viernes, 4 de septiembre de 2015

La cabaña

   Habíamos tomado las decisiones que habíamos tomado, no había vuelta atrás y no servía de nada pensar si habíamos hecho lo correcto o no. Era posible que todo lo que habíamos hecho fuese una larga cadena de errores y que así siguiera todo hasta el fin de nuestros días. Pero ciertamente no lo sentíamos así. Habíamos escapado de un lugar en el que seguramente moriríamos y ahora, a pesar de haber sido golpeados física y mentalmente, estábamos a salvo. Solo habían pasado unos meses desde nuestra llegada a la granja pero ya encajábamos bien, como si siempre hubiésemos estado allí. Yo me encargaba de la venta de los huevos, de las gallinas mismas y ordeñaba. Él, por su parte, se encargaba de trasquilar las ovejas y comerciar con la lana.

 Él y yo no nos habíamos casado todavía, pues la situación entre nosotros todavía era muy extraña. Pero ese era nuestro futuro y poco a poco llegaríamos allí. Después de semejante de viaje y de ver lo que vimos y de vivir lo que vivimos, era imposible no formar algún tipo de conexión que fuese más allá de una simple amistad. Pero era difícil porque a pesar de que yo había curado sus heridas, y él las mías, seguía estando el mismo muro entre nosotros que siempre había estado. Era una mezcla de respeto, resentimiento y vergüenza. Nuestro pasado nos pasaba cuenta de cobro y era difícil ignorarlo, sobre todo en vista de nuestra nueva vida, en la que debíamos vivir juntos para sobrevivir.

 Cada mañana, cada uno se levantaba a hacer sus tareas. Los dueños de la granja, una pareja de ancianos que nos habían salvado la vida, nos despertaban con amabilidad, nos daban un poco de leche con café caliente y nos poníamos entonces a trabajar. La mujer empezaba a cocinar pan y el hombre se iba con su perro a pastorear. Yo me dirigía al gallinero y él iba a un granero para procesar la lana que ya le habían quitado a las ovejas. Cada uno se pasaba la mañana en su labor. A la hora de comer, al mediodía en punto, nos reuníamos todos en la mesa a comer lo que la mujer nos hubiese hecho. Las porciones eran siempre pequeñas pero él y yo nunca nos quejamos. Era más de lo que comeríamos de ser unos cadáveres al borde de la carretera.

 Porque ese iba a ser nuestro destino, si la pareja de ancianos no nos hubiera encontrado allí tirados, al borde de la muerte. La verdad nunca he creído en ningún dios ni poder supremo pero debo decir que esa tarde le agradecí a la vida por hacer que ese pequeño automóvil pasara por allí. La carretera era solitaria y por eso quienes nos habían hecho daño lo habían podido hacer todo con tanta facilidad. Gritamos y tratamos de pelear pero no había quien oyera y menos aún cuando eran más que nosotros. Yo creí morir y antes de cerrar los ojos le tomé la mano a él y di las gracias por estar acompañado en mi hora de muerte. Horas más tarde me despertaba adolorido pero vivo.

  Desde entonces mi relación con él era difícil pues sentía algo pero no quería ser yo quién dijese algo. No quería ser yo quien cediera tan fácil. Era una tontería pero mucho antes de todo esto, éramos dos hombres compitiendo el uno contra el otro para saber cual era el mejor en lo que hacíamos. Y la verdad es que éramos asesinos y, hay que decirlo, éramos bastante buenos. Eso sí, no lo hacíamos cuerpo a cuerpo a menos que fuese necesario y menos mal no lo fue sino un par de veces. Desde entonces uno ha estado al nivel del otro, a la par, y los dos nos conocemos demasiado bien. De pronto es por eso que cuando estamos solos en nuestra habitación, no hay voces, solo miradas y una tensión subyacente.

 Un día, el anciano nos propuso construir una pequeña casita para nosotros. Podía ser algo así como una cabaña a un lado de la casa principal. La razón era que el cuarto en el que dormíamos era un deposito y ahora que se acercaba el invierno iba a ser muy necesario. No tuvimos más opción sino aceptar pero lo hicimos más por ser corteses que por estar convencidos de la idea. Ahora por las mañanas hacíamos las tareas de siempre y por la tarde empezamos a construir nuestra cabaña. La hicimos tres veces más grande que nuestro cuartito, con una parte para la cocina, una mesa en el centro y la cama a un lado. Las habitaciones y los muros interiores eran un lujo que no podíamos darnos. El anciano ayudó poniendo la madera del piso que, según él, era clave en esta región del mundo.

 La construcción de la cabaña atrajo más atención de lo que hubiésemos querido. Primero fueron los compradores de huevos y lana que habían oído que alguien estaba construyendo. Era muy poco común que en tiempos de guerra la gente se pusiera a construir y no a reforzar o algo por el estilo. Miraban, criticaban nuestro desempeño y se iban. Pero la visita menos deseada de todas fue la de la policía. Era un pueblo alejado y era más una agrupación de granjas con un centro pequeño pero igual la policía hacía rondas ocasionales y un día nos tocó a nosotros. Los ancianos dijeron que éramos los hijos de unos parientes muertos en un atentado terrorista en la capital. Solo decirlo, sirvió para que nos dejara en paz.

 De todas manera, cuando lo vi llegar, el cuerpo me empezó a temblar con fuerza. El hecho era que ver cualquier tipo de uniforme me ponía muy mal, me hacía doler la cabeza y el cuerpo y todo. Pues habían sido hombres en uniforme los que nos habían golpeado salvajemente y los que, por poco, nos habían quitado la vida. Mientras estuvo allí el policía, traté de concentrarme en la madera del piso y que quedara bien nivelada. Después había que hacer los muros también de madera y eso iba a ser cuestión de fuerza. Cuando se fue, pude respirar con normalidad y me di cuenta que lloraba porque él me lo hizo notar. Y entonces lo abracé y no dije ni una sola palabra más ese día.

 Esa noche, fue la primera vez que hablamos antes de dormir. Fue él quién inició la conversación, preguntándome como me sentía. Le dije que me sentía cansado y adolorido pero que al menos estaba vivo. Entonces me empezó a contar sus deseos para la cabaña, como iba a ser nuestra guarida mientras duraba la guerra y como quería él que quedara. En ese momento me di cuenta que sonrió y también me di cuenta lo perfecta que era esa sonrisa para mi. Estaba feliz, hablando de la cabaña como si fuese una mansión y teniendo sueños reales con su construcción. Yo no sentía lo mismo pero me llenó de alegría que él no tuviera una visión de la vida tan sombría como la mía.

 El mes siguiente era el último del otoño por lo que redoblamos nuestro trabajo en la cabaña. Trabajábamos hasta las ocho de la noche y siempre nos acostábamos cansados.  Los muros avanzaron a buen ritmo y cuando llegó la hora de hacer el techo fue el anciano quién nos dio su conocimiento de cómo hacerlo correctamente y era increíble lo bien que le quedó todo. A finales de noviembre estaba ya casi terminada la cabaña cuando vi de nuevo uniformes. Y estos eran exactamente como los que habíamos visto. No podía gritar pero corrí a la casa y les expliqué lo que pasaba. Con él, decidimos escondernos dentro mientras los militares pasaban por el camino que iba por lo alto de las colinas.

 Solo un par de ellos se desprendieron del grupo y tocaron a la puerta de los ancianos. Entraron como si fuese su casa y les ordenaron darles una cantina de leche y lo que hubiese de lana. Los ancianos no musitaron palabra y reunieron lo que los hombres habían pedido. Eran animales, cerdos que mascaban y miraban todo como si ellos merecieran algo mejor cuando todos los militares eran los sádicos del país que alguien había puesto en uniformes y les había dado un poder que no tenían ni idea de cómo manejar. Mientras los ancianos alistaban todo, los dos hombres se pusieron a revisar, tirando cosas y hablando mal de todo, de la vida y de gente que no estaba allí. Fue entonces cuando uno de ellos vio algo de ropa nuestra en un estante. La tomaron y preguntaron de quién era.

 El anciano le puso la tapa a la cantina y les dijo que era ropa de sus hijos, muertos a manos de desconocidos hacía unos meses. La mujer se limpió los ojos y les dio una mochila con la lana. Los hombres tiraron la ropa al suelo y dijeron que seguramente sus hijos se merecían la muerte, que lo más probable era que fuesen traidores. Le halaron la mochila a la anciana y cargaron la cantina de leche entre los dos. Los vieron alejarse y dentro del cuarto yo me había orinado encima, del miedo. Él me miró a los ojos y lo único que hizo fue darme un beso. Entonces todo en la vida pareció adquirir un color nuevo.


 Pasaron los días y celebramos con una pequeña comida la finalización de la cabaña. Había quedado bastante bien a pesar del tiempo tan corto. Los ancianos nos reglaron una pequeña mesa y dos sillas así como una hornilla para calentar comidas con carbón o madera. La cama era solo un colchón, algo más grande que el otro, que habíamos conseguido en el pueblo ya usado. Era nuestro hogar. Después de la cena, todos nos fuimos a acostar y yo casi no puedo de la incredulidad de ver como cambiaba la vida. Él me miró de nuevo y noté que el muro había caído. Nos metimos bajo las cobijas y nos abrazamos, sintiendo por fin que éramos más que pedazos de humanidad lanzada al viento por la guerra. Sentíamos que pertenecíamos y eso nadie nos lo podía quitar.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Mutant mountain

   The arrow pierced exactly between its two eyes. The creature shrieked in the most awful way and then it collapsed, making the ground beneath it tremble. It tried to breath for a few seconds, but then it all stopped, his belly going still fast. Archer came down and checked the body. He was dead. Gunman approached too and congratulated Archer for his handling of the situation. The creature had come out of nowhere but they had been prepared. Doctor arrived with Bio, both women, and as one checked the state of the humans, the other checked the body of the collapses animal. It wasn’t uncommon for them to wander out of the highlands that were their home but this one had seemed particularly vicious. He had been drooling ever since they had seen him come into their lands and his eyes were red.

 The four of them decided to go back to the research facility to change clothes and have some food. In the facility there were only five people, all identifiable by their profession and not by their real name. This was because the agency that hired them didn’t wanted them to risk their personal lives for any task at hand so they call themselves whatever they were. Archer was an archer and gunman a very skilled shooter. Those two were the security team in the group. Then there was Bio, who was a biologist dedicated to preserve the last few animals that lived in this region. And there was Doctor, who tended the wounded people. The fifth one, and the one that hadn’t come out when the gigantic boar attacked, was Vet. He was key but was very strange.

 When they came back to base, a rather small house with a lab on its basement, they noticed Vet wasn’t there. He normally took long strolls all over the place but as his destination always changed, it was impossible to know where he was. Any way, the team went back to pick up the body of the big boar but found out there were only bones there and they also seemed to be decaying. It was very strange and uncommon for this to happen. Coming back again to the base, they found Vet and had a very heated discussion about how he was never there when needed. The women demanded for him to be always available but the men had decided not to say a word.

 Vet apologized and explained to them why he had left. He wasn’t walking around or anything. He had actually stayed behind because he had seen a group of birds flying in an uncommon pattern. He knew it was strange so he tried to follow them with his binoculars but it wasn’t necessary. The birds landed not very far and as fast as he saw them, he realized something wasn’t right. The birds were bigger than normal, even surpassing the height of Pet’s knees. They had red-blooded eyes and very black feathers that appeared to shine with every move they made. And then they heard him coming and two of them attempted to attack. Vet ran like crazy and found shelter in the forest where he stayed until they had left.

 The team was amazed by the story but the women were still upset that he had missed the opportunity to check the boar’s body in order to know what was happening to him. Vet told them that it appeared to be a contagious disease but it was strange that it passed from one species to the next, with the same results: the infected animal seemed to be bigger, with red-blooded eyes and very aggressive. He suggested that they needed a live specimen or at least to have a well preserved body at hand. But then they explained to him what had happened to the boar they had left in the hills. Vet had no idea what to do or how to proceed. He told the team that they had to really think their plan through, as they had no idea if humans could be infected by whatever the animals had.

 After agreeing they needed rest in order to think straight in the morning, the team decided to have the rest of the day off. The men were really happy about it and the women realized they could use some rest after a very strenuous day. The man took off their shoes and jackets and decided to repair their weapons and clean them. Arrow by arrow, bullet by bullet. The truth was that the security team consisted of very efficient guys but that were not really useful for much else. They were big and muscular and tall but they didn’t have much in their heads. Maybe they were a stereotype but at least they could be funny when they wanted, telling jokes and anecdotes about their lives.

 The girls decided to do different things: Doctor decided to clean her equipment and then have a shower with hot water, which they had to heat themselves in the kitchen. It had come as not surprise to them as the base was very far from any trace of civilization. On the other hand, Bio decided to check on a small fragment of bone she had been able to take from the decaying corpse of the boar. The fragment was now bone but she was confident she could achieve something by testing it with everything she had at hand. Bio was a very skillful woman and loved a good challenge when it presented itself to her.

 Vet just took off his clothes and tried to get some sleep. It was the afternoon but he wanted to rest. He had various reasons for this but mainly because he felt that, in the next few days, he wouldn’t be able to relax as much as he was in that moment. And also because he had been having problems sleeping. He had always had those problems but now they seemed to be getting worse. For the last two nights, he hadn’t been able to sleep at all, instead guarding the base and letting Arrow or Gunman sleep. He would often use this wasted time to think about his mission there and about his decisions in life. He had been wrong to take the job. But there’s was nothing he could do now. It was too late.

 Somehow, Vet fell asleep pretty fast and had a nice dreamless nap for several hours until someone woke him up very late at night. It was Doctor and she seemed very scared. He sat on his bed and realized they were all there, in the bedroom. True, they all shared the space but it was a weird scene because they all stare at the stairs and no one was asleep. He stood up and realized that they had put some sort of big plank on the space of the stairs. And that something was pushing from downstairs. The banging was scary but whatever was downstairs was not strong enough. Vet turned around and looked through the window and saw nothing, except the blackness of the night.

 He told everyone that maybe they could escape jumping from the window. It wasn’t that high and it was better than staying there and wait for death or whatever was going to happen. They agreed, so the girls went through the window first. Bio fell landed nicely but Doctor apparently smashed her ankles against the ground and had serious problems walking. Bio helped her up and they waited for Gunman to jump and join them. Arrow, who had foot on the plank in order to prevent the beast from entering the floor, told Vet that he had to go first and that he would run just after him. They needed to be ready down there in order to catch him to avoid hitting his face against the ground. Vet nodded and jumped, landing in a rather weird way but with no injuries.

 They only had a minute to organize in order to catch Arrow, who landed almost perfectly flat on their hands. They saw the room fill up with noises and shadows but the men pressed on in order to run downhill, towards the river. For transport, they had a small boat there that could take them downstream to the house of the forest ranger that had a car to take them to civilization. The walk, or rather run, towards the boat was very erratic and difficult, as two people helped Doctor walk and then Gunman decided to take her on his back. They run without rest and without looking back until they finally reached the small pier.

 The river was enraged and the boat wasn’t there. There was only a piece of rope hanging from the pier. Then, it seconds, Vet told them they should keep running downhill until they were able to escape or loose them. But the sound of the animals, a combination of buzzing and shrieking and growling, was nearer and neared. It didn’t seem to them that the animals got tired, different to them who were already having difficulties breathing. After a long run, they arrived to a point where they could see big rocks on the river. They could jump on them to go across and then run downhill to the ranger. Arrow jumped first. The rocks were slippery but he made it. Bio went second and then Vet.

 But when the turn came for Gunman and Doctor, the man slipped and hit his behind against the rocks. The women stood up on the big rock as she could and helped the man up but it was too late. The animals were there and the members of the team on the other side of the river saw their companions being attacked by pecks and feet and paws. They decided to keep on running and not to watch. They ran for several hours until they reached the small house were the park ranger lived. But he wasn’t there. He was behind his cabin, dead on the ground. The body had no eyes and had been bitten all over.


They had no way out…

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ir en avión

   Manuel esperó para ser el último en la fila para entrar al avión. La verdad era que nunca antes se había subido a uno de esos aparatos y ahora tenía que hacerlo para tener acceso a una herencia que nadie más iba a reclamar. Un tío abuelo lejano había muerto y solo había puesto en su testamento que la mitad de su dinero debía ir a su familiar vivo más cercano. Como Manuel ya no tenía padres y había sido hijo único, lo ponía de una vez en el primer lugar. Un abogado tuvo que revisar que en efecto fuese la única persona de la familia del hombre muerte que estuviese vivo y eso demoró un par de meses. Pero al final todo salió a favor de Manuel y le anunciaron que una cantidad generosa seria suya. El único inconveniente era que tenía que viajar a Europa para conseguirlo.

 Eso lo desanimó bastante porque no tenía ni idea que a su tío abuelo se le hubiese ocurrido irse a vivir tan lejos. Aunque, al fin y al cabo, ni siquiera sabía muy bien quién era él. Sabía que estaba relacionado con su padre, que había muerte hace ya diez años de un ataque cardiaco. Pero su padre jamás lo había mencionado, ni nadie más de la familia para ser sincero. No era de extrañar que al comienzo Manuel no estuviera muy convencido de esa herencia pues todo parecía una broma de mal gusto. Es que, si se ponía a pensar, a quién le sale todo ese dinero de la noche a la mañana, y todo por un pariente muerte del que no sabe nada? Pero menos mal decidió creer porque de lo contrario tal vez no estaría a punto de hacer lo que iba a hacer.

 El tío había dejado el país para sentarse en España y por eso Manuel ahora debía tomar un vuelo de casi diez horas, por encima del océano, para luego allí firmar unos papeles para hacer efectiva la herencia. El problema estaba en que Manuel jamás en la vida había volado. Había visto aviones de niño y había tenido varios aviones de juguete pero todo sus viajes, fuesen familiares o del colegio, habían sido por tierra. Nunca había tenido la necesidad de subirse a un avión y la verdad era que le preocupaba un poco aquello de subirse en un aparato para cruzar por encima de solo agua y así llegar tan lejos. Y encima tenía que hacerlo de nuevo para volver a casa. Para él, fue una tortura pensarlo.

 Pero si quería el dinero, no había más opción. Compró el boleto y esperó las semanas que lo separaban de la fecha con gran nerviosismo y anticipación. La semana del viaje sus amigos intentaron calmarlo porque parecía al borde de un ataque de nervios. Estaba preocupado por todo, desde a que altitud volaría el aparato hasta si se presentaban huracanes ese preciso día. Los conocidos que tenía que sí habían volado en avión le explicaron el proceso pero él seguía muy estresado. Es que además de todo Manuel era un poco claustrofóbico y la idea de estar encerrado doce horas no le era muy atractiva.

 Había estado mucho tiempo en automóviles pero con la ventana abierta y haciendo paradas para comer u orinar. Un avión no hacía esas paradas y mucho menos se podía abrir la ventana, entonces su preocupación fue creciendo exponencialmente hasta que llegó el día del viaje. Estaba temblando de arriba abajo mientras cruzaba los controles, algo que sabía no era bueno pues podían sospechar de él la policía. Pero por suerte no le dijeron nada. Abordó de último y lo hizo respirando profundo varias veces, como si estuviese a punto de lanzarse a un tanque lleno de tiburones. Su silla estaba hacia la mitad del avión y le agradeció a una de las auxiliares de vuelo que lo acompañara a su silla. Le explicó donde guardar sus cosas y él aprovechó para preguntarle si tenían medicina para dormir. La joven dijo que no.

 Manuel se sentó en su silla y miró por la ventanilla. No habían comenzado a volar y la gente ya se veía pequeña, como le habían contado. Revisaban una y otra cosa y entonces Manuel se dio cuenta que ese hubiese sido el mejor momento para ser un hombre creyente. Él no creía en nada en particular pero sí suponía que una persona muy religiosa sabría no sé cuantos rezos para pedir que el avión llegara seguro a su destino. Por culpa de ese pensamiento surgieron otros, que él trató de eliminar de su mente lo más rápidamente posible. Pero fue el anuncio de salida del capitán del vuelo el que lo dejó frío y sacó todo de su mente.

 Era increíble la manera en que se cogía de los brazos del asiento, casi como si quisiera arrancarlos. A su lado estaba una pareja que lo miraba con curiosidad pero él no se dio cuenta de nada pues estaba tratando de no consumir ni mucho aire ni mucha saliva. Veía por la ventanilla como el avión carreteaba hasta la punta de la pista. Vio salir uno, luego dos, luego tres aviones. No tenía idea que hubiese trancón en las pistas de un aeropuerto. Por fin llegaron a la cabecera y entonces el avión se quedó quieto por un momento y después todo empezó a temblar pero también era Manuel que temblaba como loco. Todo pasó bastante rápido y en poco tiempo estuvieron en el aire, donde la presión empezó a hacer lo suyo.

 Una amiga le había aconsejado a Manuel comer chicles para evitar la molestia en los oídos así que buscó en su mochila y se echó muchos en la boca, formando una masa enorme dentro de ella. Era molesto masticarla pero lo más chistoso es que funcionaba. Nervioso, miró por la ventanilla y por primera vez en su vida vio la ciudad por arriba. Se veía todo como en un juego o algo así. Trató de buscar su casa pero se dio cuenta que estaba para el otro lado. Todavía estaba cogido con fuerza de los brazos de la silla pero al menos estaba mirando para afuera así que no podía ser todo tan malo. Pronto la nave se estabilizó y el capitán hizo otro anuncio.

 Aunque podía quitarse el cinturón de seguridad, Manuel se lo dejó puesto lo que más pudo. No se soltó de los brazos de la silla hasta que una hora después se anunciara el comienzo del servicio de la cena. Mucha gente le había dicho que la comida de los aviones no era muy buena así que él venía preparado con dos sándwiches que había comprado en el aeropuerto. Los tenía guardados en su mochila pero primero quería ver a que sabía lo que servían en el avión. Mientras esperaba a que pasara la señorita, se dio cuenta de que seguía temblando y de que no solo era por los nervios sino por el frío. Abrió su mochila para sacar un saco pero entonces llegó la señorita y se enredó bastante para ponerse el saco y recibe la bandejita que le estaban extendiendo. La pareja de al lado lo miraba perpleja.

 Cuando por fin tenía los brazos bien puestos en las mangas del saco, otra señorita pasó ofreciendo las bebidas. Él decidió pedir un café y jugo de naranja. El café era para el frío tan horrible que empezaba a sentir y el jugo para acompañar su comida y tal vez los sándwiches si se comprobaba que la comida no era suficiente. Pero, a pesar de ser una porción pequeña, Manuel quedó encantado con la comida. Le parecía incluso que debían vender algo así para la casa, como para cuando la gente no tiene ganas de cocinar ni de productos demasiado grasosos como la pizza. Comió todo con ganas y decidió dejar los sándwiches para después. Fue una sorpresa que, después de que recogieran la bandejita y los vasos, Manuel se quedara profundamente dormido.

 No tuve ningún tipo de sueño o pesadilla, más bien una sensación rara de vez en cuando. Se despertó de golpe y se dio cuenta de que era porque había bastante turbulencia. Parecía como si un monstruo enorme estuviese afuera tratando de comerse el avión. De nuevo, Manuel comenzó a temblar como una hoja e incluso algunas lágrimas salieron de sus ojos. No quería morir y menos así. Hubiese sido además muy trágico morir precisamente cuando estaba a punto de tener el dinero necesario para saldar cuentas y de, una manera u otra, empezar una nueva vida sin deudas ni preocupaciones más allá de las prioritarias.

 Pero pronto dejó de sacudirse el avión e incluso avisaron que daban comienzo al servicio de desayuno. Manuel estaba tan confundido que no se secó las lágrimas así que tanto la pareja vecina como la señorita que le diño la bandeja parecían asustados de verlo así. Él se secó la servilleta del desayuno y pidió las mismas bebidas de antes. Comió todo con gana y le dio risa enterarse de que había dormido seis horas sin despertarse una sola vez. Eso no le pasaba nunca en casa. Todavía con frío, miró por la ventana y vio el océano extenderse para siempre, con el sol que empezaba a brillar sobre él. El capitán anunció que aterrizarían en una hora. Y así fue. Allí lo esperaba un abogado para ir a firmar de una vez todos los papeles.


 Se quedó en la ciudad por dos días más, visitando otras oficinas y sellando todo lo relacionado con el testamento pero también conociendo porque hubiese sido terrible viajar tanto y no ver nada. Se dio cuenta que había tenido miedo por nada y que no debía nunca adelantarse a las cosas pues no se sabía que podía pasar. Un primer ejemplo era que había heredado más dinero de lo que le habían dicho en un principio. Y lo segundo fue que, ya en el aeropuerto, le anunciaron que por cuestiones del vuelo, había sido ascendido a clase ejecutiva, por lo que disfrutaría mucho más su viaje de vuelta. Sonrió y esta vez estuvo de primero en la fila. Y eso que a él no le gustaba viajar en avión.

martes, 1 de septiembre de 2015

Journey of exploration

   It was an irony that he could not board a boat without having to “return” all of his breakfast. Most people thought he was practically a sailor because of his work in the aquarium but the truth was he could barely stand the salty water and the constant movement of the waves. Nate’s job was to classify the fishes, modify their diets and select replacements if one of the individuals died. It was a very simple job really, that required only patience and time to know what to do and when to do it. He had always loved marine life, even if he didn’t particularly like the place where they lived. It was a very strange relationship the one he had with the creatures he worked with, and maybe it was that he liked them better when living in an aquarium.

 But the people for whom he worked had decided to send him to an exploration journey in order to bring new specimens to the aquarium. They wanted new species too, which meant travelling a lot and being always on the move, ready to make the next big catch. But Nate wasn’t the type to catch anything, if only the flu. He wasn’t an adventurous guy and he certainly didn’t like to travel for long periods of time. He was so odd he actually only took his vacations to be in his house. He never even visited an all-inclusive hotel or anything like that. So when he was chosen to go on a boat to capture new species, he was not very keen on the idea. Nate even went to his boss’s office and asked him to pull him out from the trip but the boss refused.

 He told Nate that it was necessary for all of his employees to be really involved in the world they were working with. He needed people that had experience with the creatures in the wild as well as in captivity. Besides, he insisted to Nate that the trip would be an eye opener for him and that it would gave him access to new knowledge about his craft and it would also be a new way to open himself as a person. Nate didn’t like people meddling in his life and maybe that was why his boss stopped talking and just told him to go and enjoy himself. Nate knew that wasn’t to be so easy so he tried talking to anyone with any power in the aquarium but everyone thought he should go.

 Defeated, he was asked to only bring a small bag with him, with only a few clothes and whatever else he needed, especially for his job. He was visited at home by the captain of the vessel who told him their trip would take almost three months around the Caribbean, where they would try to visit as many ecosystems as possible. He also told Nate he needed to learn how to dive so he made him go to some classes in the local swimming pool. Nate felt too much pressure from everyone to be as good as the trip, to be someone else basically, and that made him a bit unstable. He stopped eating regularly and lost several kilos prior to the trip. Besides, he acquired some weird repetitive movements in his hands and eyes.

 The day of the departure finally arrived. Captain Jones came to pick him up and he spoke the whole way to the boat. He was visibly very enthusiastic about the journey because, as he said, he loved to work with scientists that really appreciated everything that the ocean had to offer. Nate didn’t say a word. The boat was bigger than he had imagined it but the crew was rather small: two men helped the captain and there were only two other scientists with Nate. One was Angelina Öhm, an Austrian expert in invertebrates and professor Smith, an older man that loved whales and sharks. Both of them were actually pretty famous and worked in more prestigious aquariums than Nate.

 The boat set sailed that same afternoon, departing first towards the northern Bahamas where they expected to find a good amount of tropical fish for their respective aquariums. They actually explained to him that the boat was larger than normal because they needed space for all the containers they were going to fill with live specimens. The following day they were already near the island of Great Abaco, where Nate would have to dive. He was really dizzy, having had no sleep the night before. The first day was a total disaster: he hit his head various times against the steel of the boat, he vomited on the feet of one of the captain’s helpers, he wasn’t able to put his diving suit correctly and finally didn’t even swim at all, deciding to remain in his chambers for the day.

 That night, the Jones came to see him in his room and talked to him. He asked Nate to tell him what was going on and Nate explained that he didn’t wanted to be there because the ocean made him sick and scared. The truth was that he only wanted to go home and be safe. When he said this, the captain laughed and put an arm around his back. He told Nate he was safer on the boat than anywhere else on Earth, as he was simply one of the best sailors in the world. He told him how many medals he had from the navy and the army and joked about his prowess aboard larger and smaller vessels. After a while, Nate was able to smile and even laugh a little.

 The next day, when arriving to Cat Island, Nate decided to be more careful and patient, as he was when making the preparations for every animal’s dinner. He was always very careful and had his head in those matters and not anywhere else. So he did exactly that and he noticed he bumped his head less this time. He apologized to the seaman for the accident the day before and even shared a very small breakfast with the others. After all, his stomach was still very sensitive. He was able to put the suit on but then they only had a few good hours to dive. Rain came and ruined their exploration for the day. They captures some specimens and he remained classifying them the rest of the day.

 Days passed and Nate developed a certain new attitude. He realized that he had to be different in the boat than anywhere else. So he decided to approach his colleagues and just talk to them about his interests and his experience, no matter how little it was compared to theirs. It was refreshing to realize that both Öhm and Smith where very nice people that were very willing to share all of their knowledge with younger explorers like himself. Because it was them who told Nate that he now was an explorer, a proper adventure seeker and a potential discoverer of new life on this planet and what could be more exciting than that?

 The following two weeks were better for them as they captured many specimens a day. One special day near Haiti’s northern coast, Nate dove without the suit and caught a beautiful colorful slug with only some gloves and a bucket. He even discovered another one but with different colors and caught him too. The water was shallow and beautiful and he finally succumbed to the ocean. Now he saw what they all saw when entering the darkness of the ocean. So much life and so much activity, it was hard not to fall in love with every single species and with everyone that loved this environment back. Angelina and Smith congratulated him for his slugs and he secretly named them Nate 1 and Nate 2. Of course, that would never be on an aquarium but it was his little silly secret.

 The nights were great because they rarely dove in those times. They’d rather be in the dining room and just play cards or talk. After the first month, Nate managed to eat a bit more than he had eaten before and now he wasn’t afraid of just eating. There was so much confidence among the crew, which they now joked as if they had all being studying together in college for some time. The truth was that Nate had never felt this level of camaraderie before. He had never being part of a team and wasn’t very good at making friends or anything of the sort, he had always thought of himself as a bit of a clumsy guy, with almost no sense of what to say and when.

 But with the captain, his sailors, Angelina and Smith, he felt almost at home. They laughed, had jokes that they would repeat often and besides they would work together better than he would have ever work alone. And the best thing of all was that the boat was getting filled with awesome species that everyone was going to love in the aquarium. They had even caught some jellyfish that did not appear in their records, so it might signify the capture of a new species. Day by day he got better at diving with the suit and they would team up to capture every single creature they were interested in. Some animal they left alone, as turtle that had been hit by a boat’s propeller. He took several pictures and got tan every day more and more.


 Nate didn’t know it but the trip would jus change his life. He would return home realizing how much time he had wasted in general and how he could make some changes in life without really changing who he was but rather how he did some things.  The trip was an eye opener and Nate, even weeks before it was finished, thanked his boss, fate and everyone involved for putting him on that boat.