De pronto, una nube de polvo enorme cubrió
el mundo entero. Para cualquiera que no hubiese estado poniendo mucha atención,
el polvo venía del aire, de algún lugar arriba de nuestras cabezas. Pero el
caso era exactamente el contrario: venía de abajo, de los rincones más
profundos de nuestro planeta. De hecho, el polvero no era del color cenizo o
marrón que normalmente tiene el polvo que se levanta cuando hay suciedad o
cuando un automóvil pasa por encima de él.
Este polvo era de color blanco, al menos al
comienzo. Apenas la gente lo vio, pensó que algo se estaba quemando pero era
obvio que ese no era el caso, pues la humareda hubiese sido gris. La nube
blanca fue creciendo y creciendo hasta que se convirtió en un monte de polvo
enorme, que se iba tragando lentamente a todo los edificios y personas que
encontraba a su paso. No tenía olor y tampoco hacía ruido, por lo que muchos
desprevenidos murieron sin darse cuenta de lo que ocurría.
El color blanco fue cambiando gradualmente a
un ligero color azul. Según expertos que luego analizarían imágenes de video y
fotografías, el cambio de color correspondía a un suceso bastante simple pero
mortal: gases tóxicos se habían combinado con los ya nocivos gases de la nube
blanca, convirtiéndola en una asesina andante. La gente tosía un poco con la
nube blanca pero podía soportarla por un tiempo antes de intoxicarse. No pasaba
lo mismo después de tornarse azul.
La gente caía al suelo de golpe, apenas eran
tocados por el cumulo de gases. Se retorcían unos segundos y luego morían, sin
mayor espectáculo. Así murieron muchos que estaban en la calle y no se daban
cuenta de lo que estaba sucediendo. Los que sobrevivieron en un primero momento eran personas que
estaban en sus casas con las ventanas bien cerradas y con sistemas de
ventilación que no facilitaban la entrada de los gases a sus hogares. En muchos
casos había sido un golpe de suerte.
Desde las ventanas de los hogares, oficinas y
demás, millones de personas observaron la muerte de mucho millones más. De
hecho, la gran mayoría de las personas murieron en las primeras veinticuatro
horas. La población mundial fue rebajada de un golpe, sin mayor oposición por
parte de los que habían quedado vivos. La información era confusa, lo único que
era claro era que la nube mataba a quién tocara y por eso nadie debía de salir
de su hogar hasta que se encontrara alguna manera para evitar caer muerto de
golpe al salir a dar una vuelta en la calle.
Las personas estuvieron tres días encerradas
hasta que se determinó cual había sido la causa de la nube, que no parecía
querer desaparecer. Un fuerte terremoto en una zona deshabitada había abierto
un enorme cañón, liberando así enormes cantidades de gases tóxicos que habían
estado atrapados bajo la tierra por millones de años. El temblor había dejado
salir la nube de las mismas entrañas de la tierra y esta se había elevado y
hecho tan fuerte por la presión creada en el momento preciso.
Los gobiernos que todavía funcionaban
decidieron planear evacuaciones masivas, que llevaran a los sobrevivientes
hacia puntos del globo donde la nube no pudiese afectarlo. Se planearon viajes
en helicóptero, en aviones e incluso en dirigibles. Se diseñaron trajes
especiales para que los oficiales y las personas pudieran usarlos sin arriesgar
sus vidas en las calles, Todo fue sucediendo con lentitud pero de manera
ordenada y efectiva. Era increíble ver todos los esfuerzos hechos.
Sin embargo, todo cambió el día anterior a la
fecha planeada para empezar la migración masiva. Otro terremoto, no tan fuerte
como el anterior, reveló algo que nadie había observado con anterioridad.
Parecía que aperturas como la generada por el primer terremoto estaban
abriéndose un poco por todas partes, liberando más gas a la atmosfera. Aunque
no parecía posible que la nube creciera aún más, los expertos determinaron que
la cantidad de gases tóxicos liberados los conducían a una verdad innegable.
La raza humana estaba contando sus últimos
días. El aire, todo el aire en todas partes del globo, sería tóxico y mortal en
tan solo unos meses. No había manera de escapar. Viajar a lugares donde no
parecía pasar nada no serviría para sobrevivir. Los millones que no habían
muerto de entrada, morirían meses después cuando el aire en sus pulmones se
convirtiese en su verdugo. La humanidad estaba en sus últimas horas y no había
una manera realista de escapar esa suerte.
Científicos en todo el mundo dieron una última
esperanza: anunciaron que estaban conectados con frecuencia, compartiendo
impresiones, informaciones y todo tipo de datos para definir si existía alguna
manera realizable para poder salvar a la humanidad. No prometían nada, ni
siquiera estar vivos al día siguiente, pero pusieron todo su esfuerzo en el
tema. Incluso personas que no sabían nada de ciencia quisieron ayudar, poniéndose
trajes especiales y llevando comida a quienes estaban en peligro de morir
primero de hambre que por los gases tóxicos.
Pasaron semanas antes de que los científicos
confesaran que había solo una solución pero no era la mejor: un puñado de seres
humanos debían de ser elegidos para abordar las naves especiales, las pocas que
existían, y salir de la Tierra lo más pronto posible. Existía ya tecnología
para generar aire de manera sostenible y lo mismo con él agua. Muchos nuevos
combustibles limpios habían sido creados para los cohetes y todos podrían ser
usados en el espacio, para conquistar nuevos mundos.
De los millones de sobrevivientes, solo un
centenar podrían dejar la Tierra. Se hubiese pensado que seguido a este anuncio
las personas tuviesen una respuesta violenta, con protestas y amenazas por
todas partes. Pero eso no ocurrió. Tal vez era el hecho de que nadie quería
morir más rápido de lo necesario o que la idea de morir ya estaba implantada
con fuerza en cada ser humano existente. El caso es que nadie hizo mayor
protesta. Estaba claro que no todo el mundo podía seguir viviendo.
Se les dejó a los científicos elegir por su
cuenta quienes abordarían esas naves espaciales. Trataron de elegir una persona
de cada país y de equilibrar el número de hombres y el de mujeres. Era algo
complicado. Tanto así que se tomaron un mes para tenerlo todo listo. El día del
despegue hubo un terremoto que mató a miles de un solo golpe. Fue una tragedia
despedirse de esa manera de un mundo que por tanto tiempo había sido un hogar
tan preciado y singular, el único hogar.
Los cohetes despegaron todos casi en el mismo
momento. Quienes se quedaron en la Tierra les desearon lo mejor y murieron poco
después. Desde las estaciones espaciales en orbita, que eran pocas y muy
pequeñas, los nuevos astronautas observaron como el antes planeta azul era
ahora de un tono diferente. Ya no era un azul profundo y misterioso, sino un
azul casi artificial y demasiado brillante, como de alerta. Las naves
prosiguieron su viaje y eventualmente se establecieron cerca del planeta rojo.
Las colonias terrestres crecerían poco a poco,
con el tiempo. Muchas tragedias ocurrirían pero ninguna del tamaño de la que
había escapado. La humanidad sobreviviría en otro lugar, de manera limitada y
con dificultades, pero seguiría viva que es lo importante.
Todo ser humano nacido después del cataclismo,
marcianos más no terrestres, entenderían que todo lo ocurrido, todo el pasado
de su especie, estaba ahora encerrado para siempre en una bola que giraba en el
espacio, inerte. Un enorme cementerio.
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