Todos los hemos pensado alguna vez en la
vida: que pasaría si pudiésemos volver al pasado y cambiar algo que hicimos
bien por lo que ahora pensamos que deberíamos haber hecho? Y si pudiéramos
tener una segunda oportunidad siempre, para enmendar nuestros errores o para
hacer las cosas de un modo más favorable para nosotros? El tiempo es algo que
nos atrapa y ni nos damos cuenta y nos frustra cuando vemos que es una de esas
cosas que no podemos controlas y sobre las que nuestra humanidad es
completamente inútil.
Sé que yo lo he pensado alguna vez. Desde
tonterías como tener más tiempo para responder mejor a un insulto o un piropo
hasta detenerlo, para poder guardar el momento de una manera más especial, más
segura. Después de todo estamos obsesionados con el concepto de “perfección”,
un concepto que de hecho es inexistente ya que, por definición, todos los seres
humanos somos deficientes en una u otra manera. Incluso aquellos que nacen con
cuerpos cien por ciento funcionales o un aspecto físico que responden a los
cánones de belleza imperantes, tienen imperfecciones que van más profundo que
la superficialidad de la belleza.
Lo queremos todo bello, bonito, hermoso. Pero
eso porque sabemos que el mundo en realidad simplemente no es así. El mundo
también es asqueroso, desagradable y enfermizo. La vida es ambas cosas y negar
va en directo detrimento de la otra. Cuando deseamos para el tiempo o cambiar
lo que hicimos, con frecuencia tiene meta hacer de nuestras vidas algo más
ejemplar, algo más nítido y pulido. En otras palabras, algo perfecto. Lo
irónico es que si hay algo imperfecto en el mundo, es la vida humana.
Estamos hechos para equivocarnos. Si no lo
hiciésemos, no seríamos humanos sino algo más que no hemos descubierto porque
no existe. Y sin embargo, seguimos buscándole ese quiebre al tiempo, una manera
de ganarle por lo menos una vez. Esa es la razón por la cual las personas han
buscado, durante mucho tiempo borrar las marcas del tiempo de sus cuerpos. Las
arrugas, manchas y demás “anomalías” son sistemáticamente borradas, como si se
tratase de un libro que hay que ir corrigiendo con el paso de los años.
Otros viven constantemente con la cabeza
metida en el pasado. Están obsesionados con lo que hicieron o dejaron de hacer.
A veces incluso están tan decepcionados del presente que preferirían, con
seguridad, vivir en un momento pasado en el que el caos fuese menor. Es fácil
entender el porqué de la fascinación con el pasado, con lo que ya ocurrió. Se
trata, después de todo de un momento en el cual, a pesar de que ciertas cosas
ya pasaron, hay otras que no y que podríamos evitar o simplemente solucionar de
esa manera. La obsesión del hombre con volver al pasado en obras de ciencia
ficción es simplemente porque no aceptamos nuestros errores. Estamos tan adiestrados
para ser perfectos, para aspirar a serlo, que cualquier cosa que nos recuerde
lo defectuosos que somos nos hiere fuertemente.
Como hay los unos, los hay de los otros, los
que están con la cabeza en el futuro. Esto es sin duda un poco más difícil de
comprender ya que no se entiende como alguien puede estar obsesionado, con la
mirada fija en acontecimientos que no han tenido lugar. Se trata de aquellas
personas que todo lo planean, que tienen una lista y una estructura
predeterminada para todo. Son personas que olvidan que la vida biológica de un
ser humano no se rige por reglas o por la exactitud. Solo somos y nada más. No
somos de una manera determinada ni definida y los que miran el futuro seguido
lo olvidan.
Otra razón es que son personas con mucha fe y
esperanza. La mayoría de personas religiosas tienen siempre una parte de su
cabeza en el futuro, ya que aspiran siempre a que sus creencias se cumplan.
Esperan ver a su dios después de morir o esperan ser salvados de cualquier
accidente porque creen que hay alguien que los cuida. Incluso si la vida les
demuestra seguido que estamos solo como humanidad, ellos siguen creyendo que en
el futuro estarán reunidos con su dios en los cielos o que serán recompensados
por sus actos de bondad. Los no religiosos que ven al futuro son simplemente
aquellos incansables optimistas, que jamás ven nada de malo en el mundo a pesar
de que sin lo malo, lo bueno no existiría.
El tiempo es calificado sistemáticamente como
un enemigo ya que no tenemos herramienta alguna para enfrentarlo. No existe
ningún arma o táctica para hacer que se detenga, para hacer que cambie su
manera de ser. Porque lo que pasa es que el tiempo solo pasa y sigue, y nada
más. Algunos podrían decir que el tiempo es un fragmento de lo que compone
nuestro espacio vital, pero otros dirían que el tiempo es solo una línea
infinita a la que, como seres mortales, estamos unidos para siempre.
Para la gran mayoría, el tiempo es un castigo.
Que es lo que más impacta en las cortes cuando condenan a alguien? No el lugar
de la reclusión o las razones tal cual sino la cantidad de tiempo que es
personas estará allí, encerrada. Cual es una de las primeras cosas que
preguntamos a alguien nuevo? Su edad. Incluso muchas personas se ofenden si se
les hace la pregunta de un momento a otro. Porque ven la edad como algo que los
hace cada vez menos perfectos, menos eficientes.
Es gracioso, si se ponen a pensarlo, ya que el
enemigo número uno de la humanidad es el tiempo y, sin embargo, toda nuestra
vida la enmarcamos en ese tiempo. Hace mucho nos dimos por vencidos y
simplemente dejamos de desafiarlo cada vez que podemos. No encontramos otra
forma de manejar nuestras vidas y desde el primer momento de la inteligencia
humana sometimos todo lo que sabemos y somos a esa infinita línea del tiempo
que nos amarra y simplemente no nos deja ir, ni siquiera cuando ya dejamos de
ser parte de este mundo.
Pero el tiempo no siempre es cruel. Para una
mente abierta, liberada de las enajenaciones de la sociedad imperante en el
mundo, el tiempo puede ser un aliado implacable. Porque el tiempo pasa pero
somos nosotros, después de todo, quienes decidimos que hacemos con él. El
tiempo se mueve y no se detiene pero nosotros podemos usarlo para aprender.
Porque esa es la razón para la vida humana. Aprender y nada más. No estamos
aquí para reproducirnos ni para querernos. Estamos para comprender el mundo y
darle algo a cambio. Nuestro intelecto tiene la gran capacidad de usar el
tiempo de la mejor manera posible: se trata de crear.
Es mentira que solo los dioses puedan crear.
Cuando se dice eso casi siempre hablan de obras como crear todo un mundo o
crear vida de la nada. Pero nosotros podemos hacer las dos cosas. En este
momento de nuestra evolución y aunque con los típicos errores de seres
imperfectos como nosotros, somos capaces de crear objetos nunca antes vistos,
de modificar nuestro mundo para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia
y de generar vida donde antes no había nada. Personas que no estaban diseñadas
para tener hijos, ahora los tienen y es posible que cada vez esto sea más
fácil.
Hay que tomar en cuenta que ya no somos los
mismos de antes. Aunque seguimos sometidos bajo el martillo de la guerra, hemos
sido capaces, de vez en cuando y en pequeños grupos, de avanzar juntos como una
sola especie que somos. Porque al tiempo no le interesan nuestras diferencias.
Al tiempo no le importa si eres hombre o mujer, negro o blanco, tu estatura, tu
peso, tu preferencia sexual o el color de tus ojos. Eso simplemente no es de
interés porque no cambia nada de cómo el tiempo no envuelve y nos afecta.
Si pudiéramos entender ese simple hecho,
podríamos por fin dejar de pelear contra el paso del tiempo y dedicar esos
esfuerzos a hacer lo mejor posible con los segundos, minutos, horas y días que
tenemos de vida. Porque, a pesar de todo, seguimos siendo tan mortales como lo
fuimos en los primeros días de nuestra existencia. Seguimos muriendo, uno a
uno, y eso no va a cambiar jamás, sin importar los muchos avances que tenga la
ciencia. La muerte, ligada al tiempo es una realidad que tenemos que aceptar.
Y así como el tiempo, la muerte no debería ser
un enemigo nuestro ni tampoco deberíamos tenerle miedo. Porque tenerle miedo a
algo que nos hace quienes somos? Porque tener miedo al momento clave de
nuestras vidas, aquel en el que entregamos el manto de nuestra existencia.
Podemos hacer de ese momento el punto culminante de una vida de la cual estar
orgullosos, con errores, deficiencias y sentimientos puros y reales. Porque ni
el tiempo ni la muerte son nuestros enemigos sino nuestros aliados más
incondicionales.