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miércoles, 27 de junio de 2018

Avanzando para atrás


   La vista desde el dirigible era simplemente increíble. Las nubes parecían estar a la mano y el suelo, plagado de pequeñas casas de campo y lago en formas circulas, parecía ser más fértil de lo que jamás había sido. El paseo tomaba unas tres horas y abarcaba un enorme espacio que estaba más allá de las fronteras establecidas. Todo lo que veían desde arriba estaba prohibido para cualquier propósito. De hecho, los vuelos en dirigible eran muy populares por esa misma razón. Era algo único y nadie quería perdérselo.

 En las guerras del siglo anterior, varias zonas del país habían sido devastadas por armas de diferentes tipos. Algunas habían sido nucleares, otras habían sido químicas y otras habían sido biológicas. Estas últimas habían sido utilizadas en los Planos, la región sobre la que volaba la línea turística de dirigibles. Uno de ellos pasaba cada hora sobre la región. La compañía hubiese querido más, pero el permiso del gobierno era muy claro al respecto y no querían forzar la mano y luego tener que renunciar a su negocio.

 Los Planos habían sido, por siglos, lugar de vida. No solo poseía varias fuentes de agua limpia sino que también tenía una diversidad ecológica enorme. Tal vez por eso mismo había sido uno de los objetivos de la guerra. Las armas utilizadas habían modificando de manera lenta, pero contundente, todo el ecosistema circundante. Los animales que alguna vez habían sido inofensivos, ahora eran bestias verdaderamente salvajes que solo vivían para destruir a las demás, sin razón aparente. Era una pesadilla.

 Eso sin mencionar a las plantas, que también habían desarrollado cierto grado de conciencia, haciendo que las más grandes y hermosas ahora fuesen carnívoras, cazando igual o mejor que los animales que podían caminar y correr. Lo peor de todo había ocurrido con el agua, que había sido contaminada de manera irreversible. Por muchos años, el aire y el agua estuvieron en tan mal estado que era impensable meterse en los Planos. Nadie lo pensó hasta que Arturo Han estableció su empresa de transporte.

 Su familia había llegado hacía años a raíz de las guerras y se habían establecido en el capital. Era una ciudad inundada de gente de todas partes que ahora era más caótica que antes, cosa que parecía ser imposible. Arturo creció allí y aprendió a apreciar su entorno,  cosa que muchos de sus compatriotas no hacían. La mayoría de gente se quejaba y llevaban en esa actividad por muchos años. Nadie hacía nada para mejorar las cosas y por eso Arturo se propuso a si mismo, ser la persona que cambiaría todo para el lugar que había acogido a sus padres y que le había permitido vivir.

 En la universidad estudió ingeniería civil y se especializó en nuevas tecnologías aplicadas, algo que era cada vez más popular alrededor del planeta. Después de las guerras habían surgido muchas nuevas ciencias y maneras de entender el mundo alrededor, por lo que los transportes no tenían que ser tan rígidos como antes. Podían hacer casi lo que quisieran, los límites los ponía la imaginación de cada constructor. Y Arturo soñaba más que ninguno de ellos, día y noche, sin parar un solo segundo.

 Estudiando conoció a la que sería su primera esposa, Valeria. Ella era bióloga y fue quién le dio la idea de explorar Los Planos. Era una región prohibida, eso todo el mundo lo sabía, pero también era evidente que su tamaño implicaba que varios tipos de transporte tuviesen que dar una vuelta enorme para poder llegar a las regiones y ciudades que estaban del otro lado. Solo algunos equipos científicos habían sido autorizados a visitar el lugar al pasar de los años, pero la verdad era que no habían sido muchos ni conocidos.

 Valeria, sin embargo, era una apasionada de su disciplina y creía, fervientemente, que Los Planos no era la región casi muerta que muchos pensaban. Estaba segura de que entre esas montañas y valles y bosques, residían ahora criaturas nuevas que no solo eran hostiles sino también fascinantes. Su teoría era que, si seguían con vida, era porque se habían adaptado al cambio forzado y eso ameritaba estudio y reconocimiento científico. Escribió su tesis al respecto.

 Fue difícil hacer que las autoridades se interesaran pero por fin la pareja dio con un empleado del Ministerio de Energía. Resultaba que ellos tenían algún interés por Los Planos pero no tanto por los animales y las plantas sino por el potencial que existía bajo tierra. Según informes muy antiguos, de antes de la guerra, depósitos de potentes materiales naturales podían existir bajo el suelo de Los Planos, algo que podría convertirlos en un poder energético mundial, si se probara la existencia de tanta riqueza.

 Fue así que los tres se aliaron y lograron el auspicio del gobierno para una primera exploración. La pareja visitó la región con varios científicos y expertos en diversas materias y pudieron confirmar todo lo que habían pensado. La región se había adaptado de manera maravillosa a sus condiciones tóxicas y ahora crecía de una manera inusitada. Y los depósitos de titanio, cadmio y tierras raras, fueron de los más grandes descubiertos en al menos cincuenta años. Todos estaban locos de la alegría, pensando cada uno en las posibilidades de lo que pudieron ver y descubrir.

 Aunque la relación de Valeria y Arturo se hundió con rapidez, su alianza científica siguió en pie. Ambos firmaron un acuerdo multipropósito con el gobierno, en el que cada uno obtendría parte de lo deseado, con la condición que respetaran los derechos de los demás sobre Los Planos. Casi toda la región sería convertida en un parque nacional natural excepcional. Y fue casi porque en instantes abrieron enormes minas para sacar el material preciado que el país necesitaba para ganar importancia mundial.

 Arturo ganó el derecho a ser el pionero de los transportes sobre la región. Se firmó el contrato para una línea de tren de alta velocidad que atravesaría Los Planos, así como rutas aéreas comerciales y de turismo. Ahí fue cuando volvieron los dirigibles, que en si mismos eran casi como dinosaurios para muchos de los habitantes del país que se dirigían a la zona para realizar el vuelo. Era algo simplemente hermoso, con toda la atención exclusiva a bordo que alguien pudiese desear.

 Sin embargo, y a pesar de tantas cosas buenas que pasaban, Los Planos seguían tan tóxicos para los seres humanos como siempre. El aire era nocivo para cualquiera y el agua tal vez peor. En los dirigibles no se permitía la apertura de las ventanas al surcar los cielos de Los Planos y en las minas se trabajaba como en las bases de Marte e Hiperión, con trajes especiales que protegían a hombres y mujeres de morir en segundos. Lo mismo con el tren de alta velocidad y todos los equipos científicos que quisieran explorar el área.

 Fue entonces que nació un pequeño grupo, que se fue haciendo cada vez más grande, que acusaba al gobierno del país de estar aprovechando un recurso que podía matar a la gente con el tiempo. Lo que extraían de las minas debía ser procesado para descontaminación y eso se hacía en otro lugar porque el país no tenía esa tecnología. Lo que sacaban de Los Planos no daba dinero a una sola persona en todo el territorio, excepto a algunos funcionarios del gobierno que veían sus bolsillos más abultados.

 La exploración biológica era interesante pero muy limitada, sin perspectiva de verdad ser algo con potencial de cambio o educación. Y los vuelos en dirigible, así como los otros transportes, eran solo bonitas cosas que al final del día no servían para absolutamente nada. Todo era vapor y espejos.

 Pero las cosas no cambiaron por muchos años. La guerra no había hecho a nadie más inteligente o menos ingenuo. Parecía que las cosas en verdad no habían cambiado mucho o, mejor dicho, nada. La historia se repetía y ya muchos esperaban, no con ansias, la próxima guerra que los borrara del mapa.