De pronto, un gruñido pareció salir de la
mismísima tierra, como si algo oculto en las profundidades del planeta se
hubiese despertado. Por supuesto, eso no era posible pero era la sensación que
semejante sonido causó en quienes no habían estado poniendo mucha atención a
los hechos del día. Aquellas personas que no tuviesen un televisor en frente
seguramente habían sentido el estruendo colectivo que se expandió como una ola
por el aire y la tierra, alcanzando a todos, al menos en las ciudades.
Sin embargo, había algunas personas mucho más
interesadas en la causa del sonido que las demás. En una oficina alejada, Mario
miraba la pantalla de su computador que expectativa. Lo que veía era algo muy
simple: un partido de fútbol, el deporte más popular en el planeta. Y eso no
era algo que se pudiese debatir, era simplemente un hecho. Y por eso todo el
país se había detenido durante un instante para ver que pasaba en un estadio en
un país lejano, tan lejano que la diferencia horaria alcanzaba los dos dígitos.
Mario veía el partido pero más que nada
buscaba, entre tantas figuras corriendo de un lado a otro, a una en especial. Miraba con cuidado los
números de los jugadores y no descansó hasta por fin encontrar el que estaba
buscando. Era el catorce, que resaltaba por su color rojo sobre un fondo negro.
Arriba del número, en letras pequeñas, estaba escrito el apellido del jugador.
En este caso era Martínez. Mario sonrió y se alegró de haber podido terminar la
reunión en la que había estado antes de lo programado.
No podía haber dicho que quería ver a su
amante en la televisión. Primero, porque nadie sabía que a él le gustaran los
hombres. Segundo, porque sería un poco increíble alardear por ahí que se está
en una relación, cualquiera que sea, con alguien famoso. Y tercero, y tal vez
más importante, el jugador número catorce estaba muy públicamente casado con
una mujer y tenía dos hijos pequeños. En todas las revistas aparecía con ellos,
feliz, con una sonrisa que alcanzaba a ocultar su verdad.
Por eso Mario no podía forzar la reunión de
ninguna manera obvia. Solo tenía que recurrir a los hechos que,
afortunadamente, estaban a su favor. La reunión había sido convocada para
verificar la cantidad de materiales que tenían y resultaba apropiado que el cargamento que
habían pedido justo había llegado al puerto a primera hora del día. Por eso la
reunión solo trató temas más sencillos y pudo terminar mucho más rápido de lo
planeado. Mario casi corre a su oficina para ver el final del partido, que
afortunadamente el equipo nacional estaba ganando con dos goles a favor y
ninguno en contra.
Cuando dieron el silbatazo final, Mario pudo
respirar y casi al mismo tiempo suspirar por el número catorce, que fue el
primero en ser entrevistado por la cadena nacional que transmitía el partido.
Estaba claramente cansado, sudando bastante y con la mirada algo perdida. Mario
trataba de reconocer en él algo que hubiese visto antes, pero la verdad era que
hasta ese día había evitado a toda costa ver los partidos en los que su amante
participaba. Es más, jamás lo había visto jugar en ninguno de los equipos en
los que había estado.
Para Martínez eso siempre había sido algo
gracioso pero en parte le había parecido atractivo acerca de Mario. Se habían
conocido en una fiesta privada, de la cual habían salido juntos a una casa
mucho más privada donde habían tenido una noche de sexo casual. Para Mario, eso
había sido algo pasajero e increíble, algo que podría contar en el futuro a sus
amigos o para alardear con ciertas personas. Cosas irreales.
Sin embargo, durmió toda la noche con Martínez
y al otro día se despertó mirando al jugador de futbol que seguía profundo.
Solo lo observó un rato, hasta el momento en el que le pareció escuchar gente
en alguna parte, cerca, y decidió que no podía arriesgarse. Se vistió de manera
apresurada y salió como pudo de la enorme casa, corriendo por el jardín y luego
saltando una cerca por su parte más baja. Le dio miedo que lo vinieran a
detener algunos agentes de seguridad privada, pero eso no pasó.
Pasaron semanas hasta que Martínez lo contactó
por correo electrónico. Al comienzo tomó el mensaje como una broma, puesto que
no tenía ningún sentido que una persona famosa enviara correos así como así, a
cualquier persona, sin importar lo que había pasado antes. Mario borró el
mensaje y decidió no ponerle atención. Llegaron algunos correos más pero los
siguió borrando, cansándose de los bromistas que parecían no tener nada mejor
que hacer que elaborar mensajes falsos.
Fue cuando el futbolista apareció en su edificio
un día que se dio cuenta que todo lo que había pasado hacía tantos días,
todavía significaba algo. No solo para él sino también para el catorce, que
había llegado con un guardaespaldas, convenciendo al portero que lo que venía a
hablar con Mario era un tema de negocios muy importante y por eso la privacidad
era lo primordial. Para sorpresa de todos, el vigilante cumplió su palabra de
no decir nada, a cambio de un par de mercancía relacionada con la selección
nacional, autografiada por el futbolista. Todo enviado a la casa del vigilante,
casi al instante y con algunas sorpresas más por si eran necesarias.
Esa vez, Martínez y Mario hablaron por largo
rato. El futbolista le confesaba al otro que no había dejado de pensar en él
desde esa noche de la fiesta y que se había sentido muy mal por no haber
pensado en él cuando lo había llevado a la casa. No había calculado la cantidad
de alcohol que había consumido y eso había causado que no se despertara a
tiempo para poder ayudarlo a salir de la casa sin ser visto. Eso lo hacía
sentir mal y se le notaba por su postura y su lenguaje físico, que hablaba
mucho.
Mario le dijo que no había problema pero la
verdad pensaba en cual sería la mejor manera de cortar todo el asunto de una
vez. Sí, había sido emocionante y muy placentero lo que había ocurrido, eso no
se podía negar. Pero tampoco se podía negar el hecho de que, cada vez que
hablaban de él en la televisión, siempre aparecían fotos de su mujer y sus
hijos o incluso todos ellos aparecían como tal a su lado, como una gran familia
feliz que nunca se aparta el uno del otro. Y para Mario eso era mucho más que
incomodo.
No solo era que no quería destruir una bonita
unión familiar pero era más que todo el hecho de que no quería ser él el que
causara semejante noticia a nivel nacional. Además, estaba el hecho de que él
no había salido del closet ante todo el mundo, solo ante sus padres y algunos
amigos, y la verdad no le sonaba muy buena la idea de que todo el país supiese
que era homosexual y que, además, supieran que había sido la persona que había
destruido una de las relaciones más celebradas por la gente.
Sin embargo, y como siempre suele pasar,
Martínez convenció a Mario para que pudieran seguir adelante con su relación.
Aclaró que no era solo sobre el sexo, sino que también le interesaba poder
llegar a conocer mucho mejor a Mario y poder hablar de él de cosas varias y
compartir un poco de sus vidas, eventualmente. Mario sabía que eso no tenía
ningún sentido, que no había ningún futuro en una relación que tenía que ser a
escondidas. Pero se dio cuenta de su hipocresía, al no estar cómodo con ser
abiertamente homosexual.
Por eso le dijo a Martínez que sí, por eso
tuvieron relaciones sexuales esa tarde y por eso hablaron por internet por
mucho rato, a lo largo de todo el tiempo que Martínez tuvo para entrenar y
prepararse para el evento más importante de toda su carrera como futbolista. Mario
fue parte de todo eso.
Por eso vio ese primer partido con alegría.
Una alegría que le hizo doler el pecho porque sabía que no sería algo
permanente. No se trataba de saber si las cosas iban o no a funcionar, sino de
cuando dejarían de hacerlo y como sería ese final, para los dos. No podía
terminar bien pero de resto, nada se sabía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario