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lunes, 8 de enero de 2018

De los deseos

   Mi deseo era bastante simple pero con el pasar del tiempo, y al ver que nunca se cumplía, simplemente deje de imaginar que los sueños existen y que son cosas que se vuelven realidad. Es simplemente una fijación infantil esa que tenemos con las cosas que queremos que sean pero simplemente no son. Supongo que no le hace daño a nadie desear un poco, querer y soñar y esperar. Todo es lo mismo y normalmente solo hacen daño a una sola persona: a uno mismo.

 Pero, como dije, yo ya no tengo nada de eso. Veo a quienes tienen sueños todavía y en ocasiones me da mucha envidia de sus ganas de seguir adelante tratando de conseguir eso que con tantas ganas persiguen. Se esfuerzan todos los días, hacen que toda su vida gire alrededor de eso que quieren. Y creo que tan solo eso los hace felices. Casi nunca ve uno si llegaron a la meta que querían o no pero después de un tiempo para ser que lo menos importante es lograr lo propuesto.

 Parece ser que lo importante de todo no es tanto si llegas al punto culminante sino si entiendes todo lo que pasa a tu alrededor en el camino hacia ese punto. Como seres humanos, es difícil que siempre tengamos la misma meta en la vida y como las metas son un final, es normal que cambien de sitio a cada rato. Solo la muerte puede marcar un final real y es por eso que debemos ir cambiando el objetivo último que tengamos a cada rato para así poder seguir disfrutando del camino por el que vayamos.

 No es fácil, o al menos yo no lo creo que sea. Hay muchas personas que viven fascinadas con todo lo que les pasa en el día a día, e incluso con aquellas cosas que jamás ocurrieron. Se contentan de lo real, de las mentiras, de las verdades, se alegran por ellos mismos y se alegran por otros. Son como esos que sonríen a cada rato y dan ganas de preguntarles que es lo que es tan gracioso o que es lo que los tiene tan contentos todo el tiempo. Es como si el esfuerzo los hiciera más y más felices.

 Yo eso no lo entiendo. Para mi el esfuerzo es dolor y el dolor muy rara vez da un placer en la vida. Tal vez ocasionalmente, en forma de esfuerzo o de pasión, pero nunca demasiado. Nada en grandes cantidades es bueno, pues nos volvemos unos ciegos y simplemente seguimos con lo mismo todos los días de nuestras vidas. Es como la gente que siempre pide lo mismo cuando va a un restaurante o como aquellos que creen que alguien muy similar a ellos mismos sería la pareja ideal para vivir toda la vida y formar una familia. A mi es no me cuadra pero supongo que cada uno verá que hace.

 Me gusta cuando llueve, porque todos los demás sonidos parecen dar paso al que hacen las gotas de lluvia contra las ventanas, el suelo o los muebles. Hay una cierta magia detrás de las gotas de lluvia y creo que eso hace que las personas paren por un momento y simplemente disfruten el sonido de la naturaleza. Me gusta ver a las personas así, calmadas y a tono con lo que los rodean. Dejan de ser bestias hambrientas de todo y vuelven a un estado anterior, tal vez mejor.

 Pero una vez se va esa magia del mundo, vuelven todos a mugir y gemir y gritar y pelear. Es falso cuando las personas hablan del mundo como si fuera un hermoso pastel de esos que tienen muchas florecitas y cintas gruesas, de colores pasteles que son inofensivos a la vista. Eso es la que la gente piensa que debería ser la vida. Un soso pastel que no tiene nada de sabor, tal vez algunas nueces, y que está adornado por encima de un poco de porquerías que lo único que hacen es daño.

 Supongo que así viven más tranquilos. No los culpo. Es difícil vivir con lo ojos bien abiertos y prestando atención de tanta cosa que pasa por todas partes. No es fácil vivir en un mundo donde todo te salta a la vista desde cualquier parte. Hoy en día podemos tener todo a la mano, lo que queramos, y no nos damos cuenta de que no es el estado natural de las cosas. Claro que ya a nadie le importa lo natural en ninguna forma, pero sí debería hacernos pensar al menos acerca de nosotros mismos.

 Pedimos y exigimos, esperamos y rezamos, siempre con un ansia extraña de estar en un lugar diferente al que estamos en ese momento, de estar mejor, porque la situación actual nunca es lo suficientemente buena. Nadie se contenta con nada en el mundo de hoy. El que lo diga es un mentiroso o simplemente alguien que no ha querido entender en que mundo es el que vivimos. Y eso también es ser un mentiroso porque a propósito miente a su mente para poder vivir tranquilo.

 En todo caso, no soy nadie para decirle a ninguna otra persona como vivir su vida, en que pensar o como conseguir nada. Al fin y al cabo, yo en mi vida no he conseguido nada y todo se me ha dado, de una manera o de otra. Tengo que hacer un esfuerzo a diario de recordar que debo agradecer lo que tengo precisamente porque no es mío y porque en cualquier día podría irse por entre mis dedos, desapareciendo de un momento a otro. Todo esto a mi alrededor es una ilusión que responde a mi situación privilegiada. Pero la verdad es que no hay nada.

 Me gusta darme duro a mi mismo porque sirve para recordar que las cosas son más difíciles de lo que parecen. Quisiera saber como empujarme a ser como los demás, como perseguir tanto sueño y tanto deseo loco que tienen. Quisiera poder ser como ellos, haciendo hasta lo innombrable para lograr la meta que se han propuesto para una determinada etapa de sus vidas. Me encantaría sudar tratando de llegar a ser alguien, como todos los demás que pelean y dejan todo para poder ser.

 Me falta mucho para eso. Me falta la fuerza interior y física para ser ese personaje grande y robusto que puede con todo lo que le ponen encima. Obviamente no es algo físico como tal pero sé que todos en nuestra vida hemos visto a esos seres humanos que son más grandes que la vida misma. Parecen incluso ser de mentiras pues no creemos que existan personajes así, como ese impulso impresionante que los hace hacer y deshacer, ir y venir por todos lados y seguir adelante.

 Por mi parte, he hecho lo que he hecho pero nada más que eso. El resto de cosas que hago es porque no sé que hacer. Leo esto y parece no tener sentido pero creo que si se repite lo suficiente, va a terminar siendo una de esas realidades que simplemente no puede uno tapar con la yema del dedo. Es un hecho y nada más que yo no soy mejor que nadie y que seguramente hay muchas personas que son mejores que el resto, porque se molestan en ir adelante, hacia donde sea que eso sea.

 He hecho pero no la clase de cosas que lo llevan a uno a alguna parte. Tengo pasión pero del tipo que impulsa a un ser humano a moverse y a crear algo para su propia vida. Mi energía, mi impulso, apenas es suficiente para llevar un poco más allá, cortas distancias que me ayudan a seguir viviendo pero no sé por cuanto tiempo más. No sé adonde voy a terminar y por mucho que los demás digan que tienen miedo, sé que yo soy de los pocos que en verdad tiene razones para estar asustado.

 El cuerpo se me pone como de piedra de solo pensar en todo esto. Las mano se empiezan a tensionar, la espalda duele como ella sola y los nervios de las piernas se vuelven hipersensibles, de la punta de los dedos hasta esa parte donde las piernas y la cintura se unen.


 Y ellos siguen allá abajo haciendo y corriendo y deseando y rezando y llorando y riendo. Y yo sigo aquí, un poco más arriba, menor que muchos y pensando una y otra vez en lo que debería estar haciendo, lo que debería haber hecho y lo que tendré que hacer.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Conexiones etéreas

   Tengo que confesar que siempre me gustó verlo por las mañana, cuando el sol apenas había empezado a salir. Por alguna razón, siempre se apuraba a esa hora, como si levantarse con los gallos fuese a cambiar algo. No me levantaba ni nada, solo lo miraba de reojo mientras se cambiaba y la poca luz que entraba por la ventana acariciaba su cuerpo. Siempre me había encantado tocarlo y ahora descubría que también adoraba verlo, como una obra maestra del arte que es la creación del Hombre.

 A veces se daba cuenta que lo miraba y me sonreía gentilmente pero, de alguna manera, se sentía como si fuese alguien lejano y no una persona que hasta hacía muy poco me estaba abrazado sin ropa debajo de mis sabanas. Cuando no se daba cuenta, simplemente me volvía quedar dormido y trataba de crear yo mismo un sueño en el que él apareciese como alguien permanente en mi vida y no como una sombra pasajera que va y viene y va y viene pero nunca se amaña en un solo lugar.

 Me daban ganas de lanzarme encima de él, de besarlo, de tocarlo, de volverle a quitar la ropa y de hacer el amor ahí mismo, sin tapujos. Pero él me decía, con su cara y su cuerpo, pero no con su voz, que todo lo que pasaba en la oscuridad de la noche no podía pasar en la mitad del día o en esas mañanas frías en la que cualquier ser humano podría utilizar uno de esos abrazos cálidos y reconfortantes. Él sabía bien como hacerme entender que, pasara lo que pasara, yo no era quién había elegido.

 Esa persona estaba en otra parte y yo era solo un instrumento de diversión, o al menos eso era lo que me gustaba decirme a mi mismo para evitar una crisis existencial que de verdad no necesitaba. De hecho, esa es la palabra clave: necesitar. Porqué él me necesita a mi y yo a él pero creo que yo le saco más usos porque mi vida es un desastre y él es el único que hace que no se sienta de esa manera. Supongo que su vida tampoco es un jardín de rosas, pero la verdad es que no hablamos de eso.

 Cuando estamos juntos, está prohibido hablar de su pareja o de mi trabajo, de sus responsabilidades o de mis problemas para encontrar estabilidad alguna en mi vida. Desde que habíamos vuelto a vernos, después de tantos años, todo se había ido construyendo alrededor del sexo y de un cariño especial que habíamos ido armando los dos en privado. Era algo que no era exactamente amor pero era fuerte y nos ayuda a los dos. Creo que por esos decidimos que no le hacíamos daño a nadie si nos veíamos al menos una vez por semana, a veces más que eso.

 Cuando se iba, el lugar parecía perder el poco brillo que adquiría cuando su risa o sus gemidos de placer inundaban la habitación. A mucha gente podría parecerle todo el asunto algo puramente sórdido y carente de moral y demás atributos ideales, pero la verdad es que el arreglo que teníamos nos hacía felices a los dos, al menos hasta el día en el que me di cuenta que empezaba a quererlo mucho más de lo que me había propuesto. Era un sentimiento extraño que apartaba pero no se iba.

 En nuestro juventud no éramos amigos, apenas compañeros de salón de clase. Él siempre se había destacado en los deportes y por tener novias hermosas, una diferente cada año o incluso menos. Era uno de esos chicos que todo el mundo sigue y admira. Yo sabía muy bien quién era él pero no era alguien que me importara demasiado. Estaba demasiado enfocado tratando de sobrevivir a la experiencia del colegio para ponerme a mirar a los hombres que tenía a mi alrededor a esa edad.

 Él, me confesó mucho después, jamás supo quién era yo. No le dio nada de vergüenza confesarme que jamás había escuchado mi nombre en la escuela ni sabía nada de mi. Ese día quise gritarle, o golpearlo o simplemente mandarlo a comer mierda. Pero no lo hice porque me di cuenta que no tendría sentido hacer nada de eso. Así tuviera un resentimiento profundo contra mis años de escuela secundaria, él no tenía nada que ver con todo eso. Él había estado allí pero no había significado nada para mí.

 Nos conocimos por casualidad en una reunión a la que tuve que ir por trabajo. Como todo lo que hago para ese trabajo, la reunión me parecía una perdida completa de tiempo. Lo normal es que en esas ocasiones conozca mucha gente que me parece insufrible y que solo parece vivir para contar cuanto ganan en un año y cuanto podrán ganar el año siguiente. Si acaso hablan de  su última compra o de sus aspiraciones, todo lo que tenga que ver con dinero es, al parecer, un tema de discusión clave.

 Pero yo no tengo nada de dinero. Tal vez por eso mismo no me importe en lo más mínimo lo que alguien compra o no. Tengo que estar pendiente de tener comida suficiente para un mes en la nevera y cuento cada centavo como si valiera millones más. Por eso detesto el dinero, porque amarra y somete a cualquier idiota que deba manejarlo y esos somos todos. Por eso cuando lo vi a él, me sorprendió. No hablaba de dinero y eso era un cambio impresionante. Cuando lo vi mejor, fue cuando me di cuenta que era un compañero del pasado y se lo hice saber.

 Meses después, hacemos el amor cada cierto tiempo. Él me besa y yo lo beso y hacemos todo lo posible juntos. Al comienzo era cosa de una hora o menos si era posible, me decía cosas sobre su esposa y no sé que más responsabilidades que tenía en alguna parte. Yo no le ponía nada de atención porque francamente no me importaba nada la excusa que tuviera ese día para parecer distante y algo tenso. Yo solo quería ocupar mi mente, al menos por unos momentos, con el placer del sexo.

 Fue con el tiempo que empezó todo a cambiar, a volverse más tierno, más dulce, con ese cariño extraño del que hablábamos antes. Sé que no es amor porque dicen que si sientes eso lo sabes y yo no lo sé. Además, no creo que el amor sea para alguien como yo que, todos los días, siente que sus días están contados en este mundo. Tal vez es por decir y pensar cosas como esa que no tengo nadie en mi vida. Y tal vez por eso es que necesito que él venga, y me alegro cuando me llama y lo veo.

 Dirán que soy una mala persona por estar con un hombre que tiene un compromiso con alguien más. Pero la verdad es que lo tomo con bastante simpleza: fue decisión de él venir a mi casa desde un comienzo. Yo jamás insistí, jamás lo forcé ni tuve nada que decir para atraerlo hacia mí. Simplemente hubo una conexión y todo empezó a fluir, extrañamente, a mi favor. Y la verdad no me arrepiento de nada y podría decírselo tranquilamente a su esposa, si alguna vez me confronta.

 No es que lo quiera para mí, ni nada tan dramático como eso. Yo no creo que nadie sea para nadie, solo creo que tenemos pequeños momentos en los que conectamos con otra persona y simplemente debemos contestar a ese llamado de los sentimientos y de la naturaleza. No somos nadie para negar que no somos nada, que solo somos animales algo más evolucionados que el resto pero que, al final del día, solo somos otro costal de huesos y carne que siente y necesita a los demás.

 Creo que volverá el sábado en la noche, cuando ella no esté en casa. Cuando abra la puerta nos besaremos y la ropa pasará al suelo en pocos minutos. A veces acerca su boca mi oído y me susurra que me le encanta estar allí conmigo y eso es más que suficiente para mí.


 Cuando estoy solo, me doy cuenta que todo esto no es permanente y que en algún momento tendrá que acabar. Todo lo que brinda felicidad es así, etéreo. Y he decidido que no me importa. Lo único que quiero es vivir un día a la vez hasta que ya no tenga días para vivir.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Miércoles

   Su abrazo era todavía bastante apretado. Sus cuerpos desnudos estaban uno contra el otro y parecían ser piezas de un juego que encajaban a la perfección. Acababan de hacer el amor pero todavía les quedaba algo de energía para seguir dándose besos y sintiendo la piel del otro. Al rato se quedaron dormidos, así como estaban. Después se fueron acomodando en la cama para estar menos incómodos pero no se alejaron demasiado el uno del otro. El calor de sus cuerpos era ideal para soportar el frío de la mañana, que había cubierto de vaho la ventana de la habitación.

 El primero en despertarse fue Pedro. Tenía la costumbre, desde pequeño, de despertarse a las siete y media de la mañana. Nunca más temprano ni más tarde. El pequeño problema estaba en que hacía dos años no trabajaba en una oficina y podía despertarse a la hora que quisiera. Sin embargo, las viejas costumbres difícilmente mueren y despertarse temprano era una de ellas. No se puso nada de ropa para ir a la cocina y calentar el café y hacer un pan de tostadas. Otra cosa que no le gustaba era “desperdiciar” el tiempo haciendo el desayuno.

 Lo siguiente para él era comer en la sala mientras veía la televisión. Como su vida laboral iba marcada por su ritmo personal, Pedro no tenía necesidad de correr para ningún lado. Y como encima era tan temprano, pues podía decirse que se permitía tomarse todo el tiempo del mundo para cualquier cosa. Le gustaba ver el noticiero de la mañana para ver si algo más había ocurrido en el mundo tumultuoso en el que vivían. Por supuesto gente había muerto en algún lado, había guerra en otro y hambre en un país que conocía solo de nombre.

 Luego seguían las noticias de política, que solían ser las mismas todos los días. Las de deporte le interesaban un poco pues le gustaba el fútbol y lo practicaba cada que podía. Muchos fines de semana se reunía con sus amigos de infancia y jugaban un partido en una cancha alquilada. Era de césped artificial pero para el caso no importaba pues el punto era divertirse, comer algo y hablar tanto del presente como del pasado. A veces iban con sus respectivas parejas pero la verdad era que lo disfrutaban mucho más cuando eran solo los amigos.

 Cuando ya terminaba el noticiero, se iba desnudo como estaba al estudio y se sentaba entonces en su escritorio. Dependiendo del día se ponía a diseñar en el portátil o a terminar algún dibujo a mano que estuviera inconcluso. El trabajo que tenía era por pedido y le llegaba con frecuencia y bien remunerado pues cuando trabajaba había hecho excelentes contactos. Por eso ahora podía permitirse una vida más calmada con los mismos resultados laborales y hasta mejores. Ahora era su propio jefe y le iba mucho mejor que antes, se sentía más creativo como diseñador de interiores.

 Como a las nueve de la mañana se despertaba Daniel. Él era más bajito que Pedro y algo más ancho del cuerpo, sin decir que estuviera gordo ni nada así. De hecho siempre preguntaba si lo estaba pero Pedro le aseguraba que no era el caso. Pedro, por su parte, era bastante flaco. A diferencia de su pareja, Daniel sí trabajaba todos los días pero ese día precisamente era libre pues el restaurante donde era ayudante del chef estaba cerrado por inventario y afortunadamente no le tocaba hacer parte de esa tarea, al menos por esa ocasión.

 Sabía bien que lo habían dejado quedarse en casa porque le debían vacaciones, pero igual él las pediría completas pronto cuando se fueran con Pedro en Navidad a un viaje que habían planeado hacía mucho tiempo a Hawái. Era un destino que ambos morían por conocer y podían permitirse el dinero y el tiempo para por fin ir y conocer de primera mano todas esas hermosas playas, practicar surf, comer mariscos, quedarse en un buen hotel, pasear por las montañas y volcanes y descubrir todo lo que no supieran de esas islas.

 Daniel se sirvió jugo de naranja. El café no era de su gusto personal, salvo el olor que le encantaba. Su desayuno era un poco más elaborado que el de Pedro pero tampoco mucho más: cortaba algo de fruta y aparte untaba mermelada de arándanos a un par de tortitas de maíz. Normalmente le daba mucha hambre en la mañana. O, mejor dicho, le daba hambre durante todo el día. De pronto por eso era cocinero, pues desde siempre le había gustado la comida y prepararla. Desde pequeño les hacía postres e incluso cenas a su familia y ellos siempre lo apoyaron en su sueño.

 Se sentó en el sofá de la sala y, mientras comía su desayuno, veía dibujos animados. Le gustaba tener una buena razón para despertarse bien en la mañana y los dibujos animados siempre servían para eso. Para noticias las leía en internet a lo largo del día, no era su intención ver tristezas desde primera hora de la mañana. Comía despacio, disfrutando cada bocado mientras miraba las travesuras del gato y el ratón. Aprovechaba que no fuera una mañana normal, de esas en que tenía que apurarse y a veces ni tiempo para despedirse había.

 Terminado el desayuno iba a un pequeño cuartito que había al lado del baño, como un depósito, y de ahí sacaba uno de esos tapetes de yoga para hacer ejercicio. Hacia una rutina con ejercicios varios durante media hora. Para eso se ponía ropa apropiada pues ejercitarse desnudo podía ser bastante incómodo. Normalmente se ejercitaba de noche pero como era un día diferente pues aprovechó para hacerlo más temprano. Después de terminar, guardó el tapete y se dirigió a la habitación principal.

 Mejor dicho, entró al baño y se quitó su ropa deportiva. Abrió la llave de la ducha y dejó que el agua calentara por unos segundos. Ese tiempo era suficiente para untar de crema dental su cepillo. En la ducha se cepillaba los dientes y luego se enjabonaba el cuerpo, disfrutando el agua tibia. Se sentía muy rico y podía disfrutar de una ducha bien dada y no como le pasaba casi todos los días, en los que debía ducharse en cinco minutos y no importaba si el agua salía fría o caliente. Era algo a lo que se había acostumbrado y por eso ese día lo disfrutaba tanto.

 Pegó un ligero salto cuando, distraído por estar echándose champú en el pelo, sintió una mano en su cintura. Se lavó el pelo con rapidez y entonces se dio cuenta que era Pedro. Se besaron un rato, abrazados bajo la lluvia de la ducha. Después uno le pasó el jabón por el cuerpo al otro y terminaron haciendo el amor de nuevo allí mismo. En total, estuvieron en la ducha por una media hora. Era mucha más agua de la que se permitían gastar normalmente pero es que el día casi pedía que pasaran cosas así, diferentes a la rutina.

 Se limpiaron bien y luego salieron al mismo tiempo. Se secaron en la habitación, dándose besos y sin decir ni una palabra. La verdad era que llevaban tres años viviendo juntos y podían decir que el último año había sido el mejor para los dos. No solo Pedro había dejado por completo el trabajo de oficina, sino que Daniel había empezado a hacer lo que en verdad le gustaba en el trabajo y eso era la repostería. Llevaba años cocinando ensaladas y carnes y un sinfín de cosas pero ahora por fin estaba haciendo lo que en verdad le gustaba.

 Ese bienestar personal se traducía en una vida de pareja mucho mejor. Las peleas habían quedado atrás al igual que las confrontaciones por dinero o las tensiones causadas por razones que ahora les parecerían verdaderamente idiotas. Ahora no era raro que hiciesen el amor todo los días, que se besaran en silencio, sin decir nada. Cuando ya tuvieron la ropa puesta, Daniel le dijo a Pedro que cocinaría el almuerzo del día. Pedro dijo que compraría algunas películas por internet para ver más tarde. La idea era hacer de ese un día especial.


 Lo raro de todo era que solo era un miércoles, clavado allí a la mitad de la semana. Los dos días anteriores y los dos días después serían iguales que siempre, con trabajo, llegar tarde, no verse ni hablarse casi en el día. Solo el fin de semana era un descanso y a veces ni eso porque debían hacer ciertas vueltas esos días o visitar a sus familias. Ese miércoles era tan importante por eso mismo, porque era como una joya que no podían permitirse perder. Era su día para celebrar quienes eran juntos y por separado.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Detective privado

   El pequeño ventilador daba vueltas sobre la mesa, llegando en un ángulo casi recto sobre la cara de quién estaba allí esperando, con los brazos cruzados y una expresión de profunda preocupación. Para cuando el detective Flores entró de nuevo a la habitación, la persona que había estado esperando ya no estaba. Solo había dejado una nota diciendo que volvería pero no ponía ni el nombre ni un número de contacto.

 Flores sabía que la persona había esperando durante mucho tiempo para la confirmación de la información que parecía tener pero su archivero estaba hecho un desastre y pro eso se demoraba demasiado con cada persona y la gente terminaba yéndose. Solo sus amigos se quedaban y eso que era solo para burlarse, sin decir nada de ayuda. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no llegaría ningún lado como iba.

 Había abierto su consulta privada hacía ya varios meses y la verdad era que siempre le había ido de manera regular. Por eso vivían en el barrio en el que vivían: a la gente no le importaba lo que hiciese o como lo hiciese con tal de que fuese efectivo y ayudara de verdad a las personas que lo necesitaban. Pero el trabajo era demasiado para una sola personaje. A veces lo ayudaban amigos o familiares pero ellos no entendían sus métodos y lo único que sucedía era que terminaban enterrando el poco prestigio que ganaban al solucionar casos interesantes.

  El detective se decidió y puso un aviso en el periódico de mayor circulación en la ciudad. Le había costado bastante dinero pero esperaba tener la mejor respuesta y así por fin encontrar a la persona perfecta para ayudarle a crear un ambiente de trabajo idóneo en el que el caso no tenga que sufrir por culpa del archivo, el clima, que tan ocupado esté Flores y todo esos detalles que hacen que alguien elija a un detective privado sobre otro.

 Un centenar de mujeres respondieron al aviso por correo electrónico y Flores tuvo que leer cada uno de ellos y hacer una selección del os que le parecían mejor. Quería alguien con al menos algo de experiencia en alguna profesión similar y también pensaba que la imagen decía más que mil palabras. Personas que parecieran buscar un puesto de modelo quedaban automáticamente por fuera.

  A pesar de su mejor esfuerzo,  tuvo que dividir las entrevistas en dos días. Durante ese tiempo tuvo que dejar el trabajo de lado para poder elegir de la mejor manera posible y, ojalá, rápidamente. Siendo un independiente, no tenía tampoco mucho  tiempo para desperdiciar e iba a ser muy sencillo ver si había “química” laboral o si simplemente no encontraba alguien que lo inspirara para crear un lazo fuerte a nivel laboral.

 El primer día de entrevistas comenzó terriblemente mal con varias personas que no tenían ni idea de lo que significaba un despacho de detective privado. Una de las “pruebas” que Flores tenía era un montón de fotos en las que mostraba diferentes cosas que la persona podrían encontrar en el trabajo. Algunos fotos eran de cadáveres, otras fotos sexualmente explicitas y otras apenas infrarrojas. Le parecía que ver la reacción de las personas al ver las imágenes podría decirle mucho de cada una de las personas.

 Obviamente, todo el que gritara con los cadáveres o se escandalizara por los desnudos, quedaba automáticamente por fuera. Los que ganaban puntos eran quienes, a pesar de ver lo que veían, tenían la capacidad de ordenarlo todo en su mente y hacer conexiones entre las fotos pues Flores no las había ordenado al azar. Un par de personas lo sorprendieron de esa manera, dándole toda la información que no había pedido pero que estaba allí para que cualquiera pudiese descubrirla.

 Llegaban hombres y mujeres y eran de todas las edades. No había un rango de edad más indicado que el otro. Para el detective eso no importaba porque la persona que iba a contratar debía estar dodo el día en la oficina, su trabajo primordial siendo el de mantener todo en orden allí mientras el detective estuviese fuera. Necesitaba un compañero pero también una secretaria. Tenía que ser una persona muy completa y para eso la edad era algo casi secundario.

 El segundo día fue un poco mejor, con personas que incluso lo asustaron un poco con el nivel de conocimientos que tenían del mundo forense y del espionaje como tal. Hubo una mujer a la que le dijo que todo estaba bien pero que supo que jamás iba a llamar de vuelta pues a pesar de saber muchas cosas, parecía tener una obsesión muy particular con los asesinos en serie. No era muy inteligente trabajar con alguien así en casos graves.

 Las entrevistas y las pruebas demoraron mucho tiempo y, durante ambos días, consumieron casi todo el tiempo del que disponía Flores. Eso no le gustaba nada pues debía trabajar constantemente o no tendría dinero para pagar el alquiler de la oficina y menos aún para pagarle un sueldo a una eventual persona que quisiera venir a ayudarlo. Por eso al tercer día, a pesar de tener mucho que pensar, tuvo que volver a los casos.

 Para la semana siguiente llamó a los finalistas, citándolos a los cinco en la oficina para que hablaran entre todos. Pensaba que lo mejor sería ver como se defendían bajo presión y con algo real. Y justo el día siguiente a las entrevistas le había llegado un caso bastante importante que podría ser la prueba ideal para determinar quién podría ser la mejor persona para ayudarle en el trabajo.

 El caos parecía simple de entrada: una mujer había asesinado a su esposo y a su amante al descubrirlos juntos en su casa, llegando de un viaje largo de vacaciones. La mujer era rica pero no por su esposo, así que no podía tener nada que ver con el dinero. La razón más obvia era venganza. Sin embargo, había decidido matar al marido después de matar al amante, a quién ahorcó con la corbata de su esposo. El cliente en este caso era la madre del amante del hombre.

 Lo que se debía determinar era simple: porqué había asesinado la mujer a los dos y porque había matado primero al amante y luego a su esposo. ¿Qué había hecho el esposo mientras mataba al amante? La idea era desenredar el caso para esclarecer si la mujer no tenía razón más allá de las evidentes para hacer las cosas como las había hecho.

 Le dio a cada uno los documentos necesarios y les pidió que volvieran al día siguiente con las soluciones al caso. Algunos se le quedaron mirando, como esperando algo. Antes de que pudieran preguntar, él respondió que ya había resuelto el caso pero que ellos tendrían la oportunidad de cambiar su conclusión antes de que hablara con la madre del amante para establecer el camino legal a seguir. Flores ya tenía todo solucionado pero quería ver como lo hacían los demás, cual era su razonamiento de todo.

 Al día siguiente, pudo ver con placer que los candidatos parecían cansados. Revisaban frenéticamente notas y parecían recitar palabras en voz baja, recordando qué era lo que tenía que decir. Uno a uno, expuso lo que había encontrado y su conclusión. Flores asentía solamente pero no decía nada más, ni de manera negativa ni positiva. Solo bebía café y movía la cabeza para que supieran que ponía atención.

 Una vez terminaron, hizo pasar a la madre del amante. Todos estaban expectantes pues querían ver en que estad estaba la pobre. Pero se sorprendieron al ver que no entró nadie a la oficina. Flores cerró la puerta tras él, se sentó y los miró fijamente. Les dijo que todos sus razonamientos tenían sentido pero que todos habían olvidado una de las reglas esenciales de una investigación: están lidiando con seres humanos y los seres humanos dicen mentiras.


 Nunca hubo caso, todo era inventado. Le explicó que muchas veces venía gente con mentiras, buscando que él validara esas mentiras para tapar sus fechorías y eso debía evitarse pues estaba en juego su nombre. Los candidatos estaban sorprendidos, tanto que ni hablaban. Flores les dijo que podían descansar pues todos iban a trabajar con él. La paga sería pésima pero tener un equipo era mejor que estar en pareja. Todos aceptaron, entusiasmados. Sin duda sería una experiencia única para todo ellos.