda y eso no había ocurrido. Estaba frustrada pero, a la vez, tenía una energía extraña adentro que jamás había sentido antes. Era más fuerte que todos o al menos así se sentía.

 Decidió llamar de nuevo a la línea de emergencias y esta vez no dudó en nada de lo que dijo y lo llamó asesinato varias veces. Dijo estar frustrada por el poco interés de la policía y tuvo que asegurarse de que su rabia no permitía que su voz se oyera como siempre pues eso podía ser peligroso. La mujer operadora le dijo que todo estaba anotado y que ahora era cosa de la policía hacer la investigación como tal. Cuando Adriana se fue a quejar de nuevo, la línea fue cortada y ella lanzó la bocina del teléfono hacia la pared, quebrándose en mil pedazos.


 Estaba frustrada y con rabia. Entonces timbraron y ella pensó que sería su padre, aunque él casi no iba a su habitación excepto en las mañanas. Abrió y era el asesino. Estaba segura. Parecía preocupado y pasó sin que se le invitara. Adriana no cerró la puerta pues pensó en salir por ella pero al ver la pistola que sacó el tipo del bolsillo, decidió no moverse. ¿Que estaba pasando? Era su deseo cumplido de una vida emocionante, más de lo que jamás hubiese querido.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Takua Hotel

   The premise of the island was that any person in the world could get anything they wanted there. There was no limit for what the people that managed the place could provide. It could be someone to spend the holidays with or a really great adventure, the best sex of your life or maybe something that most people wouldn’t even think about. Everything was on the table or, at least, that was what the brochure said. David was very nervous on the plane, trying to figure out if he had done the right thing by spending so much money on that vacation.

 When the plane landed, his worries were soon a thing of the past. As people descended to the tarmac, it was impossible not to see the beautiful waters that surrounded the main island in the atoll and the lush and exotic vegetation all over the place. All the people that were in the plane were also watching and even taking pictures. David was going to imitate them but then a woman that worked for the hotel arrived in front of them and greeted them. She asked everyone to follow her and so they did, to what would be the terminal of the landing strip.

 The flight that had just ended was a private one, only for the people that had paid to live the experience of the Takua hotel. The journey had been very long from home, but David was very excited now and looking forward to everything the trip had to offer. When everyone was in the room, the woman told them that all electronic devices were barred from the island in order to have a better experience. So they needed people to put all of those objects in a small locker right there in the terminal. They would be able to open them with their electronic bracelets the day of their departure.

 Everyone complied and five minutes later they were in the docks just outside the terminal. The woman told them that, as everyone hadn’t come to have the same experience, they would not be staying in the same areas of the hotel. Some would go to the lagoon, others to the main island and the forest and others to an artificial island, which was on the other side of the atoll. Three boats were ready and she called people one by one, reading from a list. Once everyone was ready she reminded them to follow instructions and to have a nice stay. The boats departed as she waved to them.

 The boat ride was short for David. Apparently he would stay in the cabins that were located in the main island, surrounded by the lush forest. When they arrived there, another hotel person greeted them. Her name was Valery and she asked them to ask any questions they could have. Someone then asked when would their experience begin. She smiled at the question and told them that it would begin differently for everyone. She gave everyone yellow bracelets with a number and told them to go find their rooms, luggage would be already there.

 David got a nice cabin that was as close to the water as it was to the forest. The only thing that he didn’t like was the fact that bugs may enter his room but he was assured, the following day, that there were no bugs in the island. He thought that was weird, but he didn’t dwell on it. The first night was great: the bed was just perfect, as was the weather. He had regained the energy he had lost through travel and he was ready to meet his experience, whatever that was. The first thing he did was shower and then go to the breakfast buffet because he was starving.

 As he was choosing some fruit, he noticed there was only one remaining passion fruit and he loved that fruit. So he grabbed it but then someone else wanted the fruit too. Their hands touched and they both recoiled as if the had been burned. He looked at the guy and David was instantly attracted to him. It was a very strange feeling because he had never seen that person before but, somehow, he felt he really liked him. David asked him to take the fruit; he could have it some other time. The guy wanted him to take it. Finally, they both had passion fruit as more was served in a second.

 They decided to sit together, as they both had come by themselves. Actually, everyone in that place was alone or meeting people there, which maybe had something to do with their desires. But David was not thinking too much about that. He was asking the guy his name and where he had come from. His name was Michel and he was from Paris but his parents were immigrants from Africa. He started telling David his story and it was so interesting that David didn’t notice all the food from the buffet had been taken away because of the hour.

 They decided to keep talking, walking around the island, discovering the place together. David confessed that he didn’t really know what he had wanted to achieve by coming to the island because he wasn’t even sure of what he was looking for or what it was that he wanted from life. Michel told him he was more certain than that but that he was open to anything that could happen in life. He wanted a better job for himself but also to please his family by getting together with someone and having a family or something like that.

 Both men decided to meet again later for dinner and so they did. The mood was strangely romantic but nothing really happened besides a lot of flirting and maybe holding hands for a short time. David was very happy, as he had not been in a long time. He felt as if he had gone back in time, just as a boy in school who is excited about meeting people and having their first crush, That was exactly how it felt and it was very strange but he intended to enjoy it thoroughly.

 His stay was of one week. And he spent almost everyday with Michel. They explored the island together by foot, kissed in the middle of the jungle and swam together in the lagoon, playing around with seashells and other things they found. David loved to watch Michel swimming and then walking towards him, dripping water. Somehow, that was very sexy to him. By the fourth night, David let Michel into his bedroom and they made love. It was very particular but even sex felt better there, it felt much more natural, easier if it makes senses.

 They both noticed it and they talked about it the next day in bed. They kissed a lot and then had breakfast in the buffet. But then, something really weird happened. Valeria, the woman who had greeted them the day they had arrived, approached them on the restaurant and told Michel that he had a “penalty point” because he hadn’t registered into his room the night before. David didn’t believe what she was saying. But then again, other people from the hotel’s staff, were apparently having the same conversation with other guests.

 Michel responded to her saying that he had the best sex of his life that night, so not following those rules had been a good idea. The woman didn’t laugh or seemed even annoyed by the comment. She just repeated that he had that “penalty” and that if it happened again, he would be “invited to leave the island”. And then she left, leaving them with their mouths open and wondering if that had been just to play with them or an actual thing that hotel had. It was a very weird situation but they forgot about it later, during sex in Michel’s room.

 They decided to respect the rules but not fully: they would have sex in each other’s rooms but not during the night. They would go have something to eat or hike or swim after that. The truth was that both of them had the best week of their lives there. When time come to leave, people from the hotel told everyone that each person would be picked up individually in their rooms with their luggage and then taken to the landing strip by boat. They came for David just after lunch, which he had with Michel. He was not on the boat and then, not in the plane.


 Everyone was leaving at the same time, that’s how it worked. But why was the plane taking off without Michel. Maybe he had forgotten to take his phone from the locker or something. But as the plane flew over the island one last time, the guy besides him smiled and asked: “¿You thought it was real, right?”. And David realized that that was exactly what had happened. He had bought into the hotel’s experience and now he had the best memories with someone that wasn’t real. Or was he?