Mi deseo era bastante simple pero con el
pasar del tiempo, y al ver que nunca se cumplía, simplemente deje de imaginar
que los sueños existen y que son cosas que se vuelven realidad. Es simplemente
una fijación infantil esa que tenemos con las cosas que queremos que sean pero
simplemente no son. Supongo que no le hace daño a nadie desear un poco, querer
y soñar y esperar. Todo es lo mismo y normalmente solo hacen daño a una sola
persona: a uno mismo.
Pero, como dije, yo ya no tengo nada de eso.
Veo a quienes tienen sueños todavía y en ocasiones me da mucha envidia de sus
ganas de seguir adelante tratando de conseguir eso que con tantas ganas
persiguen. Se esfuerzan todos los días, hacen que toda su vida gire alrededor
de eso que quieren. Y creo que tan solo eso los hace felices. Casi nunca ve uno
si llegaron a la meta que querían o no pero después de un tiempo para ser que
lo menos importante es lograr lo propuesto.
Parece ser que lo importante de todo no es
tanto si llegas al punto culminante sino si entiendes todo lo que pasa a tu
alrededor en el camino hacia ese punto. Como seres humanos, es difícil que
siempre tengamos la misma meta en la vida y como las metas son un final, es
normal que cambien de sitio a cada rato. Solo la muerte puede marcar un final
real y es por eso que debemos ir cambiando el objetivo último que tengamos a
cada rato para así poder seguir disfrutando del camino por el que vayamos.
No es fácil, o al menos yo no lo creo que sea.
Hay muchas personas que viven fascinadas con todo lo que les pasa en el día a
día, e incluso con aquellas cosas que jamás ocurrieron. Se contentan de lo
real, de las mentiras, de las verdades, se alegran por ellos mismos y se
alegran por otros. Son como esos que sonríen a cada rato y dan ganas de preguntarles
que es lo que es tan gracioso o que es lo que los tiene tan contentos todo el
tiempo. Es como si el esfuerzo los hiciera más y más felices.
Yo eso no lo entiendo. Para mi el esfuerzo es
dolor y el dolor muy rara vez da un placer en la vida. Tal vez ocasionalmente,
en forma de esfuerzo o de pasión, pero nunca demasiado. Nada en grandes
cantidades es bueno, pues nos volvemos unos ciegos y simplemente seguimos con
lo mismo todos los días de nuestras vidas. Es como la gente que siempre pide lo
mismo cuando va a un restaurante o como aquellos que creen que alguien muy
similar a ellos mismos sería la pareja ideal para vivir toda la vida y formar
una familia. A mi es no me cuadra pero supongo que cada uno verá que hace.
Me gusta cuando llueve, porque todos los demás
sonidos parecen dar paso al que hacen las gotas de lluvia contra las ventanas,
el suelo o los muebles. Hay una cierta magia detrás de las gotas de lluvia y
creo que eso hace que las personas paren por un momento y simplemente disfruten
el sonido de la naturaleza. Me gusta ver a las personas así, calmadas y a tono
con lo que los rodean. Dejan de ser bestias hambrientas de todo y vuelven a un
estado anterior, tal vez mejor.
Pero una vez se va esa magia del mundo,
vuelven todos a mugir y gemir y gritar y pelear. Es falso cuando las personas
hablan del mundo como si fuera un hermoso pastel de esos que tienen muchas
florecitas y cintas gruesas, de colores pasteles que son inofensivos a la
vista. Eso es la que la gente piensa que debería ser la vida. Un soso pastel
que no tiene nada de sabor, tal vez algunas nueces, y que está adornado por
encima de un poco de porquerías que lo único que hacen es daño.
Supongo que así viven más tranquilos. No los
culpo. Es difícil vivir con lo ojos bien abiertos y prestando atención de tanta
cosa que pasa por todas partes. No es fácil vivir en un mundo donde todo te
salta a la vista desde cualquier parte. Hoy en día podemos tener todo a la
mano, lo que queramos, y no nos damos cuenta de que no es el estado natural de
las cosas. Claro que ya a nadie le importa lo natural en ninguna forma, pero sí
debería hacernos pensar al menos acerca de nosotros mismos.
Pedimos y exigimos, esperamos y rezamos,
siempre con un ansia extraña de estar en un lugar diferente al que estamos en
ese momento, de estar mejor, porque la situación actual nunca es lo
suficientemente buena. Nadie se contenta con nada en el mundo de hoy. El que lo
diga es un mentiroso o simplemente alguien que no ha querido entender en que
mundo es el que vivimos. Y eso también es ser un mentiroso porque a propósito
miente a su mente para poder vivir tranquilo.
En todo caso, no soy nadie para decirle a
ninguna otra persona como vivir su vida, en que pensar o como conseguir nada.
Al fin y al cabo, yo en mi vida no he conseguido nada y todo se me ha dado, de
una manera o de otra. Tengo que hacer un esfuerzo a diario de recordar que debo
agradecer lo que tengo precisamente porque no es mío y porque en cualquier día
podría irse por entre mis dedos, desapareciendo de un momento a otro. Todo esto
a mi alrededor es una ilusión que responde a mi situación privilegiada. Pero la
verdad es que no hay nada.
Me gusta darme duro a mi mismo porque sirve
para recordar que las cosas son más difíciles de lo que parecen. Quisiera saber
como empujarme a ser como los demás, como perseguir tanto sueño y tanto deseo
loco que tienen. Quisiera poder ser como ellos, haciendo hasta lo innombrable
para lograr la meta que se han propuesto para una determinada etapa de sus
vidas. Me encantaría sudar tratando de llegar a ser alguien, como todos los
demás que pelean y dejan todo para poder ser.
Me falta mucho para eso. Me falta la fuerza
interior y física para ser ese personaje grande y robusto que puede con todo lo
que le ponen encima. Obviamente no es algo físico como tal pero sé que todos en
nuestra vida hemos visto a esos seres humanos que son más grandes que la vida
misma. Parecen incluso ser de mentiras pues no creemos que existan personajes
así, como ese impulso impresionante que los hace hacer y deshacer, ir y venir
por todos lados y seguir adelante.
Por mi parte, he hecho lo que he hecho pero
nada más que eso. El resto de cosas que hago es porque no sé que hacer. Leo
esto y parece no tener sentido pero creo que si se repite lo suficiente, va a
terminar siendo una de esas realidades que simplemente no puede uno tapar con
la yema del dedo. Es un hecho y nada más que yo no soy mejor que nadie y que
seguramente hay muchas personas que son mejores que el resto, porque se
molestan en ir adelante, hacia donde sea que eso sea.
He hecho pero no la clase de cosas que lo
llevan a uno a alguna parte. Tengo pasión pero del tipo que impulsa a un ser
humano a moverse y a crear algo para su propia vida. Mi energía, mi impulso,
apenas es suficiente para llevar un poco más allá, cortas distancias que me
ayudan a seguir viviendo pero no sé por cuanto tiempo más. No sé adonde voy a
terminar y por mucho que los demás digan que tienen miedo, sé que yo soy de los
pocos que en verdad tiene razones para estar asustado.
El cuerpo se me pone como de piedra de solo
pensar en todo esto. Las mano se empiezan a tensionar, la espalda duele como
ella sola y los nervios de las piernas se vuelven hipersensibles, de la punta
de los dedos hasta esa parte donde las piernas y la cintura se unen.
Y ellos siguen allá abajo haciendo y corriendo
y deseando y rezando y llorando y riendo. Y yo sigo aquí, un poco más arriba,
menor que muchos y pensando una y otra vez en lo que debería estar haciendo, lo
que debería haber hecho y lo que tendré que hacer.