El pequeño grupo que presenció la prueba era
de menos de veinte personas, tal vez lo normal en situaciones como esa. Todos
habían tenido que quedarse en las instalaciones hasta tarde, cosa que no era lo
normal, y habían tenido que firmar un documento que no habían tenido el tiempo
suficiente para leer. Los militares nunca habían sido del tipo informativo y
detestaban tener que perder tiempo con cosas como los derechos de las personas,
en este caso el derecho a la información e incluso a la replica.
Esto hay que decirlo porque de los presentes,
solo un par estaba allí porque habían decidido venir por voluntad propia. Se
trata de los dos científicos de más alto rango en el lugar, que habían firmado
primero y que miraban a todas partes como halcones. Incluso cuando uno de sus
subalternos pidió poder leer todo el documento, uno de ellos le dijo que ese no
era el punto de lo que iban a presenciar y que era solo una formalidad que no
afectaba en nada a su persona ni a nadie más en la habitación fría y sin ventanas
en la que estaban.
Cuando los militares tuvieron todos los
papeles firmados, el pequeño grupo fue movido de la habitación sin ventanas al
exterior. Se les pidió, o más bien se les ordenó, que formaran una fila para
caminar hacia el lugar de la prueba. Todos hicieron casos entre sombras y
oscuridad, sin decir una sola palabra. Después de tanto tiempo trabajando con
ellos, los científicos sabían cuando podían o no refutar lo que decían los
uniformados. Esa situación de la fila era tan rara, que solo tenía sentido
obedecer y quedarse callado.
El pequeño grupo camino en silencio hasta
llegar a la cerca perimetral. Marcharon un poco más frente a ella, hasta llegar
a una puerta en la reja, vigilada por otro militar. Este saludó a los oficiales
que iban con el grupo y estos le dieron un papel que seguramente era la lista
de personas en la fila, ya que el tipo se inclinó para verlos a todos mejor,
incluso apuntando una pequeña linterna a cada una de sus caras. Pretendió
demorarse un poco más hasta que por fin dio su aval y los dejó pasar a todos.
El grupo cruzó la reja y siguió un sendero de
tierra que iba bajando lentamente hasta encontrarse con el bosque casi rodeaba
los laboratorios por completo. En el borde de la línea del bosque, se
detuvieron un momento. Al parecer había otro guardia pero, por alguna razón, no
lo podían ver bien. Tal vez se debía a la espesura del bosque, con sus
altísimos árboles y tupidas ramas que imposibilitaban casi por completo que la
luz del sol o la que se reflejaba en la Luna llegara hasta el suelo. Estuvieron
parados ahí poco tiempo, pues prosiguieron su camino adentrándose al bosque.
Nadie veía nada. Más de uno se tropezó con
alguna raíz o con ramas gruesas que habían caído hace mucho tiempo. Incluso
hubo una mujer que se estrelló de manera bastante estruendosa contra el tronco
de un árbol. La solución fue tomarse todos de la mano, incluso los oficiales, y
procurar caminar con cuidado. Sin embargo, el tipo que los llevaba parecía
tener prisa y a veces era bastante complicado estar en equilibrio. Más de una
vez hubo que ayudar a alguien para que no cayera al suelo.
Estuvieron en esas tal vez una hora, o lo que
parecía ese tiempo. La verdad era que no tenían idea de nada porque los
oficiales les habían confiscado todos sus artículos electrónicos y metálicos.
Tanto celulares como relojes habían ido a dar a un gran cesto de la basura de
donde, según los uniformados, podrían recuperarlos al terminar lo que iban a
hacer, la tal prueba. Pero nadie sabía de que se trataba la tal prueba pues
ellos no habían estado trabajando con ellos en nada que pudiese necesitar ser
probado.
De hecho, los científicos tenían claros
contratos con el gobierno, que no tenían nada que ver con los militares. Y sin
embargo estos se habían presentado allí, como si nada, y parecían haberse
adueñado de todo en cuestión de minutos. Los guardias en la reja y las puertas
y los demás, jamás habían estado allí antes. Normalmente era seguridad privada
pero de ellos no habían visto nada. Era todo muy misterioso y hubo algunos que
pensaron en salir corriendo, aunque no parecía buena idea con militares tan
cerca.
Por fin el grupo salió del otro lado del
bosque, al parecer muy lejos de las instalaciones de los laboratorios. Estaban
solo a pocos metros de un lago cuya agua parecía alquitrán a esas horas de la
noche, incluso con la débil luz lunar que trataba de filtrarse por entre las
nubes. Más militares los esperaban en el lugar y uno de ellos, de nuevo, quiso
revisar la lista y las caras de cada uno. Una de las científicas, la mayor de
entre ellos, resopló y miró con desaprobación a los militares y oficiales.
Uno de ellos se le acercó y, de manera
desafiante le preguntó si había algún problema. La mujer no se intimidó y le
dijo que jamás en su carrera la habían secuestrado los militares en mitad de la
noche, sin decirle absolutamente nada. Agregó que el comportamiento de los
oficiales era completamente inmoral y que iba en contra de todos los derechos
que la protegían a ella y a su carrera, así como los deberes que ellos tenían
respecto a la protección de personas que trabajaban para el país y su avance
tecnológico. El hombre siguió desafiante pero se retiró, sin decir nada.
Se le pidió al grupo que caminara un poco más,
bordeando el lago. Fue en ese pequeño tramo de caminata que todos sintieron
algo extraño: la tierra pareció temblar pero no se había sentido como un
terremoto ni una avalancha. Ni siquiera parecía provenir de vehículos pesados.
La sensación extraña desapareció para luego volver cuando por fin les dijeron
que podían dejar de caminar. De la nada, apareció otro militar que parecía
tener más rango por su uniforme. En silencio, se detuvo frente a ellos, cerca
del agua.
El hombre empezó a hablar, agradeciéndoles a
todos su presencia en el lugar y diciendo que la nación estaba muy agradecida
por su trabajo y por su esfuerzo y que lo que iban a presenciar esa noche era
simplemente una especie de regalo por sus años de esfuerzo y sacrificio a favor
de su país. Los científicos escuchaban con atención todas las palabras bonitas
que decía el hombre pero no le creían ni la mitad de lo que decía. Se nota que
venía algo más, algo que seguramente no les iba a gustar nada.
Fue entonces, cuando todos estaban aburridos
del extenso discurso del militar, cuando se sintió otro movimiento bajo todos
ellos. El grupito venido de los laboratorios se asustó pero el oficial que les
estaba hablando sonrió como si pasara lo mejor del mundo y entonces les dijo
que el momento había llegado. De repente, una luz se encendió en el agua,
proveniente de una lancha. Después se encendió otra y una más poco después. Una
porción del lago estaba cubierta de esa luz que cegaba los ojos.
El militar de alto rango entonces asintió y
alguien debió entender eso como una señal porque, de nuevo de la nada, un dron
los sobrevoló a todos y lanzó algo en el lago. Pocos momentos después supieron
que se trataba de una carga de profundidad, como la que usaban los submarinos.
Esto causó un estremecimiento aún más fuerte de la tierra y fue entonces que el
agua empezó a moverse también, debajo de las poderosas luces de las lanchas.
Estas fueron empujadas cuando algo surgió del lago, de lo más profundo.
Era una criatura extraña, como nada que
ninguno de ellos hubiese visto jamás. Su piel era muy oscura y no parecía tener
ojos en ninguna parte. Tenía un par de cosas que parecían tentáculos pero
también lo que parecían ser aletas. Era una fusión extraña, alienígena, de
rasgos biológicos recurrentes.
La científica que
había hablado antes pidió una explicación. Y el oficial sonrió, sin voltearse a
mirarla. Solo chasqueó los dedos y vio como la bestia se abalanzaba sobre el
grupo de científicos. Él se hizo a un lado y apenas vio como la cosa se los
tragaba enteros. Chasqueó de nuevo los dedos y con eso la bestia se sumergió de
nuevo en las profundidades.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario