No creo que la
felicidad sea gratis. La verdad que no. Todo el mundo habla hoy en día de cómo
las cosas llegan y como todo se supone que tiene un tiempo y no sé que más
cosas. Para mí, todo es una mentira. Ese cuento que no han metido en el que
siendo uno mismo se logra todo simplemente no es cierto. Esa historia que
cuenta que la belleza interior es lo que cuenta, es pura mentira. Todo es falso
en este mundo en el que nos hemos esforzado por parece mucho mejores de lo que
somos.
Detestamos mirarnos al espejo y ver un
monstruo que nos devuelve la mirada. Nos indignamos con lo que pasa en el mundo
y jugamos a que no entendemos, a que todo se sale de nuestra comprensión, que
el mundo está loco y nosotros solo somos pobres victimas, vacas que miran el tren
pasar sin poder hacer nada para detenerlo. Fingimos interés, incluso al nivel
de dar nuestro tiempo y dinero para que los demás vean que en verdad nos
preocupan las cosas.
Para mi todo tiene que ver con la culpa pero
también con el hecho de que todos sabemos muy bien de qué somos capaces. Cuando
una persona mata a otra, en verdad no nos sorprende que ocurra. Después de
miles de años de existencia, la raza humana no puede permitirse el lujo de no
comprender un fenómeno tan humano como el homicidio. Pero tenemos que fingir
sorpresa y hacernos los que no entendemos nada, porque si aceptamos nuestra
parte más oscura, admitiremos que existe, le daremos fuerza.
O al menos esa es la historia. Yo creo que es
al revés, que cuando se reconoce lo que está mal, es cuando se le quita la
fuerza o al menos se le puede manipular cuando uno quiera. Si admitiéramos las
cosas horribles que hacemos, sería más sencillo acabarlas todas y dejarnos de
hipocresías que no le sirven a nadie de nada. Tantas vigilias y tantos pesamos
vacíos, que lo único que hacen es distraer, hacer que la gente pierda el hilo
de lo que estaba pasando con todo.
Pero a nadie le molesta. O al menos eso
parece. A la gente le da igual que maten dos o cien más pero tienen que
mostrarse indignados porque asociamos la falta de sentimientos con las
características clásicas de un monstruo. No podemos dejar de pensar que cuando
algo no nos afecta hasta el hueso, es que estamos hechos de piedra o, peor, que
no somos humanos y no podemos llegar a sentir nada por otros.
Esa es una exageración estúpida que generaliza
lo que somos como seres humanos. Tenemos la obsesión de hacer de todos nosotros
un estándar, de querer hacernos todos iguales cuando no lo somos. Nacemos
diferentes porque nuestras condiciones lo son. Tratamos de borrar eso para que
nadie crea que tenemos ventaja o desventaja, la ilusión de que todo está bien.
El modo más actual de reflejar eso es a través
de nuestros cuerpos. Es lo más visible, lo más fácil de detectar. Es por eso
que el ser humano siempre se ha adornado y ha modificado su apariencia: a veces
para asustar, otras veces para enamorar y otras para mezclarse con su entorno.
Nos arreglamos, nos hacemos, cambiamos para que podamos entrar al canon que se
esté usando en el presente. Porque lo que más tememos es salirnos del molde o
bueno, eso es lo que temíamos, al parecer.
En los años recientes ha surgido algo nuevo y
es el orgullo por la diferencia. ¿Pero que tan real es? ¿Es de verdad orgullo o
es simplemente una más de las tapaderas que usamos para fingir sentimientos que
no tenemos, porque tenemos miedo de mostrarnos como somos en realidad?
Personalmente me niego a creer que la mayoría de la gente esté tan cómoda
consigo misma como parece.
Todos seguramente responderán que, en efecto,
no lo están. Y sin embargo caminan por la vida como si nada, como si a veces el
mero acto de caminar no fuese un suplicio. Porque a veces lo es y creo que
todos los sabemos. A veces salir al mundo, dejar de estar en los lugares en los
que nos sentimos de verdad nosotros mismo, es difícil. Pero la mayoría lo que
hace es disfrazarse, ponerse otra piel, más resistente, y caminar por el mundo
diciendo que ha cambiado y que ahora todo es distinto.
Yo no me lo creo. Y no me lo creo porque eso
viene de las mismas personas que dicen sentirse felices con como son pero
entonces de modifican porque solo así serán aceptados. Para poder avanzar no es
necesario entonces aceptarse a uno mismo sino más bien aceptar que hay que
hacer cambios que no tienen reversa para que el mundo pueda aceptarnos en sus
extraños e hipócritas brazos. Hay pruebas de ello por todos lados.
Alguien feo, porque la gente fea existe, que
de pronto aparece y es perfecto, con un rostro impecable, obviamente
intervenido, y un cuerpo envidiable producto de horas y horas en un gimnasio.
De pronto vemos a esa persona que antes ignorábamos. No era que no lo viéramos
pero decidíamos no hacerlo. Pero cuando hay cambios, es entonces que la gente
empieza a cobrar importancia, empieza a ser más notable e interesante.
Es por eso que ciertas personas con gustos
comunes van a un lugar o a otro y es solo para mostrarse, para probar que están
cambiando o ya han cambiado, que se han ido amoldando al modelo físico actual
que será el mismo ahora y en setenta años.
Puedes aceptarte como eres pero es mejor si eres como todos quieren ser.
Esa es la realidad del mundo.
Solo hay que sacar la cabeza por la ventana y
ver el mundo como es y no como uno o como los demás quieren que sea. Es cierto que queremos que todos los seres
humanos estén en paz y tranquilos, que todos nos aceptemos y nos amemos con
nuestras diferencias, ignorando los cambios a los que nos hemos sometido y a
los que incluso hemos sometido a otros. Lograr esa comunidad de personas
felices, de personas que han logrado sus objetivos, es algo que es prioridad en
nuestro mundo. De hecho no se trata de felicidad sino de saber amoldarse a la
idea actual de ser feliz. Poco importa el sentimiento real.
Antes mencionábamos el cambio físico pero
también pueden haber otros cambios que hagan que la gente sea más o menos
notable. Todo lo que tiene que ver con el esfuerzo es algo que hoy se premia.
Se dan flores y se alaba a cualquiera que se parta la espalda por lograr algo.
Claro que, para que todo sea más efectivo, debe ser una persona que también
haya hecho cambios en lo físico y en su manera de ver el mundo.
Hay muchos que han hecho esfuerzos en este
mundo y nadie nunca les ha puesto atención. Eso es porque lo único que habían
hecho era esforzarse y, por sí mismo, eso no es nada. Tiene que estar
acompañado de un cambio integral y es entonces cuando todo el mundo empieza a
erigir monumentos, a declarar que uno y otra son ejemplos para todo el mundo,
porque la mentira no se sostiene sin ejemplos.
Necesitamos a esas personas, a esos que han
sido exitosos y que ahora dicen ser felices y lo pueden comprobar porque tienen
cosas que nos lo indican. Es feo llamar cosa a la familia, pero eso podría
comprobar el éxito. Lo mismo el trabajo, el cuerpo e incluso el discurso. Eso
es lo primero que se cambia cuando se empieza uno a dar cuenta que quiere ser
uno de esos ejemplos para el resto de la sociedad.
Yo físicamente tengo demasiadas desventajas
para taparlas todas al mismo tiempo. No me alcanzan ni las manos ni el cerebro.
Y mi “comunidad”, o como se le de la gana de llamarlo, no recibe con brazos
abiertos. Solo lo finge porque sin unión no hay nada y si no hay nada no se
pueden lograr los cambios en los que parecemos estar de acuerdo. Sin embargo,
el modelo físico está muy presente, claramente delineado.
En cuanto a lo demás, es difícil porder
impresionar o llegar a ser un ejemplo sin haber nunca tenido un día de trabajo,
sin haber sentido el amor de una persona (el tipo clásico de amor) y sin sentir
de verdad que soy feliz todos los días de mi vida. Yo no siento eso ni soy nada
de eso ni creo que nunca lo vaya a poder ser.
Yo solo vivo, respiro, camino, como, hago y
duermo y todo lo demás, que no es mucho. Eso es todo. Y a veces eso es difícil para
mi. Y cuando intento cambiar es cuando llega la fría daga de metal y la siento
hundirse en mi costado, lentamente. Y me odio a mi mismo… De nuevo.