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viernes, 22 de febrero de 2019

No más


   Mis pies estaban muy mal, estaban abiertos en ciertas partes y muy sucios después de haber caminado descalzo por tanto tiempo. Me tuve que detener en un pequeño claro del bosque por donde pasaba un arroyo completamente transparente, que apenas hacía ruido bajando hacia las zonas más planas de la región, aquellos lugares que yo estaba tratando de evitar. Metí los pies en el agua y sentí un punzón horrible cuando lo hice, fue como si miles de pequeños cuchillos se insertaran en las plantas de mis pies y lentamente se fueran hundiendo en la carne, haciendo que viera el infierno de muy cerca.

 El dolor era normal después de tanto tiempo. No tenía ni idea cuánto había pasado desde que había entrado al bosque. Me había estado ocultando allí durante mucho tiempo, caminando por todas partes, recorriendo kilómetros de bosque y zonas que parecían imposibles de explorar por parte de los seres humanos. El resultado había sido una disminución de la masa corporal, una dieta algo restringida y la destrucción de sus pies y sus manos. Su piel estaba seca, pero se mantenía moviéndose por el bosque lentamente, por eso el agua se sentía así, tan agresiva y dolorosa cuando en verdad era algo suave y calmo.

 Después de un rato, el dolor pasó y pudo sentir algo de lo que hubiese sentido si sus pies no estuviesen destrozados. Algunas lagrimas rodaron por sus mejillas, pero no les puso atención. Solo se limpió y se miró los pies entre el agua. Pero en verdad no estaba mirando sus pies, sino que estaba recordando mejores ocasiones en las que había estado en o cerca del agua. Como cuando era niño y chapoteaba en alguna plaza, jugando en la arena con baldes y rastrillos de plástico. No sabía dónde había sido eso o cuando, pero estaba claro que no era algo que su cerebro se había inventado. Estaba seguro de que se trataba de verdaderos recuerdos.

El fondo del arroyo estaba cubierto de musgo, lo que lo hacía un terreno poco agradable para caminar. Pero yo me puse de pie y caminé río arriba, con mi pequeña mochila a un lado y mis pantalones subidos hasta las rodillas. Los mojé un poco pero eso no me importó. La idea era alcanzar un terreno más alto y encontrar algún sitio apropiado para dormir en la noche. Por raro que pudiese parecer, las rocas grandes eran siempre un lugar fresco y extrañamente cómodo para descansar, si es que lograba encontrar una. Y los ríos eran siempre buenos lugares para encontrar rocas y cosas parecidas.

 En otros momentos había intentado dormir sobre el suelo del bosque y también apoyado en troncos o subido en árboles y la verdad era que nunca había podido dormir demasiado en ninguno de ellos. Y ese era uno de sus más grandes problemas: la falta de sueño podía hacer que todo un día fuese un infierno y si se le sumaba a la falta de comida, podía convertirse en toda una pesadilla sin fin a la vista, cosa que nadie quería que ocurriera.

 Así que caminé hasta que lo único que encontré fue frío y piedras pequeñas que nunca me servirían para dormir. Pero gracias a la naturaleza, una gran cantidad de musgo había crecido a un lado y al otro del arroyo y algunas partes se extendía como un colchón muy suave. Era algo que no había intentado y, a pesar de lo húmedo, valía la pena probar al menos una vez. Así que dejé mi mochila allí y, sin sacar los pies del agua, miré a mi alrededor. Lo que faltaba era encontrar algo que comer y por allí no parecía haber mucho más que piñas duras de los pinos y una que otra fruta podrida que los animales no habían consumido.

 Lo mejor sería subir más, y encontrar algunos arbustos con frutos del bosque o algo por el estilo. De la mochila saqué una bolsa de plástico, de esas con cierre, y empecé a caminar, eventualmente dejando de pisar el fondo del arroyo. Pisar la tierra seca del bosque no era muy agradable, pero ya me había acostumbrado así que no lo pensé demasiado. Caminé y caminé hasta encontrar los arbustos que sabía que debían existir a esas alturas. Sin dudarlo, empecé a tomar frutas y a ponerlas en mi bolsita de plástico. Las olí antes, claro y pude comprobar que no eran venenosas. Comía un poco y echaba otras en la bolsa.

 Así estuve un buen rato hasta que oí ese horrible sonido, que hizo que la tierra misma temblara y que tuviese que echarme al suelo por temor a perder lo poco que me quedaba en la vida. El sonido pareció más como una ola que recorre todo, haciéndose sentir con fuerza. Yo pude resistirla estando en el suelo, pero algunos de los arbustos de los que había recogido fruta fueron arrancados de raíz de la tierra y lo mismo ocurrió con muchos árboles, que caían haciendo un ruido que no creo poder olvidar jamás. Cuando todo pasó, noté también un olor en el ambiente que no era difícil de distinguir. Era humo, espeso e invasivo.

 Como mi vista había sido despejada por la caída de los árboles, pude ver sin problema de dónde había venido la ola de ruido. A mucho kilómetros, se había una gran cantidad de humo que subía con rapidez hacia lo más alto del cielo. Era humo negro y marrón, que parecía crecer como espuma. No se detenía y lo hacía casi sin ruido. Pude ver que el estallido se había originado en las planicies que yo tanto evitaba y que los pocos árboles que allí habían ya no estaban. Si mi bosque había sido destruido, pues a la planicie no lo había ido nada mejor. Todo había sido arrasado por completo, ya no había nada.

 La vista era extrañamente atractiva y tengo que confesar que me quedé viéndolo todo por un largo rato. La nube seguía creciendo y yo esperaba que, de algún lado, me cayera la explicación de todo lo que había ocurrido. Pero no, nada venía y estaba claro que tendría que acercarme mucho más para entender qué era lo que había ocurrido. Me di la vuelta por fin, tomé mi bolsita de frutos del bosque del suelo, y volví a mi cama de musgo junto al arroyo.

 Para el atardecer, ya había consumido la mitad de la bolsa de frutas. El plan era ir allí a la mañana siguiente para recoger más y luego continuar hacia otro lugar. No podía quedarme en el mismo sitio mucho tiempo, pero estaba seguro que recordaría el lugar para próximas ocasiones. Me eché en el suelo de musgo cuando estuvo oscuro y miré hacia arriba, hacia las estrellas. Estaba claro que la explosión había tenido sus efectos, pues el cielo parecía ocultarse detrás de una capa de tierra. Pero pude reconocer las estrellas con facilidad, incluso detrás de toda esa basura. Fue entonces que pensé aún más en la explosión y en ellos.

 Los otros seres humanos, estaba claro, todavía tenían muchos ases bajo sus mangas. Era apenas obvio que poseían armas pero jamás se me hubiera ocurrido que tendrían la capacidad para algo de ese tamaño y de ese poder. Me había ido de su lado hacia mucho porque no podía soportar más esas ideas estúpidas que tenían de conquistarlo todo, a pesar de que ya no había mucho que conquistar ni porque pelear. Pero casi todos estaban de acuerdo con ese proceder y yo simplemente opté por salir de ese maldito mundo de los seres humanos donde todo es siempre una lucha constante y nunca hay un solo momento de calma.

 Mirando a las estrellas, estoy seguro que jamás entenderán lo que significa mirar hacia arriba por un solo momento. Solo quieren tener más y más y más y yo no necesito nada. Es cierto que tengo el cuerpo destrozado por el esfuerzo, pero prefiero estar así a tener la mente llena de estupideces que no sirven para nada. Yo nunca tuve intenciones de lastimar a nada ni a nadie ni nunca las tendré. No tengo las horribles ambiciones que los consumen a ellos y por eso decidí salir corriendo de allí, antes de que ellos tomaran medidas por su propia cuenta, como yo sabía muy bien que iban a hacer. Eran predecibles.

 Me fui con las pocas cosas que me pertenecían en mi pequeña mochila y me perdí para siempre en el bosque, uno de los lugares a los que ellos jamás irían. Estaban demasiado ocupados pensando en grandes ciudades y en todas las riquezas que podían obtener de una cosa o de otra. Además, yo no tenía familia de ningún tipo y todos mis presuntos amigos habían ido a dar al bando contrario, creyendo que era la única manera en la que podrían salvar a sus familias de morir de hambre en pocos meses. Tal vez tenían razón, la verdad no lo sé. Pero yo no quería seguir esos pasos de muerto en vida y por eso decidí irme sin decir nada.

 Mi vida ahora está en el bosque y mi muerte también. No tengo porqué tener miedo de nada aquí adentro, pues nada tiene tanta maldad como un ser humano. Y lo digo siendo uno. Con esa explosión y ese hongo de humo negro y marrón subiendo cada vez más, me di cuenta de que mi elección fue la correcta y de que no hay nada que temer pues cualquier destino es mejor que el de la sangre y el odio. Estoy en paz, a pesar del dolor que pueda seguir sintiendo.

lunes, 7 de enero de 2019

Proyecto


   Los fuegos artificiales estallaban a un ritmo constante, asombrando a la multitud que veía el cielo con ojos bien abiertos y bocas casi siempre igual de abiertas. Niños, mujeres y hombres, también ancianos e incluso mascotas veían el espectáculo que se desplegaba muy por encima de la ciudad. Era algo jamás visto por todos ellos y por eso casi todos habían salido a ver todo con sus propios ojos en vez de verlo por televisión o en línea. Pero no todos estaban viendo el cielo, más bien al contrario.

 Un par de personas estaban abriendo una de las bóvedas más seguras de toda la ciudad en ese mismo momento. Como no había nadie en la cercanía, no tenían porqué preocuparse. El sitio además no tenía seguridad física sino solo por cámaras de seguridad y otros dispositivos que habían sido desactivados con gran facilidad antes de entrar al lugar. Por eso la pareja estaba tecleando con tranquilidad todo el código que debían de utilizar para terminar de bajar todas las medidas de seguridad que quedaban.

 Cuando por fin pudieron entrar al corazón de la bóveda, escucharon más estallidos en la lejanía. La gente seguía mirando al cielo. Era seguro entrar y sacar las dos cajas metálicas por las que habían venido. Las abrieron con una llave maestra que habían creado en una impresora especial y luego trasladaron el contenido a una simple mochila algo raída, que no parecía ser la ideal para llevar contenido de alto valor. Todo fue hecho en unos momentos y pronto estuvieron los dos en la calle, caminando hacia el espectáculo.

Se metieron entre una multitud en el parque y se sentaron en un pequeño lugar que encontraron sobre el césped para ver lo último que quedaba de lo que ocurría. Sacaron de la misma mochila raída dos botellas de cerveza y brindaron por lo que habían hecho, aunque la mayoría de las personas creyeron que celebraban por el fin de año. Sus sonrisas pasaron desapercibidas, aplaudieron como todo el resto y se besaron y abrazaron como la gran mayoría de las personas que estuvieron allí.

 Mientras las personas se retiraban del lugar, ellos se tomaron de la mano y caminaron despacio hacia su hogar. Fueron caminando hacia su hogar, en vez de tomar el tren o el tranvía. Miraron las vitrinas apagadas de los comercios y las luces que todavía brillaban aquí y allá. Ya todos habían recibido sus regalos y pronto los mayores regresarían al trabajo y los niños volverían a la escuela. Y ellos también tendrían que hacerlo, a sus verdaderos trabajos que nada tenían que ver con lo que habían hecho con anterioridad esa noche. Cuando llegaron, quedaron dormidos rápidamente.

 Al día siguiente, revisaron lo que habían tomado de la bóveda encima de la mesa del comedor, una pequeña mesa circular al lado de la ventana de la cocina. Había algunos documentos pero lo más importante eran dos pequeños elementos de plástico, uno azul y otro rojo. Eran memorias para computadora que contenían información esencial para un proyecto que ellos tenían desde hacía mucho tiempo. Era código clave que alguien había diseñado para crear programas de computadora innovadores.

 Técnicamente habían robado pero al mismo tiempo estaban seguros que nadie nunca sabría que esos elementos ya no estaban en la bóveda del banco. Eso lo sabían porque conocían al dueño de la bóveda y estaba claro que él nunca querría abrir esas cajas. Su novia era la persona que había diseñado el código y ella le había pedido que lo guardara para siempre, pues creía que las personas no estaban listas para manejar lo que ella había creado. Pensaba que los usos que se le darían no serían los mejores.

 Sin embargo, era lo que necesitaba la pareja que había extraído la información del banco. Con cuidado, habían podido ir averiguando más y más detalles de todo el asunto. Habían tenido que ser muy pacientes hasta que por fin sintieron tener lo suficiente para hacer el siguiente paso. El robo había sido muy fácil de ejecutar y de planear, pues el último día del año era el día ideal para algo de ese estilo. La gente estaría distraída y no notaría ligeros cambios en la seguridad de un banco que no tenía mucho de especial.

 Por suerte, no era un lugar donde la gente con dinero guardara sus cosas o dónde se escondieran muchos secretos. Era solo un banco más, como había cientos o miles por todo el país y la ciudad. Así que nadie tenía porque estar mirando justo ahí y en ese momento. Eso sin decir que ellos no eran del tipo del que nadie sospecharía para hacer algo semejante. Eran gente promedio. Ni resaltaban de la multitud ni eran extraños. Eran solo personas como muchas otras y eso era todo.

 En la cocina, aprovecharon que era un día festivo y empezaron a meter el código en un portátil que habían construido ellos mismos comprando partes a lo largo de varios meses. Los dos conocían muy bien lo que tenían que ir haciendo y estaban muy pendientes de no usar el programa de forma errónea ni de dejar rastros detrás de lo que hacían. La concentración tenía que ser óptima y por eso habían decidido que una persona debía trabajar en ello a la vez, para minimizar interrupciones y evitar equivocaciones en momentos clave que podrían cambiar el producto final de su pequeño proyecto.

 El programa había sido diseñado, en un principio, para mejorar la vida de las personas. Lo que hacía, para decirlo de manera directa, era simplificar la vida de todos haciendo que los trámites que todo el mundo debía hacer en la vida fueran más sencillos, unificándolo todo en una sola plataforma rápida, eficiente e inteligente. Sin embargo, el código requería muchos elementos clave y ahí recaía el problema con el que se había encontrado la diseñadora original. No había contemplado el problema ético.

 Ella era una de esas personas que solían pensar siempre en los mejores aspectos de una persona, siempre tenía en mente el potencial de los seres humanos y creía que todas las personas siempre tenían presente hacer lo mejor para y por todos. Sin embargo, era obvio que la realidad era otra y se había dado cuenta muy tarde. El código requería datos que parecían inofensivos pero que podían destruir la vida de una persona con sorprendente facilidad. Era algo tan inocente que a ella no le había parecido evidente.

 Pero lo era para todos los demás. Su mismo novio le había hecho caer en cuenta que su programa tenía un potencial destructivo enorme, que podría incluso acabar con la vida normal y corriente de las personas. Alguien con otras intenciones, podría destruir las vidas de muchos con facilidad y arreglarlo sería casi imposible. Por eso la diseñadora decidió echarse para atrás, guardándolo todo en una bóveda de banco para que alguien en algún momento pudiera aprender de ello, si es que alguien lo descubría.

 Y ahora la pareja lo estaba actualizando y cambiando algunos de los aspectos más arriesgados del programa. Debían trabajar en el proyecto con constancia, por varios días hasta que lo tuvieran a punto para hacer lo que necesitaban hacer. No sabían las consecuencias ni querían pensar mucho en ello. Lo único que sabían era que necesitaban hacerlo, tenían que hacerlo porque era la única vía que encontraban para lograr su proyecto que no era nada más sino algo que veían como de vida o muerte.

 Cuando terminaron, usaron el programa para usarlo contra ellos mismos. La idea era destruir por completo su propia existencia. Cada una de las informaciones que existían sobre los dos, desaparecerían con un solo clic. En pocos minutos, todo rastro de su vida desaparecería. Cada imagen, cada escrito, cada rastro de educación o trabajo, cada lazo de parentesco o de amistad, serían borrados para siempre. Ellos quería dejar de existir y probar por una vez algo que la mayoría de las personas nunca probarían en sus vidas: la verdadera libertad, la sensación de no tener limites ni restricciones.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Decisión


   Estaba decidido. Apenas me desperté ese día, supe que lo tenía que hacer. Ya no había sombra de dudas, ya no había razón para seguir postergándolo o para pensarlo más de lo que ya lo había hecho. Nada me detenía. Por mucho tiempo había sentido una molestia por todo el cuerpo, dentro de mi cerebro, pero como iba y venía solo le ponía atención cuando de verdad me hacía sentir muy mal, cuando ya no la podía aguantar y debía quitármela de encima, como una manta que se aferra al cuerpo, como algo invasivo.

 Pero ya no la sentía así. Esa mañana, les plantee a mi padres un paseo al que iría yo solo. Argumenté que quería ir a ver unas señales pictóricas talladas en piedra para tomarles fotos. No sé porqué me inventé semejante excusa, pues era demasiado elaborada y daba demasiadas pistas. Ellos se alegraron al oír mi idea y pensaron que los estaba invitando. Rápidamente, tuve que decirles que iría con mi amigo, aquel que me había inventado hacía tanto años y que no era más real que Harry Potter o que Cthulhu.

 Preparé ese día lo necesario y me mantuve lo más normal que pude durante todo el día. No quería atraer la atención hacia a mi ni que notaran lo tensionado que estaba a veces, al pensar en lo que iba a hacer. Dicen que si tienes dudas no deberías hacer algo pero solo lo dicen cuando es algo considerado “malo”. Si las dudas son sobre algo “bueno”, te dirán que te lances y que, termine como termine, será una buena experiencia. Es la típica doble moral de la humanidad, que sirve en todos los casos.

 Esa noche casi no pude dormir. El dolor de espalda que tenía era monumental y la cara me había empezado a picar como si hubiese metido de lleno en un matorral lleno de ortiga. Di vueltas y vueltas, pensando mucho. Cada cosa en la que podía pensar apareció en mi mente como si se colara por entre un pequeño huequito. No recuerdo ya si solté algunas lágrimas, si grité en mi almohada o si me levanté en algún momento a lavarme la cara en el baño. Solo sé que por fin me quedé dormido, no sé a que hora.

 Soñé con un campo enorme, verde como nada que hubiese visto en la vida real. El cielo no se veía. Había una capa gruesa de neblina que lo cubría todo y no dejaba ver nada. Yo caminaba dando pasos lentos, tratando de ver lo que no había manera de ver. En algún momento, escuché ruidos que venían del otro lado de la neblina. Al comienzo no supe que era, pero entre más me acercaba, más evidente se volvía de que se trataba de gritos. La piel se me erizó y creo que lo mismo ocurrió con mi piel real. Creo que el sueño duró más tiempo pero ya no recuerdo qué era lo que pasaba o cómo terminó.

 Al día siguiente, me levanté temprano y revisé mi mochila. Tenía todo listo.  Solo me la eché a la espalda y salí de casa. El camino iba a ser largo pero mis pasos no eran los de alguien que duda de lo que va a hacer. Eran pasos seguros, que daba a un ritmo constante, sin un momento de duda. Cuando llegué a la parada de los buses, pedí en mi cabeza que no tomara mucho tiempo para pasar el que me servía. No quería esperar más de lo necesario, no tendría sentido en una situación como en la que estaba.

 No se demoró mucho ni poco, lo normal para una ciudad tan caótica como en la que vivía. La ruta del bus me llevaba directo hacia el borde norte, donde tendría que tomar otro transporte para poder llegar a mi destino final. Todo esto estaba planeado y lo había tenido en cuenta antes. Mientras el bus paraba para dejar o recoger más pasajeros, yo solo miraba por la ventana para apreciar el color azul que tenían las mañanas por allí. Fue entonces que me di cuenta que había llovido y todo parecía tener colores más brillantes.

 Vi subirse ancianos y niños, mujeres solas que iban a trabajos mal pagados y hombres que no parecían muy contentos. Algunos hablaban en voz demasiado alta y otros no tenían a nadie con quien hablar, aunque se les notaba que querían. Me pregunté entonces si todos ellos, no solo los solitarios sino todos, habían pensado alguna vez en lo que yo iba a hacer. ¿Serían sus vidas muy diferentes a la mía y nunca pensarían en algo así? ¿Se los prohibiría su religión, su código moral o sus reglas sociales?

 Hacía mucho frío cuando me bajé para tomar el segundo bus. Ya estaba allí cuando llegué, esperando a llenar su cupo con las personas que llegaran a ese punto de la ciudad. Cuando subí, solo habían unos cuatro asientos ocupados. Me senté por la mitad del bus y esperé, como todos los demás, a que el conductor decidiera que ya había esperado demasiado. No sé cuanto tiempo estuvimos allí, solo sé que al rato estábamos yendo a toda velocidad por la carretera, esta vez sin las limitaciones del tráfico.

 La vista cambió por completo. Antes veía solo edificios y casas, torres de oficinas y comercio. Ahora eran las montañas, verdes y marrones, así como algunas casitas pobres y fábricas que habían expulsado lo más lejos posible para evitar contaminar los pulmones de millones de personas. Estuve una hora allí hasta que por fin llegamos a la parada que me servía y me bajé antes que nadie. Era un camino de tierra solitario el que partía desde la carretera principal y se adentraba en el monte, hacia el bosque y el sitio donde de verdad sí había antiguas rocas talladas por indígenas que ya no existían.

 En mi celular tenía un mapa de toda la zona y solo tuve que mirarlo para saber por donde ir. Primero había que caminar a lo largo del camino de tierra por un buen rato. Así que eso hice, pisando charcos y barro en el recorrido. Hacía mucho frío y pensé entonces que era el día y el lugar perfecto para hacer lo que tenía que hacer. No tenía ni una sola duda en la mente, al contrario. Ese clima y el panorama parecían haber despejado cualquier duda que pudiese haber tenido en ese momento o antes.

 Cuando llegue a la entrada del lugar, vi un letrero y senderos mejor cuidados que partían en diferentes direcciones. Yo debía de tomar el de la izquierda y seguirlo hasta lo más profundo del parque. Tengo que decir que me fastidiaba un poco la idea de hacer todo ese esfuerzo, porque caminar por el sendero podía cansar muy rápido, pero traté de no pensar demasiado en ello. Solo debía seguir y seguir, sin pensar en nada ni tomarme las cosas demasiado personales. Así tenían que ser las cosas, sin importar nada más.

Al final del camino había un hermoso lago cuya superficie parecía casi plana y era oscura como nada. Imaginé que la temperatura del agua debía ser horriblemente fría. Me dieron nervios de solo pensar en caer allí y, solo esa idea en mi cabeza, hizo que empezara a reír de manera estridente. No me tapé la boca ni hice nada para detener las carcajadas, las ganas que tenía de reírme de verdad. Se sentía como algo que había querido salir hacía muchísimo tiempo pero que simplemente no había tenido la oportunidad.

 Caminé un poco más, hacia un grupo de árboles que había a un lado del lago, y allí me senté, quitándome la mochila de la espalda. Inhalé el impecable aire de la zona y miré a mi alrededor. No había ni rastro de seres humanos y los únicos animales presentes eran algunas moscas. Inhalé de nuevo, la sonrisa desdibujándose de mi cara, y fue entonces que decidí abrir mi mochila y sacar lo que había traído. Un frasco, una barra de mi chocolate favorito y mi portátil. Tenía claro el orden de las cosas.

 Las pastillas actuarían en cinco minutos, así que las tomé primero. Se recomendaban sin agua, aunque su sabor era un poco como a tiza o a hierro. Acto seguido, tomé mi portátil y lo lancé al lago con fuerza. Mi como se hundió rápidamente, causando movimiento con algunas burbujas.

 Lo último fue morder la barra de chocolate y probarla por última vez. El sabor se combinaba con el de las pastillas, cosa que no había pensado, pero no importaba ya. Me eché a un lado del lago, saboree el chocolate y cerré lo ojos, esperando que todo terminara lo más pronto posible.