Mostrando las entradas con la etiqueta imaginación. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta imaginación. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de marzo de 2016

Él no existe

   Me pasa seguido. A veces cuando veo a alguien que me gusta en alguna parte o a veces solo cuando mi mente se queda en blanco y no tengo nada en particular en que pensar. Mi mente se va yendo lentamente y entonces se forma siempre la misma imagen en mi mente. Bueno, no siempre es la misma ya que con el tiempo ha ido cambiando un poco pero lo básico siempre es igual: estoy yo y está él y no hay nadie más sino nosotros. A veces se trata solo de un beso y otras veces es un abrazo suave, que puedo llegar a sentir si estoy muy inspirado en el momento. A veces también puede ser hacer el amor o momentos antes o después de eso. Varía mucho y no sé de que dependa, probablemente de mi ánimo del momento y de la persona que imagine.

 Después es que la realidad me golpea en la cara y caigo en cuenta que nada de eso es verdad y que, en mi vida, eso ha pasado tan pocas veces que las puedo contar con los dedos de una mano y me sobran dedos. Claro, habrá quién diga que con dos veces que te pase eso en la vida es suficiente pero eso sería cierto si la segunda vez fuese más duradera o las dos. Pero en mi caso ni siquiera estoy seguro de haber sentido algo real alguna vez. La verdad es que no sé que he sentido ni que han sentido por mi, pues es difícil preguntar semejante cosa. Además las personas rara vez darán una respuesta real, si es que todavía se les puede preguntar. Y para mi el tiempo sí que pesa bastante. No es lo mismo una relación de tres meses que una de un año o más. No hay punto de comparación.

 Cuando voy por la calle o donde haya gente, pasa que también tengo esos pequeños momentos en los que imagino cosas. Pero lo divertido del cuento es que no me imagino en mi mente a la persona que estoy viendo en vivo sino que la transformo un poco, principalmente porque lo más normal es que no conozca la voz de la persona y mucho menos su personalidad y manera de ser. En mi mente siempre son amables y bastante cariñosos, de hablar suave y de modales impecables. Siempre se preocupan por mi y saben exactamente que decir para sacarme una sonrisa o para hacerme sentir mejor. Me los imagino perfectos o casi.

 A uno así no he conocido nunca. Puedo decir, y no quiero decir con esto que esté orgulloso, que he salido con muchos durante buena parte de mi vida. Y sí, confieso que no ha sido precisamente para buscar amor para siempre. Normalmente siempre empiezo al revés y sé muy bien que eso nunca termina bien. Es decir, eso nunca va a llegar adonde yo de verdad quisiera que llegaría. Si te acuestas con un hombre de entrada, el respeto se pierde casi al instante, así como el misterio y esa gana como de descubrir y tratar de ganarse a la persona averiguando como es y todo eso. Siempre lo he hecho mal y lo sigo haciendo.

 Me besan con suavidad, con tiempo, como si no importara nadie más sino nosotros. Me encanta que lo hagan así porque eso para mí quiere decir que hay mucho más que un interés rápido. Por eso en mi imaginación todos se toman el tiempo, todos dicen mi nombre y yo sé el de ellos. Siempre sé como son aunque a veces ni siquiera les veo la cara, sobre todo en sueños, y la verdad es que no sé de donde salen ni porqué. Pero no importa pues ahí están. O ahí está. Nunca he sabido si lo que imagino es a uno que puede ser muchos o a muchos que representan a ese único que quisiera conocer algún día. Supongo que la idea es que sea alguien tan especial que no sepa yo nada en absoluto. Así que no me molesta si no entiendo todo.

 El otro lado de las cosas es que, en la realidad, los chicos siempre se interesan en otro tipo de hombres para salir y esa es una verdad del mundo de los hombres que les gustan los hombres. Si alguna vez se lo preguntaron es igual que entre hombres y mujeres: hay unos que invitarías a casa a presentarle a tu mamá y hay otros que nunca dejarías que se acercasen, ni siquiera a tus amigos. Eso es así con todo el mundo. Y yo, y no es por hacerme la victima, siempre he estado del lado de esos a los que nadie quiere que conozcan. Bueno, al menos en casi todos los casos porque también he conocido un par de madres. Lo malo es que, con el tiempo, se revela que no era yo el tipo de persona para aquello entonces soy yo mismo el que me pongo en el grupo de los que están solo por un tiempo.

 Antes de dormir me sucede mucho, que pienso bastante en el tema. A veces es sexual pero a veces, si hace frío, me imagino unos brazos a mi alrededor, el sentir de una piernas entrelazadas con las mías y entonces sonrío aunque no haya nadie. Para mi ese es el punto fuerte de una relación, el momento en el que se comparte algo tan intimo como la cama, que para mi siempre ha sido algo tan personal. Además creo que es algo que imaginamos todos en algún momento, sin importar quienes seamos. Porque querer compartir un momento como ese, de palabras susurradas y calor compartido, creo que es algo que todos idealizamos y nadie deja de pensar.

 Irónicamente, yo jamás he dormido con nadie. Es decir, nunca he pasado la noche a dormir en la cama de nadie. Esto tiene una simple explicación: como dije antes, soy de los que no presentas a nadie y como uno de estos pasa seguido que me piden que me vaya o simplemente me dan ganas de irme porque se siente todo muy incomodo cuando ya ha terminado. Así que ni siquiera hay necesidad de decir nada. Solo coge uno sus cosas y se va, sin más. Confieso que me encantaría quedarme toda una noche con alguien pero entiendo que eso requiere algo que nunca he conocido y es alguien al que de verdad le gustes y que no tenga problemas de ningún tipo. Y que de paso tu tampoco los tengas. Se requiere algo de madurez.

 Por eso todo lo que imagino suele pasar en un futuro próximo, obviamente desconocido. Es un lugar muy bonito donde todo parece posible, donde todo es lo que yo quiero que sea y como quiero que sea. Ese futuro próximo me ofrece cosas que siempre he querido y no solo a aquella persona que me quiera sino también un trabajo ideal, un hogar bonito, incluso una mascota que nunca he tenido y tal vez ni vaya a tener. Por eso cuando me imagino con él, nos imagino en ese lugar solo para nosotros. Ya no se trata de encuentros fugaces o de momentos. No quiero tener solo pequeños fragmentos que no sirven de nada por si solos. Quiero tener algo más sólido y real y por eso mi mente me lleva a un mundo complejo que sé es irreal.

 Porque la realidad es que no tengo mucho para ofrecer. De hecho, hace poco decidí no tener como prioridad el buscar o encontrar a nadie para tener una relación. Es cómico, pues esa decisión no cambió en nada mi situación ni mi vida ni como pasaban las cosas, principalmente porque no era que tuviese muchas opciones o que saliera mucho y conociera gente o cosas así. Fue solo una decisión porque estaba cansado, frustrado de que siempre todo sea para los demás y nada sea para mí. Fue un momento en el que pensé: “Creo que merezco eso y más. Y no tengo porque conformarme con lo poco cuando sé que merezco lo mucho”. Como dije, no me ha servido de nada pero al menos creo que ahora tengo una visión algo más madura del tema. No estoy cerrado ni abierto. Solo estoy.

 Veces incluso hablamos. Hablo con ese ser imaginario que está dentro de la misma clasificación que un unicornio o el ave fénix. Y él me responde y me toca como si yo le gustara. Y me gusta y casi me hace llorar, por razones que conozco muy bien. Porque esa persona lo que hace es reforzarme, viene a apoyarme y a decirme las cosas que nadie nunca me ha dicho con honestidad. Obviamente sé que yo lo controlo todo, siendo mi imaginación, pero es difícil no emocionarse al imaginarse a semejante ser humano. Es perfecto en todo sentido. O al menos lo es para mí y creo que eso es lo que cuenta.

 Pero nadie es así. Y si lo es, no es conmigo. Me gusta la fotografía y me la paso viendo fotos de todo un poco y cuando veo esos chicos que son el estereotipo de chico que todo el mundo busca, me doy cuenta que terminando desarmándolos y veo que detrás no hay nada pues no me creo por un momento que alguno de ellos se pudiese acercar a mi con intenciones de las que ocurren en mi mente. Simplemente no he avanzado tanto para tener esa clase de confianza en mi mismo, que de hecho no es confianza sino sería para mí mentirme sin tapujos. Y para qué decirme mentiras? No me serviría de nada y yo lo único que quiero es que alguien se fije en mi existencia. De ahí en adelante, ya veremos.


 Por ahora lo tengo a él. Que me deja abrazarlo, que huele levemente a duraznos en el cuello y que tiene los pies fríos y me gusta calentar. Él no existe, no es real. Pero, por ahora, es lo que tengo. Y lo amo por eso.

sábado, 5 de marzo de 2016

Niebla de Año Nuevo

   A lo lejos se oyeron las campanas de alguna iglesia y por cada una de las callecitas se escucharon los gritos de jubilo de todos los que estaban afuera esperando que el año nuevo llegase. Había gente con amigos esperando con unas cervezas, familias con niños besándolos y premiándolos con algún dulce, como si un nuevo año tuviese que empezar premiándolos por nada. También había muchas personas de otros lugares, con otras tradiciones, a las que el año nuevo les daba un poco lo mismo. Sin embargo, algunos estaban en la calle con el resto de sus amigos que sí celebraban o porque estaban de turismo y deseaban unirse a la fiesta o simplemente porque eran dueños de algún negocio y tenían que aprovechar cada momento.

 En uno de esos negocios estuvo P unos diez minutos antes de que sonaran las campanas. Vendían allí muchas cosas pero lo que él compró fue un gofre cubierto de chocolate liquido y calientito. Era lo mejor para una noche tan fría y para distraerse mientras eran las doce de la noche. Había decidido salir a pasear a esas horas solamente porque hubiese resultado muy triste irse a dormir antes o pasar la medianoche en la cama con los ojos abiertos, pues sabía que iba a estar despierto de todas maneras.

 Más temprano había salido a dar una vuelta por ahí, visitando algún museo o no sé qué. El caso es que había caminado mucho y ya estaba cansado de sentir los pisos de piedra de las calles antiguas del centro de Bruselas, donde estaba solo de visita. Era una ciudad curiosa, como comprimida en un pequeño valle, casi se podía decir que era una ciudad en miniatura, pues todo parecía haber sido puesto ágilmente por las manos de un gigante, nada parecía nuevo pero seguro que había muchas cosas que no tenía sino meses de existir o menos.

 Comiendo el gofre, paseó por las calles que ya se sabía de memoria y vio como ya había borrachos, turistas despistados y una fila enorme para entrar en la plaza principal y ver las luces y el  show musical. Como ya lo había visto otras noches, ni siquiera intentó entrar. Mucho menos sabiendo que no iba a haber juegos artificiales ni nada por el estilo. Todo iba a ser muy normal, muy sobrio. Caminaría hasta que la medianoche lo encontrase, terminaría de comer y se iría al hotel a dormir. P ya lo había pensado así y no pensaba cambiar de plan.

 Sin embargo las cosas nunca pasan exactamente como uno las prevé. Caminando por ahí, pensando en su familia y sus amigos, tan lejos de allí, P se dio cuenta de pronto que estaba en un barrio que no conocía. De hecho, no sabía cuanto había caminado desde el centro de la ciudad para encontrarse allí. Sacó el celular para buscar la ruta más corta al hotel pero el aparato no servía, la pantalla no se encendía. Siguió caminando por miedo a quedarse solo en la mitad de la nada y entonces lo vio.

 Salió de un bar, o lo que parecía un bar. La verdad era que todo su entorno tenía algo raro, como si lo estuviera viendo a través de una botella o de un vidrio empañado por el frío. Pero apenas lo vio, supo que era él. En sus sueños siempre lo sentía, no lo veía nunca lo suficientemente claro. Pero esta vez lo veía completo y era lo más hermoso que hubiese visto nunca. Su nombre era Q, lo sabía. Sacó él su celular y contestó una llamada y eso le causó curiosidad a P, pues el suyo seguía sin servir. Se acercó con cuidado para no asustarlo y cuando Q colgó, P lo saludó.

 Ambos entrecerraron los ojos. Al parecer el fenómeno visual lo sentía todo el mundo. Pero cuando Q lo tuvo en frente, se le dibujó una sonrisa enorme y se le lanzó encima a abrazarlo y besarlo. Y P no hizo nada para detenerlo, al contrario, le correspondió tanto el abrazo como el beso. Fue un tanto extraño pues no conocía bien a Q, al menos no en persona, en al realidad. Pero ahí estaban los dos abrazándose, Q diciéndole que menos mal que había decidido venir pues no le gustaba cuando peleaban. Le preguntó a P si había estado en la casa todo el tiempo y P asintió, sin saber de que le hablaba.

 Fue todo tan confuso, que P solo se dejó llevar de la mano hacia el interior del local donde los esperaba gente que no conocía pero que lo saludaron como si ellos sí lo conocieran. A algunos creyó reconocerlos de alguna parte y a otros no los había visto jamás. Estaban apenas bebiendo algo y decían que después de las doce era la hora perfecta para comer. El sitio no era un bar sino un restaurante y el dueño era uno de ellos que empezó a acercar fuentes y platos y bandejas con comida deliciosa. Q le dio otro beso a P antes de atacar las berenjenas gratinadas y otro más antes de los corazones de pollo con especias.

 Era surreal pero P quería estar allí todo lo necesario y aprovechaba cada segundo para verle la cara a Q, para recordar cada detalle de su rostro para que nunca la olvidase: tenía el pelo suave y algo más claro que él, era más alto y con una sonrisa enmarcada por unos labios color rosa. Tenía la nariz ligeramente grande pero muy bonita y la línea de la mandíbula marcada pero sin ser brusca. Su cuello era el de un hombre trabajador así como sus hombros. Sus manos eran suaves y él, todo él, olía a una mezcla de mandarinas y vainilla, algo fantástico.

 Entonces P se giró a la puerta y esperó que entraran miembros de su familia y sus amigos, gente a la que extrañaba profundamente. Pero ellos no venían. Pensó en qué estarían haciendo y esperó que no estuvieran solos, que no pasaran esa noche mirando las estrellas o durmiendo para escapar de la realidad, que es dura y fea.

 Sirvieron lasaña y hubo más besos de parte de Q, que se dio cuenta que P estaba algo triste. Solo dijo la palabra “familia” y eso lo hizo acreedor de un beso suave y largo, que les mereció burlas bienintencionadas del resto de los comensales. Fue ahí que P se dio cuenta pero no le importó. La lasaña estuvo deliciosa, así como el postre después e incluso la cidra casera. Se despidieron de los demás hacia la una y media de la mañana. A esa hora, las calles estaban cubiertas de niebla pero Q parecía tan seguro caminando que P solo se dejó llevar, una vez más.

 De la mano fueron hablando y compartiendo silencios. El camino pareció durar una eternidad pero no podía haber sido mucho tiempo. En ese lapso hablaron de su vida futura, de si comprarían por fin esa mascota de la que tanto hablaban o si siquiera la tostadora que a veces hacía tanta falta. A P le encantaba como Q era gracioso pero sin exagerar, era romántico pero lo justo y era autentico, cuanto podía serlo. Y P estaba más que feliz.

 Llegaron entonces a un edificio que parecía ser de eso que no llevaban meses en la ciudad y P siguió a Q cuando sacó unas llaves y abrió la puerta principal. Subieron dos pisos por las escaleras y luego Q abrió otra puerta y P trató de disimular que había quedado sin habla. Mientras P guardaba un vino que les habían regalado y hablaba de lo delicioso de todo en la cena, P se quedó en el recibidor y contempló algo que nunca había visto: su casa. Había fotos de él y de Q, en algunas juntos y en otras no porque había fotos de hacía muchos años. Cuando estaba en el colegio, por ejemplo. Q lo pilló viéndolo las fotos y no dijo nada, solo se le acercó en silencio y le tomó la mano.

 Lo llevo a la habitación y allí empezaron a besarse más y abrazarse y tocar los cuerpos del otro. Una a una, las prendas de vestir fueron cayendo al suelo formando montoncitos con los que nunca tropezaban. Primero las bufandas que se habían puesto para el frío, después las camisetas, después los zapatos seguidos de los pantalones. Al final las medias y la ropa interior, justo antes de cubrirse con la gruesa colcha blanca de la cama de matrimonio. Hicieron el amor. Así se llamaba lo que hicieron con tanta pasión y dulzura y cariño. No se podía negar nada. Cuando terminaron, se dieron muchos besos y se abrazaron, quedando encadenados bajo el hechizo del sueño que llegó justo al final.

 Cuando P se despertó, hizo un esfuerzo consciente para no abrir los ojos, hundiendo su cara en la almohada. Pero sabía que eso no podía durar. Entonces afrontó la realidad y contempló con pesar la habitación del hotel. Estaba desnudo y era ya más de mediodía. Pero eso le daba igual. Su mente lo había traicionado, le había jugado una mala pasada.


 O tal vez, solo tal vez, había visto un pedazo de su futuro y su cerebro y algo en el mundo se habían aliado para darle a probar un bocado de lo que podría suceder. Era muy conveniente verlo así pero así tenía que ser, justo en un momento en el que ya no quería seguir adelante, en el que estaba cansado de un esfuerzo que parecía inútil. Los extrañaba a todos y por eso lloró luego de despertarse. Porque también lo extrañaba a él, a Q, y ni siquiera sabía quién era.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Pensamientos actuales

   Es extraño, pero cada vez lo echo más de menos. Cada día que pasa, siento que debería estar aquí conmigo, siento que debería estar abrazándome y besándome y diciéndome todas las tonterías típicas que dicen las parejas cuando uno de los dos no se siente muy bien que digamos. Creo que sería la única persona capaz de darse cuenta el dolor que tengo, sería el único capaz de identificarse conmigo y solo él se pondría en mis zapatos y me entendería como nadie más.

 Todo eso es raro porque no sé quién es él. No tengo ni idea como es, que piensa o donde vive. No sé siquiera si habla mi mismo idioma, si tiene mi edad o siquiera si todavía vive. Por lo que sé, podría estar muerto, podría haber vivido hace cien años o de pronto vivirá dentro de otros cien. O tal vez, y esto suena aún peor diciéndolo así, yo sea para él pero no él para mi o viceversa. Esa sí que sería una verdadera tragedia. Si las coas cosas son así, no lo quiero saber.

 He soñado con él numerosas veces. He sentido su brazos a mi alrededor, su calor corporal abrigándome y su energía reconfortándome cuando lo he necesitado. Extrañamente, nunca he visto su cara en esos sueños y, si alguna vez la vi, mi mente se encargó de borrar ese recuerdo. De pronto no es bueno para mi saber con antelación quién es él. Al parecer la sorpresa debe ser un elemento importante. Pero yo ya no estoy para sorpresas, estoy cansado de esperar.

 Porque no solo espero por él sino por un gran número de cosas. Espero por una vida tranquila, en la que se me de una opción para ser alguien. Creo que eso es lo que sucede en la vida de la gente: en algún momento les dan la opción para demuestren quienes son y de que están hechos y después la vida va desenvolviéndose según lo que cada uno haya hecho. Yo no soy de los que luchan incansablemente y nunca lo voy a ser. Simplemente no lo soy. Y sin embargo creo que merezco una oportunidad, como el resto del mundo.

 Necesito esa oportunidad para hacer una vida, para poder vivir por mí mismo, tener mi propio espacio y entonces estar más listo que nunca para lo que sea que venga que después, incluido él. Y no, no digo que mi vida gire entorno a la llegada de alguien que ni siquiera conozco. Quiero decir que él será un pedazo del todo, tiene que serlo porque creo que todos necesitamos un soporte en la vida, sea quien sea.

 Ese soporte tendría como finalidad el apoyarme ciegamente cuando lo necesite. Eso sí, tendría la decencia de decirme cuando estoy haciendo mal las cosas y como puedo mejorar y yo lo ayudaría a mejorar a él y así todo el tiempo. Seríamos antes que todo amigos y después amantes y después muchas cosas más que quisiera ser con alguien.

 Hoy, que siento dolor de cuerpo y una bola en la garganta, quisiera tenerlo en cama conmigo y poder abrazarlo. No lo besaría para no pasarle el virus que tengo en mi interior, pero sí le pediría sus brazos y sus piernas para que me calentaran el alma, más que mi cuerpo que ahora parece cambiar de temperatura cada minuto que pasa. Es insoportable.

 En ese futuro, quiero tener un trabajo en el cual concentrarme y quiero tenerlo a él para relajarme y para confiarle esas tonterías que toda la vida he querido confiarle a alguien. Nada de secretos ni nada tan importante sino aquellas anécdotas que uno recoge y que siempre quiere contar pero no hay nadie a quien decírselas. Yo se las diría a él. Y él se reiría o solamente me daría un beso después, a manera de recompensa por tener, de vez en cuando, buena memoria.

 Soy consciente que, si él llegase algún día, no tendría ni idea de que decirle. No sabría como tratarlo y no tendría ni idea de que hacer en general, simplemente hablando y casi rezando para evitar que salga corriendo. Sé que si se presentase así no más, tendría que ser yo alguien interesante, alguien por el que valga la pena quedarse y tal vez esforzarse por conocerme mejor. Y sé muy bien que no es algo muy sencillo de hacer, ni de una parte ni de la otra.

 No es por hacerme el mártir, pero la gente siempre tiene problemas conmigo y yo casi siempre con ellos. No problemas serios, sino en cuanto al entendimiento y al simple interés. La gente, casi siempre, se acerca a quien haga más ruido, a quién sea más vocal y más evidentemente la persona más interesante de un sitio. Por eso los que cantan, bailan, cuentan chistes y demás son casi siempre los más populares en cualquier sitio.

 Pues bien, ese no soy yo. No soy uno de esos que hace cuatro mil cosas en la vida y que para los quince años ya logró lo que muchos adultos no han hecho en su vida. Tienen normalmente experiencia en todo y siempre parecen estar seguros de lo que hacen y como lo hacen, a diferencia de la mayoría de seres humanos. Esos extraterrestres son lo mejor de lo mejor en la sociedad actual y, en mi concepto, son solo una fantasía pues no hay nadie que pueda soportar el peso de tantas cosas por tan tiempo.

 Yo estoy muy lejos de ese concepto. No soy ni la mitad de interesante ni la mitad de conocedor de nada. Tengo algo de conocimiento “de cóctel”, que viene bien de vez en cuando, pero eso es todo. Si sé de algo más, es de cosas que no vienen al caso en una conversación y mi ser exterior, mi físico, no invita a nadie a quedarse a tomar una copa. Por eso no estoy seguro de su llegada, si es que habrá una llegada.

 Alguien se sorprendió hace poco cuando le dije que muchos pagarían por estar conmigo una noche pero jamás estarían gratis conmigo de por vida. Pensaron que estaba siendo muy cruel conmigo mismo y que estaba exagerando de sobre manera. Les conté también cuando, hablando con un chico con el había salido a comienzos de mi época universitaria, le dije al concluir una conversación que los dos éramos las caras de una misma moneda: a mi me querían para una vez, a él para toda la vida. Y esas afirmaciones eran tan ciertas en ese momento, como lo son ahora. No tengo dudas al respecto.

 Lo sé porque lo he vivido, porque he caminado por esos senderos en los que no hay más opción sino el sexo, las demostraciones físicas de lo que podría ser afecto pero es más placer que nada más. Y a veces ni siquiera eso, a veces solo quieren sentirse importantes y eso es algo que logra darme asco. Si alguien te quiere cerca nada más para sentirse importante, con poder, para sentir que puede hacer lo que quiera, entonces esa persona es la sal de la tierra y tu un o una idiota sin remedio.

 Por eso, a veces, prefiero quedarme con mis fantasías y sueños. Porque en ellos él siempre volteará a mirarme, él siempre me tomará de la mano y me acompañará adonde sea que vaya. Al fin y al cabo son mis creaciones, son lugares que yo mismo he diseñado y que he creado en su integridad así que es obvio que se sometan a mis decisiones, a mis deseos. No podría ser de otra manera.

 Pero todo eso lo quiero yo en la realidad. Quiero esas historias en las que alguien conoce a otra persona casualmente, comiendo algo en algún sitio o en un museo o en algún sitio en el que dos personas solas tengan posibilidades de encontrarse, casi de chocar una con la otra. Ese siempre ha sido mi deseo, que esa fantasía se haga realidad porque creo que merezco que sea una realidad. Y eso puede ser que parezca muy pretencioso y ya demasiado irreal pero creo que así son las cosas.

 Porque no habría de merecérmelo después de años de no sentir nada por nadie, de imaginarme solamente que se siente estar enamorado? La verdad es que yo en el amor como tal no creo nada pero si creo que hay algo más básico y menos todopoderoso, algo más humano que se siente diferente con cada persona. Y sé que lo que quiero sentir ahora no lo he sentido nunca antes, incluso si una vez en el pasado pensé que lo había sentido. Creo que es hora de obtener ese premio.

 Pero primero necesito avanzar. Necesito que mi vida cambie de una u otra manera, de dejar de cometer errores y de dejar de complacer a los demás cuando dicen cualquier cosa. Siempre parece que me estoy disculpando por lo que pienso y cuando soy claro y no me disculpo parece que estoy siendo prepotente. Eso es porque la gente no sabe que pensar de mi, porque me creen un idiota o alguien excesivamente agresivo, pero nunca nada entre esos dos.


 Yo solo quiero estar tranquilo. Solo quiero tener alguna oportunidad. Y, honestamente, no creo que sea mucho pedir.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Correo misterioso

   Teresa ya estaba acostumbrada al trabajo y hacía todo de forma automática. Estando encargada de reabastecer los estantes de un pequeño supermercado, sabía cuando tiempo debía tomarse en cada estante para demorarse el tiempo justo hasta la hora de almorzar. Si hacía todo antes de esa hora y si los dueños decidían que estaba siendo muy lenta, la ponían a limpiar los pisos y eso era lo peor que podía ocurrirle. Los brazos terminaban doliéndole mucho y cuando llegaba a casa en la noche tenía espasmos al acostarse. Pero hacía lo que le pidieran pues necesitaba el trabajo y el dueño del lugar pagaba muy bien, pues solo tenía tres empleados: su hijo que ayudaba a veces con los mismo que Teresa y su esposa que atendía la caja.

 A la vez que trabajaba en el supermercado, Teresa también estudiaba en la universidad. Su sueño era convertirse en una arquitecta renombrada pero tenía que confesar que no tenía la misma imaginación e inventiva que muchos de sus compañeros de clase. Había momentos de lucidez intelectual, como a ella le gustaba llamarlos, pero no ocurrían todo el tiempo y menos cuando llegaba a clase cansada luego de trabajar de siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Estudiar de noche era lo único que le quedaba pero la mayoría del tiempo no sabía ni lo que estaba haciendo y eso que todo el resto de compañeros pasaban por lo mismo. Teresa luchaba muchas veces por estar despierta y poner atención pero las ideas simplemente no fluían tan fácilmente.

 Además, y puede que lo más difícil del cuento, es que Teresa vivía completamente sola en un pequeño apartamento y su universidad la pagaba el Estado. Esto era un arreglo modelado para ella pues sus padres habían trabajado para el país por muchos años y habían muerto en el trabajo. Hasta donde se acordaba, ellos habían sido trabajadores del ministerio de obras públicas y habían muerto atendiendo una tragedia natural pero no sabía si había sido un terremoto o un volcán u otra cosa. En todo caso el Estado, a modo de compensación, le pagaba la universidad. El apartamento era uno que había sido de su padre cuando joven, o algo así, y ella lo había heredado.

 A ella siempre se le había hecho curioso que una persona joven fuera dueña de un apartamento y que el Estado fuese tan atento con ella solo porque sus padres habían muerto en un accidente del que nadie hablaba. Muchas noches, cuando no estaba rendida, Teresa trataba de recordar las caras de sus padres y el momento en que ella había entendido que ellos habían muerto. Pero simplemente no recordaba nada de nada, ni de alguien diciéndole la noticia ni los detalles del accidente de sus padres. Solo sabía que era pequeña, que la cuidó una tía hasta que tuvo dieciocho años y ahí se independizó y empezó a estudiar y trabajar.

 Secretamente, porque de eso Teresa no hablaba con nadie, ella soñaba que sus padres volvían y que le explicaban que todo había sido un terrible malentendido, en el que habían confundido a su padres con otra pareja. Y la habían dejado sola porque eran espías o algo parecido. Al final, cuando terminaba de soñar despierta, sonría y se daba cuenta de lo ridículo de las cosas. Ella incluso había ido a las tumbas de sus padres pero no le gustaba ir al cementerio pues no creía mucho en ir a hablarle a dos personas que ni existían. Sonaba cruel, pero así eran las cosas y a pesar de que ella soñaba siempre con los mismo, la verdad era que ahora era una persona independiente y ya no necesitaba de ningún tipo de familiar que velara por ella.

 Sin embargo, alguien comenzó a preocuparse. Se dio cuenta uno de esos días que llegaba rendida, cuando revisó la casilla del correo y se dio cuenta que había un sobre blanco pequeño solo con su dirección. En su cama, abrió el sobre y al hacerlo vio como cayeron varios billetes y adentro del sobre había más. Era mucho dinero. Pero lo más sorprendente del asunto no fue eso sino que por esos días ella tenía una deuda que debía pagar con una tienda de suministros para estudiantes de arquitectura, donde vendían todos los materiales para hacer las maquetas y demás. En el sobre había un poco más de lo que necesitaba para saldar la cuenta.

 Al día siguiente fue a pagar y la mujer del lugar le contó que habían recibido su carta para esperar un poco más y darle un día más de plazo para pagar. Ella sonrió y no dijo nada pero la verdad era que no había escrito ninguna carta. Ella pensaba que el plazo vencería y el monto a pagar simplemente se volvería más difícil de pagar pero eso no fue lo que ocurrió. Alguien la estaba ayudando, enviando esa carta y el dinero para pagar su cuenta. No preguntó por la carta pues hubiese sido extraño pedirle a la mujer algo que ella misma había escrito. Tampoco quería que la gente pensara que se había vuelto loca y eso que ya lo parecía a veces, cuando tenían mucho trabajo y estudio acumulado. Después de pagar se fue a casa y la semana siguió sin nada a notar.

 Por lo menos fue así hasta que recibió una caja llena de bolsitas de té. Era muy curioso, no solo porque la caja de nuevo no tenía remitente, sino porque ella amaba el té y la persona que lo había enviado seguramente sabía que a ella le gustaba. Esta vez, dentro de la caja, había una pequeña nota escrita en computador. Simplemente decía “No duermas en clase”. Esto la asustó más que nada y dejó la caja en la cocina sin revisar nada más. Esa noche no pude dormirse rápidamente, pensando que la persona que le había escrito ese mensaje sabía que ese mismo día ella se había quedado dormida en clase, sin que nadie se diese cuenta. O eso pensaba ella.

 Las próximas clases, estuvo despierta y con los ojos muy abiertos pero más que todo por el miedo de alguien, un pervertido o un loco, la estuviera vigilando en todas partes. Lo sucedido la estaba volviendo paranoica pues saltaba con cualquier sonido y respondía de mala gana a cualquier pregunta. Ya no tenía la concentración de antes para arreglar las estanterías y tuvo que pagarle a la esposa del dueño dos frascos de aceitunas que fueron a dar al piso por ella estar distraída mirando a su alrededor a ver si alguien las estaba observando. Todos los días era lo mismo y a veces se volvía peor, en especial cuando le llegaba algún sobre con un mensaje parecido al anterior, alguna frase corta que destruía con un encendedor.

 Ella no quería consejos ni dinero ni ayuda de nadie. Quería tener una vida en paz, tranquila y sin tener que estar mirando pro encima del hombro. Era una pesadilla tener que abrir la casilla de correo para ver si ese día el loco o la loca que la perseguía le había enviado algo. Estaba tan mal, que empezó a pensar que de pronto era que sus sueño se había convertido en realidad y que sus padres habían vuelto de donde sea que estaban para hablar con ella y vivir juntos todos de nuevo. Pero esa conclusión tenía problemas pues no tenía sentido que sus propios padres jugaran a las escondidas con ella, y menos ella sabiendo que le habían dicho que estaban muertos. No hubiese tenido sentido que se ocultaran como si fueran asesinos o algo peor que eso.

 Nada parecía tener sentido. Al menos no hasta que Teresa decidió tomar el toro por los cuernos y se fue con todas las cartas más recientes a la oficina de correos, donde preguntó por el remitente de las cartas. Por ley, ella tenía derecho a saber quién era la persona que le estaba enviando tantos mensajes y dinero y cosas para comer. Un hombre de la oficina de correos, que parecía ser muy hábil con el sistema, le dijo que le prometía encontrar al remitente pero que tomaría tiempo pues la persona se había ocultado muy bien detrás de todo el embrollo que era el sistema de correos. El hombre trabajó en ello toda una semana hasta que dio con una dirección y se la dio a Teresa por teléfono.

 Ella fue hasta allí. Hubiese podido averiguar un teléfono o incluso un correo electrónico pero pensó que lo mejor era hacer las cosas en persona para que quien sea que la acosaba, entendiera el mensaje de que ella no iba soportar más esa situación. Tocó a la puerta y abrió una anciana, una mujer muy encorvada y con demasiadas arrugas en la cara. Al ver la cara de Teresa, la mujer empezó a llorar. Del fondo de la habitación, vinieron una mujer y un niño y cuando vieron a Teresa también hicieron caras pero se ocuparon primero de la anciana. Todos entraron a la casa y después de un rato, la mujer sentó a Teresa a una mesa y le explicó lo que había estado sucediendo.


 La anciana era su abuela, la madre del padre de Teresa. Ella se había distanciado de su hijo pero había sabido de su muerte hasta hacía poco y la culpa la había hecho investigar sobre él. Había dado con la existencia de Teresa y había utilizado a su enfermera y a su hijo para que siguieran a Teresa y averiguaran que necesitaba. Ellos la habían ayudado con todo y ahora la mujer estaba bastante frágil de salud, razón por la cual había hecho todo lo posible por acercarse a Teresa pero sin hacerle daño. Teresa tuvo sentimiento encontrados pero al fin de cuentas esa era su abuela. La cuidó unos meses hasta que murió y entonces empezó a ir al cementerio. Tenía que hacer las paces con su familia y con el pasado.